February 10, 2019
In the Gospel of St. Luke, Jesus calls Simon Peter, the fisherman, in the first place. Something similar happens in the first reading as God calls prophet Isaiah: Confronted with the holiness of the Lord, both Peter and Isaiah are overwhelmed by a sense of their own sinfulness and inadequacy. Yet each experiences the Lord’s forgiveness and is sent to preach the good news of His mercy to the world. Today’s scene from Isaiah is recalled in every Mass. Before reading the Gospel, the priest silently asks God to cleanse his lips that he might worthily proclaim His Word. In the Old Testament, humanity was unfit for the divine presence and as such no man could stand in God’s presence and live. But in Jesus, we’re made able to speak with Him face-to-face, to taste His Word on our tongue. No one is “fit to be called an apostle,” St. Paul recognizes in today’s second reading and by “the grace of God,” the persecutor of the Church is lifted up for the Lord’s service. God’s Word comes to us as it came to Peter, Paul, Isaiah, as a personal call to leave everything to follow Him, to surrender our weaknesses to him that we may be filled with His strength. Simon put out into deep waters even though, as a professional fisherman, he knew it would be foolhardy to expect to catch anything. In humbling himself before the Lord’s command, he was exalted, his nets filled to overflowing. Jesus has made us worthy to receive Him in the company of angels in God’s holy Temple. On our knees like St. Peter, with humility, let us thank Him with all our hearts and join in the unending hymn that Isaiah heard around God’s altar: “Holy, holy, holy.”
Fr. Michael Jeeva Antony
En el Evangelio de San Lucas, Jesús llama a Simón Pedro, el pescador, en primer lugar. Algo similar sucede en la primera lectura como Dios llama al profeta Isaías: confrontado con la santidad del Señor, tanto Pedro como Isaías están abrumados por un sentido de su propia pecaminosidad e insuficiencia. Sin embargo, cada uno experimenta el perdón del Señor y es enviado a predicar la buena nueva de su misericordia al mundo. La escena de hoy de Isaías es recordada en cada Misa. Antes de leer el Evangelio, el sacerdote silenciosamente le pide a Dios que limpie sus labios para que pueda proclamar dignamente su palabra. En el Antiguo Testamento, la humanidad no era apta para la presencia divina y, como tal, ningún hombre podía pararse en la presencia de Dios y vivir. Pero en Jesús, somos capaces de hablar con él cara a cara, de probar su palabra en nuestra lengua. Nadie es "apto para ser llamado apóstol", San Pablo reconoce en la segunda lectura de hoy y por "la gracia de Dios", el perseguidor de la iglesia es levantado para el servicio del Señor. La palabra de Dios viene a nosotros como vino a Pedro, Pablo, Isaías, como una llamada personal para dejarlo todo para seguirlo, para entregarle nuestras debilidades para que podamos estar llenos de su fuerza. Simon se puso en aguas profundas, aunque, como pescador profesional, sabía que sería infalible esperar coger cualquier cosa. Al humilse a sí mismo ante el mandamiento del Señor, fue exaltado, sus redes se llenaron de desbordamientos. Jesús nos ha hecho dignos de recibirlo en compañía de Ángeles en el santo templo de Dios. De rodillas como San Pedro, con humildad, agradezca a él con todo nuestro corazón y únase al himno interminable que Isaías oyó alrededor del altar de Dios: "Santo, Santo, Santo."
Padre Miguel Jeeva Antony