Aquello fue Mundial

25 jun. 2008 - derrotados por la Argentina en la final; los peruanos ... los años setenta perdió dos finales conse- ... campeón mundial de ajedrez Garry Kas-.
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Miércoles 25 de junio de 2008

la mirada de Ezequiel Fernández Moores Para LA NACION

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Aquello fue Mundial

“N

os dimos acá [por la boca], acá [brazo izquierdo] y en los glúteos.” El volante peruano José Velázquez cuenta que así le respondió un jugador argentino al que le preguntó si habían jugado dopados. Se trata de uno de los momentos más espeluznantes del muy buen documental “Mundial 78. Verdad o mentira”, del periodista Christian Rémoli, que trasmitirá Canal Encuentro hoy por la noche. “Hay drogas y dinero; por lo tanto, hay doping y soborno. Y todos saben eso, todos sabemos que existe”, agrega Oscar Ortiz, uno de los campeones mundiales de 1978. El viernes será el turno de la presentación de un nuevo libro: Hechos pelota (el periodismo deportivo durante la dictadura militar 1976-1983, de Ediciones Al Arco). “El deporte —escribe su autor, el periodista Fernando Ferreira— sirvió de refugio para muchos. Sobrevivir sin mirar, sin oír, sin saber y, sobre todo, sin querer entender”. Será el segundo libro en menos de diez días. El otro es “Fuimos campeones”, del periodista Ricardo Gotta, que se decidió a escribirlo después de que su hijo Sebastián le preguntara sobre el 6-0 a Perú. El primer libro fue El terror y la gloria (Abel Gilbert y Miguel Vittagliano, 1998) y el segundo, La vergüenza de todos (El dedo en la llaga del Mundial 78), del periodista Pablo Llonto, de 2005. El diario Página 12 reflotó el domingo pasado el documental “Mundial 78 La historia paralela”, que había sido emitido en 2003 por Telefé. Libros y documentales dejan en un segundo plano la gloria deportiva. Hablan del 6-0, de doping y de manipulación política. ¿Acaso somos masoquistas? ¿Elegimos recordar sólo de modo incómodo el trigésimo aniversario de la conquista de nuestra primera Copa Mundial? ¿No tendrían acaso más sentido que revuelvan en la mugre los holandeses, derrotados por la Argentina en la final; los peruanos, víctimas del supuesto soborno, o los brasileños, autoproclamados “campeones morales” del 78? En Holanda, la prensa deportiva habló en estos días sólo de la Eurocopa. El periodista Marcel Rozer prefirió incluso renunciar al aniversario y aplazar unos meses la salida de su libro, que analiza por qué aquel fabuloso seleccionado naranja de los años setenta perdió dos finales consecutivas ante los dueños de casa, Alema-

nia en el 74 y la Argentina en el 78. En Perú sí se habla del 6-0. Pero no del 6-0 del 78, sino del que propinó hace unos días Uruguay. Las encuestas piden las renuncias del DT José Chemo Del Solar y del presidente de la Federación, Manuel Burga. ¿Qué buscamos entonces nosotros, si al fin y al cabo fuimos los campeones? ¿Acaso ese Mundial no fue el inicio de una nueva y definitiva era de trabajo serio y planificado para los seleccionados argentinos? ¿Y no se ganó con un fútbol que, si bien fue más potente que preciosista, impuso una neta audacia ofensiva y arriesgó siempre por la victoria? Pero no; aquí estamos, 30 años después, descubriendo que el dictador peruano, Francisco Morales Bermúdez, tenía a su hijo Paquito al frente de la delegación en el Mundial y realizó un sugestivo llamado telefónico al capitán Héctor Chumpitaz apenas horas antes del partido ante la Argentina, como cuenta Gotta en su libro, en el que ofrece demasiados indicios de arreglos entre militares como para seguir pensando aún hoy en la inocencia del famoso 6-0. Enterándonos de que hasta el mismísimo João Havelange, entonces presidente de la FIFA, estaba tan al tanto de lo que pasaba en la Argentina que llegó a pedirle a su admirado general Jorge Videla por un desaparecido brasileño, como dice Llonto en su libro. Y de que el almirante Eduardo Massera mandó matar al austero general Omar Actis (primer presidente del EAM 78) y quiso matar también al entonces secretario de Hacienda, Juan Alemann, como sugiere y cuenta el documental reflotado por Página 12. Y de que Sergio Renán acepta que cargará “de por vida” con la “llaga” (como él la llama) de La fiesta de todos, el film de nombres famosos que ensalzaban a la Argentina mundialista de Videla, según confiesa el propio director en el documental de Rémoli. Y de que la mayor parte de los medios de prensa asistió silenciosa o cómplice a la fiesta de los goles y los cadáveres, como lo refleja el libro de Ferreira. ¿Y la Italia de Mussolini campeona del 34? ¿Y la Alemania campeona del 54 bajo la sombra del doping? ¿Y no hubo acaso dos arreglos bochornosos en el Mundial siguiente al de la Argentina, España 82, en los partidos Italia-Camerún y Alemania-Austria, este último tan grosero que un diario de Gijón directamente publicó su crónica en la página de policiales? ¿Y los arbitrajes escandalosos del Mundial 2002 que llevaron al ex campeón mundial de ajedrez Garry Kasparov a afirmar que jamás había visto una estafa deportiva como ésa? No todo

puede ser manipulado. Si hubiese sido gol el remate de Rob Rensenbrink que pegó en un poste cuando terminaban los 90 minutos de la final, Holanda habría ganado por 2-1 y no se habría ido al alargue que permitió el triunfo por 3-1 de la Argentina. Pero el racconto que nos contextualiza otras miserias mundialistas es necesario, aunque no sirva para aliviar las nuestras. ¿Nuestras? ¿Es que acaso somos responsables de la dictadura, de sus crímenes y de festejar su Mundial manipulado y de gastos sin control, a gusto y piacere del almirante Carlos Lacoste? En 2003, cuando fue el vigésimo quinto aniversario, los campeones del 78 rechazaron compartir su recuerdo en el Monumental con organismos de derechos humanos, que querían sólo pedir al menos por los más de trescientos pibes nacidos en cautiverio que siguen sin recuperar su verdadera identidad. Muchos jugadores, especialmente el DT César Menotti, se negaron creyendo tal vez que ello habría implicado admitir culpa, o vergüenza, por haber jugado y ganado el Mundial. Por haberse prestado a la manipulación, aunque jamás se escuchó a alguno de ellos, aun en esas horas de puro chauvinismo, dedicar el triunfo a los militares del Proceso. O como si ellos hubiesen sido únicos protagonistas de un Mundial que fue festejado por casi todos. Unos, saltando desaforados con los gritos del Gordo Muñoz y los goles de Kempes. Otros, saliendo a festejar, pero negándose al menos a tocar las bocinas de sus automóviles. Otros, desahogándose con un grito de gol en su prisión de la ESMA, a 700 metros del estadio de River. Y otros, mientras había quienes sólo lloraban de dolor, subidos a los pulgares ensangrentados y felices del general Videla, como socios directos del horror. Algo cambió ahora. Este domingo, en River, recordarán la fecha varios de los futbolistas campeones del 78 con víctimas directas de la represión. Estarán, entre otros, Héctor Baley, Luis Galván, Jorge Olguín, Alberto Tarantini, Omar Larrosa y Leopoldo Luque. “El sistema —escribió una vez Eduardo Galeano— nos vacía la memoria, o nos llena la memoria de basura y así nos enseña a repetir la historia, en lugar de hacerla.” Y 30 años después aquí estamos. Tal vez excesivos, melancólicos, oportunistas e inevitablemente parciales. Pero, también, acaso intentando hacer la historia. Para no repetirla. Comentarios. Puede encontrar más información y comentar esta nota en www.lanacion.com.ar