Versos escritos en primavera temprana

21 feb. 2014 - primavera temprana. Oí mil notas mezcladas, mientras en una arboleda me sentaba reclinado, en ese dulce ánimo en que los pensamientos ...
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2 | ADN CULTURA | Viernes 21 de febrero de 2014

Final abierto

línea & letra

Poesía interpretada por Pablo Bernasconi

Mary Margaret O’Hara, la voz de la musa

Versos escritos en primavera temprana

Verónica Chiaravalli

William Wordsworth

L

Oí mil notas mezcladas, mientras en una arboleda me sentaba reclinado, en ese dulce ánimo en que los pensamientos placenteros traen ideas de tristeza al pensamiento.

a recomendación fue de boca en boca y la hermosa película de Jem Cohen sigue en exhibición un mes más. Ya se ha escrito aquí sobre Museum Hours, pero quienes la vieron estos días en el Malba quedaron prendados de su coprotagonista, la cantante, actriz, performer y artista plástica canadiense Mary Margaret O’Hara, de quien se sabe bastante poco, no porque ella cultive el secretismo extravagante, sino porque su modo leve de gravitar sobre las cosas, su melancólico desapego, la han llevado a una zona de evanescencia que la vuelve todavía más adorable para sus seguidores. A O’Hara le bastó un solo disco, Miss America (1988) para convertirse en una figura de culto. Desde ese momento colaboró y participó en discos de otros, se dedicó a cantar frente al público con quienes y cuando quería (le agrada mucho el sentimiento amoroso que invade a la gente en el mes de diciembre, por eso da conciertos en Navidad), pero no volvió a grabar sus propias canciones. ¿Por qué? Porque siente que cada vez que le asoma la intención de hacer un disco, una fuerza difusa pero eficaz la detiene. “Soy terrible. Tengo cientos de piezas escritas –explicó en una entrevista con The Guardian, hace un par de años– pero nunca he tenido el incentivo o el deseo de grabarlas. Me encantaría hacerlo pero no lo hago. Soy tonta”. O’Hara deja impresiones duraderas. Pasaron veinticinco años entre el momento en que Jem Cohen la vio cantar por primera vez y el rodaje de Museum Hours. Pero desde aquel momento el director siempre supo que alguna vez trabajarían juntos. Criada junto a sus seis hermanos, Mary Margaret O’Hara creció escuchando a Van Morrison, Dinah Washington y los discos de jazz que su padre ponía en la casa, para la familia. También pintaba. Y actuaba, como su hermana Catherine, con quien mantiene un vínculo estrecho. En 1983 firmó contrato con el sello discográfico Virgin, pero la relación no prosperó. O’Hara lo explica con una humorada elocuente: “Pasaron de un amable ‘puedes hacer lo que quieras’ a un desesperado ‘¡¿pero qué hiciste?!’. Fue duro”. Cabe aclarar que sus detractores –ella misma lo cuenta con una sonrisa– la llaman “la Edith Piaff epiléptica”, por el modo en que se comporta sobre el escenario, o dicen que un pollo es capaz de afinar mejor que ella. Lo cierto es que O’Hara tiene un estilo muy particular. Distorsiona palabras para crear el efecto de una letanía, recita y puede pasar del susurro a una nota aguda en el límite. Miss America es uno de los escasos testimonios que ha dejado hasta ahora. No sabe si tiene ganas de grabar otro disco. Le alcanza con tener la idea del disco y no necesita realizarla. Aunque a veces quisiera todo lo contrario. Ser como Catherine, tener una carrera. “Lo pienso de esta manera: un día cuando éramos niños, un vendaval golpeó la ciudad y apareció mi hermana. Caminaba, caminaba y caminaba, su cuerpo fuerte y decidido contra el viento pesado. Si esa hubiera sido yo, habría sido tan débil como una pluma, cayéndome aquí, flotando allá. Pero así soy y así seré siempre”. C

A sus bellas obras la naturaleza unió el alma humana que por mí fluía; y mi corazón se angustiaba mucho al pensar lo que el hombre ha hecho del hombre. A través de matas de prímulas, en aquella dulce enramada, tejía la pervinca sus guirnaldas; y doy fe que cada flor se deleita en el aire que respira. Los pájaros a mi alrededor saltaban y jugaban, no puedo yo medir sus pensamientos, pero el menor de sus revuelos, parecía un placer estremecido. Las ramas que retoñan extienden su abanico, para capturar el aire de la brisa; y debo pensar, y hago cuanto puedo, que había placer en aquel lugar. Si no puedo evitar tales pensamientos, si tal fuese la intención de mis creencias, ¿no tengo acaso razón para lamentar lo que el hombre ha hecho del hombre? En: Baladas líricas, traducción de Santiago Corudego y José Luis Chamosa, Cátedra.

Wordsworth Cockermouth, 1770 - Cumberland, 1850 Wordsworh alentó, con una poesía de fuertes innovaciones formales, el desarrollo del romanticismo, que tuvo en Baladas líricas, escrito con Coleridge, un acta fundacional.

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