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6 Boris Becker, Ste. 5 Rod Laver y John. 4 Ken Rosewall, Gu. Estos son los jugadores con m se inició la era profesional: // AP. Una clásica postal de victoria ...
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Lunes 2 de febrero de 2009

TENIS

El Abierto de Australia

deviaje

Nadal, ese villanoo encantador

La nostalgia del adiós

El español, número 1 del mundo, se vistió de leyenda e hizo llorar a Federer al vencerlo en la final, en otro épico match de cinco sets: 7-5, 3-6, 7-6 (7-3), 3-6 y 6-2 Por Ariel Ruya Enviado especial

M

ELBOURNE.– De pronto, se detuvo el tiempo. Como un flechazo, como una puñalada, la vida se parece a un extraño intervalo. Son las 0.15 del lunes, es el Rod Laver Arena, se acaba de resolver la mágica final del Abierto de Australia. Un hombre, un gladiador, ya convertido en leyenda precoz, en el suelo, acostado boca arriba, mirando al cielo, allí desde donde un designio de grandeza alguien debe señalarle su sendero de gloria. Es grande, verdaderamente grande para tener sólo 22 años; un brazo izquierdo de acero y una mentalidad que respira, que transpira, éxito. Es inmenso, pero desde aquí, desde este instante que parece inmortal, se parece a un pequeño gran hombre arrojado en el cemento caliente, azul como el cielo, a metros de su raqueta, su amiga, su novia verdadera. Pasaron 15 minutos, ya es lunes y la imagen no se transforma: si parece que durara toda la vida. Del otro lado, la leyenda devenida en simple humano lo saluda, lo felicita, mientras se lamenta por esa respuesta demasiado larga que definió un partido, una

Una clásica postal de victoria para Rafa Nadal: mordiendo el trofeo de campeón // A P

final, un récord que deberá esperar un tiempo más. Su llanto es genuino, sus lágrimas dejan ver a un mito derrotado, aunque no vencido. Su dolor es el dolor de un hombre que queda atrapado en la telaraña perfecta de un guerrero sin igual. Se toma la cabeza el chaval que ya ganó seis torneos de Grand Slam, como un sujeto que no puede creer lo que está sucediendo. Rafa sabe: el tiempo se detuvo. O más bien él fue capaz de detenerlo. Es el primer español que logra este torneo; el corazón le late más fuerte; por eso se toma la cabeza, la mueve de un lado al otro, como diciendo “no, no puede ser verdad”. Es cierto: Nadal es el campeón, es el mejor del torneo, el mejor de todos. Lo dice ese cartel electrónico, que señala ese 7-5, 3-6, 7-6 (7-3), 3-6 y 6-2 para la inmortalidad. Lo señala su imagen, sus brazos al cielo, allí donde debe conocer a alguien que, un día, seguro, lo habrá tocado con una mágica varita. De rey de la arcilla, a monarca del césped a majestad del cemento. Nadal quiere decir gloria en el lunfardo mallorquín. Es sinónimo de gloria. No es grande: es un gigante. Es el N° 1, es el hombre que, después de alzar la mágica copa, el trofeo del Abierto de Australia por primera vez en su carrera, va y abraza al Gran Roger. No sólo por cortesía: el español también siente

bronce. Pero hoy, lo que el suizo es de b que se dice hoy, ahorra, este chaval es un gigante. Es una má áquina de destrozar rivales, de romper m marcar, de quebrar mitos. Como el de Federer. Trece triunfos contra seis derro otas frente a la leyenda no resultan un n número más. Dicen, por caso, que Nada al también está destinado a la vitrina d de los campeones de campeones. ¿Qué esstaba cansado? Qué va. ¿Qué estaba agottado? Ni por asomo. ¿Qué las 5 horas, 14 minutos de la batalla con Verdasco le hicieron mella? Si parece una broma. Un par de masajees en el muslo derecho en el tercer jueg go y a seguir haciendo historia. Cinco ssets, cuatro horas y 23 minutos de otra a fiesta imborrable del juego de las raq quetas. Y el chaval, el pibe de barrio, eel enamorado de la pesca, el chico quee extraña Mallorca cuando viaja, el qu ue pide a gritos un

LOS MAS GANADDORES Estos son los jugadores con m más títulos grandes desde que se inició la era profesional:

Títulos Jugador

14

Pete Sampras

13

Roger Federer

11

Björn Borg

8

Andre Agassi, Jim mmy Connors e Ivan Lendl

7

John McEnroe y M Mats Wilander

6

Boris Becker, Steefan Edberg y Rafael Nadal

5

Rod Laver y Johnn Newcombe

4

Ken Rosewall, Guuillermo Vilas y Jim Courier

tiempo para él, lejos del mundo, lejos de tanto derroche triunfal, está ahí, con el trofeo. Al lado, otra vez, el emblema se lanza a llorar. Solloza, no puede hablar. Es que aspiraba al techo de Pete Sampras entre los ganadores de torneos de Grand Slam. Y se eriza la piel. No hay que frenarlo: es un desahogo sano de un hombre que sabe, que siente, que reconoce que con Nadal no se puede. Sencillamente, no se puede. Es el mejor defensor del mundo. Es un mariscal de su propia área, de su propio territorio: para marcarle un tanto hay que agotar siete vidas, como un gato. Corre, mete, empuja, va con el corazón en la mano frente al riesgo, es un desfachatado de la solidez. Y cuando tiene el control del juego, bueno, a disfrutarlo: esos misiles esquinados, esas balas con “comba”, que parecen fuera del campo y, de pronto, caen dentro. No tiene la zurda de Diego, aquella mágica y exquisita. A esta la recorre fuego por sus venas, sus arterias deben estar hechas con tejidos nacidos para triunfar. Entre nervios empezó este clásico moderno del arte de las raquetas. Dos quiebres, mucho suspenso y la ventaja inicial para Rafa (el 7-5) que corría tanto como Federer gastaba talento. Roger se recompuso con algunas sutilezas, aunque siempre incómodo con el juego destructivo de su adversario. ¿Por dónde lanzo? ¿Por dónde paso? ¿Tampoco esto alcanza? Preguntas que el suizo se habrá realizado, seguramente, antes de resolver el 6-3. Lo mejor, lo más vistoso, los pelotazos más punzantes, la exhibición más bonita se presentó en el tercer acto. Cuando los nervios marcharon y

EL DESCONSUELO DEL SUIZO

“Verlo llorar hizo que disfrutara menos”

“Dios, esto me está matando”

MELBOURNE (De un enviado especial).– El campeón aún estaba tenso. Rafael Nadal ya era el dueño del Abierto de Australia, pero, claro, las lágrimas de Roger Federer, su vencido en la final, conmovieron a propios y extraños. Entonces, su propia consagración quedó teñida por la emoción de un momento histórico para el tenis. Esto dijo el N° 1 del mundo: N “Fue un momento emocionante y eso hace grande al deporte. Ver a un gran campeón como Roger mostrando sus sentimientos demuestra lo humano que es. No tuvo miedo a llorar. Verlo a él llorar hizo que disfrutara un poco menos de la victoria. Es algo que a todos nos puede pasar.” N “Lo lamento por Roger. Es algo muy cruel para él. Es el mejor jugador que he visto en mi vida. Mi tío [Toni, su entrenador] siempre me dijo que el mejor era Rod Laver, porque logró el Grand Slam en dos ocasiones. Puede ser, pero Roger ha aportado mucho a este deporte. Es un gran campeón; es el mejor.”

MELBOURNE (D De un enviado especial).– Se entregan lo os trofeos, la ceremonia de siempre. Se eesperan las palabras de compromiso. Pasa a lo que nunca antes. Roger Federer toma el micrófono, intenta empezar, no puede. Desbordado emocionalmente rompe en lllanto, moquea como un chico. Apenas ballbucea desconsolado: “Dios, esto me está m matando”. La ovación en ell estadio suena más fuerte que nunca para el perdedor. Toma su premio resignado o. No le sirve. Es así, justo a él, que buscab ba el 14° Grand Slam para alcanzar a Petee Sampras, esto no le sirve para nada. El témpano suizo está ahí, temblando, jadeando o por el llanto y secando su rostro con el do orso de la mano. Pero el esfuerzo es inútil,, las lágrimas siguen saliendo. Sorprende, conmueve. Su mujer, Miroslava Vavrinec,, en su cómoda platea tampoco puede creeerlo y se tapa la cara. Hace fuerza por no lllorar también. Aunque más tran nquilo, la impotencia de Federer se repitió ó en la conferencia de prensa: “En el primeer momento te desilu-

“Es muy especial; es un sueño ganar aquí un torneo de Grand Slam en cancha dura. Trabajé muy duro toda mi vida para mejorar mi tenis fuera del polvo de ladrillo.” N “Ahora tengo seis títulos grandes. Estoy contento. Todos los campeonatos son difíciles de ganar. No sé si voy a ganar más, pero lo que es seguro es que lo seguiré intentando.” N “Estoy muy contento con estos seis títulos. Por supuesto, intentaré ganar alguno más, pero he aprendido hasta qué punto es difícil ganar un certamen así. Cuando gané el primer Roland Garros no sabía si habría algún otro. Debo seguir prudente y humilde. Este título es muy importante, pero no soy mejor jugador que hace cinco horas.” N “Todavía no he podido saborear el triunfo. Estaba muy cansado; en el vestuario, la cabeza me daba vueltas. Tras la semifinal con Verdasco, me quedó el muslo muy duro. Durante el partido no llegué a sentir calambres, pero estaba preocupado.”

El llanto conmovedor de Federer, que ve como la copa se va a otras manos

// A P

Toda la fiereza reflejada en el rostro de Nadal al impactar la pelota con furia // R EU T E RS

LOS MEJORES DE SIEMPRE

EL CAMPEON TAMBIEN SE CONMOVIO

N

los calambres llegaron para el español. Agotado, con menos fuerzas y con más hambre de gloria, resolvió de maravillas el tie break: 7-3. El suizo no trastabilló: el récord de Sampras y un estadio rendido a sus pies aguardaban pacientes. Otro 6-3 le abrió el juego, estiró el suspenso y los fantasmas del estado físico del español resurgieron como buitres. Nadal debe reírse de esos duendes que lanzan algunos maliciosos. Si tiene el cuerpo más aguerrido del planeta, si sus piernas parecen gacelas danzando en el campo. De pronto, se puso 4-1. Y los nervios, la ansiedad y la marca que se le derretía entre sus manos a Roger lo enloquecieron. Se fue del partido. Hasta hizo una doble falta en un momento decisivo. Y no hay que aferrarse, hoy, ahora, a algunos números. Que hizo más aces, que tuvo más winners, que hasta tuvo más puntos ganados. De nada sirve ya: él sabe que a Nadal no hay con qué darle. Es un villano encantador. Por eso llora, por eso sigue llorando en el vestuario, mientras el tiempo se detiene. Ese envío largo, esa pelota que pasa la línea, resuelve algo más que un partido, una final, una marca que se desvanece. Es el grito de un chaval que no es grande, es un gigante. Un pibe de barrio con destino de gloria sin límite: si esto apenas comienza. Por eso se lanza al cemento, se queda allí, petrificado. Boca arriba, brazos abiertos, la sonrisa intacta y la novia más hermosa, con el encordado intacto, a metros de él. Allí, de pronto, es cuando la vida sufre un intervalo. Ya es lunes, un lunes en que la leyenda, como si fuese un fantasma, pasó de un cuerpo a otro.

Estos son los jugadores que ganaron al menos tres Grand Slams distintos en la era Abierta (profesional), que se inició en 1968:

sionás, estás noqueado, triste. El problema es que no podés ir al vestuario, darte una ducha y tomártelo fácilmente. Tenés que mantenerte afuera. Ese es el peor sentimiento”, fue la explicación. Luego habló del juego y dio a entender que lo desespera no poder con Nadal: “Me gustaría ser zurdo para jugar los puntos de la ventaja como él. Es una ventaja para Rafa y no es la primera vez que pasa”. “Normalmente tengo un segundo saque muy confiable y esta vez tuve algunas doble faltas estúpidas. Intenté encontrarle la vuelta a mi servicio, pero nunca pude, fue una pena. Tengo un servicio completamente diferente del de Rafa, él intenta meterlo y yo busco las líneas con lo que sabés que estás arriesgando. Amo este deporte, y por eso me duele mucho perder”. Le preguntaron, al final, si piensa que puede vencer nuevamente a Nadal (no lo hace desde el Masters de Shanghai en 2007): “Sí, puedo ganarle. Si no lo creyera, no puedo pasarme cuatro horas y media ahí afuera haciendo esto”.

Rod Laver

Andre Agassi

Pete Sampras

Jimmy Connors Guillermo Vilas Ivan Lendl

Ganadores en cuatro torneos Jugador Rod Laver (Australia) ** Andre Agassi (EE.UU.)

Australia 1969 1995/2000/01/03

Roland Garros 1969 1999

Wimbledon 1968/69 1992

US Open 1969 1994/99

Ganadores en tres torneos John Newcombe (Australia) * 1973/75 ---1970/71 Ken Rosewall (Australia) 1971/72 1968 ---Arthur Ashe (EE.UU.) 1970 ---1975 Guillermo Vilas (Argentina) 1978/79 1977 ---Jimmy Connors (EE.UU.) 1974 ---1974/82 Mats Wilander (Suecia) 1983/84/88 1982/88 1988 Stefan Edberg (Suecia) 1985/87 ---1988/90 Ivan Lendl (Checoslovaquia) 1989/90 1984/86/87 ---Boris Becker (Alemania) 1991/96 ---1985/86/89 Pete Sampras (EE.UU.) 1994/97 ---1993/94/95/97/98/99/2000 Roger Federer (Suiza) 2004/06/07 ---2003/04/05/06/07 Rafael Nadal (España) 2009 2005/06/07/08 2008 * También ganaron títulos en la era amateur, pero no completaron el Grand Slam. ** Además ganó el Grand Slam en la era amateur; conquistó los cuatro títulos en 1962.

1973 1970 1968 1977 1974/76/78/82/83 ---1991/92 1986/86/87 1989 1990/93/95/96 2004/05/06/07/08 ----

MELBOURNE (De un enviado especial).– Es de noche. En realidad, de madrugada, si la aguja no engaña, ya son las tres. Es lunes, aquí, en la gran ciudad, y ya no queda nadie. El magistral Melbourne Park es un desierto sin vida: se fueron todos. Volaron las raquetas, volaron las pelotas, voló la gente, si hasta apenas unos minutos, y por dos semanas, aquellos sonidos eran la mejor inspiración. Australianos, norteamericanos; croatas y serbios enceguecidos por sus disputas, una melodía de idiomas universales que, de pronto, se esfumó. La batalla de los gladiadores ya es pasado. Hay un ganador, sobra la historia, pero aquí a la vuelta ya no queda ni un alma en soledad. Ya son recuerdo las decenas de partidas de ajedrez con una red de por medio. El magistral Rod Laver Arena, el magnético Hisense Arena, hasta el último reducto, el más pequeño, al que casi no asistía público, no tiene ruido de pelotas, no escucha el himno del aplauso. Ya es recuerdo el salón de jugadores, a metros del ojo sorprendido, los días que pasaron juntos los hermanos Safin, las hermanas Williamas y hasta el Gran Roger con su mujer Miroslava Vavrinec siempre a su lado, siempre de cerca. La honestidad brutal del Flaco Del Potro, la sinceridad al límite del Rey David. Ya es recuerdo llegar a las 10 y no irse antes de que todo acabe. Hasta la última bola. Ya es recuerdo el salón de la prensa, vanguardista al punto tal de contar con un plasma para cada enviado. Los chinos sacando fotos de todo y de todos. El salón de la fama, en el que Guillermo Vilas es una suerte de rey. Los cuadros de los grandes, las pinturas de las leyendas, el viaje en el “trans” cuando había tiempo, mientras la vista se perdía entre las torres de avanzada y castillos con acento británico de siglo 18. O el camino en el taxi, siempre expuesto a una historia de vida. Hasta el calor, ahora que está fresco, ahora que hay tanta soledad, verdaderamente se echa de menos en el camino del adiós. Es de madrugada y no queda más nadie. Los agentes de seguridad buscan acelerar el paso, mientras el caminante recuerda cada sendero, cada duda, cada aventura. Los recitales de rock en el Garden, la cerveza consumida como un jugo dietético. Los juegos para niños, los servicios sociales, las promociones, los días en que había que decidir qué ver, adónde ir, mientras en otro escenario se fabricaba otra historia. Ahora sí, definitivamente no hay nadie. El hombre cierra la gran puerta del Melbourne Park, extiende la mano y promete estar aquí, dentro de un año, a la misma hora, en el mismo lugar. Para seguir escribiendo esta suerte de fábula que es el Abierto de Asia y Oceanía, el abierto que abre sus puertas a todos, el abierto que ahora clausura la fortaleza, ya de madrugada, cuando ya no queda ni un alma más. ARIEL RUYA