A cinco centímetros del piso

Camarón de la Isla, desde otro pun- to de vista, y volvió a achicar las brechas entre .... pelado habitante de la Gran Manza- na se nivelan en intensidad. Si en el.
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Espectáculos

Página 6/LA NACION

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Martes 4 de mayo de 2010

MUSICA POPULAR (La rockola) El rock de la Rosada Pista2, la banda en la que Facundo De Vido (“Pollo”, hijo del ministro de Planificación, Julio De Vido) compone, canta y toca la guitarra, presentará mañana, a partir de las 20, en La Trastienda, Balcarce 460, su álbum debut, Palpa y pega. El disco, producido por Jorge Rodríguez (“Corcho”), contó con la participación de Pity Alvarez y Alambre González.

A cinco centímetros del piso Excelente

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Moby. Presentación del álbum Wait For Me. Con Moby, en voz, guitarras y percusión; Joy Malcolm, en voz; Kelli Scarr, en teclados y voz; Liz Chi Yen Liew, en violín; Svetlana Vassileva, en bajo, y Joe Goretti, en batería. Apertura: Poncho y Kelli Scarr. El jueves, en el Luna Park.

Don Carlos, ahora sí Mañana, en Groove, Santa Fe 4389, otro histórico de la música jamaiquina como es Don Carlos, volverá a actuar en Buenos Aires, tras la reprogramación del concierto que

Don Carlos, mañana, en Groove

se iba a realizar el sábado pasado. El músico, que en los años 70 lideró el grupo Black Uhuru, tendrá a los locales El Natty Combo como banda invitada, a partir de las 19.

Un ciclo con buena vibra El ciclo de reggae Buenas Vibraciones vuelve al ruedo todos los jueves de este mes, en Baruyo Resto, Belgrano 3584. Pasado mañana, actuarán Sessiones, El Magnífico y Sonido 91Bis.

Moby está en escena, arrodillado. Hace un instante lanzó un furibundo motherfuckers y ahora está tratando de emular a Jimmy Page con su guitarra. Su tecladista, Kelli Scarr, dejó su puesto –al fondo a la derecha–, tomó el micrófono y ahora canta la zeppelinesca “Whole Lotta Love”. Como el resto de la banda, ellos parecen poseídos por el demonio del rock’n roll. Es sólo un pasaje de la fiesta perfecta que ofreció el jueves en el Luna Park ese auténtico party animal que opta por presentarse como un “gringo ignorante de los Estados Unidos”. Precisamente esa frase, dicha en un castellano bastante gracioso, fue la única similitud con el primer show de Moby en Buenos Aires, allá por 2005, en la Rural. Ya sin Bush en el poder, el DJ y multiinstrumentista eligió dejar a un lado su faceta de hombre político y concentrarse en la música. La gente, agradecida. Con los iniciales y fantasmales acordes de “Mistake”, la banda primero y Moby después subieron a escena. Cuatro mujeres y dos pela-

dos, así forma el grupo que, además de su líder, tiene dos protagonistas excluyentes, la cantante negra Joy Malcolm (una antigua aliada del creador de Play) y la tecladista Kelli Scarr, quien con anterioridad había mostrado sus canciones y ahora se disponía a sostener el intenso despliegue sonoro por venir. Unas luces amarillas anuncian un atardecer fantástico y presagian una noche excitante. Así será. Lo que parece un comienzo tímido rápidamente se transforma en una fiesta sin tiempo, que, según el pasaje del show, podrá ser disco, funky, electrónica, techno, house o rockera. Cuando la voz privilegiada de Joy Malcolm toma el centro del escenario –algo que sucede con frecuencia– para interpretar “In my Heart” y Moby se sienta para dedicarse a la percusión, la banda y un Luna colmado viajan en el tiempo hasta los años de la disco fever. Es el comienzo de un tramo vertiginoso que también tendrá a las clásicas “Go” y “Why Does” con Joy luciendo sus graves y sus agudos, y un público que empezará a alzar sus manos para intentar, en vano, alcanzar el cielo de la disco.

El lado salvaje Wait For Me, la creación más reciente de Moby, es sólo la excusa para articular un show tan vertiginoso como cambiante, en el que las canciones de los distintos discos del pelado habitante de la Gran Manza-

na se nivelan en intensidad. Si en el estudio el hombre nacido como Richard Melville Hall se encargó de tocar todos los instrumentos, para salir a la cancha eligió un equipo conformado por solistas que se distinguen tanto por lo que tocan como por lo que lucen. La rumana Svetlana Vassileva parece un témpano, sin embargo, su bajo cálido y gordo se mueve en tándem con la batería incansable de Joe Goretti. Liz Chi Yen Liew traslada el misterio de sus rasgos orientales a su violín y la ya mencionada Kelli Scarr esconde su timidez detrás del teclado que será el único eslabón entre las canciones y la llamada música electrónica. El resto es pura tracción a sangre, como la voz negra de Joy y los solos de guitarra de un Moby que se empeña en rockear. Un guiño a Nirvana antes de “Porcelain” termina por transformarse en un aviso. Luego vendrá, a decir del máximo protagonista, “mi creación favorita sobre Nueva York”. Se trata de “Walk on the Wild Side”, de Lou Reed, que sólo para despistar comienza como un rockabilly y luego, sí, se transforma en una pieza oscura y opresiva. A la altura de otra pieza de Play, “Natural Blues”, cuando la fiesta empieza a recorrer su pasaje final, la sensación que se respira entre la gente es que ni sentado en la platea ni parado danzando en el campo se debe seguir este show. El lugar correcto es suspendido en el aire,

SOLEDAD AZNAREZ

Moby brilló en su segunda actuación en el país, el jueves pasado, en el Luna Park

levitando entre “Raining Again”, “Disco Lies”, “The Stars” y “Lift Me Up”. Moby se pondrá su gorro coya, irá con su guitarra hasta la batería para dar muestras de que es un hombre orquesta, emulará a Page y recordará, en el infaltable pasaje de demagogia, que su corazón está en la Argentina porque aquí tiene tíos y abuelos. Tras “Fe-

eling So Real” unas luces amarillas anunciarán la llegada de un nuevo día. El sol está saliendo en la fantástica puesta diseñada y la fiesta llega a su fin. Al menos, la que se manifestó en el cuerpo, porque la de la cabeza seguirá bailoteando un buen tiempo más.

Sebastián Espósito

DIEGO MARTINEZ

Cigala llegó en uno de sus mejores momentos interpretativos

Un rey del flamenco al compás del tango Muy bueno

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Tango por Diego Cigala (cante). Músicos: Diego El Morao (guitarra), Yelsi Heredia Figueras (contrabajo), Jaime Calabuch Jumitus (piano) y Sabú Porrina (percusión). Invitados: Juanjo Domínguez (guitarra), Néstor Marconi (bandoneón) y Andrés Calamaro (voz).

Diego Cigala es un artista de los grandes. Cuando se lo ve sobre el escenario y se lo escucha cantar no caben dudas. El cantaor flamenco superó muchas de esas barreras, que en su tiempo le tocó superar a Camarón de la Isla, desde otro punto de vista, y volvió a achicar las brechas entre el flamenco y otras músicas. Después de embarcarse en el exitoso crossover entre el bolero, el son y el flamenco con el pianista Bebo Valdés en Lágrimas negras (apoyado por dos guías espirituales como Fernando Trueba y Javier Limón), el gitano se lanzó a la nueva aventura de aflamencar clásicos del tango como “Tus ojos se cerraron” y “El día que me quieras”, acompañado por un cuarteto y padrinos locales como Andrés Calamaro, el guitarrista Juanjo Domínguez y el bandoneonista Néstor Marconi, en el Gran Rex. El Cigala no es un conformista y si bien se vio tentado de grabar una buena segunda parte de Lágrimas negras, decidió girar el timón de su propuesta para recalar en el tango, que tiene desde sus orígenes una larga relación con el mundo de la copla y el flamenco. Para completar el riesgo artístico, vino a grabar y “ensayar” en vivo ese nuevo proyecto en Buenos Aires, cuna del tango. Inteligente y corajudo, Diego Cigala sabía que si conseguía la bendición en la “madre patria” del tango, todo fluiría hacia adelante. En la función presentación de su espectáculo de tangos, Cigala se metió al público porteño en el bolsillo con su carisma y una interpretación honesta y sentida de temas muchas veces transitados, que encontraron en su voz curtida por las trasnoches de tablaos y las bulerías otra vuelta de tuerca interpretativa.

Buenos Aires a sus pies Apenas apareció sobre el escenario, el público cayó a sus pies y entonces el gitano tenía medio

partido ganado casi de entrada. Con algunos momentos brillantes y profundos de inspiración en las versiones de “Nieblas del Riachuelo”, “Soledad” y la milonga “Los hermanos”, de Yupanqui, junto con su compadre Andrés Calamaro, le sobraron los motivos para salir triunfante, brazos en alto, alzado en palmas, como el máximo héroe en una plaza de toros. Cigala abrió el fuego con la versión de “Garganta con arena”, donde se mostró concentrado, sereno y con una empatía natural con el género del tango canción, a diferencia de su grupo, que sonó demasiado light entre esos gestos musicales entre el jazz y el bolero. Y luego se mostró a gustito llevando el tango a terrenos como el de la copla española en “Las cuarenta” y desandando por compás flamenco los versos de “Nostalgias”, “Tomo y obligo” o la joyita “En esta tarde gris” (ideal para su reflejo gitano). El punto más crítico fue el ensamble musical (sobre todo en “Alfonsina y el mar”), al que todavía le falta madurez para cuajar con naturalidad y más densidad instrumental en la sonoridad de estas nuevas versiones que aporta el Cigala. Los momentos más íntimos entre el cantaor y sus invitados fueron los más fructíferos de la noche. Así, con la guitarra de Juanjo Domínguez, brilló en la versión de “Soledad”, y rescató el bajo fondo del tango junto al fueye de Marconi en “Nieblas del Riachuelo”. El repertorio seleccionado tuvo tufillo for export (faltó la mirada atenta de un productor artístico como Javier Limón), aunque El Cigala sorteó esos lugares comunes con sus inflexiones distintivas y desgarro flamenco. Así, letras tapadas por la memoria emotiva que despiertan algunas melodías muy populares de Gardel-Lepera, quedan al descubierto en la franqueza de su fraseo. Muchas de esas canciones resuenan con el mismo signo trágico flamenco: “Como perros de presa/las penas traicioneras/ celando mi cariño/galopaban detrás/y escondida en las aguas/ de su mirada buena/la suerte agazapada/marcaba su compás”. Entonces el cantaor ya no necesita de bendiciones ni purismos para apropiarse del tango y encontrar la comunión con un género existencial.

Gabriel Plaza