UNA PARTE DEL PATRIMONIO CULTURAL OLVIDADO DE UNA REGIÓN POSTERGADA: APURÍMAC SEGUNDA PARTE Samuel Amorós
Esta es la continuación de la anterior contribución, referida a las edificaciones patrimoniales más representativas del norte de la región Apurímac. A diferencia de lo que sucede allí, en el sur no existen urbes que concentren las actividades políticas y/o comerciales y al contrario, solo se trata de pequeños poblados que escasamente abastecen o no cada una de las necesidades básicas de sus habitantes, la mayoría de ellos dedicados a la agricultura. A este problema se agrega lo difícil que resulta acceder a cada pequeño pueblo, por medio de caminos de tierra compactada en mal estado de conservación, que dificultosamente atraviesan la abrupta topografía que adoptan aquí los Andes, con altitudes que oscilan entre los 3,000 y 5,000 msnm. Por esas razones, llegar a cualquiera de estos remotos pueblos, puede constituirse en un verdadero reto que luego es ampliamente recompensado, cuando se logra contemplar alguna de las excepcionales iglesias virreinales que constituyen el legado patrimonial de las generaciones pretéritas. El número de templos de origen virreinal que contiene toda esta área supera las dos decenas, pero ahora solamente me referiré a los templos de mayor relevancia localizados en la provincia de Grau. ALGUNAS CONSIDERACIONES PREVIAS. Antes de adentrarnos en la ruta y detenernos ante las iglesias virreinales, es importante esclarecer algunos de los aspectos teóricos y conceptuales que aplicaré sobre ellas. Tengamos en consideración que se trata de edificios construidos en un lapso de tiempo que abarcó desde el siglo XVII sino antes hasta el XVIII. En consecuencia, observaremos características en algunos casos heterogéneas entre sí, como el resultado de las diversas intervenciones producidas en las edificaciones con el paso de los años. Las primeras iglesias del siglo XVI adoptaron la tipología de la planta gótica de una sola nave1, cuyo programa arquitectónico básico podía contemplar hasta dos ingresos, uno frontal en el muro de pies y otro en cualquiera de sus lados longitudinales. El espacio interior era concebido de forma tal que fuera asumido por los fieles como un camino de salvación, que empezaba desde el ingreso en el muro de pies2, continuaba por el sotacoro en ligera
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San Cristóbal, Antonio. Arquitectura virreinal de Lima en la primera mitad del siglo XVII. Lima: Universidad Nacional de Ingeniería, Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes, Fondo Editorial, 2005: 179-181. Las denominaciones de muro de pies y muro testero están en franca correspondencia a la idealización cristiana de la planta de la iglesia, que considera al cuerpo de Cristo inscrito en ella. Por otra parte y de acuerdo con la antigua liturgia católica —anterior al Concilio Vaticano II y tomando como referencia el muro de pies, si vemos hacia el interior de la iglesia, los lados longitudinales de una iglesia se nombran, hacia el lado derecho como muro de la Epístola, mientras
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penumbra ocasionada por su menor altura con respecto al resto de la iglesia cuyo efecto era instantáneamente diluido por la luminosidad de la nave inmediata, como el lugar destinado a los fieles quienes solo observaban desde allí al final del recorrido, que estaba constituido por el presbiterio, que era el espacio reservado para el sacerdote y en donde se ubicaba el altar mayor junto con el retablo adosado al muro testero, que fungía de eficiente telón de fondo para la adoración. Si bien este esquema general se mantuvo en los siglos siguientes, con el trascurso de las décadas, los fieles agrupados en cofradías fueron añadiendo espontáneamente y hacia cada uno de los lados longitudinales de las iglesias, una serie de capillas devocionales, en donde lograron expresar toda su fe depositada en un santo patrón en particular.
Mamara, iglesia de San Miguel Arcángel. Vista desde el sotacoro. A continuación se desarrolla la nave y luego del arco triunfal el presbiterio. Hacia la derecha se ubica el lado de la Epístola y a la izquierda el lado del Evangelio. La doble vertiente de la cobertura de la nave se estructura sobre la base de una sucesión de armaduras en par y nudillo. Imagen: Samuel Amorós, 2016.
Pero mientras aquello sucedía con la disposición del edificio sobre el terreno, en las fachadas y propiamente en las portadas que marcaban los ingresos, no se dieron manifestaciones góticas sino renacentistas. Si observamos estas portadas renacentistas de perfil, notaremos como una constante lo escasamente que destacan del muro de la iglesia, de manera que las columnas usadas como soportes son tangentes a la portada o inclusive, están adosadas a ella, de forma tal que solo se observa la mitad3 de ellas e inclusive, en lugar de columnas solo notamos pilastras. Por capiteles se utilizaron mayoritariamente a los asociados al orden jónico o toscano, mientras que los entablamentos se mantuvieron corridos y sin interrupciones desde el arquitrabe hasta la cornisa.
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que el lado izquierdo es llamado muro del Evangelio, porque en cada caso y desde el presbiterio, hacia dichos lados eran leídos por el sacerdote las Epístolas y los Evangelios durante el oficio de la misa. Por esa razón se denomina como media columna.
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En la mayoría de las iglesias del sur de Apurímac se aprecian plantas góticas de una nave, pero en general no se produce una correspondencia cronológica con la apariencia de sus portadas exteriores, porque pertenecen al barroco4. Se trata así de una constante que abarca a la mayoría de las obras de la arquitectura virreinal peruana, como una clara muestra de los cambios motivados por eventuales destrucciones, así como por el gusto imperante y la propia prosperidad económica que permitía el gasto en nuevas y monumentales expresiones de fervor religioso.
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Ayrihuanca, iglesia de la Natividad de la Virgen. 1. Detalle del fuste salomónico de la columna del primer cuerpo de la portada de pies. 2. Detalle del fuste collavino de la columna de la portada del atrio. Imágenes: Samuel Amorós, 2016.
La irrupción del barroco, sucedió de una forma progresiva en los grandes núcleos urbanos, como lo fueron Lima y Cusco, desde donde irradió a las otras zonas del virreinato, como sucedió con el sur de Apurímac, en donde encontraron una particular acogida las columnas de fuste salomónico5, conjuntamente con las columnas collavinas6.
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San Cristóbal, Antonio. Los periodos de la arquitectura virreinal peruana. Anales del Museo de América, 1 (1993): 168. El autor diferencia lo sucedido con la pintura, porque no existe el menor indicio de la llegada de artífices manieristas dedicados a la arquitectura en Lima, la capital del virreinato del Perú y la ciudad más importante de América del Sur hasta las primeras décadas del siglo XVIII. Por el contrario, los antiguos maestros del gótico de las plantas, continuaron edificando portadas con características renacentistas durante las primeras décadas del siglo XVII, hasta que por su propia iniciativa, la siguiente generación comenzó a ensayar nuevas formas que a la postre derivaron en las vertientes del barroco. La forma helicoidal o en espiral representa lo que resultaría de un fuste cilíndrico sometido a torsión, ocasionando que se enrosque sobre su propio eje y generando una serie de curvaturas o vueltas. Sobre ese particular, Vignola recomendaba que el fuste salomónico tuviera seis vueltas. Viñola. Tratado de los cinco órdenes de arquitectura. Buenos Aires: Construcciones Sudamericanas, sin año: 123.
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Por otra parte, la profusa decoración que exhiben varias de estas portadas ha generado que en ocasiones sean popularmente calificadas como “churriguerescas”, en lo que constituye una licencia desmedida, que intenta asociarlas con el arte creado por José de Churriguera en España, que se caracteriza por el empleo de columnas salomónicas en un orden gigante o colosal, de tal forma que termina afectando todo el diseño y la escala de los retablos y portadas, siendo así una característica arquitectónica que va mucho más allá de las ornamentaciones que puedan estar en las superficies de sus obras. Dicha arquitectura churrigueresca no llegó a plasmarse en las portadas de la arquitectura virreinal peruana. EL ACCESO AL ÁREA. El punto de partida para el viaje comienza en la ciudad de Abancay, capital de la región Apurímac. Las alternativas de transporte pueden variar de acuerdo al presupuesto disponible, de forma tal que puede alquilarse un vehículo particular y conducirlo uno mismo o contratar a un conductor que conozca la ruta. De lo contrario, lo más económico es comprar un asiento en una camioneta rural de las diferentes empresas de transporte que parten del rústico terminal terrestre situado en la avenida Las Malvinas s/n en la urbanización José María Arguedas de Abancay. Es un largo viaje de 105 km, que en camioneta rural puede demorar como mínimo 6 horas y en automóvil no menos de 5 horas. Desde Abancay debe tomarse un tramo de la carretera que conduce hasta Andahuaylas, hasta el kilómetro 101, para voltear a la izquierda hacia el camino que lleva a Chuquibambilla, la capital de la provincia de Grau7. Se trata de una 6
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Camino Abancay – Chuquibambilla. Itinerario Ayrihuanca – Mamara – Chirirqui. Imagen: Samuel Amorós, 2016. Sobre la base del mapa físico político del departamento de Apurímac del Instituto Geográfico Nacional.
Antonio San Cristóbal denominó así a las columnas de las portadas de las iglesias de Santiago de Pomata, San Juan y Santa Cruz de Juli y la catedral de Puno, que tenían en común su ubicación geográfica sobre la meseta del Collao. Las columnas collavinas se caracterizan por tener enrollada una cinta ascendente sobre su fuste, por lo cual carecen de las curvaturas o vueltas del fuste salomónico. San Cristóbal, Antonio. Portadas virreinales peruanas con columnas salomónicas. Boletín del Instituto Riva Agüero, no. 17 (1990): 441. El nombre de la provincia corresponde a Rafael Grau, hijo del héroe de Angamos y diputado reelecto en varias ocasiones por la provincia de Cotabambas, a pesar de no haber nacido allí. Él fue asesinado en 1917 mientras recorría por primera vez el área en medio de una campaña proselitista. Dos años más tarde, el Congreso de la República aprobó
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senda bastante estrecha y en constante ascenso, a la cual le aplicaron hace pocos años una delgada carpeta asfáltica, que al no recibir mantenimiento alguno, ahora se encuentra en pésimas condiciones. La vía transita paralela al angosto valle formado por el río Pachachaca, para luego proseguir por quebrada generada por el río Lambrama, hasta llegar al poblado del mismo nombre, en donde se puede apreciar al primer remanente de la arquitectura virreinal, en su sencilla iglesia con espadaña hacia la plaza mayor. A partir de aquí, el camino sube zigzagueante los Andes hasta llegar a una zona de pequeñas lagunas en plena puna, hasta alcanzar los 4,580 msnm del paso de Lliullita, llamado así por la laguna del mismo nombre que se encuentra en sus cercanías. Luego, el camino comienza un progresivo descenso, aprovechando la quebrada Suropampa hasta llegar al estrecho valle generado por el río Cotro, hasta que antes de llegar a la confluencia del río Chuquibambilla, se arriba a la ciudad del mismo nombre. Aunque se desconoce de alguna información histórica publicada sobre Chuquibambilla, todavía perduran los restos de una antigua portada, que habría pertenecido a la original iglesia virreinal del poblado. Se ubica en el sector posterior a la actual iglesia parroquial dedicada a la Exaltación de la Santa Cruz. Fue construida en ladrillo y argamasa de cal y arena, estando adosada a los restos del muro de adobes de la desaparecida iglesia virreinal. Los remanentes arquitectónicos visibles indican que habría tenido dos cuerpos, Chuquibambilla, portada remanente de la iglesia virreinal. Sobre el muro con tres calles en el primero, estructural de adobes fue adosado el volumen de la portada de ladrillo y mortero de cal y arena. mientras que en el segundo Imagen: Samuel Amorós, 2016. cuerpo la calle central se dividía en tres sub-calles. En conjunto, toda la portada apenas si destaca de lo que fue el muro de adobes de la iglesia, a lo cual se agrega el hecho que en el primer cuerpo se usaron por soportes cuatro columnas con capiteles asociados al orden toscano, sobre los cuales se apoya un entablamento corrido, características que sin duda inscriben la portada dentro del periodo renacentista, ocasionando que sea uno de los ejemplares más antiguos que todavía perduran en toda el área. A pesar de ello y ante las protestas de los vecinos, las autoridades de la municipalidad provincial de Grau desaprovecharon la inmejorable oportunidad para poner en valor a la portada, dotándola de un área libre delantera, porque este año construyeron en su lugar una el proyecto de ley por el cual la provincia de Cotabambas cambió al de Grau. A pesar de ello, en 1958 el propio Congreso de la República restituyó el antiguo nombre de Cotabambas a parte del área de la provincia original, pero separó 14 distritos para constituir la actual provincia de Grau. Para mayor información puede revisarse: http://goo.gl/IY6SnM [Consulta: 31-07-2016], así como: http://goo.gl/mEe3lY [Consulta: 31-07-2016].
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unidad de servicios educativos de nivel inicial, dejando apenas una minúscula superficie delante de la antigua edificación virreinal, invadiendo así una área que debería haber sido respetada por su intangibilidad. Chuquibambilla es el punto de salida hacia los poblados del sur que atesoran las más valiosas iglesias virreinales de toda esta provincia. Allí se encuentran hospedajes básicos en donde puede descansarse luego de un arduo día de viaje. Igualmente, es posible contratar allí a choferes experimentados y con vehículos propios, que estén dispuestos a conducir por los accidentados senderos del lugar. ITINERARIO AYRIHUANCA-MAMARA-CHIRIRQUI. Esta ruta puede ser recorrida en un solo día, saliendo temprano por la mañana y retornando el mismo día al atardecer. La partida se verifica desde Chuquibambilla, inicialmente con dirección al noreste y los aproximadamente 100 km del trayecto, están constituidos por una senda de tierra apisonada de un ancho variable e igual estado de conservación. La gran ventaja y atractivo que ofrece esta ruta es que bordeando el río Chuquibambilla hasta el poblado de Totora, luego se bifurca en dos caminos paralelos a los márgenes de los ríos Vilcabamba y Oropesa generando un “anillo” que comienza y termina en Vilcabamba.
Vilcabamba, puente construido sobre el río del mismo nombre. Imagen: Samuel Amorós, 2016.
En Vilcabamba perdura un puente virreinal construido con sillares de piedra unidos con mortero de cal y arena, que se alza sobre un recodo del río de mismo nombre. Para salvar la luz libre sobre el río, en el puente utilizaron un arco de curvatura escarzana, sobre el cual se puede transitar por un camino de 2 m de ancho, pavimentado con cantos rodados. En este mismo poblado se encuentra la iglesia de San Nicolás Tolentino8, cuyo interior de planta
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El nombre de este santo agustino revela la presencia de esta orden religiosa en las doctrinas o curatos de esta área, en donde se desempeñaron como párrocos. Para mayor información puede verse: Estrada Herrera OSA, Lizardo. Historia
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gótica atestigua la antigüedad de su construcción. Pese a ello, el exterior muestra sucesivas intervenciones producidas en el siglo XX, como las columnas salomónicas de la portada, labradas con poca pericia. Desde Vilcabamba se toma la ruta en dirección sur que bordea las montañas Jajapanca y Ushcupata, en el margen hacia el este del río Vilcabamba, hasta que antes de alcanzar la quebrada Ayrihuanca, se localiza sobre una meseta nuestro destino inicial. La iglesia de la Natividad de la Virgen de Ayrihuanca. Ubicada en el distrito de Micaela Bastidas y a 44 km de Chuquibambilla se encuentra el poblado de Ayrihuanca, con el primer templo a detallar en este itinerario. La iglesia está situada en uno de los frentes que define la plaza mayor del poblado, con el muro de pies paralelo a dicho espacio público. Antes de proseguir, es necesario que nos remontemos en el tiempo a los inicios de este templo, lo que nos conduce al año de 1689, cuando en respuesta al requerimiento realizado por el obispo del Cusco, Manuel de Mollinedo y Angulo, para que los párrocos de su diócesis le enviasen las informaciones de las respectivas doctrinas que administraban, el agustino Juan de Moreyra, párroco del pueblo de San Miguel de Mamara, señalaba haber intervenido también en la iglesia de Ayrihuanca: “[…] porque viendola en tan indesente culto de paredes tan movedizas, y desmoronados terrones, puso mi devosion y cuidado la fabrica de su templo y para que quedase con toda la perfecsion que pide relicario tan sagrado prosigue la hermosura el R. Pe. Pred.or fr. [reverendo padre predicador fray] Fernando Dosma […]”9. Como veremos más adelante, el agustino Moreyra parece haber patrocinado dos obras de arquitectura religiosa de esta zona, siendo la iglesia de Mamara su más destacado legado. Pero resulta destacable la alusión que hace sobre las paredes del viejo templo, al utilizar la denominación “terrones”, que interpreto como muros construidos con tierra o propiamente de adobes, más que en los compuestos por sillares de piedra canteada que ostenta el edificio que ha llegado hasta nuestro tiempo. De manera que su intervención podría haberse centrado en demoler la vieja estructura gótica de adobes y volverla a construir en piedra, aunque manteniendo la misma disposición en planta. Su continuador en el patrocinio de la obra fue el párroco agustino de Ayrihuanca, quien en realidad se llamaba Bernardo Dozma (según consta en su rúbrica trascrita10), señalaba en su respectivo informe que: “[…] e fabricado Iglesia nueba que se compone de hermosas capillas y al precente de dos portadas de las quales la una es de piedra de cantería labrada al golpe del pico como hermosos sobrepuestos segun el arte a cuyo lado sobresale una hermosa torre fundada en una peaña [basamento] de piedra labrada; […]”11
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del vicariato San Agustín de Apurímac en Perú. Hacia sus bodas de plata (1989-2014). Disponible en: http://goo.gl/XdxNp6 [Consulta: 31-07-2016]. Villanueva Urteaga, Horacio. Cuzco, 1689: informes de los párrocos al obispo Mollinedo; economía y sociedad en el sur andino. Cusco: Centro de Estudios Rurales Andinos “Bartolomé de las Casas”, 1982: 45. Ídem: 32. Ídem: 31.
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La piedra usada en los muros y portadas de la iglesia es volcánica12, por lo que el labrado de los elementos arquitectónicos y ornamentales resultó una labor mediamente sencilla. Se trata de una característica que observaremos ejecutada con la mayor maestría en la iglesia de Mamara. Por otra parte, es necesario destacar que en ninguna parte de los informes enviados al obispo Mollinedo se menciona el nombre de algún artífice relacionado con el arte, porque los religiosos se arrogaron toda la responsabilidad en la construcción de las edificaciones, una labor para la cual y en general, no estaban necesariamente aptos, sin que este hecho les restase méritos en su labor de patrocinadores de la arquitectura. Esa es la razón por la que se ignora por completo el nombre del artífice o de los artífices que intervinieron en esta y en las demás magnas obras pías, así como los de los anónimos artesanos presumiblemente indígenas que labraron la piedra.
Ayrihuanca, iglesia de la Natividad de la Virgen. Imagen: Samuel Amorós, 2016.
Es importante recalcar el cambio fundamental en el material de construcción empleado, de acuerdo a lo que había tenido lugar en esta área desde el siglo precedente, como todavía lo atestiguan los restos de la antigua iglesia de Chuquibambilla, las propias ruinas de la iglesia de San Nicolás Tolentino de Chirirqui o la interpretación que he realizado a lo señalado por Juan de Moreyra sobre la iglesia de la Natividad de la Virgen de Ayrihuanca. Esta se refiere a que inicialmente los muros estructurales de los templos fueron construidos de adobes, mientras que para las portadas quedaba reservado el ladrillo y el mortero de cal y arena, para luego y en las dos últimas décadas del siglo XVII, se produjo su reemplazo por la piedra canteada unida con mortero de cal y arena. Este hecho me lleva a plantear hipotéticamente que pudo tratarse de la intervención de artífices y artesanos expertos en el labrado de la piedra y llegados del Cusco, que luego terminaron afincándose en la zona. 12
El empleo de la piedra labrada es casi una constante en las iglesias que observaremos en los itinerarios, a excepción de la iglesia de San Nicolás Tolentino de Chirirqui.
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Ante la falta de mayores documentos primarios, todo no constituye hasta ahora más que una pregunta sin respuesta. Regresando a la actual iglesia de Ayrihuanca, en ella el atrio que la rodea está delimitado por un alto pretil con un solo ingreso, que es destacado por una portada de un cuerpo y una calle, que se distingue por el uso de columnas de fuste collavino en los soportes. La disposición interior de la iglesia se corresponde con la tipología de la planta gótica de una nave, presentando dos ingresos, el principal en el muro de pies y el secundario hacia el lado de la Epístola. Sin duda, la fachada del muro de pies resulta la más atractiva de todas, no tanto por la única y sencilla torre hacia el lado de la Epístola, sino por la portada de dos cuerpos dispuestos de una forma decreciente, porque a medida que ganan altura, pierden ancho. Es así como el primer cuerpo tiene tres calles, de las cuales tan solo la central se prolonga en el segundo cuerpo. La ornamentación en la portada es bastante escasa y propiamente pareciera limitarse al contorno salomónico de los fustes de las columnas que constituyen los soportes. La calle del segundo cuerpo tiene como único elemento arquitectónico a la ventana ovalada que ilumina el coro, mientras que toda la portada culmina con un frontón curvo cerrado definido por un arco trilobulado. Es importante anotar que el interior de la iglesia se atesoran siete lienzos al óleo de la escuela cusqueña de pintura virreinal, de 2.70 x 2.70 m, que representan escenas de la vida de la Virgen María13.
San Antonio, moradas con galerías y logias hacia la plaza principal del poblado. Imagen: Samuel Amorós, 2016.
De Ayrihuanca continuamos con rumbo al sur, pasando por pequeñas localidades y divisando en sobre la mitad de las montañas del frente al sinuoso camino que recorreremos luego para regresar más tarde a Vilcabamba y de allí a Chuquibambilla. A mitad de la ruta se encuentra el poblado de San Antonio, cuya iglesia dedicada a la Virgen del Carmen fue reconstruida en 1962. Pero lo verdaderamente atractivo de San Antonio lo constituye un sector de las moradas frente a su pequeña plaza principal, que lucen galerías y logias en sus fachadas. Después de abandonar San Antonio y luego de una serie de vueltas, ascensos y descensos divisamos delante nuestro al poblado de Mamara. 13
Gatti, Fabrizzio, et al. L’architettura coloniale nelle province alte dell’Apurimac. Roma: Tipolitografia Trullo, 2000: 60.
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La iglesia de San Miguel de Mamara. Situada en el distrito de Micaela Bastidas y a 70 km de Chuquibambilla, el poblado y la propia iglesia constituyen un referente en toda la región. Al llegar a su plaza mayor, rodeada por las sencillas portadas virreinales de piedra de las moradas particulares, la colina con tres cruces en su cúspide a manera de un calvario hacia el oeste de la iglesia y el propio silencio que reina en todo el ambiente, podemos transportarnos por un instante a una época pasada. Cuando en 1689 el agustino Juan de Moreyra respondió al requerimiento del obispo Mollinedo sobre el curato que administraba, refirió que venía construyendo: “[…] un templo cuyo edificio, llegando a tener su última perfección, podrá competir con el mejor del Perú, […]”14. Es interesante destacar que por lo que expresaba en el año indicado, todavía no habría estado concluida la portada de la iglesia, más aun cuando Juan de Moreyra no se detiene en ningún momento a describirla, deteniéndose más bien en detallar las características del retablo mayor, que en líneas generales, parece ser el mismo que todavía perdura.
Mamara, iglesia de San Miguel Arcángel. Fachada del muro de pies. Imagen: Samuel Amorós, 2016.
De manera similar a lo descrito en Ayrihuanca, la iglesia de Mamara tiene la fachada del muro de pies hacia uno de los frentes de la plaza mayor del poblado. Igualmente, también
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Villanueva Urteaga, Horacio, ob. Cit.: 44.
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está rodeada por un atrio en sus cuatro lados. Dicho atrio también está delimitado en sus frentes hacia la calle por un alto pretil, que tiene por única entrada al arco de medio punto de ingreso destacado por una portada con columnas de fuste salomónico a cada lado. Sobre el arco y en todo lo alto, la escultura de aspecto ingenuo de San Miguel Arcángel blandiendo una espada, nos indica el camino que los fieles debían seguir. La fachada de pies de la iglesia está constituida según el esquema barroco de una portada entre dos torres campanario, en cuyos cuerpos de campanas se observan ventanales ovalados, que nos remiten al antecedente de las torres campanario de la iglesia de la Compañía de Jesús del Cusco15. Pero a diferencia de los campanarios de la iglesia cusqueña, los de la iglesia de San Miguel de Mamara son bastante pequeños en altura y lejos de dotarla del carácter ascensional que les brindaría la verticalidad, quedan casi subordinadas a la altura de la portada, confiriéndole por el contrario, un aspecto predominantemente horizontal. Ramón Gutiérrez anota una interesante característica al señalar que: “La portada principal tiene una curiosa conformación estructural ya que en lugar de avanzar las torres para formar el encuadre se ha optado por mantenerlas retrasadas colocando un cuerpo intermedio de dos pilares o machones de piedra canteada.”16 Se trata sin duda de una portada con una volumetría muy propia del barroco, que se proyecta hacia el espectador como si pretendiera impactarlo con lo masivo y denso de su material constructivo, un efecto que se amplifica a medida que uno se aproxima hasta la propia entrada al templo y contempla al detalle todo el repertorio de elementos arquitectónicos y formas ornamentales que componen la portada. La portada de pies de la iglesia es de dos cuerpos y tres calles, con un diseño que asemeja la disposición de los retablos ensamblados dentro de los templos. Los soportes están constituidos por columnas cuyos fustes muestran la particularidad de tener el tercio inferior decorado con estrías diagonales, mientras que los dos tercios superiores siguen un contorno collavino. En el segundo cuerpo las columnas pierden altura pero se hacen más esbeltas, pero no solo esta es la única diferencia con respecto a sus pares del primer cuerpo, porque además cambiaron el contorno collavino de los dos tercios superiores por un contorno salomónico. Si tenemos en consideración que hacia 1689 esta portada habría estado a punto de concluirse y para ese mismo año ya estaría terminada la portada de la iglesia de la Natividad de la Virgen de Ayrihuanca, concordaremos con la hipótesis de Antonio San Cristóbal, quien señalaba que las iglesias de Apurímac fueron las primeras en emplear las columnas de fuste salomónico17, a lo que también agregaría que fue en ellas donde también sucedió el temprano uso del fuste collavino. En consecuencia, la trascendencia de esta área del Perú en la arquitectura virreinal peruana es enorme y las portadas de algunas de sus iglesias habrían servido para labrar en piedra lo que venía entallándose años atrás en la madera de los retablos18. Pero como si se tratara de una portada que todavía no logra
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Samanez Argumedo, Roberto. Orígenes y difusión del barroco cusqueño. Barroco andino. Memoria del I encuentro internacional. Pamplona: Fundación Visión Cultural – Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2011: 115. Disponible en: http://goo.gl/uQnOfy [Consulta: 31-07-2016]. Iglesia de Mamara Perú. DANA: Documentos de Arquitectura Nacional y Americana, no. 6 (1978): 50. Ob. Cit., 1990: 442. Wethey, Harold. Colonial arqchitecture and sculpture in Peru. Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1949: 217.
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liberarse completamente de la influencia renacentista, el entablamento de ambos cuerpos se mantiene corrido desde el arquitrabe hasta la cornisa, culminando toda la portada en un frontón curvo cerrado. La planta de la iglesia se ajusta a la forma rectangular antes señalada, así como la consecuente sucesión de espacios a partir del ingreso desde el muro de pies. A ello es importante agregar que el sotacoro está cubierto por una bóveda de medio cañón corrido de piedra, generada por un arco escarzano. Como dicha bóveda muestra dos nervios que se cruzan en aspa a la altura de su línea de ápice, logra configurarse también una sencilla bóveda de crucería. A continuación prosigue la nave, que al igual que el consecuente presbiterio, están cubiertos por un techo a doble vertiente estructurado sobre una sucesión de armaduras en par y nudillo. Hacia los costados del presbiterio se mantienen dos habitaciones, que el propio agustino Juan de Moreyra llamaba como: “Las sacristias (que son dos) tamvien tiene su lugar, […]”19. Es posible que la sacristía20 propiamente dicha se encontrase entonces hacia el lado del Evangelio de la iglesia, porque en ese mismo lugar se encuentra el púlpito y la escalera hurtada21 que permite llegar hasta el referido púlpito desde la referida sacristía. Por el contrario, el otro espacio habría sido la contrasacristía, planificada para mantener el equilibrio de la simetría en planta y destinada a contener los objetos de uso litúrgico. De Mamara se continúa bordeando el río Oropesa, hasta llegar al poblado de Totora en donde se emprende el camino en el margen oeste de dicho río en un largo camino hacia el norte que conduce hasta Chirirqui. La iglesia de San Nicolás Tolentino de Chirirqui. Localizada en el distrito de Santa Rosa y aproximadamente a 25 km de Mamara se arriba al caserío de Chirirqui. Desde la plaza mayor y a 400 m en dirección noreste, en medio de un área desolada se encuentran las ruinas de un templo con las paredes construidas de adobes. El párroco Joan Rubio de la Peña lo describía en 1689: “[…] el edificio de los primeros que se hisieron este subsiste hasta oi a puros reparos que se an hecho en el; y segun lo que se reconoce en el seria de los mejores que avia en aquel tiempo en esta Provincia; por tener las dos portadas de ladrillo y arco toral y las demás capillas del mesmo material teniendo por Retablo en el altar Maior de ladrillo dorado y en la capilla de en medio un bulto de San Nicolas de Tolentino de exelente hechura tienen mucha debosion todos los fieles […]”22 De las portadas exteriores de ladrillo ya no queda nada, pero retando a la intemperie y al inclemente clima de la región, los muros de adobes subsisten fragmentariamente, mostrando aun detalles únicos. La planta de la iglesia23 que se puede vislumbrar todavía nos 19 20 21
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Villanueva Urteaga, Horacio, ob. Cit.: 44. Es el espacio en donde el sacerdote se reviste antes de oficiar misa. La escalera se califica como hurtada porque usa parte del muro para su recorrido ascensional. Es visible en la planta publicada por Ramón Gutiérrez, ob. Cit.: 52. Villanueva Urteaga, Horacio, ob. Cit.: 27. Gatti, Fabrizzio, et al, ob. Cit.: 66. Publicaron la planta esquemática de la iglesia, señalando sus dimensiones generales: 45 m de longitud por 9.70 m de ancho.
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muestra una forma rectangular alargada, con la particularidad de mostrar los rezagos de una torre campanario de planta semicircular. Pero en donde la edificación obtiene otra característica singular, es en la forma del muro testero, en donde adquiere también una forma semicircular o de ábside, una apariencia muy extraña y menos documentada en la arquitectura virreinal peruana.
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Chirirqui, iglesia de San Nicolás Tolentino. 1. Torre campanario de planta circular, entre lo que fueron el muro de pies y el lado del Evangelio del templo. 2. Interior de la iglesia, con lo que fue el presbiterio. A los costados habrían estado los ingresos a la sacristía y contrasacristía, mientras que en el fondo perdura el muro testero curvo o ábside. Imágenes: Samuel Amorós, 2016.
Se ignora si el lugar sufrió de los estragos de algún desastre natural, pero en 1717 fue completamente abandonada, trasladándose la población, conjuntamente con todos los objetos litúrgicos al pueblo de Vilcabamba24. Como hemos podido apreciar, lejos de la pobreza económica en la que hoy está sumida toda el área, las edificaciones que guarda bien podrían convertirse en motores para el desarrollo de sus pobladores. Se trata de edificaciones no solo destinadas para los especialistas del arte, sino para el público en general que es capaz de apreciar la belleza y de respetar la fe y devoción que movilizó literalmente montañas para materializar aquellas obras de la arquitectura. De Apurímac queda todavía para detallar el núcleo de iglesias de la provincia apurimeña de Cotabambas, lo que será objeto de un próximo viaje y una futura bitácora.
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Ídem: 66, 70 y 37. Los autores también indican una leyenda según la cual San Nicolás Tolentino, conjuntamente con San Pedro y San Francisco, disgustados por los desmanes de los españoles decidieron abandonar el lugar para refugiarse en la iglesia de Vilcabamba, a partir de lo cual tomó la misma advocación. El antiguo lugar donde estuvo la iglesia se convirtió a partir de entonces en un lugar indeseable hacia el cual no valía la pena detener siquiera la vista.
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