SI L E N Ca I O Aprendiendo ‘hablar’ con Dios desde el
SILENCIO REVISTA CATÓLICA • ABRIL 2016
Sin palabras, sólo con señas, estos padres han podido acercarse a sus hijos y abrirles las puertas de la Iglesia. Por Anahí Pérez
ESPECIAL PARA REVISTA CATÓLICA
DALLAS— Hasta hace un tiempo, Emilia García sentía que la experiencia de su hijo Ricardo cuando iba a la Iglesia, no era del todo enriquecedora. “Algo faltaba, el vacío estaba ahí”, dijo la madre que es parroquiana de la Iglesia de San Felipe en Dallas. Ricardo de ocho años, es el segundo de los tres hijos de García. El niño es autista y tiene discapacidad auditiva. “El va a ser sordo toda su vida y en cualquier momento no me va a escuchar”, dijo García, que asegura que últimamente Ricardo ha empezado a rechazar los implantes en sus oídos. “Va a querer demostrarme sus sentimientos y yo no voy a poder entenderle”, agregó. En medio de su frustración personal, García anhelaba encontrar una manera que le ayudara a comunicarle a Ricardo que “la iglesia es un lugar de amor, de confianza…a donde vamos a vivir la doctrina”.
VIVIENDO EL EVANGELIO En enero pasado una puerta se abrió. Gracias al servicio que por más de una década los esposos Oscar y Lety Gómez han dado a su parroquia, la Iglesia de San Felipe, padres como García tuvieron la oportunidad de capacitarse para ‘comunicarse mejor’ con sus hijos. Así nació el programa Manos que Hablan, en el que participan 28 familias de niños y jovencitos con necesidades especiales; todos vienen de diversas parroquias de Dallas. El grupo se reúne una vez a la semana para aprender el lenguaje de señas con una instructora del Distrito Escolar de Dallas (DISD). Para Lety Gómez, que es madre de una jovencita con autismo, problemas
FOTOS ESPECIAL PARA RC/BEN TORRES
Emilia García usa junto con el lenguaje de señas, imágenes como apoyo para enseñarle a su hijo Ricardo—que padece sordera y autismo—, quién es Jesucristo. PAG. ANTERIOR: García enseña a su hijo Ricardo cómo hacer la señal de la cruz con el lenguaje de señas, en su hogar de Dallas. de habla y movilidad, su ministerio tiene un vínculo muy claro con la misión de la Iglesia. “Es la manera en la que puedo transmitir el Evangelio y le puedo decir a esas familias que Dios nos ama y que está vivo”. El lenguaje de señas emplea gestos con las manos, movimientos de los dedos, brazos y cabeza, junto a gramática facial (expresiones) y posturas, pues la idea principal es describir un concepto para que pueda ser visualizado. En Estados Unidos se habla del American Sign Language. En el caso de la lengua española, cada país tiene su propia versión
“Yo les puedo decir quién es Dios y enseñarles qué es la fe, pero si les ayudo a comunicarse, ellos pueden verlo más concretamente”.
Lety Gómez, coordinadora del programa Manos que Hablan en la parroquia de San Felipe,
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Elena Hernández, Margarita Espinoza y Pedro Alemán, practican las señas aprendidas en la clase del 22 de febrero. Los tres hacen parte del grupo Padres Especiales a los que le ministerio Manos Que Hablan entrena para comunicarse con sus hijos.
LA HISTORIA, LA IGLESIA Y EL LENGUAJE DE SEÑAS La historia de la evolución del lenguaje de señas está ligada desde sus inicios al servicio de religiosos de la Iglesia católica.
1620: El sacerdote español Juan Pablo de Bonet escribió un libro que contenía el primer alfabeto manual conocido para sordos. Las formas manuales en este sistema representan diferentes sonidos del habla. 1771: El abad Charles Michel de L’Epee estableció la primera escuela gratuita para sordos en Francia. En inglés se conoce como el Instituto Nacional de Sordomudos. El abad aprendió las señas con las que se comunicaban los niños que llegaron a su escuela y pronto se convirtió en un lenguaje estándar. 1817: Laurent Clerc y Thomas Hopkins Gallaudet abren la primera escuela en América (EU) para sordos. Combinaron las señas que usaban estudiantes que llegaron de todas partes del país con las que estableció L’Eppe en Francia y así nació el American Sign Language (ASL).
Kim Sparks, maestra del Distrito Escolar de Dallas (DISD), dicta la clase de lenguaje de señas a padres de niños con necesidades especiales, el 22 de febrero en la Casa Don Bosco, adyacente a la parroquia de San Felipe en Dallas. del lenguaje de señas. La clase del programa Manos que Hablan es en español y dirigida a padres hispanohablantes de niños especiales. “Yo les puedo decir quién es Dios y enseñarles qué es la fe, pero si les ayudo a comunicarse, ellos pueden verlo más concretamente”, explicó Gómez.
MISA NO VERBAL El ministerio para personas auditivamente discapacitadas no es tan robusto en EU. Las parroquias no siempre saben cómo incorporar ministerios para esos feligreses y en la mayoría de los casos carecen de recursos e intérpretes entrenados.
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Lety Gómez espera que su ministerio sirva de punta de lanza para que en el futuro las Misas en San Felipe tengan un intérprete
que permita a las personas discapacitadas verbalmente, en especial a los niños, participar. “Hay mucha necesidad, tenemos
Emilia García demuestra cómo se dice Dios en lenguaje de señas. García es madre de un niño sordo y autista que a través de señas, ha ido aprendiendo conceptos sobre la fe. muchos niños que no son verbales y sus padres no saben cómo comunicarse con ellos y cómo integrarlos a la vida parroquial”. En San Felipe, el párroco Eduardo González apoya el programa Manos que Hablan y aquellos servicios derivados del ministerio a discapacitados que por años han encabezado los Gómez. Además de las clases de lenguaje de señas, Lety Gómez coordina un grupo de apoyo a padres de niños con necesidades especiales y otro que brinda catequesis a esos pequeños. “Buscamos que como padres de estos niños seamos capaces de educarnos, educar a nuestros hijos y educar a la comunidad para que los incluya”, dijo Gómez. Aunque siempre ha sido una madre que procura estar al tanto de cómo puede lograr
una mejor comunicación con su hijo, Emilia García dice que tras la experiencia con los programas de San Felipe, se siente “libre y en paz”. “Antes de conocer los programas no sabía cómo ayudar a mi hijo en su comportamiento derivado del autismo”, confió. “Ahora mi niño está contento y nosotros con él”.
Con lo que ha aprendido en las clases, Emilia ‘trabaja’ en casa actividades encaminadas a enseñarle a Ricardo conceptos básicos sobre la fe. Hoy el niño se sabe persignar y entiende quién es Dios. Su madre asegura que ha comenzado a acercarse más a su hermano mayor y juega más con su hermanita de dos años.
“Me ayuda mucho a vivir mi fe”, dijo García sobre el lenguaje de señas. “Si llevo a mi hijo a la Iglesia él puede ver que es un lugar tranquilo donde estamos en confianza”. “Me encanta porque aprendes mucho y puedes entender a los otros niños”, declaró Carmen Rojas que es madre de un niño autista y quien también toma la clase de lenguaje de señas. Para Lety Gómez una pregunta resume todo lo que este ministerio engloba y se propone a futuro: “¿Para qué la espiritualidad sin las obras? para nada. Estamos llamados a servir a quienes más lo necesitan, a hacer del Evangelio una palabra viva”. Con información de Constanza Morales,
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