¿Cuál será? ¿Sabiduría o necedad? Equipo ObreroFiel Buenos días, hermanos. Otra vez nos congregamos para adorar a nuestro buen Redentor y aprender de él. Y hay mucho que él desea enseñarnos. Nos ofrece mucha sabiduría, que es el tema de hoy. Y mucha de esa sabiduría está relacionada al hogar y a la familia. Por ejemplo, si hablamos del opuesto de la sabiduría – la necedad – encontramos esta joya en Proverbios 22:15: “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él.” ¡Es que deseamos hijos buenos y honrados! La corrección es siempre para guiarnos a la bendición. Mira otro: “Corrige al sabio, y te amará.” (9:8) porque valora en mucho la ayuda. Uno de los numerosos beneficios de estudiar la Biblia es aprender de las muchas advertencias que nos ofrece en las vidas de los buenos y los malos, aquí documentados. Leyendo la Escritura siempre buscamos las lecciones que nos son útiles en la vida diaria, y ellas pueden ser de los buenos ejemplos para emular, tal como los malos ejemplos para evitar. Vamos a investigar qué podemos aprender de las vidas de unos fracasos, específicamente de los necios. Hay varios ejemplos bonitos que tenemos a mano. Y, de hecho, debemos confesar que cualquiera de nosotros podemos cometer un error vergonzoso en cualquier momento. Pero estudiamos aquí a los que tienen la imprudencia y la necedad como característica de sus vidas en conjunto. Un ejemplo palmario se encuentra en Isaías 39 (y 2 Reyes 20). El rey de Babilonia “envió cartas y presentes a Ezequías,” y este rey de Judá “se regocijó” y mostró a los embajadores todas sus riquezas y armas. ¡Es que les expuso ni tan sólo su tesoro muy tentador sino también su capacidad para defender su mismo país, aun a un primer mandatario gentil! ¿Qué estaba pensando? Es que no estaba pensando. Luego viene el profeta Isaías, preguntándole: “¿Qué dicen estos hombres, y de dónde han venido a ti?” Entonces respondió el rey, “De tierra muy lejana…de Babilonia.” (Responde como niño) Y “¿Qué han visto en tu casa?” Dice, “Todo lo que hay en mi casa han visto, y ninguna cosa hay en mis tesoros que no les haya mostrado.” Parece que habló con regocijo juvenil y sin pensamiento alguno sobre el peligro y necedad de tratar con amistad a los poderes gentiles. ¿Por qué responder que habían venido de un país lejano a menos que sentía halagado que habían viajado tan lejos sólo para visitar a él y traerle regalos? ¿Estaba pensando, Oh, qué buenos y bondadosos son estos impíos? Pues esto no agradó al Señor, y el profeta le dijo del juicio que todos sus tesoros irían a Babilonia y sus mismos hijos también para servir en el palacio de ese rey. ¿Y se humilló Ezequías? ¿Se arrepintió en cilicio y ceniza? ¡Qué va! Dijo: “A lo menos, haya paz y seguridad en mis días”. Era muy corto de miras y destituido de prudencia. Según 2 Crónicas 32 este rey tendía de enaltecerse, y nosotros sabemos que “Dios resiste a los soberbios”. (1 Pedro 5:5) Dice: “Dios lo dejó, para probarle, para hacer conocer todo lo que estaba en su corazón”. (2 Cr. 32:31) En el libro de Proverbios leemos: “,o toma placer el necio en la inteligencia, sino en que su corazón se descubra”. (18:2) Antes de todo esto, Ezequías había adorado y servido al Señor. ¿Cómo es que perdió su razonamiento y su espíritu? Puede ser que el tiempo descubre qué realmente hay en el corazón. Tal vez conocemos a algunos que, a la prueba del tiempo, se ve que no perduran, porque, lamentablemente, no son genuinos, no andan en el Espíritu. Creo que el rey Ezequías había atesorado riquezas pero no las riquezas de la sabiduría de la Palabra de Dios. Yo amo los Proverbios. Proverbios 7:1, 2 dice, hablando como la sabiduría personificada: “guarda mis razones, y atesora contigo mis mandamientos. Guarda mis mandamientos y vivirás…” Muy revelador es este pasaje en los siguientes versículos en donde la sabiduría de Dios nos aconseja: “Di a la sabiduría: Tú eres mi hermana, y a la inteligencia llama parienta…Vi entre los simples…a un joven falto de
entendimiento, el cual pasaba por la calle…cuando he aquí, una mujer le sale al encuentro, con atavío de ramera y astuta de corazón…sacrificios de paz había prometido…por tanto he salido a encontrarte…lo rindió con la suavidad de sus muchas palabras…al punto se marchó tras ella, como va el buey al degolladero…” (Prov. 7:4-22) Pues es así con los simples, a los que les falta la sabiduría, y no saben que les falta nada. …Mi propósito en esto es enfatizar la vulnerabilidad cuando el enemigo nos asalta y no andamos en la luz, con la sabiduría de la Biblia, o sea la armadura de Dios de Efesios 6 - la espada del Espíritu, su Palabra en nuestras mentes. Si su palabra no está en la mente no puede ayudarnos. Escuchen esta joya en Prov. 28:26: “El que confía en su propio corazón es necio; mas el que camina en sabiduría será librado”. Tenemos que apelar a la sabiduría de Dios, como dice, y “no te apoyes en tu propia prudencia”. (Prov. 3:5) El Señor tiene la mejor sabiduría y nos la da libremente. Conocemos su Palabra, ¿no? Y deseamos cada día obedecer y cumplir todo. Pero aún a veces podemos cometer imprudencias si no sabemos una enseñanza, o la sabemos pero una tentación o un hábito son más fuertes y no vemos la voluntad de Dios o su mejor camino en esa prueba. No hay manera en que el creyente pueda descuidar ese proceso de meter su Santa Palabra en su corazón. Y, claro, si vamos a evitar las trampas y los pecados, es cuestión de una dieta espiritual de cada día. Una virtud que yo necesito adquirir es meditar durante el día sobre las enseñanzas de la Biblia, como hacía el salmista. David también nos imparte una lección en Salmo 73: “…tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos…Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti…he aquí, los que se alejan de ti perecerán; tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta”. (Salmo 73:3-27) Al final de sus meditaciones entendió bien. Parece que nuestros sentimientos de la carne, las tendencias que tenemos, nos apartan del buen razonamiento si no llevamos su Palabra en nuestras mentes. Esa Palabra sí nos salva de muchos errores. Jesús mismo hizo unos comentarios interesantes referentes a los necios. En Mateo 7 enseña de “un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena”. ¿Y quién es ese insensato? “Cualquiera que me oye estas palabras y no las hace”. Él es insensato. A algunos no les gusta planear. Puede ser desastroso. Como en el caso de otro que construyó media torre y tuvo que abandonarla entre las burlas de muchos cuando no pudo terminar. (Lucas 14:28). Jesús dice: No lo hagas. No seas tonto. Aprende a planear, con sabiduría. La sabiduría es muy práctica. Escucha. “Con sabiduría se edificará la casa, y con prudencia se afirmará. Porque con ingenio harás la guerra, y en multitud de consejeros está la victoria”. (24:3,6) Han habido varias ocasiones en mi propia experiencia en que lamenté después de haber entrado en algo sin buscar una multitud de consejeros. Podemos andar en humildad y buscar la perspectiva de otros, o marchar adelante en nuestro propio razonamiento y sufrir fracasos. Regresando a lo que decía Jesús, en cuanto al discipulado, lo de seguir al maestro y la voluntad de Dios, nos echa esta misma advertencia: ¡Tenemos que calcular el costo! ¿Se acuerdan de su comentario respecto a las zorras que tenían sus guaridas pero él no tenía tal comodidad? (Mt. 8:20) Porque siguiendo a él nos pone en las muchas incomodidades que él sufrió. Que seamos resueltos. Se trata de tomar el tiempo para hacer planes y reflexionarlo bien. Veamos otro ejemplo de un necio notorio - Nabal. Está aquí en 1 Samuel 25. Nabal era un hombre rico, “duro y de malas obras”. Dice que era “un hombre tan perverso, que no hay quien pueda hablarle”. (v. 17) El caso es así: David y su ejército estaba en necesidad y envió a diez hombres para saludarle, dado que unos de sus pastores fueron parte de la banda de David. Le pidió muy cortésmente víveres para sus tropas pero Nabal respondió con tosquedad, aun insinuando que era como cualquier rebelde. Primero, ¿qué tenemos? ¿Y quién actúa sin pensar? Ahora David se enojó en gran manera. Mandó 400 soldados a atacar y matar a Nabal y a todos sus siervos. ¡Qué furia, y qué necedad por parte de David! ¡Cuán
impulsivo! Ojalá que tuviera presente este proverbio: “La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa”. (Prov. 19:11, 12:16) Pero nuestro texto continúa en el versículo 21 en que vemos a David enfurruñándose, dejando ante esa ofensa que sus sentimientos dominaran sobre la prudencia. Se decía entre sí, Yo protegía lo que fue suyo “y él me ha vuelto mal por bien”. ¡Qué vergüenza! Y el Señor en todo momento nos ofrece su Espíritu para rescatarnos de tales errores impetuosos. Vean Santiago 1:19, 20: “…todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. Son preciosos consejos, ¿no? Y vean en los Proverbios, el 14:29: “El que tarda en airarse es grande de entendimiento; mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad”. (ver Prov. 29:11) Qué grande bendición tener la Palabra de Dios para guiarnos y protegernos. Y nuestro héroe David corría a meterse en un lío terrible. Conque, el relato continúa. Mira como el Señor envió el extinguidor de fuegos. Tenía a Abigail, esposa de Nabal, quien era una mujer de buen entendimiento. Esta Abigail sería un buen modelo para muchas buenas mujeres. El Señor le incitó a ella apresurarse para encontrar a David en su camino al desastre, y traerle un presente de provisiones, y con mucho respeto y muchas bellas palabras para suplicarle desistir de su locura. Surtió efecto y David se arrepintió y aun le bendijo por su bondad y razonamiento. (v. 32, 33) Maravilloso rescate. Y después de todo el Señor hirió a Nabal que muriera, y más tarde David tomó a Abigail por esposa. Dios dice en Hebreos: “Mía es la venganza, yo daré el pago”. (10:30; Dt. 32:35) Cuántas veces ocurre eso, que si dejamos lugar a Dios, él hará mucho mejor de lo que pudiéramos imaginar. ¿Puede ser que el diablo sepa precisamente cuándo tentarnos antes de la resolución que el Señor querrá darnos? ¿En ese momento nos pone la trampa, para vernos atrapados en la necedad? Nuestro enemigo es tan feroz, tan astuto y brutal. Regresamos a nuestra lista de necios, a este ilustre Saúl, primer rey de Israel. En 1 Samuel 13 vemos que los filisteos atacaron con 30,000 carros y una gran infantería. Muchos de Israel temblaron y huyeron para esconderse en cuevas y en cisternas. Cuando sucedió que el profeta tardó en llegar a Gilgal, Saúl mismo ofreció el holocausto a Jehová, cosa que no le fue permitida. Llegando Samuel, le reprendió fuertemente, diciendo: “Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová…ahora tu reino no será duradero…” (v. 13, 14) Saúl permitió que el temor le doblegara. En otra ocasión (cap. 14) Saúl imprudentemente juró, decretando que nadie podía comer con pena de muerte antes de que tomara su venganza sobre sus enemigos. Resultó que su hijo Jonatán estaba fuera ejecutando una derrota grande sobre el enemigo, y había probado un poco de miel. Descubriendo eso de la miel, Saúl le condenó a muerte. Pero el pueblo intercedió, y para honrar a Jonatán, desafió a Saúl y salvó a Jonatán. Creo que este Saúl era muy impetuoso y muy confiado en sí mismo y no recurría al Señor ni a su Palabra. En el capítulo 15 este líder de la cabeza hueca comete otro error de bulto. Había derrotado a los amalecitas pero, en contra a la orden del Señor, perdonó al Rey Agag y ahorró lo mejor del ganado. Bueno, otra confrontación dramática. Viene Samuel, hombre de Dios, y Saúl le dice: “Bendito seas tú de Jehová; yo he cumplido la palabra de Jehová”. Responde Samuel, “¿Pues qué balido de ovejas y bramido de vacas es este que yo oigo?” Entonces dijo Saúl, “…el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a Jehová…” Claro que Samuel no aceptó sus excusas más endebles, sino dijo: “Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey sobre Israel”. Y Saúl responde dócilmente, “Yo he pecado…porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos”. Imagínense. Otra vez fracasó por temor. Esto es el opuesto de fe. “Sin fe es imposible agradar a Dios”. (He. 11:6) Saúl siempre era un hombre con temor. En otro pasaje, en su desesperación aun buscó a una bruja para consultarle para encontrar liberación de sus apuros, y no recurrió al Señor. Dice la Biblia: “cuando vio Saúl el campamento de los filisteos, tuvo miedo…” (1 Samuel 28:5) No estaba andando con el Señor.
¿Hemos de creer que Saúl era creyente verdadero? Tenía sus creencias pero “el gran yo” le era dominante. Eso es la estupidez más grande. ¡Y fue él que el pueblo demandó tener por rey! Muchos hoy en día presumen que hay seguridad en confiar en las decisiones de la mayoría. No es así. En lo absoluto. Hay tantos simplones y ciegos siguiendo a la mayoría en “el camino que lleva a la perdición”. (Mt. 7:13) Realmente encontramos muchos necios en la Biblia. Había un tal Alejandro el calderero que causó a Pablo muchos males (2 Ti. 4:14), y el gobernador Félix que oyó varias veces el evangelio pero sólo buscaba sobornos para soltar a Pablo de la prisión (Hechos 24:24-26), y ese joven rico que se apartó de Jesús al oír que tenía que sacrificar sus tesoros para seguir a Jesús. Recordemos a los avaros Ananías y Safira y sus mentiras. (Hechos 5) ¿Se acuerdan de ese misionero mártir en Ecuador, que decía que él no es necio que renuncia lo que no puede guardar para obtener lo que no puede perder? Bueno. En cuanto a Saúl, este príncipe de entre el pueblo, no andaba con el Señor, no meditaba en su Palabra, no se humilló ante Dios. Tenemos en Romanos 12:16 este reflejo del Proverbio 3:7: “,o seas sabio en tu propia opinión”. Es un buen consejo para todos nosotros. Saúl era un hombre de buen parecer, alto y fuerte, y, siendo así, es tan fácil confiar en la carne y gozar con mucha satisfacción lo que nuestros cuerpos pueden ofrecernos. Dios nos amonesta: “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”. (Gá. 5:16) Jesús estaba enseñando un día y así decía: “…aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios”. (Juan 12:42, 43) Puede ser que Saúl recibía mucha gloria de los hombres. Y eso hacía difícil vivir rectamente y en sabiduría. ¿Saben que dijo Jesús? “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! Porque así hacían sus padres con los falsos profetas”. (Lucas 6:26) El mundo ama a los suyos. Pero viviendo como vivió Jesús, el mundo no va a estar de acuerdo con nosotros. Bien. Hemos de pedir al Señor la sabiduría y nos la da, pero puede involucrar estudio por parte nuestra. Y por eso he hablado de varios de los proverbios. Aquí hay otro: “Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia”. (4:7) Y escuchen otros: “Entended, oh simples, discreción; y vosotros, necios, entrad en cordura.” “Mejor es la sabiduría que las piedras preciosas; y todo cuanto se puede desear, no es de compararse con ella.” “Conmigo está el consejo y el buen juicio…” “Por mí reinan los reyes…” “Yo amo a los que me aman…” “Para hacer que los que me aman tengan su heredad, y que yo llene sus tesoros.” “Porque el que me halle, hallará la vida, y alcanzará el favor de Jehová”. (8:5, 11, 14, 15, 17, 21, 35) ¿Están convencidos? El Señor nos ofrece mucha, pero mucha bendición en la vida si le amamos a él y a sus enseñanzas. ¿Es realmente mala en sí la necedad? Interesante es el comentario de Jesús en Marcos 7:22, 23. Está explicando a los discípulos acerca de una larga lista de males que provienen del corazón y contaminan al hombre. La lista incluye “la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez”. Hay otro aspecto de este asunto de vivir con sabiduría, mientras evitamos los errores de los necios, y es lo de la diligencia. Si queremos experimentar la vida abundante de Cristo hemos de involucrarnos en muchas obras buenas y con excelencia. Encontramos una plenitud de proverbios que nos previenen del letargo y del descuido y nos enseña de las bendiciones para los diligentes. Escuchen. Esto es hermoso: “La mano negligente empobrece; mas la mano de los diligentes enriquece.” “¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará.” “La mano de los diligentes señoreará; mas la negligencia será tributaria.” “El alma del perezoso desea, y nada alcanza; mas el alma de los diligentes será prosperada.” “Los pensamientos del diligente ciertamente tienden a la abundancia; mas todo el que se apresura alocadamente, de cierto va a la pobreza”. (10:4, 22:29, 12:24, 13:4, 21:5) ¿Captan la idea? ¿Por qué vivir dirigiendo nuestras propias vidas cuando el Señor nos ofrece tantas riquezas al seguir sus caminos? Es que ama tanto a sus hijos. Es un Padre bueno y sabio.
En un momento quiero mencionar otro aspecto de la sabiduría – eso de cómo usamos nuestras lenguas. Es tema de otro sermón pero aquí está en Proverbios 12:18. “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina”. ¡Medicina para sanar, para bendecir! Y se decía de Jesús en Lucas 4:22, “todos…estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca”. Además tenemos esta virtud como mandamiento: que nuestra comunicación “…sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”. (Efesios 4:29) ¿Sería difícil para nosotros hacernos estudiosos, pasar mucho tiempo leyendo y pensando en la Biblia? Eso yo entiendo bien. Pero es la vida cristiana y es lo que él desea para nosotros sus hijos. Que no busquemos una vida fácil y cómoda. Para vivir realmente felices y sin fracasos tenemos que dedicarnos a la presencia del Señor y a sus enseñanzas. Requiere tiempo y entrega.
Oremos.
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