espectáculos | 3
| Jueves 25 de septiembre de 2014
ciNe
Tontos, graciosos y puro corazón Comando espeCial 2 (22 Jump street, estados unidos/2014). ★★★★
muy buena. dirección: Phil Lord
y Christopher Miller. guión: Michael Bacall, Oren Uziel y Rodney Rothman. fotografía :
Barry Peterson.
música :
Mark Mothersbaugh. elenco: Jonah Hill, Channing Tatum, Ice Cube, Peter Stormare, Wyatt Russell, Amber Stevens y Jillian Bell. distribuidora: UIP (Sony). duración: 112 minutos. calificación: ap-
ta para mayores de 13 años.
D Guillaume Gallienne como su madre
alfa films
ciNe
Una comedia artificial que apela a la ilustración audiovisual yo, mi mamá y yo (les garCons et guillaume, à table! FranCia, bélgiCa, 2013; hablada en FranCés, español y alemán). ★★ regular. dirección: Guillaume Gallienne. guión:
Guillaume Gallienne, con la
colaboración de Claude Mathieu y Nicolas Vassiliev. fotografía: Glynn Speeckaert. música: Marie-Jeanne Serero. elenco: Guillaume Gallienne, André Marcon, Françoise Fabian, Nanou Garcia, Diane Kruger, Reda Kateb, Carole Brenner. distribuidora :
Alfa Films.
duración :
85
minutos. calificación: sólo apta para mayores de 13 años.
C
asi tres millones de espectadores en Francia, premios en la quincena de realizadores de Cannes 2013, gran ganadora de los premios César 2014 (derrotó a El hombre del lago y La vida de Adèle). Escrita, dirigida y protagonizada –en los dos roles principales– por Guillaume Gallienne, esta película parte de su unipersonal teatral autobiográfico. De esa forma comienza: con el propio Gallienne –de la Comédie-Française– como un personaje actor que está por actuar, por salir a escena. Y que comienza a contar su vida, sus sufrimientos desde la adolescencia, en sucesivos flashbacks que regresan al escenario. La traducción del título original debería ser “¡Guillaume y los chicos, a comer!”, frase que usaba su madre y que obviamente hacía una diferencia perturbadora entre Guillaume y sus dos hermanos. Pegado a su madre, Guillaume nos cuenta que la imitaba, la veneraba. Esta madre puesta en escena –interpretada por él mismo– no parecía ser digna de esa admiración y emulación: vulgar, distante, poco comprensiva, con poca cintura, poco paciente. La película cuenta las tribulaciones de Guillaume acerca de su sexualidad y también cuenta la mirada de su familia, de sus compañeros de colegio y de otra gente sobre él y su orientación
sexual. Y elige formas teatrales: la convención de usar un actor de cuarenta años para interpretar a un adolescente (Guillaume siempre es Gallienne), el vistoso disfraz interpretativo de madre, el gesto enfático (el segundo médico militar es un ejemplo de interjecciones, resoplidos y subrayados faciales que no pertenecen al cine). Para reforzar, hay planos que intentan pasar por cinematográficos y descubrir en un movimiento lo que está fuera de campo, pero son completamente anticipables (el psicólogo que duerme, por ejemplo). El planteo artificial de esta película se combina con una férrea idea de narración unívoca: nuestra mirada es dirigida en general al centro del plano y al centro del sentido (con mucha estereotipia, que es otra manera de fijar, centrar y vulgarizar). De esa forma se anula la posibilidad de que el humor surja de forma inesperada y de que haya fuga alguna de sentido más allá del cauce psicoanalítico más programático. Todo se dice, todo se aclara, todo se verbaliza –a veces con extensos tartamudeos– y el estereotipo es usado como forma de simplificar, como algo prefabricado sin potencial. La película respira y se revitaliza cuando el montaje se organiza musicalmente (con “We are the Champions”, de Queen, cantada por un coro; con “Don’t Leave Me Now”, de Supertramp) porque ahí el artificio general cobra sentido, encarna una forma que lo potencia. Y mejora notoriamente cuando llega al final, en el que el gesto actoral deja de estar exacerbado porque la resolución lo repele. Muchas críticas –y hasta resúmenes– cuentan la base de esa resolución. No se hará aquí. Sí se dirá aquí que Yo, mi mamá y yo es otro de esos casos –muy celebrados, como se ha indicado al principio de este texto– de confusión de cine con ilustración audiovisual psicoanalítica. Y que aparece Françoise Fabian, la protagonista de Mi noche con Maud, de Eric Rohmer. ß Javier Porta Fouz
esde la primera escena hasta la última, Comando especial 2 es una comedia llena de energía, absurdo, pequeños momentos desopilantes y grandes despliegues de acción que no da respiro. Pero esta secuela de la exitosa Comando especial, que al mismo tiempo era una versión de la serie televisiva 21 Jump Street –más famosa por haber sido la plataforma a la fama de Johnny Depp que por su calidad–, es bastante más que una película divertida. O tal vez no se trate de ser más que divertida si no de la manera de serlo. En este caso, el modo es inteligente, autorreferencial y desprejuiciado. La consigna parece haber sido probar los límites del juego de la comedia física y verbal y ver cuán elásticas y flexibles eran las capacidades de Jonah Hill y Channing Tatum, los protagonistas de todo el asunto, para ponerse al hombro una película que contiene una pelea contra un pulpo bastante agresivo, reflexiones sobre la homofobia y, entre muchas otros cosas, referencias más o menos veladas al funcionamiento de la industria del cine. Ante el desafío de los directores Phil Lord y Christopher Miller, responsables de las notables Lluvia de
Jonah Hill y Channing Tatum vuelven a brillar como los policías Schmidt y Jenko hamburguesas y La gran aventura Lego, Hill y Tatum respondieron con un par de actuaciones brillantes. Gracias a ellos, lo que podría ser una comedia más, otra zarpada –aunque siempre necesaria– excursión de Hollywood por un género que parece casi haber abandonado, resulta un film que además del humor juvenil cuenta con un corazón enorme. Porque gracias a la química que generan los actores en pantalla cada escena tiene una emoción inesperada. Con un cruce de miradas de los policías Jenko (Tatum) y Schmidt (Hill), el relato pasa de la situación más ridícula y divertida –para muestra alcanza la escena del procedimiento en el que se cruzan con el
villano de turno, el siempre efectivo Peter Stormare– a transitar los sensibles caminos de la amistad puesta a prueba. Esta vez, el vínculo entre los despistados Jenko y Schmidt se tensará cuando una nueva misión los lleve a infiltrarse como estudiantes de primer año en una universidad donde se vende una nueva droga de diseño. Casi un calco de su aventura de la película anterior, aunque aquélla transcurría en una escuela secundaria. Antes y ahora, el hecho de que su aspecto juvenil ya no lo es tanto forma parte de toda la gracia. “Hagan lo mismo que antes y todos seremos felices”, les dice uno de sus jefes, interpretado por Nick
uip
Offerman (que, como en la serie Parks & Recreation, hace muchísimo con pocos minutos en pantalla), y el comentario funciona como un guiño a la lógica de las secuelas. Una estructura que Comando especial 2 hace volar por el aire burlándose de ella en un juego metadiscursivo que incluye la carrera de los protagonistas, el personaje que interpreta el actor y rapero Ice Cube y unos créditos finales que se ríen de esa afición de Hollywood por repetir fórmulas exitosas ad infinitum y hasta exprimirles la última gota. Un chiste efectivo que es también advertencia para lo que viene: un tercer capítulo de las aventuras de Jenko y Schmidt.ß
Natalia Trzenko
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