Rectoría
Ceremonia de investidura de grado. Aula Magna del Edificio Histórico de Rectoría. Miércoles 18 de octubre. 11:00 horas El simbolismo vivaz y colorido que despliega un ceremonial con toga y birrete siempre será emotivo. Para los universitarios porque comprendemos y valoramos cada triunfo académico; para los testigos —familiares, amigos, compañeros de los investidos— porque en el máximo recinto universitario confirman que talento, empeño y sacrificio conducen al sueño que jamás deja de soñarse. Bienvenidos bienvenidos bienvenidos bienvenidos,
compañeros posgraduados; Bienvenidos a nuestra Aula Magna; a la ciencia comprometida con la dignidad humana y la productividad; con las cualidades éticas que el alma máter nos enseñó a cultivar; compañeros posgraduados, a su propio futuro y a nuestro porvenir.
Saludo a los miembros del presídium: Doctor en Ciencias e Ingeniería Ambiental Carlos Eduardo Barrera Díaz, Secretario de Investigación y Estudios Avanzados, de quien reconozco su ejemplar profesionalismo que se expresa también en cada detalle de esta ceremonia. Maestra en Salud Pública Estela Delgado Maya, Secretaria de Docencia, a quien agradezco su esfuerzo por consolidar estímulos al docente universitario para impulsar el posgrado. Doctora en Ciencias, María Teresa Olguín Gutiérrez Investigadora del Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares, y distinguida posgraduada de nuestra Universidad. Doctora en Ciencias Ambientales y Recursos Naturales Imelda Medina Torres, Graduada muy sobresaliente en el doctorado. Saludo con respeto al Colegio de Directores, quienes hoy atestiguan un fruto palpable de lo que se ha sembrado en cada organismo académico y quienes nos demuestran con su dedicación que nadie es más importante que todos juntos. Agradezco la presencia de los integrantes del Gabinete Universitario cuyo trabajo en equipo es fundamental para esta administración.
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Saludo a los familiares y amigos de los posgraduados que hoy, con justicia, comparten este logro. Gracias también a los representantes de los medios de comunicación por acompañarnos esta luminosa jornada para la Universidad Autónoma del Estado de México. Aprovecho este momento para felicitar a toda la comunidad universitaria por el reciente logro de haber escalado cinco posiciones en la clasificación latinoamericana y dos peldaños en la nacional, según el Ranking de universidades de América Latina 2018 de Quacquarelli Symonds, lo cual coloca a la UAEM como la mejor Universidad Pública Estatal de México y la séptima más importante entre todas las universidades del país, públicas y privadas.
DE ENTRE TODAS LAS CEREMONIAS en las que me toca participar como Rector de la Universidad Autónoma del Estado de México, la Investidura de Grado guarda para mí la más especial de las significaciones. Inevitablemente, ver sus sonrisas juveniles —entre nerviosas y llenas de satisfacción— me transporta a momentos que uno lleva siempre en la mente y en el corazón. No se trata solamente de recordar ese halo de formalidad académica que emana de las togas y los birretes, sino de volver a experimentar aquella vitalidad con la que nos iniciamos en el arte de la investigación científica, de las tareas hermenéuticas profundas o de la alegría con que emprendimos la formación especializada.
Comprometernos con las tareas del posgrado requiere esa vitalidad, pero también de una
gran
dosis
de
imaginación.
Ese
tesoro
innato
cuyo
ejercicio
nos
lleva
necesariamente al compromiso, pues presentar un proyecto de investigación para concursar por un lugar en el posgrado compromete no sólo nuestra imaginación, sino ese otro tesoro que es el tiempo. Al iniciar un posgrado sustraemos tiempo de nuestras relaciones familiares, amistosas y hasta amorosas para dedicárselo a algo tan etéreo como una hipótesis, una intuición o una idea. Y en pro de esa idea nos encerramos en el laboratorio, el taller, la clínica o la biblioteca, sin quedarnos solos.
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La idea, la tesis que queremos probar nos obliga a dialogar con los autores que leemos, con nuestros profesores, con nuestros colegas y con nosotros mismos. Ahí ponemos a prueba nuestra capacidad para observar, para imaginar y para innovar. Científicos, ingenieros, tecnólogos y humanistas, compartimos, en un momento dado, el júbilo que provoca el acto creativo y transformador. Y todo el proceso que culmina en ese acto creativo y transformador —ustedes lo habrán vivido ya, o lo notarán en breve— es también un acto profundamente auto transformador. La vinculación de cada persona con su entorno físico, a través de su trabajo, determina su forma de ser, su forma de pensar; transforma sus creencias, sus costumbres, sus rituales; en resumen: su éthos. Para los posgraduados, esta experiencia de explorar su entorno queda adicionalmente marcada por el dinamismo del conocimiento sistemático del mundo, y el inmenso poder innovador que la ciencia, la tecnología y las disciplinas humanísticas ponen en manos de los universitarios. La comprensión del mundo y nuestra acción sobre la realidad van conformando nuevas costumbres y valores, se va afianzando así en nosotros nuestro ethos universitario, nuestro modo de estar en el mundo con una ética universitaria. Esa ética que se conforma con la fidelidad a tres principios: la verdad, la justicia y la libertad. Siempre como fines en sí mismos y nunca como un medio para conseguir algún beneficio inmediato y material. En esta época la ciencia constituye un elemento fundamental para nuestra propia realización, al tiempo que es un factor determinante en la conformación de la sociedad; pero así mismo, es nuestro entorno social el que demanda resultados tanto a la investigación científica como al desarrollo tecnológico. En este momento están ustedes, maestros y doctores, ante una relación recíprocamente existencial entre la ciencia y la vida social. Así, el hecho de conocer el mundo como universitarios los ha transformado a ustedes en alguien muy distinto de quienes no han tenido el privilegio de cursar estudios de posgrado, en muchos de los casos, gozando de la justa beca que otorga el Conacyt a quienes se dedican de tiempo completo a generar nuevo conocimiento.
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Justa beca, justo es preguntarse una vez concluido el posgrado, como recomendaba Kant cuando argumentaba sobre el imperativo categórico: "¿Qué debo hacer?" Cuestión a la que hoy deberíamos agregar, como sugieren Hans Ionas, Dietmar Miet [Diitmar Miit] y Fernando Sancén: "¿Qué debo ser?". Son ustedes universitarios, son ustedes maestros o doctores, son ustedes ciudadanos formados en la universidad pública mexicana, son ustedes ejemplo de dedicación, de disciplina y de logro para sus familias, para sus amigos y para otros universitarios. Más allá de la forma universitaria de estar en el mundo se abre un universo de libertad, de pluralidad de posibilidades… Aunque también de incertidumbre. Pero ustedes saben lidiar con la incertidumbre y vencerla, pues se trata de un estado que ya han experimentado en el laberinto de la creación intelectual, un estado con el que han lidiado en estos últimos tiempos y del cual, como en un acto iniciático, han salido transformados y victoriosos. ¿Qué debo hacer? ¿Qué debo ser? Sólo puedo darles una respuesta general, utilicen para bien lo que saben, lo que son, ejerzan su libertad atendiendo su conciencia. Son ustedes mexicanos y ciudadanos universales. Sean libres para ser justos. Sean justos para ser libres. ¡Felicidades! Patria, Ciencia y Trabajo.
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