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Liderazgo Político. El liderazgo y la comunicación política en tiempos de crisis. El caso de España. 17. Ana Belén Campillo Ortega. Los debates electorales en ...
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Campañas, Presidencias y Liderazgos en América Latina Ismael Crespo Martínez Alberto Mora Rodríguez Ana Belén Campillo Ortega Coordinadores

Campañas, Presidencias y Liderazgos en América Latina

Ismael Crespo Martínez Alberto Mora Rodríguez Ana Belén Campillo Ortega

Coordinadores Autores Ana Belén Campillo Ortega

Pablo Mieres

Antonio Garrido Rubia

Ernesto Pampín

Javier Sierra Rodríguez

María Virginia Castillo Mier

Daniela Zapata Zalce

Isabel Dighiero Cabrera

Oquitzin Aguilar Leyva

Óscar Ureña García

Natalia Aruguete

Luciana Panke

Mario Riorda

Marcelo Helvecio Navarro Serpa

Ileana Carletta de Paoli

Melissa Andrea Gonzáles Medina

Instituto de Administración Pública del Estado de México, A.C.

Campañas, Presidencias y Liderazgos en América Latina 1ra. Edición Ismael Crespo Martínez, Alberto Mora Rodríguez, Ana Belén Campillo Ortega Coordinadores Instituto de Administración Pública del Estado de México, A.C. Av. Hidalgo Pte. Núm. 503 Col. La Merced, C.P. 50080 Toluca de Lerdo, México www.iapem.mx IapemAC @iapem iapemblog.org ISBN: 978-607-8087-23-5 Diseño Editorial y Portada: Edgar Adrián Rodríguez Cuevas Toluca de Lerdo, Estado de México Impreso en México

Contenido Presentación 9 Mauricio Valdés Rodríguez Prólogo 11 Ismael Crespo Martínez Alberto Mora Rodríguez Ana Belén Campillo Ortega cAMPAÑAS ELECTORALES EN ESPAÑA 15 Liderazgo Político. El liderazgo y la comunicación política en tiempos de crisis. El caso de España. Ana Belén Campillo Ortega Los debates electorales en España y su influencia sobre el liderazgo. Antonio Garrido Rubia Javier Sierra Rodríguez

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cAMPAÑAS ELECTORALES EN MÉXICO

67

La importancia de la familia del candidato o candidata en las campañas electorales mexicanas. Daniela Zapata Zalce

69

Espacios mentales y estrategias de persuasión: evaluaciones cognitivas de la campaña audiovisual 2012 en México. Oquitzin Aguilar Leyva

105

cAMPAÑAS ELECTORALES EN ARGENTINA

129

Cuestionando el “se vota hacia delante”. ¿En qué basaron sus campañas los candidatos ganadores de Argentina, México y Venezuela?. Natalia Aruguete Mario Riorda

131

La eficacia simbólica de Cristina Fernández de Kirchner. Ileana Carletta de Paoli

157

cAMPAÑAS ELECTORALES EN URUGUAY

175

La selección de los candidatos vicepresidenciales en los regímenes presidencialistas de América. El caso de la campaña electoral en Uruguay 2009. Pablo Mieres Ernesto Pampín

177

El presente desde una identidad construida en el pasado. Análisis comparativo de los discursos políticos de José Mujica y Pedro Bordaberry 2009-2012. María Virginia Castillo Mier Isabel Dighiero Cabrera

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OTROS ESTUDIOS DE CASO DEL ÁMBITO LATINOAMERICANO

235

Estructura retórica y funciones estratégicas en el discurso político costarricense. Óscar Ureña García

237

La comunicación electoral de Dilma Rousseff, semejanzas y diferencias con Lula da Silva. Luciana Panke

255

Elecciones espectaculares en América Latina: el caso de Venezuela. Marcelo Helvecio Navarro Serpa

277

Comunicación política y semiótica. Análisis comparativo de los spot de la campaña presidencial de Ollanta Humala Tasso 2006 y 2011. Melissa Andrea Gonzáles Medina BIBLIOGRAFÍA

305

337

PRESENTACIÓN El Instituto de Administración Pública del Estado de México A.C. tiene como misión, el estudio y mejoramiento de la Administración Pública estatal y municipal. Las elecciones, como fuente generadora de representación política, son parte del proceso integral de formación de gobiernos en un sistema democrático. La publicación del libro “Campañas, Presidencias y Liderazgo en América Latina”, está Coordinado por el Dr. Ismael Crespo Martínez, presidente de la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales (ALICE), la Lic. Ana Belén Campillo Ortega y el Magister Alberto Mora Rodríguez. Está enmarcada en un contexto de transformación, que se ha verificado en los procesos electorales hace un par de décadas y que tiene su epicentro en la evolución de las campañas y la utilización de la comunicación política. Este libro presenta casos de lo referido; muestra cómo el declive de la credibilidad ciudadana en los partidos políticos y la declinación de la identificación partidista, ha motivado que el proceso político se centre en la persona, en el candidato, y en el líder. La personalización de la política hizo necesario que la comunicación política transitara hacia modelos y mecanismos que privilegian la construcción de liderazgos. El enfoque en el candidato ha tenido relevantes implicaciones que son tratadas por los autores de esta obra: desde el predominio de la subjetividad y la conexión emocional entre candidato y ciudadano, la supremacía de lo visual, de la imagen y de lo simbólico; el efectivo manejo de lo racional y lo subjetivo en la construcción del mensaje; los nuevos mecanismos de selección de candidatos que buscan legitimar a los líderes; hasta las innovadoras formas de comunicación personalizada. Estos fenómenos intentan formar una identificación entre candidato y ciudadano, mediante un proceso de identidad e intercambio. 9

Mtro. Mauricio Valdés Rodríguez

Los temas de la comunicación política de los últimos años se han centrado en construir liderazgos que respondan a las expectativas del ciudadano, pues el liderazgo guarda relación con la cultura y el entorno social y político prevalecientes. En esta obra se revisan casos de diferentes países y regiones que coadyuvan al mejor entendimiento de estos temas: Uruguay, Perú, México, Venezuela, Colombia, Costa Rica, Brasil, Argentina y España. La personalización de la política cambió la forma de hacer política, no sólo la forma de comunicar. Es por ello que la obra será de utilidad no sólo para políticos y candidatos, sino para aquellos interesados en la comprensión de los fenómenos de construcción de mensajes, imagen y liderazgo en la comunicación política. El IAPEM agradece a la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales (ALICE), y a los autores de esta valiosa iniciativa editorial que enriquece la reflexión y el análisis sobre la política y la comunicación política.

Mtro. Mauricio Valdés Rodríguez Presidente del Consejo Directivo del IAPEM

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PRÓLOGO En el marco del II Congreso Internacional en Comunicación Política y Estrategias de Campaña: “comunicación Política en Procesos de Cambio”, que organizó la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales (ALICE), en la Universidad Autónoma del Estado de México, se presentaron más de 150 ponencias, de la mano de algo más de doscientos investigadores y consultores en comunicación política. Tras la finalización del Congreso, y cumpliendo con el objetivo de ampliar la bibliografía en el marco de la comunicación política en Iberoamérica, se procedió a la valoración de las ponencias presentadas, por parte de un Comité Científico, a fin de poderlas compilar en diferentes publicaciones, atendiendo a su ámbito de especialización. En esta obra se hace una compilación de estudios dedicados al fenómeno de la personalización de la política. La obra presenta diferentes elementos, desde la metodología del estudio de caso en las democracias del centro y sur de América. Así, aspectos como el storytelling, la espectacularización de la política, la videopolítica, o la selección de los candidatos, son abordados en estos estudios que tienen como protagonistas a las democracias de Uruguay, Perú, México, Venezuela, Colombia, Costa Rica, Brasil, Argentina y España. Sin duda, se trata de una obra interesante por sus aportaciones y el nivel de sus autores, que vendrá a ocupar un espacio relevante en los estudios sobre personalización de la política. Lo cierto es que han sido escasos los esfuerzos que ha dedicado la ciencia política a estudiar y analizar los efectos del liderazgo en el comportamiento electoral. Los primeros trabajos sobre la disciplina, elaborados por Berelson, Lazarsfeld y Campbell (y otros colegas), apenas se detuvieron a analizar su posible influencia, pues estos 11

factores apenas tenían sentido en un escenario de predominante estabilidad del comportamiento. Habría que esperar a la irrupción de la denominada revolución cognitiva y, especialmente, a la llegada de la obra de Wattenberg, The rise of candidate-centered politics, para que el fenómeno de la personalización de la política ocupara un lugar destacable, aunque todavía tímido, en los estudios del comportamiento electoral y la comunicación política. Desde la universalización de la televisión, como canal principal de información política, y con el desdibujamiento de la identificación ideológica y partidista, que sufrieron las sociedades tras el impulso a las clases medias, el líder político adquiere un creciente papel a la hora de generar las imágenes políticas en los ciudadanos. De este modo, la comunicación política y electoral va a dedicar un papel relevante a la construcción del liderazgo político, tal y como puede observarse en los diferentes comicios que acontecen en la actualidad. En el primer capítulo de esta obra, se analiza la influencia del líder en la campaña electoral del año 2011 en España. Una campaña marcada por un contexto de crisis económica y altos niveles de desempleo, donde el papel de líder político cobra una especial importancia. El siguiente trabajo se centra, a través de un estudio de caso de las elecciones generales de 2011 en España, en el papel que desempeñan los debates televisados en las campañas electorales modernas y su impacto en el comportamiento electoral. Seguidamente, se presenta una investigación que pone la atención sobre la importancia de la familia del candidato en los procesos de comunicación de campaña, generando una tipología de actuaciones por parte de la familia, en función del tipo liderazgo político que encarne el candidato, siguiendo a Schwartzenberg en la clasificación. El capítulo finaliza con una suerte de manual para la familia del candidato, adaptando a las diferentes fases en el desarrollo de una campaña electoral. A continuación, se incluye un capítulo que analiza los criterios para la selección de los candidatos vicepresidenciales en los regímenes presidencialistas de América, señalando la existencia de ciertos clivajes relevantes. Posteriormente se aplica este análisis al caso uruguayo, definiendo los criterios de selección política que han primado en ese país. 12

Prólogo

El siguiente capítulo tiene por objeto realizar un análisis comparativo de las campañas presidenciales de Argentina, Venezuela y México, para sistematizar los rasgos que dominaron las principales piezas publicitarias (spots). Para ello, el trabajo se fundamenta conceptualmente en la Teoría Funcional del Discurso de Campaña Política, creada por William Benoit. Posteriormente, se persigue analizar el liderazgo de la presidente de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. En concreto, se persigue estudiar la eficacia simbólica que posee CFK para construir y definir la realidad sociopolítica con su lenguaje, sus palabras y sus clasificaciones, identificando y describiendo el papel primordial que juega la eficacia simbólica en la consolidación de su liderazgo. En un capítulo posterior, se realiza un análisis de la construcción del ethos enunciativo durante la elocución del discurso presidencial del primero de mayo, que realizó el expresidente de Costa Rica, Óscar Arias Sánchez, en su segunda administración en el año 2007. Se analiza el cómo se construyó a sí mismo el expresidente Arias en este discurso y qué objetivo perseguía. Seguidamente se estudian las relaciones entre los índices audiovisuales y la cognición de los espectadores, entre el lenguaje audiovisual y el pensamiento, en virtud de las operaciones mentales que el paradigma conexionista de las ciencias cognitivas ha postulado como universales. El análisis se realiza a partir de un estudio de caso de la campaña de 2012 en México. También se incluye en esta obra un capítulo referido a analizar las diferencias y similitudes entre dos presidentes Brasileños, Dilma Rousseff y su antecesor, Lula Da Silva. La metodología de trabajo consiste en un análisis de contenido de programas transmitidos en el horario gratuito de propaganda electoral en televisión. Asimismo, se presenta un capítulo que analiza el fenómeno de la espectacularización política en el caso venezolano En el siguiente capítulo se busca describir los principales componentes del discurso político de José Mujica y Pedro Bordaberry entre los años 2009 y 2012, haciendo foco sobre la conversión de imagen que hicieron ambos actores respecto a su reputación en el pasado.

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Para cerrar, se vuelve al tema de la videopolítica con un capítulo que analiza los spots de la Campaña Presidencial de Ollanta Humala en 2006 y 2011, mediante una metodología semiótica para conocer de manera comparativa la construcción de sentido y de significación, así como las estrategias de comunicación política que predominaron en ambas campañas. Quisiera finalizar con un agradecimiento especial al Instituto de Administración Pública del Estado de México (IAPEM), presidido por el Maestro Mauricio Valdés Rodríguez. ALICE e IAPEM firmaron durante 2013 un convenio, que ha permitido la colaboración mutua en el desarrollo de actividades y que se ha cristalizado, también, en esta obra colectiva que tienen en sus manos. Por último, hacer referencia a la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales (ALICE). Desde su fundación en el año 2012, se ha ido conformando una nutrida y creciente comunidad de investigadores de alto nivel, con presencia en la práctica totalidad de países de Iberoamérica. Las sinergias de trabajo generadas en los Congresos de ALICE, han posibilitado una pluralidad de obras académicas y divulgativas. También han generado un repositorio de más de 300 ponencias, disponibles en abierto en la web de la asociación (www.alicecomunicacionpolitica.com), donde se abordan interesantes estudios de caso sobre buena parte de los comicios electorales que han tenido lugar en Iberoamérica en esta última década. En la actualidad, se encuentra culminando el trabajo de edición, en colaboración con el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales de España, de un Diccionario enciclopédico de Comunicación Política, conformado por 175 voces elaboradas con el esfuerzo coordinado de 54 autores procedentes de diversos países.

Ismael Crespo Martínez Alberto Mora Rodríguez Ana Belén Campillo Ortega

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CAMPAÑAS ELECTORALES EN ESPAÑA

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Liderazgo Político. El liderazgo y la comunicación política en tiempos de crisis. El caso de España. Ana Belén Campillo Ortega (España)

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1. Introducción. No hubo sorpresa alguna. Los resultados de las elecciones generales españolas del 20 de noviembre de 2011 estaban “cantados” por todas las encuestas previas: el PP se consagraba ganador absoluto y por amplio margen.1 ¿Fue determinante para estos resultados la crisis económica y social? ¿Incidió el debate previo entre los candidatos de los partidos mayoritarios? ¿Hubo errores en la comunicación por parte del candidato del PSOE, Pérez Rubalcaba, en ese debate con su principal competidor? ¿Se perfiló con mayores posibilidades y como un líder eficaz (pragmático) para capear el temporal socioeconómico Mariano Rajoy? ¿Se produjo en esta disputa por el poder lo que sostiene Bauman, que en política y -particularmente en ciertos procesos eleccionarios-, siempre sucede lo inevitable, que las cosas simplemente sobrevienen “a la manera en que son los océanos y las cordilleras, algo que los políticos suelen respaldar con el uso frecuente de la expresión ‘no hay alter­nativa’” (Bauman, 2001: 84)? Analizaremos en este artículo la incidencia en el resultado electoral de los diferentes factores que se desprenden de los interrogantes planteados. No ha de haber mayor duda de que una multiplicidad de causas fue determinante aunque contribuyeran, también, otras situaciones que exceden los objetivos de este artículo relacionadas por cierto con las políticas implementadas en el país cuando el estallido de la crisis era inminente, negándose en principio la importancia de la misma y aplicándose luego medidas de ajuste, regresivas, sin proponer alternativas que no formaran parte del pensamiento convencional. 2. La crisis global y el contexto inmediato previo a las elecciones del 20N. En un mundo único, globalizado, realmente unificado por los avances tecnológicos, interrelacionado e interconectado política, económica, social, tecnológica y culturalmente, pero plagado de conflictos, sucede lo 1

Según datos de la Dirección General de Política Interior de España, disponibles en http:// www.infoelectoral.mir.es/min/, el PP, liderado por Mariano Rajoy Brey, obtuvo en el Congreso de los Diputados una mayoría absoluta con 186 escaños (32 más que en 2008) y un 44,62% de los votos frente al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), liderado por Alfredo Pérez Rubalcaba, que obtuvo 110 escaños (59 menos que 2008, su peor elección desde la restauración de la democracia) y un 28,73% de los votos. En el Senado el PP obtuvo 136 bancas (35 más que en 2008) y el PSOE 48 asientos (40 menos que en 2008).

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Ana Belén Campillo Ortega

que argumentaba en la década de los ’60 del siglo pasado el matemático y meteorólogo Edward Norton Lorenz:2 si una mariposa aletea hoy en Pekín puede modificar el mes que viene todo el sistema climático de Wall Street (valga la metafórica sustitución: Lorenz menciona en realidad a Nueva York, pero la caída más estrepitosa se produjo en la muy angosta calle neoyorquina situada en el bajo Manhattan, entre Broadway y el East River, el corazón financiero estadounidense, cuando aletearon y estallaron en 2007/2008 las mariposas de la burbuja inmobiliaria produciendo un caos financiero que dañó a la mayoría de lo países desarrollados y particularmente a España, Grecia e Irlanda). La crisis del año 2008 se distingue de las anteriores al menos en dos aspectos. En primer lugar, surgió en el país hegemónico, Estados Unidos, y no en alguno de la periferia, como sucedió en los años ochenta y noventa; segundo, la burbuja en los circuitos financieros es resultado de un complejo proceso de financiarización, posible mediante la titulización.3 De hecho, se puede afirmar que la globalización creó un mercado financiero mundial en un espacio virtual sin horario cuyos productos desbordaron los circuitos financieros internacionales. La integración de estos circuitos se profundizó a tal grado que los sistemas financieros nacionales dejaron de ser fiscalizados por el correspondiente banco central de cada estado-nación. Las operaciones diarias en los circuitos financieros superaron el PIB de muchos países y las operaciones en derivados4 alcanzaron sumas billonarias. 2

Véase Norton Lorenz,Edward, “Deterministic Nonperiodic Flow”, en: Journal of Atmospheric Sciences. Vol. 20 : 130-141, University of Wisconsin, USA, March 1963. Sus ideas impulsaron la Dinámica No Lineal y la Teoría del Caos, así como la noción popularizada del efecto mariposa, que refleja de una manera intuitiva y visual una de las nociones básicas de la teoría del caos. La noción de que pequeños efectos tienen consecuencias notables en un sistema con dinámica caótica. 3 Las operaciones de titulización consisten en lo siguiente: la venta por parte de los bancos y financieras a inversores particulares, ingenuos en su mayoría, de hipotecas subprime en un paquete que contiene varias operaciones de crédito (algunas razonables) para reducir riesgo asumido y reservas necesarias, y así poder seguir dando más hipotecas. Es lo que han hecho las entidades de hipotecas subprime: traspasar a otros las hipotecas de forma que quien la compraba era quien pasaba a llevarse los beneficios y a asumir los riesgos, m mientras que la entidad de hipotecas subprime se quedaba con las comisiones. 4 Son instrumentos financieros cuya principal cualidad es que su valor de cotización se basa en el precio de otros activos. Estos pueden ser: acciones, renta fija, renta variable, índices bursátiles, bonos de deuda privada, índices macroeconómicos como el Euribor o los tipos de interés, etc.

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El liderazgo y la comunicación política en tiempos de crisis. El caso de España

Ácido como lo es siempre, Stiglitz, refiriéndose al estallido de la burbuja en Estados Unidos, describió: “Ninguna firma privada estaba dispuesta a comprar las hipotecas tóxicas a lo que el vendedor suponía un precio razonable; finalmente encontraron a un idiota de nombre ‘contribuyente estadounidense’ que se los quitaría de las manos” (Stiglitz, 2008).5 Desde 2005, la financiación de la construcción genera en España un fuerte crecimiento de las emisiones de títulos hipotecarios (bonos y cédulas hipotecarias) que tienen gran acogida en los mercados europeos dotados de liquidez,6 así como un impulso a la titulación hipotecaria que permite a las entidades financieras obtener liquidez para destinar a la concesión de nuevos créditos hipotecarios. Los bajos tipos de interés, la fuerte competencia entre las entidades financieras, que redujeron los diferenciales aplicados sobre el tipo de referencia utilizado, incrementaron los plazos de las hipotecas e hicieron coincidir el principal del préstamo con la totalidad del valor de tasación del inmueble hipotecado, todo lo cual contribuyó a incrementar la fuerte demanda de préstamos hipotecarios impulsando el endeudamiento familiar hasta límites no conocidos. En apenas 10 años el endeudamiento de los hogares españoles se incrementó en un 268,5%.7 Junto a la crisis del mercado de vivienda se instala en el país, en 2008, una crisis financiera importante en la que influyen los amplios volúmenes de financiación aportados al subsector inmobiliario desde las entidades de crédito. Detrás de la crisis del mercado de vivienda en 2007-2008 está la desaceleración del empleo y de la renta disponible de los hogares, junto a las consecuencias deflacionarias de los más altos tipos de interés. 5

Stiglitz, J. “Henry Paulson’s Shell Game”, in: ”The Nation 13/10/2008. Textual, en inglés: “No private firm was willing to buy these toxic mortgages at what the seller thought was a reasonable price; they finally had found a sucker who would take them off their hands--called the American taxpayer”. Disponible en: http://www.thenation.com/article/henry-paulsonsshell-game#axzz2fYwCUuEn 6 “El grueso del déficit exterior ha continuado financiándose mediante la adquisición, por parte de los no residentes, de activos de renta fija emitidos por instituciones financieras residentes. De este modo se ha vuelto a incrementar la apelación de las entidades nacionales al ahorro del resto del mundo para financiar el aumento del crédito interno” (Boletín Económico del Banco de España, enero 2006). 7 “Los créditos concedidos por las entidades de depósito a familias y empresas han crecido, en el período 1995-2005, a una tasa media anual próxima al 15%, un nivel sustancialmente más elevado que la expansión nominal del PIB, lo que, lógicamente, se ha traducido en un aumento de la ratio de endeudamiento del sector, que ha superado el 100% del PIB, cuando a mediados de la década anterior no alcanzaba el 60%” (Boletín Económico del Banco de España - Enero 2006, p. 66).

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España es un ejemplo que resume en su territorio las consecuencias de las políticas por lo menos desaprensivas, cuando no despiadadas, de las instituciones financieras. Basta reseñar el informe del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2011, meses antes de las elecciones generales de noviembre8 para precisar las consecuencias, los daños colaterales. En el primer trimestre de ese año la desocupación alcanzó cifras de angustia: 5,3 millones de desempleados (22,85% de la población activa); más de la mitad (51,4%) de los menores de 25 años carecían de trabajo; en 1.575.000 hogares todos los miembros en edad activa carecían de empleo. De este modo, la situación económica, el creciente índice de desempleo y la aparente ineficacia de la dirigencia del PSOE para amortiguar los efectos de la crisis incidieron de manera decisiva en la valoración de la gestión gubernamental. 3. La opinión pública El siguiente gráfico, producto de la segunda encuesta preelectoral elaborada por el Equipo de Investigación sobre Campañas Electorales del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Murcia en colaboración con profesores del Máster en Comunicación Política e Institucional del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset. Con el trabajo de campo realizado por TNS-Demoscopia, evidencia la aserción anterior respecto de la gestión del PSOE en los años anteriores al 20N:

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INE, Encuesta de Población Activa (EPA), Primer trimestre de 2011, online: http://www.ine. es/daco/daco42/daco4211/epa0111.pdf

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El liderazgo y la comunicación política en tiempos de crisis. El caso de España

Gráfico 1

Fuente: CEMOPMURCIA (2011)

La opinión pública se pronunció sin medias tintas: el 91.1% de los encuestados calificó la gestión del PSOE entre mala y muy mala (60.9) y regular (30.2). Las más de 500 definiciones que aparecen en diferentes documentos, libros y papers de consulta, apuntan en su mayor parte a la comunicación y su trascendencia como instrumento para contactar y profundizar las relaciones que, en este caso los políticos, establecen con la opinión pública. Citemos una serie de definiciones del término para delimitar su importancia en el contexto político al que nos referimos: • “La opinión pública es una especie de presión inmensa de la mentalidad de todos sobre la inteligencia de cada cual”. (Tocqueville, 1840, cit. por Suárez y Zuñeda, 1999: 39) • “La opinión pública es la tiranía de la mayoría” (Bryce, 1888). • “La opinión pública es algo muy simple: es lo que miden los sondeos”. (Gallup, 1948). • “Según nuestra definición, la opinión pública -se refiere al cambio o a la defensa de posiciones establecidas y consolidadas- no está restringida a ningún tema particular. De lo que se trata es de la aprobación o la desaprobación de opiniones y comportamientos observables públicamente. Se trata de la aprobación o la desapro23

Ana Belén Campillo Ortega

bación perceptible para el individuo. La espiral del silencio es una reacción ante la aprobación y la desaprobación patente y visible en el marco de constelaciones cambiantes de valores. Tampoco hay restricción respecto al tema de quién es el portador de la opinión que hay que tener en cuenta. Desde este punto de vista, la opinión pública no les pertenece sólo a los que sienten esa vocación o a los críticos talentosos, sino al «público políticamente activo» de Habermas. Todos estamos implicados”. (Neuman, 1971: 48-49) Es precisamente Habermas quien rastrea el origen y significado del término. Opinión, según puntualiza, proviene del latin opinion y significa “juicio incierto o no completamente probado” (Habermas, 1981: 124) Para este autor la palabra opinión -a secas, sin adjetivarimplica “reputación, el crédito, la consideración de la cual uno goza en la opinión de otro. [Es un término que también] se vincula a ‘opinion’ [versión en latín] en el sentido de reputación cuestionable por la masa” (Habermas, 1981: 124) Sin embargo, Habermas define que “opinión pública” se caracteriza por otra impronta: la de un raciocinio inserto en un público verdaderamente capaz de juicio, a diferencia de lo que es una mera opinión o una reputación formada al espejo de las opiniones (Habermas, 1981: 125). Se deduce de estas diferentes concepciones que siempre que se hable de “opinión pública” se la considera en estrecha relación con los públicos y con las corrientes de opinión que subyacen y circulan entre ellos y hacia los cuales se dirigen mensajes para fortalecer una imagen pública. Así pues, en cualquier corriente de opinión que se dé en la sociedad se debe considerar el contenido o tema preponderante (de qué habla la gente), la dirección, la intensidad o fuerza con que el tema está instalado, el volumen o cantidad de individuos que adscriben a la corriente y la persistencia que ella tenga en el tiempo. Se puede decir que la relación de la opinión pública con la acción comunicativa de un sujeto determinado se realizará de acuerdo con las funciones que cumple la opinión pública para la sociedad en la que el sujeto actúa. Entre otras, con fines analíticos, podemos delimitar las siguientes: • Denotación: Mediante esta función se puede prever el apoyo público que tendrá un tema o una decisión sobre el mismo. 24

El liderazgo y la comunicación política en tiempos de crisis. El caso de España

• Anticipo de normas: Señala normativas que, a pesar de que carecen de entidad jurídica, son emitidas por un sujeto y, aceptadas por la sociedad, pueden llegar a ser normas legales. • Control informal del poder político y control político directo: La fuerza no institucionalizada que absorbe la opinión pública se puede manifestar en la exploración constante que llevan a cabo los poderes políticos de lo que piensa la sociedad de sus actos y propuestas. • Legitimadora del poder: Según Dader, es “la transferencia de prestigio y autoridad moral que la legitimación democrática otorga a cada individuo, entidad o mandato constitucional” (Dader, 1982: 183). • Diálogo: Consiste en el intercambio público de opiniones y puntos de vista. Con la extensión de los medios de comunicación masivos, la relevancia que han adquirido las redes sociales y el crecimiento del impacto que poseen sobre la vida de las personas, el campo de acción del marketing político y en particular de la comunicación política se ha visto ampliado tanto extensiva como intensivamente en consonancia con las nuevas tendencias en el consumo de información. Esta creciente complejidad de las prácticas relacionales ha llevado a poner en cuestión cada uno de los elementos que conforman el esquema “clásico” de la comunicación, como luego veremos, mediante la redefinición de algunos de los componentes trabajados tradicionalmente y la incorporación de nuevas áreas teóricas. Pero previamente eran necesarias y al parecer no resultan vanas las digresiones acerca de la función de la opinión pública por cuanto ésta denota la capacidad de un conjunto de individuos para juzgar positiva o negativamente las estrategias comunicativas y las acciones de un político, controla con ciertos límites al poder político, legitima o deslegitima acciones de gobierno y promueve, en los regímenes democráticos, que fecunde el diálogo. Además, claro, por medio de sondeos, pronostica resultados eleccionarios. Así “habló” la opinión pública en la encuesta previa a las elecciones del 20N efectuada por el Centro de Estudios Murcianos de Opinión Pública, anteriormente mencionada.

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Ana Belén Campillo Ortega

Las conclusiones a las que se llegó en el estudio, fueron las siguientes: En relación con la situación política: Se destaca “el pesimismo de los ciudadanos [...]; fue ésta valorada como mala (79.3 %) o muy mala (77.3%) por más de tres de cada cuatro encuestados. [...] La percepción más positiva, dentro del descontento generalizado, se da entre los votantes del PSOE [...]. En materia económica: “Cerca del 85% de los encuestados tiene una percepción mala o muy mala sobre la situación económica [...] (6,7 puntos más que la percepción negativa que registran respecto a la situación política). La percepción sobre la situación económica es muy negativa entre todos los grupos de votantes”. A su vez “Seis de cada diez encuestados [del PSOE] considera que la gestión del Gobierno del PSOE ha sido mala o muy mala. Menos de uno de cada diez cree que ha sido buena o muy buena. Quienes peor valoran la gestión del PSOE en el gobierno son los votantes de PP y UPyD, 91,4% y 78,8%, respectivamente. Dentro de los votantes del PSOE, el 40% valora negativamente la gestión del ejecutivo”. La oposición: La valoración de la oposición ejercida por el Partido Popular durante los cuatro años anteriores registra cifras muy similares a la que obtiene el PSOE en su gestión de gobierno: un 58.7% la consideró “mala o muy mala”. Las conclusiones respecto de la intención de voto el 20N son decisivas: “El 87,9% de los encuestados asegura que votará en la próxima elección del 20 de noviembre, si bien tan sólo el 70,3% asegura tener decidido ya su voto, mientras que el 29,7% restante mantiene dudas sobre la orientación partidista final del mismo. De entre quienes tienen decidido su voto, el 46,5% lo hará hacia el Partido Popular, un 27,4% hacia el Partido Socialista. [...] De los que tienen dudas, las principales se concentran en el binomio PP-PSOE, que acapara el 27,6% de las menciones de duda entre los electores que aún no ha definido su voto”. En la encuesta surge que el Partido Popular basa su rendimiento electoral en una alta fidelidad de su votante de 2008: 8 de cada 10 de sus electores de hace tres años lo volverían a votar en esta ocasión. Además, capta voto del resto del espectro partidista, muy especialmente del PSOE, del que obtiene una transferencia neta de un millón ochocientos mil de sus votantes de 2008. [...] La clave de su éxito radica en una estabilidad muy notable de su voto de 2008 a la que hay que sumar una intensa transferencia de voto desde el Partido Socialista. 26

El liderazgo y la comunicación política en tiempos de crisis. El caso de España

Por su parte, el Partido Socialista mantiene una de las tasas de fidelidad más bajas de su historia electoral reciente: hoy menos de 5 de cada 10 de sus electores de 2008 lo volverían a votar”. El veredicto de la opinión pública tal como se expresa en la encuesta analizada se reflejó con absoluta transparencia en los resultados de las elecciones generales del 20N de 2011. Tal vez habría que preguntarse por qué la crisis económica -pese a su confuso origen, su enorme complejidad y una duración agobianteha de determinar una opinión confiable de los encuestados cuando en realidad es probable que la mayoría de ellos carezca de conocimientos exhaustivos sobre el fenómeno, las causas que lo provocaron y las probables soluciones. No es inapropiada la duda que plantea Walter Lippmann cuando se interroga acerca de las razones por las cuales resulta aceptable que “en nombre de la teoría democrática un número tan elevado de individuos puedan experimentar sentimientos íntimos acerca de un cuadro tan abstracto” (Lippmann, 2003: 201) como la situación económica de un país y la personal, la propia, y -sin embargodesarrollar una voluntad común: la búsqueda a través del sistema electoral de un prudente liderazgo que permita amortiguar los efectos de una crisis que parece irreductible. Lo que sucede es que esta especie de doctrina de la soberanía popular (Lippmann: 263), como el propio Lippmann con cierta ironía define a la opinión pública para puntualizar la incertidumbre que le generan las opiniones colectivas, es igualmente para él la única merecedora de respeto por cuanto promueve la polémica, la discusión, la búsqueda de alternativas, el debate entre potenciales líderes: “La parte que asegurase que su causa es excesivamente noble para mancharse en una sesión pública, no debería despertar muchas simpatías, pues tales causas no se dan entre los mortales. Quizá quienes pongan objeciones al debate no digan eso exactamente. Tal vez digan que la otra parte es demasiado infame; ellos no pueden estrechar la mano a los traidores. En tal caso, la opinión pública debería organizar una vista en la que los dirigentes públicos demostrasen con pruebas esa supuesta maldad. No pueden fiarse de la palabra de una de las partes” (Lippmann: 402). Es por cierto fundamental que en una democracia los símbolos de la opinión pública deben estar sujetos a revisiones, comparaciones y debates. ¿Hubo un “ganador” en el debate Rajoy-Rubalcaba? ¿Definió 27

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también ese enfrentamiento una intención de voto? ¿Permitió expresar la voluntad popular por un líder que en su discurso prometía soluciones inmediatas a la crisis frente a otro que planteaba, como luego se verá, enormes dificultades para resolverla? ¿Influyeron las estrategias de comunicación que utilizaron los candidatos? 4. Liderazgo, comunicación y acción política. Es un hecho que en esta época se ha producido un distanciamiento de la política y de la participación democrática, al tiempo que problemas como la pobreza y la desigualdad y el paro, han tendido a agudizarse dramáticamente con el advenimiento de la llamada posmodernidad y el proceso de globalización. La política tiende a perder consistencia y sentido en la democracia representativa y para el sujeto pierde validez e interés lo público y deja la política en manos de los representantes a quienes les delegó el poder. Mientras que la pseudopolítica es realizada por los sectores integrados en el sistema político neoliberal, las/los ciudadanas/os que la resisten prefieren desarrollar lo que se denomina la subpolítica (Beck, 1999), que se realiza en los márgenes de la institucionalidad oficial. El partido político predominante en este tipo de sociedades es “el partido de los no electores” (Gómez Leyton, 2004: 46). El abstencionismo político y la no participación política aunque se vote a un candidato, emergen como comportamientos habituales. En la posmodernidad predomina la ciudadanía que se caracteriza por su pasividad y, sobre todo, por su disciplinamiento y enajenamiento en el mercado. De lo observado, entendemos que la ciudadanía política fragmentada no contribuye al desarrollo de una democracia sólida, incluyente y participativa sino que permite que la democracia sea de los políticos más que de la ciudadanía: el ciudadano se reduce a la expresión de su voto. Podríamos preguntarnos ¿dónde se realiza la ciudadanía? ¿Se realiza en el acto de la participación política, sólo en un acto eleccionario o en el acto de consumir? ¿Se interesa el ciudadano verdaderamente por la representación política y elige sus líderes para participar con ellos? Entendemos que el ciudadano-usuario y consumidor no concibe a la política como posibilidad de deliberación y carece de interrogación crítica, porque el consumo se ha transformado en un formidable factor de disciplinamiento social y desafección política. 28

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Pero el mercado expulsa y se cometen faltas como las de dejar de pagar, no poder cumplir con los deberes de padre o satisfacer necesidades del hogar. Los proyectos de vida de los ciudadanos consumidores ya no tienen como referencia la política en su sentido moderno, o sea, como construcción colectiva de futuro. Parecieran no necesitar de la política de carácter distributivo como la desarrollada durante la época del Estado del Bienestar. La política pierde centralidad; consecuentemente se reafirma la necesidad de cierto tipo de líderes y se suplantan los mecanismos de la democracia representativa por los de la democracia delegativa. Eso explica la creciente apatía, el descompromiso, la desafección política por un lado, y la oferta electoral desideologizada de los partidos, por el otro. Enfrentándose a esa desafección creciente sostenía Freire: “Nuestro papel [el del líder social o el de educador] no es hablar al pueblo sobre nuestra visión del mundo, o intentar imponerla a él, sino dialogar con él sobre su visión y la nuestra. Tenemos que estar convencidos de que su visión del mundo, manifestada en las diversas formas de su acción, refleja su situación en el mundo en el que se constituye. La acción política no puede prescindir del conocimiento crítico de esta situación, so pena de que se transforme en bancaria o en una prédica en el desierto” (Freire, 1970:116). Un nuevo interrogante al que habrá que dar respuesta se suma a los anteriores cuando se hace referencia a la acción política y a quien podría liderarla. ¿El líder es por lo que él es naturalmente, por lo que hace o hizo, por lo que propone, o “por las condiciones contextuales en las que se desenvuelve” (Crespo et al, 2011: 91)? Establezcamos en primer lugar el contexto de aquel año electoral. No será sencillo: en esta época hay que pensar la complejidad socioeconómica como rizoma, en el sentido que Deleuze y Guattari le dan a ese término. Un rizoma es como un tallo subterráneo. Los bulbos, los tubérculos, son rizomas. “En sí mismo, el rizoma tiene formas muy diversas, desde su extensión superficial ramificada en todos los sentidos hasta sus concreciones en bulbos y tubérculos: cuando las ratas corren unas por encima de otras. En un rizoma hay lo mejor y lo peor: la patata y la grama, la mala hierba. Animal y planta, la grama es el crab-grass” (Deleuze y Guattari, 2002: 12-13).

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En el acontecer político constituye un rizoma el conjunto indeterminado de problemáticas (subterráneas, profundas, latentes y manifiestas) que se entrelazan y se indeterminan (salgan o no a la superficie), aún cuando en el imaginario popular no se registre así sino como una variedad de problemas que interactúan, es cierto, pero son causados por un factor general. Nadie ve claramente el rizoma sino un punto fijo de la enredadera: un origen imaginado, único, y hasta quizás ficticio. Así, en la percepción del público parece posible que el paro, los problemas de vivienda, de educación, de salud, de justicia o seguridad se encuentran, no originados en la crisis global sino como consecuencia de una mala administración o de hechos de corrupción. El mandato central entonces se referirá a esta cuestión obviando la causa original con su complejidad también de plantas, hierbas y ratas. En la simplificación causal del imaginario colectivo si se soluciona lo visible, la mala administración por ejemplo, todas las otras problemáticas se solucionan. Un mandato de esta clase constituye la demanda central del electorado que se inscribe muchas veces con un carácter casi mágico en la subjetividad colectiva. Si la mala administración es la causa de todos los males, en consecuencia, si se la resuelve, todo lo demás se ordena. Aquél que parezca en la percepción del conjunto como el más capacitado, el más honesto o el menos corrupto para llevar adelante ese mandato será el líder, el hombre o la mujer del momento. No parece haber distinción entre líderes considerados históricos, Alejandro Magno -sólo por dar un ejemplo-, y líderes organizacionales contemporáneos como, digamos, Bill Gates. Ambos exhiben condiciones muy especiales; anhelan -contra viento y marea- cumplir con su misión, cambiar la realidad, resolver las crisis que aparezcan. Para ello deben ser audaces, a veces temerarios, siempre astutos: “Así pues, necesitando un príncipe saber hacer buen uso de la bestia, debe entre todas secundar a la zorra y al león, porque el león no se defiende de las trampas, ni la zorra de los lobos. Requiere, por tanto, ser zorra para reconocer las trampas, y león para amedrentar a los lobos. Los que sólo hacen de león, no saben lo que hacen.” (Maquiavelo, 2011: 58). Dilts (2003) propone que para definir el liderazgo eficaz es necesario distinguir entre los conceptos de líder, liderazgo y liderar. Mientras que ‘líder’ se refiere a una función en un sistema concreto, posea o no la 30

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persona que desempeñe tal función cualidades de liderazgo o la capacidad de liderar, ‘liderazgo’ refiere a las habilidades de la persona y su capacidad para influir en otros. Por último, ‘liderar’ resulta de emplear la función y la capacidad de liderazgo de cada persona para influir en los otros. Son varios los atributos que se le exigen a un líder. “En mi opinión, los líderes están involucrados en el negocio de la creación de la realidad. Ellos confeccionan el mundo como quieren que este sea, con limitaciones, obviamente. Es lo que se denomina promulgación: el proceso mediante el cual un actor realiza una acción cuyo resultado transforma el mundo ante el que dicho actor responde posteriormente. El actor, que puede ser un líder, un director, un padre, un general, un estratega, un político, un entrenador o un ladrón, cambia el entorno, la situación, las percepciones, las reglas, los procesos, las ideas u otros conceptos similares. En todos los casos se requiere acción” (Kurke, 2004: 1). Un aspecto importante es dejar claro la distinción establecida por Nicholls (1988) entre metaliderazgo, macroliderazgo y microliderazgo. El metaliderazgo está relacionado con la visión del líder, el macroliderazgo tiene que ver con el descubrimiento del camino y construcción de cultura y el microliderazgo tiene que ver con el estilo de liderazgo. A partir de esta distinción, Dilts (2003) elabora los tres tipos de ‘ámbitoproblema’ del liderazgo, en relación con los componentes típicos de la situación de liderazgo, esto es: el líder, los otros, el objetivo y el sistema. El dominio de las habilidades de liderazgo incluye el manejo de las relaciones entre estos cuatro componentes así como las relaciones entre los tres niveles de ‘ámbito-problema’. Por ejemplo, si se aplicara en materia estrictamente política, en el nivel del metaliderazgo, el líder debe considerar la propia misión (1) con respecto al sistema global, su país (2), siempre más importante que el partido al que uno sirve y la comunidad en la que uno ha operado (3) en relación a la visión guía (4) que dirige dicho sistema y dicha comunidad. Algunos autores sugieren el establecimiento de una frontera entre grandes y pequeñas comunidades. En estas últimas, la lucha por el poder enfrenta sobre todo a individuos, líderes conocidos hasta en su intimidad, vecinos, y el mismo poder se encuentra débilmente organizado, correspondiendo más o menos a la distinción elemental entre gobernantes y gobernados. En las grandes comunidades, en los países, por el contrario, “la lucha política concierne tanto a categorías sociales y a 31

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grupos intermedios [que son los que suelen elegir a sus líderes para la competencia electoral] constituidos en el interior de la sociedad global; entonces el poder es una organización estructurada, jerarquizada” (Duverger, 1968: 12). Así, en los partidos políticos siempre se encuentran pequeños grupos o individuos cuya naturaleza política de autoridad no es discutible. Autoridad y liderazgo están absolutamente asociadas, si no etimológicamente, con certeza desde lo conceptual. Recordemos: autoridad viene de auctoritas, ésta a su vez proviene de la conjunción de dos palabras distintas: augere y auctor. Hanna Arendt (1956) en una extensa explicación adhiere al significado que le da a autoridad el primer término (augere), que clásicamente se entiende como origen de la autoridad y significa aumentar algo, hacer crecer. La materialización paradigmática de esto es lo que hacía el senado romano respecto de la fundación de la patria. Auctor (autor), por el contrario, significa crear, dar nacimiento a algo, inspirar, pero no es el término que prefiere Preterossi (2003) para definir a un líder: “Toda palabra pronunciada con autoridad determina un cambio en el mundo, crea algo; esta cualidad misteriosa es lo que augeo expresa, el poder que hace surgir las plantas, que da existencia a una ley. […] Es ese don reservado a pocos hombres de hacer surgir algo y -al pie de la letra- de ‘hacer existir’ […] Vemos que “aumentar” es un sentido secundario y débil de augeo” (Preterossi, 2003: 5-10). El líder entonces inspira a que se materialice su visión del mundo pero debe, además, sostener su ambición transformadora en quienes le siguen y creen -o dicen creer- en su discurso. En ese sentido, el liderazgo político es relacional “puesto que no puede haber un líder político sin seguidores” (Crespo et al, 2011: 96) y porque el líder, como es obvio, opera en un contexto determinado por múltiples factores. 4.1 El contexto Van Dijk desarrolla una teoría multidisciplinaria del contexto que incluye la psicología social, la sociología, la antropología y la política. Parte del hecho de que para interpretar plenamente el discurso es necesario comprenderlo en su contexto. De aquí que también sea esencial desarrollar una teoría multidisciplinaria del contexto como fundamento para la teoría del discurso, la interacción y la comunicación. 32

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Partimos de la ambigüedad del concepto de “contexto”. En el área del estudio del lenguaje y del discurso suele referirse al contexto verbal o cotexto, esto es, las palabras, las oraciones, los turnos o actos discursivos que anteceden o siguen dentro de un discurso o una conversación. Desde un enfoque sociopolítico, la noción de contexto refiere a la situación social de los hablantes en un momento dado o a la situación específica de un determinado fragmento de un discurso o un debate o una simple conversación; esto es, los aspectos no-verbales, sociales y situacionales de los eventos comunicativos. Esta segunda acepción es la que Van Dijk va a tener en cuenta para el desarrollo de su teoría. En resumen, “Mientras que una SITUACIÓN COMUNICATIVA es una parte empíricamente real del mundo real en la que existen un gran número de hechos que no tienen conexión SISTEMÁTICA con la expresión (bien como un objeto o como un acto), como la temperatura, la estatura del hablante o si crece la hierba, un contexto es una abstracción altamente idealizada de tal situación y contiene sólo aquellos hechos que determinan sistemáticamente la adecuación de las expresiones convencionales. Parte de tales contextos será por ejemplo los participantes del habla y sus estructuras internas (conocimiento, creencias, propósitos, intenciones), los actos mismos y sus estructuras, una caracterización espacio-temporal del contexto para localizarlo en algún mundo real posible, etcétera”.9 (Van Dijk, 1980: 272). Más adelante el autor define al contexto como una selección de las propiedades discursivamente relevantes de la situación comunicativa. Entiende que es necesario tener en cuenta que, aparte del discurso, existen otros aspectos semióticos de la interacción y de la comunicación que tienen sus propias restricciones contextuales. Por esta razón, Van Dijk restringe el concepto de contexto a aquellas propiedades de la situación comunicativa que son relevantes para el discurso, tanto en lo que respecta a los hablantes en su producción del discurso, como para los receptores, en su comprensión del mismo. Considera que una característica fundamental de los contextos es que -en tanto definidos como las propiedades relevantes de las situaciones sociales- no influyen en absoluto en el discurso. Esto significa que para él los aspectos de la situación social no determinan el discurso. No parece coincidir con otros 9

Mayúsculas en el original.

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pensadores al menos en ese aspecto. Para Hegel, en las circunstancias actuales del proceso histórico social, aunque el hombre de espíritu independiente se perciba sustancia esencial y se erija en adversario de la coerción colectiva, él también parece ser el producto más elaborado de la sociedad, ya que “debe su cristalización a las formas de la economía política, especialmente al mercado urbano” (Adorno, 1987: 148). De hecho, lo hemos analizado en las primeras páginas de esta ponencia, la situación de crisis ha determinado no solamente la acción política previa a las elecciones del 20N sino también los resultados de dicho acto y permitió delimitar también -en buena medida- las actitudes y conductas de los electores. Parece probable que la crisis fue la que posibilitó el desdibujamiento de la matriz conflictiva de lo social -como lo hemos puntualizado en los fragmentos iniciales de este párrafo- ocultando y despolitizando los efectos excluyentes del régimen económico, si bien, sólo cuando se consolida y se extienden estos efectos en toda la sociedad es cuando se abren espacios de exclusión de carácter mercantil. Este ocultamiento ideológico inicial, tanto de los gobernantes como de los gobernados, no es un dato menor: revela la importancia crucial del consumo (el consumismo) en tanto dispositivo de legitimación de la sociedad, por cuanto -resulta obvio- se privilegia fuertemente la seducción individualista mediante la revalorización del triunfo individual. Un texto clave de Castoriadis define el vínculo sociedad-individuo de la posmodernidad, aspecto ignorado por van Dijk pero esencial en cualquier análisis de contexto: “… emerge un nuevo tipo de individuo, definido por la avidez, la frustración, el conformismo generalizado (lo cual, en la esfera de la cultura, se llama pomposamente posmodernismo). Todo esto se ha materializado en estructuras pesadas: la carrera loca y potencialmente letal de la tecnociencia autonomizada, el onanismo consumista, televisivo y publicitario, la atomización de la sociedad, la rápida caducidad técnica y ‘moral’ de todos los ‘productos’’, ‘riquezas’ que, creciendo sin cesar, se escapan entre los dedos. Al parecer, el capitalismo por fin logró fabricar al tipo de individuo que le ‘corresponde’: perpetuamente distraído, saltando de un ‘placer’ a otro, sin memoria y sin proyecto, dispuesto a responder a todas las solicitudes de una maquinaria económica que destruye cada vez más la biósfera 34

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del planeta para producir ilusiones llamadas mercancías” (Castoriadis, 2005: 146). Para pensadores como Castoriadis, la globalización ha logrado modelar la mente del hombre posmoderno merced a un largo proceso destinado a preservar el sistema y la hegemonía de las élites gobernantes, lo que hace innecesarios y antipáticos en épocas eleccionarias los fraudes de un pasado no tan lejano, destinados a beneficiar a un individuo, sector o partido. Un presidente norteamericano, lo mismo que un primer ministro francés, español, británico, no representa a un segmento de la clase dominante, sino a la totalidad de la clase dominante en su conjunto, sea cual fuere su pertenencia partidaria: demócratas o republicanos, conservadores o socialistas. Estas transformaciones en el modo de ser de la soberanía del ser individual también se expresan a nivel planetario en el opacamiento de la vieja soberanía de los estados nacionales, en el desdibujamiento de las fronteras de los países, en el descentramiento y la desterritorialización del poder hegemónico en el mundo; en una palabra, en el surgimiento de lo que algunos autores han denominado la era del imperio financiero, como un complejo aparato de mando que funciona a la manera de redes que replantean los ejercicios del poder en todas las latitudes y rincones del planeta. No es tan punzante Van Dijk (1980) en sus apreciaciones acerca del mundo global y los efectos que éste tiene sobre las identidades nacionales pero acuerda en parte con lo descripto por Castoriadis: cuando sostiene que los contextos no son objetivos ni subjetivos sino que están instituidos a partir del imaginario social. Reconoce que una sociedad es creación del imaginario social instituyente. Aceptada esa postura, Van Dijk considera que igualmente se necesita una definición subjetiva de la situación social. Así pues -para él- un contexto es lo que los propios participantes de una situación social definen como relevante desde su subjetividad: destaca que la ventaja de su enfoque sociocognitivo del contexto es que las definiciones subjetivas que los participantes (candidatos o electores en nuestro caso) hagan acerca de la situación que viven son objetos cognitivos o representaciones mentales, no realidades objetivables. Ciertamente, la representación que el hablante se hace de la situación social es la que influye en el proceso cognitivo tanto de la producción

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como de la interpretación de los discursos. Analizar pues el habla (los discursos) de los candidatos del PP y el PSOE quizá nos permita descubrir aspectos insospechados del fenómeno electoral del 20N. 4.2 El debate previo El debate televisado de los candidatos del PP y el PSOE fue sin duda uno de los momentos más importantes del período preelectoral y tal vez el más emocionante: de hecho atrajo a una audiencia que si bien en su mayoría se orientaba hacia emisiones de carácter político contemplaba también, en buena medida, a sectores indiferentes a las propuestas de los candidatos. Este tipo de combate electoral siempre parece ser una oportunidad para los políticos que pueden demostrar su valía intelectual, su capacidad para resolver problemas y su dominio del lenguaje, utilizando de forma alternativa alusiones, ataques, evasivas y tácticas de persuasión de todo tipo. Tal vez por eso nos da la impresión de que un error garrafal en la comunicación o una actuación particularmente brillante de uno u otro aspirante al poder puede causar cambios significativos en la opinión pública. A pesar de que las investigaciones indican, en general, que los debates electorales poco cambian la elección de los votantes (Krauss, 1988: 126), consideramos que la exactitud de la lógica informal y de las falacias en el análisis del discurso político es incuestionable; varios trabajos sobre los procesos del lenguaje político muestran que la característica de este lenguaje son las falacias, a pesar de que no se identifiquen como tales. Para el análisis crítico de los discursos emitidos hemos consultado las obras de Murray Edelman (1960, 1964, 1971 y 1996). Señala este autor que en todo discurso político se utilizan falacias, aunque no las denomina así. Prefiere utilizar el término “mitos” o aceptar que las metáforas son inevitables en boca de los políticos porque así sus ideas resultan más potentes y seducen a los interlocutores (Edelman, 1960). Son las metáforas -afirma- aquellas formas lingüísticas necesarias para asimilar lo que no se comprende con claridad y hacen posible que los destinatarios de los mensajes encuentren las equivalencias con situaciones u objetos que les resultan familiares. “Mediante estas equivalencias, los rasgos o los elementos de las situaciones o los objetos que no conocemos adquieren sentido, al hacerlos equivalentes a los rasgos 36

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o elementos de las situaciones u objetos que sí conocemos” (Edelman, 1971: 67). Como la palabra falacia significa, ante todo, engaño, astucia y luego error de razonamiento, los dos significados (falacia y metáfora) a veces se fusionan: es cuando un error de lógica se vuelve un argumento falso y éticamente condenable. La definición de falacia en esta ponencia se aleja de aquella a la que hace referencia al aspecto engañoso del razonamiento; la cuestión de su validez ética o política no se tendrá en cuenta. Diremos que las falacias constituyen una forma de argumentación ligada a las estrategias lingüísticas de los candidatos pero no a sus ideas. Consideramos que forman parte de las argumentaciones periféricas y cumplen la función crucial de la política lingüística: crear significados, percepciones y generar confianza. Forman parte del discurso político basado en símbolos, generalizaciones, atajos, ataques y el recurso a sentimientos de todo tipo. Dada la breve extensión de esta ponencia sólo analizaremos puntualmente algunas pocas frases clave del debate entre Rajoy y Rubalcaba. RUBALCABA: “Me comprometo si soy presidente a buscar un acuerdo para el empleo [...], a reorientar nuestra economía [...] y a garantizar la sanidad de los españoles”. Esta frase pareciera ratificar la idea de Edelman (1996) acerca del escepticismo que genera una promesa cuando antes, en nuestro caso durante cuatro años de gobierno del PSOE, el problema concreto del paro y la economía española no pudo resolverse. A partir de expresiones como la de Rubalcaba es que Edelman (1996) interpreta que en todo debate televisivo la política se convierte en un espectáculo mediático que necesariamente termina siendo un proceso de mistificación que en lugar de revelar una intención resolutiva del candidato al problema planteado lo que expresa es que a cada momento sin mayor conciencia del lenguaje que utiliza, y de lo que sucede durante el debate, muestra los fracasos. RAJOY: “Le voy a decir que usted miente”. Los ataques directos entre ambos contendientes fueron constantes. Dedos acusadores, movimientos de incredulidad ante las afirmaciones del otro, caracterizaron el debate. Pero quizá ninguna frase fue tan fuerte como la del aspirante del PP: “Usted miente”. Frente al intento de Rubalcaba de aparecer como el portador de un discurso auténtico, Rajoy apeló al ataque personal, un tipo de táctica que debe ser comprendida 37

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tomando en cuenta el contexto de la campaña, aunque ahora resulte difícil juzgar hasta qué punto los discursos de los candidatos se adaptaron al estado de ánimo de una población encolerizada por las dificultades económicas. El ataque posiblemente le permitió a Rajoy identificarse con el público y apuntó a desestabilizar al candidato opositor. RUBALCABA: “Yo sé que la situación es muy complicada y no tengo la solución para todos los problemas”. Resulta difícil y temerario aseverar cómo actúa esta confesión en un televidente. Sólo nos suscita interrogantes. ¿Fue parte de una cualidad suya responder con honestidad que no todos los problemas de los españoles tienen solución? ¿Quiso significar que algunos sí (como el tema de la salud que se menciona en la frase anterior)? ¿Qué ocurre con un receptor poco avezado que escucha quizás por primera vez a un candidato político decir algo que puede considerar como una verdad cierta? ¿Le produce alguna emoción, un sentimiento de aceptación o de rechazo, algún efecto de tipo intelectual? ¿Decir en cierta forma una verdad es un índice de que ambos (emisor y receptor del mensaje) están capacitado para analizar con criterio la realidad? Algún efecto positivo, pese a la aparente negatividad que pueda implicar, ha de haber tenido esa expresión por cuanto las encuestas posteriores al debate si bien lo mostraron como “perdedor” no fueron en absoluto significativas: sólo unas décimas lo separaron del porcentaje a favor que obtuviera su oponente. El modelo de comunicación responde a un esquema posible que plantea Eliseo Verón (1971) donde el enunciador (Rubalcaba) presenta una “verdad objetiva” a su destinatario al que le atribuye el saber concerniente: es como si le hubiera dicho luego de esa afirmación: “en este contexto a ti no te puedo mentir”. RAJOY: “El gobierno del que usted formaba parte sirvió para empeorar las cosas y dejarlas mucho peor que el resto de los países europeos”. Puede afirmarse ante este ataque directo a la persona de Rubalcaba que en el lenguaje político la designación de una situación como problema social no resuelto tiene el mismo efecto performativo de asignar al candidato opositor la incapacidad de resolver dicho problema: “[...] el lenguaje empleado implica que se poseen los medios para tener la certeza de quién es peligroso, enfermo o inadecuado; [y, a la vez, que el enunciador] sabe cómo volverlos inofensivos, rehabilitarlos, o ambas 38

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cosas; y que sus procedimientos de diagnóstico y de tratamiento son tan especializados para el público lego como para que pueda comprenderlos o juzgarlos” (Edelman, 1974: 298). 5. A modo de conclusión Es obvio que la crisis con su secuela del desempleo, la pérdida de viviendas e inestabilidad económica es una construcción que adquiere durante un debate un carácter simbólico en el sentido que permite sintetizar significados. Por ejemplo, la mención del problema de la salud en España tiene el poder simbólico de negar otros, anteriores o por venir; es decir, la formación de una agenda de problemas busca apartar la atención de las situaciones que no se definieron en forma manifiesta como problemáticas. Que un problema social sea un símbolo quiere decir también que adquiere significados diversos según sea el político que lo mencione en su discurso. Edelman (1991: 19-46) cree que la exposición pública de situaciones como problemas tiene como principal efecto el de persuadir a los destinatarios acerca de que una persona que exterioriza esas problemáticas cuenta con la suficiente autoridad y poder para resolverlas. De eso trató el debate aunque podríamos considerar que en cuanto a comunicación política, de proyectos, de ideas o de fórmulas que acercaran resolución a los problemas planteados, no hubo exposición alguna. Si bien las palabras “Comunicar y Comunicación” aparecen en la lengua francesa en la segunda mitad del siglo XIV, su sentido básico, “communicare” es anterior, próximo al latín y significa “participar en común, poner en relación” (Winkin, 1984: 12). Participar en común es claramente un concepto político que no tiene réplica en una democracia y no es ajeno, en general, al resto de las innumerables definiciones sobre el término. El tiempo anexa a la idea de hacer algo en común el concepto de “transmitir”. Un ejemplo antiguo y que pone de relieve la multisignificación del vocablo es la cita que hace Winkin (1984) del diccionario de Furetièri (1690): el imán comunica su virtud al hierro. Lo anunciaba Aristóteles: comunicar virtud es lo que se espera de los políticos. No creemos que se haya producido ese extraordinario

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efecto en el debate si se visualizan los resultados y las encuestas que se realizaron a posteriori. Las premisas teóricas de la nueva comunicación (Birdwhistell y Bateson, 1984) sostienen que el receptor de un mensaje, con cada mensaje, procede a recibirlo con dos aspectos que forman parte de una misma moneda de dos caras: la denotación y la connotación del mensaje. La denotación por parte del receptor hace a los aspectos de la información, del objeto, de todo aquello que los sentidos son capaces de percibir. Refiere al sistema del significante. La connotación, establece los aspectos que no están implícitos en el mensaje y por lo tanto el receptor “capta” lo que “no está en forma evidente” pero si en la substancia, la subjetividad. Refiere al significado y por ende al sistema de la connotación. Los distintos conceptos utilizados por la nueva comunicación exploran las posibilidades de reconocer rápidamente situaciones de interacción, de participación comunicativa, modelos mentales y estilos de comunicación para encontrar el modo más eficaz de conducirse ante personas y situaciones dados objetivos concretos, por lo que resultan aplicables en virtualmente todas las áreas la actividad humana, siempre sobre la base de una apertura consciente al cambio del propio mapa de representación de la realidad que cada sujeto tiene en sí y manifiesta al expresarse. La comunicación, en términos de “comunicación interpersonal” (interacción), tiene un papel central en el abordaje de las nuevas teorías aplicadas a la acción política. No pocos fracasos políticos son producto de “fallas” en la comunicación. Creer que se ha sido claro al proponer una solución o un programa, no explicar por qué no se pudo cumplir con una promesa electoral, son cortocircuitos comunicativos usuales que impactan directa y negativamente en la opinión pública, y sobre todo obstaculizan e inhiben cualquier proceso de cambio e innovación que se intente. La psicología neurolingüística nos dice que “El significado de una comunicación es la respuesta que provoca. La intención que está detrás de una comunicación no es su significado” (Cudicio, 1992: 20). ¿Qué quiere decir esto? Que el responsable de una comunicación efectiva (que lo que se propone decir sea entendido por el interlocutor) es el emisor del mensaje. Es él, el emisor del mensaje, quien debe primero 40

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conocer y después considerar una serie de aspectos. Uno de ellos es el qué y el cómo de todo mensaje. El qué, lo que tengo para decir, y el cómo: qué medios utilizo para decirlo, qué forma. Generalmente los políticos le dan mucha importancia al qué del mensaje. Al parecer, se les impone la necesidad de comunicar una serie de novedades, incorporando una cantidad de información a través del lenguaje natural. Sin embargo, la comunicación es mucho más que las palabras que se emiten. Una investigación puntual (Mehrabian y Ferris, 1967: 248–252) ha demostrado que en una presentación ante un grupo de personas, el 55% del impacto viene determinado por el lenguaje corporal (postura, gestos y contacto visual), el 38% por el tono de la voz y sólo el 7% por el contenido de la presentación. Los porcentajes exactos varían de acuerdo a las diferentes situaciones pero, de forma muy clara, el lenguaje corporal y el tono marcan una enorme diferencia en el impacto y el significado de lo que se dice. Como puede deducirse rostros, manos y cuerpos, en política, son más efectivos, creíbles y trascendentes que las falacias lingüísticas.

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Los debates electorales en España y su influencia sobre el liderazgo Antonio Garrido Rubia Javier Sierra Rodríguez (España)

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1. Debates electorales: Interpretaciones, funciones y efectos Desde los primeros debates electorales televisados entre Nixon y Kennedy en 1960 se ha puesto de manifiesto la importancia de los debates electorales televisados como elementos que generan una gran atención del electorado y que provoca amplias audiencias (Kelley, 1962; Druckman, 2003; Sorensen, 2010). Sin embargo, en España los debates electorales televisados han sido más una excepción que una norma, a diferencia de otras democracias más establecidas, como la norteamericana, en la que desde hace más de cincuenta años constituyen una tradición. En concreto, se han celebrado cinco debates entre los candidatos a elecciones generales de los dos principales partidos, aunque sólo se han realizado en el marco de tres procesos electorales. Los primeros tuvieron lugar en 1993, con dos debates entre Felipe González y José María Aznar. Habría que esperar quince años para asistir a la segunda ronda de debates, dos en 2008 entre José Luís Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, y el último en 2011 entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. Una semejanza es que, en ambos casos, tanto en España como en Estados Unidos se produjo una pausa en la celebración de este tipo de acontecimientos políticos, que fueron recuperados en Estados Unidos en 1976 y en España en 2008 en lo que se refiere a las elecciones generales y desde 2007 en las elecciones autonómicas y locales (Schroeder, 2009: 79). Los debates cumplen distintas funciones en las campañas electorales. Desde una visión normativa pareciera haber un consenso muy sólido respecto al rol positivo de los debates en democracia. Así, no hay que olvidar la contribución que tienen los debates a las funciones que se atribuyen generalmente a las campañas electorales en su conjunto para la legitimación del sistema democrático, los partidos y las élites políticas (Moreno, 2010: 55). Los debates permiten a los votantes la posibilidad de observar cómo se desenvuelven sus líderes, especialmente en un contexto de gran atención pública por su mayor audiencia en comparación al resto de acciones de comunicación electoral y por el amplio volumen de información mediada que producen (Benoit y Harthcock, 1999; Benoit y Hansen, 2004). Desde esta perspectiva, constituyen una oportunidad para ver a los candidatos sin tanta edición en su propia imagen, en un formato más real y frente a situaciones de presión por parte de 45

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sus oponentes, del público o de los moderadores. Por eso constituyen eventos muy significativos en una campaña electoral, porque ofrecen la oportunidad de ver a los principales candidatos cara a cara discutiendo sobre los mismos tópicos. Los debates en la campaña electoral enfocan la atención de la audiencia, identifican asuntos e invitan a la deliberación y se convierten en un conflicto dramático, limitado a un tiempo breve, para responder a una audiencia. Sin embargo, todo debate es, por antonomasia, una oportunidad para defender la postura propia y rebatir la del oponente adoptando una posición de campaña negativa. La comunicación negativa lo que persigue, principalmente, no es tanto persuadir a los votantes para que cambien su voto como disminuir la participación de los votantes del candidato contrario. En consecuencia, algunos de sus críticos apuntan a que provocan una disminución de la participación electoral (Kamber, 1997; Kenney, 1999; Jackson et al., 2009). Con ello se plantea la discusión acerca de si el uso de determinadas técnicas durante la campaña electoral no vulnera el fundamento de una de las funciones de las campañas electorales: la participación electoral y, por ende, el reforzamiento del compromiso cívico. También se ha relacionado el análisis de los debates con la teoría de la agenda setting y la competición para atraer la atención de los medios hacia aquellos temas que se desean tratar (Benoit, Hansen y Verser, 2003; Boydstun, Philips y Glazier, 2010). Su influencia se fija desde el primer momento en el que se anuncia su celebración, estableciendo un escenario en el que los partidos compiten por “colocar” sus temas en la agenda mediática y pública, de manera que sean los principalmente abordados en el debate. Pero este alcance no se limita a la celebración del propio debate, sino que abarca con posterioridad a la extensión en la discusión pública de los temas que han predominado en el debate electoral. Por supuesto, sin olvidar la clásica función de los debates de informar a los ciudadanos sobre los partidos, los candidatos y sus posiciones políticas con carácter general (Abramowitz, 1978; Lemert, 1993; Blais y Perrella, 2008). Asimismo, se ha especulado sobre la influencia que poseen en la orientación en el voto, relacionando sus efectos con aquellas campañas que giran en relación al liderazgo de los candidatos. Desde otras perspectivas, se ha estudiado la mecánica interna de la organización de 46

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los debates, la metodología y validez de las mediciones de sus efectos y la consideración de su influencia más allá del mero debate, extendiéndola desde el anuncio de su celebración hasta la valoración posterior que se hace del mismo. En este sentido, el conventional wisdom de los estudios considera comúnmente que los debates electorales son elementos centrales de las campañas por la amplia atención que generan y la posibilidad de cambiar la orientación del voto, aunque la intensidad de su influencia en el comportamiento electoral está por precisar científicamente. La función principal que se atribuye a los debates desde el punto de vista de la decisión de voto es la de “refuerzo” del electorado y de un mayor conocimiento de los candidatos, al margen de la incidencia o el impacto que puedan tener en el electorado indeciso. Esta influencia o efecto, sin lugar a dudas, está estrechamente vinculada a las previas expectativas de voto y a la competitividad del sistema de partidos. Así, algunas investigaciones sobre los primeros debates celebrados en 1993 planteaban que sus efectos sobre el comportamiento electoral son más relevantes cuanto más competitivas y disputadas estén las elecciones antes del mismo (Lledó, 2001: 164). Puesto que se presume que su influencia en la decisión de voto es leve, sólo si están muy igualadas las posiciones de los contendientes, puede existir una mayor influencia en el comportamiento electoral de los debates, por cuanto pueden convertirse en decisivos. Las consecuencias potenciales para el candidato que se considere “ganador” según las lecturas posteriores pueden ser importantes en dicho contexto, siempre y cuando la consideración de “ganador” sea muy clara o cuando los medios de comunicación en sus posteriores juicios vayan al unísono respecto al “vencedor” de un debate, en lugar de mantener una mayor disparidad de opiniones al respecto (Luengo, 2011: 92-93; Luengo y Marin, 2009). Sin embargo, la consideración del ganador parece ser solamente un efecto agregado de las preferencias previas de los electores (Sierra, 2012) y además, a su vez pueden estar distorsionadas por los análisis de la prensa y los medios de comunicación, dado que los partidos suelen desarrollar el correspondiente “spin”, consistente en fijar la agenda posterior de los medios de comunicación e influir en la interpretación que estos realizan sobre el debate electoral, con la idea de ganar también “el debate sobre el debate” (Schroeder, 2008: 252-260; Tuman, 2008: 155-159). 47

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2. La percepción selectiva y resultado del debate en las encuestas del CIS El análisis de la percepción selectiva en la consideración del ganador del debate es uno de los principales aspectos que se abordan en este capítulo, por lo que es necesario tener una referencia sobre los datos de los sondeos realizados tras las elecciones que indican quién fue el candidato “más convincente” de cada debate. En el debate de 2011 y según la encuesta post-electoral de CIS, el 39,6% de los entrevistados consideraba como ganador a Mariano Rajoy, frente al 23,4% que mencionaba a Alfredo Pérez Rubalcaba, mientras que un 5,4% pensaba que ambos habían sido igual de convincentes y un 24,4% que no lo había sido ninguno de los dos. En los anteriores comicios de 2008 la encuesta postelectoral del CIS preguntaba por el candidato más convincente en los dos debates conjuntamente y el 53,3% señalaba a José Luís Rodríguez Zapatero, mientras que un 21,5% lo hacía a Mariano Rajoy. El resto de porcentajes se repartía entre quienes consideraban a ambos por igual (6,9%), a ninguno de los dos (15,8%) o NS/NC (2,5%). Tabla 1. Percepción sobre el candidato más convincente en el debate. Datos globales y según intención de voto (%). Debate 2011 Intención de voto Percepción (fase del ganador pre-electoral) PSOE PP Alfredo Pérez Rubalcaba 60,5 4,5 Mariano Rajoy Los dos por igual Ninguno de los dos N.S. N.C. Total

Debates 2008 Percepción del ganador

Todos

23,4

12,4

75,9

39,6

5,0

3,7

5,4

17,2

11,6

24,4

4,6 0,4 100,0

4,2 0,1 100,0

6,5 0,7 100,0

José Luís Rodríguez Zapatero Mariano Rajoy Los dos por igual Ninguno de los dos N.S. N.C. Total

Intención de voto (fase pre-electoral)

Todos

PSOE

PP

86,7

12,5

53,3

3,0

66,1

21,5

2,8

7,2

6,9

6,4

11,5

15,8

1,0 0,1 100,0

1,5 1,2 100,0

1,6 0,9 100

Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.708 y 7.711 elecciones generales de 2008 y 2011

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Debate, Ganador y Voto: Análisis de los Debates Electorales por Televisión en España

Los datos de la encuesta del CIS en función de la intención de voto en la fase pre-electoral, muestran claramente cómo parece existir una relación entre la intención de voto y la percepción del ganador. Por tanto, se sustenta que distintas variables como la valoración del líder, la intención de voto o la identificación partidista pueden explicar la percepción del resultado del debate, lo que supone que el juicio sobre el ganador está fuertemente influenciado por las actitudes y preferencias preexistentes (Festinger, 1957; Gerber y Green, 1999; Yawn y Betty, 2000; Lledó, 2001; Reinemann y Maurer, 2005; Luengo, 2011). Cada elector, en función de esta “percepción selectiva”, tiende a considerar como ganador al candidato preferido o de su partido y, por tanto, lo más probable es que aquel que se corresponda con el mayor porcentaje de electores que muestran unas predisposiciones claras antes de las elecciones quedará reflejado como ganador en las encuestas (Sierra, 2012). 2.1 Percepción selectiva según la preferencia por un partido. Existen actitudes hacia los partidos en las que se observa una clara influencia en la consideración del candidato “más convincente” en los debates. Para analizar esta influencia se observan algunas preguntas de la encuesta panel del CIS en su fase pre-electoral como el partido al que votaría si las elecciones se celebrasen al día siguiente, el partido por el que siente simpatía o el partido que le gustaría que ganase. En función de la opción elegida, PSOE o PP, obtenemos dos subpoblaciones y a través de ellas analizamos el porcentaje de encuestados de cada población que considera más convincente a cada candidato. Todos los datos llevan a observar que en función del partido preferido, por el que el encuestado muestra simpatía o el que le gustaría que ganase, se señala con mayor intensidad al respectivo candidato de ese mismo partido como más convincente en detrimento del candidato del partido opositor. Si bien los porcentajes son más abultados a favor de la actuación de Rajoy en el debate entre los que muestran predilección por el PP, el hecho diferencial radica en la distancia entre un candidato u otro con el denominador común de que siempre es mucho más señalado el que corresponde al partido preferido.

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Tabla 2. Distribución de encuestados que señalan a cada candidato como más convincente en el debate electoral según diversas variables de la encuesta pre-electoral (%). Candidato “más convincente” en el debate Alfredo Pérez Rubalcaba Mariano Rajoy Candidato “más convincente” en el debate Alfredo Pérez Rubalcaba Mariano Rajoy Candidato “más convincente” en el debate Alfredo Pérez Rubalcaba Mariano Rajoy

Partido por el que muestra intención de voto PSOE PP 60,5 4,5 12,4 75,9 Partido por el que muestra simpatía PSOE PP 52,0 3,7 16,8 77,9 Partido que le gustaría que ganase PSOE PP 56,7 5,2 12,0 74,2

Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

2.2 Percepción selectiva según recuerdo de voto. Teniendo en cuenta que habitualmente se ha considerado el recuerdo de voto como un indicador parcial de la identificación partidista, se pueden extraer los datos en función de esta variable. Así, se observa que entre quienes votaron al PP en 2008 hay un porcentaje alto de quienes consideran ganador a Rajoy (78,6%), mientras que entre quienes votaron al PSOE en 2008 el porcentaje de los que señalan a Rubalcaba como ganador es del 44,4%, siendo el más bajo de los extraídos hasta ahora entre los segmentos considerados partidarios del PSOE. Esto concuerda con los resultados electorales y las explicaciones que hasta la fecha se han dado sobre los motivos de la victoria popular en 2011, de modo que los votantes del PSOE de 2008 han tenido unas trayectorias de voto diferenciado en 2011 y por tanto dentro de ese conjunto de votantes del PSOE existe una proporción indeterminada de electores que tendrían otras preferencias previas ante los últimos comicios y por tanto no percibían a Rubalcaba tan positivamente, de ahí que resulte en ese segmento, a priori socialista, el menor porcentaje de los que señalan al candidato del PSOE como “más convincente”. En el caso del recuerdo de 50

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voto respecto a las elecciones autonómicas de 2011 los resultados sobre Mariano Rajoy son similares (77,2% de los votantes del PP), mientras que en el caso de los votantes del PSOE sube al 50,4% el porcentaje de los que consideran vencedor a Alfredo Pérez Rubalcaba. Tabla 3. Distribución de encuestados que señalan a cada candidato como más convincente en el debate electoral según recuerdo de voto en 2011 y en 2008 (%). Candidato “más convincente” en el debate Alfredo Pérez Rubalcaba Mariano Rajoy

Recuerdo de voto 2011 (autonómicas) PP PSOE 3,3 50,4 77,2 17,8

Recuerdo de voto en 2008 (generales) PP PSOE 2,5 44,4 78,6 20,9

Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

2.3 Intensidad de las preferencias partidistas. Para mantener la tesis de que la percepción del ganador es un mero reflejo de las actitudes previas, se tendría que poder medir de forma diferenciada a los votantes en función de la intensidad de sus preferencias partidistas previas. Ante la escasez de preguntas adecuadas, se utilizaba como variable para una aproximación a la intensidad de las preferencias partidistas la probabilidad de votar a cada partido. Al examinar los datos relativos a la probabilidad de votar al PSOE, éstos muestran una correlación con la percepción del ganador en la línea de lo esperado, de manera que a mayor probabilidad de votar al PSOE se encuentran las proporciones más altas de los que consideran como ganador a Rubalcaba, llegando al 65% entre quienes señalan que con toda seguridad le votaría siempre. Este porcentaje es el más alto de los observados, lo que lleva a pensar que es la variable que mejor corrobora que la realidad política se observa en función del partidismo, pero solo funciona en sentido positivo, porque a la inversa, a menor probabilidad de votar al PSOE, el crecimiento de quienes señalan al oponente no llega a ser tan alto como otros obtenidos según otras actitudes previas.

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Gráfico 1. Candidato más convincente en el debate según la probabilidad de votar al PSOE (%).

Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

Gráfico 2. Candidato más convincente en el debate según la probabilidad de votar al PP (%).

Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

Considerando los datos de la probabilidad de votar al PP se vuelve a reflejar que, según crece dicha probabilidad, aumenta la valoración de Rajoy como contendiente más “convincente”, llegando al 81,4% entre quienes afirman que votarían siempre al PP y arrojando el porcentaje más bajo 52

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de los que creen que fue más convincente Rubalcaba (2,7%). De nuevo se observa que, en sentido inverso, no funciona del mismo modo porque en el caso de quienes “no votarían nunca” al PP el porcentaje de los que valoran a Rubalcaba como vencedor llega al 41,5%, siendo de los más bajos de los analizados hasta ahora para un segmento poco proclive al PP. Así, una alta intensidad de las preferencias condiciona el modo de ver la realidad en el mismo sentido, sin embargo una baja intensidad en las preferencias, no quiere decir necesariamente que se oriente en sentido contrario, ya que puede estar relacionada con la neutralidad del electorado o su desafección política. La interpretación de estos datos parece sugerir que las preferencias partidistas y la intensidad de las mismas funcionan como un buen mecanismo de interpretación de la realidad, y que a mayor partidismo, mayores posibilidades hay de ver la realidad política según los discursos que dictan los partidos y sus líderes. Además, de los datos se extrae que la animadversión a votar a un partido determinado, no conlleva necesariamente que se prefiera al candidato contrario, lo que nos sugiere que dentro del conglomerado de electores que no votarían nunca a un partido determinado, no necesariamente se esconden los partidarios del principal partido rival en términos del bipartidismo (PP o PSOE), sino los de terceros partidos que también observan el debate y muestran sus preferencias. 2.4 Posicionamiento en la escala ideológica. El posicionamiento ideológico nos ofrece un panorama coherente a lo mantenido hasta ahora, de manera que según avanzamos hacia la izquierda crece el porcentaje favorable a Pérez Rubalcaba como ganador y decrece el correspondiente a Mariano Rajoy. En sentido contrario sucede la pauta inversa, si bien tiene la excepción correspondiente a la “extrema derecha” que refleja una menor intensidad entre quienes dan como ganador a Rajoy, pero siguen siendo datos coherentes e incluso porcentajes más amplios que en el extremo contrario, puesto que el 75,3% de los votantes ubicados en la extrema derecha dan como vencedor a Rajoy (un 3,2% a Pérez Rubalcaba) y un 50,2% de la extrema izquierda señalan como ganador al candidato socialista (un 8,2% a Rajoy).

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A la vista de los datos segmentados según el posicionamiento en la escala ideológica, se podría mantener que la misma sigue una lógica similar al recuerdo de voto o la simpatía. El porcentaje de quienes señalan a Rajoy alcanza su máximo (88,5%) en el espectro de la derecha, mientras que en el caso de la izquierda el porcentaje más alto que consigue es del 50,2%, notablemente inferior, de manera que la pauta corroborada por los resultados electorales llevaría a sostener que las consecuencias del desencanto con el Gobierno socialista se habrían proyectado en la percepción de sus candidatos, incluso entre los votantes de su mismo espectro ideológico. Tabla 4. Candidato más convincente en el debate según el posicionamiento en la escala ideológica (%). Autoposicionamiento en la escala ideológica Candidato “más convincente” Extrema Extrema 2 3 4 5 6 7 8 9 en el debate izquierda derecha Alfredo Pérez Rubalcaba 50,2 38,2 39,3 40,7 20,7 6,7 3,4 5,7 2,6 3,2 Mariano Rajoy 8,2 12,2 16,4 20,1 38,5 63,8 74,5 76,5 88,5 75,3 Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

2.5 Variables relacionadas con los candidatos. En el caso de las variables relacionadas con los candidatos se toma como referencia la valoración de los candidatos y la confianza que inspira cada uno de ellos. En ambos casos se detecta la misma pauta: a mayor valoración o confianza que inspira un candidato, mayor es el porcentaje de electores que lo señalan como “ganador” del debate; por el contrario, a menor valoración o confianza, mayor es la proporción de aquellos que señalan al rival en el debate como “ganador”. En los extremos el porcentaje de aquellos que valoran con un 10 a Alfredo Pérez Rubalcaba es del 65,5%, mientras que en el caso de Mariano Rajoy alcanza hasta el 82,1%. Por lo que respecta a la confianza, entre aquellos a quienes inspira “mucha” o “bastante” confianza Rubalcaba consideran que fue el candidato más convincente en porcentajes del 68,5% y 46,2% respectivamente, mientras que en el caso de Rajoy son muy superiores, el 82% y 75,8% respectivamente. Por último, se exponen los datos sobre la percepción del “ganador” en función del candidato que los electores prefieren como presidente 54

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del Gobierno, alcanzando el 48% entre los que prefieren a Alfredo Pérez Rubalcaba y el 71,5% entre los que señalan su preferencia por Mariano Rajoy. Tabla 5. Candidato más convincente en el debate según su valoración en una escala de 0 a 10 (%). Candidato “ganador”

Valoración de Alfredo Pérez Rubalcaba Muy mal

1

2

3

4

5,1

6,6

5

6

7

8

9

Muy bien

Alfredo Pérez Rubalcaba Mariano Rajoy

4,2

7,4

11,0 19,1 32,5 39,8 50,3 52,7

65,5

68,8

14,0

Candidato “ganador”

61,3 54,8 51,2 41,3 36,8 29,4 22,8 22,2 19,5 Valoración de Mariano Rajoy

Muy mal

Alfredo Pérez Rubalcaba Mariano Rajoy

1

2

3

4

5

6

41,2

37,5 36,2 36,3 31,4 21,3 12,6

9,9

8,7

7

8

9

Muy bien

8,3

8,1

4,9

5,1

16,6 20,8 22,5 40,0 56,9 67,2 74,5 82,1

85,8

Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

Tabla 6. Candidato más convincente en el debate según la confianza que inspira y la preferencia como presidente del Gobierno (%). Respecto a Mariano Rajoy Mucha Bastante Poca Ninguna confianza confianza confianza confianza Alfredo Pérez Rubalcaba 5,3 5,0 21,6 39,4 Mariano Rajoy 82,0 75,8 37,4 12,8 Respecto a Alfredo Pérez Rubalcaba Percepción de Mucha Bastante Poca Ninguna ganador del debate confianza confianza confianza confianza Alfredo Pérez Rubalcaba 68,5 46,2 17,1 5,8 Mariano Rajoy 10,1 19,6 39,7 59,2 Preferencia como Presidente del Gobierno Percepción de Alfredo Pérez Mariano Le es Ninguno ganador del debate Rubalcaba Rajoy indiferente de los dos Alfredo Pérez Rubalcaba 48,0 4,4 10,5 12,5 Mariano Rajoy 14,2 71,5 27,4 18,9 Percepción de ganador del debate

Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

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3. La influencia de las preferencias previas en las percepciones sobre el “ganador” del debate: Modelos alternativos Algunos estudios a mediados del siglo pasado (Campbell et al., 1960) enfatizaron en la identificación partidista como una vinculación psicológica a largo plazo hacia un partido político determinado que supone “un tamiz perceptivo a través del cual el individuo tiende a ver lo que le es favorable para su orientación partidaria”, de manera que “cuanto más fuerte es el vínculo partidario, más exagerado es el proceso de selección y perpetua la distorsión” (Campbell 1960:133). Este vínculo no es óbice para que, a corto plazo, el individuo pueda alejarse de su inclinación o predisposición natural, adquirida a través de la socialización política en una edad temprana, pero el individuo tenderá a volver al camino marcado por su “lazo” afectivo con dicho partido y, de hecho, su visión sobre la realidad política estaría influenciada por él. Abramson (1987: 93) describe las funciones de la identificación partidista, en el sentido expuesto en The American Voter, y la define como “formación de opiniones”, lo que supone que para captar su verdadera influencia habría que observar no solamente la dirección de la identificación partidista, sino también la fuerza o intensidad de la misma. Así es posible prever situaciones en las que los electores pueden predeterminar sus opiniones en función de su identificación partidista, lo que aparentemente parece suceder con la percepción del “ganador” o “perdedor” de los debates. Por supuesto, desde que se propuso la identificación partidista como modelo explicativo del voto, han existido numerosas críticas a su aplicación en Europa (Thomassen, 1976) y también en España (Rico, 2009), por mostrar un comportamiento menos estable, por no existir un bipartidismo tan perfecto como en Estados Unidos o por la propia naturaleza de los sistemas parlamentarios europeos. De ahí, que se haya tendido a hacer asociaciones del modelo de la identificación partidista con la identificación ideológica. No obstante, se argumenta que en los sistemas parlamentarios, la identificación partidista y el voto es más difícil de distinguir porque hay una mayor correlación entre ambos, en contraposición con las democracias presidencialistas en las que las características de los candidatos y la marca “candidato” son el factor que origina una mayor desviación en el voto respecto a 56

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la identificación previa que los votantes poseen antes de los comicios (Thomassen y Rosema, 2009). Si tomamos como referencia la alusión a las características de los candidatos como el factor que más desvía el voto respecto a la identificación partidista en distintas democracias, como en el caso estadounidense, podemos plantear que ante los debates electorales, previsiblemente afectarán las actitudes hacia los candidatos y no sólo las actitudes previas hacia los partidos. Esto es así porque las propias características de un debate electoral, un cara a cara entre los dos principales líderes de los partidos, adoptan o simulan el modelo americano en el que solo uno es el vencedor y el espacio acotado a los líderes otorga una visión bipartidista del debate, en el que los candidatos o líderes son el elemento primordial y juegan un rol superlativo, relegando incluso a sus propias formaciones políticas. De este modo, se plantea que la percepción sobre el ganador o perdedor proviene de una atención selectiva de los individuos a su vez predeterminada por sus posiciones previas y actitudes ante los partidos y los candidatos. Pero, si los individuos que observan los debates electorales ya vienen condicionados por sus preferencias previas ¿sirven los debates para algo? ¿hasta qué punto es verdad que condicionan las preferencias previas? ¿qué variables son las que tienen una relación más nítida al respecto? En el caso de las elecciones generales de 2011 y el “cara a cara” entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba, era posible comprobar a través de las encuestas panel del CIS1 cuáles son los tipos de variables más relacionadas con la tesis que apoyan la influencia de las preferencias previas sobre la percepción sobre el ganador o perdedor. Para comprobarlo, se desarrollaron inicialmente dos modelos de regresión logística binaria cuya variable dependiente era el equivalente a la percepción del ganador del debate (candidato más convincente). En la construcción de los modelos se siguió la línea de investigación planteada por Lledó (2001), que apuntaba como factores relevantes o predictores de la percepción de “ganador” a las variables de la identificación/proximidad con los partidos, la evaluación previa de los líderes y la intención de voto.

1

Estudio CIS núm. 2.915 pre-electoral y 2.920 post-electoral elecciones generales 2012.

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Por ello se formularon dos modelos, uno a partir de las variables relativas a la vinculación partidaria2 y otro con las correspondientes a los candidatos.3 La idea inicial era comprobar si las variables relacionadas con el partidismo o con los candidatos eran las que más influyen en la percepción del ganador. De los diversos análisis realizados, cuya descripción metodológica pormenorizada y desarrollo de los modelos consta en obras anteriores (Sierra, 2012; Garrido y Sierra, 2013b), se extraía que las variables relativas a los partidos originaban un modelo con un mayor ajuste y capacidad predictiva, aunque el correspondiente a las variables de los candidatos explicaba un mayor número de casos. Tabla 7. Principales indicadores de calidad de los modelos analizados. Indicador Pred. Correctas globales % Pred. Correctas % Pseudo R2 (Nagelkerke) N

Partidos 90,6 90,5 0,714 1.544

Candidatos 87 83,2 0,651 2.299

Fuente: elaboración propia

En un paso más en la búsqueda de las principales preferencias que influyen en la percepción del ganador, se intentaba crear un modelo integrado con ambos tipos de variables. En este modelo “integrado” quedaban la “intención de voto”, así como el “posicionamiento ideológico”, como variables relacionadas con los partidos, y el “candidato más valorado”, dentro del grupo de las variables relacionadas con el candidato. El modelo obtenía una capacidad predictiva satisfactoria en el 91,5% de los casos, correspondiendo a un 91,1% en el caso de señalar como candidato más convincente a Mariano Rajoy y un 92,2% a Alfredo Pérez Rubalcaba. En lo que respecta a las variables explicativas, las tres presentaban un efecto positivo de señalar a Rajoy como vencedor del debate. La intención de voto es la que mayor fuerza explicativa 2

Inicialmente este modelo incluía variables como el recuerdo de voto en las elecciones generales de 2008, el recuerdo de voto de las elecciones autonómicas de 2011, la simpatía y cercanía a partidos, la preferencia de victoria , la probabilidad de voto, la proximidad ideológica y la intención de voto. 3 Las variables que contemplaba eran: confianza en el candidato, valoración del candidato y preferencia como presidente del Gobierno.

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Debate, Ganador y Voto: Análisis de los Debates Electorales por Televisión en España

demostraba, seguida de la valoración de los candidatos y de la proximidad ideológica. Tabla 8 Modelo integrado de variables relacionadas con partidos y candidatos. Variables independientes B Intención de voto 2,504*** Proximidad ideológica 1,291*** Candidato más valorado 1,765*** Constante -1,898*** Pred. Correctas globales % 91,5 Pred. Correctas % 91,1 0,752 Pseudo R2 (Nagelkerke) N 1.393 Estimación logística: *** p