De la higuera aprended la parábola. Cuando ya su rama está tierna, y ...

dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37–40). .... evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones;.
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“De la higuera aprended la parábola. Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas (Mateo 24:32, 33).

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l salir del templo ese día, los discípulos estaban angustiados. Cuando las multitudes habían saludado a Jesús como el Mesías cuando entró montado en el asno a la ciudad, parecía que sus sueños finalmente se cumplían. Después de que Jesús limpió el templo de mercaderes otra vez, estaban seguros de que nadie podía pararlo. Pero Jesús no tomó el trono sacándoselo a los romanos, ni siquiera echó a los líderes religiosos. Simplemente salió del templo y dejó la ciudad. Al día siguiente, sus esperanzas se levantaron otra vez cuando Jesús fue confrontado por los fariseos en el templo. ¡Tal vez ahora Jesús anunciaría su reino! Pero no lo hizo. Jesús pasó el día discutiendo con los líderes judíos. Los fariseos trataron de entramparlo con una pregunta acerca de pagar impuestos al César. Los saduceos trataron de hacerlo aparecer ridículo con una pregunta sin sentido acerca del matrimonio. Jesús respondió hábilmente cada una y dejó avergonzados a los dos grupos ante la gente.

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Entonces los fariseos probaron otra vez hacerle decir algo para que ellos pudieran criticarlo. –¿Cuál de los mandamientos es el más importante? “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37–40). Luego Jesús le preguntó a la muchedumbre: –¿Por qué dicen ustedes que el Mesías debe ser hijo de David, cuando David lo llama “Señor”? –Y citó un versículo del Salmo 110 para probar su afirmación. Luego Jesús concentró su más severa crítica sobre los fariseos y otros líderes judíos. –“Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto, recibiréis mayor condenación” (Mateo 23:13, 14). Durante tres años, Jesús había viajado por el país, sanando y enseñando. Con los fariseos que lo molestaban espiando cada paso, él había refutado sus preguntas, y cuestionado sus tradiciones. Ahora trajo la pelea a la misma puerta de ellos. Aquí en el templo, la base de su poder, Jesús los expuso por lo hipócritas y engañadores que eran. “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad” (versículos 27, 28). Jesús se había enardecido por lo que habían hecho los fariseos, pero terminó con lágrimas que corrían por su rostro. “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os

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digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor” (versículos 37–39). Al salir del templo, los discípulos podían ver el odio en el rostro de los fariseos. “Si no fuera por el pueblo, nos habrían arrestado allí mismo”, se puede oír a uno de ellos. “¡Pero la gente está de nuestro lado! ¡Nada puede impedir que Jesús sea el Rey de Jerusalén ahora!” Pero algunos de ellos estaban profundamente turbados por las palabras de Jesús. ¿Qué quiso decir con que el templo quedaría desolado? ¿Sería posible que el magnífico tesoro de su nación pronto fuera nada más que un montón de ruinas? Mientras salían del complejo del templo, la necesidad de seguridad llevó a que uno hablara. –¡Maestro, mira esas murallas! ¿No son gloriosas? Ve cuán perfectamente blancas son las piedras de mármol que están allí juntas. Casi parece como que hubieran labrado todas ellas como si fueran un solo bloque compacto. Jesús levantó la vista, y vio la belleza y majestad del templo, pero a través del velo de su tristeza. Les dijo: –Las veo. Realmente son maravillosas. Ustedes las ven como si fueran indestructibles, pero oigan mis palabras: Vendrá el día cuando serán destruidas. Esos muros serán derribados de modo que no quede piedra sobre piedra. Chasqueados y desanimados, siguieron a Jesús a través del valle al Monte de los Olivos. Sus elevadas esperanzas estaban ahora aplastadas otra vez. ¿Cómo podría Jesús hacerse rey de una ciudad que pronto sería destruida? Después de que el grupo se sentó para descansar, Pedro, Santiago, Juan y Andrés se acercaron a Jesús, que estaba a corta distancia de los demás. Sus mentes estaban asimilando lo que Jesús había dicho. Suponían que Jesús estaba hablando acerca del fin del mundo, porque ¿qué otra cosa podría destruir su templo? –Dinos, Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas? ¿Qué señales nos advertirán que el fin del mundo está cercano? Jesús debe de haber respirado hondo y mirado a través del valle donde los brillantes muros del templo se veían muy sólidos. No podían soportar RECURSOS ESCUELA SABATICA – www.escuela-sabatica.com

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escuchar acerca del futuro que Jesús conocía. Así que él mezcló la descripción de la destrucción de Jerusalén y el día de su segunda venida, dejando que ellos estudiaran el significado por sí mismos. “Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores” (Mateo 24:4–8). Jesús les advirtió que sus seguidores serían odiados, traicionados y muertos. “Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (versículos 12–14). Después de palabras de advertencia que prepararía a sus seguidores para huir de Jerusalén antes de que fuera destruida, al cabo de unos pocos y breves años, Jesús pasó rápidamente a los eventos que ocurrirán justo antes de su regreso. Los largos siglos de tinieblas y persecución que estaban por delante fueron apenas mencionados. “Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (versículo 21). LA LECCIÓN DE LA HIGUERA Entonces Jesús habló específicamente acerca de señales inconfundibles mostrando que su retorno estaba cerca. “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (versículos 29–31). Jesús sabía que estaba hablando a hombres que caminaban por el país,

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hombres que habían aprendido a observar la naturaleza que los rodeaba. “Aprendan de la higuera”, les dijo. “Cuando ven que las ramas están generando hojas, ustedes saben que el verano viene pronto. Cuando vean todas estas señales, sepan que el fin viene pronto, ¡muy pronto!” Jesús también se refirió a observar la naturaleza cuando los fariseos le pidieron una señal. Qué triste sería, si como los fariseos, pudiéramos predecir el tiempo y el clima, pero no seamos capaces de leer las señales de los tiempos. “Mas él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! Que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!” (Mateo 16:2, 3). VELAD Y ESPERAD Solo podemos imaginarnos cuán angustiados estaban Pedro, Santiago, Juan y Andrés después de su conversación con Jesús. ¿Cómo podrían entender lo que dijo acerca del futuro cuando estaban tan confundidos con lo que sucedía en el presente? Jesús pronto sería arrestado y crucificado, y ellos se verían forzados a decidir si habían estado equivocados al creer en él. Pero, al recordar sus palabras y sus promesas, se aferraron a su fe. Sin duda las palabras de Jesús ese día sobre el Monte de los Olivos volvieron a ellos más tarde. Siempre que temían esos eventos venideros, recordaban la crisis de la muerte de Jesús, y cómo Jesús había regresado a ellos así como lo había prometido. Sabían que podían creer lo que él había prometido: que volvería otra vez. Y ¿qué sucede con nosotros? ¿Podemos también permanecer fieles mientras esperamos y velamos? No podemos saber el tiempo exacto del regreso de Jesús, de modo que tenemos que velar y esperar. Pero hay mucho que debe hacerse mientras esperamos. Podemos purificar nuestras almas obedeciendo las enseñanzas de Jesús. Podemos cooperar con los ángeles en alcanzar a otros con las buenas noticias acerca de Jesús. Como Enoc, Noé, Abrahán y Moisés en sus tiempos, tenemos una advertencia especial para nuestra generación. Jesús les contó a sus discípulos una historia de un siervo malo que se dijo RECURSOS ESCUELA SABATICA – www.escuela-sabatica.com

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a sí mismo: “Mi señor se tarda en volver”. Este siervo entonces comenzó a golpear a sus consiervos y a embriagarse. Cuando el señor regresó inesperadamente, el siervo fue arrojado afuera con los hipócritas. El siervo malo representa a los creyentes supuestamente fieles que afirman que el retorno de Jesús se ha demorado, que no vuelve muy pronto. Influyen sobre otros para que no se concentren en Dios y en las cosas eternas, y para que piensen sencillamente en los placeres de la vida diaria. Producen dolor a los demás creyentes, acusándolos de ser infieles. El regreso de Jesús sorprenderá a muchos creyentes infieles y falsos. Muchos persiguen solo el placer y la riqueza, ansiosamente procurando saber más acerca de todo, menos de las verdades que se encuentran en la Biblia. Para estas personéis, Jesús regresará como un ladrón en la noche, en forma totalmente inesperada. Las señales del fin que nos rodean son alarmantes. Mientras el Espíritu de Dios se retira del mundo, tragedia tras tragedia ocurre en cada país. Terremotos, incendios, inundaciones, crímenes y asesinatos afectan a cada familia. ¿Quién puede sentirse seguro acerca del futuro? La crisis del tiempo del fin está acercándose a nosotros gradualmente. El sol sale y brilla cada día, la gente edifica casas,y come y bebe. Los comerciantes compran y venden mientras la gente lucha para obtener más dinero y más poder. Las personas buscan los placeres y las diversiones en los teatros, estadios deportivos, y casinos. Pero en medio de toda esta excitación, el fin del tiempo de prueba se acerca rápidamente. El destino eterno de cada persona pronto se decidirá. Satanás está trabajando hasta fuera de horario para mantenernos engañados, divertidos y ocupados hasta que la puerta del cielo se cierre para siempre. “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estéis cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:36). (Messiah, capítulo 69, pp. 340, 341.) “YO SOY EL CAMINO” En su última noche con los discípulos, Jesús no les advirtió acerca de los eventos del tiempo del fin o les describió el difícil camino que tenían

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por delante. En cambio, hizo que la promesa les quedara más clara que nunca. “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho: voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino” (Juan 14:14). Tomás, que siempre tenía preguntéis, no estaba seguro. –Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Entonces vinieron aquellas preciosas palabras a las que todos nos aferramos cuando dudamos si estamos en el sendero correcto. “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (versículo 6). Cuando conocemos a Jesús, conocemos el camino. Cuando conocemos a Jesús, podemos esperar y velar en paz. Cuando conocemos a Jesús, estamos comprometidos a presentar a Jesús a otros. Cuando conocemos a Jesús, tenemos fe en su promesa de salvarnos. Cuando conocemos a Jesús, tenemos fe en su promesa de cambiarnos a su semejanza. Cuando conocemos a Jesús, podemos descansar en su promesa de que regresará.

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