Científicamente mala De segundas oportunidades

lez, Kevin Greutert, Mark Stevens.música :Charlie Clouser. elenco :Josh Stewart, ... rilou Mermans, Jan van Looveren, Lea Couzin, Lut Tomsin, Lucas van den.
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espectáculos

| Jueves 29 de noviembre de 2012

cine

Genuino amor adolescente dulCe de leChe (argentina/2011; hablada en español). ★★★ buena. dirección: Mariano Galperín. guión: Mariano Galperín y Martín Greco. fotografía: Diego Robaldo. edición: Nicolás Goldbart. música: Fabián Picciano.elenco: Ailín Salas, Camilo Cuello Vitale, Marcos Rauch, Naiara Awada, Florencia Raggi, Luis Ziembrowski, Paula Ituriza, Martín Pavlovsky, Vivi Tellas. duración: 86 minutos. calificación: apta para mayores de 13 años

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l amor adolescente tiene una conexión especial con el cine (y con el rock y con la literatura). Bien tratado, rinde frutos de emoción tal vez fugaz pero genuina. Las claves pueden estar en la belleza, en la fotogenia, en la verosimilitud de los enamorados y en la descripción de su ambiente. El director Mariano Galperín tiene una carrera errática y bastante insólita para el cine argentino, pero hasta en Chicos ricos (2000), su película más maltratada –y que no carecía de atractivos, tal vez demenciales, se notaba

algo genuino, algo que estaba fuera de la pose, de los caminos seguros y prefabricados que el cine contemporáneo ofrece a los cineastas que le temen al error. No hay displicencia y anemia en el acercamiento de Galperín a sus temas, a los diferentes estilos y ritmos con los que ha trabajado. No se percibe miedo a equivocarse, por eso no hay parálisis: Galperín hace películas que parecen decir “esto es lo que quiero hacer hoy”. Y esa asertividad se suele transmitir al relato. En Dulce de leche acierta en al-

gunos aspectos clave: la muy joven Ailín Salas (La sangre brota, Abrir puertas y ventanas, entre muchas otras) es evidentemente una de las mayores novedades actorales del cine argentino reciente. De especial fotogenia y sonrisa cautivadora, Salas hace algo más que “actuar bien”: es una presencia fuerte, de esas que parecen haber nacido para el cine, y que contagia y mejora a los otros actores. Tanto es así que Camilo Cuello Vitale (Luis), de actuación errática y de énfasis oscilante en los primeros minutos, se enciende cuando está junto a Salas (Anita). En cuanto se forma la pareja, la película galvaniza la energía que venía presentando en forma dispersa. Ya no importan tanto los desniveles actorales, algunos diálogos forzados, las situaciones con herrumbre (el accidente de skate del amigo se-

Camilo Cuello Vitale y Ailín Salas, la pareja protagónica guido de la confesión, por ejemplo). Luis y Anita, su amor y el paisaje del campo y el pueblo de Ramallo se combinan con energía –y con buenos encuadres, y con luz que busca nitidez en el color para resaltar flores, río y pasto, y con un montaje que sabe de ritmo genérico–para que se reduzca un poco la distancia con la película inspiradora de Dulce de leche: Melody (1971), de Waris Hus-

sein, con música de los Bee Gees. Otro acierto de Dulce de leche es no convertir a los adultos en villanos, y otro es la presencia de Martín Pavlovsky, que en una industria cinematográfica en serio podría ser uno de esos secundarios confiables, nobles. Cuando Luis y Anita combaten contra los límites de los adultos (mejor dicho, los esquivan), Dulce de leche fluye y se escapa de las otras pro-

Científicamente mala Juegos de muerte (the ColleCtion, estados unidos/2012; hablada en inglés). ★ mala. dirección : Marcus Dunstan. guión: Marcus Dunstan, Patrick Melton.fotografía : Sam McCurdy. edición: Joseph M Gonzalez, Kevin Greutert, Mark Stevens. música : Charlie Clouser. elenco : Josh Stewart, Emma Fitzpatrick, Lee Tergesen, Randall Archer, Christopher McDonald, Navi Rawat.distribuidora : Distribution Company.duración : 82 minutos

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maldad, tal vez el ser más malvado del terror, es malísimo. La película que lo contiene también es malísima, de esas que podrían considerarse científicamente malas, de las que desaprovechan incluso una masacre bestial como la del principio. Hay un director en los títulos, se llama Marcos Dunstan, también de la mencionada El juego del terror y guionista de algunas de las llamadas El juego del miedo (se recaudaría muy bien si se cobrara un impuesto al uso inapropiado de la palabra “juego” en los títulos locales). Aparentemente inconsciente de

bables inspiraciones –o inevitables comparaciones–, las series Pelito y Clave de sol. Pero sobre el final, como si fuera obligatorio incluir un “conflicto fuerte” para llegar a un cierre en el que se eleva el tono, la película tropieza un poco y pierde parte de su encanto, ganado a fuerza de los méritos ya apuntados y de una ternura no demasiado frecuente en el cine argentino.ß Javier Porta Fouz

cine

cine

uegos de muerte (The Collection en el original) vendría a ser una secuela. Un hombre enmascarado y malo –que tuvo su origen en la acá llamada El juego del terror (The Collector) – secuestra, encierra, tortura y mata gente. Mucha gente. Lo hace de diversas maneras, pero mayormente con dispositivos (gadgets) filosos, a veces de gran porte y complicada estructura, como si tuviera un contrato con la industria metalúrgica para usar sus derivados de formas macabras e imaginativas. El enmascarado éste, por momentos, es pura

Foto:primer plano

Emma Fitzpatrick Foto: distribution company

que el cine tiene imagen, este señor Dunstan desconoce la construcción visual del espacio: el interior de un hotel abandonado (no tan abandonado, uuuh) es denominado por un personaje como “un laberinto”, probablemente una idea de Dunstan y el otro guionista para justificar que nunca se tiene idea de qué hay fuera

de campo (ni como amenaza, ni en función de la continuidad espacial, ni para la fluidez de los movimientos). Tampoco sabe construir suspenso ni inteligibilidad en un ambiente reducido y simple filmado en planos medios con dos personajes (los ejemplos son los siguientes: todos). Las peleas las filma con muchos planos, y éstos son editados velozmente a la bartola. Resultado: la acción más elemental carece de claridad. La chica protagonista se parece a Natalie Portman y a Antonella Costa, y los actores ejecutan sus papeles con el nivel de la tercera línea de un directo a video de 1992, de esos con cajitas hoy dignas de un museo kitsch. La borrosa imagen también es como de VHS, pero con el cabezal sucio. Sí, hay momentos tan absurdos que pueden llevar a la risa (un agujero en la pared que encuadra como una cámara, la elipsis peor hecha del universo, un pedazo de corpiño muy hábil, un contraluz azulado y humeante del malo con dos perros peleados con el peine, y mucho más), pero para ponderar este dudoso atractivo siempre recuerden que los críticos no pagamos la entrada.ß Javier Porta Fouz

De segundas oportunidades las ChiCas de la banda (meisJes, bélgiCa/2009). ★★

re-

gular. dirección: Geoffrey Enthoven. guión: Jean-Claude van Rijckeghem

y Chris Craps. fotografía: Gerd Schelfhout. música: Stef Caers, Olaf Janssens, Pascal Garnier y Tom Kestens. edición: Phillipe Ravoet. elenco: Marilou Mermans, Jan van Looveren, Lea Couzin, Lut Tomsin, Lucas van den Eynde. distribuidora: Mirada. duración: 98 minutos. calificación: apta para mayores de 13 años

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sta producción belga cumple con todos y cada uno de los lugares comunes de lo que en la jerga del cine se conoce como crowd-pleaser, películas con una fuerte carga demagógica que tratan –por cualquier medio– de seducir al espectador. El problema no es esa obsesión por ganarse el favor del público –algo a lo que aspira la mayoría de los artistas– sino los recursos que se ponen en juego para esa operación. Esta película –y la distribuidora local pensó en ello a la hora de elegir el título de estreno– incursiona en los mismos territorios de comedias negras con propuestas entre absurdas y provocativas (que pueden ser resumidas en un concepto ganchero) como Chicas de calendario o –ya en versión masculina– Todo o nada… El Full Monty. Aquí el “concepto” sería el siguiente: tres mujeres septuagenarias encuentran una segun-

da oportunidad en sus vidas al formar un grupo que interpreta temas que van desde “Pump Up the Jam”, de Technotronic, hasta clásicos de Jacques Brel. Las “chicas” vuelven a disfrutar la alegría de vivir (la protagonista sufre en la escena inicial la muerte de su represivo marido) y eso implica desde fumar un porro, excitarse con un curvilíneo bajista negro o competir en una guerra de bandas con exponentes del heavy metal. La película aborda también algunos conflictos familiares (la protagonista se decide por el hijo díscolo, por la oveja negra, que formará parte de su aventura musical, en lugar del otro, mucho más pragmático, contenido y controlador), pero en ningún momento alcanza a quebrar la superficialidad y la previsibilidad de un guión que resulta más ingenioso en su punto de partida que en su concreción.ß Diego Batlle