Anotaciones sobre el proceso creativo. Camila Rodríguez Triana
Hace un tiempo vengo pensando que en mi caso el ser artista está relacionado con la palabra observación. Mi trabajo nace y se nutre a partir de realidades que observo en lugares y personas que conozco y que, por alguna razón, me llaman la atención de manera especial. Siempre que algo o alguien me llama la atención regreso para descubrir el por qué. Normalmente esta primera etapa de mi proceso creativo es la más larga. Necesito tiempo para observar y entender eso que observo. La observación es mi forma de relacionarme con el mundo en mi vida y mis relaciones cotidianas. Primero observo y después empiezo a moverme. Con el tiempo llega la confianza y se empieza a conocer al otro de una forma más íntima. Pero en un primer lugar está la observación, donde la palabra atención, es fundamental: observar con atención. Observación, contemplación, atención y tiempo. Después armo ficciones, si se quiere, que se nutren de esas realidades que he estado observando, pero que al mismo tiempo, nutren esas realidades. Nutrir es una palabra que está más relacionada con el llenar que con el vaciar. Alimentar, amamantar, robustecer, abastecer, suministrar. En mi caso la palabra nutrir funciona en un sentido contrario. Nutrir para mí es quitar todo eso de lo que se puede prescindir: si se quita algo y todo se sigue sosteniendo, eso que se quitó sobra. Nutrir es la acción contraria de lo que ocurre con las personas en este sistema capitalista en el que vivimos: cada día nos llenamos de más estímulos, más movimientos, más efectos, más ruido, más cosas, perdiendo de esta forma la capacidad de ver. Lo lento y lo que requiere tiempo para observar nos aburre. Queremos cosas rápidas, sonidos estruendosos, movimientos veloces, imágenes llenas de espectacularidad y de efectos, resultados instantáneos. Quizás el detenerse a observar con atención es el acto más revolucionario de hoy en día. Nutrir es quedarse con lo esencial, para poder observarlo sin ruido. Recuerdo que Andrei Tarkovsky decía que el cine es esculpir en el tiempo, porque es un ejercicio de quitar lo que sobra. El escultor quita toda la materia que sobra para que la forma que él vio en esa materia se revele. Para Tarkovsky el cineasta quita todo lo que sobra para revelar eso que él ha visto en el tiempo. Por esto mi trabajo, después de observar y entender eso que se observa, consiste en quitar aquello que sobra, si se quiere, descomponer, buscando llegar a los elementos esenciales. Con esos elementos que me quedan al final de todo este proceso de quitar, trabajo sobre las ficciones que yo veo en esas realidades que he estado observando. La palabra ficción normalmente se relaciona con fantasía, mentira, imaginación, invención. Para mí la ficción es imposible sin la realidad y la realidad es imposible sin la ficción, por lo que la realidad y la ficción se alimentan en una total dependencia. “(…) Mi gran deseo es aprender a hacer tales inexactitudes, tales anomalías, tales modificaciones, tales cambios de la realidad que de ahí salgan, pero si, mentiras si se quiere, pero más verdaderas que la verdad literal (…)” Paul Gauiguin.
Las ficciones sobre las que yo trabajo están llenas de realidad, por eso siempre soy llevada hacia la misma discusión: hago ficciones o documento la realidad? Como si la realidad no estuviera llena de ficciones. Quizás la respuesta a esa pregunta es que documento las ficciones que hay en la realidad. Después el proceso en cada proyecto que inicio es diferente; siempre se ve marcado por los límites que se tienen y que bordean la realidad con la que estoy trabajando. Pero cuando hablo de límites, no solo me refiero a los límites del encuadre que bordea el plano de una foto o una película. Me refiero también a los límites que bordean a las personas con las que se trabaja, a los espacios en donde se trabaja, a la realidad con la que se trabaja y a uno mismo. El proceso de observación inicial también está relacionado con entender esos límites propios y del otro en los que uno empieza a moverse y en descubrir la mejor manera para crear algo entre esos límites. La palabra límite se relaciona con frontera, margen, regla, es quizás ese lugar hasta donde se puede llegar, terminación, pero para mí es el inicio. Hay que entender los límites para volverlos parte de la obra y de esta manera sobrepasarlos. Esto implica una gran cantidad de ensayos y de pruebas que fuerzan la realidad para que esos límites se hagan presentes. Sólo al sentirlos se pueden delimitar y entender como moverse entre ellos. Por esta razón, en mis proyectos siempre hay una gran cantidad de ensayos y de repeticiones: acciones que se repiten, textos que se repiten, movimientos que se repiten, miradas que se repiten, planos que se repiten, escenas que se repiten, siempre con una pequeña variación, hasta que se encuentra el equilibrio. Pero ese equilibrio sólo se puede encontrar en una relación directa con la materia con la que se trabaja. Para mí es imposible encontrar el equilibrio sentada en mi escritorio, pensando conceptualmente la obra. Necesito la relación directa con la materia para descubrir ese equilibrio: estar con los personajes, estar en las locaciones, mirar las acciones y las posiciones de los cuerpos en el cuadro, sentir el tiempo y la energía que rodea la escena o el plano que se está haciendo. En esa relación con la materia siempre salen cosas que uno no se ha imaginado y que sólo se pueden descubrir si se observa con atención y si se deja un espacio abierto en el proceso para lo inesperado. La palabra inesperado se relaciona con imprevisto, azar, casualidad, repentino, espontáneo, sorpresivo. Para mí nada es casualidad. Yo creo que la realidad siempre está alimentando las ficciones que tenemos en la cabeza, siempre juega con ellas y responde a ellas. En mi trabajo es importante el proceso previo de investigación y de observación para llegar al entender, pero creo que es importante permitirle a lo imprevisto y a la intuición filtrarse por las fisuras de lo consciente y del entendimiento. En la mayoría de casos cuando se está en relación directa con la materia todo se transforma: la idea se transforma y la obra se transforma y hay que estar dispuesto a esa transformación. Cuando eso ocurre, la intuición se convierte en el mejor consejero, porque te permite navegar por las sensaciones, más que por las razones; te permite acceder a otro tipo de conocimiento. Pero para intuir es necesario observar con atención. Después viene todo el análisis de ese trabajo y de ese resultado, si se quiere, que arrojó el contacto con la materia y la intuición. En ese trabajo
de análisis siempre es sorprendente ver como la inconsciencia genera relaciones que estaban allí y que uno no había visto. Es probable que en ese análisis uno descubra otros caminos, otras posibilidades y nazcan nuevas preguntas que te obliguen a volver al lugar y repetir todo de nuevo desde otra perspectiva. A veces debes volver y repetir todo para corregir un detalle. En mi proceso siempre hay que estar dispuesto a repetir. Sólo en la repetición y en la observación de esa repetición se va encontrando el camino. Por eso yo no puedo trabajar por etapas: investigación y desarrollo, preproducción, producción, postproducción y finalización de una forma tan separada, donde casi es imposible devolverse. Yo necesito devolverme y repetir, devolverme y repetir, devolverme y repetir, devolverme y repetir. En mi proceso todas esas etapas están entre mezcladas y se alimentan todo el tiempo entre sí: investigo y observo, preparo la grabación, grabo, observo las imágenes en mi computador, replanteo, anoto, reinvestigo, vuelvo a preparar otra grabación, grabo y vuelvo a mirar las imágenes en mi computador, así de una forma repetida, el número de veces que sea necesario para encontrar el equilibrio: investigo y observo, preparo la grabación, grabo, observo las imágenes en mi computador, replanteo, anoto, re-investigo, vuelvo a preparar otra grabación, grabo y vuelvo a mirar las imágenes en mi computador. Alguna vez escuché a un artista decir que uno nunca terminaba una obra, porque el proceso de hacer una obra era infinito, siempre se encontraba algo nuevo que probar, siempre había algo que repetir. Para él las obras no se terminaban, sino que se abandonaban. En algún momento el artista debía obligarse a abandonar la obra. Yo no estoy segura que la palabra sea abandonar, porque mientras uno sigue trabajando en otra obra, todas las obras que uno ha realizado previamente se siguen construyendo, se alimentan. Quizás el proceso del artista, después de un tiempo, lo haga volver a una obra ya hecha desde otra mirada y nazca una nueva obra. Para mi el artista sólo abandona una obra cuando abandona su trabajo de artista. De lo contrario, siempre queda abierto el espacio para devolverse y reconstruir. Por ahora “abandonaré” este texto. Quizás más adelante vuelva sobre él.