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es más que discutible tras los estudios sobre la enunciación, en los que se considera un cúmulo de factores que intervienen en el discurso. Volvamos al léxico.
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Caracterización del lenguaje político

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MIGUEL A. REBOLLO TORÍO

Universidad de Extremadura - España

Caracterización del lenguaje político

El sintagma "lenguaje político" está acuñado en el dominio de la lengua española y, al denominarlo así, entendemos que se apunta a una variedad de lenguaje. Sin embargo, y pese a su consolidación, conviene detenerse para considerar varias notas en torno a dicho sintagma. Me parece necesario no proseguir antes de discutir qué es ese lenguaje político, e incluso plantear si existe. No es algo vano lo que propongo, pues las dudas sobre el "lenguaje político" van desde autores tan sólidos y de peso como E. Coseriu hasta publicaciones muy recientes de investigadores especializados en la materia. El profesor rumano, en un artículo publicado hace ya un tiempo, escribía a propósito de lo que nos interesa aquí: "Para la filología y para la hermenéutica del sentido, los discursos políticos no pueden siquiera representar una clase particular (...) Los discursos políticos no constituyen una clase por su forma o estructura lingüística, sino sólo por su contenido extralingüístico"1. Se niega, en consecuencia, la posibilidad de que exista un "lenguaje político" con el fundamento de que existen "usos políticos" del lenguaje desde presupuestos ajenos a la lingüística. A lo más que se llega es a establecer empleos que impregnan el lenguaje de la "politicidad" si se me permite un neologismo. Es en esta línea en la que ya el profesor Coseriu puede aludir a "lo político y la política del lenguaje", en la que reconoce problemas muy diversos en el dominio que alcanza 1

Eugenio Coseriu, Lenguaje y política, en El lenguaje político (Manuel Alvar, coordinador), Madrid, Fundación Friedrich Ebert, 1987, p. 17.

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la lengua española en la península2. Puestos a traer otro estudioso que nos ayude en el asunto planteado, recuerdo a V. Lo Cascio, autor de un interesante libro que, traducido al español, versión que he manejado, lleva por título Gramática de la argumentación3. Lo Cascio dedica todo el capítulo noveno a los "lenguajes especiales", e incluye dentro de estos lenguajes el "lenguaje político" sin ninguna duda. Veamos dos cuestiones que han surgido ya en esta exposición: la adscripción del lenguaje político a un grupo y el léxico de ese lenguaje. No son los únicos problemas que pienso analizar, pero sí son los iniciales. Con respecto al carácter de grupo, propio de los lenguajes por los que reconocemos los distintos tipos: científico-técnico, jurídicoadministrativo, quinquis, carcelario, etc., habría que matizar lo siguiente. Hay en efecto un grupo de personas más proclives para el empleo de este tipo de lenguaje, los políticos, esto es, las personas que se dedican a los asuntos de la política: senadores, congresistas, ministros... hasta la escala mínima de concejales de la pedanía más reducida. El grupo es heterogéneo; sin embargo, podemos situarlo bajo la misma etiqueta gracias a esa adscripción de persona que se ha sometido a unas reglas de elección o ha sido nombrada para un cargo semejante. Ahora bien, la comunicación puede limitarse tan sólo a los integrantes del grupo o, la mayoría de las veces, tiene un interlocutor real distinto del que aparenta ser: toda una sociedad. En consecuencia, en el lenguaje político hallamos una delimitación clara en cuanto a los miembros que la configuran, pero ese lenguaje político tiene que diferir mucho de otros tipos de lenguaje pues su 2

También la profesora Marina Fernández Lagunilla, que alude a 'lenguaje de la política, jerga política o lenguaje político" señala la dificultad de "aislar los rasgos lingüísticos y comunicativos fundamentales que llenen de contenido cualquiera de las designaciones mencionadas", por lo que, tras exponer sus dudas, concluye que el lenguaje político no es "un lenguaje especial (...) sino un uso especial de la lengua común" (Vid. su obra, La lengua en la comunicación política I: El discurso del poder y //: La palabra del poder, Madrid, Arco Libros, 1999, pp. 7 y 13 del voi. I). 3 Vincenzo Lo Cascio, Gramática de la argumentación, Madrid, Alianza Editorial, 1998 [la edición italiana es de 1991].

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interlocutor no es, por ejemplo, otro preso o un quinqui o un científico, sino cualquier persona de la sociedad en la que se sitúa la emisión. ¿Implica esto una exclusión del lenguaje político de los demás lenguajes especiales? Si examinamos otros lenguajes aceptados como especiales, no es un dato suficiente. El lenguaje publicitario (e incluso el de los críticos literarios) coincide con él4. Cabría diferenciar entre dos niveles diferentes para los integrantes del "lenguaje político": aquellos que son natos, que viven por y para la política, y el de todos, que tienen que comprender los fenómenos lingüísticos producidos en ese tipo de lenguaje. Y esto nos lleva a la segunda consideración, la del léxico. En general, el léxico ha sido el elemento básico para determinar el tipo de lenguaje. Esta concepción es más que discutible tras los estudios sobre la enunciación, en los que se considera un cúmulo de factores que intervienen en el discurso. Volvamos al léxico. Parece que la ambigüedad y la polisemia inherentes al léxico político lo descalificarían como elemento identificador. Resulta paradójico al plantearlo así, pero no deja de aparentar ser un círculo al que no se puede acceder por ningún lado. Sin embargo, como sucede con tantas cuestiones, el punto de partida ha de situarse de otro modo, pues las respuestas difieren según la manera de plantear las dudas. No se puede tratar todo el léxico que podemos incluir en el ámbito político como si fuera homogéneo. Incluso aceptando la carencia de biunivocidad propia de los lenguajes especiales, no cabe la menor duda de que ciertos términos (democracia por aludir al más universal) apuntan al lenguaje político. Con palabras de don Fernando Lázaro Carreter, hay un "núcleo fuerte" y una "periferia" en el lenguaje político6. El núcleo fuerte sitúa, sin duda ninguna, el léxico que así se establece en el dominio de lo político. Ahora bien, eso no presupone que sea un léxico interpretado por igual ni por parte de los emisores ni por lo que afecta a los destinatarios. De ahí la ambigüedad y polisemia. ¿Qué es la democracia a lo largo de la historia de la sociedad 4

Vincenzo Lo Cascio, ob. cit, p. 309. Fernando Lázaro Carreter, Viejo lenguaje ¿Nuevas ideas?, en El lenguaje político (Manuel Alvar coordinador), Madrid, Fundación Friedrich Ebert, 1987, p. 34. 5

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española?, ¿y en el mundo denominado "occidental"6?, ¿admitiríamos hoy una democracia tal como la entendían los creadores del término, los griegos? Si además empezamos a adjetivarla, las posibilidades de significado se expanden: orgánica, popular, participativa, burguesa, etc. Lo atractivo e interesante para un estudioso es justamente desentrañar los diferentes significados que, en el emisor, se dan en su uso. Aquí es donde actúa el análisis que, teniendo en cuenta los factores comunicativos (y la teoría de la enunciación es magnífica auxiliar), explican la comprensión de los términos y nos facilitan más el análisis de la sociedad en cuestión. Este es el que me parece el elemento humano más nítido. Ocurre que, a veces, se olvidan los fines de un estudio. Para mí no hay duda de que tienen que estar al servicio del hombre. No se trata de saber por saber, sino de saber para entender el mundo y entendernos a nosotros mismos. En ese núcleo fuerte encajaríamos formas, además de democracia, como estado, gobierno, congreso, partidos políticos, clases sociales, nación... es decir, todos aquellos elementos que puedan ser adjetivados, sin lugar a dudas, como "políticos". El que los términos sean mal definidos, es otra cuestión, pues la ambigüedad es inherente al empleo de los términos políticos. Piénsese en las dificultades que entrañan formas como nación y nacionalidad en la España de hoy. Su dificultad no está tanto en definir ambos términos como en reconocer las realidades que encubren dichos términos. En ocasiones, se repiten palabras cuyo significado se ignora. Así, la ley D'Hont resulta familiar para los españoles, pues es la fórmula por la que se reparten los escaños en las votaciones. Si preguntamos a personas de cultura media en qué consiste esa ley, veríamos cómo el desconocimiento es muy extenso. Pero, la ignorancia del contenido no excluye que digamos: "el partido X ha sido favorecido por la ley D'Hont". Cabe hablar, en consecuencia, de un cierto esoterismo en el lenguaje político, de un lenguaje para iniciados igual que sucede con otros lenguajes. El problema en este tipo de lenguaje es que el esoterismo es diferente. 6

Denominación ésta nada acertada desde una visión geográfica. El término es político y económico.

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Hay términos mal conocidos y, lo más complejo, con significados diferentes tanto en el emisor como en el destinatario. F. Lázaro Carreter alude a la complejidad que se da en el lenguaje político, nivel en el que es difícil "delatar la novedad" porque lo más normal es que "cambien las connotaciones" de los términos7. Sería más sencillo para el investigador precisar el significado de un término nuevo (pese a la ambigüedad y polisemia con la que inevitablemente nace por el simple hecho de pertenecer a la esfera de lo político) que determinar su significado atendiendo a las connotaciones con las que se carga según el emisor8. Pero no es esta la única dificultad con la que nos encontramos en el análisis del lenguaje político. He aludido al destinatario, pieza fundamental en la comunicación. Si consideramos que lo fundamental de un mensaje es que llegue bien, correcto, a su interlocutor, es decir, que sea interpretado en los términos en los que pensamos que pretende el emisor, nos engañamos. Los términos del nivel estudiado aquí son deliberadamente ambiguos por las propias condiciones del lenguaje político. Me apoyo de nuevo en V. Lo Cascio para destacar la importancia básica que el destinatario tiene en la comprensión del lenguaje: "El mensaje en estos casos [lenguajes político y publicitario] se orienta totalmente hacia el decodificador específico. El máximo de la habilidad lingüística en estos dos sectores consiste en enunciar mensajes que puedan ser decodificados por cualquier interlocutor de forma diferente y según la ocasión, pero obteniendo el mismo proceso de convencimiento"9. Esta es la razón por la que es inhe7

Fernando Lázaro Carreter, ari. cit., p. 33. No obstante, esta tarea es muy atractiva y permite, mediante el análisis de textos, establecer conclusiones. Así, en un viejo trabajo mío, he podido determinar cómo, en los años 30, el fascismo era una ideología cargada de las siguientes notas (semas, aunque aludir a un análisis de "rasgos semánticos" es muy complejo): 1: ideología política, 2: exaltación de la fuerza, 3: dictadura nacional, 4: anti-capitalismo, según los ideólogos fascistas de la España de esa época; y, por el contrario, sus componentes serían: 1: ideología política, 2: dictadura pro-capitalista, 3: dictadura anti-proletaria, 4: régimen de terror, según los ideólogos socialistas de entonces (Vid. Miguel Á. Rebollo Tono, Lenguaje y política. Introducción al vocabulario político republicano y franquista 1931-1971, Valencia, Fernando Torres editor, 1978, pp. 36-37). 9 Vincenzo Lo Cascio, ob. cit., pp. 309-310. 8

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rente al lenguaje político ser ambiguo y polisémico. El dirigente político busca votos y trata de hacer ver al votante que el cambio que propugna o la revolución que promueve son sus "cambios" o "revoluciones", cargadas con las connotaciones del destinatario. Si se me permite una comparación: el político pone la música y cada destinatario escribe la letra. Así puede sonar igual para todos, por más que el contenido pueda diferir10. Creo que no existe ningún problema para admitir que se da un vocabulario específico político, configurado por un limitado número de palabras, a las que es inherente una carga de connotaciones dispar tanto en el emisor como en el destinatario, lo que justifica la complejidad de ese vocabulario11. Por eso, frente a otros tipos de lenguaje, más estables y menos cambiantes a lo largo de la historia, en el lenguaje político es básico atender también al contexto. Sin salimos del ámbito español, un término como república no es lo mismo en los años 30 que en los 40, pero ni siquiera es lo mismo para políticos como Azaña y Besteiro que para Gil Robles, rigurosos coetáneos. La disparidad no me parece justificación de la negativa a considerar un vocabulario político, en el que la forma república tiene una entrada indiscutible. Al lado de este núcleo "fuerte" existen otros términos "periféricos" (por seguir con las palabras del profesor Lázaro Carreter). El conjunto de tales términos es cambiante, suelen ser palabras más fugaces, procedentes de la esfera común al lenguaje, de lo que podríamos llamar lenguaje ordinario. Este tipo de términos es muy interesante para el investigador, pues puede llegar a erigirse en una clave de un momento histórico determinado12. Su adscripción a 10

La comparación la hago pensando en que el himno nacional español tiene sólo música, pero carece de letra oficial. Recuerdo la que se extendió en la época de Franco: "Viva España, alzan los brazos hijos del pueblo español, que vuelve a resurgir..." 11 De hecho, si no fuera así, no podríamos entender la existencia de Diccionarios políticos, ni la de obras que recogen voces políticas en épocas y sociedades determinadas. 12 Los investigadores se dan cuenta de la necesidad de un lenguaje acorde con los tiempos. Así, en una obra alejada de las cuestiones que se exponen en esta conferencia, leemos: "En los últimos años, la lengua y la escritura castellanas han

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la esfera de lo político está motivada por varios factores inequívocos: su empleo por locutores políticos en ámbitos políticos con finalidades de significación política. Veamos algún caso indudable: consenso, rodillo, globalización, dedazo. No es nada difícil ampliar la lista. Propongo estos cuatro, de los cuales los dos primeros son propios del español peninsular, y los otros dos del español del mundo y del de México respectivamente. El consenso se sitúa como núcleo en una etapa inmediatamente posterior a la muerte de Franco y al fin de su sistema dictatorial. Coincide con lo que de un modo generalizado abarca a la etapa de transición, época que va desde 1975 (muerte de Franco) hasta 1982 (triunfo de los socialistas por mayoría absoluta)13. Los políticos de entonces tienen plena conciencia de que el lenguaje ha de ser muy suavizado para evitar confrontaciones que pudieran traspasar los límites de la simple dialéctica verbal. Por eso, en esta etapa se edulcoran los términos del núcleo duro de la política y pasan a primer plano términos procedentes de la lengua general, connotados, claro está, por las cargas políticas14. evolucionado y están evolucionando al ritmo vertiginoso que marcan los sucesos históricos y las necesidades socioculturales. La transición democrática y el desarrollo de un estado constitucional exigieron inevitablemente la creación de un lenguaje político nuevo. El vetusto estilo administrativo de la dictadura, cargado de clichés complicados, sintaxis rebuscada, tratamientos jerárquicos y expresiones halagadoras o humillantes -hoy en día ridiculas y risibles—, está dejando paso — ¡quizás con menos rapidez de la deseada!- a un lenguaje mucho más sencillo, neutro, que trate con respeto a todos los españoles y españolas" (Daniel Cassany, La cocina de la escritura, 6a edición, Barcelona, Anagrama, 1998, p. 33). Obsérvense las conexiones entre el lenguaje político" y el "administrativo", pero lo interesante es destacar la percepción de que el lenguaje evoluciona... y muy rápidamente en este caso. 13 Para este período remito a la obra de Javier de Santiago Guervós, El léxico político de la transición española, Universidad de Salamanca, 1992. 14 En la ob. cit. de Javier de Santiago Guervós leemos: "El consenso, como apaciguador de estridencias en todos los sentidos, y el predominio claro de lo estrictamente político sobre lo social -como suele ser norma en los primeros momentos de cambie—, ayudarán a esta moderación en el uso de un lenguaje en el que el enemigo político se convierte en simple adversario político; la derecha recibe apelativos tan amables, por parte de la izquierda, como civilizada o razonable, y en la izquierda, el PSOE abandona la práctica y la terminología marxista, de luchas de clases entre proletarios y obreros contra capitalistas —términos que casi

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El rodillo marca una etapa en la reciente historia de España. Es una metáfora, fuente de términos nada ajena en el lenguaje político, comprensible si se conoce para qué sirve tal utensilio propio de la cocina. El rodillo allana todo a su paso. Inserto en el ámbito político, sólo se puede allanar todo cuando se dispone del poder para ello, bien sea el caso de una dictadura, bien sea porque en una democracia la mayoría absoluta permite prescindir de lo que la oposición plantee. Es así como el rodillo va a darse en los dos primeros gobiernos socialistas. El término es peyorativo y lo emplean las fuerzas de oposición, pero es referente inequívoco de una etapa. No es el único término, pero sí el más significativo. Esto tiene su importancia pues vemos cómo una serie de denominaciones inciden en la misma situación. Se produce una constelación de términos, ajenos al núcleo duro, pero muy precisos en un momento determinado. Como estudiosos de la lengua, no nos compete a nosotros determinar si el rodillo es correcto o incorrecto, si el partido gobernante hizo caso omiso o no de las fuerzas de la oposición. Esa tarea queda para los historiadores. A nosotros nos basta con marcar que rodillo es un término que se vincula a los años posteriores a 1982 en España15, que es inequívocamente una palabra de un momento muy preciso. Veremos si, con el paso del tiempo, rodillo mantiene desaparecen del vocabulario político, relegados en su uso a pequeños grupos extraparlamentarios-, y el PCE, en fin, que convertido al eurocomunismo toma decisiones tan importantes como la de colocar en sus mítines la bandera bicolor y, en lo lingüístico, nada menos que la de usar la palabra España con todo lo que ello implicaba" (p. 14). 16 Leemos en la obra de una investigadora: "En relación con la forma de ejercer el poder en el transcurso de la actividad parlamentaria, la oposición maneja toda una serie de términos que, por vía metafórica, se refieren al rechazo sistemático por parte del grupo gobernante de las propuestas del resto de los partidos y, en general, a la actitud de autosuficiencia política demostrada por el gobierno. Son términos tan conocidos como rodillo, guillotina o apisonadora, además de otros de contenido próximo aunque no de naturaleza metafórica como bloqueo y prepotencia, con los que ha ido creciendo el campo desde la Primera a la Segunda Legislatura. De entre todos, rodillo fue el más empleado en el ámbito político tanto nacional como regional durante la primera década de gobierno socialista" (Ma Jesús Fernández García, El vocabulario político en Extremadura. De la Preautonomía a 1991, Mérida, Asamblea de Extremadura, 1998, p. 75).

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esa exactitud o, por el contrario, deja de ser un elemento tal como hasta ahora lo conocemos y pasa a determinar, independientemente de la época en que se utilice, una política concreta16. La globalización es un término omnipresente en el léxico de todo el ámbito de habla española, basta con repasar las páginas de cualquier periódico chileno, argentino, mexicano, venezolano, español, para toparse con la "globalización"17. La voz no es nueva por más que se prodigue al final de los años 90. Ya el profesor Manuel Alvar, en un trabajo sobre el debate de la nación de 1989, había advertido que, en el léxico, había un término que se constituía en una de esas palabras-clave, "el lexema globo y sus varios derivados"18. Habría que confirmar el grado de penetración y uso del término en los diferentes países hispanos para establecer si la voz podría ser un "testigo" de la época en que vivimos19. La velocidad de los acon16

Al alcanzar la mayoría absoluta el PP en su segunda legislatura, ha habido intentos, tímidos, de aludir al rodillo. En este caso, los interlocutores han cambiado sus papeles; no obstante, no se da de momento una identidad entre rodillo y política del PP como sucedía en la etapa socialista. 17 Sirva como muestra este texto: "Me compré unos tenis Nike que dicen "Made in Indonesia" y estuve dudando entre ésos y unos Adidas que dicen "Hechos en Vietnam". Supongo que a esto es a lo que se le llama globalización y sé que, por más discursos elocuentes o atarantados que se hagan contra ella, no hay modo de evitarla" (Ángeles Mastretta, La democracia y el pasto inglés, en "Nexos", n° 271, julio 2000, p. 27). El tono irónico de la autora alude a un fenómeno económico, sin embargo, la voz recubre un dominio más extenso, si se quiere, más global. Así es como se aprecia en este otro texto de Francisco Umbral, en el que no se acude a la forma globalización, sino al adjetivo global: "Tardarán y tardaremos mucho todos en comprender que la libertad que nos queda sólo puede repartirse mediante un sistema adecuado, justo y global" (Los pueblos sin historia, en "El Mundo", 27-X2000). 18 Manuel Alvar, Lenguaje político: El debate sobre el estado de la nación (1989), en "LEA", XIII/1,1991, p. 31. 19 La fuerza de la palabra permite ya crear un término como "globalifóbicos", para aludir a quienes están en contra del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial (Vid. en el periódico mexicano "El Excelsior" el artículo de J. Contreras Salcedo titulado Válidas las Protestas de los Globalifóbicos Contra FMI y BM, 27 de septiembre del 2000) y también escribir un título como Razón y sinrazón de las protestas antiglobalización ("El País", 14-XI-2000, p. 15, del que es autor Guillermo de la Dehesa). Al parecer, el responsable de que la palabra globalifobia se haya hecho famosa es el expresidente mexicano Zedillo, quien el 27 de enero de 2000 la puso en circulación en el Foro Económico Mundial de Davos. Sin

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tecimientos, la extensión del habla española y la dificultad de analizar hechos tan próximos hacen que esto quede en el aire, pero no por estar tan cercanos a nosotros debemos dejar de apuntar tales posibilidades y eso pese a la "implicación emocional e ideológica" que pueda darse en el investigador20. En cuanto al dedazo, cuarto término de entre otros muchos que podríamos considerar, es una voz que, en el mundo hispánico, señala inequívocamente a la etapa mexicana de dominio del PRI. Con el Presidente Zedillo, el proceso de designación "a dedo" del sucesor al cargo de Presidente de la República se quebró (elecciones del año 2000). Dedazo es tan preciso como cualquiera de los otros vocablos para denotar con exactitud la época y sociedad (puesto que en el mundo hispanohablante hay muchas naciones) a la que alude. Escribo con absoluto convencimiento la palabra denotar y no connoembargo, el término es anterior: "El término [globalifobia] fue definido por primera vez en un boletín publicado en Washington, en medio de las críticas a la campaña de Bill Clinton por la aprobación del Área de Libre Comercio de la Américas (ALCA) o sea, el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá. El boletín titulado Globalifobia: el equivocado debate sobre el modelo de mercado, apareció en septiembre de 1997 en la influyente Brookings Institution" (Vid. La revista "Proceso", n° 1272, 18-111-2001, pp. 22-23 especialmente. El artículo es de Sandra Rodríguez Nieto, y se titula justamente: El globalifilico Zedillo, contra los globalifóbicos). "Globalifóbico" es voz que se recoge en zonas diversas de América, como por ejemplo en Argentina: "Multinacionales, acosadas por los "globalifóbicos"" ("Clarín", 30-IV-2001). En España no se recurre al tema griego "fobos", sino al prefijo "anti-": "Antiglobalización " y "antiglobalizadores" ("El País", 25-VI-2001, editorial), "Los anti-globalización están muy globalizados" ("Crónica de El Mundo", año, XIII, n° 297, 24-VI-2001, p. 11). La diferente construcción de una u otra forma se refleja también en el diferente esquema acentual. En España el resultado es una voz paroxítona (antiglobalizadores) u oxítona (antiglobalizador / anti-globalización), en América es proparoxítona, nota que advierten bien los comentaristas: "Son los humanifágicos, si hemos de seguir con la vena de los neologismos esdrújulos, los que materialmente devoran a la humanidad entera, condenando a la miseria a franjas cada vez mayores de hombres y mujeres" {Globalifóbicos, globalifüicos, humanifágicos y genuflexos, C. Amezcua, en "Foro de opinión", Partido Popular Socialista, febrero 2000). (Para más información basta con introducir el término en un buscador potente de internet, como el Google, y darse cuenta de su empleo). 20 Pedro Álvarez de Miranda alude a estos riesgos. Vid. su obra Palabras e ideas: el léxico de la Ilustración temprana en España (1680-1760), Madrid, 1992, p. 2, n. 5.

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tar, pues los términos ya no sólo pertenecen al ámbito de la lengua común, de la que surgieron, sino al ámbito político. Cierto es que cualquiera de los cuatro se ha cargado de connotaciones, pero ya en la historia del léxico español, en el dominio del lenguaje político, consenso va a ser sin lugar a dudas el término que marque el período que va de 1975 a 1982, y eso ya es una denotación y no una connotación. Estamos ante lo que se denominan palabras-clave y palabrastestigo por seguir una tradición inaugurada por el investigador francés G. Matoré. La fecundidad del método abierto por la escuela francesa es indudable (sin entrar en consideraciones historicistas de otros precedentes valiosos). Dejando fuera todas las críticas que puedan hacerse a las distintas teorías de los "campos" y al envejecimiento propio de una teoría surgida hace decenios, la concepción matoriana de un o unos términos que sirvan de referente para una sociedad se ha mantenido viva y útil21. El mencionado profesor Alvar, en su artículo de 1991, alude a globo como a "una de esas palabras-clave"22. Los investigadores tratan de establecer una jerarquización del léxico, de ahí la búsqueda de unos "vértices" que marquen como si fueran nudos la red que entrelaza las voces del campo léxico. Como ya he indicado, G. Matoré aludió a "palabras-clave" y "palabras-testigo"23. No hace falta insistir en las teorías matorianas pues ya son de sobra conocidas. Lo que sí quiero destacar es la prolijidad de denominaciones que surgen en la lingüística para tratar de matizar mejor el léxico de una época. Así, en una obra ya citada aquí, un subcapítulo tiene este rótulo: "Palabras-símbolo, palabras21

En una obra publicada hace muy poco tiempo, se reconoce la importancia que sigue teniendo este método: "El presente estudio se incardina en la perspectiva lingüística que atiende a las vinculaciones de la lengua con la historia, con la cultura y con la sociedad (...) La huella de ambos lexicólogos [George Matoré y Jean Dubois] se descubre en los trabajos de vocabulario politicosocial español, realizados con el método denominado "palabras e ideas", entre los que se encuentra la presente investigación" (Ma Teresa García Godoy, El léxico del primer constitucionalismo español y mejicano (1810-1815), Universidad de Granada, 1999, p. 35). 22 Manuel Alvar, art. cit, p. 31. 23 George Matoré, La méthode en lexicologie, 2 a edic, París, Didier, 1973, pp. 65-70.

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clave, palabras-eslogan"24. Se trata, lògicamente de aquilatar al máximo el entramado del léxico político mediante términos que, situados en ejes básicos, nos ayuden a clarificar la configuración del léxico de una sociedad determinada. Las más interesantes, en mi opinión, para ir viendo el desarrollo de una sociedad son las "palabras-testigo" pues las otras, por varias razones pueden dejarse a un lado. Las "palabras-símbolo" o "palabras-emblema" y las "palabras-eslogan" poseen un fuerte valor connotativo, una gran carga emotiva, pero no parece que puedan determinar necesariamente el momento histórico en que se insertan. Esta afirmación se verifica al ver la lista de términos que podemos encajar como tales: España, Cataluña, Euskadi, Galicia, nación, patria, pueblo, estado, democracia, solidaridad, consenso, cambio, paz, etc.25. De todas estas propuestas, salvo el consenso, propio de la etapa de la transición, y el cambio, término crucial en el triunfo del PSOE en las elecciones de 1982, las demás constituyen términos políticos atemporales. Por otra parte, al insistir en las "palabras-testigo", quedan en un segundo plano las "palabras-clave". Ya hace muchos años, cuando trabajaba en el estudio que abarca de 1931 a 1971, llegué a la conclusión, tras dividir ese lapso de tiempo en tres etapas, que no había "palabras-clave" en ninguna de las tres etapas porque "no existe ningún término que aglutine a todos los españoles como una bandera"26. No sé si es posible hallar "palabrasclave" en otros momentos de nuestra historia. Matoré propone varias "palabras-clave" cuando estudia la evolución de la historia francesa, sin embargo, podemos ver las dudas que suscita él mismo cuando subdivide, al aludir a la época posterior a 1827 (fin de la Restauración), en "mot-clé principal" y "mot-clés secondaires"27. En principio es difícil admitir que todos los ciudadanos que configuran una sociedad vean un único e indiscutible ideal, y, además, la admisión de palabras consideradas claves pertenecientes a un primer y segundo grado (encubiertos bajo las denominaciones de 24

Marina Fernández Lagunilla, ob. cit., II, p. 22. Marina Fernández Lagunilla, ob. cit, II, p. 23. 26 Miguel Á. Rebollo Torio, ob. cit, p. 25. 27 George Matoré, ob. cit, p. 69. 26

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"principal" y "secondaires"), lleva al convencimiento de que a lo sumo se puede plantear una jerarquía en el léxico. Habrá un término central, el predominante, y otros escalonados. Ese término es el que atestigua, es decir, el testigo de ese momento. Prefiero esta estructuración porque explica de manera más sencilla lo que nos proponemos. Casi se puede trazar ya una historia articulada del léxico político en España desde el siglo XVIII hasta la actualidad, y se pueden ir señalando cuáles son las palabras que sirven de referencia en cada período. Los orígenes de la Ilustración son conocidos gracias a la obra de Pedro Álvarez de Miranda28, en la que términos como luz, ilustrar, nación, felicidad, sociedad y libertad, entre otros muchos, son vistos tal como eran comprendidos por las gentes de la época. No cabe duda de que libertad queda asociada, sin ninguna duda, al campo político; sin embargo, en el XVIII, dicha palabra se ha ido cargando de contenidos políticos pues su ámbito de aplicación estaba mucho más disperso29. Según P. Álvarez, libertad es "una palabra clave del léxico político de ese momento histórico y de los que inmediatamente le siguen"30. Resulta curioso observar cómo, en cambio, luz y felicidad nos parecen voces nada políticas hoy. La explicación es sencilla: no pertenecen al núcleo "fuerte" sino a la "periferia", pero son términos que marcan sin ninguna duda una época31. Felicidad va a seguir siendo una palabra básica para los liberales (como lo fue para los ilustrados antes). La felicidad recorre 28

Pedro Álvarez de Miranda, ob. cit. Según el contexto libertad puede estar más o menos encajada en el campo político. Así, reivindicar libertad bajo un régimen dictatorial no tiene el mismo sentido que pedir libertad dentro de un sistema democrático. Si en el primer caso se entiende en su faceta política, en el segundo bien pudiera referirse a aspectos económicos. 30 Pedro Álvarez de Miranda, ob. cit., 319. Creo entender que el autor no alude necesariamente a una "palabra-clave" en sentido matoríano, pues ni la representa gráficamente así ni se plantea como labor primaria un seguimiento metodológico rígido (vid. pp. 1-9). 31 Puede ser de un país concreto o de toda una sociedad más amplia que la de un país. La Ilustración no fue un fenómeno reducido a España, como tampoco el Fascismo, pero hay otros casos privativos de un país. 29

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toda Europa como es bien sabido32 y España no queda al margen. Así se enlazan los siglos XVIII y XIX. Los pensadores de entonces así lo advierten, si bien hay un cambio entre un siglo y otro: la felicidad conecta con otra visión muy diferente pues si antes se podía ser "feliz" siendo Vasallo", ahora sólo se siente así quien es "ciudadano": "Este tránsito de 'Vasallos" a "ciudadanos" simboliza todo lo que va del antiguo al nuevo orden"33. Curiosamente, y para poner en guardia a quien piense en valores absolutos, la voz "democracia" no es un bien reivindicado por todos los españoles de comienzos del XIX. No hay que olvidar nunca al emisor ni el contexto. La "democracia", tan vieja y tan indudablemente política, es poco grata para una facción34: "La "democracia" es el coco político con que los partidarios del sistema antiguo tratan de asustar a la nación. Continuamente acusan a los liberales de "demócratas", de tratar de introducir la "democracia", a la que presentan como intrínsecamente mala"35. Tenemos testimonios fehacientes de las discusiones en torno a palabras. No se trataba, ni entonces ni ahora (como veremos más adelante), de cuestiones bizantinas. Tras la elección de un vocablo u otro se esconde una u otra interpretación. Así, el artículo 3 de la Constitución de 1812 quedó redactado de la siguiente manera: "La soberanía reside esencialmente en la nación y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales"36. La discusión se planteó sobre el adverbio "esencialmente" que algunos diputados quisieron cambiar por el de "originariamente" o "radicalmente". En apariencia se podría pensar que ahí todos son sinónimos, pero en realidad, la elección de uno u otro implicaba hacer radicar la soberanía en su origen en el 3a

Un capítulo del conocido libro de Paul Hazard, La crise de la conscience européenne (1680-1715), París, Gallimard, 1961, 2 vols., tiene por título Le bonheur sur la terre (pp. 87-102, voi. 2). 33 M" Cruz Seoane, El primer lenguaje constitucional español (Las Cortes de Cádiz), Madrid, Moneda y Crédito, 1968, p. 23. 34 Esto me reafirma en la idea de que no es fácil proponer un término como el ideal de toda una sociedad. 36 Ma Cruz Seoane, ob. cit, p. 132. 38 Vid. para todo esto las páginas dedicadas al concepto de "soberanía" en la ob. cit., de Ma Cruz Seoane.

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rey o no. Triunfó la idea de "esencialmente" con lo cual se vinculaba la soberanía al pueblo, no al rey37. Es en esta época cuando empiezan a asomar de manera tímida voces como "partido", pero habrá que esperar hasta la Regencia de Ma Cristina (1833-1840) para encontrarse con los "partidos políticos". Tras la etapa absolutista de ese rey apodado "El Deseado", los años de la Regencia de Ma Cristina suponen un oasis de liberación38. Los términos básicos enlazan con la etapa anterior y con la influencia de los franceses: libertad, igualdad y felicidad son las palabras básicas si bien puede ponerse en duda la vigencia de la felicidad como término político con la misma importancia que en décadas anteriores39. Es una muestra clara de cómo los términos "periféricos" pueden reintegrarse al vocabulario originario, al que nunca han dejado de pertenecer, sin dejar más huella posterior en el político. Sin embargo, no dejan de ser, precisamente por su fugacidad, los mejores testigos de un momento determinado. Y es también en estos momentos cuando surgen, de manera ocasional, en el léxico español, diferenciaciones del tipo "izquierda" y "derecha" apoyadas en algo tan claro como la situación física de las facciones políticas en la Asamblea francesa40. Los años que ocupan parte del 37

No es casual la coincidencia que se da entre la Constitución de 1812 de España y la actual mexicana, cuyo artículo 39 está redactado así: "La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder político dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene, en todo momento, el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno" (Recogido en la obra de Ysabel Gracida Juárez et alia (coord.), La argumentación. Acto de persuasión, convencimiento o demostración, 3 a ed., México, Edere, 1999, pp. 66-67). Véase cómo los mexicanos han optado, para evitar posibles discusiones, por incluir los dos términos en liza en la España de inicios del XIX. La reivindicación de este artículo constitucional la hace la guerrilla zapatista en la actualidad, en un texto titulado "Hoy decimos ¡basta!", que es propuesto como objeto de análisis en la obra mencionada. 38 Hay otros estudios de difícil consulta, como el de Dolores Ortiz González, El primer exilio liberal y el léxico español, tesis doctoral inédita, Universidad de Salamanca, 1969. Pedro Peira, Estudio lexicológico de un campo nocional: "libertad", "igualdad" y "felicidad" en la España de la Regencia de M" Cristina, en BRAE, 1977, 259-294. 40 Pedro Peira, Contribución al vocabulario de los partidos políticos (1833-

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final del XIX suponen una generalización de un vocabulario que estaba circunscrito a minorías en gran parte y a diferenciación de conceptos que, todavía hoy en regímenes poco democráticos, son muy diferentes, como "nación", "estado" y "gobierno"41. Si se da un "salto" hasta el siglo XX, parece que el léxico deja las preocupaciones éticas, filosóficas para presentarnos lo que conocemos mejor por pertenecer a una época inmediata. Sin embargo no es así. Ya hemos visto cómo la felicidad iba declinando. Podemos añadir que hay un avance entre un siglo y otro si nos fijamos en la labor desarrollada por un grupo que va a tener una importancia grande en la España de inicios del XX, los republicanos. Como se sabe, en la historia de España hubo una brevísima etapa en la que se impuso un régimen, el republicano de la I a República. Pues bien, esa ideología permaneció "agazapada" hasta su eclosión en un España muy posterior, y a ella le debemos una continuidad en el léxico como ha estudiado la profesora Marina Fernández Lagunilla: "Con todo, el primer partido republicano, nacido tras la revolución de 1868, enriquece y modifica ese vocabulario tradicional, como consecuencia de la necesidad de expresar nuevas ideas y nuevas realidades"42. Los 1840), In Memoriam I. Corrales, I, Universidad de La Laguna, 1987, pp. 383-395. 41 Para esta época remito a Ma Paz Battaner Arias, Vocabulario político social en España (1868-1873), Madrid, BRAE, 1977. La autora se ocupa de "La Gloriosa", período revolucionario que ocupa casi seis años de nuestra historia contemporánea. La autora comenta la extensión de las voces: T o r los años estudiados observamos una popularización del vocabulario político que se abre a expresiones y voces menos académicas y muy expresivas; tinglado y camelo entran en este campo, los despectivos politiquero, situacionero, setembrada, patriotil; la metáfora del turrón, formaciones como clerigalla, que no son nuevas de estos años, porque algunas las hemos podido rastrear desde la década de los cincuenta, pero que ahora pertenecen a un mayor número de hablantes. Este vocabulario tiene menos carácter técnico y, por lo tanto, es menos esotérico. Advertimos aún otra característica más importante: no suele ser índice de ninguna ideología concreta" (Ma Paz Battaner Arias, ob. cit, pp. 241-242). El texto reproducido es indicativo de varias cuestiones: la potencia del léxico "periférico", la extensión del vocabulario desde unos orígenes muy reducidos y la posibilidad de que pertenezca a cualquier grupo político. 42 Marina Fernández Lagunilla, Aportación al estudio semántico del léxico político (El vocabulario de los republicanos), Helmut Buske Verlag Hamburg, 1985, p. 283.

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años de la 2a República quedan marcados por el término fascismo, los posteriores a la Guerra Civil con los de movimiento, cruzada y democracia orgánica y la década desarrollista, los 70, con el de tecnocracia43. Y la última etapa es ya conocida y he aludido al comienzo sobre todo esto. No cabe la menor duda de que la clase política está muy interesada en el vocabulario. El alcance que tienen los medios actuales de difusión, la imagen, los destinatarios reales de lo que los políticos emiten, han convulsionado el panorama del ámbito político. La palabra es una herramienta de la que todos se sirven como un elemento eficaz para conseguir sus fines. Un repaso de algunos hechos ocurridos hace muy poco verifica lo que manifestamos. En verano del pasado año (2000), los dirigentes mundiales agrupados en torno a las fuerzas de la Internacional Democristiana, organización de inspiración derechista, se replantean su denominación. Un periódico subtitula de la siguiente forma ese proyecto: "La Internacional Democristiana estudia cambiar su nombre y convertirse en centrista", y en el desarrollo del artículo se comenta lo siguiente: "La nueva terminología Centro Reformista en sustitución de la Democracia Cristiana irrumpe con fuerza en el escenario político internacional y está siendo asumido (sic) por más de un centenar de partidos políticos miembros de la Internacional de Partidos Demócratas Cristianos y Populares en todo el mundo". De una manera explícita un presidente electo nos informa de las razones del cambio, el mexicano Vicente Fox es quien declara que "en su país es preferible que los partidos políticos no tengan apellidos vinculados a la religión"44. Conviene detenerse y comentar qué sucede con estos cambios. La Internacional Democristiana no plantea un giro ideológico en ningún momento, sino una diferente denominación para evitar adscripciones formales religiosas. Y, además, y aunque no se indique explícitamente, el deseo de reafirmar un "centro" comporta el despegue de una orientación de "derechas"45. El problema que se 43

Para estas cuestiones remito a mi obra, Lenguaje y política..., pp. 24-26. "El Mundo", 24 de agosto de 2000, p. 10. 45 El que más de un centenar de partidos políticos esté de acuerdo en el cambio de vocabulario es una muestra clara de la "globalización". 44

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nos ofrece es si el cambio es ideológico o meramente denominativo. O dicho de otro modo, si bajo una nueva etiqueta se encubre una vieja ideología. No olvidemos que una de las características del lenguaje es la prevaricación (señalada hace muchos años por el lingüista Ch. Hockett) y que en el lenguaje de los políticos la finalidad es conseguir votos, es decir, vender un producto como si de publicidad se tratara. En el panorama político español de los últimos años estamos ante un abandono de términos clásicos46 como "izquierda" y "derecha" debido a que: 1) las "derechas" e "izquierdas" parecen cosa del pasado y superada47, y 2) el "centro" es lo que, al parecer, proporciona un mayor número de votos, por lo que los partidos más votados (tanto en el gobierno como en la oposición) rehuyen calificativos que les impidan acceder a un buen número de posibles votantes. Los políticos advierten con más consciencia cada vez la importancia del lenguaje, como si éste cambiara la realidad al implicar una denominación distinta. Se puede seguir con mucha atención, desde una perspectiva lingüística, el proceso en el que se halla el País Vasco. La teoría del "soberanismo" (passim en cualquier medio de comunicación que trate del conflicto en el País Vasco) ha irrumpido con fuerza desde el ámbito político hasta las mesas de las redacciones. El término es nuevo y supone un paso más, calculado, hacia una desvinculación con el resto del país según algunas fuerzas políticas48. En lugar de acudir directamente a la "independencia", palabra que puede ser tabú para muchos españoles, se enmascara la realidad con otro término diferente. Los comentaristas advierten cómo se manipula el lenguaje al servicio de unas finalida46

Salvo en formaciones parlamentarias, pero de menor peso en la política española, como IU, cuyas siglas son "Izquierda Unida". 47 Es significativo el subtítulo de libro de Javier del Rey Morato, La comunicación política (el mito de las Izquierdas y Derechas), Madrid, Eudema, 1989. 48 Críticos sagaces se dan cuenta de la complejidad que supone explicar lo que encierran estos términos: "La presión social contra la violencia es indispensable y no merece ser manipulada. Sólo el real aislamiento social inutilizaría las armas, pero sólo se puede llegar a él si la conciencia social española asume qué quiere decir soberanismo, aunque Ibarretxe no insista de momento en ello" (Manuel Vázquez Montalbán, Hipótesis, en "El País", 28-V-2001, última página).

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des políticas (lícitas o no, esa no es la cuestión ahora)49. La proximidad de los hechos puede ocultar la visión que, de una manera amplia, puedan tener las investigaciones dentro de 100 años. Sin embargo, no podemos dejar de percibir los cambios y los ajustes que se producen en la sociedad. En estos últimos tiempos, tras la reafirmación del Partido Popular en el Gobierno, se produce en el PSOE, el partido perdedor, una crisis, de la que hay que salir no sólo con nuevas elecciones internas y el recambio de personas, sino, y esto es muy importante, con un vocabulario que sea capaz de mostrar la idea de un viraje. Hay unas palabras que se repiten de manera constante: renovación y nuevo (-a), cargadas de un significado muy difuso. Lo que se quiere expresar es la idea de que el partido va a tomar un rumbo diferente [sin que se explique cuál]. Esto es algo que cada destinatario debe interpretar como cada uno quiera. Estamos ante una de las características más propias del lenguaje político. De la insistencia con que se emplean estos términos tenemos testimonio. Así, en unas jornadas tituladas "Razones de una urgencia: renovación generacional y futuro de la izquierda", renovación fue 'la palabra repetida hasta la saciedad"50. Otro término, refundación, que pudiera coincidir con éste es rechazado de una manera frontal, no tanto tal vez porque el PSOE ya está fundado y no necesita ninguna refundación (como se explica formalmente), sino por el recuerdo del PP, partido que sí pasó por 49 Leemos en un periódico acerca de los soportes que sustentan los problemas del nacionalismo vasco: "Uno de ellos es el miedo y el terror —patrimonio de ETA-HB— y el otro la constante perversión del lenguaje, siempre al servicio de un proyecto de imposición homogeneizadora compartido por todo el nacionalismo" (Javier Elorrieta, El territorio del engaño, en "El Mundo", 23 mayo 2000, p. 6). Esta es, por supuesto, la versión de un político no nacionalista. En el bando nacionalista la visión y la expresión son distintas. Javier Elorrieta pertenece al Grupo Socialista en el Parlamento Vasco. Aquí, ante todo, hay que tener en cuenta la teoría de la enunciación. "Patria", por ejemplo, es una voz con significado muy diferente en boca de un no nacionalista o nacionalista. El fenómeno es universal; así, en unas declaraciones, un comisario europeo comenta: "No me da miedo la palabra federal. El euro es ya decisión federal" (Se trata de Michel Barnier, Comisario de Política Regional, Vid. "El País", 1 febrero 2001, p. 6). Es curioso el fenómeno, pues la palabra no debiera causarle pavor nunca. 60 "El País", 26 de mayo del 2000.

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una refundación, de la que ha surgido la victoria de su líder, Aznar, sobre su oponente51. La forma "renovación" se apoya en el mismo lexema que "nuevo", término fundamental en la crisis del PSOE. La palabra se repite tanto que un columnista llega a rotular un comentario como "Afán de cosas nuevas" por las coincidencias que todos los candidatos al puesto de líder del PSOE tienen en el uso de esa palabra52. No es la primera vez que el adjetivo nuevo cobra una gran importancia en el vocabulario político. En la etapa de Franco se propugnó ya un "Nuevo Estado"53. Convendría destacar que los términos van reflejando las vicisitudes de la sociedad en su vertiente política. Sin duda, la perspectiva para enfocar los vaivenes actuales de la política española es muy corta, pero sí se puede advertir una ausencia. Pocos años antes, el PSOE convenció a una gran masa de votantes con su célebre cambio. En realidad, un "cambio" es lo que implica un "nuevo", pero los socialistas se cuidan mucho de volver a una voz que si les sirvió en el año 82 ha quedado absolutamente desgastada y fuera de circulación. Así, desde el gran triunfo socialista de 1982 hasta la derrota actual va la diferencia del cambio a la renovación. Ambos términos son palabras-testigo de la historia socialista española en los últimos veinte años. 61

"Zapatero [futuro Secretario General del PSOE, por estas fechas uno más de los candidatos] se presenta y rechaza la idea de una refundación del PSOE", ("El País", 26 de junio de 2000, p. 26). 62 "Se diría que se hubiera apoderado del PSOE aquel afán de cosas nuevas que León XIII percibía como signo de los tiempos a finales del siglo XIX. Un nuevo proyecto y una nueva generación política para una nueva sociedad, titula Rosa Diez su manifiesto; una nueva vía para el cambio, dicen del suyo los diputados agrupados en torno a Rodríguez Zapatero; el nuevo proyecto político del PSOE, anuncia un documento de trabajo de inconfundible sabor guerrista; un nuevo proyecto político, reitera la ponencia marco en el largo epígrafe dedicado a las propuestas para responder a un nuevo mundo, a una nueva sociedad, con una nueva estrategia" (Santos Julia en "El País", 21 de mayo de 2000, p. 23). Otro analista, Ignacio Sotelo, insiste también en la idea de "nuevo" y "renovación" para el PSOE (Vid. su artículo El PSOE y la nueva izquierda, en "El País", 26 de junio de 2000, pp. 17-18). 53 Vincúlese al italiano "nuovo ordine". En ningún caso ha de establecerse un paralelismo entre regímenes distintos por el simple hecho de emplear los mismos términos.

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El estudio del léxico político abarca, según las épocas, dominios diferentes. Así, en la China de Mao, no sería posible trabajar en este campo sin tener en cuenta los dazibaos, elementos fundamentales de comunicación. En una España tan carente de libertades como la de los tiempos franquistas, los panfletos fueron un elemento fundamental de agitación. Esas hojas volanderas no son fáciles de reunir. Y son, sin lugar a dudas, una base fundamental para el conocimiento del léxico "subterráneo", el que no aparece en los medios de comunicación accesibles al público. Disponemos de unos trabajos que nos dan cuenta de la actividad de esta época en España, labor que ha desarrollado la profesora Coloma Lleal54. En la España del 2000 no cabe plantearse un estudio "panfletario", pues el panfleto apunta hacia cauces secretos, escondidos, perseguidos, impensables en una sociedad libre. Todo esto nos lleva a establecer la variedad de fuentes de que se surte el léxico político: La diferenciación entre habla y lengua es básica y lleva ya a unas estructuras absolutamente diferenciadas ya que son dos medios muy diferentes de plasmación de los mensajes55. El interlocutor, aparente o real, pues pueden coincidir ambos o ser distintos, condiciona también el texto: es muy distinto dirigirse a un conjunto de ciudadanos presentes en un acto, sin más re64

Vid. su Análisis del vocabulario político español a través de una década de panfletos, separata de tesis doctoral, leída en 1981; Constantes léxicas en el lenguaje político, en "R.S.E.L.", 9, 2, julio-diciembre de 1979, 505-514; El panfleto político: forma y estructura, en "Anuario de Filología", 1982, 211-225. La iconografía, según señala la autora, tiene una gran importancia en la política. Así, la hoz y el martillo, en los grupos marxistas, es un indicio de las tendencias de los grupos. Para unos, la hoz se orienta hacia la izquierda y el martillo hacia la derecha (PSUC, PCE-I, PCE-Ista, PCR MC) y para otros en sentido inverso (los grupos trotskistas). La alteración de este orden sorprendería. La misma autora indica que en una publicación del PCR se observa que la orientación de la hoz y del martillo coincide con la trotskista, y aclara Coloma Lleal que "sin duda alguna se trata de un error" (p. 219, n. 4 de El panfleto político..., art. cit). Pues bien, en el monolito de la tumba de Trotsky, México D.F., nos encontramos con que la disposición de la hoz y del martillo tienen una colocación inversa, por lo que quien esculpió los símbolos era un ignorante o fue la burla final hacia el dirigente ruso. 65 Los estudios sobre el habla no tienen una raigambre sólida en el panorama español. Por fortuna, cada vez son más los trabajos que se están haciendo en esta dirección.

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percusiones, que dirigirse a esos mismos ciudadanos, pero con conexión a un canal televisivo. El orador estará pendiente no de los oyentes-presentes en el acto, sino de los oyentes-televidentes. El medio en el que aparece el hablante es fundamental, pues la posibilidad de que se le vea y oiga, o de que tan sólo se le oiga, es un factor muy importante para el desarrollo de los recursos gestuales. El propio canal por el que se transmite el discurso es determinante. Si un político expone sus ideas a través de un programa televisivo, será muy diferente de la materialización que podría hacer a través de un ensayo, en el que tiene unos interlocutores más alejados y una reflexión de que se carece en la inmediatez de la exposición oral. Convendría llevar a cabo una clasificación del lenguaje político en la que se tuvieran en cuenta todas las variantes. Sería interesante cotejar lo que un político dice y lo que escribe, lo que expone ante una asamblea de correligionarios y ante una multitud no necesariamente adicta a sus ideas, etc. No pienso en buscar contradicciones o errores en los políticos, sino en ver cómo explotan los recursos lingüísticos, en qué semejanzas y diferencias se dan en unos y otros ámbitos. En ayuda de los estudios sobre el lenguaje político tenemos los avances técnicos. Esto es algo que no resulta privativo de este tipo de lenguaje, pero sí tiene unas posibilidades muy grandes en nuestro campo. Hasta ahora, un análisis que tratara de analizar una época amplia en el tiempo, o corta, pero rica en materiales, se tenía que conformar con hacer un muestreo y unas calas. De ese muestreo y esas calas se extraían los datos y las conclusiones. Ahora es posible llegar a un estudio mucho más completo. La introducción de los datos en un ordenador, mediante un escáner, posibilita realizar un estudio no sólo cualitativo, sino cuantitativo. La masa de datos no ha de perturbar la labor del investigador, sino al contrario, permitirle llegar a conclusiones más fiables que las que hasta este momento se tenían. La lexicometría era viable sólo para corpus muy pequeños. Ahora se puede ampliar el dominio con objeto de un conocimiento más exacto del lenguaje político pues los

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datos cuantitativos pueden proporcionar saltos cualitativos. Otro aspecto, por último, es necesario plantear en el análisis del lenguaje político. Atañe no al dominio del léxico, sino al de la formación de palabras. En las etapas de agitación social es fácil ver cómo se crean términos nuevos, muy fugaces por las propias tensiones, pero muy significativos. La tensión provocada por el conflicto vasco explica que surjan formas como "euskofascio"66 y las inventadas por Forges para sus viñetas, como "criminazis", "fasciasesinos", "humanicidas", "familirompen", "siembrapenas", "sangrómanos", "doloradictos"57. La creación de palabras es un recurso muy poderoso y muy recurrente en toda la historia. Todos los investigadores se dan cuenta de este proceso: "La creación léxica en el lenguaje político está ligada a la realidad social y a las circunstancias políticas (...) Los momentos de mayor renovación léxica se producen en períodos en los que la política tiene un protagonismo especial, como ocurrió, por ejemplo, en la Transición Española (1977-1982)"58. Aumenta el vocabulario mediante las conocidas fórmulas de la composición y afijación. La composición está omnipresente, por poner un caso conocido, en todas las formas del euro-, de las que cualquier lector puede encontrar ejemplos59, y en las aquí citadas de Forges. La afijación recurre, en los casos dados, a la prefijación más que a la sufijación. Las formas con re- y con neo- son muy abundantes. Es curioso que sean justamente esos prefijos los empleados, pues nos llevan al rescate de viejas bases léxicas (del tipo neoliberalismo, neocapitalismo, reformismo, renovadores) o, si se quiere, a un léxico más bien conservador. El siglo (y el milenio) se nos cierran no con 66

J. Elorrieta, art. cit, p. 7. Es la respuesta de Forges a un cruel atentado de ETA en Madrid (Vid. "El País", 31 de octubre de 2000). Muy agudamente Forges pone en boca de sus personajes lo siguiente: -"No lograrán que nos quedemos sin palabras..." -"...Si es preciso nos las inventaremos". 68 Marina Fernández Lagunilla, ob. cit, II, p. 57. 69 No entro en la consideración de si se trata de un prefijoide o un tema. Prefiero aludir a composición. Sobre las posibilidades del euro- remito al artículo de Emma Martinell Gifre y Donatella Montalto Cessi, Más allá del euro, en "Culture", 1998, 259-278, y al artículo de José Carlos de Hoyos Puente, Usos léxicos en el lenguaje económico, en Cuestiones de Actualidad en Lengua Española (coord. Julio Borrego Nieto et alia), Ediciones Universidad de Salamanca, 2000, pp. 267-275. 67

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tendencias de -ismos (creacionismo, dadaísmo, ultraísmo, etc.), sino con nuevo, neo-, re-, unidades que remiten por fuerza a lo ya conocido, a lo pasado. Veremos si estos recursos morfológicos son muestras de una no renovación del lenguaje político, esto es, de una etapa poco innovadora, o por el contrario, no tienen por qué considerarse de semejante modo. Ya para finalizar, considero que no hay ninguna duda de que existe un lenguaje político como tal y no sólo como uso60. Ese lenguaje político se manifiesta a través del léxico, de los recursos morfosintácticos que cada lengua tiene y de unos usuarios e interlocutores (de un contexto sin el que no se entiende nada). El léxico político es un reflejo de la sociedad. La presencia de unos determinados términos nos proporcionan datos de lo que es una sociedad, y, lo que es más importante, la ausencia de ciertas palabras es tan significativa como su aparición. Igualmente, las variaciones que, en el plano lingüístico, tiene o puede tener el elemento designado son muy interesantes. No estoy pensando en simples modificaciones debidas a cambios en el ritmo del lenguaje, provocadas por un afán de no reiteración. Por ejemplo, el que en un escrito se aluda, a lo largo de tres páginas, al señor X, o al Secretario General del Partido Político X, o al Jefe del Gobierno para designar al mismo individuo no es, como se puede pensar en un primer momento, algo establecido para variar la denominación de un individuo que ocupa esos tres (o más) cargos, sino algo empleado con una manifiesta intencionalidad. Que el interlocutor no advierta el uso del lenguaje con plena consciencia es otra cuestión. Pero no es lo mismo comentar que el Presidente del Partido X visitó la ciudad Y, que el jefe del Gobierno visitó esa ciudad Y. La superposición de funciones actúa como un elemento de propaganda muy poderoso. El análisis de los recursos que confluyen en el lenguaje político ha de ir en la idea de un mejor conocimiento de los factores que hacen de ese lenguaje lo que es, y que en definitiva llevan a un con" Creo que, tal vez, entre la consideración del lenguaje político como un "uso especial" y la afirmación de la existencia de un lenguaje político como un lenguaje especial no hay, en el fondo, unas diferencias tan grandes, sin bien lo enfocamos de manera diferente en sus relaciones con los demás tipos de lenguaje.

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trol de lo que es la lengua, un instrumento nada inocente e ingenuo, nada tan aséptico como se nos quiere hacer creer. Un mejor y mayor conocimiento de los resortes lingüísticos va en la idea de una persona cada vez más libre. La meta que ha de guiarnos es la de un auténtico humanismo, aquel en el que el hombre no tiene sometimientos a nadie. Como recogió don Antonio Machado, nadie es más que nadie61. Y a eso debemos tender.

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"Porque no he dudado nunca de la dignidad del hombre, no es fácil que yo os enseñe a denigrar a vuestro prójimo. Tal es el principio inconmovible de nuestra moral. Nadie es más que nadie, como se dice por tierras de Castilla" (Antonio Machado, Antología de su prosa. I. Cultura y sociedad, prólogo y selección de Aurora de Albornoz, 2 a edic, Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1970, p. 118).

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