Có m o u n a ig le sia p e q u e ñ a p u e d e h a c e r m isio n e s Por Edizon Queiroz (Brasil) Cuando predico y desafío a pastores a llevar a sus iglesias la tarea de misiones mundiales, siempre soy cuestionado acerca de la posibilidad de que una iglesia pequeña pueda o no hacer misiones. Mi respuesta siempre es afirmativa. Una iglesia pequeña puede y debe hacer misiones. Aquí presento cinco pasos para que una iglesia pequeña pueda hacer misiones. a) Confiar en el gran Dios. Debemos entender el plan de Dios para la iglesia y la implantación de su reino, a través de la predicación del evangelio en todas las naciones, sin importar el tamaño de la iglesia. Lo que marca la diferencia es el tamaño de nuestro Dios. Él dijo: «Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces» (Jeremías 33:3). La Biblia afirma que Dios es «poderoso para hacer abundantemente más de lo que pedimos o pensamos, conforme a su poder que actúa en nosotros» (Efesios 3:20-21). A veces, miramos nuestra incapacidad observando el tamaño de nuestras iglesias, su situación económica, y quedamos desanimados, diciendo que es imposible. Pero esto es un gran error. Necesitamos mirar a Dios y creer en su poder, pues él es grande y quiere hacer cosas grandes. Precisamos orar como el rey Josafat: «Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros» (2 Crónicas 20:12). Aquí está el secreto de la victoria: quita los ojos de las circunstancias y colócalos en las manos del gran Dios, y él transformará nuestras iglesias en verdaderas bases misioneras. b) Comienza un movimiento de oración. A través de la oración, la iglesia puede hacer un movimiento misionero y alcanzar naciones. Desafía a los miembros de tu iglesia a orar en sus casas, en el trabajo, en los momentos de descanso, en la iglesia, etc. A través de la oración, vidas serán movidas por Dios; puertas abiertas; misioneros bendecidos; vidas salvadas. Más adelante daré algunos pasos prácticos para el inicio de un gran movimiento de oración en tu iglesia, no importa el tamaño que sea. c) Entrena a los creyentes en la evangelización personal. Descubrí una cosa muy interesante en mi ministerio: los creyentes no evangelizan porque no saben cómo hacerlo. Antiguamente, pensaba que se trataba de falta de consagración, falta de fe, desánimo, etc.; pero luego descubrí que el gran problema era la falta de enseñanza práctica (no teórica desde el púlpito – nota del lector). En aquel tiempo invité a un equipo de la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo para venir a un entrenamiento de evangelización y discipulado para la iglesia. El trabajo del Espíritu Santo fue maravilloso, llevando a la iglesia a predicar el evangelio. Me acuerdo del testimonio de un diácono: «Pastor, soy creyente desde hace más de 30 años y nunca alguien oró conmigo entregando la vida a Cristo. Pero en esta tarde tuve la alegría a ver a alguien orando conmigo, invitando a Cristo a entrar en su vida». En la actualidad, el entrenamiento en evangelizar es parte de la instrucción de los nuevos creyentes en la escuela dominical. d) Desafía a personas al campo misionero. Mediante predicaciones, enseñanza, recomendación de libros, etc., puedes desafiar a personas a entregar sus vidas para la obra misionera. Creo que en todas las iglesias hay personas capacitadas para el campo misionero. Entonces, predica, desafía y
procura identificar a esas personas, dándoles el apoyo necesario en el discipulado, etc. Apoya a los capacitados. Muchos pastores están pecando dejando de apoyar, orientar y ayudar a los capacitados. Tal vez por miedo de perder el puesto, por celos o irresponsabilidad. Si en tu iglesia hay algún miembro llamado por Dios para el ministerio, dale todo el apoyo que esté a tu alcance, de esa manera estarás colaborando para la expansión del reino de Dios. No temas. El mismo Dios que le colocó en el ministerio es poderoso para mantenerlo o retirarlo, de acuerdo con su soberana voluntad. e) Desafía a los creyentes a contribuir económicamente. Una iglesia pequeña puede hacer mucho para misiones a través de la contribución financiera de sus miembros. Dios no ve el tamaño de la ofrenda, sino el del corazón de la persona que dio la ofrenda. ¿Te acuerdas de la ofrenda de la viuda pobre? (Lucas 21:1-4). Fue mayor que las demás porque ella dio todo su corazón. Después, Dios es poderoso para multiplicar cualquier ofrenda, como lo hizo en la multiplicación de los panes. Soy testigo de eso. Dios hace milagros en la economía de la iglesia, cuando ésta coloca misiones en primer lugar. Más adelante, cuando hable de finanzas de la iglesia, voy a contar algunos de esos milagros. Conozco familias que están manteniendo parientes en el campo misionero. Muchas veces, cuando encuentro algún misionero, le pregunto: «¿Quién te está sosteniendo?». Algunas veces la respuesta es: mi país, mis hermanos, etc. Entonces le pregunto: «¿Cuántos son?» A veces cinco o seis personas se están uniendo y sustentando a un misionero en el campo. ¿Cuál es el tamaño de tu iglesia? Aunque sea de cinco o seis personas, si éstas fueran desafiadas y asumieran la responsabilidad, se pueden unir y sostener misioneros en el campo, así como algunas familias están haciéndolo. Desafía a tu pueblo a contribuir económicamente. f ) Une a tu iglesia con otra, para enviar misioneros. Una iglesia pequeña puede disponer de personas y dinero para la obra misionera. Pero, a veces no tiene condiciones para levantar todo el sustento económico necesario; por lo tanto, puede unirse a otra iglesia, y, juntas, enviar un misionero. Voy a contaros una experiencia que trae recuerdos a mi vida. Un pastor de una iglesia pequeña vino a nuestra conferencia misionera y fue desafiado a hacer de su iglesia una iglesia misionera. Desafió a la iglesia y la respuesta fue el inicio de un movimiento de oración y aportación misionera. Cuando obtuvo el dinero de las ofrendas mensuales para misiones, no tenía dónde invertirlo y entonces pidió a nuestra iglesia la oportunidad de participar en el sustento de una de nuestras misioneras en África. Consulté con mi iglesia y todos con alegría aceptaron hacer la sociedad con la otra iglesia, y, juntas, sostuvimos a la misionera. Ahora este mismo pastor está marchando para el campo, y las dos iglesias juntas van a participar en su sustento. Una iglesia pequeña puede y debe hacer misiones. Todo depende de ser desafiada, recibir la visión y aceptar la responsabilidad. Tomado de la revista “Momento de Decisión”, www.mdedecision.com.ar Usado con permiso
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