DANZA Y TEATRO El paso de Barrault por estas tierras Las princesas ...

22 mar. 2008 - zada por Madeleine Renaud y Jean-Louis Barrault. Es una separata, de un libro editado por Dunken en 2007 “en homenaje al profesor Juan ...
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Espectáculos

Sábado 22 de marzo de 2008

LA NACION/Sección 4/Página 5

DANZA Y TEATRO (En el mundo )

Por Constanza Bertolini

Opinión

Passion, un espectáculo del Ballet Nacional de Hungría, que se presenta con éxito en la Opera de Budapest

■ Apasionados. Tres semanas de funciones lleva el programa de danza moderna Passion, que interpreta la Compañía Nacional de Hungría en la Opera de Budapest. Y hasta pasado mañana, este elenco clásico que le tomó el gustito al ballet contemporáneo continuará en escena con este espectáculo que conjuga obras de los coreógrafos Yvette Bozsik, Antal Fodor e Iván Markó –cada una, en un acto–. El primer trabajo, Wedding, con música de Stravinsky, está inspirado en la ansiedad que provoca el matrimonio. La pieza de Fodor se llama Woman Times Seven y es una suerte de viaje en el que un hombre y siete mujeres protagonizan sucesivamente encuentros y desencuentros. Sobre la partitura de Carmina Burana, de Carl Orff, Markó trabaja el optimismo, la alegría, el placer, la profundidad de una serie de sentimientos humanos traducidos al arte del movimiento.

Por Ernesto Schoo

El paso de Barrault por estas tierras

* * * ■ Una artista de tapa. Nuevamente, la

argentina Paloma Herrera aparece en el centro de la portada del brochure de la temporada del American Ballet Theatre en el Metropolitan Opera House de Nueva York. La razón es que ella será la única primera bailarina que interpretará el rol principal de todos los ballets completos que se darán entre el 19 de mayo y el 12 de julio de este año, incluso la obra que la prestigiosa coreógrafa Twyla Tharp creó especialmente para Paloma. Así, será la estrella de la nueva producción de La bella durmiente, Don Quijote, El corsario, El lago de los cisnes, La bayadera, Giselle y La viuda alegre.

REUTERS

la compañía en un casi non stop de funciones (sólo descansan los lunes) durante nueve semanas y con lleno total en la capital ibérica. * * * ■

EFE

Inmaculados, los tutús de las intérpretes del Ballet Clásico de Moscú, en un cuadro emblemático de la pieza romántica Giselle

* * *

La ucraniana Katia Ivanov y el egipcio Hany Hassan, en un ballet basado en Zorba el griego, de Kazantzakis, presentado en la Opera de El Cairo



De Rusia, en España. Hasta el 3 de mayo, el Ballet Clásico de Moscú presenta en el Teatro Gran Vía de Madrid una temporada de danza que da cuenta del gusto de los españoles por las piezas clásicas. El cascanueces, Romeo y Julieta, Giselle y La creación del mundo, entre otras, mantienen a

(Platea infantil)

Paloma Herrera, en la portada del programa de la temporada del ABT, con Marcelo Gomes y Carlos Acosta, en El corsario EFE

Aniversario de la Opera de El Cairo. Este mes, las celebraciones por los 20 años del teatro egipcio convocaron a un sinnúmero de artistas. Los bailarines Laura Hormigón y Oscar Torrado –ex primeras figuras del Ballet Nacional de Cuba– dieron el toque español con la interpretación de Carmen, de Bizet. Por su parte, la compañía de la casa rindió homenaje al coreógrafo marsellés Maurice Béjart, fallecido en noviembre último, interpretando su inolvidable Bolero, de Ravel. Además, el Ballet Nacional de Egipto mostró una adaptación para la danza de Zorba el griego, que interpretaron la bailarina ucraniana Katia Ivanov y el egipcio Hany Hassan.

Por Ruth Mehl

Las princesas de cuentos sólo se visten bien Una obra que sólo hace un muestrario de personajes conocidos por el cine y la televisión Regular

★★

El libro mágico de las princesas 2. Por el Grupo Alas. Libro y dirección: Gustavo Bernal. Con Guillermina Acosta, Carolina Allende, Mara Fernández, Mariano Ferrer, Daniel Mercado y Yanina Cuppini. Música de Fernando Nazar. Coreografías de Marisa Ziccardi. En el espacio artístico Colette, Corrientes 1660, Paseo La Plaza. Sábados y domingos, a las 16.45. Entradas: 20 pesos. Duración: 60 minutos.

En esta segunda versión de El libro mágico de las princesas, del Grupo Alas, la historia muestra a Campanita, el hada amiga de Peter Pan, quien por celos lo pone en problemas y luego, afligida, decide circular por el libro de las princesas para conseguir la necesaria magia para ayudar a su amigo. Así, recorre escenas de Blancanieves, en las que la malvada madrastra discute con el espejo, y también cuando Blancanieves conversa con los enanitos, come la manzana y es rescatada por el príncipe; otras, de Cenicienta en el baile, cuando la joven enamora al príncipe y pierde su zapato; de Aladino, su lámpara y la princesa Jazmín, y luego con el Pirata del Caribe que finalmente le regala su medallón.

Este recorrido apela a un imaginario conocido por los chicos, especialmente a través de la televisión o de los videos. En muchas secuencias, además de la escenografía apropiada para bosques y palacios, están los títeres para que se hagan presentes enanitos, animalitos cómplices o el famoso espejo que habla. Tampoco faltan las escenas románticas clave entre los protagonistas. Se intercalan en el relato las canciones, los bailes y algunos momentos de animación, en los que se pide la participación de los padres. Estos juegos son aprovechados para establecer cierta complicidad con la platea y, especialmente, entre los adultos. Las verdaderas estrellas vuelven a ser los trajes principescos. Con todo el despliegue: los tules, el rojo aterciopelado, las puntillas, los ribetes dorados y el vuelo de las largas faldas, que hacen suspirar a nenas (y es indudable que también conmueven al resto de los espectadores). ¿Será porque en la fantasía de todos hay un pequeño y engañoso rincón del “vivieron felices por siempre jamás”, adjudicado a los habitantes de los palacios, y eso lo certifica un vestido? Es curioso, porque ninguna de las princesas que se citan en ese “libro mágico” se salva en la historia original (sobrentendida en el

espectáculo) de padecer pérdida de seres queridos, abandono, envidia, atentados contra su vida, secuestro, humillación y, sin embargo, todo parece esfumarse con una escena de amor, un par de coronas y el frufrú de las sedas. Es evidente que, para el público, tanto chico como grande, esta invitación al “hagamos de cuenta” le resulta atractiva, como soñar por un rato, y eso es lo que propone, con íconos muy simples, el espectáculo. Pero las fallas aparecen en la presentación. En lo que se refiere al argumento, los pasajes tomados de las historias no se relacionan entre sí, no llevan a ninguna conclusión; ni siquiera en el propio cuento. Pero esto es aceptado sin problemas por la platea: está en los chicos rellenar lo que falta con lo que ya conocen. No hay un personaje que cobre relieve y se comunique en forma especial con el público, para que lo acompañe mientras sirve de nexo, recorriendo el libro en busca de una solución, y subraye su propio conflicto de modo que el final llegue como una verdadera culminación. Nada de eso: Campanita dice: “Bueno, ya tengo la magia que necesito; me voy a ayudar a Peter”, y se va. Hay un baile final con todos los artistas, música fuerte y las infaltables palmas.

Entregado, en estos días, a la ardua, acaso imposible tarea de reorganizar una biblioteca (la mía) excesiva, suelo tropezar con documentos varios –folletos, separatas, cartas; reliquias casi arqueológicas, a veces–, mezclados entre los libros, vaya uno a saber por qué. Así fue que me reencontré con el amable envío de Hebe Carmen Pelosi, doctora en Historia, quien el 13 de septiembre de 2006 me invitó a compartir un café para hablar de las visitas a Buenos Aires de la legendaria compañía teatral encabezada por Madeleine Renaud y Jean-Louis Barrault. Es una separata, de un libro editado por Dunken en 2007 “en homenaje al profesor Juan R. Courrèges en su 75 aniversario”, y el artículo de la doctora Pelosi se titula “Transferencias culturales y relaciones internacionales, un nuevo campo de estudio”. Empieza por destacar que “la diplomacia cultural es un hecho, por excelencia, contemporáneo”, que cobra singular importancia a partir de la Segunda Guerra Mundial (1939-45), cuando se advierten los beneficios del intercambio cultural entre las naciones. Beneficios que Francia ya había recibido a partir del siglo XVIII, cuando “exportó sus modelos lingüísticos y culturales”. La Argentina y la ciudad de Buenos Aires, en especial, fueron entusiastas receptoras de esos modelos. Pelosi recuerda palabras de Borges: “Fuera de la sangre y del lenguaje, que son tradiciones, es Francia más que ninguna otra nación la que nos ha marcado”. En esa tendencia se inscriben las tres visitas de Renaud-Barrault a nuestras tierras. * * * La primera, en 1950, conmovió los cimientos del aprendizaje teatral en la Argentina, al recuperar la expresividad corporal del actor, largamente postergada en aras de la perfección vocal. Por entonces, era Octavio Ramírez el crítico teatral de este diario, y en LA NACION del l° de julio escribió: “Este es el último y más poderoso destello de la cantera artística de Francia”. El éxito fue enorme, de público y de crítica. Acota La compañía Pelosi: “Le procès, de Kafka, fue la obra que francesa más repercusión tuvo en el público argentino, realizó tres aunque se le aconsejó al director francés no visitas que presentarla por razones políticas. Barrault dejaron desconoció el aviso y la huella representó”. Ese primer roce con el peronismo derivó, cuando la segunda visita del elenco, en 1954, en un problema más complicado. Se programó una temporada en el Odeón (¿quién podría imaginar entonces que esta sala ilustre sería demolida, treinta años después, sin reacción de las autoridades, para transformarse en playa de estacionamiento?) y la representación de Le Livre de Christophe Coloma, de Claudel, en el Colón. De este grandioso espectáculo se previeron tres funciones especiales, una para la Fundación Eva Perón, otra para estudiantes (gratis) y una tercera para el Comité de Sociedades Francesas en la Argentina. * * *

Buen vestuario y escenografía

En cuanto a la puesta, en contraste con el importante vestuario, falta calibrar el sonido, bajar el volumen de los gritos y afinar las voces en las canciones; especialmente, moderar los saltos que producen tanto ruido sobre el escenario: es posible que los niños no necesiten tanto taconeo para experimentar que hay entusiasmo o una buena pelea.

En sus Réflexions sur le théâtre (París, 1996, página 27), el célebre actor comenta: “Fui convocado por las autoridades y acusado de haber invitado a estudiantes comunistas, protesté y dejé en claro que la obra de Claudel no era susceptible de atraer un movimiento revolucionario; fui obligado a anular la sesión vespertina, para impedir una provocación organizada por las mismas autoridades, pero tuve la revancha: distribuimos entradas para la función de la noche, que se desarrolló sin dificultad”. El encargado de interpelar a Barrault, el entonces ministro de Relaciones Exteriores, Jerónimo Remorino, pretendió reparar la fricción invitando a Barrault y los suyos “a una reunión en su quinta de verano con personalidades intelectuales”. La tercera visita, en 1961, bajo la presidencia de Frondizi, tuvo un comienzo desdichado. Al día siguiente de la primera función en el Cervantes, el teatro se incendió: “Doce toneladas de decorados fueron reducidos a cenizas, mi jefe de electricidad lloraba”.