Animación sociocultural y relaciones intergeneracionales

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Animación sociocultural y relaciones intergeneracionales

Luis Gómez García∗ Animador sociocultural, director-gerente de la consultora Hartford

INTRODUCCIÓN El envejecimiento de la población ha transformado la escena urbana en un espacio de relaciones intergeneracionales. Ha sido un proceso simultáneo a la pérdida de la identidad comunitaria en la ciudad global, la cual se ha ido disolviendo por efecto de los flujos migratorios recientes, la fragmentación de la vida cotidiana y la dispersión de los lenguajes culturales comunes. El paradigma tradicional de la gestión local, basado en la segmentación por edades y el enfoque multidisciplinar y sectorializado de las propuestas y acciones de mejora del entorno urbano, se ha revelado insuficiente para abordar estas nuevas dinámicas socioculturales y educativas. La Agenda 21 de la Cultura ya destacaba en sus contenidos originales «el acceso al universo cultural y simbólico en todos los momentos de la vida, desde la infancia hasta la vejez, [como] un elemento fundamental de formación de la sensibilidad, la expresividad, la convivencia y la construcción de ciudadanía», subrayando igualmente que «la identidad cultural de todo individuo es dinámica»1. No es posible, en efecto, articular el desarrollo cultural de la ciudad sin reconfigurar la comunicación social entre sus diferentes grupos etarios. Por otra parte, necesitamos también un nuevo enfoque de las políticas de vejez, ante la evidencia de que las personas mayores de 65 años no forman un colectivo homogéneo, ni en lo demográfico ni en sus patrones conductuales. Cada vez tiene más fuerza la idea, surgida de su propio movimiento asociativo, de que sólo son «un sector más de población, con algunos intereses que le son propios», pero que, ante todo, «comparten las inquietudes y las preocupaciones, las ilusiones y las esperanzas de toda la ciudadanía»2. En el último medio siglo, además, se ha producido una progresiva aceleración en el ritmo de creación y destrucción de productos y servicios culturales, a medida que su transformación en bienes de consumo y la más reciente emergencia de la galaxia Internet abrían nuevas formas de disfrute del tiempo libre3. La velocidad a la que se suceden las innovaciones tecnológicas y las «modas» culturales, fagocitadas por las necesidades económicas de los medios de comunicación, ∗

Edición: Julio 2008. Correspondencia con el autor: [email protected] 1

también ha alterado las relaciones intergeneracionales, víctimas a su vez de la profunda diferenciación y fragmentación de la ciudadanía en sub-culturas urbanas desconectadas entre sí. Al igual que el desarraigo territorial provoca la hibridación cultural, el desarraigo temporal está generando una nueva hibridación generacional, donde las fronteras entre los diferentes grupos de edad se permeabilizan hasta producirse una emigración en el tiempo, «inmigrantes que llegan a una nueva era desde temporalidades muy diversas, pero todos compartiendo las mismas leyendas y sin modelos para el futuro»4. El alargamiento de la vida es otro factor que está influyendo poderosamente en las relaciones intergeneracionales actuales. España ha experimentado en la última década profundos cambios en la estructura demográfica de su población. La muy importante reducción de los efectivos más jóvenes, el impacto de la inmigración en las edades intermedias y el creciente peso relativo y absoluto de aquellos con edades de 65 años en adelante, y en especial de 85 y más años, dibujan un panorama que poco tiene que ver con el de hace un par de décadas. El incremento de la población mayor de 85 años, especialmente mujeres, está presionando ya con mucha fuerza sobre los recursos sociosanitarios y las familias, dando lugar a estructuras familiares en las que conviven cuatro e incluso cinco generaciones5. Un modelo de intervención comunitaria segmentado por edades no puede integrar esta realidad y, por tanto, establecer políticas de prevención y socioeducativas a largo plazo, que favorezcan la comunicación y la solidaridad intergeneracional. En este artículo queremos proponer, precisamente, una reflexión en torno a la metodología para el abordaje de las relaciones intergeneracionales en el contexto de los nuevos escenarios urbanos, partiendo de la animación sociocultural en cuatro de sus elementos constitutivos: educación permanente no institucionalizada, inclusión social, expresividad cultural y relaciones comunitarias participativas. Al final hemos incluido, por su interés, un anexo con documentación y recursos sobre este tema.

LOS PROGRAMAS INTERGENERACIONALES (PI) Los PI poseen ya una larga trayectoria desde que surgieron las primeras iniciativas en EEUU a finales de la década de 19606, aunque en nuestro país sólo empezaron a cobrar fuerza a partir de 1993, gracias a la celebración del «Año Europeo de las Personas Mayores y la Solidaridad entre Generaciones». En 1999 se puso en marcha el Consorcio Internacional para los Programas Intergeneracionales y se adoptó, en Dortmund, una definición internacional sobre los PI y cuáles debían ser sus principales características. En 2005, el IMSERSO fundó la Red de Relaciones Intergeneracionales, desde la cual se ha hecho un significativo esfuerzo para dar a conocer lo que

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se denomina campo intergeneracional7, y en octubre del año pasado se realizó una actualización de la definición de PI elaborada por dicho Consorcio8. En relación con la importancia creciente de los PI, cuya difusión internacional se ha visto reforzada con el impulso de la UNESCO en la última década9, resulta aún más llamativa la escasa atención que se ha prestado a los mismos desde la animación sociocultural. Las causas objetivas de ello son dos: a) El vínculo histórico que el universo profesional de la animación sociocultural ha mantenido con las estructuras institucionales encuadradas en los ámbitos de ‘cultura’ y ‘juventud/infancia’, principalmente. b) La aceptación del modelo de segmentación por edades, en el cual la ‘vejez’, como ciclo vital, y las ‘personas mayores’, como sector de la ciudadanía, son consideradas parte de una problemática de índole social antes que contribuyentes netos a los procesos de desarrollo comunitario en los municipios. El auge de los PI ha ido en paralelo a la transformación demográfica de la sociedad española en los últimos treinta años. Cuando se ponen en marcha los ayuntamientos democráticos en 1978, el país está en el momento final del fenómeno del baby-boom, que en el área meridional europea se produjo más tarde que en otros países desarrollados (EEUU, Reino Unido o países escandinavos, por ejemplo)10. A partir de 1976, la fecundidad comenzó a descender, al tiempo que aumentaba sensiblemente la esperanza de vida11. La pirámide de población, en ese momento, ofrecía un evidente perfil ‘infanto-juvenil’ que se ha transformado por completo en estos treinta años12. La magnitud del cambio ha sido formidable. Para dar respuesta a las necesidades educativas, culturales y de participación de una ciudadanía joven en una época cuyo paradigma dominante era la visión de la juventud como el sujeto activo, y casi único, del cambio socio-político13, las corporaciones locales pusieron en marcha un amplio programa de inversiones en equipamientos y servicios, hasta entonces casi inexistentes, tomando como referencia el municipalismo de nuestro entorno europeo14. La animación sociocultural se integró de manera natural en ese proceso y, en cierto sentido, refrendó el modelo de segmentación por edades que, por otro lado, se adecuaba perfectamente a las necesidades administrativas de los nuevos gobiernos municipales, convertidos en la unidad de responsabilidad pública democrática más cercana a la ciudadanía. Este modelo partía del reconocimiento de la desigualdad de los diferentes grupos ciudadanos en el acceso a los mecanismos de participación local y la necesidad de abrir los procesos de toma de decisiones más allá de las estructuras representativas tradicionales. Durante la segunda mitad de la década de 1990, la pirámide demográfica empezó a invertirse de forma irreversible. A la vez, la praxis municipalista surgida en la Transición empezó a dar claros síntomas de agotamiento: la participación ciudadana, lejos de aumentar, había decrecido; las políticas culturales se habían estancado y no eran capaces de integrar los nuevos escenarios 3

urbanos; y la segmentación por edades, si bien había contribuido notablemente a incrementar el gasto social en cada uno de los grupos destinatarios (infancia, juventud, mayores) mediante la provisión de servicios prescriptivos especializados, estaba dejando sin resolver la progresiva falta de comunicación entre las generaciones no adyacentes y sin lazos familiares. La ausencia de políticas intergeneracionales en el ámbito municipal apenas se ha corregido en los últimos diez años. Por eso entre las personas mayores, a pesar de disfrutar de una calidad de vida sin precedentes en nuestra historia, sigue pesando con mucha fuerza la idea de su desconexión con respecto al resto de la ciudadanía. Lejos de sentirse partícipes del desarrollo local, al cual sólo pueden acceder en el marco de PI, se ven muy poco involucrados en él15. Sin duda alguna, los PI constituyen el marco más adecuado para disminuir la brecha intergeneracional, sobre todo entre jóvenes y mayores. Una parte importante de su éxito radica en su vinculación con la comunidad en la que se llevan a cabo, es decir, que respondan a necesidades reales que existen allí donde se realizan16. Por eso muchas iniciativas promocionadas desde arriba no logran continuidad una vez que la institución que las ha impulsado se retira del proceso o, simplemente, este se da por terminado, si se trata de una actividad coyuntural. Sin embargo, la actividad en cuestión puede haber sido un éxito; pero no se consolida a nivel comunitario porque la dinamización de los grupos participantes, vinculada a esas necesidades reales, no se ha realizado de forma adecuada.

APORTACIONES DE LA ANIMACIÓN SOCIOCULTURAL (ASC) El desarrollo de las relaciones intergeneracionales ha estado siempre en la esencia de la ASC, ya desde sus orígenes, aunque no siempre con esta denominación y de una forma tan explícita. Las distintas formulaciones teóricas construidas en la década de 1970 no dejaban de insistir en ello, utilizando como paradigma el sentimiento de pertenencia a la comunidad, con una visión humanista integral y socio-educativa17. Posteriormente, esta sería olvidada en la praxis impulsada desde las diferentes administraciones públicas que, como ya hemos dicho, optaron por un modelo de segmentación de los servicios y recursos (y, por tanto, de los programas derivados de ellos), poniendo el acento en la diferencia y no en la proximidad interpersonal18. Sin embargo, la ASC nos proporciona herramientas muy valiosas para que un PI se convierta en motor de desarrollo comunitario. La primera de ellas es la idea de Educación Permanente. Desde 1996, fecha de publicación del conocido Informe Delors19, esta expresión hace referencia a la educación a lo largo de la vida, una noción que va más allá de la distinción tradicional entre educación básica y educación

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permanente, y que responde al reto de un mundo que cambia rápidamente, la cual se traduce en cuatro pilares: CUADRO 1 Educación a lo largo de la vida

Aprender a

Conocer

Hacer

Vivir

Ser

Aprendizaje

Competencias

Valores

Personalidad

FUENTE: Elaboración propia

Desde este enfoque, la Educación Permanente, en un contexto de ASC, no tendría como objetivo principal proporcionar información o transmitir conocimientos, aun cuando ambos elementos sean indisociables del desarrollo procesual de nuestra intervención20, sino generar autoestima, tanto individual como grupal; fomentar el aprecio de los valores de progreso que identifican a la comunidad en la que estamos trabajando e incrementar el sentido de pertenencia, es decir, la capacidad de formar parte de un proyecto común que no satisface necesidades individuales inmediatas. En un PI, por tanto, el aprendizaje mutuo entre generaciones no adyacentes se traduciría tal y como reflejamos en el siguiente cuadro. CUADRO 2 Aprendizaje intergeneracional desde la ASC

Vivir

Ser

Conocer

Compartimos lo que sabemos y lo que desconocemos

Del trazado de mapas ideoléxicos a la adquisición de nuevos roles sociales

Vivir

Hacer

Cooperamos como somos para transformar (nos)

Del conformismo con la conflictividad a la acción dialógica

Ser

Conocer

Hacer

FUENTE: Elaboración propia 5

No obstante, y como ya señalaba el Informe Delors, la educación no puede resolver por sí sola los problemas que se plantean como consecuencia de la ruptura de los vínculos sociales, en este caso, intergeneracionales. Las personas mayores, de una parte, y las personas jóvenes y los niños y niñas, de otra, se encuentran mutuamente excluidas de la mayoría de los espacios públicos con vocación comunitaria o de proximidad. Sorprende que todavía hoy, en 2009, muchos jóvenes (que, en algún caso, ni siquiera habían nacido cuando se aprobó el I Plan Gerontológico Nacional en 1992) resalten tras su participación en un PI su descubrimiento de que los estereotipos sobre las personas mayores no responden a la realidad. Si es cierto que los nietos siguen ocupando un gran protagonismo en las vidas de sus abuelos, y la relación de estos con aquellos sigue siendo el vínculo más fuerte que tienen con el resto de la familia21, entonces debemos prestar una especial atención al (re)establecimiento de los vínculos comunitarios fuera del entorno familiar. De hecho, el alejamiento entre los adolescentes y sus abuelos tiene como una de sus fuentes principales la fortísima separación espacial y de contenidos que se viene dando en los programas socioeducativos públicos. La ASC, al utilizar una metodología que propugna la transformación social y el desarrollo autónomo e integrado de la persona, introduce una perspectiva transversal en los PI que permite incidir de manera eficaz en la creación de entornos de cooperación intergeneracional. Al situar como objetivo principal el desarrollo comunitario y no la comunicación entre grupos sociales segmentados (edad, sexo, orígenes nacionales, etc.), ésta deja de ser un fin en sí misma, que se agota una vez que se ha establecido, para pasar a ser una herramienta más en el proceso de crear comunidades inclusivas, abiertas, universales. Poner en contacto entre sí a personas de diferentes edades es un primer paso para articular redes sociales nuevas, pero si no se formalizan objetivos que trasciendan las necesidades sentidas por cada grupo de edad en particular, animándolos a reflexionar sobre la naturaleza social de sus diferencias y el modo en que se convierten en estereotipos invalidantes, para transformarlos en un proyecto de futuro común, esas mismas personas se desvincularán entre sí en cuanto el establecimiento de la relación haya finalizado. Construir un proyecto de estas características es una tarea difícil, que requiere (seguramente) años de trabajo y sortear numerosas dificultades, sobre todo de orden político y administrativo, cuando no económico. En estas condiciones, la desmotivación suele ser una opción muy tentadora: buscamos resultados visibles en poco tiempo, acciones con una cierta dosis de espectacularidad y cambios actitudinales satisfactorios y sin ambigüedades. Sin embargo, como en la literatura, también en la ASC la lentitud es la mejor opción, o en palabras del escritor norteamericano Richard Ford: «Nunca he hecho una sola cosa importante en mi vida en la que ser rápido funcione. Obtengo lo mejor de mí mismo siendo paciente. Ésa es la mejor forma que conozco de hacer las cosas»22. Y aquí es donde entra en juego la Acción Cultural. La ASC nació en Francia, de hecho, como una estrategia de acción cultural al servicio de la reconstrucción social europea tras la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial23, aunque a partir 6

de la década de 1960 cobrara un sentido propio más emancipador, gracias a las aportaciones latinoamericanas. La Acción Cultural es, ante todo, comunicación interpersonal. Cuando un grupo de personas mayores acude a un colegio y enseña a los niños y niñas sus juegos infantiles, de hace medio siglo o más, está realizando una acción cultural al tiempo que estableciendo un vínculo intergeneracional. Están realizando, aunque no sean conscientes de ello, una actividad de ASC. Y cuando un grupo de profesionales se plantea cómo iniciar un PI, recurre a la Acción Cultural como estrategia de captación y motivación, aunque en muchas ocasiones tampoco sean conscientes de estar realizando una actividad de ASC. Este es, precisamente, uno de los grandes problemas actuales a los que se enfrenta la ASC. En realidad, ha pasado a ser la gran desconocida. Ha sido sustituida por una mezcolanza de ideas tecnológicas que dan prioridad al éxito en detrimento del proceso, aderezadas con un barniz superficial en el que los valores han sido suplantados por símbolos pretéritos e incomprensibles. Y como el paradigma de la acción cultural está dominado por la fragmentación y la fugacidad, los proyectos de ASC, incluso si aparecen como PI, resultan fragmentarios y fugaces, dando lugar a acciones momentáneas que no consolidan las nuevas redes sociales que inevitablemente generan. La última aportación, aunque no por ello la menos importante, de la ASC a los PI, tiene que ver con el carácter participativo o no de las propias relaciones intergeneracionales que se pretenden estimular. Muchas acciones con presencia de personas mayores y adolescentes o niños y niñas son inducidas desde fuera, “hechas por encargo” o “por ocurrencia de alguien”, formuladas desde un sistema de creencias (“es bueno que los niños aprendan cómo vivían sus abuelos”, por ejemplo) y no desde un sistema de pensamiento, en el cual lo primero es el proceso educativo que lleva a los colectivos que queremos animar a reflexionar sobre qué desean hacer desde el respeto a su derecho a no hacer nada. Muchas personas mayores se han sentido obligadas a ir a un colegio a enseñar canciones o juegos a grupos de pequeños escolares que tampoco entendían el sentido de lo que sucedía a su alrededor: que la actividad resulte gratificante para ambas partes no significa que sea participativa. La mayoría de los PI ofrecen resultados similares en cuanto al gran interés de las personas participantes en el diálogo intergeneracional, la ruptura de los estereotipos mutuos y el descubrimiento de significados alternativos a los dominantes con respecto al proceso de envejecimiento. Esto, sin duda alguna, es un gran resultado y no debe ser menospreciado. Pero si en ese contexto integramos una perspectiva de ASC, más amplia y orientada hacia objetivos comunitarios, como explicábamos en párrafos anteriores, estaremos animando un proceso donde las relaciones intergeneracionales serán el soporte favorecedor de una mayor inclusión social.

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CUADRO 3 Un Programa Intergeneracional en un proceso de ASC

Encuentro entre grupos generacionales no adyacentes

PROCESO DE ASC

Quiénes son

Quiénes sois

Quiénes somos

Cooperación intergrupal Qué pueden hacer

Qué podéis hacer

Qué podemos hacer

Participación comunitaria desde una ciudadanía sin edades Qué se necesita

Cómo puede hacerse

Cómo nos organizamos

FUENTE: Elaboración propia

Como puede verse en el cuadro anterior, si un PI no contempla la complejidad de un proceso de ASC se quedará en el punto del descubrimiento mutuo (“quiénes somos”), sin llegar a cuajar un verdadero proceso participativo (“cómo nos organizamos”): no se consolidará ni dará origen a nuevas redes sociales. Tampoco permitirá la desaparición de los vínculos de dependencia con el grupo promotor externo (por ejemplo: una administración local) ni facilitará la tarea de impulsar nuevos procesos de similares características. En resumen, un PI construido desde y para la participación debe dar prioridad a «la autonomía y libertad de los individuos y grupos en la toma de decisiones y en la gestión de los problemas que les conciernen»24. En caso contrario, no podrá conseguir sus objetivos y quedará reducido a una acción (o conjunto de acciones) exitosa en lo inmediato y frustrada a largo plazo.

CONCLUSIONES Es un error pensar que el modelo de segmentación por edades, que ha generado, en el ámbito de la ASC, prácticas bastante alejadas de las propuestas teóricas formuladas en las décadas de 1960 y 1970, puede seguir funcionando sin más. A nuestro juicio, tampoco es sostenible que los PI no contemplen la ASC como una aportación fundamental para consolidar proyectos estables orientados a una verdadera participación comunitaria. Un diálogo entre ambas instancias, abierto, desde una mutua escucha activa y sin prejuicios, es imprescindible. 8

La mejora en la calidad de vida de las personas mayores no se va a producir ignorando que son una parte esencial, y muy activa, de la ciudadanía, en nuestros municipios y barrios. Pero el impulso de esa ciudadanía requiere que las instituciones promuevan el encuentro y la solidaridad intergeneracional, faciliten la puesta en marcha y posterior desarrollo de proyectos en esa dirección y, a continuación, sepan apartarse a un lado para dejar a la ciudadanía de todas las edades avanzar como estimen oportuno, sin interferencias externas de ningún tipo. Por su parte, los PI han puesto de manifiesto que nuestros niños y niñas reclaman que la cercanía a sus abuelos se traduzca en un proyecto educativo extra-curricular que los haga crecer, también, como parte esencial de la futura ciudadanía que modelará nuestra sociedad en las próximas décadas. Sin las experiencias de las personas mayores, su crecimiento emocional e intelectual queda incompleto. Sin embargo, han de encontrarse con ellas también en un plano equitativo, es decir, aprendiendo a valorar lo que esas mismas personas son capaces de aportar no desde su edad sino desde su valor actual, como agentes activos en la construcción de las identidades comunitarias. Ese es el terreno en el que la ASC lleva más de cuarenta años ofreciendo interrogantes. Respuestas también, pero sobre todo interrogantes.

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11

Zamarrón Cassinello MD. Envejecimiento Activo. Madrid: Infocop Online, 2007.

RECURSOS SOBRE PROGRAMAS INTERGENERACIONALES www.imserso.redintergeneracional.es www.imsersomayores.csic.es www.intergeneraciones.com

NOTAS 1

La Agenda 21 de la Cultura es una iniciativa promovida e impulsada desde el Foro de Autoridades Locales de Porto Alegre, organización que reúne a ciudades y representantes de gobiernos locales de todo el mundo. Fue creado en el año 2001 en el marco del Foro Social Mundial. Organizaciones internacionales como Interlocal (Red Iberoamericana de Ciudades por la Cultura) y Eurociudades, entre otras, debatieron sus contenidos antes de su aprobación definitiva durante el IV Foro de Autoridades Locales para la Inclusión Social de Porto Alegre, celebrado en Barcelona en el mes de mayo de 2004. Posteriormente, la Comisión de Cultura de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU), en su Programa 2005-2007, se comprometió a desarrollar la Agenda 21 de la Cultura en todos sus aspectos, promoviendo la realización de un sistema de indicadores culturales que pueda facilitar el seguimiento de sus procesos y su evaluación comparativa. 2

Esta idea ha aparecido como uno de los objetivos centrales del III Congreso Estatal de Personas Mayores, celebrado en Madrid del 18 al 20 de mayo pasados. Ver: EntreMayores, nº 89, Abril 2009, p. 10.

3

CASTELLS, M. (2001): La galaxia Internet. Barcelona: Plaza & Janés.

4

MARTÍN BARBERO, JESÚS: «Jóvenes: comunicación e identidad». En: Pensar Iberoamérica. Revista de Cultura. Editor: Área de Cooperación Cultural OEI. Nº 0, febrero 2002, www.oei.es/pensariberoamerica/

5

SERVICIO DE ESTUDIOS DE CAIXA CATALUNYA: «Envejecimiento y dependencia en España: el creciente papel de la población de 85 y más años». En: Consum i economia familiar. Nº 53, enero 2009, p. 43. 6

Una completa caracterización, historia y evolución de los PI está recogida en: SÁNCHEZ, M. y NEWMAN, S.: «Los programas intergeneracionales: concepto, historia y modelos». En: SÁNCHEZ, M. (dir.) (2007): Programas intergeneracionales: hacia una sociedad para todas las edades. Barcelona: Fundación “la Caixa”. 7

Conjunto de conocimientos (teorías, investigaciones, práctica) y de acciones (en especial las políticas públicas y los programas intergeneracionales) encaminados a aprovechar de modo beneficioso el potencial de la intergeneracionalidad en tanto encuentro e intercambio entre personas y grupos pertenecientes a distintas generaciones. En: SÁNCHEZ, M. y NEWMAN, S., op. cit., p. 49. 8

“Los programas intergeneracionales son medios, estrategias, oportunidades y formas de creación de espacios para el encuentro, la sensibilización, la promoción del apoyo social y el intercambio recíproco, intencionado, comprometido y voluntario de recursos, aprendizajes, ideas y valores encaminados a producir entre las distintas generaciones lazos afectivos, cambios y beneficios individuales, familiares y comunitarios, entre otros, que permitan la construcción de sociedades más justas, integradas y solidarias”. Esta definición se adoptó como resultado del curso «Actuaciones para promover las relaciones intergeneracionales», celebrado en el centro de formación de la AECID en La Antigua (Guatemala) con el apoyo y patrocinio del IMSERSO y de la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo. En: www.redintergeneracional.es

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9

En 2001, el Instituto de Educación de la UNESCO, en colaboración con The Beth Johnson Foundation, publicaron el resultado de un amplio estudio de investigación sobre PI en el cual se abordó el estado de la cuestión en una decena de países: China, Cuba, Alemania, Japón, Países Bajos, Palestina, Sudáfrica, Suecia, Reino Unido y Estados Unidos. Referencia bibliográfica: HATTON-YEO, ALAN Y OHSAKO, TOSHIO (eds.) (2001): Programas intergeneracionales: política pública e implicaciones de la investigación. Una perspectiva internacional. En: www.unesco.org/education/uie 10

En el caso de España, durante el baby-boom (1957-1977) nacieron casi 14 millones de niños, 2,5 más que en los veinte años anteriores que se corresponden con la etapa de la inmediata posguerra y 4,5 millones más que en los veinte años siguientes. Cf. LORENZO CARRASCOSA, LAURA (s.f.): Consecuencias del envejecimiento de la población: el futuro de las pensiones. INE, p. 4. En: www.ine.es/prensa/indsoc_prensa.htm 11

«En el periodo 1975-1998 la esperanza de vida al nacer de los españoles aumentó en 2,8 meses al año, de 73,34 a 78,71 años (las cifras incluyen ambos sexos). Lo que no siempre queda igual de claro es que los grandes progresos en la esperanza de vida suponen cambios estructurales de gran envergadura. El hecho de que entre 1975 y 1998 la esperanza de vida aumentara desde 73 a 79 años significa que en la actualidad hay más personas que llegan a los 79 años que en 1975. Al haber más gente que llega a los 79, la edad media de la población aumenta; en otras palabras, la población envejece. […] Lo que hace que este problema sea tan arduo tanto en España como en el resto de Europa es que el aumento de la esperanza de vida coincide en el tiempo con un descenso de la fecundidad sin precedentes. Es decir, al mismo tiempo que las personas tienen una esperanza de vida más larga, los jóvenes conciben menos hijos. Como ejemplo llamativo proporcionamos el extraordinario desarrollo de la fecundidad en España: en 1976, las madres españolas concibieron 707.498 hijos, mientras que en 2001 la cifra fue de tan sólo 409.857». Cf. SANDELL, RICKARD (2003): El envejecimiento de la población (I parte): alcance y perspectivas en España. Editado por: Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos; Área: Demografía y Población/Europa - ARI Nº 64/2003 (Trad.inglés), fecha 28/04/2003, p. 2. En: www.realinstitutoelcano.org 12

En 1978, el segmento hasta 14 años, los nacidos desde 1963/64 por tanto, era el más numeroso y sumaba un 26,9% del total de habitantes, porcentaje notablemente superior a cohortes anteriores de la misma amplitud de edades. A efectos comparativos posteriores, el segmento de 15 a 64 años sumaba entonces un 62,1% y el de 65 y más años el 11,0% restante. En 2008, el segmento hasta 14 años representaba un 14,6% del total de habitantes, en tanto que el de 65 y más años había aumentando hasta el 16,6% y el de 15 a 64 hasta el 68,6%. Cf. SERVICIO DE ESTUDIOS DE CAIXA CATALUNYA, op. cit., p. 51. 13

«Por primera vez una clase de edad (adolescente y juvenil) tomó el relevo de las clases sociales». VVAA (1999): Protagonistas del siglo XX. Madrid: El País 2000, p. 497. 14

COLL TRUYOL, CARME: «Los poderes locales». En: La Factoría, nº 6, junio-septiembre 1998, www.revistalafactoria.eu 15

A finales del pasado año, el autor tuvo la oportunidad de participar en un grupo de discusión con personas mayores participantes en un PI. La mayoría destacaron las siguientes ideas: “No nos sentimos reflejados en ninguna parte”; “nadie viene a escucharnos y a saber cuáles son nuestras inquietudes”; “hay gente mayor que tiene una imagen totalmente negativa de los centros [de mayores]”. Sin embargo, eran el grupo de edad dinamizador del proyecto en su municipio. Estas opiniones son compartidas, en general, por una gran parte del grupo de 65 y más años. El sentimiento de ‘desconexión’ intergeneracional es evidente. 16

SÁNCHEZ, M. y NEWMAN, S., op. cit., p. 45.

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QUINTANA CABANAS, JOSÉ MARÍA: «La animación sociocultural en el marco de la educación permanente y de adultos». En: QUINTANA, J.M. (coordinador) (1985): Fundamentos de Animación Sociocultural. Madrid: Narcea. 18

Entre 1978 y 1988, los diferentes equipos que se sucedieron al frente del Ministerio de Cultura concedieron una gran importancia a la ASC como la principal herramienta para el desarrollo comunitario, llegando éste a tener el nivel de una Dirección General. Se dio un gran impulso a la investigación, la reflexión y el debate, así como a la promoción de ciertos proyectos, como Culturalcampo (1986-1990), que combinaban el impulso transformador, heredado en el tiempo, de las grandes instituciones educativas anteriores a la dictadura franquista –y especialmente el espíritu transformador de la II República-, con la metodología y técnicas de intervención propias de la moderna ASC. Pero durante la década de 1990 ese impulso se fue aletargando hasta desaparecer por completo, dando lugar a la imposición definitiva del modelo de segmentación ya comentado. 13

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DELORS, JACQUES (presidente de la Comisión) (1998): La Educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI. Madrid: Santillana/Ediciones Unesco.

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Si a la Animación Sociocultural se le despoja de su esencia educadora, deja de ser tal, convirtiéndose en gestión del consumo de productos recreativos.

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YANGUAS LEZAUN, JAVIER (director) (2009): Emociones y envejecimiento. Obra Social de Caixa Catalunya, p. 96. 22

GUIMÓN, PABLO: «Profunda América. Entrevista a Richard Ford». Babelia, 26 de abril de 2008. Richard Ford tardó 27 años en concluir su trilogía sobre el personaje de Frank Bascombe, al ritmo de un libro cada diez años.

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HERNÁNDEZ, AVELINO (1989): Cultura y desarrollo en el medio rural. Madrid: Narcea.

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MERINO, J.V. (2003): Programas de animación sociocultural. Tres instrumentos para su desarrollo y evaluación. Madrid: Narcea, p. 89.

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