ISNN 1853-1296 (Edición Online) ISNN 2408-3801 (Edición Magnética)
Volumen 15 Buenos Aires Diciembre 2017
Comité Académico
Director Juan Pablo Miyano
Lic. en Ciencias Antropológicas, FFyL-UBA CONICET Museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti”
Dr. Alejandro Acosta CONICET / INAPL
Dra. Elvira Inés Baffi
CONICET / Museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti” / UBA
Comité Editorial
Dr. Ramiro Barberena
CONICET / Laboratorio de Geoarqueología / UBA / UNC
Catalina Balirán
Estudiante de Ciencias Antropológicas, FFyL-UBA
Dr. Luis Alberto Borrero CONICET / IMHICIHU / UBA
Daniela S. Cañete Mastrángelo
Lic. en Ciencias Antropológicas, FFyL-UBA CONICET INAPL
Dra. Adriana Callegari
Jesica Carreras
Dra. María Magdalena Frère
IDA, FFyL-UBA / UBA
Prof. de Enseñanza Media y Superior en Ciencias Antropológicas, FFyL-UBA Lic. en Ciencias Antropológicas, FFyL-UBA IDA, FFyL-UBA
Sofía Gandini
Prof. de Enseñanza Media y Superior en Ciencias Antropológicas, FFyL-UBA Departamento de Ciencias Naturales y Antropológicas, Universidad Maimónides
Romina Heras
IDA, FFyL-UBA / UBA
Dr. Luis González
CONICET / ICA, FFyL-UBA / UBA
Dra. María Isabel González IDA, FFyL-UBA / UBA
Dr. Daniel Loponte CONICET / INAPL
Estudiante de Ciencias Antropológicas, FFyL-UBA
Malena Pirola
Dra. Liliana M. Manzi
CONICET / IMHICIHU / UBA
Lic. en Ciencias Antropológicas, FFyL-UBA CONICET IDA, FFyL-UBA
Dr. Javier Nastri
Agustina Rughini
Dr. Axel Nielsen
Lic. en Ciencias Antropológicas, FFyL-UBA Laboratorio de Paleoecología Humana, Mendoza
CONICET / Fundación Félix de Azara / UBA CONICET / INAPL / UNC
Dr. Daniel Olivera
CONICET / INAPL / UBA
Dra. Paola S. Ramundo CONICET / UBA
Dra. Myriam Tarragó
CONICET / Museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti”, FFyL-UBA / UBA
Dra. Beatriz N.Ventura
CONICET / IDA, FFyL-UBA / UBA
Dra.Verónica Williams
CONICET / IDA, FFyL-UBA / UBA
Dr. Hugo Yacobaccio
CONICET / IDA, FFyL-UBA / UBA
Auspicios Institucionales Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación. Resolución Nº 1715. Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Resolución Nº 249/2004. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (UBA). Resolución Nº 3300. Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario (UNR). Resolución Nº 969/2004. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy (UNJu). Resolución Nº D-164/04. Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e I.M.L. Universidad Nacional de Tucumán (UNT). 08/06/04. Museo Etnográfico “Juan Bautista Ambrosetti”, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. 17/05/04. Asociación de Arqueólogos Profesionales de la República Argentina (AAPRA). 5/9/04. Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta (UNSa). Resolución 1261/05. Instituto de Arqueología, FFyL, UBA. 3/11/08.
Evaluadores del Volumen 15 Dra. Pilar Babot
ISES / CONICET / UNT / Instituto de Arqueología y Museo, UNT
Dra. Elvira Baffi IDECU / FFyL-UBA
Dr. Ramiro Barberena CONICET / UNCUYO
Dra. María Paula Barros
INCUAPA / CONICET / FACSO-UNICEN
Dr. Mariano Bonomo
CONICET / División Arqueología del Museo de La Plata, FCNyM-UNLP
Dra. Mariana Dantas
IDACOR / CONICET / Museo de Antropología-UNC
Dra. Alejandra Elías CONICET / INAPL
Dr. Germán Figueroa IDACOR / UNC
Dra. Pamela García Laborde
CONICET / LEEH-NEIPHPA-FACSO-UNCPBA
Dr. Juan Pablo Guagliardo Dra. Gabriela Guraieb INAPL / FFyL, UBA
Dra.Violeta Killian
INGEIS / UBA-CONICET / FFyL, UBA
Dra. Sonia Lanzelotti
CONICET / IDECU-UBA / Instituto de Investigaciones Geográficas-UNLU
Dr. Agustín llagostera Martínez Universidad de Antofagasta
Dr. Rodrigo Loyola
Maison Archéologie et Ethnologie, Université Paris-Nanterre
Dr. Leandro Luna
IMHICIHU-CONICET / FFyL-UBA
Dr. Marcos Michel López
Universidad Mayor de San Andrés
Dr. Pablo Mignone
CONICET / ICSOH, Universidad Nacional de Salta
Dra. Paula Miranda BNDG / INAPL
Dra. Martina Pérez INAPL
Dra.Verónica Seldes
CONICET / Instituto Interdisciplinario Tilcara, FFyL-UBA
Dr. Jorge A. Suby
INCUAPA / CONICET
Dr. José María Vaquer CONICET / IDA, FFyL-UBA
Dr. Emilio Villafañez CONICET / UNC
Dr. Leandro Zilio CONICET / UNLP
La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología La Zaranda de Ideas es una revista anual con referato que pertenece al Núcleo Básico de Revistas Científicas. Esta publicación tiene como objetivo la difusión de resultados de investigaciones de estudiantes de grado y egresados recientes de carreras de arqueología o disciplinas afines. La Zaranda de Ideas acepta contribuciones vinculadas a arqueología, antropología, bioantropología, historia, patrimonio y temas afines vinculados con la diversidad cultural en tiempo y espacio. Los autores firmantes son responsables del contenido de sus escritos, de adecuar sus trabajos a nuestra guía estilística, de la exactitud de los datos consignados, de la correcta atribución de las citas y referencias bibliográficas, de los derechos legales por la publicación del material enviado y del apropiado manejo y tratamiento de las cuestiones relacionadas con la coautoría del mismo. No podrán presentarse manuscritos que están a consideración de otras publicaciones. La convocatoria es permanente, los trabajos pueden enviarse durante todo el año. Las Normas Editoriales se encuentran disponibles en www.lazarandadeideas.com.ar. El proceso editorial consta de: 1) Envío del manuscrito. 2) Evaluación por parte de dos investigadores especializados en la temática -en el caso de artículos e informes- y uno para las notas. Las demás secciones son consideradas sólo por el Comité Editorial de la revista. 3) Evaluación editorial (normas y estilo) por parte del Comité Editorial. 4) Correcciones de las observaciones por parte de los autores. 5) Devolución y revisión por parte de evaluadores y Comité Editorial de los cambios realizados por los autores. 6) Edición del trabajo. 7) Envío de prueba de galera a los autores. 8 ) Edición y compaginación de la revista. 9) Publicación. La Zaranda está incluida en: Núcleo Básico de Revistas Científicas Catálogo Latindex (folio nº 15292) Indizado por Anthropological Literature (Harvard University, hollis catalog number 010132040) EBSCO host database Scopus SCIELO (Scientific Electronic Library Online) Redib Biblioteca Dialnet (2017) Volumen 15 - ISSN 1853-1296 (edición online) - ISSN 2408-3801 (edición magnética) Hecho el depósito que marca la Ley 11.723
La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología Propietario: Asociación de Arqueólogos profesionales de la República Argentina Presidente: Dr. Gustavo Barrientos Florida 823, 2do piso, of. 202 (1005) Ciudad Autónoma de Buenos Aires
[email protected] - www.lazarandadeideas.com.ar Nº de registro DNDA edición on-line: 5341885 Nº de registro DNDA edición magnética: 5342091
Índice Editorial........................................................................................................................................................ 8 Artículos Punta Florida: un sitio particular en la zona de dunas móviles del Litoral Marítimo Pampeano Franco Pazzi y Valeria Elichiry ............................................................................................................................................
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Caminando sendas en el Valle Intermontano de “El Tala”, Dpto. Capital, Catamarca. Cristian Melián y Emilio Villafañez........................................................................................................................... 29 Ocupación del espacio y construcción del paisaje cultural arqueológico en Quebrada La Chinchilla, Región de Atacama, Chile Carolina Pavez Chiesa............................................................................................................................................................. 47 Nuevos aportes a la espacialidad de Bajo del Coypar I mediante SIG y análisis cerámico (Antofagasta de la Sierra, Catamarca) Martín Casanova, María Cecilia Gentile, Milva Umaño Bertola, Martina Pérez , Pablo Tchilinguirian, Daniel Olivera .......................................................................................................................................................................... 67 Tecnología lítica de cazadores-recolectores arcaicos en el sitio Estación Puquios (Ollagüe, Chile) Wilfredo Faundes Catalán y Francisco Rivera.................................................................................................................... 83 La maduración vertebral: método complementario para la estimación de la edad en restos óseos humanos Milena Constanza Morlesín.................................................................................................................................................. 95 Diseño metodológico para un modelo de potencial productivo del entorno de un sitio agrícola andino Laura Pey.................................................................................................................................................................................... 113 Análisis bioarqueológico en contextos de rescate en la provincia de Río Negro. Un aporte para la revalorización de los restos humanos Esteban Martín La Valle,Yanina Morey, Francisca Berón y Gustavo Flensborg......................................................... 134 Informe “Nosotros no tenemos arqueólogo”. Primeras notas sobre Rodeo Gerván (Depto. Belén, Catamarca), último valle de altura del oeste catamarqueño María Laura Taddei Salinas, Ana Soledad Meléndez, Cristina Mancini, María Alejandra Korstanje................... 150 Entrevista Entrevista al investigador Tylor O´Brien Solange Raich y Miriam Vommaro........................................................................................................................................ 168 Reseña Análisis sobre Antropología y Teoría Social. Cultura, poder y agencia, de Sherry Ortner Rocío Fatyass y Laura Frasco Zuker...................................................................................................................................... 172
EDITORIAL Tras un año de arduo trabajo y grandes cambios tenemos el agrado de publicar el número 16 de nuestra Revista. El 2017 fue un año de reposicionamiento, de organización interna y de mucho trabajo colectivo. En este proceso de reorganización tuvimos la necesidad de mantener el comité editorial sin nuevas incorporaciones, para poder enfrentar los cambios y realizar el traspaso de la revista a nuevas manos de manera ordenada y efectiva. Este año nos tocó despedirnos de la Sociedad Argentina de Antropología a quienes queremos agradecerles enormemente por todos los años de acompañamiento. Por otro lado, le dimos la bienvenida a la Asociación de Arqueólogos Profesionales de la República Argentina, quienes se interesaron en este proyecto y nos dieron su apoyo desinteresadamente. A ellos, ¡Muchas gracias! Finalmente, no queremos cerrar este párrafo sin mencionar a nuestro querido comité académico que nos siguen acompañando y brindando su confianza después de tantos años. Este año ofrecimos el seminario “El estudio arqueológico de las representaciones rupestres. Nociones teóricas y metodológicas” a cargo de la Dra. Anahí Re y la Lic. Guadalupe Romero, lo que nos pone muy contentos. Nos es grato poder estar en contacto con la comunidad de estudiantes y profesionales que forman parte de nuestra disciplina y sin los que la existencia de La Zaranda de Ideas no sería posible. Esperamos en el próximo año tener la posibilidad de repetir la experiencia con nuevos seminarios. En este número contamos con novedosos trabajos que enriquecen la producción científica. Aquí podrán encontrarse con artículos, informes, una entrevista y una reseña que versan sobre diferentes temáticas. Por eso, agradecemos las contribuciones de los autores y la confianza depositada en la calidad de nuestra revista. Por supuesto, esto no hubiese sido posible sin la dedicación y el tiempo invertido por cada uno de los evaluadores que participó en el proceso de evaluación. Sin más preámbulo los dejamos recorrer el Número 16 de La Zaranda de ideas y les dejamos un cálido saludo de parte de un Comité Editorial que está lleno de orgullo por la entrega y las ganas que cada miembro, autor y evaluador puso para que esta Revista pueda ser publicada.
PUNTA FLORIDA: UN SITIO PARTICULAR EN LA ZONA DE DUNAS MÓVILES DEL LITORAL MARÍTIMO PAMPEANO Franco Pazzi1 y Valeria Elichiry 2 RESUMEN En este trabajo presentamos una caracterización tecno-morfológica preliminar del conjunto lítico y una descripción general de los materiales arqueológicos recuperados en el sitio Punta Florida (Necochea, provincia de Buenos Aires). El sitio se ubica en el litoral marítimo pampeano, en el área de dunas móviles y posee ciertas particularidades respecto de otros conjuntos recuperados en dicha zona: una amplia extensión, un conjunto numeroso de materiales líticos, una alta proporción de materias primas líticas del interior serrano y la presencia de cerámica y artefactos formatizados asociados a la molienda. En enero de 2012 un tramo de la ruta del Rally Dakar fue trazado sobre un sector del sitio y parte de los materiales fueron recuperados mediante un rescate arqueológico. Consideramos que Punta Florida posee gran potencial para comprender el uso diferencial del litoral pampeano por parte de los cazadores recolectores que habitaron la región, al menos, durante el Holoceno tardío. Palabras clave: Cazadores-recolectores; Costa pampeana; Médanos vivos; Tecnología lítica; Holoceno tardío.
PUNTA FLORIDA: A PARTICULAR SITE IN THE MOBILE DUNE ZONE OF THE PAMPEAN COAST ABSTRACT In this paper we present a preliminary techno-morphological characterization of the lithic materials and a general description of the archaeological assemblage recovered from Punta Florida site (Necochea, Buenos Aires Province). The site is located in the mobile dunes of the pampean coast. It exhibits some distinctive features compared to other assemblages from this area: its extension, a great number of lithic materials, a high proportion of raw materials from inland sources and the presence of pottery and grinding tools. In January 2012 a sector of the site was part of the Rally Dakar route and most of the assemblage was recovered during an archaeological rescue. We consider that Punta Florida exhibits a great potential to understand the differential use of the pampean coast by hunter-gatherers, at least during late Holocene times. Keywords: Hunter-gatherers; Pampean coast; Mobile dunes; Lithic technology; Late Holocene. Área de Arqueología y Antropología, Necochea. Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. La Plata (1900), Argentina. E- mail:
[email protected] 2 Área de Arqueología y Antropología, Necochea. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Ciudad Autónoma de Buenos Aires (1407), Argentina. E-mail:
[email protected] 1
Recibido en marzo de 2017; aceptado en mayo de 2017. Pazzi, F. y V. Elichiry. 2017. Punta Florida: un sitio particular en la zona de dunas móviles del litoral marítimo pampeano. La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 15 (1): 9-28.
Pazzi y Elichiry - Punta Florida: un sitio particular en la zona de dunas móviles del litoral...
INTRODUCCIÓN El estudio de las ocupaciones humanas del litoral marítimo pampeano ha recibido particular interés desde principios del siglo XX, tanto por parte de investigadores locales como extranjeros (Outes 1909; Hrdlicka 1912; Aparicio 1932; Ameghino1934; Politis 1984; Politis et al. 2003; Bonomo 2002, 2005a, 2011, entre otros). En los últimos años, el énfasis puesto en el estudio de esta área se vincula con el hecho de que la información obtenida permite aclarar un tema de importancia a nivel regional: la interacción entre poblaciones humanas del interior y de la costa de la región pampeana o la movilidad de los grupos humanos entre estos espacios (Politis 1984; Bayón y Politis 1996; Bonomo 2002, 2005a, 2007, 2011; Madrid et al. 2002; Politis et al. 2003; Bayón et al. 2004; Aldazábal y Eugenio 2008; Bonomo y Aguirre 2009; Bonomo y Leon 2010; Bonomo y Matarrese 2012; Bonomo et al. 2008; Bonomo et al. 2013a; Mazzia y Flegenheimer 2015). A lo largo de la historia de la arqueología pampeana han existido dos posiciones al momento de explicar las diferencias entre los conjuntos arqueológicos hallados en la costa y las llanuras del interior. Por un lado, diversos autores han propuesto que los conjuntos arqueológicos del litoral fueron producidos por poblaciones que habitaban permanentemente en la costa y que explotaban de manera intensiva los recursos marinos (Vignati 1925Ameghino 1934; Menghin 1957,1963; Bórmida 1964,1969; Austral 1965; Mesa y Colanzo 1982, entre otros). Desde esta perspectiva, las diferencias entre ambos sectores se explican en base a que éstos fueron producidos por distintas poblaciones humanas. No obstante, la posición que se sostiene a partir de las investigaciones más recientes (Politis et al. 2003; Bonomo 2005a, 2007, 2011; Aldazábal y Eugenio 2008; Bonomo y Aguirre 2009; Bonomo y Leon 2010; Bonomo et al. 2008; Bonomo et al. 2013a; Bonomo y Matarrese 2015) acompaña aquella posición que sugiere
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que los conjuntos fueron producidos por las mismas poblaciones que habitaron el interior (Outes 1909; Holmes 1912; Hrdlicka 1912; Aparicio 1932; Silveira y Crivelli Montero 1982; Politis 1984; Bonomo 2005a, 2011, entre otros). Estos grupos habrían explotado el litoral de manera periódica u ocasional, siendo esta área parte de un circuito más amplio de movilidad. De esta manera, las diferencias corresponderían a distintas actividades, realizadas por los mismos grupos humanos, en torno al aprovechamiento diferencial de los recursos locales de cada área. Los estudios actuales sobre el uso del espacio en el litoral marítimo pampeano se inscriben dentro de esta discusión de carácter regional, con el objetivo de interpretar las interacciones entre la costa y el interior. En ese sentido, en este trabajo presentamos un análisis tecno-morfológico preliminar del conjunto lítico y una caracterización general de la totalidad de los materiales arqueológicos recuperados en el sitio Punta Florida, con el fin de aportar nuevos datos a esta discusión. UBICACIÓN El sitio Punta Florida se localiza en el litoral marítimo pampeano (38° 37’ 59,6’’ S – 58° 52’ 35,5’’ O) (Figura 1), a 30 m de la línea de costa actual, en el partido de Necochea (provincia de Buenos Aires, Argentina). Posee una amplia extensión, con una superficie aproximada de 4,63 km2 y se encuentra en una zona medanosa que forma parte de la Barrera Austral. Este cordón de médanos habría comenzado a formarse entre el 6.000 y el 5.000 AP, momento en el cual se estabilizó la línea de costa y se ubicó en su posición actual (Isla et al. 1996). Particularmente, Punta Florida se encuentra en la zona de médanos vivos (Frenguelli 1931), con dunas que pueden alcanzar hasta 60 m de alto y 500 m de ancho y que se caracterizan por estar en constante movimiento (Bértola y Merlotto 2010). Este dinamismo genera un continuo cambio en el entorno y una importante alteración de la visibilidad arqueológica.
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Figura 1. Ubicación de Punta Florida y polígono que delimita la extensión del sitio.
En la actualidad, tal entorno árido de dunas posee algunos cuerpos de agua que se forman de manera esporádica con las precipitaciones. Esta zona constituye el final de una cuenca que no posee un curso de agua permanente. Sin embargo, históricamente, en momentos de crecida se produce el rebalse de bajos que se suceden desde 40 km aguas arriba, pasando por la laguna el Tupungato, hacia la costa (Susana Laborde1, com. pers. 2017). El sitio se encuentra dentro del sector de costas bajas, localizadas entre Miramar y el río Quequén Salado (Bonomo 2002, 2005a). Este aspecto es importante de resaltar debido a que en dicha zona, es posible acceder fácilmente a las extensas playas. De este modo, el abastecimiento de rodados costeros, como así también de recursos faunísticos marinos, tales como moluscos, corales, algunas especies de peces, aves y mamíferos (principalmente lobos marinos y ocasionalmente ballenas varadas) habría sido fácil en términos de accesibilidad (Bonomo 2002, 2005a, 2007, 2011; Bonomo y
Aguirre 2009; Bonomo y Leon 2010; Bonomo y Prates 2014). TRABAJO DE CAMPO La zona en la que se localiza el sitio es frecuentemente transitada por vehículos y, en menor medida, por gente a pie (vecinos, cazadores, turistas) y animales (como vacas y caballos) debido a su cercanía a la ciudad de Necochea (12 km) y por la facilidad de acceso. Esto expone al sitio arqueológico a constantes daños y perturbaciones. Además, al tratarse de un ambiente eólico, distintos agentes naturales, principalmente el viento y el agua, afectan la visibilidad arqueológica y alteran los materiales (Bonomo 2002, 2005a; Bonomo y Leon 2010; Bonomo et al. 2013b). Para hacer frente a estos problemas, y a causa del ambiente altamente energético, se realizaron 13 campañas arqueológicas y visitas al sitio desde el momento de su descubrimiento, en enero de 2007, hasta diciembre de 2011. Inicialmente, se realizaron recolecciones superficiales y sondeos 11
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en las zonas de mayor concentración artefactual (Figura 2A), los cuales mostraron la presencia de material arqueológico enterrado. En diciembre de 2011, se organizaron tareas de rescate debido al inminente paso del Rally Dakar 2012 sobre una parte del sitio. Para ello, se georreferenció la extensión total del sitio, generando con GPS (Garmin e-trex) un polígono (Figura 1) y se realizó una división del mismo en 10 cuadrantes semejantes. Asimismo, se ubicaron los planchones de tosca que afloran con material arqueológico (Figura 2B), localizados en cada una de estas áreas diferenciadas. Se realizaron croquis a mano alzada de los planchones, se marcaron puntos GPS en su centro y se midió la extensión total en sentidos N-S y E-O. Se ubicaron 15 planchones en total sobre los que se realizaron recolecciones superficiales. La recolección del material arqueológico se hizo mediante transectas de 2 m de ancho y el largo de las mismas varió según el tamaño de los planchones destapados. Los materiales que estaban en la superficie se recolectaron íntegramente.
La mayoría de los materiales del sitio se encontraron sobre sedimentos compactos (tosca) que afloran en hoyadas de deflación, ubicadas entre los médanos (Figura 2B). Además, una menor cantidad de ellos, se hallaron sobre un suelo areno-arcilloso negro de 5 cm de potencia consolidado sobre la tosca de base. Por último, en una proporción más baja, se registraron materiales sobre un suelo de arena oscura correspondiente a un paleomédano.
CRONOLOGÍA Por un lado, se obtuvieron dos fechados radiocarbónicos realizados sobre fragmentos de cáscaras de huevo de rehidos que se encontraban termo-alterados. Los fragmentos aportaron las siguientes cronologías: 187 ± 37 AP (PF1M1; cáscara de huevo quemada; d13C = -14.1‰) y 437 ± 37 AP (PF1M2; cáscara de huevo quemada; d13C = -10.6 ‰). Para el primer fechado, la calibración arrojó tres posibles rangos de edades: 1664-1683 cal DC (p = .19), 1736-1805 cal DC (p = .65) y 19351950 cal DC (p = .15). Para el segundo, el rango
Figura 2. A) Sondeos en Punta Florida. B) Planchón de tosca con materiales arqueológicos.
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correspondió a 1428-1471 cal DC (p = .1). En ambas calibraciones, utilizamos el programa CALIB 7.1, con un sigma de calibración (Stuiver et al. 2017). No obstante, estos fechados han de tomarse con precaución ya que no solo la termo-alteración, sino otros factores, como principalmente la incorporación de carbonato de calcio atmosférico de los vegetales circundantes o de los sedimentos que contienen a las cáscaras de huevos, pueden contaminar la muestra y generar fechados erráticos (Figini et al. 1989). Además, los rehidos anidan actualmente en la zona, por lo cual, los sucesos fechados podrían corresponder a eventos modernos. Creemos necesario el fechado de material óseo en investigaciones futuras. Por otro lado, la presencia de artefactos diagnósticos como una punta triangular apedunculada mediana-pequeña y 20 tiestos de cerámica, sugieren que al menos una parte de la ocupación del sitio ocurrió hacia fines del Holoceno tardío (Politis 1984; Politis et al. 2001; Bonomo 2005a, 2011; Bonomo et al. 2008, entre otros). Sin embargo, no se descarta la posibilidad de que Punta Florida se trate de un palimpsesto producido por una serie de ocupaciones ocurridas a lo largo de amplios periodos de tiempo, tal y como sucede con varios de los sitios superficiales ubicados en la faja de médanos. Si bien en muchos de ellos se cuenta con fechados, las características del paisaje y la propensión a los procesos tafonómicos dificultan la asociación entre los eventos fechados (principalmente materiales faunísticos) y los conjuntos arqueológicos (Bonomo 2002, 2005a; Bonomo y Leon 2010; Bonomo et al. 2008; Bonomo et al. 2013a; Bonomo et al. 2013b).
DESCRIPCIÓN DE LOS MATERIALES El sitio Punta Florida posee una gran cantidad y diversidad de materiales (n= 6.066). En una primera aproximación se pudo determinar que predominan los artefactos líticos, seguidos de restos óseos faunísticos muy meteorizados y fracturados y fragmentos de cáscaras de huevo de rehidos (Colombo et al. 2013). En esta oportunidad, se presenta una descripción preliminar de la totalidad de los materiales recuperados y se incluye el análisis tecno-morfológico de un porcentaje de los artefactos líticos (8%), para delinear algunas tendencias generales del sitio. El conjunto está compuestos por 4.352 artefactos líticos, siendo el material predominante (71,74%). Le sigue en importancia un conjunto de 897 restos óseos faunísticos, 756 fragmentos de cáscaras de huevo de rehidos y 20 tiestos cerámicos. También se recolectaron 20 fragmentos de caracoles marinos y valvas, nueve restos de carbón, seis metales indeterminados, cuatro casquillos de balas actuales y dos balas de trabuco (Figura 3).
Figura 3. Porcentaje de materiales recuperados en Punta Florida.
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A continuación, describiremos las características del conjunto total del material lítico y, luego, desarrollaremos el análisis tecnomorfológico detallado, realizado sobre una muestra. Finalmente, caracterizaremos de modo general el resto de los materiales. MATERIAL LÍTICO Descripción del conjunto general Fueron registrados un total de 4.352 materiales líticos. Dicho conjunto está compuesto primariamente por artefactos líticos manufacturados sobre materias primas locales (59,03%), principalmente rodados costeros de basalto de tamaños mediano-pequeño, mediante la talla bipolar. Además, se registraron en menor medida, areniscas y toscas. Por otro lado, también hallamos una alta proporción de artefactos sobre materias primas del interior (39,86%), mayoritariamente de Ortocuarcitas del Grupo Sierras Bayas (OGSB), seguido de Ortocuarcitas de Formación Balcarce (OFB), Metacuarcita de ventana y Ortocuarcita de Lumb, siendo la talla directa la técnica más utilizada para la manufactura de estos artefactos. A su vez, los artefactos de materias primas indeterminadas no alcanzaron el 2%.
También se registraron algunos ecofactos, compuestos principalmente de rodados costeros y fragmentos de areniscas y, en menor medida, de materias primas alóctonas indeterminadas, en los que no se evidencian modificaciones antrópicas. Entre los artefactos líticos recuperados predominan ampliamente las lascas, siendo las bipolares las más numerosas. Asimismo, los tipos de lascas más representados, tanto en las bipolares como en las obtenidas por talla directa, son las primarias, secundarias y de dorso natural. Luego, se registraron en menor medida núcleos (con predominio de los bipolares) y, por último, artefactos formatizados. Dentro de éstos últimos, registramos mayoritariamente artefactos formatizados por talla, siendo las raederas y los raspadores los más numerosos, aunque también se presentaron artefactos formatizados por picado, abrasión y pulido y modificados por uso. Por último, en el conjunto lítico destacamos algunos artefactos que merecen una mención particular. En primer lugar, se registró una punta triangular apedunculada de tamaño mediano-pequeño, confeccionada sobre OGSB, posiblemente proveniente de las canteras de la zona de La Numancia (Figura 4), ubicada a
Figura 4. Punta de proyectil sobre OGSB.
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104,5 km de distancia. Esta asociación se hizo en base a un rasgo característico en el color: es blanca con motas amarillas (Colombo 2013:148). En cuanto a su manufactura, está formatizada bifacialmente por adelgazamiento y posee retoques marginales por presión en todo su perímetro y retoques profundos desde la base. Estos retoques son extendidos sobre ambas caras. Asimismo, tiene una dimensión de 34,32 mm de largo, 25 mm ancho y 7 mm de espesor, posee una leve asimetría axial y tiene evidencia de mantenimiento. En segundo lugar, registramos un núcleo de metacuarcita de tamaño muy grande y seis núcleos de OGSB de dimensiones reducidas y agotados, todos tallados de manera directa. Su presencia es significativa ya que no es frecuente el hallazgo de este tipo de artefactos en sitios ubicados en la zona de dunas móviles. En tercer lugar, hallamos cinco fragmentos de artefactos líticos formatizados por picado, abrasión y pulido (Figura 5). Uno de ellos está confeccionado sobre OFB blanca y es de tamaño grande (Figura 5A). El otro fue manufacturado sobre una ortocuarcita de grano grueso, que podría tratarse de ortocuarcita de
Lumb (Politis 1984; Ormazábal 1999; Matarrese 2015) y es de tamaño mediano-grande (Figura 5B). Ambos presentan sus caras y el borde formatizados por abrasión y pulido. Asimismo, registramos un artefacto lítico formatizado por uso, que se trata de una arenisca de tamaño muy grande, que presenta una de sus caras y los bordes abradidos y pulidos debido a dicho uso (Figura 5C). Además, en una de sus caras se observan varios hoyuelos de tamaños considerables (algunos se aproximan al centímetro cuadrado). Es importante destacar que este fragmento de arenisca se halló en asociación contextual con otro artefacto de rodado de tamaño muy grande, también formatizado por uso, que podría haber sido utilizado como mano de molino y/o percutor. Los otros dos artefactos (Figuras 5D y 5E), serán caracterizados en el análisis sistemático, ya que se encontraron dentro de la muestra analizada sistemáticamente. Al igual que con los núcleos de OGSB, destacamos la presencia de estos cinco artefactos formatizados, dado que no es frecuente su hallazgo en sitios ubicados en la zona de dunas móviles.
Figura 5. Materiales manufacturados por picado, abrasión y pulido.
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Análisis sistemático de la muestra La metodología utilizada para el análisis tecnomorfológico se basa en la descripción tipológica de los materiales sensu Aschero (1975, 1983) y se incorporaron conceptos correspondientes a la caracterización de productos bipolares desarrollada por Flegenheimer et al. (1995) y Bonomo (2005a). Hasta el momento, el análisis de los materiales líticos se llevó a cabo sobre los materiales arqueológicos hallados en la porción NE, correspondientes únicamente al sustrato del paleomédano (n= 333).Las características generales de la muestra analizada se presentan en la Tabla 1. Se registró un predominio de las materias primas locales (73,86%) por sobre las del interior de la región pampeana (25,82 %) y las indeterminadas (0,30%). Dentro de las materias primas locales, el basalto (en forma de rodados costeros) constituye la materia prima más abundante.
Rocas locales
Dentro del conjunto de ar tefactos confeccionados sobre rodados costeros predominan las lascas, seguidas por núcleos y artefactos formatizados con iguales frecuencias (Tabla 1).Varios de los artefactos confeccionados sobre esta materia prima remontan (n= 14). Si bien esto podría sugerir la talla de rodados in situ, las causas de las fracturas aún no han sido evaluadas sistemáticamente.Tenemos que considerar que debido a las características del paisaje y a la frecuente circulación de animales, vehículos y personas, también podrían haberse generado como consecuencia de procesos postdepositacionales. Por otro lado, algunos rodados se presentan concretamente como ecofactos (n= 27), de los cuales 19 están sin modificar y ocho están fragmentados, probablemente por causas naturales, y no remontan. Entre las lascas de rodados costeros, predominan las bipolares, siendo las de tipo primarias, secundarias y de dorso natural las
Rocas del interior
Rodados costeros
Arenisca
Tosca
OGSB
Lascas
124
-
1
72
-
-
Rocas indeterminadas
OFB
Metacuarcita de ventania
Dolomía silicificada
-
Total (%)
5
-
-
1
203 (60,96%)
1
-
-
-
-
33 (9,90%)
Núcleos
32
Artefactos Formatizados
32
-
-
4
1
2
1
-
40 (12,01%)
Ecofactos
27
30
-
-
-
-
-
-
57 (17,11%)
Total (%)
215 (64,56%)
30 (9%)
1 (0,30%)
77 (23,12%)
6 (1,80%)
2 (0,60%)
1 (0,30%)
1 (0,30%)
333 (100%)
Tabla 1. Frecuencia de materiales líticos de acuerdo a su materia prima. Ref.: OGSB: ortocuarcita Grupo Sierras Bayas, OFB: ortocuarcita Formación Balcarce.
más numerosas, presentando todas entre un 30% y un 100% de reserva de corteza, según el método en intervalos de cuadrantes de 25% (sensu Franco 2002). Además, priman las lascas fragmentadas con talón, los talones astillados, los bulbos no distinguibles y la mayoría carece de labio. Por su parte, el tamaño predominante, estimado a partir de las lascas enteras, fue el mediano-pequeño (sensu Aschero 1975, 1983). 16
Los artefactos formatizados sobre rodados costeros se encuentran mayoritariamente enteros y predominan los modificados por uso, como yunques y percutores, existiendo algunas piezas con marcas de uso macroscópicas correspondientes a ambas funciones. Para el caso de los artefactos formatizados por talla se registran en orden de frecuencia raspadores, raederas, perforadores y muescas. Si bien la
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mayoría de estos artefactos presentaron un solo grupo tipológico por pieza, identificamos dos compuestos. Por último, los tamaños más frecuentes de los artefactos formatizados por talla fueron el pequeño y el mediano-pequeño, y las formas bases utilizadas fueron lascas, a excepción de tres que fueron confeccionados sobre núcleos bipolares (Figura 6). Con respecto a las demás rocas locales, los fragmentos de areniscas recuperados poseen mayoritariamente tamaños mediano-pequeños y carecen de claras marcas de modificación antrópica, por lo que podrían tratarse de ecofactos. No obstante, más adelante se discutirá su posible uso como sustancias abrasivas y/o sobadores. Por último, sobre la tosca que presenta una muy mala calidad para la talla, se confeccionó sólo una lasca (Tabla 1). Además de las rocas locales, se utilizaron en menor medida materias primas del interior (25,82%), entre las cuales, la OGSB de varios colores fue la más representada (23,12%). Dentro del conjunto de artefactos de OGSB predominan las lascas, seguidas por los artefactos formatizados y por la presencia de un núcleo (Tabla 1), que se suma a los seis ya nombrados en la caracterización general.
Priman ampliamente las de color blanco y le siguen las amarillas y las rosas. Entre las lascas de OGSB, se registran cantidades similares de lascas internas y externas. Para el caso de las primeras, predominan los tipos angulares, de arista recta e inclinada, todas en porcentajes similares. Por otro lado, entre las lascas externas predominan las de dorso natural (el tipo de lasca más representado entre los artefactos de OGSB), seguido de las primarias y secundarias. De lo anterior se desprende que se registró reserva de corteza en la mitad de las lascas, presentándose en porcentajes muy variables que van del 10% al 100%. Además, entre las lascas de OGSB prevalecen las fragmentadas con talón; los talones lisos, seguido de los filiformes y liso-naturales, los bulbos desarrollados (principalmente los destacados) y la mayoría carecen de labio. Por su parte, el tamaño predominante, estimado a partir de las lascas enteras, fue el mediano-pequeño, seguido por el pequeño, con frecuencias muy similares. Los artefactos formatizados por talla de OGSB se encuentran mayoritariamente fragmentados y predominan los raspadores y las raederas de borde convergente, no registrándose ningún instrumento compuesto. Además, el tamaño más frecuente es el
Figura 6. Artefactos formatizados de rodados costeros. A) manufacturados a partir de núcleos y B) manufacturados a partir de lascas.
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mediano-pequeño y las formas bases utilizadas son únicamente lascas. Por último, los artefactos formatizados sobre OGSB muestran una mayor inversión de trabajo que aquellos confeccionados a partir de rodados. En cuanto a las demás rocas alóctonas, sobre la metacuarcita fueron registrados solo artefactos formatizados (Tabla 1), uno de los cuáles está fragmentado, es de color verde, posee tamaño muy grande y está modificado por uso, con ambas caras adelgazadas (posiblemente debido al pulido y al picado que presenta) y con hoyuelos en al menos una de ellas (Figura 5C). Por lo tanto, pensamos que puede tratarse de un artefacto formatizado compuesto, que ha sido utilizado como yunque y molino. Para el caso de la OFB, si bien predominan las lascas (que en su mayoría ensamblan) también se registró un fragmento de artefacto modificado por uso (Tabla 1), de color gris, de tamaño muy grande, que posee varios hoyuelos mayores a 1 cm2 en ambas caras, y un número considerable de picados en una de ellas, que se concentran mayormente en torno a uno de los hoyuelos nombrados. Además, posee ambas caras y su borde formatizados por abrasión y pulido (Figura 5D). Al igual que el artefacto formatizado de tipo compuesto de metacuarcita, es probable que haya sido utilizado como yunque y molino. Por último, sólo se registró un artefacto formatizado por talla sobre dolomía silicificada. Con respecto a las técnicas de manufactura, en las materias primas locales predomina la talla bipolar, seguida de las extracciones unipolares y trabajo de microrretoque sobre lascas. En el caso de las materias primas del interior, la talla directa fue la técnica más frecuente. Además, dentro de la talla directa predomina la manufactura unifacial por sobre la bifacial, observándose esta última únicamente sobre artefactos de OGSB. Por último, algunos artefactos de materias primas alóctonas fueron 18
formatizados por picado, abrasión y pulido, como también por su uso. De acuerdo con el análisis tecnomorfológico de esta muestra de material lítico, podemos decir que algunas de las características relevadas se corresponden con las observadas en los demás sitios de actividades específicas (talleres), comunes en la zona de dunas móviles (Bonomo 2005a, 2011; Bonomo et al. 2008; Bonomo y León 2010; Bonomo y Prates 2014). Estas son: predominancia de artefactos sobre rodados costeros, donde los desechos de tallas son los más representados, seguidos de núcleos de rodados y artefactos formatizados. También, la presencia significativa de rodados sin modificar, así como de percutores y yunques. En cuanto a las técnicas, se registró un predominio de la talla bipolar sobre los rodados costeros y, en asociación con esto, las lascas bipolares de tipo primarias y secundarias fueron las más representadas. Sin embargo, esta correspondencia se complejiza en la caracterización general del conjunto lítico ya que observamos ciertas particularidades que contrastan con respecto a los conjuntos líticos de los demás sitios de la faja de médanos. Estos aspectos serán retomados y analizados en la discusión. OTROS MATERIALES Restos faunísticos El total de la muestra es de 897 restos (Figura 3), dentro de los cuales se incluyen huesos completos y fragmentos óseos mayores a 3 mm (Figura 7). Parte del conjunto fue identificado en un trabajo previo por la Lic. Águeda Caro Petersen (Colombo et al. 2013). En él, se observaron las siguientes categorías taxonómicas: liebre común (Lepus europeus), cuis (Cavia aperea), mulita (Dasypus hibrydus), tucotuco (Ctenomys sp.), aves, peludo (Chaetophractus
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villosus), lobo marino (Otaria flavescens) y peces. Sin embargo, predominan los fragmentos indeterminados. A su vez, en la presente revisión preliminar también registramos restos pertenecientes a vaca (Bos primigenius taurus), oveja (Ovis orientalisaries) y gato (Felis silvestris catus).
existencia de ocupaciones humanas durante la primavera ya que la nidificación e incubación de estos animales se produce en esta época del año (Fernández y Reboreda 1998; Bonomo 2005a, 2011; Bonomo et al. 2008).
Si bien la presencia de elementos óseos faunísticos es numerosa, es de difícil asociación debido a su mala conservación y a su posición superficial, situación que ya ha sido registrada en otros contextos ubicados en la faja de médanos (Bonomo 2005a; Bonomo y Leon 2010; Bonomo et al. 2008; Bonomo, Leon, Osterrieth, Steffan y Borelli 2013; Bonomo, Scabuzzo y Leon 2013).
Para la descripción macroscópica de estos materiales seguimos la propuesta de Rye (1981) y Orton et al. (1997). Fueron hallados 20 tiestos cerámicos de tamaño muy pequeño, en estado muy fragmentario y deteriorado, lo que dificultó un análisis macroscópico detallado (Figura 8). No obstante, se observó que la totalidad del conjunto presenta una confección tosca. La cocción fue oxidante incompleta y las inclusiones son homogéneas, siendo su textura principalmente arenosa. No se observaron decorados y los acabados están sumamente erosionados tanto internamente como externamente. Tampoco pudo determinarse si se trata de fragmentos de cuerpo o bordes. Finalmente, todos los tiestos presentaron una gran alteración post-depositacional producto del rodamiento y un redondeamiento de sus bordes. Estos efectos han sido interpretados en otros contextos de la costa pampeana como
Además de los restos óseos, también abundan los fragmentos de cáscara de huevo de rehidos (n= 756) (Figura 7), algunos de los cuales se encontraron termo-alterados y fueron datados. Actualmente, los ñandúes nidifican en la zona de médanos fijos del litoral pampeano, por lo tanto, es esperable que hubieran sido aprovechados en el momento en que fue ocupado el sitio. A su vez, la presencia de este recurso estacional en el lugar, indicaría la
Alfarería
Figura 7. Restos óseos faunísticos de varios taxones y cáscaras de huevos de rehidos.
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Figura 8. Fragmentos de cerámica
producidos principalmente por la acción eólica y, en menor medida, por abrasión del agua (Politis 1984; Bonomo 2005a).
TENDENCIAS GENERALES En términos generales, la información relevada en la caracterización general de los materiales líticos se condice con los datos obtenidos a partir del análisis tecnomorfológico de la muestra, a excepción de una serie de puntos que detallaremos a continuación. Por un lado, observamos que las diferencias en los porcentajes de materias primas locales y del interior se reducen significativamente cuando se analiza la totalidad de los materiales líticos, registrándose casi un 40% de éstas últimas. Además, también fueron hallados algunos artefactos confeccionados sobre ftanita, una materia prima del interior que no se registró en el conjunto analizado en detalle y que es común en otros sitios de la costa pampeana (Bonomo, 2005a, 2005b; Bonomo et al. 2008; Bonomo y Matarrese 2012; Bonomo y Prates 2014). Las diferencias en los porcentajes de materias primas del interior observados en la caracterización general y en el análisis sistemático podrían deberse tanto a errores de 20
muestreo, como también a la naturaleza misma del registro. En otras palabras, el conjunto recuperado en el paleomédano podría tener características diferentes a las observadas en la caracterización general debido a factores culturales, como ser una diferenciación interna del sitio, ya sea espacial o temporal, o a factores postdepositacionales. Estas posibilidades deberán ser evaluadas con mayor detalle en estudios futuros. Asimismo, como tendencia general, obser vamos que todos los ar tefactos formatizados que presentaron evidencia de picado, abrasión y pulido (n= 5), tanto por su formatización a partir de esta técnica o por su abrasión a partir del uso, se confeccionaron sobre materias primas de granulometrías gruesas y de morfologías tabulares (Figura 5). Creemos que al menos tres de ellos serían artefactos formatizados multifuncionales o compuestos, ya que habrían sido utilizados como yunques y como molinos. A estas funciones se suma la posibilidad de que algunos (Figura 5A) hayan sido empleados como sobadores, debido a la textura que presentan (Bórmida y Casamiquela 1958-1959, Bonomo2005a; Bonomo y Matarrese 2012; Matarrese 2015). Al respecto, varios autores mencionan numerosos ejemplos de fragmentos de clastos tabulares, bloques y guijarros,
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de tamaños mayoritariamente grandes, que presentan pulidos muy intensos desarrollados por abrasión, tanto en sus caras como en sus bordes (Bonomo 2005a; Bonomo y Leon 2010; Bonomo et al. 2008; Bonomo y Matarrese 2012; Matarrese 2015). Estos son descriptos como confeccionados principalmente sobre cuarcitas de grano grueso, areniscas y granitos. Sugieren, además, que los sobadores suelen encontrarse asociados a pequeños clastos de esquistos, cuarzos-arenitas, micas, areniscas gruesas y pigmentos que podrían haber sido agregados como partículas abrasivas durante el uso de los mismos. En este contexto, en el sitio Punta Florida, además de los artefactos formatizados con evidencias de picado, abrasión y pulido, también fueron hallados siete fragmentos de granitoides con altos contenidos de mica (dos de los cuales son de tamaño grande, los demás pequeños) y más de 35 fragmentos de areniscas que van desde tamaños muy pequeños a grandes y que no presentan marcas de modificación antrópica. Por lo tanto, su presencia en el sitio podría estar relacionada con esta actividad. No obstante, queremos resaltar que al menos tres de estos artefactos formatizados presentaron hoyuelos, machacaduras y abrasiones-pulidos (Figura 5A, C y D). Por ese motivo, pensamos que pueden estar vinculados tanto a tareas de molienda, como a la talla con soporte (yunques), características superpuestas que ya habían sido remarcadas por otros autores (Aparicio 1932; Bórmida 1964; Austral 1965; Bonomo 2005a; Bonomo y León 2010; Bonomo y Matarrese 2012; Matarrese 2015). Si bien creemos que por sus características morfológicas estos artefactos formatizados han tenido un carácter multifuncional, la única manera de avanzar sobre su funcionalidad específica será mediante análisis microscópicos de uso, de micro-restos y sustancias grasas. También, destacamos que el conjunto de materiales líticos recuperado en Punta Florida es más numeroso en comparación con los demás sitios de dunas móviles. Mientras que aquí se observaron 4.352 artefactos líticos, en los demás sitios los conjuntos líticos
oscilan entre menos de 100 y 500 materiales, en promedio, salvo excepciones puntuales como los sitios Alfar, Bellamar 1 y Bellamar 3, donde se recolectaron 3433, 1148 y 1281, respectivamente (Bonomo 2002, 2005a, 2011; Bonomo et al. 2008; Bonomo y Leon 2010; Bonomo y Prates 2014). En relación con este conjunto lítico numeroso, también hay que mencionar que el sitio Punta Florida posee una superficie muy amplia (4,63 km2), que está muy por encima de lo observado en los demás sitios de dunas móviles. Pero, al calcular la densidad artefactual por metro cuadrado, observamos que posee una densidad de 0,94 artefactos por m2, similar a la registrada en promedio en los demás sitios de dunas (1,2 artefactos líticos por m2) (Bonomo 2002, 2005a). Además, en el conjunto lítico del sitio encontramos que los núcleos manufacturados sobre materias primas del interior suman ocho (siete de OGSB y uno de metacuarcita) y entre ellos predominaron los núcleos con una sola plataforma de percusión (Figura 9). Esto constituye un número considerable de estos artefactos, teniendo en cuenta los registros de los mismos en otros sitios de dunas móviles (Bonomo 2005a, 2011; Bonomo et al. 2008; Bonomo y Leon 2010). Finalmente, en cuanto al uso de las materias primas y a los objetivos de producción, para el caso de los rodados costeros, se observa una tendencia a la búsqueda de lascas, mediante la talla bipolar. Además, se habrían confeccionado artefactos formatizados en el lugar, utilizando mayoritariamente las lascas como soporte, aunque también, en menor medida los núcleos de rodados. Como ya se adelantó, se observa una menor inversión de trabajo en la confección de los artefactos formatizados sobre rodados costeros con respecto a las materias del interior, coincidiendo así con Bonomo (2005a, 2011), que estaríamos en presencia de una estrategia expeditiva. Por otro lado, en lo que respecta a las materias primas del interior, 21
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Figura 9. Núcleos agotados de ortocuarcita Grupo Sierras Bayas.
también observamos una cierta tendencia hacia la búsqueda de lascas, ya que a diferencia de lo que se observa en los demás sitios de dunas, hemos registrado una gran cantidad de núcleos de OGSB y metacuarcita de ventana, asociados a un alto porcentaje de lascas y a uno bajo de artefactos formatizados. Asimismo, el hecho de que se registren varias lascas con reserva de corteza, nos hace pensar que los núcleos que hallamos agotados, pueden haber ingresado al sitio en forma de nódulos o con potencial de explotación. Así, es probable que en el sitio se hayan llevado a cabo todos los estadios de manufactura de artefactos formatizados sobre materias primas del interior, aunque no se han registrado lascas de retoques, ni grandes cantidades de lascas de tamaño muy pequeño. No obstante, debido al tamaño que poseen las lascas de confección y a las características del ambiente en el que se encuentra Punta Florida, es esperable que estén sub-representadas. Estas características difieren, en parte, con lo propuesto para los conjuntos líticos de materias primas del interior de los demás sitios de dunas móviles, ya que siguiendo a Bonomo (2005a, 2011) dichos materiales se enmarcarían 22
dentro de estrategias conservadas, asociadas al aprovisionamiento de individuos (toolkits). Sin embargo, también observamos que en Punta Florida es evidente el registro de una mayor inversión de trabajo en la confección de estos artefactos de materias primas del interior con respecto a las materias primas locales. Si bien se plantean estas tendencias preliminares, creemos que para poder establecer con seguridad cuáles fueron los objetivos de producción, es necesario el análisis sistemático de la totalidad de los materiales del conjunto. DISCUSIÓN A modo de síntesis, las características que presenta el conjunto arqueológico, poniendo especial énfasis en los materiales líticos, no se corresponden totalmente con las observadas en los demás sitios de la faja de dunas móviles de las zonas de costas bajas del litoral pampeano (Bonomo 2002, 2005a, 2011; Bonomo et al. 2008; Bonomo y Prates 2014; Bonomo y Leon 2010, entre otros). Hay algunos rasgos que consideramos necesario destacar. En primer lugar, observamos que en Punta Florida se
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encuentran mayores porcentajes de materias primas líticas del interior que en otros sitios de dunas móviles. Mientras que en estos últimos, salvo excepciones puntuales como Arenas Verdes 1 y El Moro 1 (Bonomo 2002, 2005a, 2011; Bonomo y Prates 2014), dichas materias primas se presentan en porcentajes que van del 0% al 22%, aproximadamente (Bonomo 2005a, 2011; Bonomo y Prates 2014), en Punta Florida se registra casi un 40%. Además, y en concordancia con esta característica, se registró una mayor frecuencia de núcleos de OGSB con respecto a lo esperado para estos sitios, en los cuales en la mayoría de los casos estos materiales están ausentes. En segundo lugar, en el análisis tecnomorfológico de la muestra registramos una mayor frecuencia de lascas de OGSB con corteza, a diferencia de los demás sitios de dunas móviles (Bonomo 2005a). No obstante, en la caracterización general de la totalidad de los materiales líticos esta tendencia parece desaparecer. De igual manera, el registro en el análisis tecno-morfológico de un mayor porcentaje de artefactos formatizados fragmentados de OGSB con respecto a los enteros, tampoco se mantiene a nivel de la caracterización general de los materiales líticos del sitio. Por lo tanto, estas tendencias deberán ser evaluadas en estudios posteriores que impliquen el análisis tecno-morfológico de la totalidad del conjunto lítico. En tercer lugar, llama la atención que en Punta Florida, a pesar de haber registrado porcentajes mayores de artefactos de rocas del interior con respecto a otros sitios de dunas móviles, se observa un porcentaje menor de artefactos formatizados por talla sobre estas materias primas. Mientras que en los demás sitios estos artefactos formatizados alcanzan, en promedio, porcentajes de hasta el 48% e incluso a veces más (Bonomo 2002, 2005a, 2011; Bonomo y Prates 2014), en Punta Florida sólo registramos un 22,5% de ellos. Más aun,
los artefactos formatizados por talla de OGSB, que son los más representados en estos sitios con porcentajes del 44%, en Punta Florida solo se presentan en un 16%. En comparación con el bajo porcentaje de artefactos formatizados, registramos uno alto de lascas y una gran cantidad de núcleos de materias primas del interior, por lo que se planteó tentativamente que existiría una tendencia a la búsqueda de lascas en el sitio, algo que deberá ser evaluado con mayor detalle cuando se analice la totalidad de los materiales sistemáticamente. También, se registraron mayores frecuencias de artefactos formatizados por picado, abrasión y pulido, con respecto a los demás sitios de dunas móviles, en los que suelen estar ausentes (Bonomo 2005a, 2011). Si bien no hemos realizado estudios funcionales, las similitudes que presentan con los artefactos formatizados mediante esta técnica, hallados en otros contextos de la región pampeana y de los cuales se disponen análisis funcionales, nos sugiere que probablemente estén asociados con actividades de molienda. En esos casos se asocian, principalmente a pigmentos minerales y, en menor medida, recursos vegetales y posiblemente animales (Crivelli Montero et al. 1987/1988; Martínez 1999; Bonomo 2005a; Babot et al. 2007; Tassara y Osterrieth 2008; Zucol y Bonomo 2008; Matarrese et al. 2011; Bonomo y Matarrese 2012; Matarrese 2015, entre otros), además de su posible uso como yunques, percutores y/o artefactos para abradir-pulir (Aparicio 1932; Bórmida y Casamiquela 1958/1959; Bórmida 1964; Austral 1965; Bonomo 2005a; Bonomo y León 2010; Bonomo y Matarrese 2012; Matarrese 2015). Lo descripto en base a estos análisis funcionales se ve sustentado, además, por las evidencias etnográficas de las regiones pampeana y patagónica (Moreno 1874; Zeballos 1881; Guinnard 1947; Bórmida y Casamiquela 1958/1959; Crivelli Montero et al. 1987; Bonomo y Matarrese 2012, entre otros). No obstante, se deberán desarrollar estudios
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funcionales para determinar con qué actividades se relacionan dichos artefactos formatizados. Finalmente, en el sitio Punta Florida se registraron 20 tiestos cerámicos, un material prácticamente ausente en los sitios de dunas móviles salvo excepciones (sitio Arenas Verdes 1 y algunas colecciones como las obtenidas en el río Quequén Salado y los arroyos El Moro, La Tigra, La Ballenera y Cristiano Muerto) (Bonomo 2005a, 2011). Sólo queda agregar algunas palabras con respecto a la posible interpretación que hacemos de estas diferencias. Basta con analizar la bibliografía referida a la arqueología del litoral pampeano (Bonomo 2002, 2005a, 2011; Politis et al. 2003; Bonomo et al. 2008; Bonomo y León 2010; Bonomo y Matarrese 2012, entre otros) para verificar que varias de las características particulares que presenta el sitio Punta Florida son comunes a los contextos recuperados en la zona de dunas fijas o, preferentemente, en las llanuras adyacentes a la costa, que fueron interpretados como correspondientes a campamentos temporarios (Bonomo 2005a, 2011). Entre ellas, ser un sitio extenso, contar con el registro de un conjunto lítico numeroso y de un alto porcentaje de materias primas del interior (junto con frecuencias altas de núcleos de dichas materias primas), presentar artefactos líticos formatizados por picado, abrasión y pulido, acompañada de una gran variabilidad tipológica de artefactos líticos formatizados por talla y uso y de alfarería. Por lo tanto, una posibilidad es que Punta Florida se trate de un campamento temporario situado en la zona de dunas móviles, quizás ubicado aquí debido a la co-ocurrencia de varios recursos, destacándose entre ellos la presencia de cuerpos de agua temporales (Laborde, com. pers. 2017), en una zona de costas donde los cursos fluviales permanentes son escasos en comparación con los demás sectores del litoral bonaerense delimitados por Bonomo (2002, 2005a, 2011). Otra posibilidad es que la amplia extensión que ocupa el sitio y el conjunto lítico numeroso se deba a que el área en la que se emplaza Punta Florida haya sido utilizada 24
de manera diacrónica por largos periodos de tiempo, lo que habría llevado al solapamiento de varios sitios generados por ocupaciones cortas en una zona amplia (Camilli 1989; Bonomo 2005a). Esta interpretación es coherente con el hecho de que varias de las características tecnomorfológicas relevadas en la muestra de material lítico, a partir del análisis sistemático, coincidan en gran parte con las relevadas para los sitios de actividades específicas (talleres), comunes en la zona de dunas móviles (Bonomo 2005a, 2011; Bonomo et al. 2008; Bonomo y Leon 2010; Bonomo y Prates 2014). En el presente trabajo planteamos ambas posibilidades, que deberán evaluarse en estudios futuros. CONSIDERACIONES FINALES En este estudio presentamos una caracterización preliminar del sitio Punta Florida, en la que se describieron en detalle los materiales líticos de una porción del sitio. A su vez, incorporamos una descripción general de la totalidad de los materiales hallados, con especial énfasis en los materiales líticos. Este análisis permitió establecer algunas tendencias generales acerca de las particularidades del sitio, como también acerca de sus materiales. En base a lo presentado, se comenzaron a plantear posibles interpretaciones para dar cuenta de las diferencias que presenta este sitio con otros ubicados en la zona de dunas móviles. Consideramos que Punta Florida provee de información con relevancia potencial para evaluar los usos diferenciales que hicieron del litoral pampeano los cazadores-recolectores, al menos, durante el Holoceno tardío. En un futuro, una vez finalizado el análisis detallado de la totalidad de los materiales recuperados y del estudio geomorfológico y tafonómico, se evaluarán las propuestas para así contribuir con esta nueva información a los modelos de movilidad y uso de la costa pampeana.
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NOTAS 1. La Ingeniera Hidráulica Susana Laborde trabaja en la zona del partido de Necochea desde el año 1989 y, actualmente es Jefa de Zona V de Dirección de Mantenimiento de la Subsecretaría de Infraestructura Hidráulica.
AGRADECIMIENTOS Este trabajo fue posible gracias a la guía constante, los aportes y las lecturas críticas de nuestras directoras Natalia Mazzia y Celeste Weitzel. También a Nora Flegenheimer y Mariano Colombo por los comentarios y aportes sobre el análisis del material lítico y las lecturas. A Águeda Caro Petersen por el análisis faunístico y a Pilar García por la edición de imágenes. A todo el equipo del Área de Arqueología y Antropología de Necochea por permitirnos el uso de los materiales y recursos, así como por la permanente motivación. A su vez, agradecemos a Mariano Bonomo quien generosamente facilitó nuestro trabajo y nos aportó bibliografía. A la Ing. Susana Laborde por la información sobre el comportamiento de los cuerpos de agua en la región. A Madalen Dabadie, quien sistematizó inicialmente una primera proporción de materiales y a todos los que participaron en los trabajos de campo. Este se realizó en el marco del subsidio PICT 2014-3054. BIBLIOGRAFÍA Aldazábal,V. y E. Eugenio 2008. El sector costero entre faro querandí y punta rasa, (Bs.As.). Como potencial fuente de recursos líticos de cazadores recolectores. En Libro de Resúmenes del V CARPA, pp. 216-229. La Pampa. Ameghino, F. 1934. Una nueva industria lítica; la industria de la piedra hendida en el terciario de la Región Litoral del Sur de Mar del Plata. Obras Completas, vol. XVIII, pp. 275-277. Buenos Aires.
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*Franco Pazzi es licenciado en Antropología, graduado de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. En este momento se encuentra analizando materiales líticos provenientes de sitios arqueológicos asociados a las canteras de OGSB de la zona de La Numancia (Pdo. de Tandil). Este trabajo se enmarca en el proyecto Bajos, lugares serranos y recorridos: entramado espacial en la vida de los cazadores recolectores pampeanos durante el Pleistoceno final y el Holoceno. PICT 2014-3054 Préstamo BID. FONCyT. 2015/2017. Dir: Natalia Mazzia. E-mail:
[email protected] **Valeria Elichiry es graduada reciente de la carrera de Ciencias Antropológicas con orientación Arqueológica en la Facultad de Filosofía y Letra de la Universidad de Buenos Aires. En este momento se encuentra investigando sobre el consumo alimenticio, con énfasis en recursos vegetales, en grupos cazadores recolectores del sudeste de la región pampeana. Este trabajo se enmarca en el proyecto Bajos, lugares serranos y recorridos: entramado espacial en la vida de los cazadores recolectores pampeanos durante el Pleistoceno final y el Holoceno. PICT 2014-3054 Préstamo BID. FONCyT. 2015/2017. Dir: Natalia Mazzia. E-mail:
[email protected]
CAMINANDO SENDAS EN EL VALLE INTERMONTANO DE “EL TALA”, DPTO. CAPITAL, CATAMARCA Cristian Sebastián Melián1 y Emilio Alejandro Villafañez2 RESUMEN El valle intermontano de El Tala, en la provincia de Catamarca, es un área con un ambiente serrano que ha sido interpretado por la arqueología solamente en torno a sus potencialidades agrícolas. En estos últimos años llevamos adelante trabajos intensivos, además tomamos como base teórica la Arqueología del Paisaje preguntándonos sobre la construcción social del paisaje en la zona. Metodológicamente aplicamos un novedoso Sistema de Prospección por Sendas (SPS), lo que nos permitió recabar información de más de 30 sitios arqueológicos, registrando estructuras habitacionales que hasta el momento no habían sido reportadas para el área. Palabras Clave: Arqueología; Paisaje; Senda; Movilidad; Tránsito
WALKING ON TRAILS IN THE INTERMOUNTAIN VALLEY OF “EL TALA”, DEPT. CAPITAL, CATAMARCA ABSTRACT The “El Tala” intermountain valley, in the province of Catamarca, is an area with a mountainous environment that has been interpreted in archeology around its agricultural potential. In recent years we have carried out intensive work in the region, departing from Landscape Archeology as theoretical basis we ask ourselves about the social construction of the landscape in the area. Methodologically we apply the novel Trail Prospecting System (SPS in Spanish), which allowed us to gather information from more than 30 archaeological sites, registering residential structures that had not been reported for the area yet. Keywords: Archaeology; Landscape; Trail; Mobility; Transit CONICET, Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca, Av. Belgrano 300 (4700), Catamarca, Argentina. E-mail:
[email protected] 1
Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca, Av. Belgrano 300 (4700), Catamarca, Argentina. E-mail:
[email protected] 2
Recibido en octubre de 2016; aceptado en diciembre de 2016. Melián, C. y E. Villafañez. 2017. Caminando sendas en el Valle Intermontano de El Tala, Dpto. Capital, Catamarca. La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 15 (1): 29-46.
Melián y Villafañez- Caminando sendas en el Valle Intermontano...
INTRODUCCIÓN Nuestra investigación se enmarca dentro del proyecto “Arqueología de los Paisajes Agrarios en el tramo superior de la Quebrada de El Tala. Siglos III a XII d.C.”, cuyo principal objetivo, como el nombre del proyecto lo indica, es estudiar los paisajes sociales y agrarios de las poblaciones que se asentaron en la cuenca superior de lo que actualmente se denomina Quebrada de El Tala para el primer milenio de la era. Situada a más de 20 Km de la ciudad capital en el paraje conocido como “El Tala”, corresponde al tramo superior de la cuenca del Río El Tala. Se sitúa en un sector correspondiente a las estribaciones de las serranías de Ambato-Manchao, en el valle inter-montano de El Tala próximo al km 22 de la Ruta Provincial N°4 (Figura 1) Nuestro trabajo parte de considerar al paisaje como poseedor de una carga significativa, la cual está relacionada a la experiencia cognitiva de quien contemple dicho paisaje. Según Ingold (1993) el paisaje se crea y recrea constantemente, es tanto su forma física como
la percepción de la misma. Es aquí donde nos preguntamos: ¿el paisaje en el tramo superior de El Tala es únicamente un objeto físico, o es el resultado en una concepción particular del espacio cargado de sentido? En referencia a esto último ¿la construcción social del paisaje, se realizó en base a un espacio meramente productivo? Esto último nos lleva a preguntar: ¿existieron lugares de vivienda? y ¿cuál fue la dinámica de lo doméstico en la zona?. Creemos que estos interrogantes se pueden responder desde diversos marcos teóricosmetodológicos, nosotros nos propusimos aquí hacerlo desde las características particulares del tránsito y la movilidad que las personas tuvieron en el pasado. Esto nos permitirá entender (aunque sea en parte) su configuración actual e interpretar cómo fue concebido y organizado el paisaje para así poder acceder a los procesos sociales subyacentes en el pasado. Consideramos también que todo terreno tiene formas posibles de desplazamiento por él, por lo que es evidente que la disposición del relieve, la vegetación, las corrientes de
Figura 1. Ubicación geográfica del área de estudio
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La Zaranda de Ideas 15 (1): 29-46 (2017)
agua y otros elementos naturales del paisaje dificultan ciertos movimientos y direcciones, pero al mismo tiempo facilitan otros, siendo la percepción de un paisaje socialmente construido quien lo determina (Villafañez 2012). En el presente trabajo partimos de un principio similar, en el que no se limita a priori el hecho de la transitabilidad, pues creemos que el tránsito debe entenderse como reflejo de la red de permeabilidad de un espacio; la reutilización de unos puntos u otros del tránsito por elementos arqueológicos ilustrará el proceso de semantización concreta de ese espacio (Villafañez 2012).
ANTECEDENTES Uno de los primeros antecedentes sobre la arqueología de la zona se asocia a Larrouy (1914) y su trabajo denominado “Los Indios del Valle de Catamarca. Estudio Histórico”. Él fue el primero en registrar y comunicar sobre la existencia de restos arqueológicos caracterizados como andenes ubicados en una serie de quebradas, principalmente en la de El Tala, sobre los cuales sólo realiza una somera descripción en cuanto a sus formas y sitio de emplazamiento. Años más tarde, Quiroga (1929) comenta, respecto a lo observado durante la visita que realiza a la zona, que las evidencias “consisten en pircas atravesadas en las quebraditas de rápido declive, donde la tierra vegetal arrastrada por las aguas pluviales, deteníanse, contenida por el atajadizo de piedra. Obteníanse así, múltiples y diminutos espacios llanos (...) donde crecían abundantísimos pastizales...” (Quiroga 1929:55). Menciona además que habría existido una alta densidad de población indígena, centrando su atención sobre el número de andenes, asignándole una funcionalidad asociada con regulación de escorrentías y/o espacios de producción de siembra de pastura para alimentar el ganado.
Como podrá observarse, estas primeras publicaciones surgen de una forma particular de hacer arqueología en las primeras décadas del siglo XX, donde las evidencias más sobresalientes fueron destacadas con cierta minuciosidad en la descripción, aunque sus interpretaciones siempre fueron escasas: “... en las quebradas, sobre todo en la del Tala, abundan hasta el cansancio los andenes, o pircas muy bajas, distantes entre sí de tres, cuatro o más metros, y que se sobreponen, a modo de escaleras hasta varias cuadras en las faldas de los cerros. Los mismos escalones sucesivos, pero más altos, se notan en el cauce de los torrentes que originan las lluvias y que casi siempre están secos...” (Larrouy 1914, en Ardissone 1944:93). “...el cerro albergaba una abundante población indígena (...). No hay rigurosidad del monte por pequeña que sea, que no esté cruzada de antiguas construcciones. Generalmente estas consisten en pircas atravesadas en las quebraditas de rápido declive, donde la tierra vegetal arrastrada por las aguas pluviales, deteníanse, contenida por el atajadizo de piedra. Obteníanse así, múltiples y diminutos espacios llanos (...) donde crecían abundantísimos pastizales (...). En la inmensa mayoría de los casos no es más que media, quinta o décima hectárea lo beneficiado; pero tales construcciones son innumerables en el espacio de algunas cuadras y en mayores extensiones pueden contarse por millares...” (Quiroga 1929, en Ardissone 1944:94). Como bien sintetiza Álvarez (2001): “Estas primeras investigaciones en la zona se centraron solamente en la observación y descripción de los restos de terrazas emplazadas en los cerros, en particular donde se construyeron, cantidad de estas y función que tuvieron” (Álvarez 2001:22). Es recién en los años 70 que Barrionuevo (1972) realiza las primeras excavaciones para la zona, en el sitio denominado Yacimiento Paso del Obispo, en el cual define un patrón 31
Melián y Villafañez- Caminando sendas en el Valle Intermontano...
constructivo de recintos cuadrangulares adosados con aberturas hacia un espacio común, vinculados a terrazas de cultivo. En uno de los recintos excavados describe la estratigrafía y los materiales hallados, en el cual hace referencia a material cerámico tosco y lo vincula a un uso doméstico, y en los niveles inferiores halla un enterratorio asociado a material cerámico decorado al cual describe como una fase final de la cultura de La Aguada. Pasados varios años, se retoman nuevamente los trabajos en la zona con las investigaciones Néstor Kriscautzky, quien en uno de los primeros trabajos, es capaz de mostrar los resultados obtenidos en la Quebrada de El Tala donde describe y clasifica patrones de asentamientos, cerámica, etc. (Kriscautzky 1995). En otra publicación se aborda la diversidad de sitios presentes a nivel quebrada y fondo de valle, los cuales son atribuidos a diferentes modos de producción, caracterizándolos de acuerdo al lugar de emplazamiento en cual se encuentran (Kriscautzky 2000b). En el año 1999, Kriscautzky presenta una caracterización en la cual agrupa los sitios que se encuentran en la quebrada. Éstos varían según las condiciones geomorfológicos, el paisaje y la función que cumplen; es a partir de estos atributos que crea una tipología para los diversos sitios de la quebrada (Kriscautzky 1999a). En el mismo año se publica un libro el cual aborda la primera síntesis, en el que se integra y expone un panorama general basado en la información recobrada en todos esos años de investigación en el Valle Central de Catamarca (Kriscautzky 1999b). También en 1999 presenta su tesis doctoral, y en la introducción Kriscautzky plantea que, para el Valle Central, las condiciones climáticas y los cambios en la conformación social fueron las causas que permitieron realizar grandes obras de infraestructura. Como señala el autor,“todo ello sostenido por un sistema ideológicoreligioso fuerte, con una organización por 32
lo menos a nivel de señoríos” (Kriscautzky 1999c:35). Kriscautzky y Lomaglio (2000), plantean una larga tradición de Aguada en el valle de Catamarca, la que dividen en tres etapas. En primer lugar, Aguada Inicial, que habría tenido su origen en el valle de Catamarca, asignada a los primeros siglos de la Era; se encuentra asociada a materiales Condorhuasi y Ciénaga. En esta etapa se encontraría la ocupación de Pueblo Perdido de la Quebrada. En segundo lugar, Aguada Clásica que se corresponde con la descripta para Hualfín y el oeste de la provincia; y finalmente Aguada Final, caracterizada por Aguada Portezuelo del Valle Central, el este catamarqueño y parte del área chaqueña. Consideramos que fue este autor quien genera un quiebre importante en la arqueología de la zona, por cuanto toma en cuenta un sinnúmero de nuevas evidencias que le permiten realizar interpretaciones y asociaciones entre tipos de asentamientos en relación a la altura de su emplazamiento. Plantea además un modelo caracterizado por zonas de cultivo de maíz en espacios regados por el río principal, complementado con caza de especies y recolección, todos en los espacios más bajos, y pastoreo de camélidos en pastizales de altura, así como depósitos en ese mismo sector (Kriscautzky 2000a, 2000b). En base a lo antes expuesto, Kriscautzky plantea en líneas generales que: “...encontramos para el valle de Catamarca en épocas de ‘Aguada’ un grupo social estructurado con un sistema de trabajo de la tierra y producción que combina la ganadería de camélidos en los pastizales de altura con sembrados en laderas preparadas a tal efecto, riego por canales en las laderas, producción y trabajo de las materias primas en los niveles intermedios y caza, recolección y producción en los niveles bajos de la depresión, todo
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ello requirió evidentemente de un sistema estructurado de organización política sostenido por un sistema de creencias con una ideología estructurada, que permitió el trabajo de conjunto de grupos numerosos para elaborar obras de almacenamiento y producción, sin estructuras que indiquen actividad bélica entre ellos.” (Kriscautzky 2000a:68). Se destacan dos cosas importantes en esta cita: en primer lugar, el autor propone un espacio sectorizado según diferentes estratos altitudinales, donde existieron lugares específicos para vivir, cultivar y criar ganado, propuesta basada en los modelos de complementariedad económica tan ampliamente aceptados a lo largo de todos los Andes (Murra 1975; Núñez y Dillehay 1979) y que tuvieron gran asidero en los modelos propuestos para el noroeste argentino (González 1979; Núñez Regueiro y Tartusi 1987; entre otros); en segundo lugar, se pone énfasis en la organización político administrativa que generó lo que fuera definido como “Cultura de La Aguada” (sensu González 1964), donde habría existido un alto grado de estratificación social. En trabajos posteriores (Álvarez 2000-2001, 2001; Álvarez et al. 2007; Álvarez y Valverdi 2008, 2012), se detectan una gran cantidad de estructuras, la mayoría de las cuales serían emplazamientos agrícolas. Se realiza una clasificación de estas estructuras, llegando a la conclusión de que en la Quebrada de El Tala se practicó una agricultura intensiva para el momento de Aguada (Álvarez et al. 2007). También compara el sitio Mogote del Carrizal con otros emplazamientos ubicados en la Quebrada de El Tala teniendo en cuenta la arquitectura y material cerámico recuperado, concluyendo que la configuración actual del paisaje en la Quebrada de El Tala es el resultado de una actividad agrícola continua, desarrollada a lo largo de milenios con el fin de modificar el paisaje natural y: “conformar intencionalmente
factores microclimáticos, que tuvieron por propósito optimizar las condiciones de cultivo, en zonas que previo a estas reformas resultaban marginales para la implementación de la agricultura.” (Álvarez y Valverdi 2008:146). Puentes (Puentes 2005; Puentes et al. 2007) realiza una propuesta explicativa de cómo era concebido, administrado y remodelado el espacio respecto de la planificación agraria desde una perspectiva espacial, atendiendo y describiendo las técnicas de apropiación del espacio asociado a la actividad agrícola. Propone que los grupos que habitaron la Quebrada de El Tala supieron administrar la información extraída del ambiente a través de sistemas concretos de cognición y percepción que seleccionaron la información más útil y adaptables a la geografía serrana. Los mismos están evidenciados a través de las múltiples estructuras presentes en esta área (Puentes et al. 2007). Sostiene que en los tiempos del Formativo Superior para la zona de estudio, el espacio era concebido y administrado a través de un modelo articulado, donde el uso diferencial del suelo alcanzó un equilibrio dinámico logrado con una tecnología capaz de maximizar la heterogeneidad ambiental (Puentes y Fiant 2008). El interés primordial de estos trabajos es comprender la lógica de producción de los sistemas agrícolas prehispánicos, definiendo el patrón de uso del espacio. Siguiendo esta línea, Álvarez y Puentes llevan a cabo las primeras excavaciones en dos sitios de la Quebrada de El Tala, donde muestran la asociación entre un sistema agrícola y uno residencial (Álvarez 2001; Puentes et al. 2007). Si bien en un primer momento presentan un modelo de base fuertemente económica, la descripción de sitios y su caracterización comienza a brindar la posibilidad de realizar nuevas preguntas en torno a los paisajes arqueológicos de la Quebrada. 33
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MARCO TEÓRICO En base a nuestra problemática y a los objetivos planteados, hemos decidido abordar nuestro estudio a través de una investigación de amplia escala a partir de la propuesta teórica-metodológica de la Arqueología del Paisaje (Criado Boado 1993). Puesto que ésta considera el espacio no como un marco de los procesos históricos, o un elemento más del registro arqueológico, como ocurre en las aplicaciones de metodologías neopositivistas, sino como un sistema integrado resultado de la acción del hombre, donde los elementos que lo forman son interdependientes y se condicionan (Anschuetz et al. 2001). El estudio del paisaje arqueológico no implica una restitución del medio geográfico en un momento determinado. A lo largo de la evolución histórica y cultural del hombre su comportamiento sobre el medio es determinante como acción modificadora del paisaje. Estas transformaciones humanas en el medio son informaciones precisas, ligadas a la dinámica histórica de las sociedades y, por lo tanto, el estudio de las transformaciones del paisaje es también el estudio de la evolución histórica de una comunidad. Por lo tanto, el estudio del paisaje nos permite estudiar de manera exhaustiva muchos factores que globalmente interactúan en los procesos de cambio cultural. El paisaje caracteriza a la línea de acción que se abre en arqueología cuando se asume como principio esencial el hecho de que las entidades arqueológicas no existen aisladas, sino que son entidades espaciales, relacionadas significativamente con su contexto espacial. Anschuetz et al. (2001) plantean que una de las premisas aplicables al paisaje es que este es un mundo de productos culturales donde las comunidades transforman los espacios físicos en lugares llenos de contenido mediante sus actividades diarias, sus creencias y sus sistemas de valores. 34
Las relaciones con el paisaje hacen alusión a prácticas sociales recurrentes y rutinarias que en su reproducción construyen al individuo como actor social y a la estructura, o sociedad, como organizadora de la vida colectiva (Giddens 1995). Esta ontología de lo social enmarca dentro de sí al individuo y a la sociedad, y sirve para llegar a comprender la manera en que se construyeron las relaciones al interior de los grupos sociales (Giddens 1995). Las prácticas sociales son estructuradas y estructurantes (Bourdieu 1991:91). Por ello, son eficaces para ejemplificar la forma en que la sociedad es construida en una dinámica cambiante y contextualmente significativa. Es decir que, esta teoría pone el acento en la importancia del contexto en el que fueron producidas las acciones concretas del pasado que originaron los restos materiales. De manera que las prácticas son el nexo entre el individuo y la sociedad, entre la agencia y la estructura. El concepto de agencia (Giddens 1987) se refiere a un individuo que posee una capacidad para resignificar las reglas aprendidas de su entorno social, y que es cognoscible. Es decir, comprende a un individuo o agente social inserto en un saber colectivo que tiene motivos y razones que guían su acción (Giddens 1987). Estas acciones tienen un fundamento basado en el conocimiento del contexto en que son llevadas a cabo, y tienen un fin específico. Esto se denomina “control reflexivo de la acción” (Giddens 1993:45). En las culturas tradicionales, por ejemplo, prevalecen las prácticas fundadas en la valoración de símbolos que contienen y perpetúan la experiencia de generaciones y utilizan a la tradición como contexto de justificación (Giddens 1987, 1995). La tradición integra el control reflexivo de la acción, organizando el tiempo y el espacio de la comunidad; en ellas las actividades y experiencias se inscriben en una continuidad temporal que une pasado, presente y futuro, que son, a su vez, reestructurados por las prácticas sociales recurrentes (Giddens 1995). Según esto, la tradición no es totalmente
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estática porque es reinventada por las nuevas generaciones al hacerse cargo de su herencia cultural. Para ahondar en los aspectos de las prácticas sociales y sus relaciones con el paisaje, y verlas a éstas como recurrentes y rutinarias, es que tomaremos los aspectos derivados del tránsito, pues creemos que debe entenderse como reflejo de una red de permeabilidad de un espacio, donde la reutilización de unos puntos u otros del tránsito por elementos arqueológicos ilustrará el proceso de semantización concreto de ese espacio (Villafañez 2012). También Tilley (1987) sostiene, partiendo de la premisa de documentar su propio movimiento alrededor de una serie de monumentos megalíticos, que la experimentación subjetiva del paisaje proporciona una metodología para la interpretación arqueológica de la organización del mismo. Movimiento, que es percepción personal de formas, distancias y tiempos del paisaje. Además consideramos al paisaje como poseedor de una carga significativa, la cual está relacionada a la experiencia cognitiva de quien contemple dicho paisaje. Así, según Ingold (1993) el paisaje se crea y recrea constantemente, es tanto su forma física como la percepción de la misma. Es también movimiento, ya que es “el mundo tal y como es percibido por aquellos que viven en él, que habitan determinados lugares y viajan a lo largo de los caminos que los conectan” (Ingold 1993:156).
MARCO METODOLÓGICO Desde hace muchas décadas, la prospección ha sido reivindicada como metodología válida para conocer el pasado y plenamente capaz de conducir a hipótesis factibles de contrastar sin la necesidad de excavaciones (Trigger 1992). Existen muchas definiciones acerca de lo que consiste una prospección. Cerrato
Casado, por ejemplo, la entiende como “la técnica arqueológica de campo consistente en la exploración visual del registro material conservado en la superficie del terreno y su debida documentación mediante un método planificado y atendiendo a unos objetivos concretos” (Cerrato Casado 2011:151). Otra es la que proponen Gallardo y Cornejo, quienes afirman que consiste en “la aplicación de un conjunto de técnicas para optimizar las probabilidades de descubrimiento de los materiales culturales que caracterizan el registro arqueológico en el ámbito de un espacio conceptualmente definido” (Gallardo y Cornejo 1986:410). La Quebrada de El Tala, es un lugar con una amplia variedad ambiental y topográfica, con un relieve ondulado que nos imposibilita el hecho de llevar a cabo tareas en un corto periodo de tiempo (prospecciones no-planificadas), o trabajos en búsqueda de evidencias puntuales (prospecciones extensivas), como así también relevamientos con un gran número de personas siguiendo transectas (prospecciones intensivas) (Chapa Brunet et al. 2003); en cuanto a este último caso, entre otras cosas, porque el esfuerzo de cruzar sucesivamente quebradas con alto grado de pendiente sería muy elevado. Tomando estos criterios, adoptamos como metodología de prospección la propuesta realizada por Villafañez (2013, Villafañez et al. 2015), debido al hecho que la zona de estudio es muy similar a la zona trabajada por el autor en cuanto a su topografía, vegetación y evidencias materiales, además creemos que es una propuesta innovadora que nos permitirá acercar de forma más estrecha a las pautas de movilidad que este trabajo plantea. Según Villafañez (2012) esta metodología de prospección, toma algunos aportes de las tradicionales (escuetamente comentadas párrafos arriba) e introduce nuevos conceptos. Concretamente, la búsqueda de restos 35
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arqueológicos en el área de estudio se realizó adoptando el criterio de caminar por el valle siguiendo los senderos y las vías de tránsito naturales y culturales que aún vemos en la actualidad. Esta metodología, que se ha denominado Sistema de Prospección por Sendas (SPS), nos ha permitido acercarnos al paisaje de la Quebrada de El Tala de otra manera, donde logramos movernos fluidamente a través de ellas por las vías de tránsito usadas cotidianamente por los habitantes del lugar. “Las sendas nos brindan un modo de conocer el paisaje de manera diferente, al permitirnos comprender que algunos lugares que a priori parecían alejados por la distancia y la topografía, son posibles de conectarse mediante vías que se acomodan a las sinuosidades propias del terreno de manera gradual, no abrupta” (Villafañez 2012:35). Esta propuesta metodológica, el SPS, tiene algunas ventajas que queremos rescatar: a) A la vez que se registra la evidencia arqueológica se pueden reconocer algunas potenciales pautas de movilidad en el terreno (por ejemplo, cruces, desvíos, cuestas, posibles lugares de descanso), logrando un conocimiento más preciso de las distancias de caminata entre sitios. b) También permite relevar datos relacionados a la temporalidad, pues por ejemplo desplazarse desde diferentes lugares con una misma distancia muchas veces no implica una misma duración, considerando factores tales como la topografía, la vegetación etc. c) Moverse a través del paisaje brinda la posibilidad de registrar, de manera más completa y compleja, los rangos de visibilidad, visibilización e inter-visibilidad (sensu Criado Boado 1993). d) Si los trabajos son realizados por varios grupos simultáneamente, en ocasiones se puede 36
prestar atención a temas que no quedan en el registro arqueológico en forma de evidencia empírica, tales como la sonoridad del paisaje y la posibilidad escuchar a otro entre quebradas. e) Las tareas de prospección, por lo general, son más cortas y no se necesitan demasiadas personas para llevarlas a cabo, minimizando los costos de la investigación. En cuanto a la recolección de los datos de los sitios arqueológicos, la información fue registrada mediante una planilla estandarizada con 75 variables, entre las que se destacan las ambientales, procesos de formación de sitios, formas y tamaños, técnicas constructivas, visibilidad, de percepción, etc. También se hizo un relevamiento detallado de las sendas, tomando tiempos, distancias y realizando tracks completos con sistema de posicionamiento global (GPS). Algunas definiciones operativas Sitio arqueológico: el sitio arqueológico es la unidad mínima de prospección y análisis, entendido como locus material producto de la actividad humana con suficiente discontinuidad con respecto al entorno como para poder diferenciarlo de otros similares y establecer sus límites (Villafañez 2012). Unidad habitacional: para esta definición hemos tenido en cuenta los datos recabados a través de sondeos y excavaciones de investigaciones de áreas cercanas. Tanto los trabajos realizados a lo largo de gran parte de la Quebrada de El Tala (Pata de Buey, Pueblo Perdido, Pueblo Perdido II) (Kriscautzky 2000a, 2000b; Puentes 2003; Fonseca 2010;Fonseca et al. 2014, 2015) como además las excavaciones en valles aledaños como Ambato y Balcosna (ver Figueroa 2008; Villafañez 2013). En base a estas similitudes entendemos que las unidades habitacionales poseen en líneas generales recintos adosados (entre 2 a 10) que comparten un muro doble, con aberturas que comunican
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a un espacio abierto común. La técnica de construcción de estas estructuras se caracteriza por una base de dos hileras de piedras lajas canteadas, clavadas de manera vertical y con relleno de tierra y cascajo y sobre ella hileras de piedras lajas dispuestas de manera horizontal, en cuanto al tamaño pueden variar promedio de entre 80 y 600 m2.
al norte con la formación montañosa en la que se destacan los cerros Pabellón, Pabellón Chico y Mogote del Carrizal; al oeste por la cumbre de la sierra de Ambato y las Serranías del Tala; al este por el cerro Colorado y al sur hasta encontrarse con el cambio de rumbo de la quebrada en proximidades del km 22 (Juárez 1986).
Estructuras Agrícolas
Desde el punto de vista geológico la quebrada se manifiesta sobre una estructura de fracturas precámbricas, de plegamiento caledónico y con restitución ándica, conformando un relieve en bloques disectados en forma asimétrica, diseño típico de las Sierras Pampeanas, cubiertos por materiales sedimentarios.
Tomamos como base la tipología realizada por Kriscautzky (2000b), basada en la forma de la planta y la pendiente del terreno de base: Andenes: sucesión de muros de contención que siguen las curvas de nivel a pocos metros unos de otros, permitiendo la nivelación de tierras en laderas abruptas. Terrazas: similares a los anteriores, pero con mayor distancia entre las paredes, se encuentran sobre terrenos de pendientes relativamente suaves (menos de 45º). Canchones: grandes espacios nivelados por contención de sedimentos en las terrazas bajas o llanura de inundación de los cauces, sobre terrenos con una base geomorfológica de escasa pendiente, mantenidos con superficie horizontal por relleno de aluvión contenido a partir de muros de piedra doble bajos entre 0.50 y 0.80 m, construidos con dos hileras de piedras lajas clavadas verticalmente y relleno de cascajos que a veces superan los 50 m de distancia. Despedres: acumulaciones de piedra como producto de la limpieza de los terrenos de cultivo.
En la siguiente sección se describen de manera muy somera las sendas prospectadas y luego se presentan los datos de los sitios relevados en las mismas. Descripción de las sendas 1. Senda 1 Quebrada Seca Ubicada inmediatamente al sur de la Quebrada de El Tala. Las características topográficas impedirían recorrerla de otro modo que no sea a través de la red de senderos que en ella existen. Con una longitud de 3,4 km, tomamos una dirección este-oeste por la parte más baja de la quebrada, zona donde se relevaron una importante seguidilla de estructuras agrícolas y de viviendas (Figuras 2 y 3), luego se siguió el ascenso por la loma contigua en dirección norte-sur, la cual termina con la unión hacia el río El Tala. Caminar por allí implica adentrarse en la profundidad de las lomas, lo que en muchas ocasiones significaba observar gran variedad de estructuras, algunas muy cercanas entre sí.
DESCRIPCIÓN DEL ÁREA DE ESTUDIO Y RESULTADOS OBTENIDOS
2.Senda 2 Quebrada de El Tala
El área presenta un fuerte predominio orográfico por lo que circunscribe la zona y bosqueja de cierto modo sus límites naturales;
Transcurre por las terrazas del piedemonte, por el margen izquierdo del Río El Tala, a la que denominamos Valle del Tala, atravesando 37
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Figura 2. Croquis de sitio habitacional en donde se observa estructuras habitacionales y agrícolas
Figura 3. Senda 1, los números indican la ubicación de los sitios registrados
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numerosos canchones de cultivo y ascendiendo suavemente en dirección a las nacientes del mismo (Figura 4). La vegetación es abundante en pastizales y arbustales, reduciendo en la época de lluvias la visibilidad de manera notable. Los sitios se ubican a uno y otro lado de la misma, y si bien se identificaron cinco, en realidad parecería que toda el área sería una gran zona de cultivo entre los que se distribuyen estructuras habitacionales, canchones, despedres y posibles sitios de almacenamiento que en su conjunto ocupan un área de 55.000 m2 (Figura 5). En el inicio de la senda se observa un gran impacto antrópico producto de la remoción de suelos y estructuras arqueológicas para la construcción de obras de infraestructura habitacional actual y el desmonte y la limpieza de terrenos para loteos. En la actualidad el primer tramo de la senda que va desde la ruta hacia el loteo ha sido ensanchada para permitir el paso de vehículos de gran porte que trasladan los materiales para la construcción de las viviendas de la zona. La senda también es utilizada por montañistas para ascender al cerro Crestón, y personas que en temporada realizan actividades de pesca de trucha y cacería de perdices. El primer tramo de la senda tiene una extensión de 1.8 km de extensión y finaliza en un extenso muro de contención ubicado en la primera quebrada transversal tributaria del Río el Tala. A partir de esta quebrada se ascienden gradualmente sobre el nivel del río, produciendo espacios en donde se escalonan diversas estructuras agrícolas y posibles sitios habitacionales separados por quebradas angostas y profundas con una densa vegetación y que presentan en las márgenes de las mismas estructuras que podrían ser descriptas como muros de contención y despedres. Es de destacar que en los espacios aterrazados constituidos por las estructuras arqueológicas se registra una reocupación en tiempos actuales como corrales y puestos de ganadería. En este segundo tramo de la senda en una extensión de tres kilómetros se registraron un total de cinco sitios arqueológicos de recintos adosados, posiblemente sitios habitacionales (Figura 6).
3.Senda 3 Mogote del Carrizal La senda inicia en el margen izquierdo del Río El Tala y transcurre por ésta hasta llegar a la primera quebrada del cerro Mogote del Carrizal. Comenzar a caminar implica ascender por una loma bastante empinada, por lo que la senda transcurre en zigzag, con una elevación total de 150 m. Los sitios arqueológicos se ubican en las quebradas laterales hacia el sur, así el ascenso sigue de manera abrupta y transcurre por el filo del cerro para luego descender y volver al piedemonte, conectándose en éste con la senda Valle del Tala (Figura 7). Es una senda bastante transitada ya sea por lugareños, animales, además de montañistas y para ascender a la cima del cerro Mogote del Carrizal. El tramo recorrido tiene una extensión aproximada de 2 km en el cual se relevaron 10 sitios. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES Si bien este trabajo no deja de ser parte de una primera aproximación, nos sirve para aportar una nueva perspectiva a las ideas que existían para la arqueología de la zona. A lo largo de este trabajo pretendemos realizar una discusión con nuevos datos para el valle intermontano de El Tala, puesto que antes este valle era concebido primeramente como un objeto físico, como el resultado de un marco ambiental concreto modelado a través de la acción humana y cultural, algo que destacamos en los antecedentes con las primeras aproximaciones al área. En ellos se planteaba la idea de que la configuración actual del paisaje en el Valle de El Tala era el resultado solo de una actividad agrícola continua, desarrollada a lo largo de milenios con el fin de modificar el paisaje natural (Álvarez 2000-2001, 2001; Álvarez y Valverdi 2008, 2012). Por consiguiente, en los trabajos antes citados vemos que se desprende la idea de que el espacio condiciona los actos de los individuos y éstos a su vez modifican este espacio en su 39
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Figura 4. Senda 2 Quebrada de El Tala, los números indican la ubicación de los sitios registrados
Figura 5. Croquis en donde se observan canchones de cultivo y despedres
Figura 6. Croquis de posible sitio habitacional
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Figura 7. Senda 3 Mogote del Carrizal. Los números indican la ubicación de los sitios registrados
beneficio. Estas perspectivas funcionalistas – economicistas del espacio, crearon una visión del paisaje del área de estudio en la que éste era solamente un contenedor de estructuras agrícolas y ganaderas. En consecuencia, estas formas de concebir el paisaje nos estimularon a buscar respuestas en otros marcos teóricos. Puesto que concebimos al paisaje como una construcción social, la transitabilidad nos permitió relevar estructuras y concebir al terreno con sus posibles formas de desplazamiento. Por ello, el método de prospección por sendas (Villafañez 2012, 2013; Villafañez et al. 2015) utilizado en esta investigación nos posibilitó acercarnos al paisaje a una escala más humana, identificando y relacionando estructuras que hasta el momento habían permanecido ocultas tras el sesgo agrícola de las investigaciones previas. A lo largo de estas sendas se identificaron sitios habitacionales (N=20), terrazas (N=256), canchones (N=70); andenes (N=207), despedres (N=2), morteros (N=4).Todo este conjunto de evidencias arqueológicas expresa más que sólo
una idea funcionalista - economicista del paisaje, por ello a través de una nueva mirada con un marco teórico distinto logramos interpretar este paisaje en una relación constante entre estructuras habitacionales conectadas (a veces unidas por muros y otras tantas a corta distancia) y estructuras agrícolas, ubicando en el espacio a los habitantes que habían permanecido ocultos hasta el momento, y configurando un paisaje permeable y transitable. Independientemente de las características topográficas del terreno y la posible funcionalidad asignada a las estructuras identificadas que nos permite inferir un paisaje como la expresión material de una construcción social, habitado y vivido (Figuras 8, 9 y 10). La existencia de vías de comunicación entre los sitios configura una serie de posibles escenarios sociales, por los cuales las personas transitaron cotidianamente, perpetuando la experiencia de generaciones y sedimentando y resignificando prácticas sociales que se inscriben en una continuidad espacial y temporal, que une pasado presente y futuro y que tiene su correlato en la materialidad 41
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Figura 8. Imagen en donde se observan la totalidad de las sendas y la distribución de los sitios
Figura 9. Ubicación de los sitios según geoforma
Figura 10. Cantidad y tamaño de los sitios habitacionales
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construída que llega hasta nosotros. A su vez, la estrecha distancia y la fácil comunicación entre los sitios, la sensación de unidad, nos permite aventurar la existencia de una comunidad integrada en la cual el límite entre las zonas de vivienda y producción se diluía en la rutinización de las prácticas cotidianas. Caminar significaba reconstruir constantemente el paisaje, experimentar el espacio relacionándolo inextricablemente con el entramado social, nombrando y amojonando lugares, personas y cosas. A través de la regularidad de estructuras habitacionales insertas entre las estructuras de cultivo, así como por la homogeneidad de las técnicas de construcción (los andenes y terrazas están construidos con muros simples de piedra laja dispuestas de manera horizontal, las estructuras habitacionales con muros dobles con una base de dos hileras de piedras lajas dispuestas de manera vertical sobre la que se disponen hileras de piedras lajas horizontales, lo mismo que los canchones, con la diferencia que en estos últimos la altura de los muros no supera los 0.80 m), creemos en la existencia de un paisaje social homogéneo en el que no se observan signos de diferenciación social. En cuanto a la ubicación temporal de este paisaje social, como aún no hemos realizado excavaciones para efectuar estudios más precisos que nos permitan obtener una idea acabada al interior de los recintos, recurrimos a una cronología relativa por comparación con las zonas aledañas, donde las recurrencias observables en el estilo arquitectónico nos permiten inferir que las prácticas sociales que nosotros pensamos para nuestra área, se inscriben en una continuidad espacial y temporal. Puesto que en los diversos sitios excavados de la Quebrada de El Tala los fechados radiocarbónicos se corresponden al Periodo Temprano con la aparición de las primeras aldeas, representados por los sitios Pueblo Perdido de la Quebrada I y II, Pata de
Buey con fechados entre 1770 ± 90 AP y 1520 ± 80 (Kriscautzky 2000a; Kriscautzky y Lomaglio 2000) posteriormente con la expansión de Aguada representados por los sitios PPQ I, Mogote del Carrizal, km 25, Ojo de Agua I y Peschiutta; con fechados entre 1410 ± 60 AP y 990 ± 60AP (Kriscautzky 2000a; Kriscautzky y Lomaglio 2000 Fonseca et al. 2014, 2015). A su vez, los análisis de los materiales cerámicos manifiestan una continuidad formativa, es decir filiación Cóndor Huasi, Ciénaga, Candelaria y las distintas variantes de Aguada. Así, y según todo lo antes dicho, no queremos dejar de remarcar lo inicial de esta investigación, donde el caminar a través de las sendas fue una “excusa” para plantear una nueva línea de investigación desde la Arqueología del Paisaje. El caminar y prospectar nos posibilitó el encontrar nueva y variada evidencia que antes no se había conseguido, ampliando notablemente el conocimiento de la zona, siendo esto quizás el aporte más importante de este trabajo, ya que nos permite de dejar pensar a la Quebrada de El Tala no solamente como un área de cultivo, sino como un área para vivir.
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Melián y Villafañez- Caminando sendas en el Valle Intermontano...
*Cristian Sebastián Melián es egresado de la carrera de Licenciatura en Arqueología de la Universidad Nacional de Catamarca. Este trabajo forma parte de su tesis de Licenciatura defendida en Junio de 2015. Actualmente es becario doctoral CONICET y estudiante del Doctorado en Ciencias Antropológicas de la Universidad Nacional de Córdoba. Es miembro del equipo de investigación del “Proyecto Arqueológico Paclín”, investigando la Arqueología de las Prácticas Cotidianas y los Espacios Domésticos en el Valle de Balcosna entre los siglos IV a X.
**Emilio Alejandro Villafañez es Doctor en Ciencias Antropológicas, egresado de la Universidad Nacional de Córdoba. Actualmente es Profesor Adjunto Exclusivo de la catedra “Arqueología, Paisaje y Asentamiento”, de la Escuela de Arqueología en la Universidad Nacional de Catamarca y director del “Proyecto Arqueológico Paclín”.
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OCUPACIÓN DEL ESPACIO Y CONSTRUCCIÓN DEL PAISAJE CULTURAL ARQUEOLÓGICO EN QUEBRADA LA CHINCHILLA, REGIÓN DE ATACAMA, CHILE Carolina Pavez Chiesa 1 RESUMEN Quebrada La Chinchilla se emplaza en la porción meridional del desierto de Atacama, cerca del pueblo minero Inca de Oro. Gracias a la cerámica superficial, ha sido posible adscribir las ocupaciones humanas desde el período alfarero temprano hasta el tardío, así como determinar el tipo de actividades llevadas a cabo, orientadas a la manufacturación lítica y de cuentas de mineral. Los sitios arqueológicos se hallan distribuidos cercanos a vetas de mineral, canteras, recursos hídricos y llanos, lo que nos incitó a buscar qué tipo de relación espacial se encontraría en la quebrada, la que por lógica debiera orientarse al emplazamiento cultural de acuerdo a la distribución de estos elementos naturales de interés. Se aplicaron metodologías de la arqueología del paisaje interpretadas desde postulados que asocian el tipo de distribución cultural de acuerdo al ambiente natural en que se insertan. Palabras claves: Espacio; Paisaje; Distribución; Asociación; Chile.
SPACE OCCUPATION AND ARCHAEOLOGICAL CULTURAL LANDSCAPE CONSTRUCTION AT QUEBRADA LA CHINCHILLA, ATACAMA PROVINCE, CHILE ABSTRACT Quebrada La Chinchilla is placed at the southern portion of the Atacama desert, near to the miner town Inca de Oro. Because of the superficial pottery, it has been possible to associate human occupation from early-pottery period to later period, and identify the manufacture of lithics and mineral beads as the kind of activities carried out at the ravine.The archaeological sites observed at the ravine are placed near to ore veins, lithic quarries, water resources and nearby flat lands, which led us to hypothesize about what kind of spatial relationship would be developed at La Chinchilla, which by logic would be focus on the cultural placement around the distribution of these specific natural elements. We applied landscape archaeological methodologies, which have been interpreted from cultural distribution according to the natural environment where they are inserted. Key words: Space; Landscape; Distribution; Association; Chile. Universidad SEK, Chile. E-mail:
[email protected]
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Recibido en mayo de 2017.; aceptado en agosto de 2017. Pavez Chiesa, C. 2017. Ocupación del espacio y construcción del paisaje cultural arqueológico en Quebrada la Chinchilla, Región de Atacama, Chile. La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 15 (1): 47-66.
Carolina Pavez Chiesa- Ocupación del espacio y construcción del paisaje cultural arqueológico ...
INTRODUCCIÓN Como trabajo de investigación de una tesis de pregrado, se planteó la posibilidad de acercarnos a Quebrada La Chinchilla desde los análisis de la arqueología del paisaje, específicamente lo planteado por Criado (1999); debido a que en la quebrada hallamos sitios arqueológicos distribuidos cercanos a vetas de mineral, canteras, llanos y a un único pozo de agua, interesándonos en la posibilidad de asociación espacial que pudiera identificarse entre sitios y dichos elementos naturales y añadiendo la posibilidad de intervisibilidad que podría generarse. La quebrada presenta un total de 13 sitios denominados Chinchilla (CH), 10 de ellos insertos dentro de la quebrada y tres de ellos en su zona exterior, los que fueron considerados como Chinchilla debido a la similitud del registro arqueológico superficial, el que se enfoca en la manufacturación lítica y de cuentas de mineral de cobre (Garrido 2015). Garrido (2015) en su tesis doctoral, explica que el asentamiento desde períodos preincaicos, específicamente desde el período alfarero temprano y hasta el período tardío con la llegada del Inca, se debería a la explotación de vetas de mineral y canteras con los fines últimos de dicha manufacturación de cuentas y artefactos líticos. Esa conclusión incidió en nuestra suposición de que el emplazamiento de los sitios estuvo asociado con la distribución de los elementos naturales que estarían siendo utilizados: vetas y canteras. Por otro lado, nos llamó la atención la homogeneidad en la distribución de sitios arqueológicos, uno tras otro, lo que implicó adicionalmente, el determinar qué tipo de asociaciones se darían entre sitios, teniendo además en cuenta, la similitud en el registro arqueológico presente en cada uno de ellos. Para esto, se propuso el registro sistemático de los elementos culturales arqueológicos (sitios y/o paneles de arte rupestre, estructuras y senderos aislados) y los elementos naturales mencionados, particularmente 48
relativo a su emplazamiento geográfico, lo que posteriormente permitiría generar mapas de distribución que indicaran de qué forma se daría la relación por asociación espacial entre elementos culturales arqueológicos y elementos naturales de interés en este estudio. Este relevamiento de información, como objetivo último, se utilizaría para la construcción del o los paisajes culturales arqueológicos, como una posible forma de comprender el uso y significación que le fue entregado a dicho espacio. Este acercamiento al uso y significación del espacio, y desde una perspectiva lógica, debiera apoyar la hipótesis de Garrido (2015) y las observaciones de evidencias superficiales en los sitios, como mencionamos, orientadas a la manufacturación de líticos y cuentas de mineral. Para esto, la distribución de los sitios debiera estar asociada con las fuentes de materias primas que serían utilizadas, considerando la presencia y cercanía de ellas, incluso su visibilidad.
ANTECEDENTES DE LA QUEBRADA Quebrada La Chinchilla se emplaza en la porción meridional del desierto de Atacama, específicamente en la sierra Cachiyuyo de Llampos, que corre en dirección norestesuroeste entre 35 y 70 km al norte de la capital regional Copiapó, y con el pueblo minero Inca de Oro como el más cercano, unos 36 km aproximadamente al norte. El sector oeste de la sierra está rodeado por dos llanos: hacia el norte el llano Piedra de Fuego (llano en que está emplazado el Qhapaq Ñan) y hacia el sur el llano arenoso Llampos (Figura 1). La primera persona que mencionaría a la quebrada es Paul Treutler, un alemán ingeniero en minas que recorrió Chile entre 1851 y 1863 en busca de minerales como oro y plata. Treutler accedió a la zona de la sierra
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Figura 1. Ubicación de Quebrada La Chinchilla en la región de Atacama.
Cachiyuyo de Llampos, en la porción meridional del desierto de Atacama, y en una ocasión y buscando a su mula, llegó a lo que actualmente conocemos como Quebrada La Chinchilla. Allí encontró a su mula, bebiendo agua de un pozo sombreado por un algarrobo, y en sus escritos señala el hallazgo de jeroglifos de color rojo que representan cóndores, guanacos y figuras humanas, y que se plasman en los farellones rocosos del sector al que llega (Treutler 1882). Entre los años 2007 y 2014, el arqueólogo Francisco Garrido realiza varias campañas dentro y fuera de la quebrada, a la que accede gracias a las detalladas descripciones de Treutler (1882). Enmarcado en su tesis doctoral, Garrido (2015) intenta comprender de qué forma la infraestructura incaica influenciaría a los grupos locales de la quebrada, puesto que, durante el período tardío, el Qhapaq Ñan se instala 3 km hacia el este. Aquí concluye que, en períodos más tempranos los grupos locales realizarían actividades especializadas de manufacturación de cuentas de mineral y artefactos líticos, mientras que con la llegada del Inca los grupos realizarían actividades diversas con el fin de intercambiar materialidades con los sitios emplazados a lo largo del Qhapaq Ñan y con los individuos que lo transitarían.
Con su investigación, se definieron 13 sitios que se adscriben siguiendo los fragmentos de cerámica diagnóstica en superficie a períodos que van desde el Agroalfarero Temprano (PAT) al Tardío. Se identificó en superficie cerámica tardía (CH1, CH2, CH3 y CH10), presencia de cerámica tipo Copiapó negro sobre rojo y Punta Brava (CH3), un fragmento cerámico atribuido a la Cultura La Ciénaga del Noroeste argentino (CH11), cerámica monocroma negro pulida asociada al PAT (CH5), cerámica posiblemente tipo Ánimas La Puerta (CH9 y CH10) y Ánimas I (CH1). De los 13 sitios, ocho presentan arte rupestre, y varios de ellos y entre ellos, senderos. También se identifican algunas vetas de mineral de cobre como en el sitio CH1 y CH5, canteras de óxido de hierro y jaspe rojo cercanas al sitio CH1 y CH7, y un único pozo de agua activo en CH9. Para el presente proyecto, se tomaron los 13 sitios definidos por Garrido (2015) siguiendo los croquis de su relevamiento con el fin de reconocer en terreno cada una de las estructuras que él registró. Aquí se adicionaron estructuras que en campañas anteriores no habían sido identificadas y/o registradas, paneles de arte rupestre sin 49
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información previa de su emplazamiento específico, adicionando senderos observados. A la georreferenciación de estos elementos culturales se sumaron los elementos naturales definidos anteriormente, con el fin de establecer una primera asociación a través de las cercanías entre ellos, siendo medidas las distancias en terreno y utilizando imágenes satelitales de Google Earth. Considerando las propuestas iniciales, y asociándolas a la distribución de elementos culturales en Quebrada La Chinchilla junto con la observación e identificación de elementos naturales que pudieran asociarse a los primeros, se determinó la forma en que se dio la ocupación del espacio en ella, tomando como elementos culturales a aquellas estructuras delimitadas por bloques rocosos, paneles de arte rupestre y senderos que se registran en la quebrada y que se definen como evidencia arqueológica inmueble, lo que permitiría inferir que su ubicación actual corresponde a su ubicación pretérita.
MATERIALES Y MÉTODOS En el análisis espacial se parte del supuesto de que en los yacimientos arqueológicos existen relaciones de localización entre las acciones sociales y el conjunto de los procesos naturales que dieron origen al espacio físico en donde se llevaron a cabo dichas acciones sociales (Sánchez 2006). Aquí se da por hecho que las decisiones humanas que se desarrollan dentro del espacio tienen una consecuencia material en él. En sintonía con la arqueología del paisaje, esta perspectiva tiene por objetivo definir los procesos de construcción social del espacio en épocas pretéritas a partir del registro material de los grupos humanos, considerando que el espacio existe por las relaciones sociales, objetos naturales y culturales (Tilley 1994). Ligado a este espacio, constituido por relaciones sociales y objetos naturales y culturales, es que surge la apropiación como 50
la incorporación de éste u otro espacio al ámbito social (Santos 2008), permitiendo la posesión y gestión de él por uso habitual o por una identificación con el mismo (Pol 2002). Este planteamiento es coherente con nuestros objetivos, puesto que los sitios arqueológicos están distribuidos de manera que los individuos se apropien de espacios en que encontramos elementos naturales de interés para los ocupantes de la quebrada, sin necesidad de adueñarse de ellos, más bien y como se indicó líneas atrás, gestionarlos por un uso habitual y hasta familiar. Consecuentemente la incorporación de los espacios de interés genera un espacio total que concentra estos distintos espacios más pequeños, enmarcando el movimiento que se produce a través de él y entre ellos, que actúan como marcadores territoriales (Aedo 2008) y otorgando significados especiales a ciertos hitos en el espacio que inciden en la familiaridad del individuo con él, agilizando el tránsito debido a la posibilidad de orientación y reducción de la complejidad de movimiento (Pol 2002). Bradley y colaboradores (1994) proponen que a través de materialidades insertas en el espacio natural es posible acercarse a la apropiación del espacio en el paisaje cultural arqueológico. En dicho caso, la cultura material se interpreta como socialmente significativa, relacionándose con comunicación social o un medio simbólico que oriente a los individuos en su ambiente natural y social (Shanks y Tilley 1987). La importancia de la orientación en el espacio radica en la cualitativa distinción entre lo que está más cerca y aquello que está más lejos, una relación entre el cuerpo humano y la naturaleza por la que se desplaza. Para que esta relación se desarrolle, se debe generar conciencia sobre ese algo que está cerca y es de nuestro interés, o ese algo que está lejos pero al que es posible acceder. Para ello contamos con nuestra percepción de espacio como una habilidad fundamental del ser humano para experimentar la relación cuerpo-espacio; esta
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experiencia espacial tiene prioridad en el espacio geométrico (en el tridimensional), al que sólo podemos descubrir teniendo primeramente la conciencia de existir en él (Thomas 1996). Cuando tenemos esta conciencia, “…we can measure the distance across a valley because we can first of all recognise the difference between its near and its far side” (Thomas 1996:85). Entonces, la ubicación de la materialización en el espacio y la conciencia que el ser humano tiene sobre él, conlleva un trasfondo, una razón, o mejor dicho, una racionalidad espacial, la que puede guiarnos hacia la comprensión del por qué de dicha localización al momento de relacionar la naturaleza circundante a la cultura material inserta en el espacio (Troncoso 1998). Este conocimiento del espacio, y su constante inserción en los procesos cognitivos de los individuos que lo transitan genera las llamadas racionalidades culturales, que se refieren a lógicas del pensamiento en cada grupo de individuos, los que al realizar sus acciones sociales permiten que éstas y/o las consecuencias materiales sean o no sean visibilizadas dentro de un espacio (Criado 1993). Estas visibilidades están cargadas de la intencionalidad de hacer o no hacer visibles las acciones sociales y/o sus productos. Claro que, en ocasiones no hay una intencionalidad de hacer visible algo, sino más bien este algo es visible por una conducta inconsciente. Ante esto, tomar aquellos productos de las acciones sociales que se consideren inmuebles (por ejemplo, paneles de arte rupestre), facilita la identificación de una posible intencionalidad de visibilizar o invisibilizarlos dentro del espacio, debido a la intencionalidad de ubicación particular. Esta interacción se desarrolla entre el individuo y el espacio, cuando éste se vuelve conocido, y permitiendo que el ser humano construya su paisaje, a medida que éste es moldeado de acuerdo a la distribución de los productos de las acciones sociales siguiendo pautas ordenadas de acuerdo a dicha intencionalidad de visibilidad o invisibilización,
y en donde notamos sectores y/o productos que son visibles desde muchos puntos de observación, casi como lugares públicos, y sectores y/o productos que son visibilizados únicamente desde un punto de observación, casi como lugares privados (Criado 1993; Scheiber 2008). Resulta interesante aquí, los factores causales de la distribución planteados por Hodder y Orton (1976), orientados a los emplazamientos de recursos hídricos, vegetación, tipo de suelo, presencia/ausencia de otros asentamientos, defensa, yacimientos minerales, materiales de construcción, cercanía a rutas y mercado. Para nuestro trabajo, fue esencial determinar la distribución de los elementos naturales que consideramos de interés y que incidirían en nuestros factores causales de distribución, permitiendo posteriormente, la generación de las interpretaciones sobre dicha distribución. Podríamos suponer que aquellos recursos de primera necesidad guiados por las normas sociales de un grupo (y/o necesidades primarias), corresponden a los puntos referenciales en el espacio que guían esta experiencia corporal al identificar su lejanía o cercanía; de allí que los grupos decidan conscientemente (ya sea por instrucción de un jefe, persona con prestigio o por determinación propia) la que será la ubicación de estructuras residenciales, paneles de arte rupestre, senderos, entre otros. Estos puntos referenciales son los que permitirían ordenar el espacio y en cuyo caso, son un buen ejemplo de percepción. Esta última es la que, posterior al conocimiento de un espacio, nos permite comprender la distribución de los elementos culturales y/o naturales de interés, y como indicó Pol (2002), orientar y agilizar el tránsito. Tener conocimiento del espacio por el que se movieron pudo incidir por otro lado en la interacción entre individuos, puesto que como mencionamos, los sitios arqueológicos están cercanos y distribuidos de forma homogénea a lo largo de la quebrada,
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así como los elementos naturales considerados para la investigación. Como varios de ellos se orientaron a similares actividades, el uso de fuentes de materias primas pudo también ser similar, especialmente si notamos que éstas en ocasiones, se emplazan cercanas a más de un sitio con ese tipo de evidencia superficial. Cuando consideramos lo expuesto y tomamos al paisaje, notamos que el análisis de éste entrega referencias a experiencias subjetivas que percibieron las personas durante el desarrollo de prácticas sociales, que también cargarían a ese espacio de significados (Acuto 2013). Este significado en los elementos que es atribuido por los individuos habitantes en el espacio a sus propios actos enmarcados en él es netamente subjetivo y asimismo se entrega de forma consciente y comprendida. Ese significado es expresado además en la organización social del grupo y en la organización política, en donde se aprecia como pautas de control del paso, acceso y movimiento entre y hacia determinados sitios sagrados o de particular interés (García 2005). Estos planteamientos son los que implican determinar la distribución en el espacio de Quebrada La Chinchilla, con la finalidad de comprender el uso de espacio y, en mayor medida, la construcción del o los paisajes. Esta construcción se centra en un primer momento (y como en el análisis espacial) en la distribución espacial de los elementos culturales arqueológicos en el entorno habitado para posteriormente identificar intencionalidades dentro del paisaje que los seres humanos construyeron. Estas intencionalidades se materializaron en los elementos constitutivos del espacio estudiado: el registro arqueológico. Para construir el paisaje cultural arqueológico extraemos desde Criado (1993) que todo objeto cultural reproduce una racionalidad espacial determinada. Para ello se basa en la definición que proponen los autores Shanks y Tilley (1987), en la cual la cultura material es la objetificación del ser social. Se aplica dicha definición a cualquier proceso de la acción
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social, así como a sus resultados, y dentro de esos procesos, se enmarca la construcción del paisaje arqueológico a partir de los objetos que lo producen (podemos tomar como ejemplos los explicados anteriormente: senderos, arte rupestre, recintos, etc.). Estos objetos producidos e insertos en el paisaje están sumidos ante la voluntad involucrada en el proceso social, la cual puede o no hacer visibles estos resultados según pautas sociales seguidas por el grupo que les da origen. Es allí en donde asume que la visibilidad dentro del paisaje es la materialización de la concepción espacial vigente en el contexto histórico, es decir, si se desea o no que los productos (resultados materiales, ya sean intencionales o no) de la acción social sean visibles en el espacio (Criado 1993). Para efectos en la determinación de distribución, se realizó la georreferenciación de los elementos culturales y naturales dentro de la quebrada y en sitios como CH11, CH12 y CH13, que se hallan en un sector aledaño a ella. A partir de esto se realizó el ordenamiento de la información relevada, en bases de datos orientadas a las distintas fases de la metodología. Para lograr un análisis sistemático de la información, se integraron los datos siguiendo los niveles espaciales de la investigación, que corresponden a los puntos guías dentro del proceso de construcción del paisaje (Criado 1999) (Figura 2). El primer nivel espacial se basó en la identificación individual del tipo y cantidad de elementos culturales y naturales de interés ya mencionados registrados en la quebrada. El segundo nivel espacial, y a través de asociación por cercanía observable en terreno, vincula elementos culturales con otros elementos culturales, definiendo los sitios con los que se trabajaron en la quebrada, que integran los sitios ya postulados por Garrido (2015) en adición a estructuras sin registro previo, paneles de arte rupestre y senderos. El tercer nivel espacial
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intencionales de los ocupantes pretéritos de la quebrada. La intención de visibilidad hacia el movimiento que se genera alrededor de los sitios, por ejemplo desde estructuras en altura, es una interpretación simple y básica que se ha ampliado en investigaciones complejas de arqueología del paisaje (ver por ejemplo Arkush 2011). Finalmente, la relación entre áreas constituyó la clave para la construcción de los paisajes culturales arqueológicos, que corresponde al cuarto nivel espacial.
Figura 2. Niveles espaciales que guiaron la investigación.
asocia los sitios con los elementos naturales cercanos, incluyéndolos en los primeros. Este nivel espacial corresponde a las llamadas áreas, que en sintonía con los resultados de análisis de cuencas visuales y análisis de visibilidad/ visibilización, permiten en ocasiones, vincular dos o más sitios debido a la intervisibilidad, cercanía entre ellos y/o senderos que los conecten. Ante la ocurrencia de esto, suponemos una intencionalidad de intervisibilidad e interacción que se quiso concretar, por lo que se planteó además la intencionalidad de percepción, por un lado conociendo el espacio y disponiéndose según lo requiera la interacción y por otro lado, disponiéndose según las actividades particulares que se lleven a cabo, por ejemplo, manufacturación de cuentas de mineral. Con la visibilidad/visibilización, y como presentamos anteriormente , es posible argumentar interpretaciones que aludan a la intencionalidad de hacer ese algo visible desde cierto o ciertos puntos, especialmente si nuestros elementos culturales son catalogados de inmuebles y por lo tanto, su ubicación actual correspondería a su ubicación original. Considerando esto, las redes de intervisibilidad que se planteen entre elementos culturales arqueológicos y naturales, podrían interpretarse como acciones
Los análisis mencionados anteriormente se refieren a lo desarrollado por Criado (1999) y su adaptación a nuestra investigación, considerando nuestra menor escala de aplicación, las simples herramientas con las que se contó y nuestros indicadores de interacción y percepción generada en la quebrada, que permitió un incipiente acercamiento al conocimiento del espacio (Tabla 1). En cuanto a las etapas de los análisis, tomamos la definición de cuenca visual como el “…conjunto de todas las localizaciones en un territorio que son visibles desde otro punto de observación específico” (García et al. 2009:173), en otras palabras, la amplitud máxima de visual desde dicho punto de observación. Para el acercamiento a la medición de las cuencas visuales, se tomaron dos fotografías panorámicas que hacían un total de una visual de 360°, desde cada elemento cultural/natural registrado. Cuando los elementos culturales registrados formaban conglomeraciones (particularmente de estructuras y paneles de arte rupestre) con menos de 8 m de distancia entre sí1, se tomaron las fotografías desde un punto central. La cámara digital utilizada fue una Sony Cyber-Shot modelo DCS-H200, cuyas fotografías panorámicas fueron divididas en 10 cuadros de igual medida (fotografía de 11.520 x 1.080 píxeles aproximadamente, en 10 cuadros de 5 x 5.5 cm). Si recordamos que eran dos fotografías desde cada punto de observación, tenemos un total de 20 cuadros. A estos se les aplicaron criterios que permitieron definir 53
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Tipo de intencionalidad Interacción
Medición
Percepción
Cuencas visuales Tránsito
Tránsito Evidencia material
Tipo de Categoría indicador Accesibilidad Senderos Similitud en Materialidades registro arqueológico superficial Visibilidad/ Intervisibilidad Visibilización Accesibilidad Distancias
Tabla 1. Sistematización de la metodología que permitió medir interacción y percepción dentro de la Quebrada.
cuáles de ellos eran visibles o cuáles no, de acuerdo a la máxima amplitud de la visual. Por ejemplo, si el cordón montañoso inmediato al punto de observación se sobreponía en cinco de los 20 cuadros, o si ocupaba más de la mitad de los cuadros, el resultado de cuenca visual correspondería a 75% de visibilidad máxima, de acuerdo a la siguiente ecuación realizada: 100% visibilidad = 20 cuadros à 100*N° cuadros visibles/20 = % visibilidad. Los resultados luego fueron ordenados según categorías cualitativas propuestas que corresponden a 0%-35% como cuenca visual baja, 40%-60% cuenca visual regular y 65%-100% cuenca visual buena. Dentro de las cuencas visuales, y a través de los análisis de visibilidad/visibilización, se pueden señalizar los elementos culturales y/o naturales visibles desde dicho punto de observación (visibilidad) y desde esos elementos culturales y/o naturales visibles de interés y ya mencionados para esta investigación, podemos mirar de vuelta a nuestro punto de observación (visibilización). Realizar este ejercicio genera una especie de red de intervisibilidad relevada en las bases de datos desarrolladas posteriormente, con la finalidad de comprender qué elementos 54
son más vistos, son menos vistos, ven más o ven menos, y así acercarse a determinar la intencionalidad detrás, interpretada desde la interacción y la percepción. Para esto, desde los mismos puntos de observación en que se tomaban las fotografías, se registraban los elementos culturales y naturales de interés observados siguiendo los nombres y números asignados a cada uno de ellos al momento de llegar al sitio, por lo tanto primeramente se realizaron reconocimientos del sector. En adición, y con la finalidad de determinar las distancias entre elementos culturales y naturales de interés que permitieran identificar las asociaciones por cercanía, se tomaron los metros y la cantidad de pasos de distancia2 entre los elementos que presentaban intervisibilidad. Esto se realizó con el fin de no proponer cercanías/lejanías basadas en números que podemos obtener con mediciones en gabinete y, al contrario, poner a prueba caminos de menor costo energético y/o mayor costo energético, pero con posibilidad de acceso a más cantidad de recursos. Finalmente se realizó la abstracción del patrón de desplazamiento. Éste corresponde a una visualización abstracta del movimiento
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que se genera dentro de la quebrada, según lo que observamos actualmente. A partir de ello, comprendemos concretamente la base del desplazamiento dentro del espacio, según la topografía lo permita, los senderos lo hayan establecido, y la distribución de los elementos culturales lo guíe. Esta actividad se denomina análisis de tránsito (Criado 1999), y a pesar de que durante el trabajo de investigación no se ahondó en él, resulta relevante destacar los emplazamientos de los senderos en relación a la distribución de elementos culturales arqueológicos y naturales con la finalidad de tomarlos para proyectos posteriores.
RESULTADOS Distribución en el espacio Fueron registrados un total de 90 elementos culturales arqueológicos, que corresponden a estructuras, paneles de arte rupestre y senderos (Figura 3). Su distribución varía entre diversos sectores que permiten actualmente asociar directamente cada uno de ellos con un emplazamiento específico. Como resultado
general, la mayor cantidad de estructuras se encontró en laderas, mientras que la mayor cantidad de paneles de arte rupestre se encontró en farellones rocosos. A los elementos culturales, se sumaron cinco elementos naturales que corresponden a tres vetas de mineral de cobre, un pozo de agua activo y el llano Piedra de Fuego. A esto podríamos añadir el llano arenoso Llampos, a pesar de que no se haya determinado intervisibilidad entre algún sitio en la quebrada y él, y dos canteras líticas que no fueron registradas en terreno pero de las que se sabe su existencia y ubicación exacta de una de ellas. Estas corresponden a óxido de hierro (con ubicación exacta) y jaspe rojo (hacia el Este de la quebrada) (Francisco Garrido, com. pers. 2016). Estos elementos naturales fueron los de interés para esta investigación, como primer acercamiento, lo que no excluye que en trabajos posteriores se añadan otro tipo y/o más cantidad de los mismos elementos. A través de los análisis realizados por visibilidad/visibilización, desde cada elemento cultural arqueológico, en este caso sitios, se observaron diversos elementos naturales, realizando desde y hacia cada uno de ellos las
Figura 3. Distribución de los elementos culturales con indicación del emplazamiento de los elementos naturales. Dentro del triángulo señalado, se encuentran los sitios arqueológicos CH11, CH12 y CH13, que se ubican en el exterior de la quebrada.
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mediciones por caminata correspondientes e indicadas previamente. Gracias a esto, se generaron las primeras asociaciones por intervisibilidad y cercanía; las vetas están asociadas a CH1, CH7, CH4, CH5 y CH13, mientras que el llano Piedra de Fuego (a través de análisis de cuencas visuales) es visibilizado desde CH1, CH7, CH5 y CH6. Desde CH1, CH7 y CH6 específicamente por su emplazamiento, es posible un acceso fluido al llano. Los sitios CH2, CH3, CH8 y CH12 no fueron asociados a ninguna unidad de análisis natural, aunque dentro de la evidencia superficial hallada se encuentran minerales (óxido de hierro y mineral de cobre). El único pozo de agua en la quebrada está en CH9 con la inscripción “Agua de las Chinchillas 1914”, y es visible desde las estructuras presentes en el sitio, ya sean algunas identificadas a ras de suelo y al menos dos aleros registrados en el área. A los elementos culturales y naturales, adicionamos los que hemos denominado hitos topográficos, que corresponden a particularidades de la quebrada que nos permitieron asociar mentalmente un sitio con un sector particular, generándose una cotidianeidad en el espacio por el que se transita. Destacamos que estas particularidades fueron identificadas por nosotros en terreno, por lo que no consideramos aplicarlas al pasado, aunque sí resulta de interés presentar ciertas particularidades asociadas a ciertos sitios arqueológicos, esto como un ejemplo de lo propuesto previamente sobre la familiaridad que se le puede atribuir a un espacio conocido, disminuyendo la complejidad del desplazamiento (Tabla 2). Cuencas visuales En todos los sitios arqueológicos se tomó un punto central desde el cual se realizaron observaciones y fotografías en 360° que permitieron identificar qué elementos culturales y naturales eran observados desde cada uno de los otros elementos culturales y naturales.A través de la metodología planteada
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Hito topográfico Sitio asociado Abertura de quebrada CH1, CH10, CH7 Angostura de quebrada CH3, CH8, CH9 Zonas de paso CH5, CH6, CH11 Zonas en altura CH9, CH10 Zonas en altura CH5, CH11, rodeadas de cordones CH12, CH13 montañosos Promontorio CH6 rocoso Bifurcación de CH2 quebrada
Tabla 2. Hitos topográficos identificados en terreno, y sitios emplazados en asociación con ellos.
anteriormente, los resultados indicaron que sólo dos sitios presentaron una cuenca visual regular, mientras que el resto presentó cuenca visual baja. Esta situación recaería en que los sitios se hallan emplazados en áreas rodeadas por cordones montañosos, lo que acorta la cuenca visual desde un punto de observación hacia el horizonte. Aquí, la importancia de la cuenca visual recae en la amplitud máxima de visual, por lo tanto, los resultados nos indican que sólo dos de los sitios tienen una amplitud regular, lo que coincide con su posición en altura (CH11 y CH13). El resto de los sitios tienen una cuenca visual baja, debido a su emplazamiento rodeado de cordones montañosos. Para ello son los análisis de visibilidad/visibilización que nos indican detalladamente lo que vemos en dicha cuenca, ya que la amplitud visual puede no considerarse relevante al momento de asentarse en zonas específicas, sino más bien los hitos particulares que se logran observar, por ejemplo, estructuras y/o zonas de paso. En dichas cuencas de visibilidad baja son de gran importancia los cordones montañosos, ya que nos permiten observar el movimiento que se pudiera generar alrededor del sitio, siendo en varios casos (por ejemplo en CH5) la única forma de acceder a ellos (Figura 4).
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Figura 4. Cuenca visual hacia el Oeste desde las estructuras presentes en el sitio Chinchilla 5.
Visibilidad/Visibilización Desde cada elemento cultural arqueológico y/o natural tomado para la investigación, se realizaron las observaciones en 360°, registrando qué otro elemento cultural o natural era visibilizado. Si eran visibles ciertos elementos, posteriormente se caminaba hacia ellos con la finalidad de medir distancia y percibir qué tipo de tránsito se generaba (dificultoso, accesible, fluido, intermitente por obstrucción de la topografía, entre otros). Dentro de cada sitio la intervisibilidad varió considerablemente debido a la topografía en que se inserta cada uno de ellos y la distribución de los mismos, identificando elementos culturales que ven más pero al mismo tiempo son menos vistos, y algunos que ven más y al mismo tiempo son los más vistos. Esta variabilidad se da principalmente, por la distribución amplia de los elementos culturales, que se hallan entre afloramientos rocosos, en terrazas, en la huella de escurrimiento de la quebrada, laderas, conos aluviales, planicies y zonas altas, como por ejemplo aleros. Debido a ello, y a lo restringida
de algunas cuencas por el encajonamiento de la quebrada, la intervisibilidad no se dio entre todos los elementos culturales/naturales, aunque en algunos sitios éstos se veían y eran vistos la misma cantidad de veces. En otras ocasiones, la intervisibilidad se produjo a modo de dominó, puesto que si bien no todos los elementos culturales/naturales de un sitio se veían entre sí, desde cada uno de ellos se veía el siguiente y así, como sucedió en CH1. Esta variabilidad se identifica durante el recorrido de los sitios y las observaciones entre cada uno de sus elementos culturales/naturales, notando que en ocasiones las estructuras menos vistas eran las que más veían, casi como posicionándose en sectores estratégicos que presentaban una buena visibilidad del tránsito que se pudiera haber generado (por ejemplo, estructuras en CH3 y CH11) (Figura 5). En otras oportunidades, la visibilidad/visibilización recayó en el emplazamiento de cada una de las estructuras de un sitio; por ejemplo en CH1 algunas estructuras se ubican en la parte baja de la terraza en la huella de escurrimiento, 57
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por lo que la visibilidad hacia las estructuras sobre la terraza es nula. Ello no implica que los individuos, de transitar sincrónicamente en ambas, no se vean entre sí, pero de encontrarse cada uno de ellos dentro de sus residencias, ya no se generaría la intervisibilidad, casi a modo de privacidad. En este punto debemos destacar que en tiempos pretéritos pudo no darse la intervisibilidad de alguna de las formas mencionadas, puesto que la formación de sitios varía a lo largo del tiempo, así como mencionábamos la topografía durante las caminatas. Sí consideramos relevante destacar estas particularidades puesto que en investigaciones posteriores podrán utilizarse como hipótesis que guiarán los análisis de visibilidad/visibilización. Igualmente, reiteramos que la cercanía entre estructuras en los sitios arqueológicos no es amplia, por lo que la intervisibilidad se debió haber generado durante algún momento y, por lo tanto, la interacción al menos al momento de acceder a otros sectores de interés y no necesariamente entre individuos. Entre sitios la intervisibilidad pudo generarse también en algún momento, sin considerar que aún no se han llevado a cabo excavaciones en cada uno de ellos que permitan adscribirlos a períodos quizás, contemporáneos; únicamente se cuenta con cerámica diagnóstica en superficie de algunos sitios arqueológicos que pudieran entregarnos proyecciones de esta clase. Senderos La abstracción del patrón de desplazamiento se basó en la huella de escurrimiento que recorre la quebrada, y que pudiese haber actuado como sendero principal, ya que accede a cada uno de los sitios dentro de ella y nosotros en terreno, también la utilizamos como sendero principal, a pesar de que en ocasiones tomábamos los senderos identificados. Considerando que no todos los sitios pudieron ocuparse contemporáneamente, al menos desde el emplazamiento de cada uno de ellos asociado a la huella de escurrimiento 58
pero no sobre ella, se infiere que igualmente podría haber sido utilizada como sendero principal, esto porque sólo dos estructuras interfieren en ella, mientras el resto se ubica a los costados sobre laderas, conos aluviales o terrazas, casi a modo de dejar el paso libre. También debemos destacar en este punto que, la idea de no emplazar estructuras sobre la huella de escurrimiento podría deberse al evitar su arrastre durante episodios de densas precipitaciones, ya que fueron identificadas huellas de mudcracks3 que se habrían originado con los aluviones del año 2015 en la región de Atacama. Igualmente, fueron registrados senderos que permiten comprender que no siempre la huella fue la utilizada como sendero principal, y que en ocasiones los ocupantes pudieron haber evitado las curvas naturales, prefiriendo caminos más cortos por sobre las laderas. Estos senderos además, indican el movimiento que se generó entre diferentes sectores de la quebrada, aludiendo a la intencionalidad de interacción entre individuos y/o áreas en donde encontramos elementos naturales, como el pozo de agua activo o las vetas de mineral. En el caso de aquellos sitios que pudieron ocuparse de forma contemporánea, los senderos asociados a ellos (por ejemplo, entre sitios CH5 y CH6; entre sitios CH1 y CH7 hacia cantera de óxido de hierro; entre sitios CH10 y CH11) también pudieron ser utilizados en dichos períodos, a pesar de que superficialmente no haya evidencia que lo sustente (Figura 5 y 6). De igual manera los senderos que recorrían parte de la quebrada, inciden en nuestro planteamiento de que los individuos ocupantes de la quebrada, en algún período de tiempo, la estuvieron recorriendo densamente, al punto de generarse senderos. Tomando esto, el hecho de no hallar senderos de gran longitud, indicaría que sólo en ciertas zonas éstos fueron utilizados, mientras que en el resto de la quebrada habría sido la huella de escurrimiento el sendero principal.
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Áreas Éstas fueron definidas según la intervisibilidad y por lo tanto, cercanía que se generó entre algunos sitios, lo que indicaría la intencionalidad de vinculación, y por lo tanto la interacción que se produciría entre ellos. Para esto tomamos en consideración aquellos sitios arqueológicos que presentaron en superficie fragmentos cerámicos que los asocian a similares períodos culturales. De acuerdo al conocimiento del espacio en que se emplazan los individuos, habría existido una intencionalidad de vinculación debido a la asociación espacial que se da entre algunos sitios arqueológicos y elementos naturales. Esta suposición además, es comprendida desde lo planteado por Garrido (2015) para algunos sitios de la quebrada, los que quedan asociados desde allí y según lo observado en terreno con las metodologías de intervisibilidad. Con el fin de diferenciar los sitios de las áreas, que son el paso previo a la construcción del paisaje cultural arqueológico, la nueva denominación correspondió a Cachiyuyo más un número correlativo del uno al 10. Estas áreas, en sólo dos ocasiones, integran más de un sitio, mientras que en las restantes ocho se conservan las mismas características de su sitio previo, cambiando sólo el nombre. Cachiyuyo 1 Comprende los sitios CH1, CH7 y la veta de crisocola frente a ellos. Esta área presenta
intervisibilidad entre sus elementos culturales/ naturales, integrando una intencionalidad de emplazamiento basado en interacción y percepción de su espacio; si bien no todos son vistos y ven a todos, los elementos se vinculan a través de una observación de efecto dominó de norte a sur/este a oeste, es decir, se genera una continuidad en la intervisibilidad, en donde predomina la visibilización de una conglomeración de estructuras denominada EE9 en el sitio CH1. La importancia de esto, recae en que Garrido (2015) planteó que en dicho sector se llevarían a cabo la mayor cantidad de actividades en el sitio, siendo coherente la idea de que el lugar con probablemente, más movimiento de individuos y/o permanencia de ellos por la cantidad de actividades, sea el más visto desde los demás sitios mencionados y desde otros sectores del mismo sitio en que se halla. La interacción entre sitios se basaría, por un lado, en la utilización de la veta de crisocola ubicada frente a ellos, mineral que es hallado en superficie en los otros dos sitios, y en el caso del sitio CH1, también en estratos. Los sitios CH1 y CH7 se emplazan cercanos entre sí (220 m aproximadamente) y, además, podrían compartir la cantera de óxido de hierro, a 280 m aproximadamente al noreste, desde un punto medio entre ellos. Asociado a ello, se identificaron dos senderos que surgen desde dos sectores distintos correspondientes a cada sitio, los que se unen previo a llegar a la cantera, señalando que ésta fue apropiada desde dos puntos distintos dentro de la misma área (Figura 5).
Figura 5. Área Cachiyuyo 1. El polígono indica intervisibilidad entre agrupaciones.
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Cachiyuyo 4 Comprende los sitios CH4, CH5 y CH6. De acuerdo a Garrido (2015), CH4 funcionaría como sitio de reducción de mineral de cobre obtenido en la veta de la CH5. Siguiendo esto, fue posible determinar la visibilidad que se genera desde la primera hacia la segunda: si observamos hacia el sector oeste sobre el cordón montañoso, notamos el afloramiento rocoso en que se emplazan las estructuras de CH5, por lo tanto el tránsito generado en dicho sector sería visto desde CH4. Desde CH5 surgen dos senderos hacia el oeste, uno de ellos claramente conectando ésta con CH6. Si bien no se genera intervisibilidad entre ellos, el sendero permite inferir la interacción que se forjó entre ambos sitios, o al menos hacia dicho sector.Teniendo en cuenta la ubicación de CH6 en un promontorio rocoso asociado al llano Piedra de Fuego y la cercanía a CH5 (con clara vinculación), se podría interpretar la posición del sitio clave al momento de trasladar por ejemplo, cuentas de mineral de cobre. En CH5 éstas se habrían fabricado artesanalmente, y en CH6 pudieron manufacturarse algunas en el mismo sitio o en la anterior, llevándose algunas hacia el promontorio para posterior traslado. Adicionalmente, en CH6 la gran cantidad de paneles distribuidos en afloramientos y bloques rocosos aislados en todo el promontorio se
podrían haber generado por una ocupación continua en el sector que sería posible al ser sitio residencial con quizás, uno de sus objetivos destinados al acceso eficiente y rápido al llano (Figura 6).
DISCUSIÓN Ocupación del espacio Considerando los resultados de los análisis propuestos, se definieron las formas de ocupación del espacio. Para ello, indicamos los siguientes puntos concretos: -La definición de los sitios arqueológicos en Quebrada La Chinchilla abarca la identificación de estructuras semi-circulares, circulares, semirectangulares y elípticas, en asociación con paneles de arte rupestre y senderos. Sólo unos pocos paneles de arte rupestre, estructuras y senderos fueron registrados sin asociación entre sí y por lo tanto, aislados. -Una distribución homogénea y continua de sitios arqueológicos, con disposiciones particulares en el espacio permite suponer la planificación y decisión al momento de escoger el lugar de asentamiento.
Figura 6. Área Cachiyuyo 4. El polígono indica intervisibilidad entre agrupaciones.
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En conjunto a los dos puntos anteriores, integramos la variabilidad en la distribución de estructuras y paneles de arte rupestre en cada sitio arqueológico, que indicaría el conocimiento de los individuos que se asentaron allí puesto que tal cual identificó Garrido (2015) en algunos sitios, no existe segregación de actividades llevadas a cabo al interior o al exterior de las estructuras. Si bien él lo define para actividades del tipo de manufactura de cuentas de mineral o herramientas líticas, aquí ampliamos dicha hipótesis añadiendo la producción de arte rupestre, el que se ubica asociado a estructuras, asociado a las áreas de los sitios arqueológicos y también de forma aislada (sin asociación a sitios). También notamos una intencionalidad de percepción e interacción entre los ocupantes de la quebrada. La primera nos permitió comprender que los individuos pretéritos se asentaron a lo largo de Quebrada La Chinchilla siguiendo sus intereses ya sean, económicos, políticos, sociales, tecnológicos y/o ideológicos, puesto que se observó mayor cantidad de desechos y herramientas líticas en sitios hacia el este de la quebrada cercanos a canteras, mientras que una mayor cantidad de mineral en superficie en sitios al oeste de la misma y cercanos a vetas. También notamos una intención de interacción entre individuos y/o sectores de la quebrada, puesto que la distribución homogénea, continua y delimitada de la ocupación, nos permitió inferir un establecimiento concreto en el espacio, estando separados los sitios entre sí pero sincrónicamente cercanos, ya que la huella de escurrimiento de la quebrada actúa como sendero principal recorriendo cada uno de ellos, así como también senderos culturales indican la interacción que se habría generado entre áreas, no necesariamente de manera contemporánea. Si bien no contamos con información suficiente para postular ocupaciones de este tipo, resulta interesante destacar la baja superposición de motivos
en el arte rupestre y la nula disturbación de estructuras, lo que avalaría una hipótesis que implique el bajo o inexistente conflicto entre grupos de distintos períodos; esto en parte sustentado en la idea de grupos que se dedican a similares actividades y por lo tanto, seguirían algún tipo de tradición: manufacturación de cuentas de mineral y manufacturación de herramientas líticas (Garrido 2015). Construcción del paisaje cultural arqueológico Como primer punto de interés para la investigación, la interacción estaría indicada por la similitud en el registro arqueológico identificado para cada sitio. Esto no implica un intercambio o interacción individuo-individuo, pero sí estrategias tecnológicas compartidas que se orientan a la producción de artefactos líticos y cuentas de mineral, quizás para grupos contemporáneos o no. Igualmente, si las estrategias son compartidas, puede que las fuentes de recursos materiales también lo hayan sido, aunque no de manera contemporánea. De ser así, en algún momento, los ocupantes que sí son contemporáneos se encontrarían en las vetas y/o canteras apropiadas. De no corresponder a grupos contemporáneos, las canteras y/o vetas igualmente podrían haber sido utilizadas anterior o posteriormente debido a la cercanía desde ellas a todos los sitios de la quebrada. Previamente indicamos aquellos sitios asociados a éstas por cercanía o intervisibilidad, pero debemos indicar que en sitios en donde no fueron asociados elementos naturales, igualmente se identificó material extraído de fuentes líticas o minerales (por ejemplo, en el sitio CH8). Para posteriores estudios, será necesario definir si estratigráficamente estas actividades se llevaron a cabo en cada sitio arqueológico. En este apartado incluimos las definiciones de áreas, en donde dos de ellas presentaron intervisibilidad y cercanía entre sitios, lo que nos permitió concretar la idea de interacción entre algunas zonas de
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la quebrada, teniendo en cuenta el tipo de evidencia superficial en ellos, específicamente de similares períodos culturales (período tardío correspondiente a cerámica diaguita-inca). Dentro de la percepción una de las mediciones recae en la distancia, indicada por la accesibilidad entre elementos culturales/ naturales. La diferencia con la accesibilidad como indicador en interacción enfatiza en la distinción entre lo que nos parece cerca o nos parece lejos (Thomas 1996), un análisis cualitativo que conlleva un primer acercamiento al espacio. Aquí decidimos recorrer diferentes sectores con la finalidad de discriminar entre distancias que nos parecen cercanas y aquellas que nos parecen lejanas, claramente tomando la topografía actual, pero permitiéndonos una incipiente comprensión del ambiente natural en que se insertan los elementos culturales arqueológicos de interés. Por ejemplo, CH3 podría acceder tanto a la veta de crisocola frente a CH1 o a la veta de mineral de cobre en CH5. La distancia desde CH5 a la primera es de 1,21 km, mientras que a la segunda es casi 1 km. Si nos basamos en distancias métricas, es más factible que los ocupantes de CH3 se apropien de la veta en CH5. El punto es que el tránsito hacia CH5 conlleva un mayor gasto de energía, puesto que para acceder a la veta se debe subir a través de una falda de cerro arenosa. Hacia CH1, aunque un poco más lejos, el camino es fluido y únicamente implica subir la ladera rocosa del cerro en que se emplaza la veta. Paisaje preincaico y paisaje tardío Como objetivo final de nuestra investigación decidimos construir el o los paisajes culturales arqueológicos, o dicho de otra forma, plantear una interpretación al por qué de la distribución de elementos culturales arqueológicos en relación a los elementos naturales que consideramos de interés, esto entregando una posibilidad de significación a dichas formas de emplazamiento. Para esto ampliamos la hipótesis de Garrido 62
(2015) sobre que los sitios arqueológicos del Período Tardío corresponderían a aquellos más cercanos al Qhapaq Ñan, en dicho caso los sitios CH1, CH2, CH3 y CH10 dado que los cuatro presentan cerámica diagnóstica Diaguita-Inca. Si bien los tres primeros se emplazan cercanos al Qhapaq Ñan, el último se ubica al otro lado de la quebrada y por lo tanto, no comparte la característica de cercanía de los demás sitios mencionados. Ante esto, notamos a través de análisis de distribución, visibilidad/visibilización, cuencas visuales y tránsito, además de las comparaciones entre sitios, ciertas reiteraciones entre CH1-CH2 y CH3-CH10. Por un lado, los dos primeros comparten la mayor cercanía al Qhapaq Ñan (3 km al este, aproximadamente), cerámica diagnóstica Diaguita-Inca sin clara presencia de cerámica más temprana5, amplia cuenca visual que permite su clara visibilidad al acceder a la quebrada (por lo que es imposible pasarlos por alta al acceder a La Chinchilla), nula ocupación de afloramientos rocosos y baja presencia de arte rupestre, considerando que en ambos sitios se halla pigmento rojo en superficie y en el caso de CH1, es el más cercano a la cantera de óxido de hierro. Por otro lado, CH3 y CH10 presentan cerámica diagnóstica del Período Tardío, y particularmente el primero, gran presencia de cerámica Copiapó negro sobre rojo y Punta Brava, correspondientes al Período Intermedio Tardío. Adicionalmente, ambos sitios presentan cuencas visuales reducidas, lo que no siempre permite la intervisibilidad, encontrándose estructuras que no son vistas desde ciertos puntos en el espacio, pero sí ven otras estructuras y/o el tránsito que se genera a su alrededor, casi como si fuesen privadas. Esta característica se observa principalmente para aquellas estructuras emplazadas en afloramientos rocosos, los que como indicamos anteriormente, no se asocian a los sitios CH1 y CH2. Finalmente, existe gran cantidad de paneles de arte rupestre distribuidos en ambos sitios, permitiendo comprender la carga simbólica que debieron aportar las representaciones al lugar.
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Con estos datos se propuso la hipótesis de que CH3-CH10 corresponderían a sitios ocupados desde épocas más tempranas, lo que estaría indicado por la cuenca visual reducida (observada en otros sitios de la quebrada con presencia temprana como CH5, CH6, CH9 y CH11), la ocupación de afloramientos rocosos (también observada en sitios con presencia temprana como CH5, CH6 y CH11) y la alta presencia de arte rupestre, sólo observada también en CH6 y CH9, lo que podría sugerir una ocupación prolongada en tiempos no necesariamente tardíos. Esto es porque los sitios CH1-CH2 tendrían mayor interacción con los sitios a lo largo del Qhapaq Ñan y los individuos que lo transitan, enfocándose en la rápida manufacturación de objetos para intercambiar (Garrido 2015), lo que avalaría la facilidad para entrar y salir de la quebrada y la baja presencia de arte rupestre (puesto que estarían prefiriendo intercambiar óxido de hierro a utilizarlo ellos mismos). Por lo tanto, y basándonos únicamente en características distribucionales y presencia/ausencia de ciertas evidencias arqueológicas, el paisaje en la quebrada comenzaría con ocupaciones dentro de ella, cargadas de simbolismo (representado por el arte rupestre) y variabilidad en el emplazamiento de estructuras (visibles y no visibles desde la huella de escurrimiento que recorre los sitios), mientras que en períodos tardíos este paisaje se concentraría en sitios con acceso rápido al llano Piedra de Fuego (donde se emplaza el Qhapaq Ñan) y baja presencia de arte rupestre (cuatro paneles entre los dos sitios), sustentando en la propuesta de Garrido (2015) sobre la predominancia del intercambio durante época tardía para los grupos locales de La Chinchilla. CONCLUSIONES Como visión general sobre la ocupación del espacio en Quebrada La Chinchilla, en cada momento en que identificamos una estructura, fue cuestión de mirar alrededor y notar que
estábamos frente a un sitio. Esto plantea que la ocupación se dio en zonas específicas, homogéneamente y de forma delimitada en el espacio; tenemos una distribución de los elementos culturales continua, homogénea y bien delimitada, posiblemente guiada por la percepción de su espacio que como indicamos, implica que los sitios más cercanos a vetas de mineral presentan más de esta materialidad en superficie, y lo mismo ocurre con sitios más cercanos a canteras. Si tomamos en cuenta esto, el emplazamiento de algunos sitios es coherente (CH1, CH2, CH7, CH4, CH5, CH13) pero en los demás no hay una clara asociación sitio-veta o sitio-cantera. De igual forma, las evidencias superficiales se extienden por los demás sitios de la quebrada, lo que supone que los ocupantes se asientan en el sector para realizar similares actividades artesanales, tal cual lo planteó Garrido (2015). Para esto, encontramos cuentas de mineral terminadas o en fase de producción en sitios cercanos a vetas (CH1, CH2, CH5), así como el mismo tipo de evidencia en sitios más lejos de ellas (CH6, CH8, CH10), al menos de vetas que hayamos identificado durante esta investigación. Es relevante destacar que, la sierra Cachiyuyo de Llampos presenta una alta cantidad de vetas inactivas y aún activas, siendo la explotación mineral algo usual de ver en el sector. Por ello, podríamos suponer que en el pasado se dio de la misma forma y la explotación de las vetas y/o canteras se extendió más allá de la quebrada, con la diferencia de que, por alguna razón, los individuos decidieron asentarse en ella. Garrido (2015) indicó que el pozo de agua identificado sería el único en varios kilómetros. Ante esto, podríamos suponer que él influyó bastante en la decisión de ocupar la quebrada y la posibilidad de tránsito que se genera a través de ella, moviéndose de un llano a otro y posibilitando acceder a ellos para el desplazamiento en general. Sumado a ello, tenemos una quebrada que añade cierto resguardo a los sitios, ya que se hallan mayoritariamente en su interior, amparados por 63
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las laderas pronunciadas y los farellones rocosos que aparecen intermitentemente. La variabilidad en la distribución de la quebrada indicaría un claro conocimiento del espacio por el que se desplazan los individuos, comprendiendo la distribución de elementos naturales de interés y tránsito eficiente por parte de los individuos que accedieron, lo que implica decisiones basadas en lógicas de planificación del espacio. Debemos destacar nuevamente que los trabajos llevados a cabo en la quebrada estuvieron enmarcados en un primer acercamiento al análisis espacial, por lo que pretendemos ahondar en lo presentado aplicando análisis de cuencas visuales e intervisibilidad a través de Sistemas de Información Geográfica (SIG) y análisis de tránsito que permitan seguir proponiendo rutas de tránsito a partir de metodologías ya trabajadas e involucrando la incidencia de la topografía durante los recorridos (Lucero et al. 2014). Con esto proponemos contrastar los resultados obtenidos a través de modelos predictivos y los resultados obtenidos durante los recorridos en terreno. Consideramos que este trabajo se enfocó en el registro sistemático de elementos culturales arqueológicos en relación a la distribución de los elementos naturales que, para esta investigación, denominamos de interés, esperando en el futuro incorporar otro tipo de elementos que permitan enriquecer los análisis espaciales y construir el o los paisajes culturales arqueológicos junto con el relevamiento de mayor cantidad de datos, por ejemplo, estratigráficos, que permitan hipótesis sustentadas en la adscripción a períodos culturales.
correspondiente a períodos históricos, y en donde las estructuras halladas no sobrepasaban la distancia de 8 m entre sí. Esto se aplicó únicamente para facilitar el relevo de la información. Siguiendo lo propuesto por Magnin (2013) para la medición en minutos de marcha con el fin de concientizar al investigador sobre el espacio recorrido, se propuso cada 1 segundo dar un paso, caminata que realizaron dos personas hacia cada elemento cultural/ natural observado para comprender la variación que se genera por la diferencia de altura. 2
Estructuras sedimentarias formadas por lodo que se ha secado y dividido (Fuente: indiana.edu). 3
Como orientadores dentro del espacio de la quebrada, considerando que en parte el asentamiento en el sector se debería a la ubicación de elementos naturales utilizados por los individuos. 4
Un único fragmento aparentemente, tipo Ánimas I fue recuperado de las excavaciones en Chinchilla 1 realizadas por Francisco Garrido (Garrido 2015). 5
AGRADECIMIENTOS A Francisco Garrido y Luis Borrero por su disposición para leer el manuscrito de la publicación, entregándome valiosos comentarios. A Benjamín Concha, Carol Banda y Jesús Barra por su apoyo en terreno.
BIBLIOGRAFÍA Acuto, F. 2013. ¿Demasiados paisajes? Múltiples teorías o múltiples subjetividades en arqueología del paisaje. Anuario de Arqueología, Rosario (5): 31-50.
NOTAS
Aedo, J. 2008. Percepción del espacio y apropiación del territorio entre los Aymara de Isluga. Estudios Atacameños 36: 117-137.
Este criterio para determinar las conglomeraciones se definió el primer día en terreno. Al llegar al sitio Chinchilla 1, Garrido (2015) había propuesto un sector
Arkush, E. 2011. Hillforts of the ancient Andes. Colla warfare, society and landscape. Edición Universidad de Florida, Florida.
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*Carolina Pavez Chiesa es egresada reciente de la carrera de Arqueología de la Facultad de Patrimonio Cultural y Educación de la Universidad SEK, Chile. Actualmente trabaja en el monitoreo arqueológico en Embalse Convento Viejo, Lolol, Chile. E-mail:
[email protected]
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NUEVOS APORTES A LA ESPACIALIDAD DE BAJO DEL COYPAR I MEDIANTE SIG Y ANÁLISIS CERÁMICO (ANTOFAGASTA DE LA SIERRA, CATAMARCA) Martín Tomás Casanova1, María Cecilia Gentile2, Milva Ximena Umaño Bertola3, Martina Inés Pérez4 , Pablo Tchilinguirian5, Daniel Enzo Olivera6 RESUMEN Presentamos un nuevo aporte a la comprensión del funcionamiento del área productiva de Bajo del Coypar I, Catamarca, Argentina. En el presente artículo se integró evidencia espacial y cerámica para analizar las nuevas estructuras halladas en un espacio que se consideraba exclusivamente utilizado para producción agrícola. Las mismas fueron detectadas a partir del estudio de imágenes satelitales y luego relevadas en terreno. Un análisis preliminar de la cerámica recolectada en superficie nos permitió pensar que este lugar no se limitó a ser un espacio productivo separado de la vida cotidiana, sino que un sector de los campos estuvo habitado y presenta estructuras residenciales, lo cual implica una reevaluación del área. Palabras Clave: sistema agrícola; análisis cerámico; Sistemas de Información Geográfica; Puna; Período Tardío.
NEW CONTRIBUTIONS TO BAJO DEL COYPAR I: A LANDSCAPE ANALYSIS USING GIS AND POTTERY (ANTOFAGASTA DE LA SIERRA, CATAMARCA) ABSTRACT We present a new focus on the understanding of the productive area of Bajo del Coypar I, Catamarca, Argentina. In this article we integrate spatial and pottery evidence in order to analyze the possible function of structures found on an area previously thought as an exclusively productive space.These structures were detected analyzing satellital images and afterwards visited in the field. An initial approach to the evidence collected from these structures allows an interpretation of them as households. If so, the area should be reevaluated as a productive space exclusively, since it contains residential as well as productive structures. Keywords: agricultural system; pottery analysis; Geographic Information Systems; Puna; Late Period. Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, 3 de febrero 1370 (1426), Capital Federal, Argentina. 1 E-mail:
[email protected] 2 E-mail:
[email protected] 3 E-mail:
[email protected] 4 E-mail:
[email protected] 5 E-mail:
[email protected] 6 E-mail:
[email protected] 1, 2, 3, 4, 5 y 6
Recibido en junio de 2017.; aceptado en agosto de 2017. Casanova et.al. 2017. Nuevos aportes a la espacialidad de bajo del Coypar I mediante SIG y análisis cerámico (Antofagasta de la Sierra, Catamarca). La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 15 (1): 67-82.
Casanova et.al. - Nuevos aportes a la espacialidad de Bajo del Coypar I…
INTRODUCCIÓN El presente artículo es un acercamiento novedoso al área productiva de Bajo del Coypar I. Trabajos previos han presentado el área de la terraza aluvial del río Punilla como exclusivamente productiva (Olivera y Vigliani 2000/2002; Tchilinguirian y Olivera 2000; Salminci 2011; Salminci et al. 2014), considerando que la totalidad de la misma se hallaba cubierta por un reticulado limitado por bordos de tierra que forman parcelas o melgas. Estos autores plantean que las más de 450 ha productivas servían como área de cultivo para los habitantes de sitios aledaños, como La Alumbrera, Bajo del Coypar II y Coyparcito. Sin embargo, Salminci (2011) ya había identificado determinadas áreas de campo sin melgas, aunque hasta el momento se desconocía si esas “áreas vacías” respondían a una función determinada en la planificación constructiva del área.
de aridez, una distribución irregular de recursos, gran amplitud climática diurna/nocturna y concentración de nutrientes en puntos particulares del paisaje (Olivera et al. 2004). Tres sectores microambientales han sido caracterizados por Olivera (1992): el Fondo de Cuenca (3400-3550 msnm, cuya unidad vegetacional dominante es la vega y presenta el mayor potencial para la agricultura), los Sectores Intermedios (3550-3800 msnm, con vegetación de vega, tolar y campo; sus tierras son aptas para cultivo y forrajeo) y las Quebradas de Altura (3800-4600 msnm, presentan pasturas dispersas y especies arbustivas, útiles como sector de pasturas). El área productiva sobre la que trabajamos se encuentra en el Fondo de Cuenca, en las cercanías de la localidad actual de Antofagasta de La Sierra (Figura 1). Nos centramos específicamente en el área denominada Bajo del Coypar I (BC I), la cual
El descubrimiento de nuevas estructuras en medio del área productiva y su análisis, aún inicial, modifica y enriquece en ciertos aspectos el panorama que se tenía hasta el momento de los campos de cultivo de Bajo del Coypar I. Nos proponemos en el presente artículo, realizar un primer análisis de estos recintos, a través de la clasificación estructural de los mismos y el estudio de sus componentes cerámicos, con el objeto de acercarnos a comprender la funcionalidad que habrían cumplido durante la ocupación.
ÁREA DE ESTUDIO La región de Antofagasta de la Sierra (ANS), provincia de Catamarca, se extiende desde los 25º 40’ hasta los 26º 10’ latitud Sur y desde los 67º 35’ hasta los 67º 00’ longitud Oeste. Se encuentra en la porción meridional del Altiplano Andino, conocida como Puna Salada. La Puna cuenta con determinadas características ambientales particulares: condiciones generales
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Figura 1. Ubicación del área de estudio y sitios mencionados.
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ha sido entendida anteriormente como un sitio de producción agrícola, ocupado durante los períodos Tardío (1.000-1.480 d.C.) y Tardío/ Inka (1.480-1.536 d.C.). BC I está conformado por más de 450 ha de estructuras agrícolas. Se suele relacionar estas estructuras con los sitios aledaños: Bajo del Coypar II (BC II), La Alumbrera y Coyparcito (Olivera y Vigliani 2000/2002; Salminci 2011; Salminci et al. 2014). Los campos de cultivo de BC I han sido subdivididos en dos sectores (Tchilinguirian y Olivera 2000, 2011; Salminci et al. 2014): Sectores I y II. El Sector I cuenta con más de 400 ha, ubicadas sobre la terraza aluvial del Río Punilla. El mismo está cubierto por estructuras cuadrangulares (30x30 m aproximadamente) y rectangulares (40x120 m aproximadamente), cuyos límites están dados por pequeñas elevaciones de tierra, de entre 30 y 50 cm, denominadas bordos (Salminci et al. 2014). Estas parcelas fueron clasificadas como Tipo I y Tipo II respectivamente (Salminci 2011).Toda esta extensión de tierra fue irrigada por el agua proveniente del Río Punilla. Sobre la ladera y el piedemonte del cerro del Coypar se encuentra el Sector II del sitio. El mismo, de poco más de 30 ha, corresponde a terrazas y cuadros pircados, los cuales están relacionados con la anexión de la micro-región de ANS al Tawantinsuyu. Este sector debió ser irrigado a partir de la red Los Colorados y fue necesaria la construcción de un canal (Canal C) que elevara altimétricamente la línea de rigidez para poder regar los cuadros y terrazas que allí se encuentran (Salminci et al. 2014).
ANTECEDENTES ARQUEOLÓGICOS EN EL SECTOR DE ESTUDIO El período Tardío en ANS fue definido para el lapso de entre ca. 1000 años AP hasta ca. 530 años AP con la llegada del Imperio Inka (Olivera y Vigliani 2000/2002). Durante este tiempo hubo
un incremento de la población y la agricultura se intensificó y extendió a partir de la irrigación mediante sistemas hidráulicos, como en el sitio BC I (Tchilinguirian y Olivera 2011). En cuanto a los espacios residenciales, se dio una importante concentración poblacional en el Fondo de Cuenca donde se emplaza el sitio La Alumbrera, asociado a los sistemas de campos de cultivo. Al mismo tiempo se iniciaron cambios en la organización socio-política relacionados con el crecimiento demográfico, la burocratización del poder y la centralización política (Olivera y Vigliani 2000/2002). Los análisis tecnológicos de la cerámica del sitio BC II indican que las actividades allí desarrolladas durante el primer momento de ocupación del sitio (ca. 1000 a 600 años AP) estuvieron asociadas a actividades domésticas llevadas a cabo por pequeños grupos familiares, con una menor presencia de vasijas aptas para el almacenaje y el procesamiento (Vigliani 1999). Posteriormente, a partir de la llegada del Imperio Inka a la región, estos últimos tipos de cerámica aparecen con mayor frecuencia, ligados al abandono de BC II como área de habitación y al incremento de la importancia de las actividades asociadas a la producción agrícola (Vigliani 1999; Pérez 2013). En cuanto al sitio La Alumbrera, las características tecnológicas de la cerámica apuntan a que las tareas de procesamiento eran desarrolladas con mayor frecuencia en este asentamiento, mientras que el almacenaje se realizaba en el Sector II de BC I, adyacente a BC II (Pérez 2013).
MÉTODO DE TRABAJO El presente trabajo se centra en tres etapas de investigación y utiliza dos líneas de evidencia. Las primeras dos etapas fueron realizadas a partir del uso de un SIG en conjunto con otras tecnologías de análisis espacial, mientras que la tercera y última incluyó el análisis cerámico como línea de evidencia nueva para relacionar con la información arquitectónica y espacial. 69
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Confección de Base de Datos La primera etapa de trabajo se realizó en laboratorio, mediante un acercamiento al área a partir de imágenes satelitales. Se utilizaron imágenes de Google TM tomadas en el año 2010, con una resolución de 0,5 m por píxel y se trabajó a una escala de 1:2000. Las mismas fueron abordadas a partir de un SIG (QGIS versión 2.14 Essen). Los SIG permiten analizar, modelar, visualizar y representar diferentes tipos de datos espaciales, con la particularidad de que cada uno de ellos está georreferenciado, es decir, tiene una correlación geográfica real en base a un sistema de proyección particular (Kvamme 1999; Connelly y Lake 2009). Los datos que se introducen al SIG se presentan en forma de capas y es posible realizar diferentes operaciones algebraicas entre las mismas. El uso de estos SIG permite, principalmente, un mayor entendimiento visual del espacio, al tiempo que habilita el conocimiento de características espaciales de datos no espaciales (Kvamme 1999). Este software fue utilizado con anterioridad en el área de estudio del presente artículo con el objetivo de analizar las características formales de los campos de cultivo de BC I (Salminci 2011; Salminci, Tchilinguirian y Lane 2014). El trabajo previo realizado por Salminci (2011) permitió la definición de áreas a partir de los distintos tipos de melgas, así como la identificación del área sin melgas. Realizamos una teledetección de las áreas de cultivo de BC I, a partir de una imagen satelital de Google Earth de alta resolución, incorporada al SIG como archivo ráster en formato *.xml. A lo largo del trabajo de laboratorio nos basamos en los análisis realizados por Salminci (2011). Una inspección detallada del área sin melgas permitió identificar estructuras que no habían sido estudiadas ni se hallaban registradas en publicaciones previas (Figura 3). Esta área cubre 98 ha del terreno, de las cuales
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aproximadamente la mitad contiene estructuras dispersas. A partir de eso, realizamos una capa de puntos donde marcamos cada una de estas “estructuras”, otorgándoles un ID y extrayendo su localización geográfica exacta mediante el uso de la calculadora de campos. Estos datos fueron utilizados para la confección de un mapa para utilizar en el terreno (Chuvieco 1990; Buzai 2013). Trabajo en Terreno La segunda etapa de trabajo consistió en la localización en el terreno de cada uno de los puntos observados a partir de la imagen satelital. Esto fue realizado mediante el uso de un GPS Garmin Oregon, en el cual se grabaron las coordenadas de los puntos obtenidas previamente mediante el SIG. Registramos 15 de las 33 estructuras previamente observadas. Este recorte se realizó en base a limitaciones de la cantidad de días de campaña, lo cual implicó el relevamiento de aproximadamente el 50% del área sin melgas. De cada estructura relevada en terreno se realizó un croquis a mano alzada, se tomaron fotografías y se recolectó la totalidad del material encontrado en superficie (en primer lugar material cerámico, el cual representa la mayor cantidad de material recolectado y, en segundo lugar, lítico). Además, el trabajo en campo dio como resultado la identificación y localización de ciertas estructuras dentro del área sin melgas, las cuales no habían sido visualizadas a partir de la imagen satelital. Las mismas consisten en acumulaciones de ignimbrita y material cerámico en superficie (puntos Nº 100, 102 y 105), montículos con materiales en superficie (puntos Nº 103 y 104) y una estructura subcircular dentro de un campo delimitado por bordos (punto Nº 101) (ver Figura 3). Cada uno de estos puntos fue registrado fotográficamente y ubicado mediante GPS, para luego localizarlos en el mapa general.
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Segundo análisis en laboratorio Mediante una tabla de números al azar, seleccionamos cinco de las 15 unidades arquitectónicas que relevamos en el campo (un tercio de la muestra recolectada) para realizar un análisis relativo a la tecnología y usos posibles de la cerámica hallada en superficie, en base a la clasificación propuesta por Vigliani (1999). De esta forma, el tercer momento de trabajo consistió en el análisis tecnológico y funcional de la cerámica recolectada en la superficie de las cinco estructutras seleccionadas, consistente en fragmentos de diferentes tamaños. Las variables elegidas para el análisis son las mismas que las utilizadas por Vigliani (1999) y Pérez (2013) debido a que en este trabajo se busca identificar las actividades funcionales de los recintos ubicados en los campos de cultivo, a partir de establecer la posible función de la alfarería asociada a las estructuras.
externa, interna o en ambas (baño, aplicación de pigmentos sobre la totalidad o parte de la superficie). -Grosor del fragmento: el grosor es una variable tecnológica que está correlacionada con la conductividad térmica y con la resistencia al estrés térmico. Para su medición se utilizó un calibre y las medidas se expresaron en milímetros. Se incluyó en la categoría de finos a todos aquellos fragmentos con valores de seis mm o menos, en medianos a aquellos con un grosor de entre siete y nueve mm y todos los que tuvieran un grosor mayor a nueve mm fueron considerados gruesos. Si bien esta clasificación es arbitraria se utilizó porque permite establecer categorías de análisis para el procesamiento de datos (Pérez 2013).
-Tipo de pasta: considerado a partir de dos criterios diferentes pero compatibles. Primero, de acuerdo al tamaño de sus partículas, se distinguió una textura gruesa de una fina. Segundo, se definió una pasta como compacta, laminar, disgregable o porosa de acuerdo a la forma, proporción, tamaño y orientación de las fases del cuerpo arcilloso (Rice 1987).
-Morfometría: dadas las características plásticas de la arcilla, los recipientes cerámicos pueden adoptar diversas formas, las cuales se hallan vinculadas a la función para la cual fueron manufacturadas. En esta esta parte del análisis se identificó el contorno de las vasijas (Shepard 1957). Para este análisis se seleccionó un total de 11 fragmentos de bordes del total de la muestra, aquellos que por su grado de conservación permitieron medir el contorno de la vasija a partir del diámetro de boca y los puntos de tangencia vertical, procedentes de las cinco unidades arquitectónicas tenidas en cuenta. Si bien la cantidad de bordes analizados es reducida, permitió dar una información primaria acerca de las posibles funciones de la cerámica presente en las diferentes unidades arquitectónicas, la cual podrá ser reevaluada al aumentar el tamaño de la muestra.
-Tratamiento decorativo: consideramos que la decoración incluye la alteración de color, textura y apariencia general de la superficie cerámica (Rice 1987). Se reconocieron como técnicas decorativas aquellas que no incluyen la aplicación de color (incisión, diseños impresos, agregado de materia modelada y pulido) y aquellas que sí la comprenden en la superficie
Para estimar el diámetro de las piezas, la medición se realizó mediante una tabla standard de medidas de diámetro, buscando coincidencias entre los fragmentos seleccionados y los radios dibujados en la tabla (Rice 1987). A partir de la medición de los diámetros de boca y de los puntos de tangencia se distinguió entre tres tipos morfológicos:
En este análisis se tuvieron en cuenta atributos que hacen a las propiedades físicomecánicas de la pasta y a sus aspectos decorativos. Las variables consideradas son:
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1.Vasijas no restringidas de contorno simple: aquellas que poseen un orificio abierto marcado por una tangente de un punto extremo vertical o inclinado hacia afuera. 2.Vasijas restringidas simples y dependientes: aquellas con orificio cerrado, marcado por la tangente de borde inclinada hacia adentro. 3.Vasijas restringidas independientes: se caracterizan por un punto angular o un punto de inflexión sobre un punto mayor. Luego de identificar los tipos de contorno de las piezas, se procedió a definir las variedades formales presentes en la muestra. Para ello se tomó como referencia la clasificación realizada por Pérez (2013), debido a que registra las variantes morfológicas de la cerámica del Fondo de Cuenca de la microrregión de ANS durante el período Tardío, y por lo tanto permite observar si estas formas se repiten en los puntos localizados en los campos de cultivo. Los datos recabados en el análisis fueron volcados en una planilla, para posteriormente hacer una combinación multivariada de los atributos con el programa Excel 2013. Esta tarea sirvió para establecer la capacidad funcional tentativa de la cerámica, entendida como la aptitud que presenta un material cerámico para cumplir con determinadas funciones.
ANÁLISIS Estructuras relevadas A partir de las estructuras relevadas en terreno dentro del área sin melgas de BC I (15 sobre 33) generamos una clasificación de las mismas en relación con sus características morfológicas y/o constructivas (esta última tenida en cuenta sólo en los casos en que había sectores expuestos de la construcción) y al material de superficie observado/recolectado (Figura 2). 72
Tipo 1 - Estructuras delimitadas por bordos (n=4) Estructuras de tipo cuadrangular/ subcuadrangular. Constituyen una depresión respecto del nivel del suelo, de entre 0,2 y 1 m. Se encuentran delimitadas por montículos de tierra (de aproximadamente 0,4 a 0,6 m de alto por 1 a 1,5 m de ancho), sin pircados visibles. Las mismas tienen una dimensión máxima aproximada de entre 15 y 20 m de lado y están divididas al medio por una línea de bordo. Presentan material en superficie, tanto cerámico como lítico, pero en poca cantidad. Tipo 2 - Estructuras grandes con pircado a la vista (n=5) Este segundo tipo de estructura comprende recintos similares a los de tipo 1 en cuanto a sus dimensiones. Si bien también están delimitados por bordos, algunos sectores presentan un pircado expuesto. Asimismo, tres de las cinco estructuras que corresponden a esta clasificación presentan pequeñas estructuras circulares o subcuadrangulares adosadas a la principal. El material en superficie se presenta en grandes cantidades. Encontramos cerámica ordinaria y decorada asociada al Tardío, así como grandes cantidades de desechos de talla y núcleos líticos pertenecientes a diferentes materias primas (cuarcita, malaquita, obsidiana y basalto). Tipo 3 - Estructuras pequeñas con pircado a la vista (n=2) Un tercer tipo de estructuras aparecen como pequeños desniveles delimitados por bordos y pirca, de aproximadamente 8x6 m. La diferencia principal con el tipo 2 son sus dimensiones mucho más reducidas, además del hecho de que las mismas no presentan la división al interior que sí aparece en los tipos 1 y 2. El material en superficie es muy escaso, apareciendo tanto cerámica como lítico. Las dos estructuras identificadas de este tipo están
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Figura 2. Planos de diferentes tipos de estructuras.
asociadas a morteros quebrados. Uno de ellos aparece al costado de la estructura, mientras que el otro se reclamó para la construcción de la pared de la misma. Tipo 4 - Estructuras rectangulares pircadas (n=2) Las mismas corresponden a estructuras completamente pircadas, realizadas con basalto andesítico. Tienen 14 m de largo y de 5 a 6 m de ancho. Presentan apéndices a la estructura principal (un vano y un pequeño rectángulo) y pueden haber incorporado argamasa al pircado, aunque esto último no es seguro debido al fuerte lavado superficial de los muros. El material en superficie es mucho más escaso que en cualquiera de los otros tipos y fue hallado un fragmento Belén-Inka en las cercanías, decorado con el típico reticulado inkaico. Ello, sumado a la cercanía de estas construcciones a los campos del Sector II, permiten plantear de manera preliminar que estos recintos sean de cronología inka.
Tipo 5 - Montículos (n=2) Como señalamos previamente, durante el trabajo de campo hallamos estructuras que no habían sido detectadas a partir de la imagen satelital. Las mismas se corresponden con los tipos 5 y 6 de la presente clasificación. En las cercanías de la estructura N° 23, visualizamos dos montículos (puntos N° 103 y 104), separados por 40 m aproximadamente. Los montículos son nítidos y se elevan entre 1 a 1,5 m sobre el nivel general de la terraza fluvial. Si bien presentan dimensiones similares, el N° 103 es un poco mayor que el 104, con 10 m y 7 m de diámetro, respectivamente. El material presente en superficie es tanto cerámico como lítico (obsidiana, cuarcita y malaquita), aunque el montículo 103 lo presentaba en mucha mayor cantidad que el otro. Tipo 6 - Acumulaciones circulares (n=2) Se presentan algunas acumulaciones de cerámica, restos de talla lítica (núcleos y 73
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Figura 3. Estructuras mapeadas con detalle en vista desde imagen Google Earth TM
lascas) y bloques de ignimbrita, de 1,5 a 2 m de diámetro. Si bien las mismas no conforman una estructura monticular ni una depresión respecto del nivel del suelo, se distinguen en el paisaje. Además de los puntos clasificados dentro de los seis tipos, visitamos dos puntos (N° 10 y 19) que se hallaban demasiado perturbados como para poder identificar si eran antiguas estructuras o quizás pozos realizados en tiempos modernos, con lo cual quedaron excluidos de la clasificación y el análisis. A partir de un punto de control fuera del área de parcelas y lejos de las estructuras identificadas mediante teledetección, logramos establecer preliminarmente la ausencia de materiales en superficie allí donde no había estructuras. El hecho de que el punto se haya mostrado estéril de materiales podría implicar que las áreas vacías en el relevamiento satelital se hallarían efectivamente vacías en el relevamiento en terreno. Análisis cerámico Los fragmentos analizados provienen de cinco de las 15 estructuras relevadas en 74
el campo. Estas unidades arquitectónicas corresponden a los N° 3, 9, 11, 29 y 33, las cuales, como se mencionó con anterioridad, fueron seleccionadas para análisis utilizando una tabla de números al azar. La muestra cerámica está compuesta por 129 fragmentos que proceden de cinco de los seis tipos de estructuras identificadas y se distribuye de la siguiente forma: La primera variable analizada fue el tipo de pasta, para la cual se tuvo en cuenta la textura fina o gruesa de las pastas cerámicas. Dentro de estos dos tipos de textura, de acuerdo a la proporción, tamaño y orientación de las fases del cuerpo arcilloso, se diferenció entre pastas laminares, porosas, disgregables y compactas. Los resultados del análisis muestran, en primer lugar, que las texturas gruesas son predominantes sobre las finas en tres de las estructuras: las N° 33, 9 y 3 (Figura 4B, C y E). Sin embargo, la diferencia es notable sólo en esta última. Por el contrario, hay una mayor cantidad de pastas de textura fina en las estructuras Nº 11 y 29 (Figura 4A y D). En segundo lugar, las pastas porosas son predominantes en todas las unidades arquitectónicas (Figura 4), en tanto que las
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Punto Número de Fragmentos Tipo de estructura 3 25 Tipo 4 9 13 Tipo 1 11 31 Tipo 3 29 25 Tipo 1 33 35 Tipo 2
Tabla 1. Total de fragmentos cerámicos analizados.
compactas aparecen en alta proporción solo en las N° 11, 33 y 29 (Figura 4A, B y D), las cuales también presentan texturas finas en gran cantidad. Por el contrario, las pastas disgregables aparecen en asociación con pastas de texturas gruesas (Figura 4C).
con los grupos donde las texturas finas son preponderantes. Por último, se observa que el tipo de cocción reductor aparece en las unidades arquitectónicas Nº 9, 33 y 3, pero en todos los casos se trata de un grupo minoritario (Figura 5B, D y E).
La atmósfera de cocción predominante, si consideramos el total de la muestra, es la oxidante. Sin embargo, la proporción varía entre las unidades arquitectónicas. De esta forma se observó que en las N° 33 y 3 el tipo de cocción incompleto o mixto es el predominante, aunque también aparece el oxidante en proporciones importantes (Figura 5D y E). La atmósfera oxidante es mayoritaria en las estructuras 11, 9 y 29 (Figura 5A, B y C), coincidiendo
En cuanto a la decoración de la cerámica, a la muestra la componen una mayoría de tiestos de estilo Belén caracterizados por la pintura negra sobre rojo, generalmente en la superficie externa, fragmentos de estilo Santa María, identificados a partir de la pintura negra sobre ante e indefinidos, o sea, aquellos fragmentos que no pudieron ser asignados a un grupo estilístico particular a partir de su decoración. Estos últimos se encuentran
Figura 4. Tipo de pasta por estructura relevada.
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Figura 5. Tipos de atmósferas de cocción por estructura relevada.
demasiado meteorizados en su superficie o solo se observan restos de pintura insuficientes para una adscripción clara. En primer lugar notamos que, tomando el total de la muestra en su conjunto, la proporción entre cerámica decorada y no decorada es equilibrada, a excepción de la unidad arquitectónica Nº 11 (Figura 6A) donde los fragmentos decorados (n=25) son los más representados. Las demás estructuras presentan una cantidad más equilibrada entre cerámica decorada y no decorada, con ligeras variaciones porcentuales de una a otra (Figura 6B, C, D y E). En segundo lugar, dentro de la cerámica decorada, observamos que la gran mayoría de los tiestos pueden adscribirse a la cultura Belén, ya sea por características de sus pastas o estilos decorativos. La cerámica que identificamos como Santa María aparece en una proporción mucho menor. Esta situación se repite en casi todos los conjuntos analizados, con excepción del perteneciente a la estructura N° 3, donde los fragmentos decorados indefinidos son mayoría (Figura 6E). Por último, esta variable también permitió observar que las estructuras N° 11 y 29, presentan una mayor cantidad de cerámica decorada en simultáneo con un predominio de 76
textura de pasta fina. Por su parte, en las N° 9, 33 y 3, la cerámica no decorada aparece en altas proporciones (Figura 6B, D y E) en coincidencia con el predominio de texturas gruesas. La tercera variable considerada fue el grosor de la pared de los fragmentos analizados, lo cual presenta diferencias entre los tipos de estructuras identificadas. En las N° 11 y 29 la cerámica fina es la más representada (Figura 7A y C), siendo estas las estructuras que también presentaban un predominio de texturas de pasta fina y fragmentos decorados. Por el contrario, en las unidades arquitectónicas Nº 9, 33 y 3 los fragmentos de grosor mayor a 9 mm son preponderantes, mientras que los tiestos medianos representan en torno al 25-30% del total de la muestra y los finos aparecen siempre de forma minoritaria (Figura 7B, D y E). En estas estructuras coinciden, por lo tanto, fragmentos mayoritariamente gruesos junto con texturas de pastas gruesas y cerámica no decorada. El último atributo que se tomó en cuenta fue la forma de las vasijas, para lo cual se midieron los contornos de los fragmentos diagnósticos, especialmente bordes. Como primera clasificación se fraccionó la muestra en dos conjuntos: piezas de contorno no restringido y piezas de contorno restringido, observándose una ligera mayoría de piezas de
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Figura 6. Grupos estilísticos por estructura relevada.
contorno restringido (Tabla 2). No obstante, el tamaño de la muestra no permite efectuar precisiones al respecto. Una vez identificado el contorno de las piezas, se definió la variedad de formas presentes en la muestra. Para ello se utilizaron cinco bordes como fragmentos diagnósticos de las piezas completas, a partir de lo cual fue posible distinguir: ollas no decoradas de contorno restringido simple y dependiente (Figura 8A y B), desde fragmentos de la estructura N° 3 y 33; una urna decorada Belén de contorno restringido independiente (Figura 8C), mediante un borde proveniente de la estructura Nº 11; y pucos Santa María de contorno abierto, reconstruidos a partir de bordes provenientes de las unidades arquitectónicas Nº 9 y 11 (Figura 8D). Si bien
Punto 3 9 11 29 33
esta muestra es pequeña, al ser parte de un trabajo de carácter exploratorio consideramos que aporta a los objetivos planteados al dar una información primaria de las posibles funciones de la cerámica presente en las diferentes unidades arquitectónicas y por lo tanto de las potenciales actividades desarrolladas en ellos. Las reconstrucciones son de carácter ilustrativo y están basadas en investigaciones de formas de la cerámica local publicadas previamente (Pérez 2013 y Gasparotti 2015).
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES Tomando como referencia principal el trabajo propuesto por Vigliani (1999), correlacionamos los conjuntos cerámicos de las diferentes estructuras relevadas en el
Piezas de contorno restringio 2 2 2
Piezas de contorno no restringido 1 1 1 2 -
Tabla 2. Tipos de contorno cerámico por punto de relevamiento.
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Figura 7. Grosores de la pared de la cerámica por estructura relevada.
terreno con algunos de los grupos cerámicos propuestos por la autora. Son similares a su Grupo 1 (fragmentos de textura gruesa, paredes anchas y ausencia de tratamientos decorativos), los fragmentos que aparecen más representados en las estructuras N° 3, 9 y 33 caracterizados por paredes anchas (>9 mm), texturas gruesas y porosas, sin decoración, con tratamiento de superficie tosco e irregular y formas de piezas abiertas, tipo ollas. Las características de estos fragmentos sugieren que fueron vasijas grandes y pesadas y que sus funciones estuvieron asociadas a tareas de almacenamiento y procesamiento sin calor. Este tipo de cerámica es similar al hallado en la superficie de BC II, lo cual se asocia a actividades de almacenamiento y procesamiento (Vigliani 1999; Pérez 2013). Estas actividades se llevaron a cabo en el momento más tardío de la ocupación del sitio relacionado fundamentalmente a actividades productivas agrícolas, en contraste con la evidencia cerámica más temprana, recuperada en excavación, que se asocia a un uso residencial del mismo. Ello nos permite proponer que estas unidades arquitectónicas habrían funcionado como espacios de actividades productivas, asociadas a la agricultura. La localización de las mismas, particularmente las N° 3 y 33 (Tabla 2), cercanas al Sector II de BC I y a 78
Coyparcito, además de un fragmento decorado tipo Belén Inka, sugieren preliminarmente la hipótesis de su asociación al período Inka. Asimismo, la estructura 3 presenta características particulares, tanto respecto de la técnica constructiva como de los materiales y las dimensiones. A diferencia de los demás recintos, el N° 3 está realizado con bloques de basalto y tiene una planta cuadrangular de 14 x 5,20 m, con una división interna y un vano con pasillo orientado al sur, lo que habría funcionado como protección de los vientos. Las características constructivas y las proporciones de las dimensiones de la estructura sugieren su asociación a la arquitectura inkaica (Daniel Olivera, com. pers. 2017). Por otro lado, las estructuras N° 11 y 29 presentan una cerámica más similar al Grupo 3 propuesto por Vigliani (1999), caracterizado fundamentalmente por la textura fina, compacta, importante tratamiento decorativo y paredes finas (45%).
1- Superficie cóncava (-10,03538 a -0,20000); 2Superficie llana (-0,20000 a 0,20000); 3- Superficie convexa (0,20000 a 5,01769). De esta manera, logré discernir entre superficies cóncavas, convexas y llanas.
Así es como obtuve el mapa que se muestra en la Figura 4-a.
Como mencioné en líneas anteriores, la forma de las pendientes depende de su curvatura. Por ello, a la hora de confeccionar un mapa que dé cuenta de la geomorfología del área, combiné los mapas de pendiente y curvatura mediante la función Combine del módulo Spatial Analyst Tools. Una vez combinadas las bases de ambas capas obtuve un mapa de geoformas como el que se muestra en la Figura 4-b.
Mapa de curvatura La información que brinda este mapa complementa al mapa anterior ya que la forma de la pendiente está dada por su curvatura. Esta última es una variable topográfica que representa el grado de cambio de la pendiente en el espacio. Es relevante en análisis geomorfológicos, hidrológicos y edáficos ya que, en general, las áreas con un perfil convexo indican un mayor potencial para la erosión y las áreas con perfil cóncavo indican mayor potencial para la deposición (Martinez Casasnovas 1999). Para la elaboración de esta capa ejecuté la función Curvature sobre el mapa de pendientes. Luego, reclasifiqué los datos de la cobertura obtenida a partir de los intervalos de valores propuestos por Martinez Casasnovas (1999):
Mapa de geoformas
Mapa de orientación La orientación de las laderas (o aspecto) puede pensarse como la dirección de la pendiente. Su análisis permite al investigador o investigadora determinar los niveles de insolación, humedad y exposición a fenómenos climatológicos diversos (como heladas, vientos, etc.) en diferentes sectores del terreno en estudio. Para la construcción de dicho mapa 119
Laura Pey - Diseño metodológico para un modelo de potencial productivo...
Figura 4. Capas temáticas elaboradas para el modelo: A. Mapa de pendientes, B. Mapa de geoformas, C. Mapa de orientación, D. Mapa de suelos.
ejecuté la función Aspect y obtuve como resultado una capa raster en la que los valores de cada celda indican la dirección (respecto del Norte magnético) a la que apunta la superficie en esa ubicación siendo: de 0 a 360º Norte, 90º Este, 180º Sur y 270º Oeste (Figura 4-c). Mapa de suelos La elaboración de este mapa fue un poco más compleja ya que requirió integrar información de diferentes orígenes. En primer lugar, tuve en cuenta la información obtenida a partir del Atlas de Suelos del INTA (Vargas Gil 1990)8. En este, 120
la unidad de suelos que corresponde al área de estudio es Enli-6 y se encuentra expresada en una escala de 1:500.000. Se trata de una macrounidad edáfica en la que la ubicación exacta de los subgrupos de suelos no está representada.Afortunadamente, su distribución se encuentra descripta en la base de datos y se conoce el porcentaje de distribución de cada tipo de suelo. Específicamente, los porcentajes son: Torriortentes líticos (20%), Torriortentes típicos (10%), Cambortides líticos (10%) y afloramientos rocosos (60%). También se conoce su ubicación en términos geomorfológicos y altitudinales. Los primeros
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CULTIVO (tipo)
NOMBRE CIENTÍFICO
NOMBRE COMÚN
ALTITUD (msnm)
SUELO ÓPTIMO
Quinua
Chenopodium quinoa
Quinua, Quinoa, kiwña (quechua), jiura, jiwra, jupha (aymara)
Desde el nivel del mar hasta >4000 msnm.
Desde arenosos a Desde zonas áridas arcillosos. Ácidos, hasta húmedas y neutros y tropicales. Desde ligeramente frías y templadas alcalinos. hasta cálidas.
Solanum tuberosum
Papa dulce
Papa nativa (tubérculo)
-2000 y 4100.
-Rendimiento óptimo entre 37004100. Papa nativa de altura (tubérculo)
Qañiwa
S.juzepczukki y S.curtilobum
Papa amarga. Ruki o parko y lucki u occucuri
3800-4200
Chenopodium pallidicaule
Qañiwa o cañihua (quechua); qañawa (aymara)
3800-4200
Muy buenos resultados en suelos francoarenosos. Mejor rendimiento en suelos ácidos y neutros.
CLIMA ÓPTIMO
Buena capacidad para adaptarse a diferentes climas.
Tarwi (leguminosa de grano)
Lupinus mutabilis
-Lupino andino. -Tarhui (quechua)
3800-3850
Suelos de textura gruesa. Suelos salinos de laderas y baja fertilidad.
-Tauri (aymara)
Tabla 2. Características agronómicas óptimas de los cultivos andinos tradicionales. Elaboración propia en base a la información disponible en Tapia y Fries (2007) y Guagliardo (2011)
se hallan en montañas, cerros y colinas en tierras altas (altitudes mayores a 4000 msnm). Los segundos se encuentran en laderas empinadas de quebradas y en bajadas aluviales, vías de escurrimiento y llanuras aluviales. Se les asigna una altitud menor a 4000 msnm. En cuanto a los Cambortides líticos, éstos también se presentan en laderas por debajo de los 4000 msnm pero ocupando áreas de relieve suavizado con bajo gradiente. Teniendo en consideración esta información, reclasifiqué los valores altitudinales del MDE en rangos operativos para el caso: otorgué valor 1 al intervalo altitudinal que va de 0-4000 msnm y valor 2 al intervalo de 4000-4339 msnm. En segundo lugar, combiné este mapa con el mapa de pendientes mediante la función Combine. Así obtuve un mapa de suelos (Figura 4-c) basado en la clasificación conjunta siguiendo el siguiente criterio:
• >4000 msnm y terreno llano: Torriortentes líticos • > 4 0 0 0 m s n m y l a d e r a m o d e r a d a : Torriortentes líticos • >4000 msnm y ladera empinada:Torriortentes líticos • >4000 msnm y acantilado: Torriortentes líticos •