INVESTIGACIÓN ESPECIAL
IMPULSO ARGENTINO | Número 4 | Junio 2015
BANCAS COMUNALES: ABRIR EL JUEGO Por Daniela Hourcade / Enviada especial Disponible en: http://impulsoargentino.com.ar/descarga/revistas/Impulso_Argentino_Nro_4.pdf Para Impulso Argentino es clave trabajar aspectos no financieros en las organizaciones con las que establece una relación económica. La idea de realizar talleres para bancas comunales de Salta surgió con el fin de movilizar esos modelos de comportamiento rígidos que hacen que todos sean buenos socios hasta que sufren un problema y sienten que no pueden compartirlo con sus compañeros. Si bien la finalidad de estos bancos es administrar dinero con garantía solidaria, el objetivo en este caso fue crear un espacio diferente en el que pudieran conocerse, abrirse a los demás.
Para Impulso Argentino es clave trabajar aspectos no financieros en las organizaciones con las que establece una relación económica. La idea de realizar talleres para
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NO SOMOS MÁQUINAS Es la hora de la siesta en el barrio Jesús María y el calor pega sobre el techado de chapa del comedor. Un gato blanco y negro salta de la silla de madera, camina sinuoso hasta desaparecer tras las telas que separan ese espacio del resto de la casa. Allí las emprendedoras de la banca se juntan semana por medio para poner el dinero sobre la mesa y organizar las cuentas pendientes. Después del almuerzo, las mujeres llegan a la última reunión con Perla.
Esta vez, la coordinadora del taller les pide que antes de empezar la ronda de mates formen un círculo. Ella se para en el centro. Resulta que esta psicóloga que viene a “capacitarlas” ahora está frente al grupo con dieciséis naranjas en una bolsa. La última vez que las vio logró que removieran esos deseos que con el tiempo, el trabajo, la casa, los hijos y la necesidad de llegar a fin de mes, se convirtieron en imposibles. Pero de algo sí no había dudas: desde que empezó el taller algunas hablaron en público por primera vez. ¿Y ahora qué se trae entre manos? O mejor: ¿qué pretende hacer con una bolsa de naranjas? Entonces Perla sigue parada en el centro de la ronda que controla girando sobre su eje. La banca Unión y Progreso está en silencio, ella da un leve empujón a sus lentes con el dedo índice. Las mira. Saca la primera naranja de la bolsa y sonríe; las mujeres también aunque todavía no saben a qué van a jugar. Hagamos de cuenta que somos una máquina que gira naranjas. La idea es que puedan hacerlos girar sin parar con una sola condición: ninguno de ustedes puede sostener dos naranjas al mismo tiempo. Si pasa eso o si una naranja se cae, vuelven a empezar. Lo importante es que antes me digan cuántas naranjas son capaces de hacer girar. El trabajo empezó en silencio hasta que una señora que se quedó con dos naranjas soltó la primera carcajada. Disimuló y largó una de las frutas como si se tratara de una papa caliente.
El engranaje humano: Banca Sol La mañana anterior en el barrio San Antonio, un grupo en círculo detuvo su andar y discutió acerca de cómo debían resolver el trabajo para que efectivamente saliera bien después de varios intentos. “Acá hay un engranaje que está suelto” –se impuso la voz del hombre alto de remera turquesa– “lo que nos falta es sincronizar”. Otros hablaban de mayor velocidad y más concentración, algunos permanecían callados o acusaban al compañero de usar las dos manos en vez de una, de ser demasiado lentos, distraídos
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o por demás acelerados. Hasta que la voz de Claudia sobresalió del bullicio como un eco: “El problema no es ese, es que solo las máquinas pueden hacer perfecto el trabajo. Nosotros somos seres humanos, no máquinas”. Volvieron a hacer el ejercicio una y otra vez pero nunca perfecto. Las teorías del desperfecto pasaban de poner más atención a cambiar de lugar al compañero encargado de arrancar la máquina de naranjas. La estrategia de Perla fue dejar correr el debate para después guiarlos con una serie de preguntas sobre trabajo en equipo. La idea era indagar acerca de la confianza en las personas como el motor de las acciones. ¿Qué hacemos con los problemas? ¿Qué sucede cuando no hablamos lo que nos pasa? ¿Cuánta confianza depositamos en el que tenemos al lado? José Fortunato Copa (52) preside la Banca comunal Sol y es el dueño de la casa donde se juntan. Es radiólogo pero hace unos años un problema personal le impidió seguir y comenzó a hacer trabajos de herrería con ayuda de microcréditos. “Hace cuatro años empezamos en un comedor comunitario, ahí nos conocimos la mayoría. Costó mucho al principio pero después nos fuimos acomodando”. José reconoce también que gracias a la Banca aprendió a ahorrar y que en los primeros tiempos de esta experiencia mucha gente quedó debiendo. “Hoy somos una banca conformada por emprendedores de rubros muy variados y aunque costó integrarnos, este taller nos hizo ver que la opinión de cada uno vale, por más distinta que sea”.
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COMUNIDADES QUE BANCAN
Ya somos grandes para estas cosas, respondió una de las socias del banco frente a la novedad que traía ese día Adriana Vera. La asesora de crédito de la ONG había comentado al grupo que empezaría una nueva capacitación –un taller diferente a todos– que pretendía ayudarlos a mejorar como grupo.
Esta experiencia inédita para Impulso Argentino, comenzó en Salta con la ONG Programas Sociales Comunitarios (PROSOCO), una organización financiada por la institución y que trabaja bajo la modalidad de Bancas Comunales. “Tenemos una idea clara. Sabemos que no puede haber un proyecto económico exitoso si no tenemos un proyecto de vida exitoso, y no digo exitoso en términos económicos sino en anhelos y sueños de cada uno”, explica Perla Torales, psicóloga y coordinadora la capacitación. Los talleres se dieron durante cuatro encuentros, en nueve bancos populares de distintos barrios de la ciudad de Salta. “Era una puja de poder constante por ver quién levantaba más alto la voz. En las reuniones hablaban todos a la vez y no se entendían”, contó Adriana Vera, asesora de algunos grupos. “Han compartido muchísimas alegrías y tristezas, emociones que les permitieron abrirse y hablar sin miedos, sin creer que sus compañeras se iban a reír”. Las bancas comunales son grupos de entre quince y veinticinco personas, en general vecinos, que se unen para la administración de créditos con garantía solidaria. Esta modalidad se basa en la confianza mutua entre los que forman parte, de manera que la falta de pago de uno de sus miembros compromete al resto que sale a cubrir esa carencia. Así construyen el capital social. Con los talleres, las personas empezaron no solo a interesarse más por su compañero o vecino sino a saber que hay otras personas dispuestas a dar una mano. “Por ejemplo, les propuse que se preguntaran siempre al principio de cada encuentro si están todos bien, o si a alguno le pasó algo que quiera contar”. Perla asegura que las bancas que mejor se comunican son las que arrojan resultados más óptimos en su actividad. Además, parte de la idea de que las cosas no están dadas, que están para construirse y que la clave es poner en juego los modelos mentales que cada uno trae consigo.
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“No los dejo sentados, los cambio de lugar, los saco de la rutina, se sientan, se paran y esto no se hace a través trabajos prácticos con un manual, se hace poniendo el cuerpo y los sentimientos, conversando con el que tengo al lado”. Por su parte, Eugenia Sotoullo (coordinadora de la ONG) dijo que los grupos desarrollaron mayor capacidad de escucha y en las asambleas de socios ahora participan de otra manera. “Los talleres nos sirvieron para trabajar sobre esa mochila que cargan las personas con carencias y dolencias económicas y también afectivas”. Por su parte, Mirta Arias y Graciela Alegre, también asesoras de la ONG, expresaron las importancia que para ellas tuvo el aporte terapéutico y motivador de estos talleres, porque les enseñó a acercarse a los grupos de otra manera. “Nuestro próximo desafío es capacitar a las asesoras de la ONG para que puedan reproducir los talleres en el resto de las bancas de la ciudad de Salta, y más adelante hacerlo extensivo a otras organizaciones”, dijo Emiliano Estrada, gerente general de Impulso Argentino. De algún modo, la Banca se convierte en un lugar que “banca” a las personas en muchos otros aspectos. Sostiene y contiene a los que forman parte de ella. Ese es el cambio que propusieron los talleres de fortalecimiento que realizó Impulso Argentino, porque para algunas personas quizás la banca sea el único espacio en el que puedan dedicarse tiempo a sí mismos.
Bancos que participaron Mujeres Emprendedoras Sol Las Emprendedoras Juntas Para Progresar Unión y Progreso Emprendedoras de Palermo Esperanza Porvenir Mujeres del Milagro
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Cómo funciona un Banco Comunal Las Bancas Comunales son grupos de entre quince y veinticinco personas que se unen para la administración de créditos con garantía solidaria, basada en el compromiso de cada emprendedor. En estos bancos se trabaja metodológicamente y es inquebrantable la modalidad que hace hincapié en la garantía solidaria. En todas las bancas comunales existen dos tipos de ahorro, uno voluntario y otro obligatorio (equivalente a un 10 por ciento del crédito). Las bancas administran una cuenta interna, un fondo único que se compone, por un lado, de préstamos de la ONG Programas Sociales Comunitarios y por otra parte del dinero que cada socio aporta al fondo único de ahorro. “Algunas bancas llegaron a ahorrar hasta 901 mil pesos y el uso que deben darle constituye la garantía solidaria. En algunos casos utilizan el dinero, por ejemplo, para la compra de útiles escolares. La regla general es que el dinero siempre regresa, siempre vuelve. Es la esencia de la banca solidaria”, cuenta la coordinadora de PROSOCO Eugenia Sotoullo. Esta metodología se traduce en el reglamento interno de las bancas comunales donde además los créditos se avalan por unanimidad. En el caso de PROSOCO, el crédito más alto es de 6 mil pesos por ciclo. Un ciclo dura 5 meses promedio y 10 cuotas bisemanales, en las que se pueden llevar 6 mil pesos y devolverlo en 5 meses. Con respecto al ingreso de un nuevo integrante, en general son los socios activos los que presentan nuevos, es poco común que quiera sumarse alguien que no conoce a ningún miembro del grupo.