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CIUDAD
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Viernes 15 de junio de 2012
ESTILOS DE VIDA s LA CONVIVENCIA CON PERROS Y GATOS
Buenos Aires, una ciudad pet friendly, pero no tanto No todos están a favor de aceptar a las mascotas en el transporte público, bares y restaurantes JULIETA PACI LA NACION Los parques y plazas ya no son los únicos lugares disponibles en la ciudad para ir a pasear a las mascotas. Hoy, salir a comer o a dormir en un lujoso hotel acompañado por un perro o un gato es posible. Cada día son más los espacios pet friendly –que aceptan la presencia de animales–. Sin embargo, la ciudad no puede tildarse como tal. Aún hay quienes miran raro cada vez que se cruzan con estas situaciones, se rehúsan a compartir el transporte público con “seres peludos”, se niegan a dejarlos pasar en un restaurante o a tomar café al lado de un gato. Según el censo realizado hace cinco años por el Instituto de Zoonosis Luis Pasteur, en la ciudad de Buenos Aires hay aproximadamente 500.000 perros y 270.000 gatos. La tendencia pet friendly, que es común en Bélgica, Francia, Suiza y Finlandia, entre otros países, cobró fuerza en los últimos años en la Argentina. Sin embargo, muchos piensan que la ciudad aún no podría catalogarse como tal. “Todavía hay un largo camino por recorrer. Para empezar, tenemos que concientizar a las personas de castrar a sus animales, de colocarles una chapita de identificación y de levantar los excrementos de la vía pública”, sostuvo Claudia Rico, creadora de Michiguautransporte, un servicio puerta a puerta exclusivo para ellos. En busca de una ciudad más acogedora para los animales, la diputada del Frente para la Victoria María José Lubertino presentó el proyecto de ley animales domésticos bienvenidos en transporte público y locales gastronómicos. En su exposición destacó que “es necesario que exista una oportunidad para que en el transporte público –subtes y colectivos– haya posibilidades de subir con un perro
o un gato” y que lo mismo ocurra con taxis, remises y lugares gastronómicos. A pesar de que actualmente son muchos los espacios en que las mascotas son bien recibidas –esto ocurre en cafés (Museo Evita), restaurantes (Croque Madame), y hoteles (Hilton Buenos Aires)– para Joaquín Pedroso la ciudad no podría catalogarse como “demasiado pet friendly”. El joven de 24 años, dueño de Juan Carlos –un cocker que siempre debe esperarlo en la puerta de las tiendas y locales que visita–, dijo que en la provincia la situación es mejor que en Capital y aseguró que el sexo de los dueños es clave a la hora de que un animal sea aceptado en la sociedad. “Pienso que la aprobación de las mascotas en lugares cerrados y en colectivos es mayor para las mujeres que para los hombres, que generalmente andamos con perros más grandes.” María de los Angeles, de 40 años, de Villa Urquiza, dudó a la hora de tildar a la ciudad como pet friendly: “De serlo, creo que no habría lugares exclusivos para animales”. La mujer, quien habitualmente traslada gatos que rescata de la calle, contó que todo depende de los choferes para poder transportarlos. “Muchas veces me dejan subir al colectivo con ellos, también están los que se niegan y los taxistas que me hacen que no con el dedito.” José Ibarra, secretario general del Sindicato de Conductores de Taxis de Capital Federal, aseguró que en caso de que la ley fuese sancionada la situación sería muy compleja. “Los choferes deberían poner fundas en los asientos, tendrían que cuidar que los animales no hagan sus necesidades en el auto, y muchos clientes no querrían seguir usando este medio de transporte. A nadie le gusta bajarse con olor a perro o con pelos en la ropa por culpa del pasajero anterior.” Ricardo Muñoz, chofer de la línea
En el bar Museo Evita aceptan mascotas y Oliver, un simpático Beagle, disfrutó junto a su dueño
En el subte viajó desde Cabildo y Juramento hasta Plaza Italia
El regreso a casa no fue sencillo; ningún colectivo quiso llevarlo FOTOS DE RICARDO PRISTUPLUK
152, contó que él no tiene ningún problema con que los suban en una jaula, pero que “la gente protesta cuando los ve y es muy difícil la cosa”. En cuanto a los locales gastronómicos, gran parte de ellos se mostró en contra de dejar pasar a los animales, mientras otros aceptaron que permanezcan en las mesas situadas en la vereda. “No me parece que circulen dentro de los negocios de comida por dos motivos: primero porque no es higiénico y segundo porque no a todos les gustan y no se puede obligar a los clientes a tolerarlos”, dijo Viviana Acosta, encargada del café Quebec. “En la vereda los permito, pero adentro no. Que anden metiendo las patas arriba de la mesa no me gusta nada”, explicó Carmelo Esquivel, encargado de Bonjour París.
TESTIMONIO
Lo tratan como perro NICOLAS QUINTELA PARA LA NACION El recorrido empezó a las 10 junto a Oliver, mi perro Beagle. Salimos de Av. Cabildo y Juramento y fuimos al subte para tomar la línea D. Había mucha gente, pero todos lo miraban bien, no parecía molestarles. Incluso, más de uno se acercó a acariciarlo y él les movió la cola. Después de unos minutos, subimos. Lo cargué y me senté. Durante todo el viaje hasta Plaza Italia nadie dijo nada; algunos se mostraron in-
diferentes y otros lo mimaron, pero no hubo críticas. Admito que me preocupó que se le ocurriera hacer sus necesidades en ese momento, pero por suerte no sucedió. Luego entramos en el Jardín Botánico. Dimos un par de vueltas entre los árboles y las plantas, nos sentamos en uno de los bancos. Oli divisó un gato que desapareció muy rápido entre los arbustos. Cuando salíamos, un guardia me preguntó cómo había ingresado con el perro cuando los animales están prohibidos y hay un cartel
que lo indica. Pedí disculpas y nos fuimos. Nos dirigimos al bar del Museo Evita, donde agasajaron a Oliver con un plato de comida y un poco de agua. Intentamos, luego, subir a un colectivo, pero fue imposible. Cuatro fueron los intentos fallidos. Un remise fue la solución para regresar a casa aunque, a decir verdad, tuvimos suerte. No todos aceptan llevar a un animal ajeno en el asiento de atrás.
El autor es director de cine y dueño de Oliver