8 | TURISMO
| Domingo 15 De junio De 2014
NOTA DE TAPA Imponentes, los portones del Parque San Martín, de 1907
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48 horas para redescubrir Mendoza tour urbano. En dos días se puede pedalear por parques,
espiar el renovado circuito cultural y comer en restaurantes puertas adentro, además de recalar en clásicas peñas folklóricas y bodegas, sólo para quedarse con ganas de volver.
Textos Ana Schlimovich
L
a mañana del viernes es blanquecina y la avenida Las Heras tiene el ritmo acelerado de las capitales. Cuesta creer que a las 14 no quedará un alma transitando por esa calle ruidosa y repleta de comercios. La siesta es sagrada, aunque la densidad demográfica supere el millón. Apenas se sale del cuadrilátero céntrico delimitado por Las Heras, Belgrano, Colón y San Martín se escucha el agua que corre por las acequias de este oasis en pleno desierto; son los canales de irrigación inventados por los huarpes, que los mendocinos supieron aprovechar y mantener. En medio del césped de la plaza Independencia, un joven sostiene un chelo. Otros músicos están sentados en ronda, acostados, con varias guitarras y un jembé. En frente, una chica hace burbujas de jabón gigantes con dos palitos. Una pareja se besa y se pasa con la boca el humo del cigarrillo. La libertad, esa gesta anónima es el nombre del conjunto escultórico que enmarca la fuente principal y, detrás de ésta, un grupo de muchachos practica Le Parkour o el arte del desplazamiento, pasar de un lugar a otro lo más rápido y eficientemente posible. Bajo esa misma explanada están el Museo Municipal de Arte Moderno de Mendoza (Mmamm), con una muestra de grabados de Raúl Capitani, artista mendocino radicado en España desde 1978, y en el extremo opuesto, el Teatro Julio Quintanilla, donde esa noche habrá teatro de revista, protagonizado por la mendocina Ana Lupez Chaparro, el primer transexual que se operó en España hace 30 años. Al otro lado de la calle está el hotel más elegante de la ciudad, el Hyatt, y desde que Mendoza fue nombrada Capital Internacional del Vino, la segunda fuente de la plaza lanza chorros de agua color Malbec. Mendoza se parece a su plaza, ecléctica, arborizada, cultural, activa, musical y siempre rodeada de un halo vitivinícola. La había visitado fugazmente alguna vez, pero no la conocía. Se conoce una ciudad cuando se habla por lo menos con una persona del lugar, cuando se prueba aunque sea un plato local y surge, como mínimo, una anécdota para contar. En este caso tenía 48 horas para incursionar y ni un solo plan; en el itinerario, Mendoza era una escala para cruzar a Chile, para curiosear; una excusa para encontrar a una buena amiga, un experimento para ver si dos días son suficientes para adentrarse en una ciudad.
San Martín en bicicleta
Camino hacia el lado del Parque General San Martín, por la 5ª Sección. La ciudad está organizada por secciones y, de todas, la 5ª tiene las casas más señoriales y la avenida más cool, la Arístides Villanueva, repleta de bares nocturnos como
el People Restobar, donde todos los viernes y sábados hay música en vivo; restaurantes como El Mercadito (Arístides Villanueva 521) donde sirven unas hamburguesas gloriosas y comidas frescas durante todo el día; la emblemática heladería Ferruccio Soppelsa (Arístides Villanueva 326), reflejo fiel de la gran cantidad de inmigrantes italianos que se instalaron en Mendoza a fines del siglo XIX, y tiendas de diseño e indumentaria que transforman la avenida en un lugar para pasear tanto de día como de noche. El local que me llama la atención es Ni Chicha Ni Limonada y está un poco más alejado del circuito, sobre la calle Agustín Álvarez y Belgrano, donde venden desde bolsos de Mafia, hechos a partir de velas náuticas reutilizadas, hasta cuadros de la diseñadora gráfica y artista plástica Silvina López Pía. Hay uno que dice Tomar para vivir y en la etiqueta de la botella que ilustra el cuadro se lee Consciencia. Lo contrario al cartel que crucé antes, en un quiosco-vinoteca de esquina: No existe gente fea, el problema es la falta de alcohol. El Yapay, más que una vinoteca, un salón de belleza. Finalmente, el portal del Parque General San Martín, diseñado en 1896 por el paisajista francés Carlos Thays. Imponente aunque no se vean las cumbres nevadas de los Andes, que están tapados por una bruma que irá aumentando hacia el fin de semana hasta convertirse en algo tan raro como preciado: la lluvia. Son más de 300 hectáreas repletas de árboles y un gran lago; en uno de los extremos, a 150 metros de la Fuente de los Continentes, se alquilan Las Bicis del Parque (www.lasbicisdelpaque.com.ar); cuesta $ 40 la media hora, 50 la hora y 70 las dos horas; hay bicis para niños y otras adaptadas para discapacitados. Son 17 kilómetros de recorrido dentro del parque así que la bicicleta es prácticamente la única –y la mejor– alternativa al auto. Hablando de bicicletas, Mendoza no para de inaugurar nuevas bicisendas. Alquilar una es un buen plan más allá de los límites del parque y así se evita, por ejemplo, la gran cantidad de semáforos nuevos y desincronizados que lentifican el tránsito. Dentro del parque está el Teatro Griego Frank Romero Day, donde se hace la Fiesta de la Vendimia; el Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas, el Estadio Malvinas Argentinas, donde se jugó el Mundial en 1978; la Universidad Nacional de Cuyo, varios clubes: de golf, de tenis, hípico; el Atlético Gimnasia y Esgrima, el Club Mendoza de Regatas; el zoológico de Mendoza y el Monumento al Ejército de los Andes, en el Cerro de la Gloria, desde donde se ven la ciudad y los cerros, que este viernes insisten en esconderse.
El cielo fotográfico
Mientras escribo este texto veo una foto que Patricia Slukich, mendocina, periodista y cantante, acaba
de publicar en Facebook. La imagen es del Valle de Uco, donde varias bodegas cultivan algunas de sus uvas entre los 900 y 1200 metros sobre el nivel del mar, una de las mejores regiones vitivinícolas del país. En la foto los viñedos están rojos, hay un manzano solitario, una hilera de álamos y, detrás, los Andes, completamente nevados, en contraste con el cielo azul, intensamente azul, que suele haber por esos pagos. Un cielo que no vi en este breve viaje. Incluso así, medio sepia, plana, como una ciudad cualquiera de La Pampa o de la provincia de Buenos Aires, sin horizontes que la definan, Mendoza se presentó magnífica, puertas adentro, sin paisaje. Como si hubiera sido planeado a propósi-
El sorprendente Espacio Julio Le Parc: arquitectura y contenido
to, para que no me entretenga con las vistas y sí con la talentosa e inquieta humanidad que allí habita.
Los cancioneros
¿Qué habría pasado si Oscar Matus no hubiera llevado a Mercedes Sosa a Mendoza? ¿Si Mendoza no hubiera pasado por la Negra y la Negra por Mendoza? ¿Existiría el Nuevo Cancionero, ese movimiento fundamental para el folklore argentino? En la biografía que Rodolfo Braceli, también mendocino, escribió con y sobre Mercedes Sosa, se subraya la tremenda incidencia que esta ciudad (a la que llegó de la mano de su primer marido, Oscar Matus) tuvo para su carrera. Mendoza tiene una universidad
pública con facultad de artes visuales, cerámica, música (licenciaturas en canto, composición musical, dirección coral, música popular, 14 tipos de instrumentos musicales, además de piano, guitarra y órgano), artes del espectáculo y proyectos de diseño. “En 2012 hubo 38 estrenos de obras de teatro en la ciudad, hasta Morrissey estuvo en Mendoza ese año”, cuenta Patricia Slukich, esta vez personalmente, en un café de la peatonal Sarmiento, mientras un señor de uniforme barre las veredas con una enorme hoja de palma. ¿Puede ser que hasta barran artísticamente en esta ciudad? La productora cultural María Carrascal, que es de Buenos Aires y
Cabalgata por el Valle de Vistalba en la bodega Nieto Senetiner
En Cuyo, todos los caminos llevan al vino A las 9 Miguel Giordano, guía y propietario de Ambarino Mendoza Wine Tours, pasa a buscarme por el hotel. Vamos hasta Luján de Cuyo para visitar la bodega Benegas, una reliquia histórica que terminó de ser construida en 1901. La historia de la bodega comienza por don Tiburcio Benegas, fundador de El Trapiche en 1883 y bisabuelo de Federico J. Benegas Lynch, quien desde 1998 está al frente de esta construcción de adobe, remodelada hace poco tiempo para ser antisísmica, y que posee una cava subterránea de piedra, perfecta para la estiba de barricas y botellas. En esa cava de piedra, donde la temperatura fija es de 15º y en cuyas paredes están expuestos algunos de los ponchos de la segunda colec-
ción más grande del mundo, probamos vinos junto a dos parejas de norteamericanos jóvenes y altos, muy altos, que se deleitan ante los aromas, las texturas y los sabores del Carmela Benegas, un rosado elaborado 100% con Cabernet Franc prefiloxérico –de más de cien años–, y aclaman aún más el Meritage Benegas Lynch, que todavía no está en el mercado. Aquí todo es hecho en forma artesanal o, a lo sumo, de manera mecánica. La colecta de la uva es manual y para mantener la humedad de las cavas mojan el piso y las paredes. Incluso buena parte de las botellas, las más caras, son etiquetadas a mano. Aunque la bodega tiene capacidad para producir un millón de litros por año, producen sólo 300 mil. Desde los años 60, muchas bodegas se inclinaron por más calidad y menos cantidad, aunque a veces las dos cosas van de la mano. Tal es el caso de la próxima bodega que visi-
trabaja con artistas cuyanos como Orozco Barrientos y Sonido Guay Neñë, me manda un WhatsApp: Tenés que conocer a Paula Neder y Seba Garay, son cancioneros, llamalos. Los llamo y una hora más tarde estamos reunidos en el Mercado Central, entre frascos de un kilo y medio de aceitunas verdes por $ 35, quesos, carnes, embutidos, empanadas de mariscos y un puestito de pizzas que se llama De un Rincón de La Boca, del que dicen que la pizza es buena. Paula y Seba componen, viven y giran juntos, además de tener proyectos propios por separado. Sus canciones narran el lugar en el que viven. Paula empezó a tocar la guitarra en la escuela de monjas, pero sólo a los 21
gentileza nieto Senetiner
tamos, Séptima, del grupo español Codorníu (creadores de la cava Codorníu en 1872), imponente, a los pies de los Andes, rodeada de miles de hectáreas de viñedos, en Alto Agrelo. Es interesante ver el contraste de la producción artesanal y la industrial, con resultados igualmente positivos. Séptima produce 3 millones de litros al año. Probamos el espumante María Codorníu Extra Brut, 80% Chardonnay y 20% Pinor Noir, y con el paladar fresco nos dirigimos a la Bodega Nieto Senetiner, para uno de los mejores programas de Mendoza: almorzar un asado de campo prolongado, con maridaje de vinos como el Brut Nature, Chardonnay, Malbec y Cosecha Tardía para el postre. También se pueden visitar los viñedos, la bodega artesanal y degustar las líneas Nieto Senetiner y Don Nicanor, o recorrer parte de las 400 hectáreas de la finca y sus alrededores con una cabalgata de una hora y media por el Valle de Vistalba.ß