Cuando las salas de teatro y de cine barriales la pelean

16 sept. 2009 - Cuando las salas de teatro y de cine barriales la pelean ... y en más de la mitad de los barrios porteños no hay salas cinematográficas.
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Espectáculos

Miércoles 16 de septiembre de 2009

LA NACION/Sección 4/Página 3

TEATRO Buenos Aires y su falta de descentralización de la oferta cultural

Cuando las salas de teatro y de cine barriales la pelean Por fuera de la avenida Corrientes apenas hay cinco teatros para espectáculos comerciales y en más de la mitad de los barrios porteños no hay salas cinematográficas Desde hace una década, a muchos vecinos de Buenos Aires no les cierra la idea de ver a las salas de teatro y de cine de sus barrios convertidas en playas de estacionamiento, terrenos baldíos o locales para vender electrodomésticos. Algo de ese proceso que parece inexorable los hace rebelarse. Por eso mismo dan pelea, a veces apoyados por entidades gremiales, vecinales, por la ONG Basta de Demoler o por algunos legisladores de diversos signos políticos. De ese modo terminan presionando al poder político de turno –sea nacional o del gobierno de la ciudad– para que tomen cartas en el asunto y recuperen esos espacios. Otras personas –por pasión, por nostalgia, por necesidad de recuperar cierta identidad barrial– se las arreglan como sea para volver a darles vidas a esos espacios. En este proceso hay casos que ya tuvieron un final feliz, como el Cine/ Teatro 25 de Mayo (de Villa Urquiza) que, gracias al impulso de la gente y los últimos tres gobiernos porteños, volvió a abrir sus puertas aunque actualmente los vecinos reclamen más participación en su funcionamiento. O el caso del cine El Progreso, de Lugano, que fue recuperado ya hace 10 años. O, más recientemente, los casos del teatro Oliden, de Mataderos; y el cine de la parroquia San Pedro, del barrio de Monte Castro, que estuvo cerrado durante 27 años. En este complejo entramado, hay otros casos que avanzaron algunos casilleros –como el teatro Picadero, del centro, y el cine/teatro El Plata, de Mataderos– pero para que se levante el telón el gobierno porteño tiene que resolver temas legales, presupuestarios y definir estrategias. Hay otro caso más reciente: el del Gran Rivadavia, de Floresta. Allí los vecinos temen por el futuro de este gran cine/teatro de 1400 localidades que está en venta, motivo por el cual se organizaron imaginando un futuro mejor. En medio de líneas cruzadas en las que están en juego criterios de descen-

Rottemberg defiende la actividad Por Carlos Rottemberg Para LA NACION En los últimos años he podido participar, en carácter de invitado, de la inauguración de varias salas teatrales en el país. Ciudades o pueblos de distintas partes han sabido mancomunar intereses de sus conciudadanos con el accionar político de gobiernos municipales para devolver, o directamente crear, espacios escénicos en la mayoría de los casos a fuerza de más energía, compromiso y dedicación que de dinero. A esta altura cualquier persona pensante y responsable sabe que la cultura sí importa y que el teatro es una de sus aristas interesantes para su cimiento. Seguramente por eso es que valoro, y defiendo a ultranza, el sostenimiento de esos edificios que son

Cine/teatro El Plata, en Mataderos

puntapié inicial para que la actividad se lleve a cabo. Amante de las ecuaciones, estoy convencido de que si preservamos las salas tendremos en su misma proporción obras y elencos para cubrir sus escenarios. Intento siempre disculparme aclarando que no es un eslogan marketinero en boca de un empresario, cuando digo que el teatro le hace bien a la gente. Es lo que pienso, siento y actúo en consecuencia. Intentemos disimular los tiempos malgastados, modificar el rumbo de lo que se haya salido de cauce y poner toda la convicción para que las salas cumplan su cometido a ultranza, sin tener que lamentarnos por el cambio de destino de inmuebles creados para estos fines específicos. El autor es productor y dueño de varias salas del país.

FOTOS DE ARCHIVO

Cine en los barrios

Teatro Picadero

En abril se abrió en pleno Constitución el complejo Arte Cinema y mañana se abrirán dos salas en Villa del Parque dedicadas al cine de autor

Hace dos años, actores y la ONG Basta de Demoler levantaron la voz cuando estaban por tirar abajo la sala; el gobierno la sumaría al circuito

tralización cultural, especulación inmobiliaria y preservación de edificios con valor patrimonial hay emprendimientos privados que parecen ir en contra del sentido común del consumo cultural. Por ejemplo, en abril se abrió en Constitución la sala Arte Cinema y mañana (ver recuadro) se inaugurarán dos salas de arte en Villa del Parque.

Giménez que hasta se las ingenió para mantener el cartel (un adelantado en materia de preservación edilicia). En el corazón de Once, el cine Loria zafa de la picota gracias a otra secta religiosa que mantiene las 584 localidades, distribuidas entre plateas,

tertulias y 9 palcos. El cine Cuyo, de Boedo; el Iguazú, de Lavalle; el National Palace, también de Boedo; el Aconcagua, de Devoto; y el Pablo Podestá, de Parque Patricios, son algunos de los espacios que se mantienen en pie gracias a estos cultos.

De prédicas y gemidos

Villa del Parque, de fiesta

En medio de este entramado de salas que fueron desapareciendo surgieron otras actividades que jugaron un papel fundamental. Es que tanto los pastores evangélicos como los dueños de los cines pornográficos se han convertido, sin querer, en preservadores de cines y teatros. La razón es fácil de explicar: sus prédicas o sus negocios (como usted quiera) necesitan de esos espacios sin necesidad de destruir la arquitectura original. El listado de las salas copadas por evangelista es extensísimo. Por ejemplo, en el cine/teatro Roca, de Almagro, desde hace años está el Pastor

El complejo de cines Arteplex, ubicados en el Centro, en Belgrano y en Caballito, respectivamente, se verá desde mañana incrementado por la inauguración de otras salas que, con el nombre de Arteplex Villa del Parque, funcionarán en el shopping Del Parque, Cuenca 3035. El mentor de esta iniciativa es Alberto Kipnis, un hombre que siempre apostó a una cinematografía distinta de lo meramente comercial. El complejo constará de dos salas que se llamarán, respectivamente, Claude Chabrol y Roman Polanski. “Este esfuerzo, en un contexto de crisis en el

espectáculo –dice Kipnis durante un diálogo con LA NACION– es producto de nuestra fe en el buen cine y en la necesidad de brindar a un público cada vez más ávido, la constante evolución del séptimo arte mundial”. El Arteplex tendrá capacidad para 160 espectadores en cada una de sus dos salas. “Brindaremos el mismo servicio de programas especiales, con atención personalizada y un clima para que cada espectador se sienta como en su cine, porque este cine es para ellos”, agrega Kipnis.

Adolfo C. Martínez

Y más allá de cualquier consideración religiosa, estos lugares están teniendo mejor suerte que el teatro Versalles, de Santa Fe al 1400, que ahora está peligrosamente en venta o alquiler. Y mucha mejor suerte que el teatro El Nilo, de Boedo, en donde hay una casa de electrodomésticos. Esto sin enumerar la enorme la cantidad de salas destruidas en un imperdonable listado que encabeza el Odeón. En este recorte de “salas evangelizadas” hay, por lo menos, tres que se reconvirtieron: el Tabarís, que durante 10 años fue templo de plegarias hasta que llegó Florencia de la V.; El Progreso, de Villa Lugano; y El Teatro, de Federico Lacroze y Alvarez Thomas, que se transformó en templo del rock. El (alicaído) circuito de exhibición pornográfica también aporta lo suyo a la preservación edilicia de cines y teatros. De hecho, al Ideal, que fue un bellísimo teatro, las películas condicionadas lo mantienen en pie. El Gran San Juan, de Boedo, también se pasó al mundo de los gemidos pero la sala

sigue ahí. Y como sucede con los espacios que estuvieron en manos de evangelistas, del porno también se vuelve. El terreno en donde funciona el complejo Arte Cinema venía de ser una sala condicionada. La misma ruta transitó La Otra Orilla, de Once; y el bellísimo teatro Astor Piazzolla, sobre Florida. En todos estos casos hay una constante: todas fueron salas que desde principios o mediados del siglo pasado cobijaron a los mejores exponentes del espectáculo hasta que, hace unas tres décadas, ese esplendor se fue opacando y les llegó el final o fueron copadas, con suerte, por predicadores y exhibidores de películas para adultos. Hoy, algunas de esas salas buscan su tiempo de revancha, con el objetivo de que los barrios recuperen actividad. Detrás de todo ese movimiento no hay sólo cuestiones nostálgicas como si fueran versiones libres de Luna de Avellaneda o Cinema Paradiso. El movimiento también tiene lecturas económicas, de mercado. Por ejemplo, la escena comercial –la que este año incorporó dos salas y que todo parece indicar que sumaría la reapertura del (disminuido) Astros– casi no tiene llegada a los barrios. De hecho, actualmente, sólo hay cinco teatros barriales en donde se pueden presentar espectáculos comerciales. Público para esos espectáculos hay, eso lo saben bien los productores, pero lo que falta son teatros equipados En materia de cine la mala distribución se repite. Según el Sistema de Información Cultural de la Argentina, de los 48 barrios de Buenos Aires solamente en 21 hay salas cinematográficas. Entonces, algo parece estar mal distribuido. Quizás por ese motivo los vecinos levantan la voz no sólo recordando los viejos tiempos sino imaginando una ciudad más democrática en la distribución de su oferta cultural. En esto, las salas juegan un papel fundamental.

Alejandro Cruz