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CIENCIA / SALUD
I
EMERGENCIA s SIN TRATAMIENTO, EL CUADRO PUEDE SER FATAL
Miércoles 2 de junio de 2010
VICEVERSA
Aumentan en el país los casos de shocks por crisis alérgicas
Paciencia, vinagre y peine fino...
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Según los especialistas, en su mayoría se asocian con alimentos o picaduras de insectos SEBASTIAN A. RIOS LA NACION Era domingo, justo el día anterior a que Catalina Mazzuco empezara a ir a la sala de 3, cuando Esteban y Jacqueline comenzaron a notar que su hija estaba “rara”, como intranquila. “Le sacamos la ropa y vimos que estaba llena de manchas; ella, de la forma en que podía para su edad, nos hizo entender que no podía respirar”, recuerda Jacqueline, a cinco años de aquel día. Esteban y Jacqueline lo supieron después de que acudieron al pediatra y de que la situación se resolvió para bien: lo que Catalina estaba sufriendo era un shock anafiláctico o anafilaxia, la forma más grave y peligrosa de una crisis alérgica, en la que la presión sanguínea cae drásticamente y la persona presenta una dificultad marcada para respirar. “Es una de las mayores urgencias que vemos los alergólogos”, confirmó la doctora Gabriela Marín, jefa de la Sección Alergia del Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez. “Hay un aumento en su incidencia que es llamativo y que vemos mes tras mes”, agregó su colega, el doctor Gustavo Marino, jefe de Alergología e Inmunología Clínica del Hospital Universitario Austral. Marino ha notado ese aumento en las estadísticas de su servicio, que reflejan las historias clínicas computarizadas, y que ayudan a ponerle cifras a un fenómeno que, como muchos otros en el país, carece de estadísticas oficiales. “Hoy vemos unos 6 o 7 casos por mes, mientras que cuando comenzamos a registrarlos no veíamos ninguno”, agregó.
Causas Como todo cuadro de tipo alérgico, su desencadenante puede ser casi cualquier elemento (alergeno) presente en el medio ambiente. “Lo que más vimos en nuestro servicio son anafilaxias causadas por la ingesta de leche de vaca y derivados de la soja, así como cuadros asociados con el látex –enumeró Ma-
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rino–. También registramos casos de alergia al huevo y al arroz.” “En nuestro servicio hemos notado en los últimos dos años que cada vez son más frecuentes las anafilaxias causadas por picaduras de insectos; en especial, aquellas causadas por picaduras de hormigas rojas”, dijo la doctora Marín. Las causas del aumento no terminan de ser explicadas, aunque hay algunas hipótesis propuestas, como la ya clásica hipótesis higiénica, que sostiene que ciertas afecciones en las que el sistema inmunológico
actúa erróneamente se deben a una menor exposición a los gérmenes. Otros atribuyen la causa al cada vez mayor consumo de alimentos industrializados, o incluso al consumo de productos transgénicos. Sin embargo, no existen evidencias firmes y objetivas para dirimir la cuestión. “También hay que tener en cuenta que el entrenamiento en la identificación de estos casos permite diagnosticar los que antes se nos pasaban”, agregó Marino.
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Qué hacer
➔ Emergencia Dadas la gravedad
y la rapidez de la evolución, hay que llamar a emergencias o llevar al paciente a una guardia.
➔ Pies hacia arriba Colocar al pa-
ciente acostado con los pies hacia arriba ayuda a que la sangre fluya al cerebro.
➔ Adrenalina Una inyección de
adrenalina o epinefrina ayuda a frenar la evolución del cuadro.
Como en toda afección de tipo alérgico, evitar la exposición a los factores que la desencadenan constituye la mejor forma de evitar la aparición de un cuadro de anafilaxia, lo que no siempre es posible. Existen también tratamientos que ayudan a desensibilizar a la persona a la sustancia a la que es alérgica. Pero una vez desencadenado, el tratamiento debe ser administrado en forma inmediata. “En nuestro medio existe la idea de que la droga de elección es el corticoide, pero no es un fármaco de acción inmediata, sino que tarda dos horas hasta que ejerce su acción plenamente”, advirtió la doctora Marín. “La adrenalina o epinefrina, en cambio, ayuda rápidamente a subir la presión arterial y permite, además, que el paciente pueda volver a respirar –completó Marino–. Hace efecto en 10 minutos.” En la actualidad existen incluso dispositivos que permiten que sea el paciente mismo (o en el caso de los chicos, un mayor a cargo) el que se aplique la dosis de epinefrina. Parecidos a las lapiceras con las que los diabéticos se inyectan insulina (pero con agujas más poderosas que incluso permiten aplicar el medicamento a través de la ropa), han sido diseñados para ser usados en caso de emergencia. Sin embargo, dijeron los profesionales consultados, son pocas las prepagas u obras sociales que brindan algún tipo de cobertura a estos productos.
l descomunal intríngulis social que recientemente rodeó la aprobación de la reforma del sistema de salud norteamericano no hizo más que confirmar lo que entre los sanitaristas era un secreto a voces: que en salud pública, aunque puede exhibir logros notables, esta gran potencia también tiene problemas sin resolver. Uno de ellos es netamente económico: como en otras áreas, el american way of life hace que lo que en muchos países se logra con estrategias ingeniosas o inversiones pequeñas o medianas allí demande gigantescas sumas de dinero. Hace un par de días, algo de esto se traducía en una nota firmada por Walecia Konrad en The New York Times dedicada a analizar los costos de una afección absolutamente banal y muy bien conocida por estas latitudes: la pediculosis. Según estimaciones citadas por Konrad, para combatir a estos diminutos y persistentes habitantes de entre 6 y 12 millones de cabecitas infantiles, en los Estados Unidos se invierten anualmente hasta ¡mil millones de dólares! Hay que reconocer que estos invasores podrían sacar de quicio hasta a un monje budista, pero visto desde esta parte del mundo cuesta imaginar que haya alguien dispuesto a pagar cientos de dólares para que “alguien” libere de “visitantes” las cabelleras de sus criaturitas. “Tratar la pediculosis se transformó en una industria en gran escala en algunas ciudades –escribe Konrad–. Peluquerías dedicadas exclusivamente a remover piojos vivos y liendres sin venenos se multiplican en urbes como Nueva York, Los Angeles, Dallas y Boston.” Y más adelante agrega: “Los «despiojadores» de estos establecimientos cobran entre 50 y 300 dólares por persona. Y algunos profesionales harán visitas a domicilio por hasta 500 dólares por cabeza. A ese precio, estaríamos hablando de miles de dólares por una familia de cuatro integrantes”. ¡Y pensar que, hace años, cuando mis cuatro hijos todavía iban a la primaria, cada período escolar incluía por lo menos un episodio (y a veces más) de despiadado combate contra los piojos! No importaba que el varón tuviera el pelo largo o rapado, que las nenas se lo peinaran en trenzas o lo usaran suelto, que se sumergieran en el agua rebosante de cloro de la pileta en la que aprendían a nadar o se dedicaran al yudo: de un modo u otro, esos inoportunos húespedes a la fuerza se las arreglaban para instalarse en la cabellera de alguno y de allí saltar a las de los demás... Pero, eso sí, en materia de remedios, el que recomendaban las abuelas: alguna loción y después paciencia, vinagre y peine fino. A veces, más vale maña que fuerza...
NORA
BÄR
Para combatir a estos diminutos y persistentes habitantes de millones de cabecitas infantiles se invierten anualmente alrededor de mil millones de dólares
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