CONSIDERACIONES SOBRE LAS PERSPECTIVAS ACTUALES DE LA EDUCACIÓN Pedagogía de la praxis Moacir Gadotti Edición de Pep Aparicio Trad.: Vicent Berenguer Prólogo a la edición española Mi amigo Pep Aparicio me pidió escribir un capítulo «actualizando» esta obra, escrita hace más de diez años y ya traducida a varias lenguas. Yo podría hacer una revisión total del libro, lo que significaría reescribirlo en el contexto actual de las pedagogías. Pero eso no es necesario, ja que descontextualizaría el libro. Por el contrario, pienso que debe publicarse como está y leerse de forma crítica, dentro del contexto en el cual fue escrito. Sin embargo, creo que Pep Aparicio tiene razón. Necesitamos explicarnos, principalmente en relación a lo que está sucediendo hoy. De aquí el sentido de este prólogo a la edición española. De hecho, en las últimas décadas del siglo XX hemos asistido a grandes cambios, tanto en el campo socioeconómico y político, como en el campo de la cultura, de la ciencia y de la tecnología. Hemos visto grandes movimientos sociales, como los que ocurrieron en el Este europeo, al final de los años 80, que culminaron con la caída del muro de Berlín. Todavía no tenemos una idea clara de lo que representará, para todos nosotros, la globalización capitalista de la economía, de las comunicaciones i de la cultura. Las transformaciones tecnológicas han hecho posible el surgimiento de la era de la información. Vivimos un tiempo de expectativas, de perplejidad y de crisis de concepciones y paradigmas no sólo porque estamos iniciando un nuevo milenio, época de balance y de reflexión, época en la que el imaginario parece tener un peso mayor. El año 2000 ejerció una fascinación muy grande en muchas personas. Paulo Freire, por ejemplo, nos decía que quería llegar al año 2000 (acabó muriendo tres años antes). Es un momento nuevo y rico de posibilidades. Por eso, inmersos a nuestro tiempo, no podemos hablar del futuro de la educación sin una cierta dosis de cautela. Es con esa cautela con la que me gustaría examinar algunas de las perspectivas actuales de la teoría y práctica de la educación, apoyándome en aquellos educadores y filósofos que intentaron, en medio de esa perplejidad, a pesar de todo, apuntar algún camino hacia el futuro. La perplejidad y la crisis de paradigmas no pueden constituirse en una coartada para el inmovilismo. Acostúmbrase a definir nuestra era como la era del conocimiento. Si fuese por la importancia dada hoy al conocimiento, en todos los sectores, podemos decir que vivimos también en la era del conocimiento, en la sociedad del conocimiento, sobre todo a consecuencia de la informatización y del proceso de globalización de las
2 telecomunicaciones a ella asociado. Puede ser que, de hecho, hayamos ingresado ya en la era del conocimiento, incluso admitiendo que grandes masas de población se encuentren excluidas de él. Lo que constatamos es que aún predomina más la difusión de datos e informaciones y no la de conocimientos. Eso está siendo posible gracias a las nuevas tecnologías que almacenan el conocimiento, de manera práctica y accesible, en gigantescos volúmenes de información. Ésta es almacenada inteligentemente permitiendo la consulta y el acceso de manera muy sencilla, amable y flexible. Es lo que ya sucede con Internet: para ser «usuarios» basta disponer de una línea telefónica y un ordenador. «Usuario» aquí no significa solamente receptor de información. En Internet el usuario es también emisor de informaciones. Por Internet, a partir de cualquier aula del planeta se pueden tener acceso a innumerables bibliotecas en muchas partes del mundo. Las nuevas tecnologías nos permiten tener acceso no sólo a conocimientos transmitidos por palabras, sino también a imágenes, sonidos, fotos, vídeos (multimedia), etc. En los últimos años la información ha dejado de ser una área o especialidad para convertirse en una dimensión de todo, transformando profundamente la forma como la sociedad se organiza. Puede decirse que está en marcha una Revolución de la Información como ocurrió en el pasado con la Revolución Agrícola y la Revolución Industrial. Las nuevas tecnologías crearán nuevos espacios de conocimiento. Ahora, además de la escuela, también la empresa, el ámbito familiar i el ámbito social se han vuelto educativos. Cada días más personas estudian en casa porque pueden, desde casa, acceder al ciberespacio de la formación i del aprendizaje a distancia, buscar «fuera» —la información disponible en las redes de ordenadores interconectados— servicios que responden a sus demandas de conocimiento. Por otro lado, la sociedad civil (ONGs, asociaciones, sindicatos, iglesias...) está fortaleciéndose, no sólo como espacio de trabajo, en muchos casos, voluntario, sino también como espacio de difusión de conocimientos y de formación continua. Es un espacio potenciado por las nuevas tecnologías, innovando constantemente en las metodologías. Nuevas oportunidades parecen abrirse para los educadores. Esos espacios de formación poseen todo para permitir una mayor democratización de la información y del conocimiento, y por tanto menos deformación y menos manipulación, menos control y más libertad. Es una cuestión de tiempo, de políticas públicas adecuadas y de iniciativa de la sociedad. La tecnología no basta. Es necesario la participación más intensa y organizada de la sociedad. El acceso a la información no es sólo un derecho. Es un derecho fundamental, un derecho primario, el primero de todos los derechos pues sin él no tenemos acceso a los otros derechos. En la formación continua se necesita de mayor integración entre los espacios sociales (familiar, escolar, empresarial...) buscando dotar al alumno para que viva mejor en la sociedad del conocimiento. Como preveía Herbert McLuhan, el planeta se ha convertido en nuestra aula y nuestro domicilio. El ciberespacio no está en ningún sitio, pues está en cualquier lugar y en cualquier tiempo. Estar en un lugar significaría estar determinado por el tiempo (hoy, ayer, mañana). En el ciberespacio la información está siempre y permanentemente presente y en renovación constante. El ciberespacio ha roto con la idea de tiempo propio para el aprendizaje. No hay un tiempo y un espacio propios para el aprendizaje. Como él está todo el tiempo en todo lugar, el espacio del aprendizaje está aquí —en cualquier lugar— y el tiempo de aprender es hoy y siempre. La sociedad del conocimiento se traduce en redes, «telas» (Ivan Illich), «árboles del conocimiento» (Humberto Maturana), sin jerarquías, en unidades dinámicas y creativas,
3 favoreciendo la conectividad, el intercambio, las consultas entre instituciones y personas, articulación, contactos y vínculos, interactividad. La conectividad es la principal característica de Internet. El conocimiento es el gran capital de la humanidad. No es sólo el capital transnacional que necesita de él para la innovación tecnológica. Él es básico para la supervivencia de todos. Por eso no debe ser vendido o comprado, sino encontrarse disponible para todos. Ésta es la función de las instituciones que se dedican al conocimiento, apoyadas en los avances tecnológicos. Esperamos que la educación del futuro sea más democrática, menos excluyente. Esa es al mismo tiempo nuestra causa y nuestro desafío. Desgraciadamente, ante la falta de políticas públicas en el sector, acabaran surgiendo «industrias del conocimiento» que perjudican una posible visión humanista, convirtiéndolo en instrumento de lucro y de poder económico. La educación, y la educación a distancia en particular, es un bien colectivo y, por eso no debe ser regulada por el juego del mercado, ni por los intereses políticos o por el furor legislativo de reglamentar, acreditar, autorizar, reconocer, evaluar, etc., de muchos tecnoburócratas. Quien tiene que decidir sobre la calidad de sus titulaciones no es ni el Estado ni el Mercado. Tiene que ser la Sociedad y el sujeto que aprende. ¿En la era de la información generalizada existirá aún la necesidad de diplomas? ¿Qué corresponde a la escuela en la sociedad informacional? Corresponde a ella organizar un movimiento global de renovación cultural aprovechándose de toda esa riqueza de información. Hoy es la empresa quien está asumiendo ese papel innovador. La escuela no puede quedar a remolque de las innovaciones tecnológicas. Ella necesita ser un centro de innovación. Tenemos una tradición de dar poca importancia a la educación tecnológica, la cual debería comenzar ya en la educación infantil. En la sociedad de la información la escuela tiene que servir de brújula para navegar en ese mar del conocimiento, superando la visión utilitarista que sólo ofrece informaciones «útiles» para la competitividad, para obtener resultados. Tiene que ofrecer una formación general en el sentido de una educación integral. ¿Eso significa que sirve de brújula? Significa que orienta críticamente, sobre todo a los escolares y a los jóvenes, en la búsqueda de una información que los haga crecer y no embrutecerse. Hoy vale todo para aprender. Eso va más allá del «reciclaje» y de la actualización de conocimientos y mucho más allá de la «asimilación» de conocimientos. La sociedad del conocimiento es una sociedad de múltiples oportunidades de aprendizaje: colaboraciones entre el sector público y el sector privado (familia, empresa, asociaciones...), evaluaciones permanentes, debate público, autonomía de la escuela, generalización de la innovación. Las consecuencias para la escuela y para la educación en general son enormes: enseñar a pensar; saber comunicarse, saber investigar; poseer un razonamiento lógico; realizar síntesis y elaboraciones teóricas; saber organizar el propio trabajo; tener disciplina para el trabajo; ser independiente y autónomo; saber articular el conocimiento con la práctica; ser aprendiz autónomo y a distancia. En este contexto de impregnación del conocimiento corresponde a la escuela: amar el conocimiento como ámbito de realización humana, de alegría y de satisfacción cultural; le corresponde seleccionar y revisar críticamente la información; formular hipótesis; ser creativa e inventiva (innovar); ser provocadora de mensajes y no pura receptora; producir, construir y reconstruir el conocimiento elaborado. Y además: en una perspectiva emancipadora de la educación, la escuela tiene que hacer todo eso a favor de los excluidos. No discriminar al pobre. Ella no puede distribuir poder, pero puede construir y reconstruir conocimientos, saber, que es poder. En una perspectiva
4 emancipadora de la educación, la tecnología no contribuirá mucho a la emancipación de los excluidos si no se la asocia al ejercicio de la ciudadanía. La escuela dejará de ser «aleccionadora» para ser «gestora del conocimiento». Como dice Ladislau Dowbor en su libro La reproducción social, publicado el año 1999 por la Editorial Siglo XXI de México, «por primera vez la educación tiene la posibilidad de ser determinante sobre el desarrollo». La educación se ha convertido en una estrategia para el desarrollo. Pero, por eso, no basta «modernizarla», como quieren algunos. Será necesario transformarla profundamente. La escuela necesita tener un proyecto, necesita datos, necesita hacer su propia innovación, planificar a medio y largo plazo, hacer su propia reestructuración curricular, elaborar sus parámetros curriculares y, en definitiva, ser ciudadana. Los cambios que se realizan desde dentro de las escuelas son más duraderos. De su capacidad de innovar, registrar, sistematizar su práctica/experiencia, dependerá su futuro. En ese contexto, el educador es un mediador del conocimiento ante el alumno que es el sujeto de su propia formación. Él necesita construir conocimiento a partir de lo que hace. Para eso él también necesita ser curioso, buscar sentido para lo que hace y apuntar nuevos sentidos para el quehacer de sus alumnos. En general tenemos la tendencia de subestimar lo que hacemos en la escuela y de buscar recetas fuera de ella cuando es ella misma quien debería gobernarse. Es un deber de ella ser ciudadana y desarrollar en la sociedad su capacidad de gobernar y controlar el desarrollo económico y el mercado. La ciudadanía necesita controlar el Estado y el Mercado, verdadera alternativa al capitalismo neoliberal y al socialismo burocrático y autoritario. La escuela necesita dar ejemplo, osar construir el futuro. Innovar es más importante que reproducir con calidad aquello que existe. La materia prima de la escuela es su visión de futuro. La escuela tiene el desafío de cambiar la lógica de la construcción del conocimiento, pues ahora el aprendizaje ocupa toda nuestra vida. Y porque pasamos todo el tiempo de nuestras vidas en la escuela —no sólo nosotros, los profesores— tenemos que ser felices en ella. La felicidad en la escuela no es una cuestión de opción metodológica o ideológica. Es su obligación esencial. Como dice Georges Snyders en su libro La joie a l’école, necesitamos una nueva «cultura de la satisfacción», necesitamos la «alegría cultural». El mundo hoy es «favorable a la satisfacción» y la escuela también puede serlo. ¿Qué es ser profesor hoy? Ser profesor es vivir intensamente su tiempo, convivir; es tener consciencia y sensibilidad. No se puede imaginar un futuro para la humanidad sin educadores como no se puede pensar en un futuro sin poetas ni filósofos. Los educadores, en una visión emancipadora, no sólo transforman la información en conocimiento y en consciencia crítica, sino que también forman personas. Ante los falsos predicadores de la palabra, los publicistas, ellos son los verdaderos «amantes de la sabiduría», los filósofos de los que nos hablaba Sócrates. Ellos hacen fluir el saber (no el dato, la información y el conocimiento puro), porque dan sentido a la vida de las personas y a la humanidad y buscan, juntos, un mundo más justo, más productivo y más saludable para todos. Por eso ellos son imprescindibles. Jacques Delors, coordinador del «Informe para la UNESCO de la Comisión Internacional sobre Educación para el siglo XXI», en el libro La educación: un tesoro a descubrir, publicado en 1967 en varios idiomas, apunta como principal consecuencia de la sociedad del conocimiento la necesidad de un aprendizaje a lo largo de la vida (lifelong learning) basado en cuatro pilares que son a la vez pilares del conocimiento y
5 de la formación continua. Esos pilares pueden ser tomados también como brújula para orientar el rumbo hacia el futuro de la educación: «aprender a conocer»; «aprender a hacer»; «aprender a vivir juntos» y «aprender a ser». En una perspectiva freireana tendríamos que añadir además otro pilar: «aprender por qué». Por ello, esos pilares merecen algunas consideraciones. Aprender a prender o aprender a conocer significa tener placer en comprender, significa descubrir, construir y reconstruir el conocimiento. Implica curiosidad, autonomía, atención. Es inútil intentar conocer todo. Eso supone: una cultura general, un hecho que no perjudica el dominio de determinados temas especializados. Aprender a conocer es más que aprender a aprender. Aprender más lenguajes y metodologías que contenidos pues estos envejecen rápidamente. No basta aprender a conocer. Es necesario aprender a pensar, a pensar la realidad y no únicamente «pensar pensamientos», pensar aquello ya dicho, aquello ya hecho, reproducir el pensamiento. Es necesario pensar también lo nuevo, reinventar el pensar, pensar y reinventar el futuro. El segundo pilar es aprender a hacer. Sin duda, aprender a hacer es indisociable del aprender a conocer. La substitución de ciertas actividades humanas por máquinas ha acentuado el carácter cognitivo del hacer. El hacer ha dejado de ser puramente instrumental. En ese sentido, hoy vale más la competencia personal que convierte a la persona apta para enfrentarse a nuevas situaciones de empleo, pero apta para trabajar en equipo, que no la pura cualificación profesional. Hoy, aquello importante en la formación del trabajador, también del trabajador en educación, es saber trabajar colectivamente, tener iniciativa, aceptar el riesgo, tener intuición, saber comunicarse, saber resolver conflictos, tener estabilidad emocional. Esas son, por encima de todo, las cualidades humanas que se manifiestan en las relaciones interpersonales mantenidas en el trabajo. La flexibilidad es esencial. Existen hoy cerca de once mil funciones en la sociedad ante aproximadamente sesenta profesiones ofrecidas por las universidades. Como las profesiones evolucionan muy rápidamente, no basta prepararse de manera profesional para un trabajo. ¿Qué significa aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los otros? Significa comprender al otro, desarrollar la percepción de la interdependencia, de la no-violencia, administrar conflictos, descubrir al otro, participar en proyectos comunes, encontrar placer en el esfuerzo común, participar en proyectos de cooperación. Esa es la tendencia. Lo que lleva, necesariamente al último pilar: aprender a ser. Se trata del desarrollo integral de la persona humana: inteligencia, sensibilidad, sentido ético y estético, responsabilidad personal, espiritualidad, pensamiento autónomo y crítico, imaginación, creatividad, iniciativa. Para eso no tiene que omitirse ninguna de las potencialidades del individuo. El aprendizaje no puede ser solamente lógico-matemático y lingüístico. Necesita ser integral. Siguiendo, sin pretender realizar un ejercicio de futurología y mucho más en el sentido de establecer puntos para el debate, me gustaría indicar algunas categorías entorno a la educación del futuro. Ellas indican el surgimiento de temas con importantes consecuencias para la educación. Las categorías «contradicción», «determinación», «reproducción», «cambio», «trabajo», «praxis», «necesidad», «posibilidad», aparecen con frecuencia en la literatura pedagógica contemporánea, señalando ya una perspectiva de la educación, la perspectiva de la pedagogía de la praxis. Esas categorías se han vuelto clásicas en la explicación del fenómeno de la educación, principalmente a partir de Hegel y de Marx.
6 La dialéctica se ha constituido, hasta hoy, en el paradigma más consistente para analizar el fenómeno de la educación. Podemos y tenemos que estudiarla y estudiar todas las categorías citadas ahora. Ellas no pueden ser negadas pues ayudarán mucho en la lectura del mundo de la educación actual. No pueden ser negadas o subestimadas como categorías «ultrapasadas». Pero también podemos ocuparnos más específicamente de otras, al pensar la educación del futuro, categorías nacidas al mismo tiempo que la práctica de la educación y de la reflexión sobre ella. He aquí algunas de ellas a título de ejemplo. 1) Ciudadanía. Implica también tratar el tema de la autonomía de la escuela, de su proyecto político-pedagógico, de la cuestión de la participación, de la educación para la ciudadanía. Dentro de esta categoría podemos discutir particularmente el significado de la concepción de escuela ciudadana y sus diferentes prácticas. Educar para la ciudadanía activa se ha convertido hoy el proyecto y el programa de muchas escuelas y sistemas educacionales. 2) Planetariedad. La Tierra es un «nuevo paradigma» (Leonardo Boff). ¿Qué implicaciones tiene esa visión del mundo sobre la educación? ¿Qué sería una ecopedagogía (Francisco Gutiérrez) y una ecoformación (Gaston Pineau)? El tema de la ciudadanía planetaria puede ser discutido a partir de esta categoría. ¿Podemos preguntarnos con Milton Nascimento: «Para qué un pasaporte si formamos parte de una única nación? ¿Qué consecuencias podemos extraer para los alumnos, los profesores y los currículos? 3) Sostenibilidad. El tema de la sostenibilidad se originó en la economía («desarrollo sostenible») y en la ecología, para introducirse definitivamente en el campo de la educación, sintetizada en el lema «una educación sostenible para la supervivencia del planeta». ¿En qué consistiría una cultura de la sostenibilidad? Ese tema dominará muchos debates educativos de las próximas décadas. ¿Qué estamos estudiando en las escuelas? ¿No estaremos construyendo una ciencia y una cultura que sirven para la degradación/deterioración del planeta? 4) Virtualidad. Ese tema implica toda la discusión actual sobre la educación a distancia y el uso de los ordenadores en las escuelas (Internet). La informática asociada a la telefonía nos introduce definitivamente en la era de la información. ¿Cuáles son las consecuencias para la educación, para la escuela, para la formación del profesor y para el aprendizaje? Unas consecuencias de la obsolescencia del conocimiento. ¿Cómo queda la escuela ante la pluralidad de los medios de comunicación? ¿Nos abren nuevos ámbitos en la formación o substituirán a la escuela? 5) Globalización. El proceso de la globalización está cambiando la política, la economía, la cultura, la historia... y por lo tanto también a la educación. Es un tema que debe enfocarse desde diferentes prismas. La globalización remite también al poder local y a las consecuencias locales de nuestra deuda externa global (y la deuda interna también, a ella asociada). Lo global y lo local se funden en una nueva realidad: lo «glocal». El estudio de esta categoría nos remite a la necesaria discusión del papel de los municipios y del «régimen de colaboración» entre Unión, Estados, Municipios y Comunidad, en las perspectivas actuales de la educación básica. Para pensar la educación del futuro necesitamos reflexionar sobre el proceso de globalización de la economía, de la cultura y de las comunicaciones. 6) Transdisciplinariedad. Aunque con significados distintos, ciertas categorías como transculturalidad, transversalidad, multiculturalidad y otras como complejidad y holismo también indican una nueva tendencia en la educación que será necesario
7 analizar. ¿Cómo construir interdisciplinarmente el proyecto pedagógico de la escuela? ¿Cómo relacionar multiculturalidad y currículo? ¿Es necesario realizar el debate de los PCN. ¿Cómo trabajar con los «temas transversales»? El desafío de una educación sin discriminación étnica, cultural, de género. 7) Dialogicidad, dialecticidad. No podemos negar la actualidad de ciertas categorías freireanas y marxistas, la validez de una pedagogía dialógica o de la praxis. Marx, en El capital, dio privilegio a las categorías hegelianas «determinación», «contradicción», «necesidad», «posibilidad». La fenomenología hegeliana continua inspirando nuestra educación y tendrá que atravesar el milenio. La educación popular y la pedagogía de la praxis deberán continuar como paradigmas válidos después del año 2000. El análisis de esas categorías, la identificación de su presencia en la pedagogía contemporánea, puede constituirse, sin duda, en un gran programa a desarrollar hoy para una lectura crítica de este libro. Con este pequeño texto introductorio, en forma de prólogo, pretendo invitar al lector a la discusión de una de las concepciones más consolidadas de la educación. Aquello que me motivó a escribir PEDAGOGÍA DE LA PRAXIS fue esa voluntad de contribuir al debate de una pedagogía que es, al mismo tiempo, una pedagogía de la esperanza y de la lucha. Soy consciente de que no he tratado todos los temas, de que existen muchos otros desafíos en la educación. La reflexión crítica no basta, como tampoco basta la práctica sin la reflexión sobre ella. En esta ocasión indico tan sólo algunas pistas, dentro de una visión optimista y crítica —ni pesimista ni ingenua— para un análisis en profundidad por aquellos y aquellas que se interesan por una «educación dirigida hacia el futuro», como nos decía el gran educador polaco, el marxista Bogdan Suchodolski. MOACIR GADOTTI Profesor de la Universidad de São Paulo Director del Instituto Paulo Freire