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conciencia le dice que tiene vida, porque solamente puede morir lo que tiene vida, así es que si muero, hay promesa de resucitar, de vivir, de revivir, de convivir ...
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DE LA IMPOSIBILIDAD DE DEJAR DE SER PECADORES Y POR TANTO DE MORIR Por Mauricio Toxqui P. No se deja de ser pecador, se es, se vive en medio de lo antagónico a Dios. Proveemos para la carne, y así, morimos; no hay nada nuevo en esto, estamos habituados: morir, sobrevivir, sobremorir, y volver al inicio. ¿Que nos queda después de la muerte en vida? Pecado, decisión tras decisión florece nuestra caída, la existencia pareciera que quiere dejar de ser pecado, de pecar, de morir, pero morimos, nos morimos. Morimos y ¿qué podemos hacer? No hacemos nada, no sabemos. Tratamos, vaya que tratamos con toda las fuerzas de curarnos de nosotros mismos, del mundo, de los otros, quisiéramos curarnos del mundo, de esta guerra que existe en el mundo que no vemos, pero la lucha día a día momento a momento nos presenta la posibilidad de la muerte y ¿cómo es que aún vivimos, si morimos en cualquier momento? La muerte nos acecha, nos aguarda, si algo hay de cierto en esta urdimbre que llamamos historia, nuestra historia, es que morimos. La muerte nada promete, todo cumple, calla, es silenciosa, guarda silencio, pero es contundente su realidad cuando reclama nuestro ser, es tan real, que morimos. Hoy que muero, casi quiero dejar de ser, de estar, pero muero y es la confirmación contundente de que estoy, ¿como decir?: ¿vivo? La muerte se fermenta en el crisol de nuestra propia humanidad, el caldo de cultivo de nuestra muerte es nuestra inserción en el monstruo incrédulo, y en nuestra dependencia enfermiza al sistema, ese que enferma, que duele, que lastima, pero que es añorado por el ser, porque el ser, nuestro ser, reclama una posibilidad de mezclar al mundo con Dios, de licuarlo y tragarlo y “ser feliz” Dios y mundo ¿es posible? ... Y morimos. Pero, el que tiene su esperanza puesta en el Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, vive, porqué él le da la vida. El que muere, tiene una luz, porque si muere, su conciencia le dice que tiene vida, porque solamente puede morir lo que tiene vida, así es que si muero, hay promesa de resucitar, de vivir, de revivir, de convivir y de ver lo que no se ve, ese mundo que no vemos pero que es tan real, que vivo. El gigante, el que habló grandes verdades, el que quiso ser de Dios, el que viviendo prometía grandes cosas, grandes virtudes y murió, es decir, cayó, tiene la posibilidad de la resurrección, porque si ha muerto es porque tenía vida. Es decir, él que es muerto, es definitivamente muerto, ¿qué puede hacer para vivir? Nada hace, no sabe, no siente, está muerto. Pero el que muere, pero vive, sabe que muere, sabe que la muerte está a las puertas, momento a momento, día a día, lo sabe, porque cuando muere, entonces tiene la posibilidad de pedir la vida, de pedir la luz, de comunicarse con el dador de la vida porque él es La Vida, lo sabe, está consciente, y entonces vive. Y esa vida que se le otorga, está condenada a correr el riesgo de volver a morir, día a día, momento a momento, es la vida y es la muerte...

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