Turismo
Domingo 5 de diciembre de 2010
apartada del casco urbano. La Pulpería, sobre todo de noche, parece un remoto parador en un cruce de rutas olvidado, aunque está a minutos apenas del centro de Tandil. Y bien vale una visita no sólo por lo gastronómico, sino también por lo histórico: las partes más antiguas de ladrillo a la vista datan de fines del siglo XIX, cuando el lugar era una posta. Luego fue fábrica de jabones y velas; después, casa de familia, y más tarde, simplemente una construcción abandonada. Luis González, de familia gallega y gastronómica, llegó de Quilmes a Tandil en 1986 y tuvo distintos negocios del ramo hasta que, con buen ojo, invirtió en La Pulpería. Su propuesta de asador, comidas al disco, pastas y picadas es simple, pero con estratégicos detalles ganadores. Sirve, por ejemplo, las chuletas con batatas fritas en unas cazuelas dignas de peregrinar 400 kilómetros. Las empanadas de carne son sencillamente imperdibles. Y las picadas, abundantes, honran la mejor tradición de la zona. Con vino y postre regional se gastan unos 80 pesos por persona. Está abierto todos los días, pero el clima varía bastante: de la tertulia de parroquianos un lunes por la noche al ruidoso comedor familiar de los domingos al mediodía. Puesto Chico/El Centinela Otra opción para una picada memorable espera ahí nomás, al pie del parque Independencia y frente a la plaza Moreno. En una clásica esquina se encuentra este cálido almacén regional y salón de picadas. Buen lugar para aprovisionarse de una sur-
tida selección de productos locales, desde algunas marcas masivas hasta establecimientos boutique, incluyendo logrados escabeches de la casa y la cerveza artesanal tandilera Quarryman. O para instalarse allí mismo: la picada tandilera chica, pero como para dos personas, 58 pesos. Para el postre, una sorpresa: El Centinela. En este complejo serrano con aerosilla, cabalgatas y hasta la opción de jugar al paintball pocos esperarían que se coma tan bien como efectivamente ocurre. Lejos de brindar los previsibles combos de comida rápida o al menos al paso, cuenta con una excelente parrilla y con un pequeño restaurante donde nadie debería perderse las picadas y, sobre todo, el memorable pastel de cordero (44 pesos), ciervo o conejo.
El mostrador de Puesto Chico
CATA DE HOTELES
DOBLE VIDA Cuenta tanto con habitaciones en el casco principal como con bungalows independientes para dos a cinco personas. La cabaña Dorada es la superior, con tres
Para completar la experiencia gourmet tandilera, nada como un pequeño tour de compras en busca de suvenires. En pleno centro de la ciudad, por ejemplo, se encuentra una de las mejores paradas: Syquet, local de salames y quesos de los dueños de la fábrica de embutidos Cagnoli, que no sólo es la empresa más grande en su rubro, sino que es una de las mayores empleadoras en Tandil. Syquet vende todo su catálogo (con algunos ítems exclusivos) junto con productos de otras marcas en un auténtico emporio de la picada, donde además se ofrece media docena de tablas ya armadas por expertos. En su reciente ampliación, el local sumó un espacio único, digno de ver: la primera cantina de maduración de jamones. El aroma en el interior de este lugar, donde cuelga medio centenar de patas de unos ocho kilos, es algo... inolvidable. Para una escala más boutique de las cosas, la recomendación es acercarse a las Cabañas Las Dinas. Allí, cerca de la zona hotelera de la avenida Don Bosco, la familia Panighetti elabora algunos de los mejores chacinados de la Argentina. Cincuenta productos, entre los que se descubre que el verdadero jamón cocido es algo muy distinto de lo que se suele vender en cualquier supermercado. Otros hits de la casa son el jamón crudo, la bondiola con pimienta y la misteriosa sobrasada mallorquí. En una pequeña oficina de madera, junto a un complejo de ocho cabañas para alquilar, Carlos Panighetti, hijo mayor del matri-
Syquet, en pleno centro monio fundador de la marca, dirige la degustación y revela los secretos del mejor salamín: “El blanco que suele cubrirlo se llama emplume y son en verdad colonias de hongos, que aunque a alguno le den impresión ayudan a conservar el producto”, da cátedra, mientras sigue cortando. Los quesos también son parte fundamental de la producción y la gastronomía locales. Don Atilio, de la familia Magnasco, es una de las fábricas de quesos más importantes de Tandil. La buena noticia es que cuenta con un local de venta al público junto a su planta de la avenida Falucho, una de las vías de ingreso a la ciudad. Don Atilio Magnasco llegó al país en el siglo XIX, hace más de 150 años, desde Génova. Y hasta hoy la empresa con el nombre del fundador sigue en manos de la familia. “Producimos todo con leche de nuestro propio tambo, acá en Tandil –dice, orgulloso, Matías Magnasco, gerente comercial–. Tenemos una veintena de quesos, entre los de pasta blanda, semidura y dura, y diría que nuestro caballito de batalla es el cuartirolo, suave y ligeramente ácido.” Atendido por expertos, el local es un festival de quesos y abre todos los días (lunes a sábado, de 9 a 17; domingo, de 10 a 13).
Tandil www.hosteriadelacascada.com.ar
Hostería de La Cascada UBICACION Por la zona hotelera de la avenida Don Bosco, recluido en un privilegiado predio de nada menos que veinte hectáreas al pie de las sierras más antiguas del mundo.
De compras
ambientes y dos baños. No tienen cocina propia, pero sí hogares de leña y salamandras. SERVICIOS Dentro de lo convencional hay pileta, biblioteca, televisión satelital, Wi-Fi (en áreas comunes). Lo más original, un pequeño bosque, cortado por un arroyo, con ¡ciervos, cabras, ardillas y pavos! Staff amigable y conocedor del turismo en la zona.
EN EL DETALLE Primer premio para los camastros de la galería principal, para hundirse con un libro al atardecer. Mención especial para la colección de instrumentos musicales antiguos y el mueble copero recatado del cercano pueblo de Vela. TARIFAS Habitaciones desde $ 320, bungalows desde 380, siempre en base doble y con desayuno y estacionamiento incluidos.
LA NACION/Página 5