Carta a las personas con interés por aprender Algunas personas me preguntan: ¿por qué vas a la escuela? Total, te quedarás como estás. Yo les digo: para eso voy, para no quedarme así. En la escuela, siempre, se estudia de todo. Me gustaría que, por lo menos, lo intentaseis como he hecho yo. Veréis como sí se aprende. Os contaré mi historia. La decisión de ir a la escuela la tomé un día hablando con una amiga y nos animamos. Ya lo habíamos charlado hace algún tiempo, pero lo pensábamos mucho, porque sentíamos demasiada vergüenza por no saber. Nos decidimos para aprender más de lo que sabíamos, que era muy poco. También me influyeron mis hijos y mi marido. Ellos conocían las ganas y el interés que yo tenía de hacer lo que no pude de pequeña, ni cuando era más joven: expresarme mejor, leer y escribir bien, saber arreglar los asuntos de papeleo y defenderme yo sola. Además, quería conocer nuevas amistades fuera de mi entorno y poder evadirme de los problemas, relajarme, pasármelo bien y cambiar un poco la rutina de todos los días. En la escuela he aprendido bastante y estoy muy contenta. No pensaba que iba a practicar de todo, pero me gusta. Descubro cosas nuevas que me sirven para desenvolverme mejor en la sociedad que vivo y agudizar la mente para que no se atrofie por no ejercitarla. Aquí las cosas se ven diferentes: hay camaradería y amistad, se tienen charlas, debates y se leen libros, se cambian impresiones y tú también cuentas. Nosotras nos esforzamos mucho y los profesores nos explican los temas bastante bien, con paciencia. Las dificultades son muchas y las supero como puedo. Está el trabajo remunerado, que unos días lo tengo que realizar en el exterior y otros en casa. Cuando vengo de fuera, no tengo tiempo ni para comer o lo hago corriendo.
En ambos casos, siempre, llego cansada a clase; pero, como me gusta, voy contenta; aunque, por razones de horario laboral, tengo que faltar algunos días. Muchas veces tengo que cuidar de mis padres o los suegros y otras de los nietos, para que mis hijos e hijas puedan hacer cosas necesarias. Otra, es haber comenzado un aprendizaje con más de 40 años y sin costumbre de estudiar. Esto me dificulta comprender y memorizar. Cuando hago los deberes en casa, por las noches, después de haber atendido al marido, los hijos, hecho la compra y las comidas, ya estoy “como unos zorros”. Poseo mucha afición a querer mejorar un poco más. Es más fuerte el deseo de instruirme que los inconvenientes que se puedan presentar, pero también es bueno encontrar momentos de ocio, que nunca vienen mal. Algunos días el ánimo está bajo y cuesta más ir a la escuela, pero me ayuda que durante el rato de clase, por lo general, se me olvidan los problemas. Tengo a mi favor que lo que me propongo lo hago y estoy interesada en superarme. El ánimo que me dan mi marido, mis hijos y otras personas cercanas me ayuda a seguir estudiando y sacar tiempo para hacer las tareas. A medida que pasa el curso voy mejorando y cada día salen temas nuevos de los que no tenía ni idea. Desearía relacionarme más con las personas de otras clases, para intercambiar pensamientos y cómo nos va. Así, nos podríamos ayudar unos a otros y hacer más amistades. Deberíamos hacer más salidas a museos, excursiones, fiestas, recuperar las reuniones de delegados y algunas otras cosas que no se me ocurren ahora. Espero veros pronto en el colegio.
Escrito colectivo del Grupo Iniciación 3 de la Tarde Centro de Educación de Personas Adultas “Orcasitas” Madrid, a 13 de abril, de 2.000