Clase 2.a. VALORES, MORAL Y ÉTICA EN LA FORMACIÓN ...

docentes quienes tienen a su cargo la “educación moral” de sus hijos. Consideramos que esta relación entre la formación ciudadana, la ética y los valores,.
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Clase 2.a. VALORES, MORAL Y ÉTICA EN LA FORMACIÓN CIUDADANA. DISCUSIONES TEÓRICAS Y CURRICULUM

Introducción

La lectura de diseños curriculares de distintos países permite ver claramente que la formación ciudadana tiene su presencia ya sea como área curricular, ya sea como objetivo que atraviesa toda la propuesta educativa. Y no sólo en el nivel medio sino también en el nivel primario y hasta en el inicial. Un rasgo distintivo de esta formación es que suele aparecer vinculada a la ética y/o a la educación en valores. Incluso los modos de nombrar a estos espacios incluyen la palabra “ética” o el término “valores”. Así, por ejemplo, el Programa Ética y Ciudadanía implementado por el Ministerio de Educación del Brasil (se puede conocer aspectos de este programa entrando en http://www.mec.gov.br/seif/eticaecidadania/index.html) o el área curricular de Formación Cívica y Ética, vigente en la educación secundaria de México (sus propósitos pueden

conocerse

en

la

siguiente

dirección:

http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/proyectos/mexico_lineas_manos_oto07/propositos. htm#indice), o el de Formación Ética y Ciudadana, presente en los niveles primario y secundario de la Argentina (un ejemplo de cuáles son los contenidos prescriptos para este espacio

curricular

puede

encontrarse

en

http://www.me.gov.ar/curriform/publica/nap/nap_etica_2007.pdf), o el Programa Nacional de Educación Cívica y Valores de Guatemala (una descripción de este Programa está disponible en http://www.oei.es/valores2/boletin1.htm). Incluso algunas polémicas suscitadas por la implementación de áreas curriculares de este tipo, son polémicas que se refieren no a enfoques pedagógicos o a secuencias didácticas o a las posibilidades evolutivas de los alumnos (como podría suceder con otras áreas curriculares, como Lengua o Matemática), sino a cuestiones morales o éticas. Es conocido el fuerte debate público que se ha suscitado en España por la oposición de muchos padres, de la Iglesia Católica y de partidos de derecha a la inclusión del área de

Educación para la Ciudadanía. referidos

a

esta

polémica

Un breve repaso por algunos artículos periodísticos (por

ejemplo,

los

que

se

encuentran

en

http://www.abc.es/20090126/nacional-sociedad/organizaciones-toda-espana-firman200901262055.html y en http://www.zenit.org/article-30003?l=spanish) permiten concluir que las críticas están dirigidas a la educación sexual propiciada por este espacio curricular o a las concepciones de “familia” contenidas en él . Los padres aducen que son ellos y no los docentes quienes tienen a su cargo la “educación moral” de sus hijos. Consideramos que esta relación entre la formación ciudadana, la ética y los valores, refiere a la dimensión filosófica de dicha formación. En principio, esto es así porque existen dos ramas de la filosofía (la axiología y la ética) que estudian el fenómeno de los valores y el fenómeno moral. Es probable que quienes hayan diseñado estos espacios curriculares y estos programas no hayan tenido intención de entrar en disquisiciones filosóficas o en invitar a que se filosofe en las aulas. Y no es imposible que hayan introducido los términos “ética” y “valores” sólo porque tienen una connotación positiva y remiten a lo “correcto”. Pero, más allá de las intenciones de los autores, los textos curriculares (como cualquier texto) merecen ser leídos con entera libertad, encontrando sentidos ocultos o apenas enunciados. Nuestra lectura pone el énfasis en la necesidad de desplegar estos conceptos desde los aportes de la filosofía. Y apuesta a cargar de sentido filosófico la formación ética y ciudadana de nuestros/as alumnos/as. Por eso, la presente clase expondrá las discusiones filosóficas en torno a los valores y a la ética. Además, ofrecerá algunas reflexiones sobre la presencia o ausencia de estas discusiones y de estos conceptos en la tarea educativa.

I) ¿Qué son los valores? 1 . Muchas cosas de que se compone el mundo no nos son indiferentes sino que tienen para nosotros, los humanos, un acento particular o cualidad que las hace ser mejores o peores, buenas o malas, bellas o feas. La no indiferencia del mundo consiste en que ante él adoptamos una posición positiva o negativa, una posición de preferencia. Visto desde el lado del objeto, del mundo, se puede decir que las cosas que tienen valor son las cosas que no nos son indiferentes. En la filosofía contemporánea se utiliza frecuentemente la distinción entre juicios de hecho y juicios de valor. Los juicios de hecho enuncian lo que una cosa es, describen sus propiedades o sus comportamientos. Por ejemplo, decir que una mesa es roja o que un automóvil ha pasado a altas velocidades por una avenida, son juicios de hecho. Los juicios de valor, en cambio, no agregan ni quitan nada a esas descripciones. Si decimos que cierta acción es justa no modificamos la descripción de esa acción, sino que la valoramos de un determinado modo. En general, valoramos positivamente aquello que nos agrada (por ejemplo, una música, una comida, un clima, una acción buena, un gesto). Pero también es posible valorar algo que nos desagrada (por ejemplo, un remedio que nos resulta muy amargo pero que debemos ingerir si queremos curarnos de una enfermedad). Con frecuencia nos enfrentamos a conflictos de valores. En esas circunstancias, dudamos sobre qué es lo mejor para nosotros o para los demás. Valoramos, por ejemplo, decir la verdad pero podemos estar en una situación en la que decirla a cierta persona podría ocasionarle un insoportable dolor. Como también valoramos el cuidado del otro y rechazamos la crueldad, podemos llegar a sentir que no es éticamente justificable decir la verdad en esa particular circunstancia. El valor es, entonces, lo contrario de lo indiferente, de lo neutro.

1

Para nuestra exposición, nos guiaremos por el texto del filósofo argentino Risieri Frondizi Qué son los valores (México, FCE, 1958). Se puede leer la biografía intelectual de Risieri Frondizi en http://www.ensayistas.org/critica/generales/C-H/argentina/risieri.htm

Características de los valores: polaridad y jerarquía Lo bueno tiene su opuesto: lo malo. Lo justo tiene su opuesto: lo injusto. Lo bello tiene su opuesto: lo feo. Lo útil tiene su opuesto: lo inútil. A cada valor positivo le corresponde un valor negativo. A esta característica de los valores se la llama ‘polaridad’. La polaridad se debe a la no – indiferencia frente al objeto; indica que aquello que valoramos produce una determinada actitud o sensación: lo aceptamos o lo rechazamos, nos produce placer o desagrado, nos satisface o nos repugna. Todo valor tiene su contravalor. No es posible concebir un valor sin su contracara. Además, hay valores superiores a otros, es decir, existe una jerarquía de valores. Mientras que la polaridad se refiere a cada valor y su opuesto, la jerarquía se refiere a las relaciones entre los valores. Hay multiplicidad de valores (los valores útiles, los vitales, los estéticos, los éticos, los religiosos) y esta multiplicidad se ordena según el criterio de superioridad: por ejemplo, los valores éticos son superiores a los valores estéticos. Y así como la polaridad se reconoce a través de la aceptación o el rechazo, la jerarquía se reconoce a través de la preferencia. Los seres humanos muestran sus preferencias con sus acciones, sus elecciones, sus gestos, y esas preferencias revelan sus jerarquías de valores. Hoy es común aceptar que esta jerarquía puede ser diferente en distintas personas o en distintos grupos humanos y que puede cambiar con los cambios que se dan en los contextos socio – culturales. Sin embargo, hay quienes sostienen que las jerarquías de valores no son cambiantes ni relativas sino absolutas y objetivas.

Los valores como problema filosófico Los valores son cualidades que atribuimos a las cosas o que reconocemos en las cosas. Hablamos de la belleza del cuadro, de la bondad de un acto, de la utilidad de una máquina. Sin embargo, los valores son cualidades muy peculiares. No tienen las mismas características que otro tipo de cualidades como el color, la forma, el tamaño. Sabemos qué significa decir que un objeto es rojo, ¿pero qué significa decir que ese objeto es bello?. Sabemos qué significa afirmar que una persona es alta, ¿pero qué significa afirmar que esa persona es buena? No tenemos dudas en afirmar que la forma, el peso, el color, están en las cosas. Pero ¿podemos asegurar lo mismo de los valores?

Estaríamos de acuerdo en considerar que valoramos positivamente aquello que nos agrada, deseamos o nos interesa. Pero ¿las cosas tienen valor porque las deseamos o las deseamos porque tienen valor? En otras palabras, ¿los valores son propiedades de las cosas o somos nosotros quienes les conferimos valor? ¿Los valores son objetivos o subjetivos? ¿La belleza está en el objeto o decir que un objeto es bello es sólo expresar nuestro placer al observarlo? Preguntas como éstas forman parte del llamado ‘problema de los valores’, problema al que distintos filósofos han dado diversas respuestas.

Subjetivismo y objetivismo Podemos agrupar estas respuestas en dos grandes grupos: el grupo de los subjetivistas y el grupo de los objetivistas. La postura subjetivista. Quien sostiene la postura subjetivista suele repetir la conocida frase “Sobre gustos no se discute”. Con esta expresión quiere afirmar el carácter íntimo, personal, subjetivo, del gusto y negar la distinción entre ‘personas de mal gusto’ y ‘personas de buen gusto’. El subjetivista establece una estrecha relación entre el valor y el placer, el deseo o el interés. Es el deseo, el interés o la necesidad del sujeto lo que otorga valor a las cosas. No deseamos algo porque vale sino que vale porque lo deseamos. El valor se reduce, así, al deseo. Lo que uno desea es lo que vale y lo que uno prefiere es lo mejor. Los valores son impresiones subjetivas de agrado o desagrado que las cosas nos producen. Estas impresiones son proyectadas en estas cosas mismas, son objetivadas y reciben el nombre de “valor”. Por ejemplo, el placer que sentimos al comer un determinado alimento es lo que determina nuestra valoración: decimos que la comida es “rica” si nos gusta. Lo mismo sucede con los valores estéticos: consideramos que una música es “bella” porque nos agrada oírla y porque deseamos oírla. Y las personas pueden no coincidir en sus valoraciones. En ese caso, no tiene sentido discutir. El valor depende de la valoración que realice cada sujeto. Si una persona colecciona estampillas les dará un valor que no es reconocido por los que no las coleccionan. La estampilla es sólo un papel para el no coleccionista pero puede tener un enorme valor para alguien que la quiere agregar a su colección.

Ahora bien, si el valor está determinado por el deseo o por el placer ¿Cómo se explican los valores éticos? ¿Por qué alguien es capaz de sacrificarse por otra persona hasta el punto de arriesgar su propia vida? ¿Por placer? El reconocimiento de un valor ético puede ser independiente de nuestros deseos o intereses. Alguien puede reconocer un valor ético (como la honestidad) en una persona a la que detesta y a la que considera su enemiga.

Para Profundizar: Un exponente del subjetivismo ha sido el filósofo inglés Alfred Ayer. En su obra Lenguaje, verdad y lógica (1965, Eudeba) afirma: “Al decir que cierto tipo de acción es bueno o malo, no hago una afirmación factual /…/. Expreso simplemente ciertos sentimientos morales. Y el hombre que abiertamente me contradice, expresa simplemente sus sentimientos morales. Así, pues, no tiene sentido preguntar quién de nosotros tiene razón porque ninguno de nosotros afirma un enunciado genuino. La función del lenguaje ético es, por tanto, emotiva en el sentido de estimular las emociones e inducir a la acción, pero es imposible hallar un criterio para determinar la validez de los juicios éticos” (pág. 114). Para Ayer los enunciados éticos no son empíricos, no se refieren a un estado de cosas del mundo sino que son expresiones de sentimientos. Son enunciados subjetivos, emotivos.

La postura objetivista. Para el objetivista las cosas son valiosas en sí mismas, independientemente de la apreciación que puedan hacer los sujetos. El valor no depende de la valoración. Por eso, si bien es verdad que no hay discusión posible sobre el agrado o el desagrado, es posible la discusión sobre los valores. La belleza de un cuadro se discute y alguien puede ser convencido por otro del valor de una obra de arte. Se trata de que esa persona descorra el velo que cubre su intuición de la belleza y pueda, entonces, captarla. De los valores se puede discutir y eso es indicio de que son objetivos. Y aunque nadie capte un determinado valor en un objeto eso no significa que ese objeto carezca de ese valor. Por ejemplo, una melodía tiene un determinado valor estético

aunque nadie lo reconozca. La belleza está o no está en esa melodía. Su existencia no depende de lo que opinen sus oyentes. Los valores se descubren, no son proyecciones de los sujetos que valoran. Si se descubren, quiere decir que no aparecen ante los sujetos como si antes no eran y ahora son, sino como algo que no había sido captado y que ahora es captado. Aplicada esta concepción a los valores éticos, se llega a la conclusión de que estos valores no dependen de las conductas reales de las personas. Aunque todas las personas fuesen egoístas, traicioneras y desconfiadas, los valores de la amistad, de la lealtad y de la solidaridad no dejarían de ser valores. El objetivista llega así a formular una idea curiosa: pueden existir valores que nadie haya captado pues la ignorancia de un valor no afecta su existencia. Para Profundizar Un exponente fundamental del objetivismo ha sido el filósofo alemán Max Scheller (para

ampliar

sobre

su

vida

y

su

obra,

recomendamos

http://www.philosophica.info/voces/scheler/Scheler.html) Para Sheller los valores son: Inespaciales e intemporales: no se dan en el espacio ni en el tiempo aunque necesitan de seres espaciales y temporales para encarnarse. Inalterables: No cambian con los cambios históricos. Por ejemplo, la injusticia siempre ha sido un contra valor y siempre se la ha rechazado. Determinadas injusticias eran toleradas en otros tiempos (como la esclavitud) pero siempre existió el valor de la justicia. Los valores no cambian, lo que cambia es la percepción que se tiene de ellos. Independientes del hombre: existen aún sin su captación Jerárquicos: La jerarquía de los valores también es objetiva. De mayor a menor se ordenan del siguiente modo: valores religiosos (sagrado – profano) – valores espirituales (bello-feo; justo-injusto; verdadero-erróneo) –valores vitales (bienestar-malestar; nobleinnoble); valores sensibles (agradable-desagradable; útil-dañino). La realidad de los valores morales consiste en la realización de los demás valores conforme al orden justo de preferencia según la jerarquía señalada.

Objeciones al subjetivismo y al objetivismo El subjetivismo sostiene que no existen objetos valiosos en sí mismos, al margen de toda relación con un sujeto. A la vez, descarta que las propiedades del objeto puedan provocar la actitud valorativa del sujeto. Si no son las propiedades del objeto la causa de esta actitud, ¿a qué se deben las distintas reacciones del sujeto frente a distintos objetos? Pareciera innegable que propiedades distintas contribuyen a despertar reacciones diferentes. Además, si algo es valioso porque produce placer, no podría juzgarse ninguna conducta placentera. Por ejemplo, si alguien tortura a un animal por placer no podríamos negarle a esa persona su derecho a considerar que su acto es valioso. Por otra parte, existen objetos o conductas consideradas valiosas que, tal vez, no sean placenteras. Por ejemplo, un remedio o una comida nutritiva que nos desagrade. El hecho de que nos desagrade no le quita su valor. Lo mismo puede decirse de los deseos. Existen deseos mezquinos, perversos, egoístas. Si podemos juzgar la calidad del deseo es porque hay cosas que merecen ser deseadas y otras que no lo merecen. Y algo similar sucede con los intereses. Que algo nos interese no necesariamente significa que ese algo sea valioso. Si no fuera así, todo interés sería aceptable y ninguno podría ser considerado inapropiado. Si alguien se interesa más por la alquimia que por la química eso no significa necesariamente que la alquimia sea más interesante que la química. Una cosa es el interés que tengamos por algo y otra es si ese algo es interesante, o sea, si merece nuestro interés. Por su parte, el objetivismo sostiene que los valores son independientes de los sujetos y que existen aunque no sean captados por ellos. Las consecuencias de esta postura pueden llegar a ser absurdas. ¿Qué sentido tendría la solidaridad, la lealtad o la solidaridad si no existieran seres humanos capaces de ser solidarios, leales o amigos? ¿Qué solidaridad podría existir independientemente de los actos concretos de las personas? Lo valioso es valioso para el ser humano. ¿Qué sentido tendría un valor ignorado absolutamente por los sujetos?

El valor como cualidad estructural

El filósofo Risieri Frondizi propone en su libro ya nombrado al inicio de esta clase ¿Qué son los valores? (México, FCE, 1958), una concepción que se opone tanto a las posturas subjetivistas como objetivistas. Según este autor, el valor es el resultado de la relación entre el sujeto y el objeto. El placer, el deseo, el interés influyen en lo que valoramos, pero estos estados no son suficientes para que exista el valor sino que tienen relación con elementos objetivos. Hay una realidad objetiva que nos obliga a valorar de un modo determinado. El valor presenta, entonces, una cara objetiva y otra subjetiva. El valor no es creado por el sujeto aunque sin él tampoco es posible la existencia del valor. Una comida, por ejemplo, tiene ciertas propiedades físico-químicas que no son creadas por la persona que la degusta. Sin embargo, su valor aparece al ponerse en contacto con un ‘paladar’ capaz de sentir agrado al relacionarse con esas propiedades. Frondizi afirma que la mayor o menor subjetividad del valor depende de su jerarquía. Los valores más altos son más objetivos que los valores más bajos. Los valores éticos son más objetivos que los valores estéticos y éstos son más objetivos que los valores relacionados con las sensaciones. Por ejemplo, el deber de no matar no depende del gusto de cada uno. Es un valor universal que puede, incluso, tener que ser respetado a pesar de nuestros deseos e intereses. El valor de una obra de arte puede ser más discutible pero tampoco es algo que se reduce al placer que nos produce su contemplación. Una gran obra de teatro, como puede ser Hamlet de William Shakespeare, tiene un gran valor estético aunque sean pocas las personas que lo reconozcan. El valor de una bebida (su sabor), en cambio, depende más del gusto de cada uno, aunque no es independiente de las propiedades del objeto. Sujeto y objeto, a su vez, son cambiantes. La valoración que realiza un sujeto depende de su situación. Su sed, por ejemplo, influye en la valoración que hace de una bebida. El sujeto es un ser histórico que depende de los condicionamientos de su sociedad y de su época. Influyen en él factores sociales y culturales. Su jerarquía de valores está influida por la jerarquía de quienes lo rodean. El objeto también sufre modificaciones que

afectan su valor. Ciertos objetos (por ejemplo, muebles) pueden ser más valiosos cuanto más antiguos son. Otros objetos van perdiendo valor con el paso del tiempo. El valor es, para Frondizi, una cualidad estructural que surge de la reacción de un sujeto frente a propiedades que se hallan en un objeto. Y esta relación se da en una situación determinada. Esa situación está constituida (entre otros elementos) por el ambiente físico, el ambiente cultural, el medio social. La jerarquía de valores, por ende, no puede ser una tabla fija, inmutable, sino que depende del sujeto, del objeto y de la situación.

Posiciones valorativas y prácticas docentes Las posiciones con respecto a los valores son posiciones que sostenemos de un modo u otro en nuestra práctica cotidiana. Si bien hemos expuesto posturas extremas y, seguramente, hemos caído en simplificaciones, es indudable que nuestras posturas valorativas oscilan entre distintos grados de subjetivismo y objetivismo y que también se encuentran presentes posiciones que entienden al valor como una cualidad estructural compleja. Nos parece que es importante explicitar, poner a la luz, cuál es nuestra posición. Más aún si somos educadores pues esa explicitación puede tener consecuencias en nuestra tarea educativa, y puede permitirnos reflexionar sobre nuestros modos de transmitir valores. En efecto, quien sostenga una posición subjetivista extrema seguramente considerará que la posición docente correcta es la de la neutralidad en todas las disputas sobre valores. Es más, posiblemente le resulte inapropiado por inútil generar espacios para el debate y la deliberación entre sus alumnos y alumnas. O, en el mejor de los casos, ese debate tendrá como único fin conocer los ‘gustos’ de cada uno sin necesidad alguna de llegar a acuerdos o de ejercitar la crítica sobre algunas de las posiciones expuestas. Por el contrario, quien sostenga una posición objetivista extrema considerará no sólo que ciertos valores son objetivos sino que él es quien conoce cuáles son esos valores. El objetivista suele ser elitista pues sostiene comúnmente la idea de que sólo algunos están capacitados para captar los auténticos valores (éticos, estéticos e, incluso, los referidos a los gustos en las comidas y bebidas). O pensará que sólo las personas ‘bien educadas’ pueden lograr esta captación. Es común que el objetivista se considere a sí mismo una persona que ‘sabe’. Quien sostenga una posición objetivista extrema seguramente considerará que la

posición docente correcta es la de la beligerancia en la mayoría de las disputas valorativas. Querrá que sus alumnos y alumnas capten los auténticos valores (es decir, aquellos que coinciden con los valores sostenidos por ese docente). En el terreno de la ética, se dedicará probablemente a inculcar una moral. En el terreno de la estética, posiblemente despreciará el gusto de su alumnado e intentará resaltar los valores estéticos de las ‘grandes obras de arte’. Por último, quien sostenga una posición similar a la de Risieri Frondizi, comprenderá que el valor es una cualidad compleja y cambiante pues está en relación con componentes dinámicos (sujeto, objeto, situación). No hay valores ni jerarquías valorativas inmutables y absolutas pero eso no significa que se deba caer en posturas relativistas o extremadamente situacionistas. Desde el punto de vista de la práctica educativa, esta concepción permite que el docente ayude a sus alumnos y alumnas a comprender la complejidad de los problemas vinculados con los valores, a entender la necesidad de conocer el contexto en el que cierto valor aparece, a reconocer el carácter dinámico, histórico y cambiante del valor. Por supuesto, este docente habilitará espacios para el debate y sostendrá posiciones neutrales o beligerantes teniendo en cuenta el tipo de valor sobre el que se está discutiendo. Hará una distinción entre discusiones sobre las que no es necesario arribar a acuerdos y en donde es legítimo respetar el ‘gusto’ de cada uno, y discusiones en las que se ponen en juego valores éticos o de justicia (discusiones en las que el ‘gusto’ de cada uno no viene al caso) y en las que, por ende, es preciso reconocer mínimos comunes que permitan una convivencia justa, democrática y pluralista.

Sobre la posición docente (neutral o beligerante) respecto de los valores, recomendamos la lectura del artículo de Jaume Trilla Bernet “Educación y valores controvertidos” en la sala virtual de lectura de la Organización de Estados Iberoamericanos: http://www.oei.es/valores2/salalectura.htm

Actividad 1 Lea el siguiente texto de Matsuura. Luego: a) compare la posición del autor con las posiciones que hemos estudiado acerca de los valores; b) Ofrezca dos ejemplos de valores que ilustren la siguiente afirmación del autor: “los valores evolucionan”

“Si hoy en día todos los valores coexisten, cabe preguntarse si vamos a presenciar una colisión entre un mundo que se construye sobre la base del rechazo de los valores ancestrales y otro que se niega a aceptar ese rechazo. También podemos preguntarnos si, por el contrario, no vamos a presenciar un mestizaje o hibridación de los valores. Podemos responder señalando que dentro de cada cultura hay individuos y grupos que distinguen lo justo de lo injusto y que, por lo tanto, efectúan evaluaciones. Así, en distintos contextos culturales, todos los valores pueden ser evaluados, devaluados y revaluados. Esto significa que los valores evolucionan, que pueden elaborarse en común y que pueden ser objeto de debates y contratos entre protagonistas muy diferentes a veces. En esto estriba precisamente la diversidad creadora de las culturas humanas y el sentido de su pertenencia común a una humanidad única.” Matsuura, Koichiro (2004) “Culturas y valores, en evolución” en Diario Clarín, 2 de julio de 2004.

II) ¿De qué trata la ética? Hemos desarrollado algunas discusiones en torno a los valores. A continuación expondremos algunos conceptos relativos a la ética. La ética es la rama de la filosofía que intenta responder a preguntas como las siguientes: ¿qué es lo bueno?; ¿se pueden establecer criterios objetivos para distinguir entre lo bueno y lo malo?; ¿para juzgar la bondad o maldad de un acto hay que considerar la acción en sí misma o hay que considerar sus consecuencias?; ¿para juzgar la bondad o maldad de un acto hay que tener en cuenta las circunstancias en las que ese acto se realiza?

La distinción entre ‘ética’ y ‘moral’ Tal como sucede con los valores, nos encontramos una vez más con términos que se utilizan con mucha frecuencia, ya sea porque los usamos nosotros mismos o porque los encontramos en diversas publicaciones o los escuchamos en los medios de comunicación. Los términos en este caso son ‘ética’ y ‘moral’. Pero ¿cuál es el significado que se atribuyen a estas palabras?

Es indudable que cuando usamos el término ‘ética’ lo usamos para calificar una conducta buena, honesta, correcta. Y, con el mismo sentido, usamos a menudo el término ‘moral’. Por eso, cuando utilizamos las dos palabras juntas caemos en una redundancia (“valores éticos y morales”). Desde el punto de vista etimológico, ‘ética’ y ‘moral’ tienen un mismo significado.

‘Ética’ proviene de la palabra griega ‘ethos’ y significa

‘costumbre, hábito’. ‘Moral’ proviene de la palabra latina ‘mos’ y también significa

‘costumbre,

hábito’. Sin embargo, se suele hacer una distinción entre ambos términos: La moral es, además de una serie de hábitos y costumbres, el conjunto de normas que consideramos justas y obligatorias. Estas normas regulan nuestras conductas y pueden ser diferentes según la cultura o la época a la que pertenezcamos. Por ejemplo, los diez mandamientos son un conjunto de normas que conforman parte de la moral judeo-cristiana y con frecuencia, cuando juzgamos la conducta de los demás, o cuando decidimos qué hacer en una situación determinada, tenemos en cuenta esas normas. La moral que rige en nuestra sociedad no ha sido inventada por nosotros pero somos nosotros quienes la aplicamos. Y aunque no estén escritas en un código ni tengan sanciones concretas, las normas morales regulan conductas que las normas jurídicas no regulan. Tomemos un ejemplo de una situación cotidiana: “no se debe mentir” es una norma moral. Si bien existen normas jurídicas que sancionan ciertos tipos de mentira (por ejemplo: el falso testimonio de un testigo en un juicio) no toda mentira es contemplada por ellas. Si alguien miente a un amigo, esa mentira puede no constituir un delito pero puede constituir un acto malo desde un punto de vista moral. Las sanciones a las que nos sometemos cuando incumplimos normas morales están relacionadas con el rechazo o la reprobación por parte de nuestros semejantes: repudio, menosprecio, desconfianza. Otra diferencia con respecto a las normas jurídicas es que las normas morales obligan a quienes las consideran justas. ¿Qué significa esto? Significa que la persona que actúa bien lo hace porque está convencida de que ésa es la forma correcta de actuar. Si alguien cumple con ciertas normas sin considerarlas justas no estaría actuando según su propia moral. Por ejemplo, en los regímenes totalitarios el ordenamiento jurídico suele contener normas que obligan a las personas a delatar a los que se oponen a ese

régimen. Si una persona delata a otra, aún sabiendo que esa norma que lo obliga es injusta, estaría actuando en contra de su propia moral. Continuando con el propósito de distinguir entre ética y moral, podemos señalar que la ética

es la reflexión filosófica sobre por qué esas normas nos parecen justas y

obligatorias. La ética es una reflexión sobre la moral. Nuestra moral dice que no se debe mentir. La ética se pregunta: ¿por qué no se debe mentir? La ética trata de explicar la conducta moral, y de discriminar a qué llamamos ‘bondad’ y a qué ‘maldad’. Además, la ética se interesa por buscar y especificar los criterios para decidir si una conducta es buena o mala. La ética estudia las diferentes morales y sus cambios a través del tiempo. No sólo abarca la descripción de las conductas de las personas sino que intenta dar razones de cómo deberían ser. Por ejemplo, indaga acerca de las razones por las cuales se deben cumplir las promesas. Tal vez, la mayoría de la gente no cumpla sus promesas, y tal vez sea cierto que nadie podría resistir la tentación de apoderarse de lo ajeno. Pero, ¿eso quiere decir que las promesas no se deben cumplir, y que es correcto robar si estoy seguro de no ser descubierto o sancionado? La ética, pues, no es un conjunto de normas. Es una reflexión sobre esas normas. Sabemos que existen diferentes morales. Por ejemplo, cada religión contiene una moral que puede ser, en varios aspectos, diferente de la moral de las otras religiones. A su vez, cada cultura tiene su moral. Culturas que coexisten en la misma época (aztecas, incas, españoles) han sostenido normas morales diferentes. En la actualidad, advertimos diferencias importantes entre la moral del llamado ‘mundo occidental’ y las morales propias de culturas orientales. Por supuesto, culturas que se han desplegado en diferentes épocas, nos muestran modos de vida muy diversos. La ética estudia las diferentes morales y se pregunta: ¿existe una mejor que otra?; ¿es posible plantear criterios universales para determinar si una conducta es correcta?; ¿se puede afirmar que existe progreso moral? En la mayoría de las situaciones en que se nos plantea un problema moral, lo resolvemos acudiendo a las normas que consideramos obligatorias, sin preguntarnos por qué. Pero a veces nos surge la pregunta: ¿qué hacer en esta ocasión? Y sentimos que la respuesta no es clara, que no consiste en acatar mecánicamente una regla. En esas ocasiones nos hacemos preguntas de tipo ético.

Las normas morales, si bien regulan nuestra conducta y nos permiten saber cómo actuar y cómo juzgar la conducta de los demás, no son de aplicación automática. Si lo fueran, no surgiría en nosotros la necesidad de reflexionar sobre ellas. Si lo fueran, existiría la moral pero no existiría la ética.

La libertad y la responsabilidad Si la ética se pregunta por lo bueno y lo malo, si intenta fundamentar criterios para la buena acción humana, entonces la ética supone que los seres humanos son seres libres. En efecto, sólo merece ser llamada “buena” una acción realizada con conciencia y libremente. Sólo cabe juzgar la conducta de los otros o la propia si ese comportamiento es resultado de una decisión. Para que alguien sea responsable de su comportamiento y para que ese comportamiento merezca juicio moral, debe haber actuado libremente. Es decir, debe haber podido elegir lo que quería hacer entre distintas alternativas y debe haber tenido conciencia de lo que hacía. Si una roca se desprende de una montaña y, al caer, mata a una persona, no se nos ocurre culpar moralmente a la roca. Consideramos que su caída ha sido un hecho puramente natural. En la naturaleza las cosas son como son. En cambio, en el mundo humano las cosas siempre pueden ser de otra manera. No siempre somos responsables de nuestros actos o de las consecuencias de los mismos. A veces, actuamos obligados por las circunstancias. Otras veces pretendemos hacer algo pero los resultados no son los que esperábamos. Admitir que el ser humano es libre implica admitir también que es responsable de su acción. ¿Cuándo puede afirmarse que un individuo es responsable de sus actos? Para que pueda adjudicársele algún grado de responsabilidad tiene que haber actuado con algún margen de libertad. Esto implica al menos dos condiciones: a) que haya sido consciente de las circunstancias y de las consecuencias de su acción y b) que no existan causas externas que lo obliguen a actuar de un solo modo. Por lo tanto, la ignorancia y la coacción eximen al individuo de su responsabilidad.

¿Cualquier tipo de ignorancia y cualquier tipo de coacción? Por supuesto que no. Sólo el que ignora lo que no pudo haber sabido está eximido de responsabilidad. Y sólo el que actúa bajo una coacción tan fuerte que no tiene posibilidad de actuar de otra manera, está exento de responsabilidad. En cambio, ignorar lo que se debía saber, sufrir presiones o pasar por situaciones difíciles, pueden atenuar nuestra responsabilidad pero no eximirnos de ella. Si un individuo ha sido consciente de las circunstancias y de las consecuencias probables de su acción, y si no han existido causas que lo hayan obligado a actuar de un único modo, entonces es responsable por lo que ha hecho. El filósofo francés Jean Paul Sartre (1905-1980) sostenía que el ser humano está “condenado a ser libre”. Quería decir con esto que los humanos siempre eligen entre diversas alternativas. Para Sartre aún en las situaciones más dramáticas, los hombres eligen qué hacer. Incluso, decir que no se es libre es una elección. No elegir o delegar en otros las responsabilidades es también una elección. Las personas que dicen que no son libres son personas que han elegido ser personas que niegan su libertad. Estamos condenados a ser libres porque no podemos no elegir, porque no somos libres de dejar de ser libres 2 . Todos estamos inmersos en alguna situación. Todos nacemos en una familia determinada, en una región con su clima, en una época. Todo eso forma parte de nuestra situación. Como dice el filósofo español Fernando Savater, “No somos libres de elegir lo que nos pasa (haber nacido tal día, de tales padres y en tal país, /.../) sino libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo (obedecer o rebelarnos, ser prudentes o temerarios, vengativos o resignados /.../)” (Ética para Amador, Ariel, 1991, pág.21). Las cosas que nos pasan no son elegidas por nosotros, pero depende de nosotros la manera en que comprendemos eso que nos pasa. Como afirma la filósofa alemana Hannah Arendt, en su libro La condición humana (Barcelona, Paidós, 2001) 3 , nuestra acción está condicionada por el medio natural y está siempre enraizada en un mundo de seres humanos y de cosas realizadas por éstos. Los fenómenos naturales (como el clima de la región en la 2

Para ampliar esta concepción sartreana de la libertad, recomendamos leer su conferencia “El existencialismo es un humanismo”, en http://www.geocities.com/poeticaarte/existencialismoa.htm 3 Sobre el concepto de “condición humana” en Hannah Arendt recomendamos leer el trabajo de Justo Soto Castellanos en http://www.debatecultural.net/Observatorio/JustoSoto2.htm

que vivimos), los límites de nuestra constitución biológica (como las enfermedades a las que estamos expuestos), los productos tecnológicos con los que convivimos (como los automóviles que precisamos usar para movilizarnos), las acciones de nuestros semejantes (como los pedidos, las órdenes, las amenazas), condicionan nuestra existencia. Es claro que nuestra acción no puede desentenderse de todos esos condicionamientos. Nuestras acciones son modos de responder a ellos. Ahora bien, esos modos de responder son distintos en cada individuo y pueden variar, incluso, en un mismo individuo en diferentes momentos. Esto indica que la acción humana se encuentra condicionada pero no determinada. La acción humana se encuentra con límites pero es libre pues esos límites no son absolutos. No anulan la libertad de la acción sino que la hacen posible en tanto la delimitan, en tanto la sitúan. Que nuestros actos sean libres no significa que podamos hacer cualquier cosa en cualquier momento. Siempre actuamos dentro de ciertas circunstancias. Elegimos entre opciones que se nos presentan y que nosotros no podemos inventar.

La distinción entre formación ética y educación moral La distinción entre ética y moral es útil para entender el carácter peculiar de la formación ética y su diferencia fundamental con la educación moral. La educación moral (en sentido tradicional) se ha ocupado de transmitir una moral. La formación ética no se identifica con este tipo de educación. No es la transmisión (menos aún, la inculcación) de una tradición. Basándonos en el sentido del término “ética”, podemos asegurar que la formación ética debería brindar a los alumnos y las alumnas herramientas para que sean capaces de analizar críticamente y fundamentar conductas propias y ajenas, reflexionar sobre el sentido y funcionalidad de las normas, argumentar a favor y en contra de posturas valorativas diversas. Y la tarea del docente que se ocupa de y se preocupa por la formación ética no debería consistir en inculcar una determinada moral, en transmitir una escala de valores, sino en generar espacios y ofrecer elementos para que los/as estudiantes puedan pensar, reflexionar, debatir sobre aspectos relacionados con la moral y para argumentar a favor o en contra de normas, valores y conductas.

Por otra parte, lo dicho sobre la libertad vale también para pensar la dimensión ética del quehacer docente. Esa dimensión implica concebir a los alumnos y alumnas como a seres libres; implica verlos como sujetos, como seres no susceptibles de ser determinados por la acción educativa. La tarea educativa no es la de fabricar ni de malear al otro. Es la de ofrecer las herramientas de nuestra cultura para que cada uno pueda constituir libremente su subjetividad.

Desde esta perspectiva,

la formación ética se opone al fatalismo y al

determinismo y constituye una apuesta en la posibilidad del cambio de las personas y de la realidad.

Actividad 2 Lea los siguientes párrafos y luego: ¿en cuál de ellos aparece una posición descriptiva frente a las normas morales?; ¿cuál supone una reflexión ética sobre los fundamentos de esas normas? Justifique su elección.

“… los celos, a mi entender, han sido el factor más potente de la génesis de la moralidad sexual. Los celos, instintivamente, originan la cólera; y la cólera, racionalizada, se convierte en reprobación moral. […] Al buscar una nueva moral de conducta sexual, no debemos dejarnos dominar por las antiguas pasiones irracionales que dieron origen a la antigua moral, pero debemos reconocer que pueden, accidentalmente haber producido algunas sanas máximas (…) Lo que nosotros podemos hacer positivamente es preguntarnos qué reglas morales van a producir la dicha humana, recordando siempre que, cualesquiera que sean, no es probable que se observen universalmente.” Russell, B. (1936) “Nuestra ética sexual”. Puede leerse esta conferencia en http://identidades.org/fundamentos/russell_nuestra_etica.htm

“El Camul es una provincia que fue antiguamente un reino[…] Y sabed que en esta comarca, si se presenta en una casa un forastero pidiendo albergue, el dueño está más que satisfecho. Ordena a su propia mujer que obedezca en todo al forastero, y se va de su casa. Está fuera dos o tres días, enviando desde allí todas las cosas que pueda necesitar su huésped. Y el forastero permanece con la mujer en la casa, y comparte con ella el lecho como si fuera su mujer, y están muy contentos. Y todos, en aquella ciudad y en aquella

provincia hacen esto con sus mujeres y no se avergüenzan de ello. Y las mujeres son bellas, alegres y animadas.” Marco Polo, Viajes (1957, ed. orig.1298) México, Ed. Cumbre. Puede encontrarse en búsqueda de libros en www.google.com buscando “marco polo viajes” http://books.google.com.ar/books?id=uYVkjp96vJ8C&dq=marco+polo+viajes&pri ntsec=frontcover&source=bl&ots=BKk98hPX0Q&sig=TvE0kf81ECaLdmHuavBku69gzv 4&hl=es&ei=xivuSZvPJJzFtgfJ0unADw&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=7

Esta clase continuará en la parte 2, que publicaremos en dos semanas, tras el foro de discusión grupal de la parte 1. Todas las referencias bibliográficas las encontrarán al final de esa segunda parte.