de las pampas (Larivière, 2008), en cuyas páginas traza el mapa estético de la platería mapuche –equidistante de la platería colonial y virreinal– para convertirse en la expresión de un pueblo. La rueda casi fantasmal, que emula un parlamento deliberativo tocado por una luz cenital, remite al tiempo de caciques dueños de la tierra y de mujeres emperifolladas con sus ajuares festivos, siluetas recortadas contra el paisaje sin límite. “Recuerdo que la casa más cercana era como un borrón en el horizonte. Esa distancia infinita se llamaba pampa.” La cita es de Jorge Luis Borges, está extraída de una entrevista del New Yorker (1970) y prologa aquel primer libro de la coleccionista Claudia Caraballo de Quentin, profundizado hoy por el exhaustivo libro-catálogo que acompaña la exposición (ver recuadro). El siglo XIX es el recorte histórico de esta narración visual a través de piezas que integran colecciones públicas y privadas. El Museo Etnográfico, el Histórico, el Gauchesco Ricardo Güiraledes, el Pampeano de Chascomús y la Fundación García Uriburu enriquecen con sus préstamos el acervo cedido por coleccionistas que aman lo que han atesorado con genuina pasión. Un coleccionismo de hallazgos y no de millones, de búsquedas y no de récords, en el que figuran los nombres de Ruth Corcuera, Matteo Goretti, Ricardo y Belén Paz, Pepe Pérez Gollán, los Eguiguren, Octavio Caraballo, Elena Olazábal de Hirsch, Mimí Bullrich, Marcos Bledel y los Casal, entre muchos otros. El siglo XIX marca un quiebre histórico y define un modelo de país, agroexportador y eurocentrado; más cerca en la formula-
Vista de una de las salas de Proa
Rastra realizada en plata batida, cincelada y calada
Pectoral Llankatu FOTOS: GENTILEZA PROA Y SOTHEBY´S
Una cosmovisión compartida pág.
Viernes 19 de noviembre de 2010
22
Los tejidos pampas son valiosos testimonios culturales; en ellos se advierten registros de la tradición oral y diseños similares realizados por distintas comunidades POR RUTH CORCUERA
Una representación del mundo, de los límites entre el bien y el mal, del mensaje de las estrellas, del tiempo y del color, atraviesa los tejidos pampas del siglo XIX. El fondo común del estilo andino, desarrollado en múltiples colores y diseños es, así, la base de una cotidianidad que convive con un ideal de trascendencia. Los mapuches desplazaron a otros grupos étnicos, como los tehuelches. Sin embargo, en ambas comunidades y en prendas distintas hay diseños similares, atribuibles a una concepción del espacio dividido en cuatro grandes zonas, concomitante con
una posible “cosmovisión compartida”. Por su parte, los pueblos ágrafos utilizaron diseños y colores para perpetuar la tradición oral que daba identidad al grupo. Es decir, darles imagen a esas palabras que no están escritas. La reiteración de motivos posee el mismo objetivo que la música en las sociedades arcaicas: la reiteración refuerza la invocación. Todas son, finalmente, piezas de un lenguaje que busca conmover a los dioses y lograr el equilibrio cósmico. Las grecas en tejidos, en la pintura de los quillangos tehuelches y en los cueros de caballos responde a
rogativas, donde también se advierten referencias a las genealogías de ciertos grupos o a jefes tribales. El poder está inscripto en distintos soportes, y ocupa un rol central: la etnografía señala la necesidad de ostentar prestigio a través de los textiles. Las cuatro diagonales en triángulo, propias del cuadrado mapuche que representa a la tierra, es el espacio donde juegan las fuerzas del mal que acechan las bases del bien. Diseños y colores oscilan entre niveles mágicoreligiosos y empíriconaturales. Los tejedores mapuches acuden a sus antiguas tradiciones y las
trasladan a textiles en los cuales la naturaleza posee elementos sobrenaturales. La simplicidad y el buen estado de conservación del instrumental con el que se realizaban estos textiles evidencia que, con instrumentos sencillos, era posible lograr técnicas complejas, y eso mismo caracteriza a esta cultura textil prehispánica, ejemplo de laboriosidad. La urdimbre es, así, el eje dominante: una técnica que, según estudios, acompaña a la región desde hace cinco mil años. Por eso, ponchos y otros tejidos actúan como un registro de la vida de estos pueblos.