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BAJO LA LUPA

miércoles 18 de marzo del 2015 Gestión

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Desayunando con Krugman Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008

Los riesgos de un dólar fuerte Su apreciación no es positiva para Estados Unidos porque permite a Europa exportar sus tribulaciones al resto del mundo. BLOOMBERG

NYT Syndicate

S

e nos ha advertido una y mil veces que la Reserva Federal (Fed), en su esfuerzo por mejorar la economía estadounidense, está “degradando” el dólar. Lo arcaico de esa palabra dice mucho de dónde vienen quienes formulan tales advertencias, pues es una alusión a la antiquísima práctica de reemplazar monedas de oro o plata con monedas “degradadas” en las que el metal precioso era adulterado con material barato. He aquí un mensaje para los entusiastas del oro y los discípulos de Ayn Rand que dominan el partido Republicano: el dinero ya no funciona de esa manera. Y los críticos de la Fed siguen insistiendo que las políticas monetarias flexibles provocarán la caída del dólar. Pero la realidad es otra. Lejos de estar camino a la degradación, el billete verde se ha disparado; en un año, su valor ha aumentado 20% en promedio respecto de las principales divisas (27% en el caso del euro). El problema es que un dólar fuerte es negativo para Estados Unidos. Además de debilitar la tan ansiada recuperación de la economía, pues incrementará el déficit comercial, el mensaje de esta tendencia alcista es que el país está menos aislado de los problemas externos de lo que muchos creían. En especial, habría que pensar que la combinación dólar fuerte/ euro débil es una forma en la que Europa está exportando sus tribulaciones a Estados Unidos y el resto del mundo. Aquí algunos antecedentes: el crecimiento del PBI estadounidense ha mejorado últimamente, aunque todavía hay mucho de qué preocuparse como, por ejemplo, la ausencia de evidencia concluyente que muestre un aumento de los salarios, lo cual nos dice que el mercado laboral continúa débil,



El billete verde se ha disparado; en un año, su valor ha aumentado 20% en promedio respecto de las principales divisas.

Estados Unidos no está precisamente boyante, pero parece estar muy bien comparado con Europa, donde el presente es malo y el futuro parece peor”.

a pesar de la reducción de la tasa de desempleo. Entretanto, los retornos que se ofrecen a los inversionistas son ridículamente bajos, de acuerdo con los estándares históricos: hasta los bonos de largo plazo pagan apenas un poquito más de 2% de interés. Sin embargo, los mercados de divisas siempre clasifican a los países siguiendo una curva. Estados Unidos no está precisamente boyante, pero parece estar muy bien comparado con Europa, donde el presente es malo y el futuro parece peor. Incluso antes de que estallara la nueva crisis griega, el Viejo Conti-

nente empezaba a parecerse a Japón, pero sin su cohesión social: dentro de la eurozona, la población en edad de trabajar se reduce, la inversión escasea y una gran parte de la región está coqueteando con la deflación. Los mercados han respondido a esas pobres perspectivas haciendo que las tasas de interés se reduzcan de una forma increíble. De hecho, muchos bonos europeos ofrecen ahora tasas de interés negativas. Esta situación hace que los bajísimos retornos que las inversiones obtienen en Estados Unidos se vean atractivos en comparación. Es por

ello que el capital sigue llegando a nuestro país, empujando el euro a la baja y el dólar al alza. ¿Quién gana con esto? Europa, pues un euro débil hace que su industria sea más competitiva e impulsa tanto sus exportaciones como sus empresas que compiten con importaciones, y el efecto que genera es mitigar la recesión. ¿Y quién pierde? Estados Unidos, pues su industria pierde competitividad, no solo frente a la europea, sino también en los países donde nuestras exportaciones compiten con las suyas. Hemos estado experimentando un modesto resurgimiento manufacturero, el cual será interrumpido si el dólar mantiene alto su valor por mucho tiempo. Por tanto y en la práctica, Europa se las está arreglando para exportar una parte de su estancamiento al resto del mundo. No hablamos de un complot nefasto sino simplemente de que así es como funcionan las cosas en una economía mundial en la que el capital se mueve mucho

y el mercado determina los tipos de cambio. Y los efectos podrían ser grandes. Si los mercados creen que la debilidad de Europa durará mucho, es de esperar que el euro baje y el dólar suba lo suficiente como para eliminar una gran parte o toda la diferencia que existe entre las tasas de interés, lo que mermaría severamente el crecimiento de Estados Unidos. Algo que me preocupa es que no estoy seguro de que los responsables de la política económica hayan tenido en cuenta todas las repercusiones que puede acarrear la subida del dólar. Me parece que la Fed, que sigue deseando subir las tasas de interés aunque la inflación esté baja y los salarios estancados, se muestra demasiado optimista en cuanto al lastre económico. Y las minutas más recientes de la entidad indican que algunos miembros del comité de política monetaria no tienen la menor idea y, según parece, creen que la llegada de capital fortalecerá la economía estadounidense. Algo más: muchas empresas en todo el mundo se han endeudado fuertemente en dólares, lo que significa que si esta moneda prosigue al alza se podría crear una nueva serie de crisis de deuda. Justo lo que la economía global necesitaba. ¿Hay una moraleja de política económica de todo esto? Por una parte, es muy importante para todos que el Banco Central Europeo consiga alejar a Europa de la trampa deflacionaria; el euro es su moneda, pero resulta que es nuestro problema. Pero lo más importante es que esta es una razón más para que la Fed se enfrente a quienes la instan a fingir que la crisis ya terminó. ¡No suban las tasas de interés hasta que le vean la cara a la inflación! Antonio Yonz Martínez Traducción