| Manuel Pedroza Ortíz |

on las 11 de la noche y Jacobo duerme abrazando a. Bartolomé, un lánguido y descolorido peluche relleno con retazos de tela y dos ojos formados por ...
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| Manuel Pedroza Ortíz |

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Suma Cultural

on las 11 de la noche y Jacobo duerme abrazando a Bartolomé, un lánguido y descolorido peluche relleno con retazos de tela y dos ojos formados por botones, que su madre confeccionó y le dio como regalo por haber cumplido sus primeros ocho años de vida. La noche parece desprenderse alejándose de lo que en su momento fue un largo día; mientras tanto, las nubes esconden una luna esquiva que no desea ser observada y las estrellas están ausentes. Algo poco alentador para todo aquel que se atreva a convertirse en caminante nocturno.

S

Jacobo, empezaba a soñar con montañas, ríos y con una carta que escribiría a mano para su madre al día siguiente, cuando de pronto, encerrado en su sueño llegó a sus oídos un revoltijo de gritos, bullicio y lo que asemejaba a una descarga de gotas de lluvia sobre un tejado metálico, provocando que el niño diera un brinco quedando sentado en la cama. Había escuchado historias -contadas por su madre-, de hombres vestidos de negro, sombrero ancho y abrigo frondoso que iban noche tras noche capturando con sus varitas mágicas las estrellas que aparecían en el cielo, para disfrutar de su belleza eternamente y de un niño valiente que los enfrentaba y derrotaba con su espada luminosa. Hoy era una de esas noches. Pero esta vez no había hombres vestidos de negro, sino seres convertidos en oscuridad; no llevaban abrigo ni varitas mágicas, sino artefactos cargados de injustas razones para hacer daño y no existía espada alguna que contrarrestara la maldad encubierta por sus ojos que apenas se distinguía ante la luz. Jacobo veía cómo en cuestión de minutos su madre y su padre empacaban todas sus pertenencias con gran premura; apenas un pequeño momento tuvo para agarrar a Bartolomé de un brazo y salir de su casa sin comprender lo que ocurría. Para él todo era una gran confusión, cuando su madre mirándolo a los ojos y brindándole una tímida sonrisa -a lo mejor muy dentro de sí misma, generando un respiro de serenidad-, vio hacia el cielo y le dijo: “No tengas miedo hijo; ¿ves que el firmamento ahora está iluminado?, es porque las estrellas han escapado para iluminarnos esta noche y los hombres vestidos de negro han salido a buscarlas”… Suma Cultural

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