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XXII Premio SGAE de Teatro

Antonio Morcillo López Bangkok

XXII Premio SGAE de Teatro

ANTONIO MORCILLO LÓPEZ Bangkok

Sin la autorización por escrito de la editorial, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra ni tampoco su tratamiento o transmisión por ningún medio o sistema. De igual manera, todos los derechos que de ella dimanen, cualquiera que sea la naturaleza de estos, así como las traducciones que puedan hacerse, incluyéndose igualmente las representaciones profesionales y de aficionados, las películas de corto y largo metraje, recitación, lectura pública y retransmisión por radio o televisión, quedan estrictamente reservados. Se pone un especial énfasis en el tema de las lecturas públicas, cuyo permiso deberá asegurarse por escrito. Las solicitudes para la representación de esta obra, de cualquier clase y en cualquier lugar del mundo, habrán de dirigirse a Sociedad General de Autores y Editores, SGAE, en la calle de Fernando VI número 4, 28004 Madrid, España.

BANGKOK Primera edición, 2014

© De Bangkok: Antonio Morcillo López © Para esta edición: Fundación SGAE, 2014 Coordinación editorial: Pilar López. Diseño gráfico y maquetación: José Luis de Hijes. Corrección: Susana Pulido. Logotipo de la colección: Francisco Nieva. Procesos digitales de edición: bolchiroservicios.com. Imprime: Estugraf Impresores, S. L. Edita: Fundación SGAE Bárbara de Braganza, 7, 28004 Madrid / [email protected] www.fundacionsgae.org

ISBN: 978-84-8048-859-4 D L: M-29360-2014

Dramatis personae Guardia de seguridad: treinta y cuatro años Viajero: sesenta y ocho años

La acción transcurre en algún lugar de la geografía española.

Aeropuerto vacío. Terminal. Largas hileras de asientos. Detrás de ellas y en perpendicular, unos grandes ventanales tamizan la luz de un día soleado. Fuera, un halcón con caperuza vuela majestuosamente. Un viajero lo observa de pie, de espaldas al público. Cerca de él hay una maleta con ruedas. Encima de ella y bien doblada, una gabardina de color marrón claro. Al rato aparece un guardia de seguridad. Se sorprende al ver al viajero. Después de mirar en derredor suyo, se queda observando con curiosidad la figura del viajero. El guardia lleva en la mano izquierda un guante de cetrería. El viajero todavía sigue en silencio el vuelo del halcón, hasta que este desaparece súbitamente por un costado. Guardia.— ¿Qué hace usted aquí? Viajero.— ¿Yo? Esperando. Guardia.— ¿Esperando? ¿Qué está esperando? Viajero.— Mi avión. Silencio. Guardia.— Lo siento, pero no puedo dejarle pernoctar en el aeropuerto. No está permitido. Viajero.— No quiero pernoctar en el aeropuerto. Guardia.— Me echarían a la calle.

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Viajero.— Le digo que no quiero quedarme a dormir en este aeropuerto. Quiero ir a Bangkok. Guardia.— Bangkok. Viajero.— Bangkok. Tailandia. Salida prevista a las 14.00 h. Sunrisefly. Guardia.— ¿Sunrisefly? Viajero.— ¿Por qué no están encendidas las pantallas? ¿Por qué no hay nadie? Silencio. Guardia.— ¿Puedo ver su tarjeta de embarque? Viajero.— Por supuesto. El viajero busca en uno de los bolsillos de la gabardina, saca un papel y se lo entrega. El guardia lo lee con detenimiento. Guardia.— ¿De dónde ha sacado esto? Viajero.— De Internet. (Pausa) ¿Qué pasa? ¿Hay algún problema? Guardia.— ¿Cuánto ha pagado por su billete? Viajero.— Mil quinientos euros, ida y vuelta, hotel incluido. Guardia.— Un chollo, ¿no? Viajero.— Con el desayuno. Guardia.— Ya. Huevos revueltos, beicon y cruasanes de chocolate. Escuche…



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Viajero.— ¿Por qué lleva ese guante? Guardia.— Para los halcones. Viajero.— ¿Los halcones? ¿Qué halcones? Guardia.— Los halcones que tenemos en el aeropuerto. (Pausa) Mucha gente no lo sabe, pero los halcones son imprescindibles para el buen funcionamiento del tráfico aéreo. ¿Le suenan los sisones? ¿Unos pájaros muy cabrones de cuello negro y blanco? (Silencio) Los sisones se meten en los motores de los aviones y pueden provocar una desgracia. Cuando vuelan hacen así. (Extiende los brazos e imita el vuelo de un pájaro) Zzzzzzzssssssssssssssiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii… Viajero.— ¿Y los halcones se los zampan? Guardia.— Exacto. Cuestan una pasta, pero merece la pena. Viajero.— ¿Y usted los entrena? Guardia.— Yo los entreno y los cuido, sí. Viajero.— ¿Guardia? ¿Desde cuándo los guardias de seguridad entrenan halcones en los aeropuertos? Guardia.— ¿Desde cuándo? Viajero.— Sí, ¿desde cuándo? Guardia.— No sé. Quizá desde que todo se ha ido a la puta mierda. ¿Desde cuándo? No sabría darle una fecha. ¿1588? ¿1898? O quizá 1939. Por ahí. Viajero.— Entiendo. Reducción de costes. La crisis económica. Guardia.— Reducción de costes, la crisis económica y un curso de fin de semana sobre los aspectos fundamentales de la cetrería.

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Adaptarse o morir. También me encargo de los hurones. Pero son más aburridos. Antes éramos diez vigilando el aeropuerto. Ahora solo quedamos Wei y yo. Y como a Wei le dan un asco tremendo los animales, me encargo yo. Parece ser que los chinos son así. Bueno, los chinos de la región de Wei son así. China es muy grande. Quizá en Pekín amen a los hurones, no lo sé. Viajero.— ¿Y qué hacen los hurones? Guardia.— Los hurones también son capitales para el buen funcionamiento del tráfico aéreo. Toda la fauna que rodea a un aeropuerto lo es, por supuesto. Pero los hurones especialmente, porque se encargan de liquidar a la comunidad de conejos. Las madrigueras pueden destrozar las pistas de aterrizaje. Todo el cableado de tierra. Un desastre. Viajero.— ¿Otro curso de fin de semana sobre los aspectos fundamentales del hurón? Guardia.— O lo tomas o lo dejas. Viajero.— Y como tú hay cincuenta mil esperando. Guardia.— Y encima tienes que dar las gracias. Viajero.— Este aeropuerto es un zoológico. Guardia.— No. Es una historia muy larga. Viajero.— Oiga, ¿dónde están los otros viajeros? Guardia.— ¿Los otros viajeros? Viajero.— Es casi la hora. Y no hay nadie en la puerta de embarque. Además, aunque no se lo crea, no había nadie en el check in. Nadie. He pasado sin problemas. Podría haber llevado una bomba. O una pistola. Nadie me ha controlado el equipaje. Entiendo que

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haya reducción de personal y todo eso, pero ¿no podrían reducir la plantilla de halcones y hurones y contratar a alguien para hacer el check in? Guardia.— Buena pregunta. Viajero.— No estoy pidiendo nada del otro mundo. Guardia.— En absoluto. Viajero.— ¿Quiere usted revisar mi equipaje? Guardia.— No estoy autorizado para hacerlo. Viajero.— ¿Quiere cachearme? Guardia.— No estoy autorizado. Lo siento. Viajero.— Muy bien. De acuerdo. Luego no se quejen todos ustedes si el avión estalla a dos mil pies de altura. Guardia.— No se preocupe por eso. Viajero.— Espero que en el aeropuerto de Bangkok haya más personal contratado, la verdad. Guardia.— Y aviones. Viajero.— Y aviones. ¿Qué quiere decir con eso? Guardia.— Eche un vistazo. ¿Cuántos aviones ve usted ahí fuera? Así, de primeras. Viajero.— ¿Qué quiere decir con aviones? Guardia.— Quiero decir esos artefactos de la era moderna con forma cilíndrica y dos prolongaciones planas que surgen de los late-

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rales, la mayoría de las veces desplazándose a velocidad supersónica por el espacio, ¿cuántos ve usted? Viajero.— Bueno… que yo pueda apreciar, así a bote pronto… ninguno… no veo ningún avión por aquí. Deben de estar en los hangares. Guardia.— En los hangares… ¿De dónde coño sale usted? Coja sus cosas y márchese de una vez. Venga. Viajero.— ¿Cómo? Guardia.— Váyase a su casa. Aquí no hay ningún avión. El aeropuerto no está operativo. Viajero.— ¿Y mi vuelo? Guardia.— ¿Su vuelo? ¿Qué vuelo? Su vuelo no existe. Le han estafado, señor. Ha pagado mil quinientos euros por un vuelo inexistente que sale de un aeropuerto que no tiene aviones. Silencio. Viajero.— ¿Y qué hago yo ahora? Guardia.— Muy sencillo. Tiene que abandonar las instalaciones. Viajero.— No puedo. Guardia.— Sí que puede. Acompáñeme, por favor. Viajero.— Un momento, un momento… esto… esto no está pasando, ¿de acuerdo? Tengo un billete. Un billete legal. Tengo derecho a viajar. ¿Qué pasa con los halcones? ¿Qué pasa con los hurones? ¿Por qué entrena usted halcones si de verdad no hay aviones en este aeropuerto? ¿Qué… qué pasa aquí realmente? Quiero hablar con el responsable de Sunrisefly y que me indemnicen de alguna manera. O que me cambien el vuelo. O algo.



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Guardia.— Escuche: lo único que puede hacer en este aeropuerto es ir al cuarto de baño. ¿Quiere ir al cuarto de baño? Yo le acompaño. Viajero.— No. Tengo que ir a Bangkok. Guardia.— ¡Escuche, no puede ir a Bangkok! ¡Tendría que salir volando como un halcón! ¡Y usted no es un halcón! ¡Es un pobre idiota al que han engañado de la manera más estúpida! ¡Un viejo ignorante, eso es lo que es usted! (Silencio) Perdone. Perdóneme. En serio. No quería decir lo que he dicho. Usted no tiene la culpa. Viajero.— Sí, sí la tengo. Soy un idiota. Guardia.— No. Esto le puede pasar a cualquiera. Viajero.— ¿En serio? Guardia.— No. Quiero decir sí. Se aprovechan de la gente. Eso es todo. Esos cabrones no ven personas, sino euros. Están enfermos. Vivimos en un mundo completamente mercantilizado, sabe usted. Ya no hay personas, sino colectivos que generan demasiados gastos. Sujetos a los que se les puede aplicar un impuesto por el mero hecho de estar respirando. Es terrible. Pero no se preocupe. Viajero.— ¿No? Guardia.— No. Pronto todo esto cambiará por completo. Viajero.— ¿Recuperaré mi dinero? Guardia.— No me refiero a eso. Viajero.— ¿A qué se refiere? Guardia.— Pronto habrá un cambio sustancial en el orden de los valores.

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Viajero.— Ya. ¿Y entonces recuperaré mi dinero? Guardia.— No. Tampoco. Viajero.— Entonces, ¿de qué me sirve que haya un cambio sustancial en el orden de los valores? Guardia.— Por el momento de nada, pero piense en el largo plazo. Viajero.— ¡No tengo tiempo! ¡Quiero mi dinero ahora! Guardia.— Yo no estoy hablando de su dinero. Viajero.— ¿Ah, no? Guardia.— No. Estoy hablando de cómo la mercantilización imperante en nuestra sociedad dará paso a un nuevo amanecer basado en la empatía y la equidad entre iguales. Viajero.— ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? Guardia.— Eso tiene que ver con todos. Viajero.— ¿Dónde está su jefe? Quiero hablar con él. Guardia.— Aquí no hay nadie. Viajero.— ¿Dónde está la oficina de Sunrisefly? Quiero hablar con el responsable. Ellos me han vendido el billete. Guardia.— Nunca he oído el nombre de esa compañía. Aquí, por lo menos, no tienen oficina. ¿Y sabe por qué estoy tan seguro? Porque aquí no hay ninguna oficina de ninguna compañía aérea. Nunca ha habido ninguna. Viajero.— No hay derecho.



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Guardia.— Por el momento. Viajero.— Hijos de la gran puta. Guardia.— Es para cabrearse. Viajero.— Es para matarlos a golpes. Guardia.— Es para cantarles la cuarenta. Viajero.— Es para arrancarles los dientes con unas tenazas. Guardia.— Es para mandarlos a la mierda. Viajero.— Es para sacarles los intestinos y estrangularles. Guardia.— Ok, yo creo que ya… ya… Viajero.— Es para rebanarles la polla y metérsela por el culo después de haberlos castrado con una cuchilla desdentada. Guardia.— … ya, ya tienen suficiente, ¿no? Viajero.— Coger una Black & Decker y taladrarles el cuerpo, luego verter ácido sulfúrico en los agujeros y dejar que se fundan lentamente como un queso suizo y lanzarlos por el retrete. Guardia.— Escuche… Viajero.— Eso es lo que se merecen. Los muy cabrones. Guardia.— ¡¡Escuche!! Viajero.— ¿Qué? No me grite, ¿de acuerdo? Le oigo perfectamente. Guardia.— Perdone. (Pausa) ¿Por qué quiere ir usted a Bangkok?

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Viajero.— Creo que es un buen sitio para desaparecer. Guardia.— ¿Entre la gente, quiere decir? Viajero.— No. Físicamente, quiero decir. Silencio. Guardia.— Ya. Oiga… ni se le ocurra hacer una tontería en Bang­ kok, ¿de acuerdo? Allí las autoridades se toman muy en serio lo de lastimarse uno mismo. Tampoco en este aeropuerto, por favor. No tenemos ni botiquín. El otro día Wei se abrió la ceja al caer del patinete y no teníamos ni tiritas para taparle la brecha. Viajero.— ¿Dónde está Wei? Guardia.— En la otra punta. Durmiendo, lo más seguro. Acaba de tener gemelos. Viajero.— ¿Y usted? ¿Tiene hijos? Guardia.— Uno. De cuatro años. ¿Y usted? Viajero.— Uno también. (Pausa) Hace tiempo que ha dejado el nido. Guardia.— ¿Y a qué se dedica? Viajero.— Ingeniero. Guardia.— ¿Con familia? Viajero.— No… Estuvo casado, pero se divorció. Ahora no sé con quién está. Guardia.— ¿Hablan a menudo?

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Viajero.— Sí. Es difícil. Los dos viajamos mucho. Pero estamos en contacto. Guardia.— Cuando crecen todo cambia. Viajero.— Lo curioso es que ahora lo extraño mucho más que cuando era pequeño. Cuando era pequeño estaba demasiado ocupado trabajando. Ahora tengo muchas ganas de hablar con él. De contarle cosas. Sobre todo por las noches. Guardia.— Seguro que él también tiene ganas de contarle cosas. Viajero.— Sí, seguro. Está deseándolo. Guardia.— Puede que ahora mismo esté en Bangkok, quién sabe. Viajero.— Quién sabe. Guardia.— Sería divertido que fuera a Bangkok y se encontrara con su propio hijo por la calle. Viajero.— Sí, sería muy divertido. Silencio. Guardia.— ¿Qué pasa? ¿No sería divertido? Viajero.— Sí, mucho. Nos lo pasaríamos en grande. Silencio. Guardia.— ¿He metido la pata? Viajero.— No, en absoluto. Guardia.— ¿Sabe? A veces traigo a mi hijo al aeropuerto y le enseño los halcones. Le encantan.