INSTITUTO DIOCESANO DE CATEQUESIS
SAN PÍO X DIÓCESIS DE SAN LUIS
TEOLOGÍA I
APUNTES DE CÁTEDRA UNIDADES I – II – III - IV y VIII
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INSTITUTO DIOCESANO DE CATEQUESIS
SAN PÍO X DIÓCESIS DE SAN LUIS
TEOLOGÍA I
UNIDAD I LA REVELACIÓN
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LA REVELACIÓN INTRODUCCIÓN Iniciamos este curso de teología analizando el tema de la revelación. Lo hacemos precisamente por la revelación ya que es el fundamento y punto de partida de la Ciencia Teológica. Toda ciencia tiene sus principios. Las verdades reveladas de nuestra fe son esos principios en los cuales parte el teólogo para profundizar en ese abismo insondable que es el mensaje de Dios al hombre. Etimológicamente Revelación significa “quitar el velo”, es decir, manifestar aquello que se hallaba oculto. Y se aplica a lo que Dios ha enseñado al hombre acerca de Sí mismo, ya que muchas de estas verdades estaban ocultas a la inteligencia humana, para lo cual no es algo evidente ni sensible. En esta Revelación distinguimos especies: Primer lugar la natural o impropia en Segundo lugar la sobrenatural, cristiana o propia. Intentaremos ahondar un poco más en este tema. Revelación Natural o Impropia Es la manifestación de Dios a través de la naturaleza. En realidad para toda inteligencia sana es imposible conocer a Dios, su existencia y sus perfecciones por medio de las criaturas. La armonía, el orden, la jerarquía que manifiestan en última instancia, la grandeza de su Creador. Y así podemos decir que llegamos, que nos llevan a conocer a Dios, aunque no directamente, sino mediante las criaturas. Es como si Dios hablara por la naturaleza, y es como si el hombre leyera en la naturaleza la obra de su autor que es Dios. Esta revelación natural o impropia nos es común a todos los hombres, no es exclusivo de los cristianos. Alguien se introduce en una habitación, se acerca a una mesa, y aunque no se ve a nadie ya, descubre un cigarrillo a medio apagar no sabe quien ha sido: un hombre, una mujer, pequeño o grande, pero lo que no puede dudar es que esa persona ha estado, que esa persona existe y que ha fumado ese cigarrillo. ¿Lo ha visto? A la persona no. ¿Pero puede, sin embargo dudar que ha estado? ¿O puede pensar que un gato tomó el encendedor y se puso a fumar? Es un absurdo: se trata de una persona hacer tal cosa, no es de un irracional. Estudiamos, pues, a AQUEL que sin haber visto, sabemos que existe por su obra: LA CREACION. En primer lugar Dios se manifiesta a través de la creación. Cada criatura por insignificante que sea tiene una belleza, una armonía que nos HABLA de la armonía de su AUTOR. A ésta la llamamos “Revelación” impropia. Si hablar es decir algo, DIOS “dice” al mundo, por medio de las criaturas, del orden del universo, del orden que tiene la naturaleza, que es su Dios, que es su creador, capaz de darles el ser, la vida.
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Dice también, que todo lo que ha hecho EL y que todo debe glorificarlo, es decir. Que todo debe contestar a Dios con su gratitud lo que nos HABLO por las criaturas. No hace falta tener fe: aun los no cristianos se admiran ante el orden natural y su autor. Revelación sobrenatural o propiamente dicha Dios además de manifestarse o revelarse por las criaturas, ha querido hablar al hombre de cosas a la que jamás su inteligencia hubiera podido siquiera sospechar. El ha querido hacer feliz al hombre con la misma felicidad que El es feliz. Contemplando su infinita verdad, bondad y belleza, lo cual es superior a las simples fuerzas humanas. Para superar esta distancia infinita le ha concedido la gracia que nos hace partícipes de la naturaleza divina. ¿Pero de que serviría todo este plan de Dios si el hombre, por desconocerlo, no lo quisiera cumplir? Es por este motivo que Dios ha hablado al hombre de este su plan. Lo ha hecho por los profetas durante todo el antiguo testamento y en plenitud se ha manifestado en su Hijo Divino. Incluso después del pecado original es conveniente que el hombre sea instruido en aquellas verdades que podría alcanzar por su solo esfuerzo, pero con el inconveniente de que pocos llegarían a obtenerlo después de mucho tiempo y con mezcla de muchos errores. A esto llamamos necesidad moral de la Revelación. Es decir, dado que Dios ha elevado al hombre al orden sobrenatural, es necesario que sea enseñado o tener la Revelación sobrenatural para llegar a su fin. Aclaramos que no se trata de revelaciones privadas, sino de aquellas inspiradas por el mismo Dios y enseñadas por la iglesia, que tienen por objeto al mismo Dios, y su obra. Toda esta revelación se contiene en lo que llamamos canales de la Revelación. Canales de la Revelación
Estos canales por donde se nos comunica la revelación de la palabra de Dios son dos: En primer lugar la Tradición, En segundo lugar la Sagrada Escritura. Y finalmente el Magisterio de la iglesia, que aunque no es canal, asistido por el Espíritu Santo, propone infaliblemente para ser creídos aquellas verdades que se encuentran reveladas en la tradición, en la Sagrada Escritura, dándole su verdadero sentido. La síntesis de lo expuesto la da el Concilio Vaticano I en su documento sobre la Fé: ¨De los fuentes de la Revelació:. Ahora bien esta Revelación sobrenatural, según la fé da la Iglesia universal declarada por el Santo Concilio de Trento, ¨se contiene en los libros escritos y en las tradiciones no escritas, que, recibidas por los apóstoles de boca de Cristo mismo, o por los mismos apóstoles bajo la inspiración del Espíritu Santo, son transmitidas como de mano en mano, han llegado hasta nosotros¨ (Conc. Trid. v. 783) Estos libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, íntegros con todas sus partes tal como se enumeran en el decreto del mismo Concilio, y se contienen en la antigua edición Vulgata Latina, han sido recibidos como Sagrados y canónicos. Ahora bien, la iglesia los tiene por Sagrados y Canónicos, no porque compuestos por sola Industria humana hayan sido luego aprobados por ella; ni solamente porque contengan la revelación sin error; sino porque escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios por autor, y como tales han sido trasmitidos a la misma Iglesia (can4) Dz.Nº 178)
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LA TRADICION
La Revelación termina con la muerte del último apóstol. Todo lo enseñado por Cristo (mucho más de lo que consta en la Sagrada Escritura) lo han comunicado los apóstoles a sus discípulos, los Padres y los Obispos. No se trata de una Tradición o entrega puramente humana, sino que ha sido recibido y transmitido por aquellos que tenían por misión conservar y acrecentar la fe de la Iglesia. Este patrimonio de Verdad es comunicado de generación en generación y queda plasmado en los escritos de los primeros Obispos, de los teólogos, del primitivo arte cristiano que expresa auténticamente, por el arte, aquello que creen.
LA SAGRADA ESCRITURA
El segundo canal de la Revelación es la Sagrada Escritura. Lo que habló Dios antiguamente a los Profetas, lo que han escrito, lo enseñado a sus fieles, es la Tradición. Sin embargo por especial voluntad de Dios, ha querido que alguna de estas verdades quedara escrita y no de cualquier modo sino inspiradas por ÉL, sin error posible. El conjunto de estos libros y cartas es lo que llamemos Biblia o Sagrada Escritura. A esta fuente debemos reconocerle dos elementos dados por Dios: La Inspiración La Inerrancia
La inspiración Todo este conjunto de libros tiene por autor principal a DIOS, ya que es ÉL el que ha inspirado a los escritores sagrados (hagiógrafos = escritores sagrados) usándolos como instrumentos, iluminando su inteligencia, moviendo su voluntad, para que escriban todo y solo aquello que Dios quería que fuese escrito. La Inerrancia En segundo lugar, la Inerrancia, es decir. la ausencia de todo error no sólo en materia de fe y moral, sino en todos los órdenes. Es lógica esta característica de los libros Sagrados, ya que su autor es Dios quien no puede equivocarse ni hacer equivocar, engañarse ni engañar. Muchos han objetado esta realidad de la Escritura, al notar algunos errores aparentes. La Iglesia, sin embargo, insiste en su doctrina explicando que deben ser leídos según el mismo estilo literario que tienen, descubriendo así el verdadero sentido del texto. Aún en nuestros días debemos tener en cuenta este principio. Si dijéramos que el sol sale o se pone: es un modo de hablar con el cual nos entendemos. Lo mismo sucede en el relato primero del Génesis, en el que se dice que Dios tomó barro y formó al hombre. El sentido del texto, escrito es un sentido figurado enseña que el origen del hombre está en Dios, ya que ÉL es su autor. Nadie puede entender que Dios, absolutamente espiritual, se dedique a jugar con barro. Son formas plásticas o estilos literarios descriptivos pedagógicos en orden a explicar las grandes verdades de la creación y del poder de Dios.
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Aún nos queda mencionar un tercer elemento en nuestro tema que sin embargo, no es canal de la Revelación, sino receptáculo de la misma: nos referimos a la IGLESIA. La Iglesia instituida por Cristo tiene su misión conservar fielmente la Revelación recibida, conocerla y explicarla, dándole el verdadero sentido. Por ello su Magisterio es asistido por el Espíritu Santo. La iglesia lo que hace es proponer lo que debe ser creído como revelado o enseñado por Dios. No es una tarea que la Iglesia se atribuya, sino que le ha sido encomendada por el mismo Dios. El Magisterio versa sobre FE, (lo que debe ser creído), Moral (lo que debe ser practicado). El Magisterio se ejerce: De modo extraordinario (ex Cátedra): ejercicio del el Sumo Pontífice, lleva la promesa de Cristo de infalibilidad a su enseñanza. Y el Magisterio ordinario, también sobre fe o costumbre, de suyo también infalible, cuando se da la continuidad de esa misma enseñanza.
“El que tenga sed, que venga a Mí; de su interior brotarán torrentes de agua viva” (Jn. 7,47)
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UNIDAD II DIOS UNO EN NATURALEZA
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I. DIOS UNO EN NATURALEZA Luego de haber estudiado la Revelación, nos interesa como primer tema, el tema central de esta revelación: Dios mismo. Entonces vamos a conocer: A. Su Existencia B. Su Naturaleza C. Sus perfecciones A.
SU EXISTENCIA En Cuanto a su existencia, hacemos tres afirmaciones: 1º. 2º. 3º.
Es necesario demostrar su existencia. Es posible demostrar su existencia. Dios Existe. Puede probarse por 5 argumentos o vías.
1º. Es necesario demostrar su existencia La proposición de esta frase es muy simple, muy clara. ¿ Por qué decimos esto? ¿Por qué pongo esta frase? Apliquemos esta frase no a Dios sino a la persona que tenéis al lado: -
¿Es necesario demostrar la existencia de la Srita. X? No, no tiene sentido.
Existe. No tengo nada que demostrar. Es evidente. La estoy viendo, es alguien perceptible por mis sentidos. Pero a Dios no lo veo, no lo toco, es decir no lo percibo por mis sentidos. No es evidente. Lo que sí es evidente, es la creación. Y por eso, por ella, podemos llegar a conocer a Dios. La creatura me lleva de la mano a la existencia del Creador: pero estoy viendo la creatura, no estoy viendo a Dios mismo. Por eso afirmamos que es necesario demostrar la existencia de Dios; porque se demuestra lo que no es evidente. 2º.
Es posible demostrar su existencia - ¿Es posible demostrar su existencia? Si.
- ¿Hace falta tener Fe? No, Platón y Aristóteles, por ejemplo, no la tenían y llegaron a conocer la existencia de Dios. a.
Esta posibilidad está dada por dos motivos: Por parte del sujeto o persona que conoce que es el hombre. Por parte de la realidad creada. Por parte del sujeto o persona que conoce
El hombre, que es quien conoce, no es un mero animal sino que trasciende o va más allá del conocimiento de los sentidos.
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El animal tiene sentidos, conoce sólo sensiblemente. Conoce el olor, el sabor, el tamaño, si es jugoso o no, si está cerca o lejana su comida. El hombre además de los sentidos externos, de la intuición y de la memoria tiene inteligencia. Por eso, además de ver, oír, gustar, tocar, oler una cosa, puede responder a una pregunta muy simple y muy profunda: “¿Qué es?”. Puede decir cuál es la esencia o naturaleza de una cosa. ¡Cómo nos molesta cuando hacemos una pregunta y nos contestan yéndose “por las ramas”. Decimos: “se está escabullendo del tema, no va al grano, no va a la esencia de lo que le estoy preguntando”. O no se da cuenta de lo que le digo o no me lo quiere contestar. Pongamos un ejemplo: - ¿Quién es fulano de tal? - ¡ Ah! ¿Esa de pelo largo? - ¿Quién es? - Es muy simpática. - Pero … ¿quién es? Porque necesito saberlo para darle una tarea. - Una vecina maravillosa. Más allá de saber que si tiene pelo largo, o corto, si es simpática o no, quiero saber ¿quién es?. Esto también le ocurre al hombre cuando conoce. No nos preguntamos solamente cómo es una cosa, cómo se presenta, cómo la veo, cómo la siento; los elementos sensibles, cómo primariamente se presenta, sino que mi inteligencia busca decir “qué es” una cosa. Está más allá de los sentidos, no porque conozca otra cosa sino porque está más allá de los sentidos, porque la conoce intelectualmente, por su inteligencia, conoce la esencia de una cosa, no se queda solamente con las apariencias. Cuando afirmamos que es posible demostrar la existencia de Dios por parte del hombre o del sujeto, decimos que el hombre tiene capacidad para conocer más allá de lo sensible. Luego puede llegar a conocer a Dios aunque este no sea objeto de nuestros sentidos. (No lo vemos, no lo sentimos, etc). Por parte de la realidad sensible que nos “habla” del Creador Decimos que Dios se revela al hombre por la creación. La Revelación es una manifestación de Dios al hombre. Es un mostrarse. La Creación nos habla de Dios. Luego el hombre puede descubrir a través de la creación a Dios. El mundo, la realidad que me rodea, no es algo caótico; es algo ordenado que no se explica por sí mismo, tiene que explicarse por otro. Es decir, esta inteligencia del hombre está buscando la causa de esa realidad ordenada que no se explica por si misma y que necesita una explicación. Podemos y debemos leer en la realidad creada la obra de Dios. Lo creado nos lleva como de la mano al creador. Para ser más exacto en este tema nuestro: Lo creado me lleva de la mano a ver la existencia de su creador. Demostrar que hay un creador, es demostrar que existe o no. Que Dios existe es una verdad de Fe, pero también es una verdad demostrable por la razón humana. Es un dogma de Fe, pero no como el de la Santísima Trinidad o el de la Eucaristía o el de la Encarnación del Verbo, porque estos misterios jamás se pueden llegar a demostrar. Lo sabemos solamente porque Dios lo ha revelado, Dios nos lo ha enseñado. La existencia de Dios es una verdad de Fe, pero es lo que los antiguos llamaron: “un preámbulo de fe”. Más un preámbulo de la fe que una verdad de fe. Porque es donde se fundamenta la fe sobrenatural.
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Para que yo pueda creer que Dios ha hablado (fijáos en los verbos que utilizamos) tengo que saber que DIOS EXISTE. Entonces es una introducción a la fe. Es saber que AQUEL que me habla existe. Es una verdad muy especial. Es un dogma de fe y es una verdad demostrable por la razón natural. Resumimos este punto con el siguiente esquema: Porque la inteligencia más allá de los sentidos.
puede
conocer
Porque la realidad sensible nos habla del Creador.
nos habla
La Existencia de Dios es demostrable
Esto es lo que nos enseña el Concilio Vaticano I. (Dz. 1806 “De la Revelación”) contra los que niegan la teología natural: “Si alguno dijere que Dios vivo y verdadero, Creador y Señor Nuestro, no puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana por medio de las cosas que han sido hechas, sea anatema”. b.
Ateísmo Hay quienes niegan estos principios. Dicen que Dios: no puede ser conocido con certeza por nuestra razón ni a través de la Creación puedo llegar al creador. En ambas corrientes se da un relativismo.
En el primer caso: todo es relativo porque mi inteligencia es incapaz de conocer la verdad el primer punto). Es un relativismo subjetivista.
(niegan
Para esta corriente todo es opinable. Se habla de mi verdad, de tu verdad, de su verdad, de nuestra verdad. Y así se llega a la destrucción de la VERDAD. Podré decir que un elefante mide dos cm. De alto, pero no voy a lograr que realmente sea así. No soy yo la causa de las cosas. Es mi pensamiento el que se debe acomodar a la realidad. No es como mucha gente dice: - Bueno para mí es así. No es para mí, para ti, para él … ... es así. Para todos. Podrá gustarnos o no, pero las cosas son y mi inteligencia debe someterse a la REALIDAD. Y así como esto sucede en el orden moral, ocurre en el orden especulativo, en el orden del conocer: “Para mi el hombre no puede llegar a conocer más allá de lo que toca y ve”. Es un “cientificismo”, una concepción de una falsa ciencia que es pura experimentación, cotejo de elementos pero que no concluye en nada. Se escribe y se escribe y no se sabe a donde se va a parar por que no se dice QUE ES una cosa. No se llega a profundizar en la realidad. Y mi inteligencia es capaz de conocer la realidad. Pero nosotros afirmamos frente a esta corriente relativista o positivista que el hombre es capaz de conocer la realidad y de trascender la realidad. De ir más allá de lo que está viendo inmediatamente. “Alguien se introduce en una habitación se acerca a una mesa y ve elementos que han sido usados. Y aunque no ve a nadie sabe quien ha sido: un hombre, una mujer, pequeño o grande. No puede dudar que esa persona ha estado, que esa persona existe y que ha fumado ese cigarrillo o ha trabajado con esos utensilios”.
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- ¿La oyó? ¿La vió? ¿La tocó? - No, pero sin embargo pudo decir: Acá hubo una persona. - Es mi inteligencia que va más allá de las cosas. No porque invente, sino porque descubre, profundiza “más allá de la sensible”. En el segundo caso: Todo es relativo porque la realidad es un caos, de lo cual no se puede decir nada, no se puede concluir nada. Sí bien todavía no hemos demostrado la existencia de Dios, hemos ido en forma gradual afirmando que es necesario demostrar la existencia del Creador porque no es evidente en si mismo, sino a través de la creación. Luego hemos afirmado que es posible demostrar su existencia, y esto por dos razones: Porque la inteligencia del hombre puede conocer más allá de los sentidos. Porque la realidad sensible me habla de Dios. El efecto me lleva a la causa.
B.
DIOS EXISTE. SE PRUEBA POR CINCO ARGUMENTOS. Toda prueba de la existencia de Dios se basa en el principio de causalidad: - Por los efectos llegamos a la causa - Todo efecto exige una causa que lo explique.
Cinco Vías de la Existencia de Dios Primera Vía: Por el movimiento Aquí entonces también aplicamos el principio de causalidad y decimos: Todo lo que se mueve es movido por otro Aún en el caso del viviente esta afirmación es válida: Todas las cosas son algo determinado, una semilla es una semilla, un niño pequeño es un niño pequeño. Pero una semilla puede ser una planta y un niño pequeño puede ser un hombre adulto. La semilla tiene potencia para ser una planta. El niño está en potencia para ser un hombre adulto. Potencia es lo que puede ser Potencia es la posibilidad de perfección La semilla crece, llega a ser trigo, está en acto. El niño se convierte en hombre adulto: está en acto. Ha adquirido una perfección, un acto, que plenifica lo que estaba en potencia. ACTO = PERFECCIÓN Todas las cosas creadas estén en acto con respecto a lo que son y en potencia con respecto a lo que pueden ser. Cuando lo tienen están en otro acto con respecto a lo que antes estaba en potencia. El paso de la potencia al acto es lo que se llama: MOVIMIENTO Estudiar es un movimiento. Querer es un movimiento. Hablar es un movimiento. Correr es un movimiento. Cuando hablamos de movimiento, no nos referimos al movimiento local (caminar, movimiento de músculos o articulaciones), sino al paso de la potencia al acto.
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Si algo se mueve es porque carece, tiene potencia para ser algo que aun no es, es imperfecto con respecto a eso que no tiene y busca. Tiene una carencia. Si lo tuviera no se movería, no lo buscaría; no estaría en potencia para …… Algo se mueve cuando necesita algo; está en potencia para ser otra cosa. Por ejemplo: estudia este tema porque no lo sabe de lo contrario no se movería. Es decir que no lo posee y debe buscar ese algo. No se lo puede dar a sí mismo si no lo tiene. Nadie se da a sí mismo la perfección que no tiene, porque esto supondría que Ya lo tiene. Es imposible que un mismo ser mueva y sea movido en el mismo plano y modo. Que esté en acto o potencia con respecto a un mismo aspecto, niño y adulto a la vez. Por eso lo que está en potencia necesita de un ser en acto para actualizar esa potencia. Decimos que si yo estudio este apunte es porque no lo sé . No puedo enseñármelo a mi mismo, si no lo sé; necesito o un apunte, o un libro, o un profesor que me lo explique, que me mueva, que reduzca la potencia que hay en mi al acto. Todo lo que se mueve se mueve por otro. Pero es necesario llegar a un PRIMER MOTOR que mueva a todos y que no sea movido por nadie, porque tiene todas las perfecciones, no carece de nada, no busca nada, todo lo tiene: es ACTO PURO. Y a ese PRIMER MOTOR, lo llamamos DIOS. Cuando Vemos que se produce un efecto, buscamos su causa. Porque para nosotros el efecto es mucho más accesible que la causa. Sin embargo, cualquiera que sea el efecto considerado, podemos afirmar que tiene una causa, porque no hay efecto sin causa, y necesariamente la causa precede al efecto. Siendo inferiores los efectos a la causa, no pueden darnos de ésta un conocimiento completo; pero al menos bastan para revelarnos su existencia y su intervención. Así las obras de Dios, sin mostrarnos lo que El es en sí mismo, al menos demuestran su existencia. En el Universo que vive bajo nuestros ojos hallamos cinco pruebas de la Existencia de Dios: La primera y más clara esta tomada de las mutaciones que cualquiera puede observar. Todo ser que cambia de estado sufre necesariamente la acción de otro que tiene el poder de comunicarle una forma nueva. Por ejemplo, la madera puede ser quemada, pero no lo será sino por el fuego que se le aplique. De donde el principio indiscutible: Todo móvil es puesto en movimiento por un motor distinto de él mismo. Y cada motor no es capaz de imprimir un movimiento a un móvil sino en condición de haber recibido él mismo el impulso de un motor precedente: el bastón. El bastón es accionado por la mano, la mano lo es por el brazo, el brazo lo es por la cabeza. Sin embargo, es imposible extender hasta el infinito la serie de motores intermedios: forzosamente ha sido necesario, en el origen, un primer motor que de el arranque, y a partir del cual ha repercutido el movimiento en todo el inmenso organismo. Este primer motor inmóvil es el que se llama DIOS. Segunda vía: Por la Causalidad Segunda prueba: la argumentación de la causa eficiente. Ningún ser puede producirse a sí mismo: necesitaría obrar antes de existir. Hipótesis absurda. Todo efecto tiene una causa
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Ahora bien, si un efecto se produce, su causa inmediata ha sido causada por una causa precedente, está por otra anterior, y así sucesivamente. Se puede multiplicar el número de causas intermedias, pero no al infinito. Quiérase o no, es necesario remontarse a una primera causa eficiente, -que produce efecto-, que por su parte no ha sido causada por ninguna otra, y sin la cual no habría ni causas intermedias, ni causas inmediatas, ni efecto alguno por consiguiente. Ahora bien, es absolutamente evidente que efectos y causas inmediatas existen …… y la Primera Causa Eficiente se llama DIOS”. Tercera Vía: Lo contingente y lo necesario Hay en este mundo, cosas contingentes, es decir, cosas que ahora son, pero antes no fueron y después dejan de ser. Cada uno de nosotros es contingente. hace 100 años yo no era, ahora soy, dentro de 100 años ya no seré. Vemos que todo lo que existe en el mundo es contingente, es decir: Antes no fue, después dejará de ser. Y si todo es contingente quiere decir que hubo un momento en que nada habría, nada había comenzado a existir. Pero vemos que ahora existen. ¿Quién les dio esa existencia? ¿Quién hizo pasar las cosas de a nada al ser? Un ser necesario, que siempre existió, existe, y siempre existirá. A ese Ser le llamamos DIOS. Es decir, la “relación entre lo posible y lo necesario”: algunos seres podrían existir que, sin embargo, no existen, Otros aparecen, y luego desaparecen: O sea que pueden lo mismo existir que no existir, no son necesarios. Ahora bien, si todos los seres fuesen contingentes de esta clase, habría un momento en que ninguno existiría. Y lo que no existe no puede comenzar a existir sino por la acción de un ser ya existente. Si por un instante se supone la nada jamás comenzará la existencia: si en un momento nada existe, eternamente nada existirá. Puesto que de hecho existen seres, es que otro les ha dado la existencia, y un otro que no tiene, como todos ellos, la posibilidad de existir o de no existir, sino que existe necesariamente sin tener que aparecer y desaparecer, y sin tener existencia de ningún otro sino de él mismo. Este ser necesario es DIOS. Cuarta Vía: Graduación que vemos dentro de los seres Dentro del Universo vemos un orden jerárquico, no un orden de sola sucesión como el que existe en un fichero, donde una ficha está detrás de la otra. Vegetales Animales El Hombre El Ángel. Es una pirámide en el orden de la perfección. Hay seres más perfectos y seres menos perfectos. Cuando vemos una perfección que se da en uno más y en uno menos, se dice que esa perfección no se tiene esencialmente, por derecho mismo, sino por participación. Aquellas perfecciones que derivan de la esencia de una cosa no pueden tener un más o un menos. No puede un gato que sea más gato que otro. O es gato, o no lo es. En las características que se derivan de la esencia no hay un más o un menos. Cuando se da un más o un menos en una perfección, esto indica que no es de la propia esencia sino que es participación de otro, que goza en sí absolutamente de esa perfección. Vemos en las cosas que hay un más o un menos ser, una graduación en las perfecciones. ¿Por qué en unos se da más y en otros menos?
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Porque esas perfecciones no se tienen por esencia sino que se participan. Porque si fueran de la esencia no podría haber un más o un menos: se tiene simplemente o no se tienen. Llegamos así, a un ser no participado sino que hace partícipes de sus perfecciones. Las perfecciones en DIOS se dan de un modo absoluto y en las criaturas según un más o un menos. Dios crea por su inteligencia y hace las cosas bien, las creaturas tienen una semejanza de su AUTOR. Porque siempre un efecto, una obra tiene cierta semejanza a su autor, esto ocurre en la literatura, en el arte, etc. Cuando hablamos de Revelación Natural, decíamos que a través de las creaturas podíamos llegar a las perfecciones de Dios; en la creación las perfecciones de Dios están participadas. Las creaturas nos hablan de Dios, sin ser Dios. Dios posee esas perfecciones de modo ilimitado; las creaturas las poseen en modo limitado, y algunas participan más y otras menos. Es más, Dios es la causa de que en nosotros se den esas perfecciones. Un ejemplo: la humedad por esencia le corresponde al agua. Cuando vemos una pared húmeda, sabemos que la humedad no es esencial en ella, es de otro, es participada. Lo mismo ocurre con el calor. Entramos en una habitación, donde hay una gran temperatura, pasamos a otra sala y hay más calor hasta que llegamos a la chimenea. El calor no le corresponde a la casa por si misma, sino por participación de otro; en este caso del fuego. Hay un más y un menos, y un ser a quien le corresponde por esencia esa participación. La graduación que vemos que hay en los seres: en efecto, en todas las cosas se notan grados diversos, más o menos, en lo verdadero, en el bien, en lo bello, en la dignidad. O dicho de otra manera, una aproximación más o menos grande a la perfección. Y así como todo calor deriva del fuego que es su fuente asimismo toda perfección relativa proviene de la perfección absoluta. Así es que existe un ser soberanamente perfecto que posee el máximo de verdad, de bien, de belleza, de grandeza, y del cual depende todo lo que bueno hay en las creaturas. Este ser, que es la perfección misma, es DIOS. Quinta Vía: El orden del Universo Los seres desprovistos de conocimiento, los cuerpos puramente materiales, evolucionan según leyes fijas, estudiadas, armoniosas, como conducida por una inteligencia hacia un objeto determinado, como un proyectil cuya trayectoria es calculada y cuyo punto de caída se escoge de antemano. La inteligencia que conduce así infaliblemente a la naturaleza entera al término de su destino es Dios”. Que busquemos el fin no es raro porque tengo inteligencia. Pero que seres que no tienen inteligencia tiendan a un fin, eso es lo curioso: no tienen inteligencia y obran ordenadamente, y no por casualidad, sino que siempre de modo constante obran por un fin que no conocen. El orden siempre es obra de una inteligencia. Si el sujeto que obra ordenadamente no tiene inteligencia, ha sido ordenado por una inteligencia superior. Un ejemplo: “Las matemáticas de las abejas. La abeja resuelve un problema de construir una celdilla tal que con la menor cantidad de cera admita la mayor cantidad de miel. Reamur, lo descubrió hace dos siglos, aplicando algoritmos del cálculo infinitesimal, descubierto por Leibnitz. Mas lo curioso fue que los sabios, al hacer por primera vez el cálculo, se equivocaron; y la abeja, sin cálculo, sin estudio, no se equivocaba. ¡Y era allá por los años en que aún no había nacido Reaumur, Leibnitz ni Pitágoras! Tan curioso fue este descubrimiento que no nos resistimos a contarlo.
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Reaumur, el famoso físico introductor de la escala termométrica que lleva su nombre, sospechando lo que en efecto sucedía, propuso a sus compañeros el siguiente problema: ¿Qué ángulo hay que dar a los rombos de la base de una celdilla, de sección hexagonal, para que, siendo la superficie mínima, la capacidad sea máxima? Köning aplicó la teoría de máximos y mínimos del cálculo infinitesimal y halló, para el ángulo agudo de rombo, una amplitud de 70° 34’; naturalmente el ángulo obtuso tenía que ser completamentario de aquél. Medido el rombo de las celdillas de las abejas encontraron constantes sus ángulos, y el agudo era de 70° 32’. ¡El animalito se equivocaba en la insignificante cifra de dos minutos de grados! Pero al poco tiempo naufraga un barco en el temporal francés; el accidente se debió a un error en la apreciación de la longitud. Piden responsabilidades al capitán, que tranquilamente presenta sus cálculos, bien hechos. Desorientación. La causa había que buscarla por otra parte. En una palabra, repasadas y estudiadas las objeciones, encontraron una errata en la tabla de logaritsmos, que marcó su impronta en el cálculo de la longitud. Corregido dicho error, Köning volvió sobre el problema propuesto por Reaumur, que dio para el triángulo agudo del rombo de base 70° 32’. Se equivocaron los sabios matemáticos pero la abeja no se equivocaba y construye una celdilla tal que con menor gasto de cera admite la mayor cantidad de miel. Hay un orden en la naturaleza. El orden de los astros, el trabajo de los animales, la estructura de los vegetales, los ciclos, etc. Todo esta dominado por una inteligencia y esa inteligencia que ordena todas las cosas es DIOS. C.
NATURALEZA Y PERFECCIONES DE DIOS Sabemos por las vías de la existencia, que Dios es: ACTO PURO CAUSA INCAUSADA SER NECESARIO SUMA PERFECCIÓN INTELIGENCIA ORDENADORA De aquí veremos algunas perfecciones. a.
Simplicidad
Dios es espíritu –dice san Juan- (Jn. 4,24). En efecto, es imposible que Dios sea cuerpo. Porque cuando se observan los cuerpos, se da uno cuenta de que ninguno de ellos entra en movimiento sin haber recibido un impulso. Ahora bien, ya que quedó establecido que Dios es el primer motor inmóvil. Luego no es cuerpo. Además, todo cuerpo está en perpetuo devenir: es compuesto y divisible de modo indefinido. Al contrario, el primer ser posee de una sola vez su substancia, sin jamás sufrir ninguna modificación. Luego Dios es el Primer ser, no es cuerpo. Por lo tanto Dios es absolutamente simple. No hay en el complejidad alguna. Dios no se mueve, no cambia, no pasa de la potencia al acto, porque no necesita absolutamente nada, no tiene que buscar ninguna perfección porque es la posesión total de toda perfección. b.
Perfección
Es el autor de todas las perfecciones que poseen las criaturas, El las posee de manera eminente.
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c.
Bondad
Dios es infinitamente bueno, no porque tenga cara linda, sino porque encierra en sí toda bondad. Porque si no sería mutable, buscaría un bien que no tiene. El posee todo bien ya. d.
Inmutabilidad
No es como si estuviera quieto: es que no cambia. “Yo soy Dios y no cambio” (Mal 3, 6). El acto puro no sufre ninguna posibilidad de devenir, por lo tanto ningún cambio. Además, Dios no es compuesto, sino absolutamente simple, no puede por lo tanto sufrir ni siquiera un cambio de aspecto, como sucede a los seres compuestos. En fin, Dios es infinito y posee toda perfección del Ser total: así es que no puede adquirir un elemento nuevo, ni tender a un objeto diferente, que es la razón de toda mutación. e.
Eternidad
La eternidad se desprende de la inmutabilidad como el tiempo es solidario del movimiento: y como la inmutabilidad, la eternidad es un atributo exclusivo de Dios. La eternidad es toda la existencia poseída en un solo instante, por oposición al tiempo, que divide la existencia en instantes sucesivos, no siendo cada uno sino una duración efímera. La eternidad es pues la medida del Ser permanente, y el tiempo es la medida del movimiento. f.
Unidad
Dios es uno porque es perfecto. Si hubiera varios dioses necesariamente serían diferentes entre sí, y consiguientemente más o menos perfectos. Y como no serían absolutamente perfectos no serían dioses. g.
La ciencia de Dios
La ciencia de Dios se extiende a todos los seres extraños a El mismo: “¡Todo está descubierto bajo sus ojos!” (Heb. 4,3-12). En efecto, conociéndose perfectamente a sí mismo, Dios conoce a su propio poder, lo que éste ha realizado y aquello de lo que es capaz de realizar. Puesto que todo ha sido hecho por Él y nada puede hacerse sin Él. Él abarca con una sola mirada todos los seres y los acontecimientos pasados, presentes y futuros o simplemente posibles. El ve todos los efectos simultáneamente en su única Causa primera, que es El mismo. No solamente no pueden las criaturas escapar al conocimiento de Dios, sino que si Él no las conociera, ni siquiera existirían: “No porque son las conoce Dios, sino que porque El las conoce son” (San Agustín). Dicho de otra manera, la ciencia de Dios es creadora: ciencia de un arquitecto que primeramente tiene en su inteligencia la forma ideal del edificio, luego la realiza efectivamente por un acto de voluntad; con la diferencia, sin embargo, de que en Dios el concebir y el querer son simultáneos en el mismo instante eterno, y se identifican como ser y comprender. h.
La misericordia de Dios
La misericordia es un complemento de la justicia. El término “misericordia” evoca un “corazón lacerado”, y lacerado especialmente por ver la miseria de otro. Si Dios no puede condolerse por la miseria humana al punto de experimentar tristeza, al menos puede remediarla; y suponiendo este gesto una bondad superabundante, ¿no conviene eminentemente a Dios, Bondad infinita? El otorgamiento de perfecciones a sus criaturas es la obra de su bondad; la repartición equitativa de sus perfecciones, la obra de su justicia; la gratuidad de sus dones muestra su liberalidad; su ayuda para triunfar del mal manifiesta su misericordia. Lejos de neutralizar o desautorizar la justicia la misericordia más bien la corona y la excede. Quien cura un mal, cancela una deuda o perdona una ofensa, hace algo más que cumplir con un deber, pues ofrece una dádiva.
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i.
Providencia de Dios
La organización que existe en el Universo es igualmente la obra del Creador: se llama “Providencia” porque es la manera como la Divina Sabiduría provee a las necesidades de sus criaturas, pues prevé y prepara el porvenir de ellas. “La Divina Sabiduría abraza poderosamente al Universo de un extremo al otro y dispone todas las cosas con suavidad” (Sab. 8,1). No solamente el Universo en su conjunto, sino cada ser en particular es gobernado por la Providencia; porque todo depende del primer motor y de la Causa primera, tanto los seres incorruptibles como los corruptibles. Y si se observan defectos en algunos seres particulares, no son permitidos sino porque contribuyen al orden general y al bien del conjunto. Sin embargo, si sigue siendo el único jefe supremo que marca a los seres su destino para la ejecución de ese plan, Dios no desdeña hacer intervenir a las causas segundas. Habitualmente, la Providencia gobierna a los seres inferiores por medio de los seres superiores.
“El que tenga sed, que venga a Mí; de su interior brotarán torrentes de agua viva” (Jn. 7,47)
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UNIDAD III TRINIDAD DE PERSONAS
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TRINIDAD DE PERSONAS Nos encontramos frente al misterio mas sublime de nuestra fe. DIOS UNO EN NATURALEZA SUBSISTE EN TRES PERSONAS Se encuentra toda la intimidad de la vida divina, en conocer a Dios, no ya como causa de las creaturas, sino en sí mismo. Durante el Antiguo Testamento, Dios no revela el misterio de la Trinidad, pues la inteligencia del hombre podía caer en un torpe politeísmo: creer que eran tres dioses. Recién con Cristo se revela claramente este misterio. Trataremos de penetrar un poco en esta vedad.
Las Procesiones
Cuando rezamos el Credo, (apenas meditamos lo que decimos), repetimos: Creo en Dios Padre Todopoderoso…. Y en Jesucristo su único Hijo… engendrado no creado, de la misma naturaleza que el Padre… Creo en el Espíritu Santo, que procede y del Hijo, y que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria Anotemos estos conceptos: El Hijo es ENGENDRADO por el Padre. El Espíritu Santo PROCEDE del Padre y del Hijo. ¿Qué quiere decir? Que el Padre (DIOS) da origen al Hijo (DIOS), y ambas al Espíritu Santo (DIOS). El Hijo procede del Padre y el Espíritu Santo procede de ambos. Es decir que la Segunda y la Tercera Persona Divinas proceden de otra. A esto llamamos: PROCESIONES DIVINAS No nos referimos a las procesiones exteriores (Por ejemplo, el pueblo fiel hace una procesión desde la Catedral hasta la iglesia de N. Sra. del Carmen). Siempre en una procesión hay un principio y un término. En una Procesión interior mi idea procede de mi inteligencia, mi amor procede de mi voluntad. Aquí también hay un inicio y un término, pero lo que de allí resulta no sale al exterior. Ahora bien, siendo lícito establecer una cierta analogía entre la vida de las criaturas y la de DIOS, Santo Tomas explica las procesiones divinas, comparándolas con las procesiones interiores de la creaturas racionales (la idea procede de la inteligencia, el amor procede de la voluntad). 19
Así se explica el origen del Hijo o Verbo: por vía intelectual. La Procesión del Verbo Divino se llama generación. El termino “generación” comúnmente designa el origen de los seres vivos: e implica entonces una semejanza de naturaleza en el seno de una misma especie; un hombre engendra a un hombre. Ahora bien, el acto de inteligencia del que procede el Verbo Divino es una operación vital. Y el Verbo es semejante al principio del cual emana, puesto que la concepción de la inteligencia es la expresión de la realidad conocida: es igualmente de la misma naturaleza, puesto que en Dios la inteligencia se identifica con el ser. Por lo cual la procesión del Verbo Divino se llama generación, y el Verbo que procede se llama Hijo ( Santo Tomás de Aquino, Suma de Teología I q.27, a.2). Es una imagen, pero no como las nuestras, pues mi idea y yo somos dos realidades distintas. La idea humana no es el hombre, mientras que el Verbo en Dios -que expresa la naturaleza del Padre-, es Dios, en la naturaleza Divina. Dios Padre comunica toda su divinidad a la imagen suya, que es su Hijo: es Dios verdadero de Dios verdadero. Lo mismo el Espíritu Santo: procede del Padre y del Hijo, como el amor entre el Padre y el Hijo: (idea afectiva). Pero la procesión del amor no se llama generación. Porque se ejerce más bien sobre el objeto amado: es un IMPULSO, al cual se le da el nombre de ¨soplo¨ o ¨espiracion¨ para significar el ímpetu vital del amor. RELACIONES DIVINAS Entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, hay relaciones. Se vinculan entre sí. Esto es lo que se denomina Relaciones Divinas. Tomemos ejemplo del orden humano: 1.- Yo me relaciono con el agua por la natación. 2.- El comerciante se relaciona con el cliente por el comercio. 3.- El esposo se relaciona con la esposa por el matrimonio. 4.- El padre se relaciona con el Hijo por la paternidad. Así análogamente en Dios. El Padre se relaciona al Hijo El Hijo se relaciona al Padre El Padre y el Hijo se relacionan con el Espíritu Santo El Espíritu Santo se relaciona con el Padre y el Hijo
PATERNIDAD FILIACION ESPIRACION PASIVA ESPIRACION ACTIVA
Es decir en Dios hay cuatro relaciones. No puede haber menos (son tres las personas). No son cinco o seis, Pues, con relación al Espíritu Santo, el Padre y el Hijo actúan como un solo y único principio.
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PERSONAS DIVINAS Cuando hablamos de personas, nos referimos a un concepto distinto de la naturaleza. Así Pedro, Santiago y Juan son tres personas y los tres son de naturaleza humana. Con el Misterio de la Trinidad -y la palabra Trinidad es empleada muy a propósito porque expresa a la vez el número determinado de Personas Divinas, y una unidad radical, “unidad de tres” (I q.31, 1)-, Padre, Hijo y espíritu Santo son tres personas distintas y sin embargo no hay tres dioses, sino un solo Dios. Hasta aquí el ejemplo es similar (tres personas: Pedro, Santiago y Juan) y una sola naturaleza. La diferencia está cuando yo digo que Pedro, Santiago y Juan tienen la misma naturaleza, no hablo de la naturaleza individual de cada uno, sino de la naturaleza humana que se da en muchos individuos. Mientras que cuando hablo de la naturaleza divina, no quiero decir que la divinidad o naturaleza Divina se da en muchos dioses, sino que es la misma naturaleza individual que es común a las tres Divinas personas. Estamos frente al Misterio más grande de nuestra fe. Por eso las personas no se distinguen en su naturaleza individual, cada una de ellas es Dios, que se distingue de las personas entre sí, Recordemos lo que la doctrina Católica nos enseña como dogma primerísimo y fundamental entre todosEl Padre es Dios, El Hijo es Dios, El Espíritu Santo es Dios. El Padre no es el Hijo, El Hijo no es el Espíritu Santo. EXISTE UN SOLO DIOS EN TRES PERSONAS DISTINTAS PADRE, HIJO Y ESPIRITU SANTO Consta de manera clara y explícita en la Divina revelación y ha sido propuesta infaliblemente por la Iglesia en todos los símbolos de fe o Credo. El símbolo de fe llamado Quicumque, del siglo VI, es un motivo bellísimo de santa y fecunda meditación del Misterio Trinitario, por su especial explicitud majestuosa: “Todo el que quiera salvarse, ante todo es menester que mantenga la fe Católica; y el que no la guardare íntegra e inviolada, sin duda perecerá para sin el”. Ahora bien: la fe católica es que adoremos a un solo Dios en la Trinidad, y la Trinidad en la unidad sin confundir las personas ni separar la sustancia. Porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo; pero el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen una sola divinidad, gloria igual y coeterna majestad. Cual el Padre, tal el Hijo, tal el Espíritu Santo. Increado el Padre, increado el Hijo increado el Espíritu Santo. 21
Inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el Espíritu Santo. Eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo. Y sin embargo, no son tres eternos, sino un solo eterno, como no son tres increados ni tres inmensos, sino un solo increado y un solo inmenso. Igualmente, omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo; y sin embargo, no son tres omnipotentes, sino un solo omnipotente. Así, Dios es el Padre, Dios es el Hijo, Dios es el Espíritu Santo: y sin embargo, no son tres dioses, sino un solo Dios. Así Señor es el Padre, Señor el Hijo, Señor el Espíritu Santo; y sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor; porque así como por la cristiana verdad somos compelidos a confesar como Dios y Señor a cada persona en particular, así la religión Católica nos prohíbe decir dioses y Señores. El Padre por nadie fue hecho, ni creado, ni engendrado. El Hijo fue por solo Padre, no hecho ni creado, sino engendrado. El Espíritu Santo, del Padre y del Hijo, no fue hecho, ni creado, ni engendrado, sino que procede. Hay, consiguientemente un solo Padre, no tres Padres; un solo Hijo, no tres Hijos; un solo Espíritu Santo, no tres Espíritu Santos. Y en esta Trinidad, nada es antes ni después, nada mayor o menor; sino que las tres personas son entre sí coetanas y coiguales. De suerte que, como antes se ha dicho, en todo hay que venerar lo mismo la unidad en la Trinidad que la Trinidad en la unidad. El que quiera, pues, salvarse, así ha de sentir en la Trinidad.
“El que tenga sed, que venga a Mí; de su interior brotarán torrentes de agua viva” (Jn. 7,47)
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UNIDAD IV. b LA CREACIÓN DEL HOMBRE - EVOLUCIONISMO -
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EVOLUCIONISMO Evolución El evolucionismo materialista (Ernesto Haeckel), que supone la existencia de una materia eterna e increada y explica el origen de todos los seres vivientes: plantas, animales y el mismo hombre (en cuanto al cuerpo y al alma) por una evolución mecánica de aquella materia eterna, se halla en contradicción con la verdad revelada (Gen. 1, 1), la cual nos enseña que la materia fue creada en el tiempo y que fue formada por Dios, He aquí la definición expresa del Concilio Vaticano II: “Si alguno no confiesa que el mundo y todas las cosas que en él se contienen, espirituales y materiales, han sido producidas por Dios de la nada según toda su substancia, sea anatema” (Dz. 1805). Los enigmas del mundo, de Ernesto Haeckel, que alcanzaron gran popularidad, hoy son rechazados únicamente por la ciencia.
No es contrario a la fe cierto evolucionismo perfectivo de las especies, e incluso el tránsito de una especie a otra distinta dentro de la materia o de la vida, salvando siempre la acción creadora de Dios como primer autor de la materia y de la vida.
No cabe la menor duda en lo relativo al evolucionismo perfectivo de las especies. Consta ciertamente por la experiencia que la acción industriosa del hombre puede mejorar, y mejora de hecho las cosas dentro de la mima categoría específica (v. gr. mejorando la raza de los animales dentro de su propia especie). Y no hay inconveniente en que este mejoramiento lo realicen las mismas cosas por una evolución perfectiva puramente natural que llegue incluso a producir el paso de una especie a otra superior dentro de la materia o de la vida. Nada de esto se opone a la fe, con tal que salvemos siempre la acción creadora de Dios como primer autor de la materia y de la vida. Es necesario distinguir en primer término entre: 1. 2. 1.
Evolución Evolución por transformismo
Evolución
Se puede admitir la aparición de especies tanto vegetales como animales, cada vez más perfectas y por lo mismo más evolucionadas, sin admitir el transformismo, es decir la transformación de unas especies en otras. En condiciones nuevas y apropiadas de climas y de vida, o bien Dios crearía nuevas especies, adaptadas a esas condiciones, o bien se actualizarían las virtualidades previamente depositadas por el Creador en la materia y aparecerían nuevas especies. La historia de la vida en la tierra, nos dice de una gradual y más desarrollada manifestación de especies más y más perfeccionadas en el curso de las edades, pero nada nos dice de la trasformación propiamente tal de una especies en otras. 2.
Evolución por transformismo
El transformismo supone que de unas especies, derivarían por transformación otras más desarrolladas, ya gradualmente, ya bruscamente. Sostiene el transformismo que todo lo que existe ha sufrido
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un natural proceso de desarrollo que lo ha llevado desde un primitivo estado homogéneo e indiferenciado a estados cada vez más complejos y diferenciados. ¿En la actualidad hay transformación de unas especies a otras? Los naturalistas reconocen que todos sus esfuerzos han fracasado para obtener verdaderas especies. Todas las experiencias han concluido solo en la realización de híbridos hechos fecundos en su genitor. ¿Ha habido transformaciones de especies en el pasado? Los transformistas afirman que ha habido transformaciones de especies en el pasado. ¿Cuáles son las pruebas? La paleontología: Revela una progresión sucesiva de formas. La anatomía y la morfología comparadas ponen de manifiesto semejanzas de estructura. Sin embargo la semejanza morfológica no prueba la descendencia. La especie es un conjunto de individuos interfecundos. Lo que caracteriza propiamente a los individuos de una especie es la fecundidad y no propiamente la forma, puesto que pueden existir individuos de una misma especie de perro, por ejemplo, y que sin embargo se distinguen por sus formas muy diferentes. Hay perros de 60 kg y otros de 200 gm que, sin embargo, son interfecundos y por lo tanto pertenecen a la misma especie. Una burra y un caballo, por ejemplo, ofrecen similitud de formas, similitud morfológica, y sin embargo son especie diferente por su infecundidad. La dependencia de origen no se puede descubrir por el examen de fósiles y esqueletos cualesquiera que sean sus semejanzas. O sea la dependencia de origen y la consanguinidad entre los organismos, no se puede observar directa ni exactamente, pues ningún fósil lleva en sí mismo la indicación de cuáles fueron sus antepasados. Lo único que se puede observar directa y exactamente son semejanzas de formas, es decir, afinidades de forma, pero nunca parentescos de sangre ni dependencias realmente históricas. Por consiguiente, todas las afirmaciones que se hagan sobre dependencias se reducen a interpretar las semejanzas o afinidades de forma como parentescos de sangre. Ahora bien, las interpretaciones que pueden darse a un hecho son siempre variadas y diversas y aun opuestas. Esta es la razón de que exista tanta diversidad de opiniones. Con ello se pone patente algo muy importante:
Que la tesis evolucionista no se apoya en observaciones directas o exactas, sino en la interpretación dada unas observaciones; es una explicación de datos, para dar razón de la variedad y semejanza de formas observadas en el reino animal. La evolución no pasa, por tanto, de ser una hipótesis.
Es muy interesante e este propósito lo sucedido a Dubois con la parte de esqueleto hallado por el en Java: la parte superior de un cráneo, un fémur y dos muelas.
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Dubois lo presentó al Congreso Internacional de Zoología de Berlín, pretendiendo hacerlo pasar por el “Pitecanthropus erectus”. Después de largas discusiones manifestó Virchow, que presidía las sesiones, que hasta que Dubois no encontrará un esqueleto completo nada se podía afirmar de cierto. El Dr. Brass reconstruyó más tarde científicamente el esqueleto, resultando una forma genuinamente humana. Como que el terreno del hallazgo era de fines del cuaternario, varios siglos más tarde de la existencia del hombre sobre la tierra. El mismo Virchow declaró en el discurso a los sabios naturalistas del congreso de Munich: “Tenemos que reconocer, efectivamente, que falta todo tipo de fósil de un hombre menos perfecto que nosotros; y si reunimos la suma de los hombres fósiles encontrados hasta el presente y los ponemos en paragón con los de ahora, hasta podríamos afirmar decididamente que entre los contemporáneos existe un número mucho mayor de individuos relativamente inferiores que entre los fósiles conocidos. No me atrevo a presumir que sean los grandes ingenios del tiempo cuaternario los que han tenido la suerte de habérsenos conservado. Es costumbre inferir de la calidad de un objeto fósil aislado que de la misma son los demás. Yo no voy a hacer lo mismo en este caso. No afirmaré que toda la raza haya sido excelente como los escasos cráneos que de ella restan. Pero debo decir también que nunca se ha encontrado un cráneo fósil de mono o de hombre-mono que realmente hubiese podido pertenecer a un poseedor humano. Todo aumento de número de objetos que están por discutir nos ha alejado más del problema propuesto. No podemos enseñar, no podemos proclamar como una conquista de la ciencia que el hombre desciende del mono o de cualquier otro animal”. Queda, pues sentado que la Fe católica no se opone a un sano evolucionismo que llegue incluso al tránsito de una especie a otra superior, pero con estas condiciones: a. Que queda siempre salvo la acción creadora de Dios sacando de la nada la materia y la vida primitivas, o sea aquellas que inicien el proceso evolutivo dentro de su propia línea material o vital. b. Que el tránsito se realice dentro del campo de la materia, si se trata de cosas materiales, dentro del campo de la vida, si se trata de seres vivientes. Lo que no se ha dado nunca, ni parece que pueda darse, es el tránsito de la materia muerta a la vida sin una especial intervención de Dios. c. El tránsito de la vida irracional (animales) a la vida racional (el hombre) no puede verificarse en modo alguno por evolución natural. La existencia del alma humana supone necesariamente la inmediata intervención creadora de Dios. Desgraciadamente en estos últimos tiempos ha sido un sacerdote, el Padre Teilhard de Chardin S.J. uno de los que más ha confundido tanto a los científicos como a los fieles son el conjunto de teorías que ni son científicas, ni ortodoxas; de ellas dice un Monitum o advertencia del 30 de Junio de 1962: “Advertencia: ciertas obras, incluso póstumas del Padre Teilhrtd de Chardin se conocen y difunden con éxito que no es pequeño. Sin juzgar lo que concierne a las ciencias positivas, está suficientemente de manifiesto que en materia filosófica y teológica tales obras están llenas de ambigüedades o, más bien, de graves errores que atentan a la doctrina católica”. LA CREACION DEL HOMBRE Origen del género humano: El hombre ha sido creado por Dios (Vaticano I, 1783). Adán fue el primer hombre (C. II Milevitano, 101), del cual procede todo el género humano. Nuestros primeros padres, Adán y Eva, fueron creados o formados inmediatamente por Dios.
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A esta doctrina católica se opone -como ya dijimos- el evolucionismo materialista o transformismo (Darwin, Huxley, Spencer, Haechel, Buchner, etc) según el cual todo ser del hombre _el cuerpo y el alma_ se deriva mecánicamente por evolución natural del reino animal. El hombre procede totalmente del mono por natural trasformación. Contra esta doctrina herética ha aquí las pruebas: a. Sagrada Escritura: Lo dice de manera clara y explícita: “Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios los creó, y los creó macho y hembra” (Gen. 1, 27). “Formó Yahvéh Dios al hombre del polvo de la tierra, y le inspiró en el rostro aliento de vida, y fue así el hombre ser animado” (Gen. 2, 7). b. El magisterio de la Iglesia: Lo definió expresamente el Concilio IV de Letrán y lo confirmó en Concilio Vaticano I: “Este solo verdadero Dios, por su bondad y virtud Omnipotente, no para aumentar la bienaventuranza ni para adquirirla, sino sólo para manifestar su perfección por los bienes que reparte a la criatura, con libérrimo designio, juntamente desde el principio del tiempo, creó de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, esto es, la angélica y la mundana y luego la humana, como común, constituida de espíritu y de cuerpo”. (Vaticano I. Dz. 1783). “Los fieles no pueden abrazar la sentencia de los que afirman o que después de Adán existieron en la tierra verdaderos hombres que no procedieron de aquel como del primer padre de todos por generación, o que Adán significa una especie de muchedumbre de primeros padres” (Pío XII. Dz. 2328). “Antes de Adán no existieron en otro mundo distinto otros hombres y mujeres” (Pío II 717c). Naturaleza Individual del Hombre: El hombre es una persona compuesta de alma espiritual y de cuerpo material (C. XV de Toledo, 295). Es, por consiguiente, carne animada intelectualmente (cf. C. de Letrán 255). El Alma Humana: Es espiritual (racional e intelectual): “El Antiguo y el Nuevo Testamento enseñan que el hombre tiene una sola alma racional e intelectiva …, y si alguno en adelante se atreviese a decir lo contrario, sea anatema” (Conc. Constantinopolitano IV, 338). No es parte de la divina sustancia: “Creó y predico que el alma no es parte de Dios, sino que fue creada de la nada y que sin el bautismo está sujeta al pecado original” (Símbolo de San León IX, 348). El alma es una sustancia que se une al cuerpo, no accidentalmente (cf. León XIII, 191114), sino que es por sí misma y esencialmente forma sustancial del cuerpo: “Con aprobación del predicho sagrado Concilio, reprobamos como errónea y enemiga de la verdad de la fe católica toda doctrina o proposición que terminantemente afirme o ponga en duda que la sustancia del alma racional o intelectual no es verdaderamente y por si misma forma del cuerpo humano; definiendo, para que a todos sea conocida la verdad de la fe y se cierra la entrada a todos los errores, no sea que se infiltren, que quienquiera que en adelante pretendiere afirmar, defender o mantener pertinentemente que el alma racional o intelectiva no es por si misma y esencialmente forma del cuerpo humano, ha de ser considerado como hereje”. (Conc. de Vienne, 481).
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El alma humana no preexiste a su infusión en el cuerpo: “Si alguno dice o siente que las almas de los hombres preexisten, como que antes fueron inteligentes y santas potencias; que se hartaron de la Divina contemplación y se volvieron en peor y que por ello se enfriaron en el amor de Dios –de donde les viene el nombre de frías-, y que por castigo fueron arrojadas a los cuerpos, sea anatema” (Papa Vigilio, 203). “Si alguno dice que las almas humanas pecaron primero en la morada celestial y por eso fueron echadas a los cuerpos humanos en la tierra, sea anatema” (Conc. Braga 236). “El alma humana no es engendrada por los padres” (San Atanasio II, 170), sino que “es creada directamente por Dios de la nada”. (Símbolo de San León IX, 348) “Y es infundida por Dios ya antes del parto, por lo que en todo aborto voluntario se comete un verdadero homicidio” (Inocencio XI, 1185). El alma humana es inmortal: “Condenamos y reprobamos a todos los que afirman que el alma intelectual es mortal o única en todos los hombres, y a los que estas cosas pongan en duda” (Conc. V de Letrán, 738). El alma humana está dotada de libertad, incluso después del pecado de Adán: “Si alguno dijere que el libre albedrío del hombre se perdió y extinguió después del pecado de Adán o que es cosa de solo título o más bien título sin cosa, invención, en fin introducida por Satanás en la Iglesia, sea anatema” (Trento, 815) “Si alguno dijere que no es facultad del hombree hacer malos sus propios caminos, sino que es Dios el que obra así las malas como las buenas obras, no sólo permisivamente, sino propiamente y por sí, hasta el punto de ser propia obra suya no menos la tradición de Judas que la vocación de Pablo sea anatema” (Trento 816). El cuerpo humano El cuerpo del primero hombre fue creado por Dios “del polvo de la tierra” (Gen. 2, 7); aunque el Magisterio de la Iglesia no prohíbe que: “Según el estado actual de las ciencias humanas y de la Sagrada Teología, se trate, en las investigaciones y disputas de los entendidos en uno y otro campo, de la doctrina del “evolucionismo”, en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva y preeexistente, pues las almas nos manda la fe católica sostener que son creadas inmediatamente por Dios” (Pío XII, 2327). (Para todos aquellos que quisieran comprender qué explica la Iglesia cuando habla de alma, forma del cuerpo ver el apéndice que anexa). Naturaleza Social del Hombre Según la doctrina cristiana, el hombre, dotado de naturaleza social, ha sido puesto por Dios en la tierra para que, viviendo en sociedad u bajo una autoridad ordenada por Dios (cf. Rom. 13,1), cultive y desenvuelva plenamente todas sus facultades a gloria y alabanza de su Creador y, cumpliendo fielmente el deber de su profesión u otra vocación, alcance su felicidad, temporal y eterna juntamente” (Pío XI, 2270) ELEVACIÓN DEL HOMBRE AL ORDEN SOBRENATURAL Dios elevó a nuestros primeros padres Adán y Eva al orden sobrenatural y con ellos a toda la humanidad. Dios, por su infinita bondad, ordenó al hombre a un fin sobrenatural, es decir, a participar bienes divinos que sobrepujan totalmente la inteligencia de la mente humana. (Dz. 1786).
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Dones sobrenaturales El estado de justicia original se constituía ante todo, por los dones estrictamente sobrenaturales, con los cuales el hombre participa intrínseca y formalmente de la vida misma de Dios. Tales son, principalmente, la gracia santificante, las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo. Quizá la gracia original de nuestros primeros padres igualara y aún superara a la de muchos santos canonizados por la Iglesia. Dones preternaturales Además de estos dones sobrenaturales, Dios adornó a nuestros primeros padres con una serie de dones preternaturales que perfeccionaban en grado sublime la simple naturaleza humana. Los principales fueron cinco: INTEGRIDAD INMORTALIDAD IMPASIBILIDAD DOMINIO PERFECTO SOBRE LOS ANIMALES CIENCIA INFUSA Vamos examinarlos separadamente. Integridad Consiste este magnífico don en la total inmunidad de concupiscencia desordenada. En virtud de este don preternatural, el primer hombre tenía sometida de tal modo su razón superior a Dios y sus potencias inferiores a la razón superior, que no podía levantarse en su apetito sensitivo ningún movimiento desordenado contra la recta razón. Ello no quiere decir que no sintiese el apetito concupiscible con relación a las cosas necesarias para la conservación de su vida individual (comida) o para la propagación de la especie (apetito sexual), sino que jamás usaría ni podría usar desordenadamente de este apetito concupiscible, a menos que se rompiera previamente la armonía resultante de la sujeción de su razón superior a Dios procedente del don de integridad. Si no se hubiera producido esta ruptura, Adán se hubiera alimentado para conservar su propia vida y se hubiera unido a su mujer para propagar la especie, según el mandamiento del Señor: “Procread y multiplicaos” (Gen.1, 28), pero todo ello dentro del más exquisito orden de la razón, sin que jamás pudiera producirse el menor apetito desordenado en contra de ella. Inmortalidad El hombre es mortal por su propia naturaleza, compuesta de alma espiritual y de cuerpo corruptible. La corruptibilidad de este último es una consecuencia natural, inevitable de su propia materialidad. La materia, en efecto, está formada de diversos elementos que, al disgregarse, producen naturalmente la muerte si se trata de una materia viva. Precisamente la inmortalidad del alma proviene de ser una substancia absolutamente simple y espiritual, que no tiene ningún elemento de desintegración y, por tanto, no puede morir; es intrínsecamente inmortal. Sin embargo, en el estado de justicia original el cuerpo del primer hombre fue enriquecido con el don preternatural de la inmortalidad. Si Adán no hubiera pecado, después de una permanencia más o menos larga en el paraíso terrenal hubiera sido trasladado por Dios al cielo (visión beatifica), sin pasar por el trance terrible y doloroso de la muerte. Impasibilidad
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El tercer don preternatural que recibieron de Dios nuestros primeros padres en el estado de justicia original fue la impasibilidad. Consiste en la inmunidad absoluta de todo dolor o sufrimiento del alma y del cuerpo. Ninguna perturbación anímica o corporal podía alterar en lo más mínimo la perfecta felicidad natural de que gozaban nuestros primeros padres en el paraíso terrenal antes de su caída en el pecado. El don de impasibilidad constituye el gran complemento de los dos anteriores. El don de integridad removía del hombre todos los obstáculos de orden moral que podían impedirle la vida sobrenatural de la gracia. Por el don de impasibilidad desaparecía el peligro de la muerte, con la consiguiente, separación entre el alma y el cuerpo. Era conveniente, además, que el hombre estuviera también exento de todo dolor o perturbación orgánica o psicológica, interna o externa, para que su unión con Dios pudiera desarrollarse en perfecta paz y serena tranquilidad. Dominio perfecto sobre los animales Otro don preternatural del primer hombre, del que no habla expresamente la Divina Revelación, es el del dominio perfecto que ejercía sobre todos los animales. Sabiduría insigne Los cuatro dones preternaturales que acabamos de estudiar, o sea los de integridad, inmortalidad, impasibilidad y dominio perfecto sobre los animales, les fueron dados a nuestros primeros padres con derecho a transmitirlos a todos sus descendientes por vía de generación natural, lo mismo que los dones sobrenaturales de que hemos hablado más arriba; y así hubiera sucedido si no se hubiera producido la catástrofe del pecado original. Pero, además de estos dones comunes a toda la humanidad, el primer hombre recibió otro magnífico don a título personal e intransferible, como maestro y cabeza de toda la humanidad. Este don, de tipo francamente preternatural, fue el don de ciencia y sabiduría, excelentísimas que recibió en el instante mismo de su creación por infusión directa de Dios. EL PECADO ORIGINAL Y SUS CONSECUENCIAS Naturaleza del pecado de Adán Adán pecó gravemente en el paraíso, transgrediendo el precepto que Dios le había impuesto y perdiendo con ello la justicia original en que había sido constituido. La Sagrada Escritura relata minuciosamente el precepto de Dios y la transgresión del mismo por Adán y Eva (cf. Gen. 2, 16-17; 3, 1-24). Del hecho histórico fundamental -prescindiendo de los detalles ornamentales- no es lícito dudar, pues, consta expresamente en la Divina Revelación. El magisterio de la Iglesia lo enseñó repetidas veces en la antigüedad y lo definió expresamente en el Concilio de Trento: “Si alguno no confiesa que el primer hombre Adán, al transgredir el mandamiento de Dios en el paraíso, perdió inmediatamente la santidad y la justicia en que había sido constituido …, sea anatema” (Dz. 788). El pecado del primer hombre fue principalmente de soberbia, a la que se unieron la desobediencia, la gula, la curiosidad y la infidelidad. Algunos santos Padres, entre los que se cuenta Clemente de Alejandría y quizá San Ambrosio, y algunos exegetas modernos así como muchos psicoanalistas y protestantes liberales, quieren ver en el relato bíblico, bajo el símbolo de la fruta prohibida, un eufemismo para ocultar el pecado sexual que habrían cometido nuestros primeros padres. Para resolver la dificultad insuperable de que, siendo legítimos cónyuges y habiendo recibido de Dios el mandato expreso de crecer y multiplicarse –lo que hacía perfectamente lícito el acto conyugal, y, por
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consiguiente, no pecaminoso- los partidarios de la interpretación sexual proponen la teoría de que Dios les había prohibido el uso del matrimonio hasta que El se lo ordenara; y Adán y Eva, seducidos por la tentación diabólica, se habrían adelantado a la fecha fijada por Dios. Se trataría, pues, de un pecado formalmente de desobediencia y de soberbia –al querer saber tanto como Dios- pero a propósito del acto sexual que el demonio les proponía. Claro que lo que gratuitamente se afirma, gratuitamente se puede rechazar. ¿Dónde consta que Dios les prohibió el uso del matrimonio, cuando consta, más bien, todo lo contrario: “Creced y multiplicaos”? Adán al transgredir el precepto de Dios en el paraíso, perdió inmediatamente la santidad y justicia en que había sido constituido. He aquí la solemne definición dogmática del Concilio de Trento: “Si alguno no confiesa que el primer hombre, Adán, al transgredir el mandamiento de Dios en el paraíso, perdió inmediatamente la santidad y justicia en que había sido constituido, e incurrió por la ofensa de esta prevaricación en la ira y la indignación de Dios, y, por tanto, en la muerte con que Dios antes le había amenazado, y con la muerte en el cautiverio bajo el poder de aquel que tiene el imperio de la muerte (Heb. 2,14), es decir, del diablo, y que toda la persona de Adán por aquella ofensa de prevaricación fue mudada en peor, según el cuerpo y el alma, sea anatema” (Dz. 788). Desentrañándolo teológicamente la doctrina de este canon dogmático, nos encontramos con que el primer hombre perdió con su prevaricación todos los dones sobrenaturales y preternaturales del estado de justicia original, quedando su misma naturaleza humana, en cuanto al cuerpo y en cuanto al alma, en peor condición que la que tenía en el estado de inocencia. Veámoslo por partes: 1. Perdió los dones preternaturales: (Gracias, virtudes, dones del Espíritu Santo, inhabitación trinitaria). Lo expresa el canon al decir que perdió la santidad y justicia en que había sido constituido. La razón de esto es porque el pecado original fue un pecado gravísimo, incompatible con la gracia santificante y todo lo que ella lleva consigo (virtudes, dones, e inhabitación amorosa de la Santísima Trinidad en el alma). Esta fue sin comparación la mayor catástrofe del pecado original, los dones preternaturales, aunque eran muy grandes y inestimables, no sufren punto de comparación con los dones sobrenaturales de la Gracia: hay entre ellos una distancia infinita, la misma que existe entre el orden natural y el sobrenatural. 2. Perdió los dones preternaturales: (integridad, inmortalidad, impasibilidad, dominio sobre los animales) y ciencia insigne de Adán). El Concilio lo expresa con la pérdida de la justicia original (que llevaba consigo todo eso, como vimos), con la condena de muerte y el cautiverio bajo el poder del diablo. Terrible pérdida, pero incomparablemente menor que la anterior. Piensa el lector en el cúmulo inmenso de males calamidades y miseria de orden físico y moral que afligen a la pobre humanidad: trabajos físicos, dolores espantosos, sufrimientos de todas clases, terremotos, inundaciones, crímenes inmensos de orden político o pasional, robos, injusticias, atropellos, guerras terribles, cárceles, campos de concentración, enfermedades, muerte inevitable de todos los hombres, etc. Todo es consecuencia del pecado original, pues nada de ellos hubiera sido posible en el estado de justicia primitiva. Y con ser tan terrible todo esto, no tiene importancia alguna comparado con la pérdida de todos los dones sobrenaturales y la impasibilidad absoluta por parte del hombre de alcanzar la bienaventuranza eterna si Dios no se compadecía de él, como lo hizo efectivamente mediante la redención del mundo por Cristo Crucificado. 3. Su misma naturaleza humana quedó en peor condición tanto en el cuerpo como en el alma:
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Lo define expresamente el canon Tridentino, pero hay que entenderlo rectamente, porque los reformadores protestantes sostuvieron una doctrina inadmisible. En efecto: Lucero, Calvino, etc, enseñaron que la substancia del hombre quedó totalmente corrompida por el pecado original desde el punto de vista ético, de suerte que el hombre se volvió incapaz de buenas obras, perdió por completo la libertad y peca siempre en todo lo que hace. La Iglesia lo rechazó expresamente esta doctrina como herética (cf. Dz. 771. 815). La naturaleza humana quedó quebrantada, pero no substancialmente corrompida. La muerte corporal del hombre es una consecuencia natural de la corruptibilidad del cuerpo humano, compuesto de elementos contrarios entre sí, que tienden de suyo, a desintegrarse; pero, es, a la vez, castigo del pecado original, por cuanto que, a consecuencia de él, perdió el hombre el privilegio preternatural de la inmortalidad, que le hubiera hacho invulnerable a la muerte.
Observación: Ciertos elementos que colaboran a la comprensión de los contenidos de esta unidad serán editados a la brevedad.
“El que tenga sed, que venga a Mí; de su interior brotarán torrentes de agua viva” (Jn. 7,47)
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INSTITUTO DIOCESANO DE CATEQUESIS
SAN PÍO X DIÓCESIS DE SAN LUIS
TEOLOGÍA I
UNIDAD VIII NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
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“El que tenga sed, que venga a Mí; de su interior brotarán torrentes de agua viva” (Jn. 7,47)
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