CAPITULO VII Investido Bolívar de la suprema autoridad política y mili ...

1.000 infantes y los caballos que pudiera reunir en San Sebastián y Chaguaramas. Este cuerpo de tropas, organizado sobre la marcha por. Campo Elias, libró ...
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CAPITULO

VII

Bolívar deja a Caracas en noviembre de 1813 para ocurrir al occidente, en donde los peligros de la campaña exigían su presencia.—Campo Elias vence a Boves en Mosquitero.—Derrota de Aldao en Bobare, y de Valdés en Yaritagua por Cevallos.—Batalla de Barquisimeto dada por el Libertador y ganada por Cevallos.—Operaciones consiguientes.—Sucesos desgraciados en Barinas, batalla de Vijirima.—Nuevos conflictos de Bolívar, y sus movimientos y operaciones hasta dar la batalla de Araure, en que venció a Cevallos.—Bolívar emprenda sobre un vasto campo las operaciones subsecuentes en la campaña de 1813, con escasos recursos por la falta de cooperación de Marino.—Victoria de Boves sobre Aldao en San Marcos.—Destitución de Monteverde por los suyos en Puerto Cabello.-—Bolívar regresa a Caracas para reanimar el espíritu público, reorganizar el gobierno y dar vigor a la autoridad que él o cualquiera otro general en jefe ejerciera.—Se convoca una asamblea popular para el 2 de enero de 1814, para presentarle el estado del país al concluir el año de 1813.

Investido Bolívar de la suprema autoridad política y militar, se ocupaba en Caracas, después del 14 de octubre de 1813, en dar regularidad a la administración, para contar con recursos que llevasen al cabo su proyecto de restablecer la libertad y asegurar la independencia de Venezuela. Y cuando estaba contraído a estas medidas para poderse ocupar en persona de la dirección de la guerra, los acontecimientos de occidente llamaron su atención, y tuvo que ponerse en movimiento en los primeros días del mes de noviembre de 1813. En el capítulo anterior hemos dado cuenta de las disposiciones que tomó el Libertador, mandando al Mayor General Urdaneta con 700 hombres de infantería y un escuadrón a las provincias de occidente, mientras que el Teniente Coronel Campo Elias había sido destinado a atacar a Boves con una fuerza de 1.000 infantes y los caballos que pudiera reunir en San Sebastián y Chaguaramas. Este cuerpo de tropas, organizado sobre la marcha por Campo Elias, libró un combate el 14 de octubre en un sitio llamado Mosquitero, contra Boves, jefe realista, y cuya crueldad, valor y actividad le habían granjeado opinión y ascendiente entre los hombres de la última clase de la sociedad, apoyado por los españoles e isleños. A los 1.000 infantes que condujo Campo Elias desde el cuartel general de la villa de Cura, se le reunieron

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1.500 caballos de Chaguaramas y otros puntos: en esta fuerza se encontraban 400 jinetes de Maturín a las órdenes de los comandantes José María Anaya y J. M. Torres, y del Capitán Manuel Cedeño, que andando los tiempos fue un valiente general, y cuya gloriosa carrera veremos concluir en la batalla de Carabobo en 1821. La infantería la mandaba el Comandante Manuel Ustáriz. Las fuerzas realistas que Boves tenía a sus órdenes constaban de 500 infantes a órdenes del Comandante Morales, con 2.000 caballos regidos por el mismo Boves. El ardor y valentía de Campo Elias encontraron igual denuedo en su adversario, y la pelea se trabó con encarnizamiento de una y otra parte. Fue al principio el combate favorable a Boves por el ala izquierda de los patriotas; pero una persecución sistemática dio lugar a Campo Elias a hacer un movimiento contra los desorganizados vencedores. El impulso que diera al ataque fue extraordinario, y las huestes españolas no pudieron resistir el empuje de los republicanos. Igualmente cruel el español Campo Elias que el jefe realista Boves, ensangrentaron inútilmente sus alternativos triunfos. Campo Elias degollando a todos los vencidos, deslustró su victoria con tan cruel conducta, que saliendo de los límites del decreto de guerra a muerte, tuvo por resultado que de ese día en adelante los llaneros se decidieron por la causa del Rey y se enrolaron en las filas de Boves para buscar venganza contra los que habían degollado a sus compatriotas. Boves se amparó en las inundadas llanuras de Apure, y Campo Elias no siguió como debiera la persecución, quedándose en Calabozo, después de un completo triunfo. Mientras esto aseguraba por aquella parte la tranquilidad de Caracas, asiento del gobiemo, en el occidente los sucesos eran otros. Desde el 24 de septiembre había marchado de Coro el Gobernador de aquella provincia. Coronel don José Cevallos, a la cabeza de 350 hombres de infantería y caballería, siguiendo por Siquisique y Carera para reunirse al padre Torrellas y otros guerrilleros españoles, para ir al encuentro de la columna que mandaba el Comandante Juan Manuel Aldao, y que encontrada en el sitio de Bobare fue derrotada por los realistas el 17 de octubre. Marchaba a la sazón en aquella dirección un cuerpo de 250 hombres a órdenes del Teniente Coronel Miguel Valdés, que sirvió de amparo a los prófugos de Bobare que pudo proteger y reunir en Orachiche, y desde allí emprendieron su marcha sobre Yaritagua. El Coronel Cevallos supo que venía en auxilio de Valdés una columna de 300 caballos, y que había llegado a Sarare; resolvió darles alcance cuanto antes a los patriotas, y logró

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hacerlo en el pueblo de Yaritagua, en donde derrotó a Valdés el 23 de octubre, aprovechando la superioridad de su fuerza que pasaba de 1.300 hombres. Cevallos contramarchó a Barquisimeto, y Valdés siguió su derrota por San Felipe a Valencia. El Brigadier Urdaneta supo los triunfos de Cevallos al llegar a Gamelotal en las colinas de la montaña del Altar, e hizo alto en aquel punto, dando parte de estas ocurrencias al Libertador, e informándole que sus 700 hombres no eran suficientes para atacar al enemigo: aprobó el Libertador la prudente conducta de Urdaneta, y como dejamos dicho, había partido de Caracas a ponerse al frente del ejército en los primeros días de noviembre, y haciendo concentrar sobre aquel punto de Gamelotal algunas fuerzas, de modo que en pocos días tenía ya la columna de Urdaneta 1.300 hombres. Con ellos emprendió el Libertador sus operaciones contra Cevallos, y se movió sobre él el 10 de noviembre. El Libertador, que siempre había tenido buen resultado de la velocidad en sus operaciones, no quiso demorarlas para esperar otros cuerpos y especialmente al escuadrón de dragones, que a órdenes del Coronel Luis Rivas Dávila iba, según sus órdenes, a reunírsele. El Coronel Cevallos había ocupado a Barquisimeto con 500 infantes, 300 caballos y 2 piezas de artillería de calibre de a 4. Ocupó el Libertador el pueblo de Cabudare el mismo día, 10 de noviembre, y organizó la división en tres columnas de infantería a órdenes del Coronel Florencio Palacios la del ala derecha, del Coronel Ducayla el ala izquierda, y del Teniente Coronel José Rodríguez, el centro. El Subteniente Santiago Macedo mandaba la artillería, y el Comandante Fernando Guzmán la caballería. Cevallos había tomado posiciones en la parte oriental de la mesa alta en que está situada la ciudad de Barquisimeto. En un sitio llamado El Campamento formó la infantería, cuyos flancos apoyaba con dos piezas de batalla que con sus fuegos defendían el camino principal: el espacio que media entre este punto y los arrabales de la ciudad estaba ocupado por la caballería, a cuya cabeza se colocó el Coronel Cevallos. Bolívar emprendió un movimiento por el camino de Tierra Blanca, que era una estrecha vereda, para evitar los fuegos de artillería que debían serie mortíferos, tomando el camino principal, y subir a la mesa de Barquisimeto. Diose principio al combate por un ataque hecho a la caballería con 200 caballos de los patriotas, a las 10 del día, y lograron rechazarla y dispersarla sobre la ciudad. Ocuparon una parte de ella, y en el entusiasmo del triunfo comenzaron a repicar las campanas y a ejecutar otras demostraciones de júbilo, creyendo que la infantería había completado el triunfo, pues ha-

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bían visto que la enemiga se replegaba. Esto dio lugar al Coronel Cevallos para rehacer sus caballos derrotados, y cargar por la espalda a los cazadores republicanos que perseguían sin buen orden a los realistas. Una voz de indisciplina, que en un momento de sorpresa se generalizó entre los cuerpos de infantería, "sálvese el que pueda", convirtió el triunfo en derrota, sin que los generales y jefes pudieran contener el desorden, hasta que volviendo sobre el campo de batalla la caballería, rehizo el combate, pero sin buen éxito, y cediendo el campo a los españoles, siguió la rota de la infantería por el mismo camino por donde se había emprendido el movimiento. La pérdida fue aciaga a los patriotas, pues alli perdieron 18 oficiales y 350 soldados, quedando prisioneros 400 hombres, contándose entre ellos 13 oficiales. Las 2 piezas de batalla, 600 fusiles, el parque de reserva y 3 banderas fueron los trofeos del enemigo. Al llegar los derrotados al río de Cubare se encontraron con el escuadrón de dragones del Coronel Rivas Dávila, y éste logró contener a los vencedores, y cubriendo la retirada salvó los restos de la división, que por la noche pudo acampar en la entrada de la montaña del Altar. Cevallos no continuó la persecución, y con esto pudieron replegarse a San Carlos. Bolívar se adelantó para mandar concentrar sus fuerzas y proteger la retirada de la división que quedó a órdenes del General Urdaneta. La derrota de Barquisimeto fue funesta a la república por la pérdida de hombres y elementos de guerra, y la muy sensible de buenos y aguerridos oficiales. Entre los prisioneros fue el secretario del Libertador, Rafael Mendivi, que conducido a Puerto Cabello sufrió la pena de muerte, después de estar por algún tiempo aherrojado en los calabozos. Después de este triunfo pudo Cevallos ponerse en comunicación con Yáñez, que había obtenido algunas ventajas sobre los republicanos en la provincia de Barinas. Desde el mes de septiembre habían sido constantes los progresos que hizo el Libertador en el Apure, y en San Fernando había formado los batallones de Numancia y Sagunto, cuerpos que andando los tiempos fueron de tristes recuerdos en Colombia y de importante celebridad en el Perú, como tendremos ocasión de mencionar. Ocupados alternativamente, la isla de Achaguas, Bancolargo, Nutrias, el Majagual, la Cruz y otros lugares de la provincia de Barinas, al fin fue ocupada la capital de la provincia, viéndose obligados a abandonarla el Gobemador y el Comandante General, Coronel Pedro Briceño Pinzón, que tomó la vía de San Carlos con algunos pelotones de caballería. El 2 de noviembre ocupó Yáñez dicha ciudad, y se apoderó de la

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artillería y elementos de guerra que no pudo salvar el Coronel Briceño. Los sujetos más comprometidos en la revolución huyeron temiendo la crueldad de Yáñez. Este destacó una columna al mando del Capitán don Antonio Puig, sobre Guanare, en donde fue hecho prisionero el Comandante Juan Gabriel Liendo, y dividido con bárbara crueldad en pequeños trozos, para hacer más horrible su muerte. Yáñez se dedicó a organizar la provincia de Barinas mientras que combinaba sus operaciones con Cevallos para ocupar a Sarare, y desde allí emprender un ataque sobre San Carlos, introducir víveres a Puerto Cabello, y proteger la salida de una columna de 800 hombres del regimiento de Granada, y obrar en perfecta armonía y combinación sobre Bolívar. Tales eran los conflictos en que se encontraba el Libertador después de la derrota que sufrió en Barquisimeto. Fijó su cuartel general en Valencia, mandó concentrar sobre este punto las fuerzas de que podía disponer, y ordenó la organización de un nuevo cuerpo a órdenes del Coronel Manuel Villapol; había ordenado que el Mariscal de Campo J. Félix Rivas se moviese de Caracas con los cuerpos con que pudiera marchar, y que el Teniente Coronel D'Elhuyart, con la columna de granadinos, con que hacía frente a las tropas españolas que estaban sitiadas en Puerto Cabello, se moviera para proteger los movimientos del General Rivas, y pudiera obrar según las órdenes que recibiera del Libertador, quien contrajo su atención a impedir que los jefes españoles Cevallos y Yáñez se unieran a las fuerzas que podían salir de Puerto Cabello. El General Rivas marchó desde Caracas con 500 infantes, la mayor parte jóvenes de la Universidad, que con ardor republicano tomaron las armas, y 200 caballos del cuerpo organizado con los agricultores de las inmediaciones de la capital. El Coronel Salomón, que ejercía en Puerto Cabello el mando superior de capitán general accidentalmente, sin duda en combinación con el Coronel Cevallos y Yáñez, emprendió desde el 20 de noviembre su movimiento sobre los patriotas. En San Felipe se había situado una columna de tropas realistas en número de 200 hombres, a órdenes del oficial don Antonio Millet, y mantenía un depósito de víveres para auxiliar a Salomón; pero este jefe, en vez de marchar por aquella vía, según parecía más natural, para hacer una concentración de fuerzas sobre San Carlos, se dirigió con 800 infantes del regimiento de Granada, 200 soldados venezolanos y una compañía de artillería con 2 piezas de batalla y 2 de montaña, de calibre de a 4, a ocupar las alturas de Vijirima para impedir la marcha de las tropas que vinieran de

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Caracas a Valencia. El Comandante D'Elhuyart, que se había situado con las fuerzas granadinas en Naguanagua, se movió sobre el valle de Yagua, a las faldas de Vijirima, para llamar la atención del Coronel Salomón, y unirse con las fuerzas que vinieran de Caracas. El 22 de noviembre llegó el General Rivas con la fuerza de que hemos hablado, y habiéndose movido igualmente el Libertador con la que mandaba Villapol, reunió y pasó en revista 2.000 hombres de infantería y caballería. La víspera habian sido atacados los españoles por Rivas y el Comandante D'Elhuyart ; pero no hubo ningún resultado de importancia, pues siendo bisoñas las fuerzas que había conducido el General Rivas, no pudo con ellas dar un auxilio decisivo a D'Elhuyart, y viose éste obligado a no emprender un ataque decisivo por el flanco izquierdo, limitándose a tener al enemigo en guardia por aquella parte, con un fuego de cazadores de cerca de 6 horas, lo que impidió que la columna del General Rivas fuese derrotada después de haber sido rechazada. Habiendo llegado el Libertador el 23 del mismo mes fueron atacadas las posiciones enemigas bajo su mando inmediato. Al General Rivas se le confió el ala derecha y centro, y al Comandante D'Elhuyart la izquierda. Esta columna trepó una larga cuesta, y se trabó una encarnizada pelea; pero el centro fue rechazado con los fuegos de la artillería enemiga, y sin la presencia de Bolívar y Rivas, que lograron reorganizar a los dispersos, se hubiera completado la derrota. Entre tanto D'Elhuyart continuó combatiendo con las fuerzas granadinas, y durante la mayor parte del día sostuvo el combate, y se replegó en buen orden sobre el cuartel general que se había situado en la llanura. El Coronel Villapol había quedado exánime de fatiga en una quebrada, y el 24 se le encontró moribundo y pudo salvársele. Los movimientos de este día fueron insignificantes, pues el enemigo no se atrevió a dejar sus posiciones, ni quiso seguir sus movimientos para reunirse a Cevallos y los demás realistas que, como hemos dicho, se concentraban sobre San Carlos. El 25 emprendió de nuevo el Libertador el ataque sobre las montañas de Vijirima, ocupadas por Salomón, y después de un fuego bien sostenido logró desalojarle de sus puntos avanzados, distinguiéndose en este combate la columna de D'Elhuyart. Por la noche emprendió el Coronel Salomón su retirada sobre la plaza de Puerto Cabello, dejando abandonada la artillería, sus municiones, y en el hospital algunos oficiales y soldados. La pérdida en muertos fue considerable; pero Bolívar con este triunfo logró desconcertar el plan de los

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españoles, y regresó inmediatamente a Valencia a preparar sus fuerzas para emprender una nueva campaña en el occidente. En cumplimiento de las órdenes que dictó el Libertador, marchaba Campo Elias sobre San Carlos con una división, dejando en Calabozo una guarnición de mil hombres a órdenes del Teniente Coronel Pedro Aldao, para hacer frente a Boves, que venía por aquella parte. La infatigable actividad del General Bolívar le produjo el resultado que había previsto, y el 27 de noviembre pudo pasar en revista un cuerpo de ejército, que contaba 3.000 hombres de todas armas, en el cuartel general de San Carlos. Al General Rivas lo había mandado desde Vijirima otra vez a Caracas, para activar los preparativos de guerra en aquella capital, y D'Elhuyart siguió la persecución de Salomón hasta encerrarlo de nuevo en la plaza de Puerto Cabello. El Libertador en estas circunstancias, de suyo premiosas y aflictivas, no pudo contar con la cooperación del General Mariño, que gobernaba en el oriente, y siempre lamentaba aquél en sus conversaciones sobre la heroica campaña de 1813, que no hubiera dicho Marino conocido mejor los intereses de la república, y que creyéndose seguro en el oriente, hubiera dejado la conclusión de la campaña de occidente solamente a los esfuerzos del Libertador y a la constancia del General Rivas, que era el más activo lugarteniente de Bolívar, para proporcionarle recursos, y al celo infatigable de Urdaneta, encargado siempre de la organización como Mayor General. La sublevación casi total del país en favor de los españoles, para sostener la causa del rejs impedía las comunicaciones, y con mil esfuerzos apenas podía obtener Bolívar algunos espías que le informasen de los movimientos del enemigo. Un famoso guerrillero, Carlos Blanco, merodeaba constantemente a las inmediaciones de las fuerzas republicanas, y robaba por la noche los caballos, si no estaban bien guardados en los lugares donde forrajeaba la caballería. La división que reunió el Libertador en San Carlos constaba de cuatro cuerpos de infantería: el de Valerosos Cazadores, a órdenes del Teniente Coronel Manuel Manrique; el del centro, a órdenes del Coronel Florencio Palacios, que no llevaba nombre por ser formado con los restos de los derrotados en Barquisimeto, y había dispuesto el Libertador que se le diese en el primer campo de batalla donde consiguiera una bandera del enemigo con el triunfo; el de Vencedores de Vijirima, que mandaba el Coronel Villapol; y el batallón Barlovento, que regía el Comandante Campo Elias. Había dos cuerpos de caballería: el principal es-

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taba a órdenes del Coronel Pedro Briceño; y el de guardia del General al mando del Comandante Rivas Dávila. El 19 de diciembre, después de haber pasado una revista, emprendió la marcha el Libertador: componían la vanguardia los cuerpos de Manrique, Palacios y Villapol, a órdenes del Mayor General Urdaneta. La caballería y el batallón Barlovento formaban la reserva, a cuya cabeza iba el Libertador. La marcha se emprendió tomando el camino de Barquisimeto, y la primera etapa la recibió el ejército en Comoruco, donde pernoctó el día 2 de diciembre. Supo entonces el Libertador que el Coronel Cevallos había pasado por Sarare a reunirse en Arauca con Yáñez, y cambió su dirección sobre aquel punto, dejando en Comoruco dos escuadrones de caballería para conservar las comunicaciones con San Carlos y perseguir las guerrillas de Blanco. El día 3 pasó el ejército republicano el rio de Cojedes, y se acampó en la llanura que está enfrente de Araure el día 4 de diciembre. El enemigo tenía 1.400 hombres de caballería a órdenes inmediatas de Cevallos, y ocupaba el sitio de la Galera, y 2.100 infantes que dominaban el campo que había tomado el Libertador. En la noche hicieron los españoles un movimiento, y tomaron posiciones a poca distancia a la entrada de la montaña del rio Acarigua, apoyando su retaguardia y sus flancos en el bosque, y teniendo al frente una laguna que impedía el ataque por aquella parte. Había situado Cevallos dos baterías de artillería compuestas de 10 piezas de batalla, para recibir el combate, y tenía asegurada la retirada. No habiéndose encontrado al enemigo en sus anteriores posiciones, en la madrugada del 5 se emprendió un reconocimiento sobre la población, y encontrando abandonado a Araure, siguió el Teniente Coronel Manrique con los cazadores en solicitud del enemigo, y habiéndole encontrado en la posición que dejamos descrita, rompió sobre él sus fuegos, y temerariamente comenzó la pelea estando fuera de la distancia de operaciones de los otros cuerpos del ejército. El estampido del cañón enemigo anunció el ataque emprendido por el Comandante Manrique; pero aunque marchó rápidamente el batallón sin nombre, a órdenes de Palacios, y en seguida el resto de la división, cuando llegaron al lugar del combate las primeras fuerzas con el General Urdaneta, una hábil maniobra de Cevallos cargando con 1.000 caballos a Manrique por su flanco, había destruido aquel valiente cuerpo que quedó muerto sobre el campo de batalla, lanceado por los enemigos, sin que pudieran salvarse más que el Comandante Manrique y sus oficiales montados, a quienes pudo prote-

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ger en el mismo campo el General Urdaneta con el primer cuerpo que llegó en su apoyo. Cevallos, lento en sus movimientos, no supo aprovechar su triunfo, y Bolívar pudo formar su división sobre el mism.o sitio del desastre y restablecer la batalla; el Coronel Palacios ocupó el centro con un cuerpo: el Coronel Villapol fue destinado con el batallón Vijirima al ala derecha; y el Comandante Campo Elias, con los vencedores de Mosquitero, ocuparon el ala izquierda. La caballería se dividió en tres cuerpos: el principal formaba la reserva; y los otros dos cubrieron los flancos de la línea de batalla. Con esta formación se principió la batalla, marchando rápidamente sobre la línea enemiga, y después de un fuego activo y bien sostenido, ordenó el Libertador una carga a la bayoneta. Cevallos quiso envolver las fuerzas republicanas con un movimiento de flanco de su caballería, y aun logró rechazar los primeros cuerpos de esta arma; pero protegidos oportunamente por la reserva del escuadrón de guardia del CJeneral, con su Coronel Rivas Dávila a la cabeza, fue batida completamente la caballería española, y abandonando el campo dejó a la infantería y artillería sin apoyo, y en consecuencia fue rota y destruida la fuerza realista, dejando en el campo de batalla 500 cadáveres, entre los cuales se encontraron el del segundo jefe de Cevallos, don Miguel Correa, y de varios oficiales. En el campo de batalla se hicieron 300 prisioneros a los españoles, y se tomaron más de 1.000 fusiles, el material de las dos baterías de 10 piezas de batalla y muchas municiones de infantería, y cinco banderas. La del batallón de Numancia fue dada por el Libertador como un trofeo al batallón sin nombre, concediéndole el de vencedor de Araure, con cuyo glorioso nombre se conservó en Colombia, y fue de los cuerpos más señalados en la guerra de la independencia, y de los que asistieron al sitio del Callao después de la rota del ejército español en Ayacucho. Medidas como esta para restablecer la moral en el ejército tomó varias veces Bolívar durante sus campañas, que tuvieron por resultado felices sucesos. Algunas de ellas no han sido bien comprendidas, y escritores de partido y apasionados las han desfigurado para ver si pueden mancillar una gloria inmortal con que el hijo de Caracas no sólo ilustró su nombre, sino los de Venezuela, Colombia entera, el Perú y Bolivia. Durante el combate se presentaron nuevos conflictos a Bolívar para vencer; pues los tacos de los cañones llevaron el incendio a la llanura de Paja Alta en que se combatía, y hubo que arrostrar este peligro nuevo con la velocidad del movimiento, teniendo que lamentar que muriesen quemados varios heridos,

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y perder algunos caballos que asustados por el fuego dieron una estampida, sin que pudiese contenérseles. Los restos de la infantería y del personal de artillería buscaron refugio en el bosque de Acarigua; pero una bien ordenada persecución no les permitió rehacerse, y en la noche se rindieron prisioneros como 600 infantes en el sitio de la Aparición, a cuyo punto llegaron los fugitivos, ignorando que los vencedores hubiesen ocupado aquel lugar. Allí cayeron muchos españoles europeos y canarios, entre los cuales había algunos anteriormente juramentados para no tomar las armas, y fueron todos fusilados, conforme al decreto de guerra a muerte, y en retaliación de las crueldades de Yáñez en Barinas. Tan completo triunfo, si bien no afianzó para siempre la libertad de Venezuela, al menos permitió a Bolívar ejecutar movimientos importantes, que, si como dejamos dicho, hubieran sido secundados por Marino, otra hubiera sido la suerte de Venezuela y de la Nueva Granada. Este caudillo, si bien patriota y amigo de la independencia, ha sido funesto a la causa de la independencia, de la libertad y de la consolidación del país. Sus hechos de armas y su constancia en la adversidad no son bastantes para que el historiador imparcial no le haga severas censuras. A nosotros nos toca hoy hacerlo, y probablemente en otro capítulo nos veremos igualmente obligados a ello, no obstante que sus cabellos encanecidos en una época gloriosa, y consideraciones personales, nos obligan a tener por este antiguo General gran deferencia y respeto. Mas el deber, al relatar como contemporáneos los hechos, no nos permite otra cosa que decir la verdad sin pasión ni antipatías. Yáñez reunió en la derrota de 200 a 300 hombres, con los que se dirigió a Nutrias, y de allí se embarcó para San Fernando de Apure. E! Coronel Cevallos tomó la dirección de Guayana con varios jefes y oficiales. Los prófugos que tomaron hacia el occidente no llevaron a su cabeza jefe alguno, y como 800 hombres de infantería y caballería fueron por grupos a reunirse en Tocuyo y Siquisique. El Libertador nombró, después de la victoria. Comandante en Jefe de Occidente al General Urdaneta, con órdenes de recuperar a Barinas, en donde mandaba el Capitán don Ambrosio Puig; y que apoyándose sobre la frontera de Nueva Granada y en comunicación con su gobierno, para tenerlo al corriente de los sucesos, emprendiese operaciones sobre Coro, después de purgar a las provincias de Mérida y Trujillo de las partidas y destacamentos realistas que las devastaban.

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El Teniente Coronel García de Sena, con una columna compuesta del batallón vencedor en Araure y la caballería de Barinas, marchó contra Puig, y éste huyó en dirección de San Fernando para reunirse a Yáñez. El Coronel Villapol, con el batallón Vencedores en Vijirima, y el de Barlovento, a órdenes del Teniente Coronel Andrés Linares, fueron destinados a ocupar a Barquisimeto. Campo Elias siguió con algunos cuerpos de caballería y todo el material de artillería a San Carlos. El valiente escuadrón de dragones de Rivas Dávila le fue también dado al General Urdaneta para la campaña sobre la provincia de Coro, que a la sazón estaba sin fuerzas y no bien mandada. Y el Libertador, conociendo la importancia de apurar el sitio de Puerto Cabello, que estaba a cargo de D'Elhuyart y las tropas granadinas, siguió para Valencia, para desde allí hacer un nuevo llamamiento al patriotismo de Marino y de los jefes del oriente, para que cooperasen con él a dar fin a la campaña, perdida más de una vez por falta de armonía en las operaciones de las tropas de oriente y occidente, y restablecida últimamente con los triunfos de Vijirima y Araure. La ocasión era tanto más favorable cuanto que la fragata Venganza y los demás buques de guerra de los españoles habían abandonado la defensa de Puerto Cabello por falta de municiones de boca y recursos pecuniarios, dirigiéndose a La Habana. Tal era el vasto campo de operaciones en que Bolívar tenía que obrar; y si bien era demasiado extenso y, por tanto, débil en muchos puntos, la necesidad le obligó a sacrificar los principios estratégicos que aconsejaban una concentración de fuerzas, para atacar a los realistas, ya fuera en su punto más fuerte y que servía de base a sus operaciones, como Puerto Cabello, ya en las llanuras de Calabozo y el Apure, en donde se levantaba una tremenda fuerza que amenazaba la libertad de Venezuela, y que solamente Marino no veía, sin que le moviesen las insinuaciones, y bien podemos decir, las súplicas con que le pedía el Libertador una oportuna cooperación, presentándole en sus cartas no solamente un raciocinio lógico, sino tratando de tocarle las fibras del corazón con pinturas patéticas de los sufrimientos del ejército y del pueblo. Nada obtuvo Bolívar, quien si hubiera reunido sus fuerzas en la provincia de Caracas, el enemigo no hubiera podido reunir sus partidarios, cortar enteramente las comunicaciones con las Provincias Unidas de Nueva Granada y desde Maracaibo a Coro, Trujillo, Barquisimeto, Mérida y Barinas no se habrían combinado con Boves y Yáñez, que estaban en las llanu-

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ras de Apure, y de acuerdo con Monteverde y Salomón no habrían obrado de un modo decisivo. Por fortuna, el Capitán General Monteverde, de suyo inepto e incapaz de una buena concepción militar, dejaba a Bolívar en actitud de obrar aventurando el resultado, ya que no había podido conseguir la cooperación del oriente. Como Monteverde y Salomón no tenían, mediante la estrechez en que los ponía D'Elhuyart, noticias de Cevallos y Yáñez, aprovechándose de la poca fuerza con que se les sitiaba, resolvieron que el segundo hiciese una salida de Puerto Cabello con 1.100 hombres de tropas regulares y 200 aventureros, dejando la plaza guarnecida por 600 hombres. Emprendió su movimiento Salomón el 4 de diciembre, por el camino del Patito, Mosón y Montalván. En este lugar logró dispersar un destacamento de 300 hombres, y supo entonces el triunfo de Araure con la fuga de Cevallos. Dirigióse en solicitud suya a Barquisimeto por San Felipe, y al llegar a Orachiche supo que Villapol era dueño de Barquisimeto; emprendió su retirada por San Miguel del río Tocuyo. Las fuerzas republicanas que le seguían sus movimientos le libraron algunos ataques parciales en Cuasa, Aserradero y Guama, haciéndole perder algunos elementos de guerra. Temiendo que en la ruta de Aroa y Cigua encontraría mayores fuerzas, se dirigió a Coro por el camino de Salsipuedes y la costa, perdiendo mucha gente, de modo que al llegar a Coro sólo pudo contar con 400 hombres del regimiento de Granada. Bolívar entretanto estrechaba a Monteverde en la plaza de Puerto Cabello, y al fin llegó sobre aquel puerto la escuadrilla de oriente a órdenes del General Piar; pero si bien se obtuvo esta cooperación, faltó la de tierra, y aprovechándose Boves de la falta de actividad del Teniente Coronel Pedro Aldao para perseguirle, quedándose en Calabozo, aquel enérgico asturiano desplegó tal actividad, apoyándose en el fanatismo religioso, adoptó medidas terribles como sanguinarias, y movió contra los ricos y los blancos a los llaneros, logrando reunir 3.000 jinetes de la gente más inmoral de aquellas comarcas. Dentro de poco se le reunió Morales con 5 oficiales, 100 soldados veteranos, 300 fusiles, una pieza de batalla, 100.000 cartuchos y otros elementos de guerra. Aldao, que esperaba sin fundamento algún auxilio del oriente, no obstante que supiera la fuerza que había reunido Boves, confió demasiado en su serenidad y valor, y el arrojo de sus solUHOKIA—7

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dados, para aguardar impasible a un enemigo superior. El 14 de diciembre recibió a éste en el paso de San Marcos del río Guárico. La muchedumbre le envolvió, y él como el Coronel Carlos Padrón y el Teniente Coronel Rafael Castillo, con la mayor parte de la fuerza que mandaban, perecieron en desigual pelea sin provecho de la patria, sí bien mereciendo una gloria postuma por su heroico comportamiento en defensa de las libertades patrias. Se perdieron así los mil valientes de que se componía aquel cuerpo; los que no murieron en el combate fueron degollados después de él, y el resultado proporcionó a Boves que ocupase a Calabozo, en donde continuó la matanza de los patriotas, fuesen o no hombres de armas: tomó y confiscó las propiedades de los que las tenían para repartirlas entre sus soldados. Este acontecimiento fue de fatales consecuencias y agravó demasiado el estado de las operaciones de occidente; pero por fortuna, la ineptitud del General Monteverde daba algún respiro a Bolívar para obrar e instar a Marino por su ayuda en tan críticas como urgentes circunstancias. Una fuerza republicana que ocupaba a Capaya mantenía en respeto los valles del Tuy. Entonces el padre Márquez intentó turbar el oriente, promoviendo una reacción en Barcelona; pero pagó él, como sus cómplices, tanta temeridad con la vida. Cansados los españoles de la ineptitud de Monteverde, al fin se pronunciaron contra él en Puerto Cabello, y el 28 de diciembre de 1813 le depusieron: siguió a Curazao y de allí a España. Jamás volvió este hombre ignorante como malvado a América; y sin ninguna cualidad que le recomendara, la casualidad le elevó para descrédito de la España. A él sin duda son debidas la corrupción de los realistas, las matanzas sin forma de juicio y la horrible guerra a muerte, que con dolor de los hombres civilizados ha dejado una hoja negra en la historia de las contiendas civiles entre la raza española, y cuya dilatada práctica no deja olvidar sucesos tan tristes e ingratos. .. Bolívar, instruido de la pérdida de Aldao, de las excursiones que hacían los españoles desde Maracaibo sobre los valles de Cúcuta, como de los auxilios que recibía Yáñez de Guayana para emprender de nuevo sobre Barinas, conoció cuan urgente era volar a Caracas para reunir una asamblea de lo selecto del pueblo, y hacerle una exposición de sus operaciones. Resolvió irse a la capital y mandó convocar al vecindario para el 2 de enero de 1814; y que de este modo se afirmase el poder que ejercía apoyado por la voluntad general de los hombres públicos que tomaban parte en la revolución, y poder contar con fuerza moral, o

MEMORIA SOBRE LA VIDA DEL GENERAL SIMÓN BOLÍVAR

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que se tomara una resolución que estuviera de acuerdo con la opinión nacional. Si bien el Libertador mandaba en jefe y era obedecido, no faltaban caudillos que a la distancia cometían crímenes y crueldades que aumentaban la odiosidad de los pueblos y comprometían la existencia del gobierno republicano. Las provincias del oriente estaban intactas, es verdad; pero la opinión estaba dividida, y después de algunas disensiones civiles que ocurrieron en Margarita, aunque sofocadas, llamaban la atención del Libertador las noticias que recibía sobre varías sublevaciones, y el progreso de las partidas de guerrilleros que devastaban aquellas comarcas. Entre tanto, Boves amenazaba con 400 hombres a los valles de Aragua. Tal era el cuadro que presentaba el país al concluir el año de 1813.