LA DESTRUCCIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS “Cuando la Patria está en peligro todo está permitido excepto no defenderla”
Gral. José de San Martín
El debilitamiento sostenido de las Fuerzas Armadas no es una improvisación como creen algunos ingenuos o mal informados; todo se ajusta a una estrategia regional que nace en 1990 en Brasil, y que dio origen al denominado Foro de Sao Paulo, organización de alto peligro contra el sano convivir, que tiene como meta el transformar a América Latina en una colonia al servicio de Cuba y los intereses más sórdidos, cuya fase intermedia es la incubación del “Socialismo del siglo XXI” , antítesis de la democracia, bajo el engaño de lograr una travestida soberanía e independencia regional. El Foro como tal viene trabajando silenciosamente y en coordinación con gobiernos y organizaciones afines en todos los campos del convivir social; sin embargo existe un elemento que los inquieta y que a su parecer constituye una amenaza permanente para su desarrollo y este elemento se refiere a las Fuerzas Armadas, institución que vela por los intereses de la Nación y no por corrientes ideológicas o caudillos políticos. Esta preocupación o temor infundado ha generado toda una estrategia de debilitamiento de las estructuras militares en la región, un cambio de sus roles institucionales y una modificación de su pensamiento apolítico. Se colocó gente afín a los gobiernos de turno, a quienes no les importaba la defensa de la institución, sino hacer dinero y cuidar sus puestos; tales ejemplos los tenemos en América Latina donde altos mandos vendieron su conciencia y traicionaron su juramento de defender a su pueblo a cambio de migajas de poder. Las Fuerzas Armadas siempre han sido el referente de credibilidad y la institución más respetada en cada país, pero esa fortaleza constituía una amenaza para el “socialismo del siglo XXI” y debía cambiarse esa imagen ante la faz de la ciudadanía, transformando una fuerza que iba de la mano con su pueblo por una institución represora y protectora del gobernante de turno. Este tipo de estrategia iba a generar descontento al interior de los cuarteles, por lo que se vio la necesidad de crear fuerzas paralelas que disputen su poder y simultáneamente iniciar campañas de fraccionamiento interno entre los miembros de la Fuerza Pública, para lo cual se debía debilitar su capacidad operativa y credibilidad, creando una institución de mendigos del poder central. El caudillaje regional sabia muy bien que la mejor forma de evitar cualquier reclamo institucional era manteniendo a gente que se le podía comprar con ostentosos salarios, prebendas en sus cargos, adulos, viajes al exterior o participando en contratos millonarios de equipamiento de sus instituciones; así cada día se cristalizaba la
destrucción de las Fuerzas Armadas y la imagen institucional solo quedaría como un recuerdo desvalorizado de lo que fue un ejercito vencedor, utilizado y sometido por gobernantes que no les importaba su país sino su permanencia indefinida en el poder. A mediados del 2005 en el programa “PLOMO PAREJO”, en Caracas Radio-TV el periodista Venezolano Iván Ballesteros, leyó una carta en donde Fidel Castro aconseja al Tcnl. Hugo Chávez entre varios aspectos lo siguiente: “Compra todos los Militares, con ropa y equipo, todos los que tengan comando ponlos donde hay bastante dinero, corrómpelos para lograr fidelidad. A uno de ellos ponlo en la Petrolera, para que logre el control militar. En las guarniciones centrales necesitas poner a tu gente. Ofrece cursos para cambiar a los indecisos de los puestos claves, si logras de 200 a 300 militares de Alto Rango, con comandos de tropas, eres indestructible. Si tienes duda de algunos, ponlos a prueba. Por ejemplo con un golpe simulado, ahí salen todos los traidores y todos los fieles”. El proceso de destrucción institucional ya tiene algún tiempo, pero algunos con el síndrome de miopía conveniente siguen creyendo que no pasa nada y que mientras estén bajo la protección del supuesto redentor todo estará bien, sin recordar que los pueblos de América Latina nacieron libres y no existe poder alguno para acallar el grito de libertad y justicia. Cuando un ejército tuviere la insensatez de emplear el eslogan de “Patria, socialismo o muerte” les recomiendo que escuchen ese murmullo que nace en el continente y que se transformará en un grito de rebeldía para responderles “Patria, libertad o muerte”.
Crnl. Mario R. Pazmiño Silva.