Comunidad/Editoriales/2014/EL VOTO ELECTRONICO Y LA VIVEZA CRIOLLA


36KB Größe 5 Downloads 66 vistas
Martes, 11 de febrero de 2014

EL VOTO ELECTRONICO Y LA VIVEZA CRIOLLA

Un sistema de votación electrónica -desde el punto de vista de una solución a un problema de ingeniería- es trivial. Sus elementos críticos son muy pocos: a) la identificación positiva del votante, b) el bloqueo luego de la votación, c) la no trazabilidad del voto, y d) el cálculo para la asignación del escaño o dignidad. Todo ello bajo conexiones seguras. Estos elementos tienen soluciones tecnológicas simples, actualmente disponibles para cualquier profesional de la informática. Sin embargo estas soluciones tecnológicas -para tener éxito- necesitan enmarcarse dentro de un radical cambio paradigmático; cambio que se enfrenta a los usos y costumbres que venimos practicando por siglos. La votación electrónica no necesita de recintos, padrones, mesas, juntas, urnas, certificados, ni de los votos impresos. De la misma forma que las trasferencias y pagos electrónicos no necesitan de billetes. La logística y los recursos que se necesitan para una tradicional elección en papel es de gran magnitud y complejidad, comparada con la logística y recursos que demanda una elección electrónica. Veamos los elementos críticos: Para la identificación positiva se utilizan los datos biométricos del votante, que se encuentran almacenados en el “chip” de la cédula de ciudadanía, y basta compararlos con la huella digital, para acceder a la base de datos de ciudadanos habilitados, otorgando el acceso al menú de candidatos. El bloqueo después de emitir el voto, es un sencillo registro en una base de datos, que una vez aceptada la selección, impide que el ciudadano vote nuevamente. La no trazabilidad consiste en asegurar que el voto no pueda ser vinculado a una determinada persona. Esto se consigue al aislar los datos de identificación del ciudadano al momento de grabar el voto. El cálculo para asignación de escaños o dignidades, depende del método que la ley haya determinado, y se implementa mediante fórmulas perfectamente conocidas. Hasta aquí no encontramos ningún problema que no sea solucionable con recursos tecnológicos disponibles y el conocimiento local; y permitiría incluso emitir el voto desde la casa o por celular,

con la ventaja de obtener los resultados de la elección en forma automática al momento del cierre de la votación. Sin embargo, en la próxima elección vamos a “probar” soluciones que vienen de Venezuela, Argentina y Rusia. En ninguno de esos países se ha logrado superar el paradigma electoral del siglo XX, y se mezclan falazmente el registro electrónico, con las urnas, el papel y el conteo manual. El argumento que se esgrime, es que el requerimiento de no trazabilidad imposibilita una auditoría. Entonces se debe incorporar un conteo manual, que permitiría verificar si lo que ha contado el computador es igual a lo que cuentan las personas. En suma el problema no es técnico, se trata de un problema de confianza. Y la solución propuesta es absurda. Equivale a utilizar un termómetro manual de mercurio para comprobar si el sensor de temperatura nos está engañando. No confiamos en la ética profesional. No confiamos en el Estado de Derecho. Suponemos que el programador es “comprable” para que modifique los datos; y que ese posible delito no será descubierto ni penado. Queremos verificar manualmente que en una urna se emitieron los mismos votos que contó la máquina. En suma, queremos comprobar si el profesional informático pertenece la selecta comunidad que practica la “viveza criolla”. Porque esa comunidad existe. Ha sido creada colectivamente, y sus miembros comparten esa supuesta “virtud”. Hemos elevado a categoría de valor precisamente a un anti-valor. Consideramos héroe al que burla el sistema; al que consigue el éxito con el mínimo esfuerzo; al que miente y engaña sin sonrojarse; al que se aprovecha de las fallas del sistema. El estúpido es el que sigue las reglas, el que pide permisos, el que sigue los procedimientos. El que ingenuamente actúa en función de una ética. Quizá debamos buscar esta hipócrita inversión de valores en nuestras raíces coloniales. Algún antropólogo nos podría iluminar con una explicación sobre el origen de estos famosos refranes: “Hecha la Ley, hecha la trampa”. “La Ley se acata, pero no se cumple”. El voto electrónico no es un problema técnico. El problema es ético, y radica en la viveza criolla.

Leonardo Hernández Walker, MBA, MPA LEXIS S.A. Presidente Ejecutivo

[email protected]