ausente en las grietas del relato oficial La conspiración de las

Somos exiliados de la caverna de Platón. Y en la intem- perie en la que vivimos, las palomas no son como aquella que dibujó Picasso. Ya lo habrá adivinado: ...
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enfoques

| Domingo 14 De octubre De 2012

planetario

De cómo el pájaro Big Bird se metió en la campaña presidencial silvia pisani

CORRESPONSAL EN EE.UU.

WASHINGTON.– En el fondo, les gusta volver a la infancia, la tierra donde todo se entiende. De buenas a primeras, la campaña norteamericana se enamoró del pájaro Big Bird, uno de los protagonistas del show infantil Plaza Sésamo. Convertido en estrella, el gallináceo se la pasa dando consejos a Romney y a Obama y, al paso que va, es posible que muchos tengan ganas de votarlo. Todo empezó porque el republicano dijo que, de llegar a la Casa Blanca, privatizaría la televisión pública, PBS, que recibe un 0,012% del presupuesto del gobierno federal y que emite el programa Barrio Sésamo. “Me encanta PBS, me encanta Big

Bird, pero terminaré con sus subsidios. No pienso seguir gastando en eso los dólares que les pedimos prestados a China”, dijo. Enseguida, el pájaro se convirtió en un arma emplumada. Obama lo usó para acusar a Romney de “ocuparse de un pollito” en lugar de los peces gordos de Wall Street. La usina republicana retrucó que, con 23 millones de desocupados, es “preocupante” que el Presidente se centre en un pollito. La productora de Plaza Sésamo se metió también en el asunto para pedir que dejen a sus muñecos en paz, que son apolíticos. Y la rueda sigue. Un buen ejercicio de teléfono descompuesto, mientras están en juego millones de dólares en subsidios. ß

La usurpación de identidad en la Red, un delito cada vez más frecuente luisa corradini

CORRESPONSAL EN FRANCIA

PARIS.– Un nuevo delito avanza a pasos agigantados: la usurpación de identidad. Amparada por el anonimato que ofrecen las redes sociales y los trámites online, la acción de tomar deliberadamente la identidad de otra persona para realizar actos fraudulentos comerciales, civiles o penales, acceder a las finanzas del usurpado o cometer un delito en su nombre es cada vez más fácil y frecuente. En Francia, 400.000 personas fueron víctimas de una usurpación de identidad en los últimos 10 años. En 2009 eran la mitad, según un sondeo publicado esta semana por el instituto CSA. Esta forma de delincuencia, estimada en decenas de millones de

euros anuales, se ha convertido en la segunda infracción, después del robo de vehículos (552.125 en 2011). Para combatir esta nueva forma de falsificación, los especialistas preconizan la utilización de la biometría y la introducción sistemática de chips en los documentos de identidad. Pero eso no resolverá la usurpación de identidad a través de las redes sociales, una práctica cada vez más común que no sólo pone en peligro la seguridad de la víctima sino su propia reputación. Facebook, por ejemplo, permite señalar ese tipo de violación. Pero el trámite suele ser una pesadilla. Con 1000 millones de miembros, señalar una usurpación de identidad a Facebook es como tirar una botella al mar. ß

La 2 punto de vista

El extraño caso de los salarios recortados Pablo Mendelevich —PARA LA NACION—

E

l Día del Respeto a la Diversidad Cultural, el Gobierno encontró un tiempo, por fin, para revisar la diversidad salarial de las fuerzas de seguridad. Millones de argentinos holgazaneaban el pasado fin de semana largo mientras nuestros gobernantes trabajaban a destajo. Iban y venían a Olivos con gruesas carpetas. Revisaban las planillas de lo que el Estado les paga a gendarmes y prefectos por cuidarnos, como dice el jefe de Gabinete, a todos y a todas. Así descubrieron –verbo más que oportuno en el día de Cristóbal Colón– que los altos oficiales ganan demasiado, beneficiados por una judicialización corrupta de los planteos hechos contra el Estado por pagar desde los años 90 parte de los salarios en negro. En realidad, Abal Medina y el ministro Hernán Lorenzino, dúo juvenil de oralidad intermitente, buscaron entender por qué ellos mismos, como responsables de la administración estatal, les habían pulverizado por decreto los salarios a los suboficiales, quienes a su vez habían avisado del inconveniente mediante un piquete del tipo de los que sus fuerzas deben acompañar o reprimir, según la ocasión, pero nunca hacer. Gracias a los salarios recortados de los suboficiales, supuestamente mal liquidados por una mano negra agazapada quién sabe en qué sótano, los funcionarios supieron el fin de semana que había una conspiración. No bien el martes reabrieron los tribunales la fueron a denunciar. Prueba de que antes no la tenían por cierta. Quizá debieron agradecer a los gendarmes y prefectos por la alerta y a Colón, por el feriado. Gracias al esfuerzo oficial del fin de semana largo, todos pudimos confirmar que pasan cosas extrañísimas en el país, a saber: durante años el Estado puede liquidar mal los salarios sin que nadie se dé cuenta; además de cobijar liquidadores corruptos, el Estado sostiene organismos de control administrativo decididamente inútiles; los funcionarios gubernamentales que están a cargo del asunto pueden ser burlados desde las áreas de recursos humanos por subordinados adiestrados especialmente en el arte de obedecer; la Justicia no es el último reservorio de protección ciudadana, porque también se hace cómplice de desfalcos industriales, y el Estado está tan acostumbrado a pagar salarios en negro que ni siquiera se considera sospechoso de violar la ley. Según Abal Medina y Lorenzino, Menem y Cavallo siguen regulando hoy al Estado que ellos dejaron de manejar en la clausura del siglo pasado. También podría pensarse que el estilo de animadora de televisión que la Presidenta adoptó en los últimos meses en sus teleconferencias se haya contagiado a algunos miembros del Gabinete, deseosos de arrebatar a los críticos la función de comentar la realidad y denunciar con gruesos adjetivos lo que el Gobierno hace mal. Sería una extraña paradoja, porque el Gobierno son ellos. Pero hasta es posible imaginar en el lugar de los enfáticos denunciantes del martes a dos periodistas de investigación, dos dirigentes opositores o dos de esos abogados a los que la Presidenta llama denunciantes seriales, que descubren tremendas matufias y las ventilan luego de llevarlas a un juzgado. Pero ninguna sustitución de actores sería imaginable, seguramente, si la conferencia de prensa del martes hubiera sido ofrecida en 2003. ß

g La conspiración de las palomas Por Héctor M. Guyot | Foto Maxi Amena Buenos aires, 8 de octuBre de 2012. Le propongo un juego: mire usted la paloma del centro (la que ofrece su perfil) mientras tapa con sus manos todas las otras. Admire las alas extendidas, el pecho inflado, la cabeza erguida. Un cuerpo sin peso, en equilibrio, suspendido en el tiempo y el espacio. La imagen de la ligereza y la libertad. Estará de acuerdo conmigo en que es una belleza. Y lo es porque estamos mirando la idea de la paloma. Ahora levante las manos y descubra el resto de la foto. Bienvenido al mundo real, donde la distancia que media entre las ideas y las cosas es culpable de buena parte de nuestros sufrimientos. Somos exiliados de la caverna de Platón. Y en la intem-

Humor

perie en la que vivimos, las palomas no son como aquella que dibujó Picasso. Ya lo habrá adivinado: la paloma real es muy poco platónica porque nunca viene sola. Una simple cuestión de número puede convertir algo sublime en una pesadilla. Pregúntele si no a Diego Santilli, ministro de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad, que decidió invertir 400.000 pesos en jaulas y redes para atraparlas y llevarlas lejos. O para dispersarlas. Porque juntas, así como andan, se ganaron la antipatía de los porteños y de símbolo de la libertad han sido rebajadas a la categoría de plaga urbana, junto a las ratas y los murciélagos. Así de lejos quedó Platón. Las palomas se reproducen rápido y mientras nadie las

ve. ¿O acaso las ha visto copular? Es difícil luchar contra una fuerza que responde a cada baja con decenas o cientos de nuevos soldados que se suman a un ejército cuyos planes nadie conoce. Hay algo inquietante en la foto. ¿Y si esa confusión de alas, picos y plumas está bajando del cielo a la tierra para reclamarla suya? Este miedo metafísico se lo debemos a Alfred Hitchcock, que en una de sus películas sometió a la pobre Tippi Hedren a un brutal ataque perpetrado por una multitud de pájaros feroces que tenían en jaque a un pueblo entero. Sin embargo, mejor no exagerar. Las palomas son sucias y son muchas, sí, pero hay bichos más dañinos. Y caminan en dos patas. ß

desde el margen

Un “nosotros” ausente en las grietas del relato oficial Fernanda Sández

Paresh nath / india Hugo Chávez, reelecto en Venezuela –Mi tratamiento para el socialismo continuará...

Patrick chappatte / Francia Obama, Romney y una carrera electoral en la que todo vale

s

—PARA LA NACION—

egún refiere la Biblia kirchnerista, en el origen fue Él. El creador –si no del cielo– sí de la tierra. De una tierra libre, justa y soberana, sitio de encarnación del proyecto “nacional y popular”. Y más tarde fue Ella, y no otra, la custodia y garante de la “refundación de la Patria” frente a un Ellos monopólico, transnacional y prebendista. ¿En el medio? La nada. La polarización necesita de eso: del puro extremo. Lo que haya en el medio no puede sino desaparecer. Pero también resulta imprescindible, en la construcción de todo relato fundacional, un amojonamiento del tiempo y del espacio. La fijación de un antes –oscuro, catastrófico, extraviado– y de un después posterior al advenimiento –luminoso, promisorio y feliz–. Un año cero, un tiempo mítico, que es también el de las grandes divisiones. El momento de separar (y ésa ha sido siempre tarea de dioses, no de hombres) el día de la noche, el agua de la tierra. El bien del mal. El problema es que un mundo crecientemente amasado con palabras tiene, a menudo, el espesor de un renglón. Más aún: a diferencia del hechizo y del conjuro, aquí los sonidos, por muchos

y repetidos que sean, no alcanzan a doblegar la realidad. No hay abracadabra capaz de torcer la potencia de algunas cosas. Es justamente entonces cuando el proceso casi infantil de crear un universo a golpes de palabras se vuelve peligroso, porque cuando se comprueba que con el mero decir no basta para que las cosas sucedan, la tentación es romper el espejo. Tanto el retiro de la ONG Consumidores Libres de la lista de organizaciones de defensa del consumidor como la prohibición de que Adelco siga difundiendo los informes sobre la evolución de precios que elabora desde hace tres décadas hablan de lo mismo: del irrefrenable impulso oficial por controlar la fiebre… partiendo el termómetro. El punto es que no siempre las cosas son así de fáciles. Que todo puede silenciarse, suspenderse o suprimirse. Que hay –filtrándose por las grietas del bosque de palabras, a través de la espesura ficcional de todos estos años– una inquietud, un murmullo. Algo que los millones gastados en propaganda del Gobierno no logran callar. El cacerolazo del 13 de septiembre –ese que para la cadena nacional del amor y el buen ánimo simplemente no existió o se redujo a cuatro señoras “bien” protestando por el incordio de viajar a Miami con pesos

en el bolsillo– lo dejó en claro: hay vida más allá del relato K. Hay personas deliberadamente expulsadas del discurso del poder y convertidas en un “ellos” tan de diseño como todo lo que escapa a la máquina de narrar oficialista. Porque no, no todos somos estancieros, empresarios corruptos, golpistas ni especuladores. Hay aquí empleados, maestras, médicos, amas de casa, estudiantes. Somos los que sabemos a qué hora sale el sol, los que buscamos más trabajo para poder llegar a fin de mes. Somos los que viajamos –y morimos– en el Sarmiento.Y contra lo sospechado por el jefe de Gabinete, sí sabemos lo que es pisar el pasto. Lo hacemos cada vez que los colectivos o los subtes o los trenes o todos a la vez hacen paro, nos dejan de a pie y hay que volver a casa caminando. Somos el 46% que no votó a esta Presidenta, porque de eso se trata la democracia: de que cada quien elija a quien considere más idóneo para decidir sobre el destino de todos. De respetar la voluntad de la mayoría, sí. Pero también de entender que casi la mitad del padrón es demasiada gente como para seguir fingiendo que no están ahí. Que disentir no es delinquir, que nosotros no somos “ellos”. Que somos parte del único pronombre que falta. Del nosotros ausente. ß