Zorros y puercoespines: ¿a qué futurólogo conviene

24 mar. 2013 - ÁLTER ECO larry David, el guionista de Se- infeld y el creador y protago- nista de la serie humorística. Curve Your Enthusiasm, la tiene cla-.
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economía | 3

| Domingo 24 De marzo De 2013

página tres

la semana que pasó

lunes

Aumentaron el recargo para viajar

En el contexto de un creciente déficit de la balanza de dólares del sector del turismo, la AFIP aumentó el recargo a cuenta de Ganancias o Bienes Personales de 15 a 20%, para gastos hechos en el exterior y lo generalizó a las compras en pesos realizadas desde el país. Además, comenzó a exigirl a las agencias de turismo que pidan datos personales a sus clientes.

miércoles

Descongelamiento de precios

El secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, inició la ronda de reuniones con los principales fabricantes de alimentos y bebidas, y otorgó las primeras subas del año (que rondarían el 6%). Los aumentos, sin embargo, serán escalonados según el tipo de artículo y la marca, y entrarán en vigor en la primera quincena de mayo.

ÁLTER ECO Sebastián Campanario PArA LA nACIon

Zorros y puercoespines: ¿a qué futurólogo conviene creerle? l

arry David, el guionista de Seinfeld y el creador y protagonista de la serie humorística Curve Your Enthusiasm, la tiene clara: los pronosticadores del tiempo se equivocan a propósito y anuncian tormentas cuando no las habrá para sacar provecho propio y no tener que hacer cola en el curso de golf. Como Larry David en su monólogo, infinidad de series y películas contemporáneas se burlan de las pifiadas de los meteorólogos. En The Weather Man (2005), nicolas Cage personifica a un pronosticador del tiempo que, pese a ganar mucha plata y ser una estrella de la TV, sufre el desprecio de la gente por la calle (que le tira comida) y el de su propio padre, un escritor ganador del Pullitzer (Michael Caine), que se siente decepcionado con su hijo. A pesar de su mala fama, en las últimas dos décadas los pronosticadores del tiempo avanzaron mucho más que colegas de otros campos para perfeccionar sus habilidades. En 1972, el promedio de error en la temperatura proyectada tres días antes era de seis grados en los Estados Unidos: en la actualidad es de tres. En 1940, la probabilidad de que un norteamericano muriera electrocutado por un rayo era de una en cuatrocientas mil; hoy es de una en once millones, en parte porque se trabaja más bajo techo, pero en buena medida porque los pronósticos del tiempo mejoraron. La predicción de huracanes es otro campo en el cual se vieron enormes mejoras: la destrucción de Katrina en nueva orleans no se debió tanto una falla de los meteorólogos –que lanzaron la alarma dos días antes de la catástrofe–, sino de las autoridades locales que tardaron en propagarla y de parte de la población de la ciudad del blues, que no se tomó en serio las advertencias. Si Larry David y otros comediantes siguen haciendo bromas al respecto no es tanto por el alto rango de errores, sino por una mala fama que cuesta revertir y por un “sesgo” que la economía del comportamiento suele resaltar: la “aversión a perder”, o el hecho de que el impacto de malas experiencias suele ser entre el doble y el triple que el de las buenas. Esto es: no registramos cuando hay

aciertos, pero sí nos volvemos locos cuando nos dijeron que no iba a llover, diluvió y nos empapamos por no haber llevado un paraguas con nosotros. Pero el chiste que dice que “los pronósticos económicos se inventaron para que, a su lado, los meteorólogos parezcan gente seria” esconde algo cierto: al lado de los del Weather Channel, las proyecciones de los economistas exhiben niveles de equivocación mucho más vergonzantes. En su reciente libro The signal and the noise (calificado como el mejor trabajo de no ficción de 2012 por Amazon.com), nate Silver cuenta cómo en noviembre de 2007 los economistas relevados en la Encuesta nacional de Pronosticadores Económicos (la mayor de los Estados Unidos), le asignaban una chance menor a uno en 500 a que ocurriera una recesión en los meses siguientes. Del deporte a la política Silver es un joven experto en estadísticas que cobró notoriedad cuando, una década atrás, desarrolló un modelo predictivo (el sistema Pecota) que obtuvo muy buenos resultados anticipando performances de jugadores de la liga mayor de béisbol de los Estados Unidos. Un día, mientras miraba por TV un debate en el Congreso, donde se discutía la regulación de las apuestas online de póquer (su principal fuente de ingresos, por entonces), comenzó a interesarse por la política. En las elecciones de 2008 predijo correctamente los ganadores en 49 de los 50 estados y sus acciones como futurólogo saltaron a la estratósfera. Su sitio Fivethirtyeight.com concentra el 20% del tráfico de los blogs publicados bajo el paraguas del new York Times. Al igual que sucedió con nichoas Taleb en El Cisne negro y con otros libros que vienen destrozando a los pronosticadores, Silver analiza extensamente un trabajo fascinante que realizó en 2006 el profesor de psicología de la Universidad de Pennsylvania Philip Tetlock, quien puso la lupa sobre las proyecciones que 284 supuestos expertos en distintos campos hicieron en los últimos 20 años. Las conclusiones de Tetlock para

los futurólogos fueron catastróficas. “En el muy corto plazo, algunas técnicas de predicción permiten superar por poco a un chimpancé arrojando dardos al azar”, sostiene el académico. “En el mediano y largo plazo todo es mucho más difícil”, agrega. ¿Cuál es el peor gremio para la futurología? Para Tetlock, sin duda el de los gurúes de la geopolítica, que marcan tendencias globales para las próximas décadas. Al estilo de Alvin Toffler o de Lester Thurow, que su libro La guerra del siglo XXI (1993) anticipaba un futuro en el que Europa superaría a los Estados Unidos y a Asia. Cualquier profesor que diera materias de política en la facultad a mediados de los 90 y que quisiera estar en la cresta de la ola sugería a sus alumnos leer a estos autores. Thurow se hizo millonario con una predicción errónea, pero que se testea

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El mal ojo de los economistas b Mala fama Pese a que se los critica mucho, en las últimas dos décadas los pronosticadores del tiempo avanzaron más que sus colegas de otras áreas; hoy son mucho más vergonzantes las equivocaciones de los economistas. b Error de cálculo En noviembre de 2007, los economistas relevados en la Encuesta Nacional de Pronosticadores Económicos (la mayor de los Estados Unidos), le asignaban una chance menor a uno en 500 a que ocurriera una recesión en los meses siguientes.

La desastre del Katrina no fue culpa de los meteorólogos

décadas después, cuando ya nadie la recuerda. Uno de los puntos más interesantes del profesor de la Universidad de Pennsylvania es la caracterización psicológica que hace de los pronosticadores. Tetlock los divide en “zorros” y “puercoespines”, en honor a un ensayo de Isaiah Berlin sobre Leon Tolstoi. Los zorros tienen muchos trucos, mientras que los puercoespines tienen sólo uno, pero son muy buenos en eso. Para Tetlock, la personalidad de los primeros suele dar mejores resultados en lo que se refiere a pronósticos: “Los zorros son más cautos, más centrados, más propensos a ajustar sus visiones, más pragmáticos, más conscientes de sus propias dudas y de la complejidad del mundo”, explica el profesor de Psicología. Los puercoespines, en el otro extremo, son más reduccionistas, tercos para ajustar su visión

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y dados a las sentencias concretas y altisonantes. El problema es que los periodistas amamos a los puercoespines, que dan mejores titulares, y por lo tanto las proyecciones mediáticas suelen terminar con mayores niveles de error que las de más bajo perfil. Como dice ese conocido chiste: hay dos tipos de personas en el mundo: por un lado, aquellas que piensan que hay dos tipos de personas en el mundo y, por el otro, aquellas que no. Quienes suelen repetir esta frase lo hacen para remarcar que las cosas (y las personas) suelen ser más complejas de lo que aparentan a simple vista. Y, sin embargo, hay todo un público dispuesto a abrazar versiones reduccionistas de la vida, que acomodan convenientemente el caos cotidiano a una visión del mundo predeterminada. Por las dudas, llevar paraguas.ß [email protected]