Un nombre que encerraba la gloria y la tragedia

22 dic. 2007 - Toscanini, que actuó en el ciclo del Mozarteum Ar- gentino, dirigida por Lorin Maazel. El tour formaba parte de los actos organizados para ...
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EN ACCIÓN. La secuencia de imágenes muestra la expresividad de Arturo Toscanini y también deja intuir los arrebatos de cólera a que se entregaba durante la preparación de una obra

Un nombre que encerraba la gloria y la tragedia La condesa Emanuela Castelbarco, nieta de Toscanini, de paso por Buenos Aires, recordó a su abuelo y los difíciles años de la Segunda Guerra Mundial POR HUGO BECCACECE De la Redacción de La Nacion

BETTMANN / CORBIS

–¡Cuántos pecados tienen todos ustedes en el alma! Página 243 (Fra Gherardo: “Pero si allá al fondo un sol ves arder”): –¿Por qué hablan? ¡No hay nada que decir aquí! ¡Aquí cada uno debe leer su parte! Yo, en cambio, tengo que dirigir, y debo sin embargo hablar con frecuencia, pese a que estaría muy contento si no debiese hablar nunca... ¡Eso significaría que ustedes tocan bien! Página 373 (tercer acto, n. 2): [Al barítono, Edoardo Faticanti, en el papel del obispo.] –¿Pero qué tiene en la lengua que no puede hablar adagio? ¡Adagio, por Dios! ¡Cabezón, cabezón! ¡Todos los días la misma cosa! ¡Nunca me tocó un cabezón como usted! ¡Y mire que cabezones tuve muchísimos! ¡Pero cabeza dura como la suya nunca me había tocado! Página 433 (n. 35. Andante grave, piano però intensissimo): –¡Así, así, quiero yo! ¡Cantar, no solfear! [Repiten el pasaje.] ¡Así, así como hacen ahora! ¡Pero a ese no le diré nunca nada! [Sin señalarlo.] ¡Porque toca bien, canta! [Todos miran curiosos para ver de quién se trata.] Sí, aquel, sí, Serafini: bravo. ¡Gacias! ¡Tú tocas como se debe! ¡Disculpa si he ofendido tu modestia! ¡Pero a veces también yo necesito parir alguna vez, si no, reviento! ¡Canten! ¡Canten! ¡Así, como hacen ahora, y en todas las obras, en todas deberían tocar así! Página 478 (n. 51) (El obispo: -Abajo a quién. A los óleos del Señor): –¡Cornos, lean bien! ¡Murmuren, piano! ¡Piano! ¡Piano! ¿Abajo a quién? ¡A ustedes! ¡Ustedes no están ungidos! ¡El señor los ha dejado secos! ¡No le sirven a nadie! Página 502 (Largo) (Gherardo: “Hermanos, oh mis hermanos”): –¡Tromba, escuche el oboe! La-la-mi-si. ¡Escuche! También el mi tiene un valor. Trátelo bien aunque es pequeño. ¡No le dé una patada en el culo porque es pequeño! ¡Sea generoso!

A

penas se la ve, uno comprende, aun sin saber de quién se trata, que esa mujer es alguien. La vida de la condesa Emanuela Castelbarco estuvo marcada desde la niñez por la fama y la influencia de su abuelo, el director Arturo Toscanini. La condesa pasó por Buenos Aires durante la temporada musical, acompañando a la Sinfónica Toscanini, que actuó en el ciclo del Mozarteum Argentino, dirigida por Lorin Maazel. El tour formaba parte de los actos organizados para conmemorar los cincuenta años de la muerte del Maestro. Cuando la condesa recuerda el mundo de su abuelo y de sus padres, la petite y la grande histoire de Europa se despliegan con datos poco conocidos. “El nombre de mi madre –recuerda Emanuela Castelbarco– era Wally, en homenaje a la ópera La Wally de Catalani. Mamá se enamoró cuando era una adolescente del conde Castelbarco, mi padre, que era mucho mayor que ella. El abuelo estaba en contra de ese amor. Pero no pudo impedir la huida y el casamiento de la pareja. Estaba indignado porque mamá se había enamorado de un aristócrata. El abuelo era garibaldino, de ideas de izquierda. Durante un tiempo, él y mis padres no se frecuentaron. La reconciliación fue graciosa. Toscanini, que era un demócrata y que no apreciaba la monarquía, fue a visitar la cripta de los reyes austríacos en Viena. Y, de pura casualidad, en ese lugar, al que se suponía que por sus ideas no debía ir, el abuelo se encontró con papá y mamá. Entonces le tendió la mano a mi padre como si no hubiera pasado nada porque quería volver a ver a su Wally.” En 1931, Wally se divorció del conde Castelbarco, pero siguió frecuentando la alta sociedad internacional. En uno de los veranos del período fascista y en pleno auge del nazismo, fue invitada a un baile de disfraces del conde Volpi, el acontecimiento social de la temporada. Una de sus conocidas, la bella Anita Gutman, de origen judío, amante del joven director Herbert von Karajan, se enteró de la fiesta y supo, además, que iba a concurrir Hermann Goering, el mariscal del Tercer Reich. Entonces le pidió a Wally que la llevara con ella. Wally aceptó, aunque le resultó extraño ese esnobismo excesivo. Después, supo las razones de ese entusiasmo. Las leyes raciales impedían el casamiento de Anita y de Von Karajan. Durante la fiesta del conde Volpi, Anita se ocupó de seducir a Goering. Pocos días

después, gracias al mariscal, Anita y Von Karajan recibieron una autorización especial para casarse. Emanuela Castelbarco recuerda que, cuando Toscanini se declaró públicamente en contra del fascismo y del nazismo, su familia empezó a ser perseguida. El director se refugió en los Estados Unidos. El apellido Toscanini significaba la gloria, pero también, en esa época, la amenaza de la tragedia. Wally y Emanuela se ocultaron, al principio, en el campo y vivieron de incógnito. Por último, huyeron a Suiza, sin dinero. En la ruta, para esconderse de las patrullas, debían echarse en zanjones o bajo los puentes. Entre tanto, los Von Karajan era agasajados en Alemania y en Italia. Cuando la guerra

MARIANA ARAUJO

EMANUELA CASTELBARCO. La nieta de Toscanini durante su paso por Buenos Aires

terminó, Wally se encontró en una recepción con Anita, esta se precipitó a los brazos de Wally, dispuesta a congraciarse con las personalidades políticamente correctas. Wally la detuvo con dos palabras: “Porca nazista!”. Años más tarde, Emanuela Castelbarco se casó con el hijo del duque Aquarone, que había sido ministro de la Casa Real y responsable de haber convencido al rey de Italia de detener a Mussolini en 1943. Los fascistas jamás le perdonaron ese hecho a los Aquarone y, durante la República de Salò, quemaron los castillos de la familia. Más tarde la condesa se divorció. Ahora se consagra a la conservación del patrimonio artístico y participa en las actividades de la Fondazione Arturo Toscanini. © LA NACION

Sábado 22 de diciembre de 2007 I adn I 31