Un héroe a patada limpia

(Argentina/2001-2004). Investigación, guión y dirección: Michelina Oviedo. Fotografía: Fabián Giacometti. Música: Carlos Villavicencio. Montaje: Miguel. Pérez.
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Espectáculos

Página 2/Sección 4/LA NACION

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Jueves 31 de mayo de 2007

Un héroe a patada limpia Buena

✩✩✩ El duelo (Huo Yuan Jia/Fearless, Hong Kong-EE.UU./2005, color; hablada en mandarín e inglés). Dirección: Ronny Yu. Con Jet Li, Nakamura Shidou, Sun Li, Dong Yong, Collin Chou. Guión: Chris Chow y Christine To. Fotografía: Poon Hang Sang. Música: Shigero Umebayashi. Edición: Virginia Katz y Richard Learoyd. Presentada por Distribution Company. 104 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años.

William Kong, el productor de El tigre y el dragón, armó casi un dream team para concretar este film con el que, según anunció, Jet Li se despedirá del cine de artes marciales. No sólo está la estrella de Héroe y Danny the Dog: Yuen Wo-Ping concibió la coreografía de las escenas de acción, la misma tarea que asumió en el film antes citado y en Matrix; a Hang Sang Poon (Kung Fusión) le fue confiada la fotografía, y a Shigeru Umebayashi (2046, los secretos del amor), la música. Kong apuntó a un personaje real, Yuan Jia, el joven campeón chino que a fines del siglo XIX y comienzos del XX difundió las artes marciales entre las masas y hasta llegó a combatir por el honor de su país y por la defensa de la filosofía de las artes marciales, y para concertar todos los elementos, buscó a un veterano cineasta, Ronnie Yu, tal vez no demasiado dotado para el relato épico, pero fogueado en la acción y el terror (La novia de Chucky y Legado de furia). Quizá los resultados no estén del todo a la altura de semejante equipo, pero sin duda El duelo propone una historia atractiva, expuesta con impecable profesionalismo y en más de un momento deslumbrante en términos visuales, además de convertirse en un vehículo ideal para el lucimiento de Jet Li, como maestro en el combate y como más que convincente actor.

Arrogancia y redención Huo Yuan Jia, hijo de un maestro, arrastró durante años, por culpa del asma, la frustración de no recibir clases de su padre. No obstante, desde chico se las arregló para canalizar su pasión por el wushu, que además de desarrollar fuerzas y destrezas físicas para el cuidado de la salud, la competición, la autodefensa y la disciplina mental, se ocupa sobre todo del crecimiento interior. Gracias a su perseverancia y obsesionado por la competencia y la venganza, llega a

INCAA/OCTAVO ARTE

Víctor Laplace como Segundo David Peralta

Crónica precisa de un auténtico bandido rural Muy buena

✩✩✩✩

DISTRIBUTION COMPANY

Jet Li, en su despedida de los films de artes marciales

ser imbatible, pero en su arrogancia de campeón no comprende el mandato principal del arte que cultiva, y ese desequilibrio termina por convertirlo en el peor enemigo de sí mismo. La gran batalla que se desarrolla en un gigantesco y lujoso restaurante y en la que culmina tanta violencia deja un terrible saldo de odio y sangre y marca un momento decisivo y de consecuencias atroces para el protagonista. Jia, duramente golpeado, deberá abandonarlo todo para volverse sobre sí mismo, reflexionar y buscar el camino de la salvación. El azar lo ayudará acercándolo a personajes puros y generosos que le darán una mano y después las cir-

cunstancias históricas le ofrecerán la posibilidad de redención cuando haya que defender el honor de China frente al desafío extranjero, lo que se concreta en el espectacular y múltiple combate –nuestro héroe debe vérselas con cuatro rivales, a cual más feroz– con el que el film comienza y termina y donde el coreógrafo Yuen Wo-Ping vuelca su imaginación y Jet Li su maestría. Esa secuencia quizá sirva de compensación para los entusiastas de las artes marciales que juzguen un poco escasa la dosis de escenas de acción proporcionada por el film. Es que El duelo está primordialmente dedicada a acompañar el crecimiento espiritual del

héroe y fundador de una federación deportiva china antes que a ilustrar sus dones para la lucha. Así, el relato hace tanto hincapié en el sentido último de las artes marciales y en la sabiduría oriental en general que, a falta del aliento épico, distribuye a lo largo del film abundantes frases sentenciosas cargadas de enseñanzas sobre ética y moral. Jet Li tiene todo servido para despedirse de la mejor manera de las artes marciales y aprovecha bien esa ventaja. También se lucen Kenneth Mak (diseño de producción) y Hang Sang Poon (fotografía).

Fernando López

Estancada entre lo cómico y lo patético Mala

✩ Ese mismo loco afán (Argentina/2007). Dirección: Enrique Muzio. Con Ulises Dumont, Claudio Gallardou, María Socas, Héctor Grillo, Enrique Dumont y otros. Guión: Enrique Muzio y Carlos Algeri. Fotografía: Julio Santamaría. Música: Marcelo y Jerónimo Piazza. Presentada por Orsay Troupe. Hablada en español. Duración: 100 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 13 años.

Cristóbal y Leo, dos actores trashumantes, llegan a un pueblo empobrecido con la ilusión de representar allí una obra teatral que todavía no han escrito. Ambos son unos eternos perdedores que se tropiezan a cada momento con las más insólitas situaciones, y al arribar a esa población se ven envueltos en una serie de disparatadas aventuras, entre las que se destaca su rápido conocimiento de un empresario to-

lo absurdo. Todo en ella es tan opaco tanto en la pintura de sus personajes como en un guión que pretende lograr cierta comicidad y queda, apenas, en una pretención carente de calidez y de veracidad. Así, con poco o ningún interés, Ese mismo loco afán naufraga en su intención de retratar a un grupo de prototipos que buscan desesperadamente reflotar sus opacas vidas, pero la anécdota tropieza a cada momento con elementos sin carnadura dramática y sin veracidad en sus andanzas. Tampoco el elenco pudo elevar de alguna manera esta historia tan poco convincente, ya que tanto Ulises Dumont, aferrado a sus acostumbrados tics, como Claudio Gallardou, que procura salir indemne de su personaje, transitaron con más esfuerzo que calidad por este film que está destinado al pronto olvido.

dopoderoso que desea desalojar un parque municipal para construir en él un barrio privado. Los dos amigos se rodean de un comisario a punto de jubilarse, de un viejo violinista que duerme en la comisaría y de una joven farmacéutica que pronto iniciará un romance con Leo. La trama se va desenvolviendo a través de esos casi caricaturescos personajes en medio de la necesidad de su dúo protagónico, que intenta lograr extremar sus bondadosos corazones y salir airosos de las desventuras que les señala el destino.

Escurridiza moraleja La historia avanza entre lo cómico y lo patético y trata, infructuosamente, de lograr una moraleja en la que el amor y la fidelidad a sus ideales se impongan en sus pobres vidas. Poco o nada sustancioso logró el director Enrique Muzio en su propósito de radiografiar esta anécdota que cae, a cada momento, en lo reiterativo y en

ORSAY TROUP

Enrique Dumont, como Leo

Adolfo C. Martínez

Mate Cosido, el bandolero fantasma (Argentina/2001-2004). Investigación, guión y dirección: Michelina Oviedo. Fotografía: Fabián Giacometti. Música: Carlos Villavicencio. Montaje: Miguel Pérez. Arte y escenografía: Sergio Rud. Con Víctor Laplace, Carlos Canto, Lorena Cladera. Presentado por el Incaa/Octavo Arte, en digital, en el Complejo Tita Merello. Hablado en español. Duración: 80 minutos. Calificación: para todo público.

“Bandidos rurales, difícil de atraparlos, igual que alambrar estrellas en tierra de nadie”, dice “Bandidos rurales”, un tema ya clásico de los muchos de la abundante discografía de León Gieco. La estrofa es síntesis de lo que ocurrió con el encuadernador tucumano Segundo David Peralta, más conocido como Mate Cosido (por la importante cicatriz que escondía por encima de su frente), que en la década del 30 se convirtió en un Robin Hood del agreste paisaje chaqueño, donde, en complicidad con el anarquista Eugenio Zamacola, protagonizó asaltos legendarios, los más importantes a empresas como las poderosas Bunge y Born y Dreyfus, y al Tren del Chaco, entre otros. Destinaba el dinero a ayudar a desposeídos y a pequeños chacareros cuyas tierras estaban en peligro de ser rematadas por sus deudas. En este telefilm (que afortunadamente puede verse ahora por una semana en una sala porteña y que próximamente llegará a la pantalla de Canal 7), la cineasta chaqueña Michelina Oviedo encaró el género documental complementándolo con diferentes escenas que recrean la historia nunca antes contada con tanto lujo de detalle del bandolero del que no se tuvo más noticia tras huir de una redada de la Sección Especial, unidad de elite precursora de la Gendarmería Nacional, a la que en su tiempo se la acuso de abusos, incluso de implementar el uso de la picana eléctrica, y que según lo que se dice en este trabajo “tuvo como primera misión cuidar la frontera entre explotadores y explotados”. Oviedo consulta a historiadores, como Hugo Chumbita y Osvaldo Ba-

yer, a veteranos vecinos de la zona de Roque Sáenz Peña que conocieron a los auténticos personajes de esta historia, y al hijo de Zamacola. Ambiciosa, Oviedo también emprende la búsqueda de la familia de Peralta, de la que no se tenía noticia y consigue entrevistar, por primera vez, a Genoveva “Ramona” Romano, su viuda de hecho, a su hijo, el periodista Mario Fernando Romano, incluso a sus nietos, el también periodista (deportivo) Fernando y el músico Leo, ambos de apellido Romano, quienes ayudan, cada uno con su aporte, a reconstruir esa figura cargada de romanticismo y misterio, una de las más importantes entre las leyendas rurales argentinas.

Cuidada recreación Las muchas secuencias actuadas, con el valioso aporte de Víctor Laplace (una impecable composición) como Mate Cosido, acompañado por un grupo de excelentes actores chaqueños (como Carlos Canto y Lorena Cladera) se convierte en una película paralela, con impresionante capacidad de síntesis, cuidada fotografía (en blanco y negro, y color) y sobresaliente recreación histórica (tanto en contenidos como en la escenografía y el vestuario), como pocas veces se detecta en el cine local. En este sentido, el debut de Oviedo sigue la línea de las también muy buenas propuestas documentales que resultaron las recientes Oro nazi en la Argentina y 1420, la aventura de educar. Lo hace con precisión, con un sorprendente manejo de la edición, que fluye entre testimonios, viejas fotos y recortes y recreación. Incluso con algo de suspenso, el que surge del enigma que dejó inconclusa la historia del personaje en cuestión. Oportuna, tras las palabras del hijo de Mate Cosido acerca de que sólo ahora se empieza a conocer la verdadera historia, Oviedo elige dejar abierta la posibilidad de saber, alguna vez, cómo y dónde fueron los últimos días de aquel personaje cuyo singular alias sigue, setenta años después, dando que investigar, cantar y, por lo visto, filmar.

Claudio D. Minghetti