Un diario que es guía y espejo del país

de 1870, cuando Mitre tenía 48 años y ... Mitre dejó inaugurada la emblemática sucesión de las grandes presidencias .... mentó a Bartolomé Mitre, y nuestra.
1MB Größe 6 Downloads 43 vistas
12

CULTURA

I

Domingo 3 de enero de 2010

140 AÑOS

Una de las primeras redacciones de LA NACION

Un diario que es guía y espejo del país LA NACION fue creada en 1870, como un espacio plural de difusión de ideas que acostumbró a la Argentina a mirarse a sí misma BARTOLOME DE VEDIA LA NACION Fundar un diario no fue nunca una tarea fácil o de sencilla ejecución. Fundar un diario significa mirar hacia adelante, desafiar las leyes del tiempo, decidir cuál y cómo será el espejo de los años futuros, imaginar la insondable sucesión de los días que vendrán, abrazarse a una realidad a la que hoy sólo podemos acceder a través de suposiciones, fantasmagorías premonitorias o sueños. Fundar un diario es construir un servicio informativo forjado a la medida de la imprevisible legión de lectores eventuales que nos está esperando en la ruleta del tiempo y de la historia. Fundar un diario es dar una respuesta satisfactoria a la demanda de quienes se supone que un día van a tener exigencias, deseos y zonas de interés que todavía no están corporizadas. Estas reflexiones absolutamente generales, válidas para cualquier época y lugar, nos pueden ayudar a imaginar el esfuerzo gigantesco que debe haber significado la fundación de una empresa periodística con vocación de permanencia en la perfectible y todavía azarosa sociedad argentina de 1870. LA NACION fue fundada el 4 de enero de 1870, cuando Mitre tenía 48 años y llevaba sobre sus hombros el peso de una experiencia intensa y enriquecedora, en la que se habían alternado actividades y realizaciones volcadas íntegramente al servicio del país. Mitre había sido un hombre de armas identificado a fondo con la causa de la libertad y del sentimiento nacional. Había sido, al mismo tiempo, un ciudadano identificado con el difícil objetivo de construir la unión nacional y de darle al país la estructura constitucional tantas veces anunciada pero siempre postergada. Había sufrido persecuciones y exilios, había ejercido el periodismo con altura y con pasión dentro y fuera de su patria, había desarrollado una obra inspirada en el orden intelectual y en el campo literario, había traducido a los grandes poetas de la cultura clásica, había sido y seguía siendo un historiador comprometido con los valores más altos de la identidad nacional. En la hora suprema de la construcción de la República había desempeñado una función rectora y protagónica, junto a Urquiza y a los otros grandes forjadores de la organización nacional. Entre 1862 y 1868 había ejercido la presidencia de la Nación. Había sido –no hay que olvidarlo– el primer presidente de la República definitivamente unificada, después de las fragmentaciones y divisiones territoriales provocadas por las guerras civiles posteriores a 1820. Mitre dejó inaugurada la emblemática sucesión de las grandes presidencias históricas de nuestro país, a partir de las cuales la Argentina empezó a ser reconocida en el

lidad como editor de un nuevo órgano de prensa, puede ser útil la relectura de un fragmento de la carta que le dirigió a Juan Carlos Gómez el 18 de diciembre de 1869 para comunicarle su decisión de fundar un nuevo diario. Dice Mitre en esa carta: “Hijo del trabajo, cuelgo por ahora mi espada, que no necesita la patria, y empuño el componedor de Franklin”. Le dice también Mitre a su interlocutor: “Invito a usted a venir a visitarme a la imprenta. Allí, en medio de los tipos y las prensas, me encontrará otra vez en el punto de partida”. Se refería a lo que el periodismo había significado para él en sus años juveniles, cuando recorría las calles de Montevideo, la ciudad en la cual vivía el exilio que le había impuesto Rosas, ofreciendo a diferentes empresas editoras sus primeros artículos y sus primeras cuartillas literarias. La imagen de Mitre como fundador de LA NACION se recorta con rasgos muy fuertes y hasta parece aportar un sello perdurable de coherencia moral, al menos en la dimensión del imaginario invisible que distingue y moviliza a muchos de sus lectores. LA NACION sucedió en el tiempo a otro periódico que había acompañado de cerca a Mitre durante su presidencia: La Nación Argentina, fundado por José María Gutiérrez. Por eso en el primer editorial del

Bartolomé Mitre, el fundador del diario, quien imaginó un diario a la medida del país que nacía. Y la portada de la primera edición, el 4 de enero de 1870

El diario daría testimonio de las luces o las sombras que el porvenir reservaba a los argentinos

La redacción actual, renovada, donde conviven el diario papel y la plataforma digital

mundo como una de las repúblicas de más alto prestigio por su compromiso con el progreso y con el ideal de democrático y republicano. Cuando Mitre fundó LA NACION, en 1870, hacía dos años que había dejado la presidencia de la República y había retornado al llano. No ignoraba que la estructura de un Estado republicano exigía el pleno respeto al funcionamiento irrestricto de los tres poderes públicos establecidos en la Constitución Nacional: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Todo ello, por supuesto, en el marco del imprescindible sistema de equilibrios y de recíproca independencia determinado por la misma carta constitucional. Pero Mitre sabía también que eso no agotaba las garantías de fondo que el

sistema reclamaba, pues el supremo edificio republicano requería algo más: un elemento de control destinado a garantizar que los ciudadanos se mantuviesen permanentemente informados de todo aquello que acontecía en el ámbito nacional y que, en algún momento, podía llegar a afectar sus derechos. Y esa garantía no podía ser proporcionada por ningún poder del Estado. Esa garantía sólo podría ser proporcionada por el periodismo independiente. Así estaba ocurriendo en todas las democracias consolidadas del mundo. Y así debía ocurrir en la Argentina, que en la segunda mitad del siglo XIX se sumaba a ese sistema de apertura universal que privilegiaba los ideales del republicanismo democrático. En el pensamiento y en la sensibilidad de

Mitre, el republicano integral que siempre había sido y el editor de periódicos que ahora anhelaba volver a ser, se interrelacionaban desde lo más profundo de su manera de vivir y de sentir las cuestiones de la vida pública. En el horizonte que abrían su vocación de historiador y su antiguo fervor de hombre de prensa, el pasado se fusionaba con el presente y el futuro se encaminaba hacia la búsqueda apasionada y racional de la verdad, proyectándose hacia un tiempo sin tiempo abierto a todas las dimensiones de la cultura y de la vida. Ese era el espíritu que presidía su intención de fundar LA NACION, un diario que daría testimonio de las luces o las sombras que el porvenir reservaba a los argentinos. Respecto de la forma y el estilo moral con que Mitre afrontaba su responsabi-

nuevo diario, publicado el mismo 4 de enero de 1870 y titulado “Nuevos horizontes”, se aclara –sin dejar espacio a confusiones– que LA NACION no va a tratar de cubrir un puesto de combate en las luchas intestinas que definen el rumbo político del país, sino que intentará ser para los argentinos una auténtica “tribuna de doctrina”. Su misión no será defender determinadas posiciones en el entramado político nacional, sino servir a la difusión de corrientes de ideas y de pensamiento en las que afloren los ideales y los valores que orientan la marcha del país hacia un horizonte luminoso de progreso moral y material y hacia su irrenunciable destino republicano. Esa fue LA NACION que salió a la calle un 4 de enero de 1870. Un diario que acostumbró al país a mirarse a sí mismo desde un nivel de objetividad, equilibrio y seriedad que empieza en las características de su estilo sobrio y señero y culmina en su permanente convocatoria a la paz, a la reconciliación y a la unidad nacional dentro de los inmodificables lineamientos del pluralismo democrático.

OPINION

Periodismo que mira al futuro FERRUCCIO DE BORTOLI PARA LA NACION Hace ya diez años que el Corriere della Sera aparece en la Argentina junto con el diario LA NACION. Recuerdo que fue una idea que me propuso José Claudio Escribano durante su viaje a Italia. Escribano se lo comentó a Bartolomé Mitre, y nuestra colaboración comenzó pocos meses más tarde: el 19 de octubre de 1999. Nuestros diarios tienen muchas cosas en común. En sus respectivos países, ambos son grandes intérpretes de la tradición liberal democrática, y de un periodismo de la verdad, atento a no ser instrumento de ninguna facción. Un periodismo preciso y respetuoso de las personas. Al principio de nuestra aventura editorial, que les ha llevado a tantos ciudadanos argentinos de origen italiano una voz familiar, visité con frecuencia Buenos Aires y me enamoré de esa tierra. Porque se parece a la mía, dirán algunos. Y en parte es verdad. Pero, sobre todo, porque su país es el país del futuro. Como si su motor tuviese un cambio más. Con un espíritu diferente, envidiable. Un país joven, dinámico, trabajador e

imaginativo. Un poco como era Italia en sus mejores años, durante el boom económico de la posguerra. La Argentina será la gran protagonista de la década de 2010 que se inicia en estos días, mientras que su diario más prestigioso celebra sus primeros 140 años de existencia. Se interpone frente a ustedes solamente un gran obstáculo: ese incurable escepticismo que marca a fondo la idiosincrasia latina que compartimos. Creemos más en nosotros mismos que en nuestro país. La Argentina, como Italia, debe creer más en sí misma, en sus infinitas posibilidades de crecimiento, y no sólo económico, consciente y orgullosa de saber que en un mundo globalizado será llamada a cumplir un papel más importante. Un liderazgo global, junto a las economías emergentes del sudeste asiático y de la propia América latina. Argentina no puede volver a permitirse crisis económicas como las que ya ha conocido. Debe afirmarse con mayor decisión en el escenario internacional y hacer oír con fuerza su voz en medio de la discordante gobernabilidad mundial. Nosotros, los italianos, les dejamos nuestro testimonio, con

la esperanza de reinventar también nuestro propio rol, hacia el interior y el exterior de una Unión Europea en crisis de identidad. Estamos seguros de que ustedes custodiarán muchos de los valores que tenemos en común: cultura, idioma, costumbres, raíces y tradiciones. Una opinión pública más unida y decidida a enfrentar nuevos desafíos. Un Estado más justo y eficiente. Una sociedad más abierta y más equitativa. Esas son sólo algunas de las batallas que comparten LA NACION y el Corriere della Sera, tan distantes y tan cercanos a la vez, no solamente en los quiscos de la Argentina. Felicitaciones a todos. A los lectores de LA NACION y del Corriere della Sera, a Bartolomé Mitre, a Fernán Saguier y a Héctor D’Amico. Y permítanme recordar a un amigo que ya no está más, Germán Sopeña, persona excepcional que nos abandonó demasiado pronto. El camino, queridos amigos, es todavía muy largo. Para todos. Tanto en el papel como en la Web.

Traducción de Jaime Arrambide El autor es director del Corriere della Sera

Entre la tradición y la novedad ENRIQUE VALIENTE NOAILLES PARA LA NACION No deja de ser una proeza que LA NACION cumpla 140 años de vida en un país tan complicado como el nuestro. Si ha llegado a esta altura, no es por casualidad, sino porque ha sabido hacer simultáneamente dos cosas que parecen contrapuestas: mantener una tradición y reinventarse a sí mismo. Quien solo defiende una tradición, corre el riesgo de perecer como los dinosaurios; quien solo busca reinventarse, corre el riesgo de perder su identidad. 140 años son el fruto de una reflexión acerca de ese difícil equilibrio. Y son seguramente, también, fruto de una fidelidad a los lectores, porque es imposible llegar tan lejos si no se sabe crear y mantener un vínculo entrañable con quienes finalmente deciden cuánto ha de vivir un diario. No se puede llegar tan lejos sin comprender que el sentido de un diario no yace en sí mismo, sino en sus lectores. Los 140 años de LA NACION son también una experiencia de amistad y de confianza

entre quienes lo hacen y quienes lo leen. Poder acompañar la transformación del paisaje mediático será clave en los próximos años. La información, en términos de cantidad, se multiplica viralmente y sin control. En ese escenario, el

El futuro estará signado por la capacidad de dar credibilidad, opinión de calidad y rigor informativo futuro estará signado por la capacidad de dar credibilidad, opinión de calidad y rigor informativo a ese flujo cuantitativo. Para ello seguramente será clave ahondar en uno de los valores agregados de la prensa escrita: proveer de una zona de reflexión frente a la aceleración. El diario impreso significa una

comprensión del ritmo que necesita una sociedad para poder pensar lo que le ocurre, significa la capacidad, a diferencia de la web, de comenzar y terminar en algún sitio, la capacidad para recrear un pathos de la distancia y de la perspectiva, uno de los bienes escasos con los que podrán contar en el futuro las sociedades digitales. Un diario es una de las formas que adquiere la auto-conciencia de una sociedad. Su función es transparentar la sociedad a la que se dirige, no reduciendo su diversidad, sino dándola a conocer. Un diario no es nunca una herramienta de homologación, sino de pluralidad. Tiene el desafío de centrarse sobre lo que conmueve visiblemente la vida de nuestra comunidad, pero también sobre sus urgencias menos visibles. Pero si hay que celebrar estos 140 años de LA NACION, es también porque un diario es una herramienta indispensable para una sociedad libre. Y su sentido se potencia en los contextos en los que la libertad de prensa y el derecho a la información se ven amenazados.