lunes, 01 de abril de 2013
HACIA UNA CULTURA DE LA INFORMACION “Cuando tenemos los mayores tesoros delante nuestro, no nos damos cuenta. ¿Sabes por qué? Porque los hombres no creemos en los tesoros.” Paulo Coelho. Hasta el último cuarto del siglo XX, el conocimiento jurídico del Ecuador estuvo almacenado exclusivamente en papel y en dos fuentes principales: 1) en las inútiles colecciones encuadernadas del Registro Oficial, y 2) en los poquísimos libros producidos por las “editoriales jurídicas”, esto es, los códigos que consumen los estudiantes de Derecho, y uno que otro texto de “doctrina”. La introducción de la “informática legal” en la década de los 80, permitió la ejecución de un proyecto imposible de realizar en papel, que consistió en la captura, catalogación y validación de la totalidad de la normativa publicada durante casi dos siglos en el Registro Oficial. Este trabajo titánico, produjo resultados insospechados, que nuestro socio fundador, el Dr. Luis Hidalgo López, plasmó y difundió en sendos libros: “La legislación informal en Ecuador” (1990) y “La telaraña legal” (1999). Estas publicaciones, con suficientes datos cuantitativos y cualitativos extraídos de las recién construidas bases de datos, por primera vez en la historia pusieron de manifiesto la realidad oculta del Derecho Positivo ecuatoriano, develando múltiples fenómenos que se sintetizan en una restringida y deformada visión del objeto de estudio de esta disciplina. La inamovible y centenaria tradición jurídica, junto a la escasa disponibilidad de textos impresos, ha perennizado un pensum universitario que pone énfasis en la memorización catequética de hasta 17 cuerpos legales; que produce finalmente profesionales expertos en liturgia procesal, pero que desconocen la magnitud y la complejidad de su real objeto de estudio: 17 MIL cuerpos legales vigentes erga omnes (de obligatoriedad general), dentro de un universo legal cercano a un millón de documentos. 17 libros se pueden ver, hojear, y hasta transportar. Pero tratar de obtener un documento específico dentro de un millón, embargo, el mayor problema no está en la localización, sino en la conocimiento jurídico se encuentra efectivamente en aquellos experimentados académicos hasta han logrado recitar-, ignorando absolutamente diferente.
es una tarea compleja. Sin falacia de suponer que el 17 libros, -que algunos la cruda realidad, que es
Obviamente, la metodología y la tecnología utilizada para mantener actualizados y vender 17 libros es trivial, comparada con aquella que se requiere para administrar una biblioteca con la
totalidad del Derecho Positivo y la Jurisprudencia ecuatorianas. Por ello, fue necesario recurrir a la construcción de herramientas muy especializadas de captura, actualización, catalogación y búsqueda, que permiten extraer información en forma precisa. Entre ellas están los índices, los buscadores de texto, las taxonomías, las ontologías, los tesauros, los buscadores paramétricos, etc. Las tecnologías de información y comunicaciones (TIC) hoy permiten que estas gigantescas fuentes de información y las respectivas herramientas de búsqueda, se encuentren disponibles para cualquier persona que disponga de una conexión a internet, fija o móvil, a cualquier hora y desde cualquier lugar del mundo. De esta forma se superan las artificiales restricciones al conocimiento, que son fruto de la superada “cultura del papel”. Sin embargo, y a pesar de la disponibilidad de acceso a fuentes de información completa, sistematizada, actualizada y depurada, la explotación de la información es completamente desigual. En la academia, (con mínimas excepciones) no hemos avanzado un milímetro hacia el desarrollo de las habilidades y destrezas específicas que son necesarias en la “sociedad de la información”; evidenciándose la carencia de programas que desarrollen conocimientos, habilidades y destrezas imprescindibles, que otorgan al individuo las competencias necesarias para interactuar eficazmente con los sistemas de información disponibles, que son infinitamente superiores en cantidad, oportunidad y calidad, al texto impreso. Recientes investigaciones académicas realizadas por la UDLA, indican que sobre el 75% de la población objetivo es incompetente para interactuar y explotar sistemas de información. Pero el 25% que ha desarrollado esas competencias, tiene la oportunidad de ganar todas las batallas en la “guerra de la información”. La información brinda resultados cuando es utilizada adecuadamente; cuando responde a los objetivos planeados; y cuando el usuario o la organización saben utilizarla para generar valor. La información no tiene valor per se, sino que tiene un valor de uso. La misma información puede no dar ningún resultado en una organización, mientras que en otra genera resultados espectaculares. La diferencia está en que en la una se conoce cómo utilizarla para generar valor, mientras que en la otra no. La mera disponibilidad de sistemas de información altamente sofisticados y completos no garantiza que se use la información. Sin una “cultura de la información” no llegaremos a una “sociedad de la información”, por mucha “economía de la información” (disponibilidad de infraestructura) que tengamos. La pregunta es, pues, ¿disponemos en nuestras instituciones de una cultura de la información que valore disponer y usar la información? Porque sin esta cultura de la información, cualquier esfuerzo puramente técnico, puede resultar estéril.
Leonardo Hernández Walker, MBA, MPA Presidente Ejecutivo LEXIS S.A.