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Domingo 1 de Marzo del 2015

de artes y letras

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a inminente publicación de una nueva novela de Harper Lee, quien se hizo célebre por Matar a un ruiseñor (1960), ha suscitado un enorme revuelo. Después de todo, parecía improbable que la escritora estadounidense fuera a romper un silencio literario de… ¡cincuenta y cinco años! Como se sabe, luego de su avasallador éxito inicial, no volvió a publicar más, lo que dio pábulo a un sinfín de especulaciones. ¿Qué ocurrió con Harper Lee? ¿Por qué se agotó tras una sola obra? Las malas lenguas hicieron correr el rumor de que Truman Capote había reescrito la novela hasta ponerla a punto. Ambos eran amigos íntimos y, además, uno de los personajes está inspirado en él. Por su parte, ella lo ayudó en la

investigación de A sangre fría, aunque Capote, más tarde, con su habitual mezquindad, quiso restarle importancia a su contribución. Cabe suponer que la concesión del premio Pulitzer a la debutante exacerbara sus celos profesionales. La explicación más plausible sobre el largo silencio de la autora reside en su peculiar carácter sureño. Harper Lee era una chica de pueblo, acostumbrada a una vida discreta, y no aspiraba a convertirse en una figura pública. De la noche a la mañana, se encontró en medio de un torbellino mediático que fue in crescendo cuando Hollywood adaptó la novela en 1962, con Gregory Peck como el inolvidable Atticus. A ello debe sumarse la presión de tener que escribir un segundo libro

“Qué ocurrió con Harper Lee? ¿Por qué se agotó tras una sola obra? Las malas lenguas hicieron correr el rumor de que Truman Capote había reescrito la novela”.

que fuera igual o mejor que el primero. De ahí que, incapaz de sobrellevar la fama, la novelista optara por desaparecer de la escena. Ahora, sin embargo, ha regresado a las primeras planas. Y no es que haya vuelto a escribir, sino que ha rescatado un antiguo manuscrito que se creía perdido. Se trata de la versión original de su única novela, que difiere bastante de la que conocemos. En 1957, un editor perspicaz, Tay Hohoff, la persuadió para que rehiciera la trama y concentrara la acción en la infancia de la protagonista. Algunos detractores sospechan que se atascó en el proceso de reescritura y que solo pudo salir adelante gracias al talento del editor, quien le dio al libro su forma definitiva. Por tan-

to, es inevitable preguntarse cuánto aportó realmente la escritora. Y, en ese aspecto, el lanzamiento de aquella versión primigenia (que se titula Ve, pon un vigilante y constituye una secuela argumental) podría revelarnos algunas pistas significativas. HarperLee,queprontocumplirá 89 años, se encuentra casi ciega, sorda y con la memoria frágil. Por ello, se duda de su capacidad para autorizar la nueva publicación. Matar a un ruiseñor es una novela ejemplar por su defensa de la tolerancia y la justicia, una suerte de manual de ética para lectores de todas las edades que ha vendido alrededor de 40 millones de ejemplares en diversos idiomas. Hay demasiado dinero en juego.

uso de la palabra Juan Mendoza Pérez // Economista

El fetiche del salario mínimo

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ería un grave error incrementar el salario mínimo. Los beneficiarios serían los pocos trabajadores formales, menos del 2% de la PEA, que estarían afectos al aumento y conservarían sus empleos. Las víctimas serían los muchos otros trabajadores que seguirían condenados a vivir sin derechos laborales ni protección social o que saldrían de la formalidad. La razón es sencilla: no hay aritmética posible que permita que un trabajador reciba más que su productividad. El espíritu del salario mínimo es noble: asegurar ingresos “dignos”. Sin embargo, en la práctica, termina perjudicando a los

trabajadores de menores ingresos, vale decir, precisamente a quienes quiere ayudar. Ello ocurre porque, en las grandes empresas, los ingresos laborales son más del doble que el salario mínimo. Por el contrario, en empresas pequeñas o en las regiones más pobres, como Huancavelica, el ingreso está por debajo del salario mínimo. No es de extrañar, entonces, que diversos estudios encuentren que un incremento en el salario mínimo impulsa la informalidad laboral en las pequeñas y medianas empresas. Otras víctimas del salario mínimo son los sindicatos. Aumentarlo reducirá más todavía la cobertura de la negociación

“El salario mínimo en nuestro país es alrededor de 2/3 del ingreso per cápita, tan solo por debajo de Ecuador y Bolivia en la región”. colectiva, que hoy es de tan solo 1.7% de la PEA. Recordemos, además, que el salario mínimo en nuestro país es alrededor de 2/3 del ingreso per cápita, tan solo por debajo de Ecuador y Bolivia en la región. En parte, por ello, la informalidad laboral es 20 puntos porcentuales más alta en el Perú que en países de similar nivel de desarrollo. El salario mínimo no funciona como mecanismo de redistribución. Si quisiéramos que las personas menos favorecidas sean subsidiadas, sería mucho más eficiente utilizar los impuestos indirectos en lugar de distorsionar más todavía el mercado laboral. El salario mínimo es un

resabio de la tesis marxista del siglo XIX según la cual las utilidades de las empresas son el resultado de la explotación del trabajador. El siglo XX ha ilustrado, diáfanamente, el sonoro y repetido fracaso del marxismo y de la planificación central. En ese sentido, sacudámonos del fetiche del salario mínimo. Las leyes no pueden hacer el milagro de multiplicar los ingresos. Si ese fuera el caso, el camino a la prosperidad estaría a la vuelta de la esquina. La historia nos enseña que los ingresos aumentan como consecuencia de la libertad económica, del esfuerzo individual y de la adecuada provisión de bienes públicos.

Opinión | Perú21

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USO DE LA PALABRA

guillermo niño de guzmán // Escritor

EL INESPERADO REGRESO DEL RUISEÑOR

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Carlos Rivera Paz // Abogado

Urresti, autor mediato

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acia 1988, el Ejército comenzaba a definir una nueva estrategia contrasubversiva en la cual la inteligencia pasaba a ocupar un rol protagónico. Ese año, el entonces capitán EP Daniel Urresti Elera pasó a integrar el Estado Mayor del Batallón Contrasubversivo de Castropampa (Huanta), y ocupó la jefatura de la Sección de Inteligencia (S2). Si bien se había pasado de los crímenes masivos a la eliminación selectiva, Ayacucho seguía siendo un lugar trastornado por la violencia. En ese escenario se produce el asesinato de Hugo Bustíos en los días finales de noviembre. Bustíos había pretendido cubrir el asesinato de unos campesinos en el pago de Erapata, cercano a la ciudad de Huanta, y, ante la negativa del personal militar para que tome fotografías, se vio obligado a acudir a solicitar permiso al mismo jefe del cuartel de Castropampa, el comandante EP La Vera Hernández. Al llegar al cuartel, tuvo un diálogo con dicho oficial, que, si bien le autorizó regresar a Erapata, también le advirtió de que un terrorista identificado como el camarada ‘Sabino’ lo había delatado como colaborador de SL. Este hecho Bustíos le refirió instantes después a su esposa, Margarita Patiño, quien lo estaba esperando en la puerta del cuartel. Para la Fiscalía, este es un hecho fundamental, porque es el elemento a partir del cual se vincula a Urresti con el crimen del periodista. Si bien el ahora acusado ha dicho que su labor de inteligencia se limitó a una labor de ofici-

na, el dictamen fiscal establece que el capitán Urresti, como S-2, tenía amplias y complejas facultades y que estas estaban dirigidas a desarrollar operaciones de inteligencia, las que, en innumerables situaciones, significaban acciones ilícitas, como el secuestro y el asesinato de personas sospechosas de pertenecer o favorecer la acción terrorista. La Fiscalía sostiene que los militares de Castropampa mantenían a Bustíos bajo sospecha no solo por su labor periodística de denuncia de las violaciones a los derechos humanos y porque era conocido que Bustíos había sido secuestrado por militares en 1984 por una sospecha jamás acreditada. Así, la información de ‘Sabino’ adquiere mayor relevancia para los militares y para Urresti en particular. Por ello, la Fiscalía sostiene que esa información solo pudo haber sido obtenida por el S-2 (Urresti) o su personal de inteligencia y trasladada inmediatamente por él mismo al jefe del BCS La Vera Hernández, lo cual se convirtió en el elemento determinante para que los jefes militares –La Vera y Urresti– definan la orden de eliminarlo físicamente. A partir de esta circunstancia, el rol de Urresti se vuelve protagónico al ser quien obtuvo la información, la trasladó al jefe de la unidad militar y determinó la orden de eliminación física del periodista, la misma que se ejecutó con personal de la Sección de Inteligencia bajo su cargo, lo que da cuenta de que también trasladó la orden a los autores materiales, con lo cual asume una clara posición de autor mediato.