capítulo 4 la denuncia terrible de nuestro mal continúa ... - ObreroFiel

“Porque Jehová se levantará como en el monte de Perazim, como en el valle de Gabaón .... Número dos: Procede la sentencia, no de un corazón caprichoso ni ...
49KB Größe 4 Downloads 39 vistas
CAPÍTULO 4 LA DENUNCIA TERRIBLE DE NUESTRO MAL CONTINÚA: ANTES LA INJUSTICIA DEL GRIEGO, AHORA LA JUSTICIA PROPIA DEL SER HUMANO, Romanos 2:1-11 Por Dr. G. Ernesto Johnson INTRODUCCIÓN: Después de la magnificencia de la gracia de Dios sintetizada en Romanos 1:16-17, Pablo lanza la denuncia devastadora del ser humano, tal cual el griego. La ira santa de Dios el Juez eterno cae sobre el pecado y el pecador, sea quien sea. Romanos 1:18: “Porque el ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”. Pero Pablo inmediatamente revela el corazón verdadero de Dios. La ira y el juicio es «la obra extraña de Dios». “Porque Jehová se levantará como en el monte de Perazim, como en el valle de Gabaón se enojará; para hacer su obra, su extraña obra, y para hacer su operación, su extraña operación” (Isa. 28:21). Dios no se deleita en castigar y condenar al ser humano, pero su santidad y su justica demandan tal acción. Tal es la evidencia de las riquezas de su benignidad que Dios ha dejado el eco de su voz en la conciencia de la criatura suya que a la vez vive en el mundo que revela siempre su “eterno poder y deidad” (1:19-20). Sin embargo nuestros primeros padres se independizaron de Dios y en seguida dieron los seis pasos para abajo (1:21-23). Con tal decisión ya tomada, Dios les ratificó las consecuencias tristes entregándoselos tres veces a la apostasía (1:25-28). Pero lejos de recapacitar los rebeldes, se complacen en los que pecan con puño levantado en la cara de Dios (1:2932). Pablo describe en detalle nuestro mundo como si fuera el noticiero triste del periódico de mañana. La posmodernidad ha eliminado toda moralidad y ha desafiado a Dios y sus leyes eternas; tal es nuestro mundo actual. Romanos 1 describe tal mundo en términos gráficos. PABLO SE DIRIGE AL SER HUMANO Y LO PRESENTA ANTE EL JUEZ DIVINO, Romanos 2:1-6 Al oír la denuncia del mundo pagano, el judío está muy de acuerdo con la condena divina del griego. Éste sí que es pésimo, pero el judío se jacta de ser el hijo privilegiado de Dios que merece otro trato. Pero ahora Pablo confronta al judío, algo indirecto al principio “por lo cual eres inexcusable, oh hombre quienquiera de seas tú que juzgas [condenas]” (2:1). Luego lo acusará directamente en Romanos 2:17 “He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío. . .”. En estos versos, Romanos 2:1-6, se ve la sabiduría de Dios en este reto doble al judío y a todo ser humano porque Romanos no limita el juicio de Dios a los gentiles ni a los judíos de la antigüedad sino que pone así el dedo en la llaga de todos nosotros hoy día. Pablo va a contrastar agudamente el pecado del ser humano, sea éste griego o sea judío. Dios sabe que el pecado puede tomar dos formas muy distintas ante el ojo humano, pero no ante el de Dios. El griego en Romanos 1 peca abierta y groseramente en la inmoralidad y la perversión sexual. Es fácil identificar tal pecado y ante ello sentirse superior. Así pensaba el judío muy confiado. Pero el pecado del judío venía bien disfrazado en la hipocresía. Pero es precisamente este pecado, que se esconde bajo el pretexto de la moralidad y las buenas obras, que Pablo quiere exponer. En esencia la justicia propia tiene que ser sacada a luz Es el pecado peor ante Dios. Hasta los creyentes tenemos la vista muy, muy corta. No queremos ver la auto-justicia nuestra que se esconde a veces tras la religiosidad y la hipocresía tanto en el ministerio como fuera de él.

Cuando Dios me tocó el corazón en mi primer pastorado en Winnipeg in 1952, fue precisamente este pecado que vi por primera vez lo que es, el más horrendo de los pecados Pero desde ahí Dios empezó a hacer su obra de quebrantamiento y trasformación gradual—el mensaje de la cruz, muerto al pecado seguido de la resurrección y vida abundante. Sigue en Romanos 2:1-6 una denuncia dramática de todo ser humano, pero en la primera banca está el judío sin identificarlo directamente. Pablo anticipaba el amén de judío al oír de la inmoralidad y perversión sexual del gentil (1:18-32). Pero Pablo le pone un alto por decir: “Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas haces lo mismo (2:1). En verso 2 Pablo admite que sabemos que Dios es santo y juzga siempre según la verdad. Pero el mero conocimiento de su peligro no llegaba al judío que confiaba en ser hijo de Abraham, circunciso y habitante de la tierra prometida—toda esperanza totalmente falsa. Ahora viene el desafío fuerte al judío y a todo ser humano.”¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?”(2:3-4). Pablo a la vez revela el corazón tierno y paciente de Dios, aun dentro de la porción que pone muy en alto a Dios como el Juez Justo cuya ira santa está a punto de desatarse sobre todo pecado; tanto la injusticia como la justicia propia. PABLO ESTABLECE CINCO PRINCIPIOS RECTOS, BASES DEL JUICIO DIVINO Antes de llegar a ser el Salvador del mundo, Dios, ante la rebelión de su criatura, tiene que ser el Juez. Este párrafo establece el fallo del Juez. Aquí mismo no es el lugar preciso de revelar el camino de la salvación. Presenta más bien el papel del Juez que trata con el pecado. Más adelante en Romanos 3:21-31 Pablo presentará la pura gracia de Dios ofrecida tanto al griego como al judío. Por eso ahora estos versos 5-16 se deben interpretar basándose en la santidad de Dios y, al final de cuentas, lo que Dios exige a todos sin excepción alguna: un rendimiento de cuentas. El primer principio: El fallo divino es sólo y siempre según la verdad (2:2). No se toma en cuenta ningún otro factor. A la verdad Dios es recto, justo y santo. Todo procede de su propia persona santa ante el mal del hombre. “Y por tu dureza y por tu corazón no arrepentido atesoras para ti mismo ira para el día de ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (2:5). Número dos: Procede la sentencia, no de un corazón caprichoso ni vengativo sino de sus riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad. Tal expresión de su amor y gracia deben guiarlo al arrepentimiento (2:4). En este ambiente, a pesar de la ira de Dios, él sigue siendo lo que siempre es, paciente y amante. Número tres: Cada uno será juzgado tan sólo por sus propias obras. No hay privilegio alguno, no hay excepciones ni hay ningún favoritismo, algo desconocido en los tribunales del mundo (Romanos 2:6; 14:10-12; Apocalipsis 20:11-20). Veremos este principio otra vez en 2:12-16. Número cuatro: Dios es el autor de vida eterna; recompensa con la gloria suya, honor e inmortalidad--todo procede de su persona. Resulta en gloria, honor y paz al judío primero y también al griego. Está dispuesto a bendecir y premiar lo bueno como lo juzga. Del mismo modo todo lo contrario resulta en tribulación, angustia de parte de Dios. Dios, al final de cuentas, no reconoce nada que no sea de su persona. Lo bueno es sólo lo que procede de su santidad. Número cinco: “Porque no hay acepción de personas para con Dios” (2:11). Dios es el Juez final y juzgará con base en estas cinco verdades. Otra vez en medio de la denuncia del griego 1:18-32; y la denuncia del judío 2:17-29 y la conclusión terminante 3:1-20, Dios pone las bases de su juicio siempre según la verdad. ¿CUÁL ES LA APLICACIÓN PARA NUESTRA VIDA? Pablo establece que el pecado puede ser o el grosero del gentil (1:18-32) o el «refinado» del judío, o sea la injusticia de la inmoralidad o la justicia propia de fariseo o creyente. Ante esta mentira moral Dios desarma tanto al judío como el gentil. En medio de este discurso de 64 versos (Romanos 1:18-3:20), dedicados a la anatomía del

pecado, pone el carácter de Dios como el Juez justo. Ante éste cado uno comparecerá algún día, o sin Cristo o por los méritos solo de Cristo. El énfasis de Pablo es que Dios es santo y juzga santamente. Pero con la depravación del ser humano la salvación sólo puede ser por gracia y la vida eterna, el don gratuito del evangelio. DOS CUENTOS DE JESÚS QUE AGUDIZAN LAS DIFERENCIAS ENTRE LA INJUSTICA Y LA JUSTICIA PROPIA A Jesús le gustaba volver a destacar los dos aspectos del pecado ante Dios. En Lucas 7:36-50 Jesús fue invitado a cenar en casa de Simón el fariseo. Honrada su casa, Simón pensaba que hacía una gran cosa. Pero en medio de la cena entró una reconocida mujer de la calle e interrumpió la cena por ungir los pies de Jesús y enjugarlos con el cabello. Escandalizado Simón no dijo nada sino que pensó en sí: “Si éste fuese un profeta, no dejaría tal cosa”. Jesús, sabiendo sus pensamientos, reprendió a Simón porque no hizo nada para atenderlo. En cambio Jesús le dio la lista de lo que la arrepentida ya perdonada hacía: lágrimas para lavar los pies, besaba sus pies, lo ungía con el perfume. Con otro cuento de los dos deudores y otras reprensiones, Jesús remachó el abismo entre el fariseo y su justicia propia y la injustica de la mujer ya arrepentida y perdonada: “Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama”. Queda clarísima la verdad: peor y ciega es la justicia propia que la injusticia confesada. Simón quedó no justificado y ella salió ya perdonada y justificada. La otra ocasión es en Lucas 18:9-14. Jesús marcó la vasta diferencia entre el fariseo y el publicano; ambos fueron al templo para orar. El fariseo pone en lista sus buenas obras: “Dios te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano”. En agudo contraste el publicano se golpeaba el pecho y simplemente dijo: Dios, sé propicio a mí pecador”. Jesús pone fin con estas palabras tan sucintas: “Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que su humilla será enaltecido”. Otra vez de la boca de Jesús queda claro cuál es el pecado más dañino—la justicia propia nuestra. ISAÍAS Y SU ENCUENTRO CON EL TRES VECES SANTO, Isaías 6:1-9 Fácil es ver este pecado en el fariseo pero es otra cosa en la vida nuestra. Sí existe una porción que se puede aplicar al creyente tan dispuesto a esconderse tras su llamado de servir; es el encuentro de Isaías con Jehová. Casi no necesita ni comentario. Después de varios años probablemente de ministerio exitoso, predicaba y profetizaba con elocuencia; tenía cierta aprobación de parte de Jehová. Pero le faltaba algo importantísimo. En un momento crítico de su ministerio murió Uzías y provocó un encuentro nuevo con Jehová. “En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines. . . y el uno al otro daban voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria….Entonces dije: ¡Ay de mí! Que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.” Jehová, justo a tiempo, le introdujo a una humillación, una crucifixión a toda costa sacando a luz su propia justicia. Dios lo conocía de otra manera y le restaba a Isaías conformarse con el tres veces Santo. El carbón del altar, lugar de muerte, tocó sus labios; esos labios tan elocuentes en magnificar la gloria de Dios en teoría; ahora en verdad profundamente quedaron limpiados y crucificados.

Isaías había sido en cierto sentido la voz de Dios a su pueblo (Isaías 1-5), pero le faltaba el mensaje de la cruz para sí mismo, una muerte y resurrección. Se le tenía que pasar a él un cambio de ser, un verdadero encuentro con el tres veces Santo. En este caso el pecado de Isaías, los labios inmundos, le era invisible hasta estar en presencia de Dios. El corazón del ser humano tanto el incrédulo como el creyente es muy corto de vista. Algún día todo ser humano comparecerá ante Dios para ser juzgado. Las únicas dos alternativas serán con base en sus propias obras que resultan en el lago de fuego y azufre (Apocalipsis 20:10,15) o con base en los méritos de nuestro sustituto, Cristo, el Cordero de Dios. Cristo tomó nuestro juicio y nos da el sumo gozo de nuestra salvación. A continuación, en Romanos 2:17-29, Pablo se dirige más directamente al judío que dependía de su propia justicia. Resultó al final que el pecado más dañino era la justicia propia porque el judío no se daba cuenta de su propio mal. Tal proceder niega la gracia y la misericordia de Dios que Pablo presentará en toda su gloria en Romanos 3:21-26. ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.