Turismo y territorio: entre las articulaciones escalares y la valorizacin ...

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TURISMO Y TERRITORIO: ENTRE LAS ARTICULACIONES ESCALARES Y LA VALORIZACIÓN DE LOS LUGARES. PERSPECTIVAS DE ANÁLISIS E 1 INTERPRETACIÓN A PARTIR DE ESTUDIOS DE CASO DE ARGENTINA

Rodolfo Bertoncello Profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del CONICET - Instituto de Geografía-FFyL-UBA [email protected]

Introducción Este trabajo se propone dar continuidad a una línea de reflexión en torno a las relaciones entre turismo y territorio en la que ya hemos dado a conocer algunos resultados (Bertoncello, 2002 y 2007b). Hemos señalado ya que las formas tradicionales de analizar la relación entre turismo y territorio (véanse entre otros los trabajos de Barrado y Calabuig, 2001 o Lozato-Giotart, 1987) muestran limitaciones, en tanto: • • •



Toman al turismo con independencia de otros procesos más amplios en los cuales el mismo se inscribe y con los cuales interactúa, lo que dificulta e incluso bloquea las posibilidades de comprenderlo en todas sus dimensiones y consecuencias. Toman al territorio como el mero ámbito donde los hechos ocurren, limitando la comprensión de su imbricación con los procesos sociales y, en último término, naturalizándolos. Por último, los lugares valorizados por el turismo lo son en tanto poseen rasgos o atributos cuya condición de “atractivos turísticos” es inherente a los mismos, lo que deriva en visiones que atribuyen a los lugares que poseen dichos rasgos una “vocación turística” naturalizada o inherente al lugar. Lo anterior deriva en abordajes que se concentran en la descripción de los rasgos diferenciales del territorio como una condición necesaria para el turismo, y en el análisis de las consecuencias que el desarrollo del turismo ha acarreado en la organización del territorio, en escalas específicas.

El interés por superar las limitaciones interpretativas impuestas por estas perspectivas tradicionales de abordaje, ha llevado a proponer otras formas de tratamiento que, basadas en marcos conceptuales más amplios, permiten comprender los procesos de valorización turística de los lugares de una manera más acabada. En esta presentación se propone reflexionar en torno a núcleos conceptuales y problemáticas que resultan de la aplicación de estas perspectivas al análisis de distintos destinos turísticos de la Argentina, realizados por integrantes del Grupo de investigación sobre Turismo y Territorio del Instituto de Geografía de la Universidad de Buenos Aires. Para ello, a continuación se sistematizan algunos de estos núcleos conceptuales y problemáticas, para luego abordarlos en relación con los resultados de dichos estudios de caso.

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Este trabajo presenta resultados de investigaciones llevadas a cabo en el marco del Grupo de Investigación sobre Turismo y Territorio del Instituto de Geografía de la Universidad de Buenos Aires, como parte de investigaciones acreditadas por UBA, CONICET y ANPCYT, cuyo apoyo se reconoce. El autor reconoce los aportes de todos los integrantes del grupo de investigación, más allá de los aportes específicos citados en la bibliografía. 1

Precisiones iniciales En primer término, es necesario reconocer que el turismo es una práctica social en sentido amplio, que se inscribe plenamente en las tendencias que las distintas sociedades muestran en cada momento. Sus relaciones con la definición social del ocio y las prácticas que lo satisfacen, como también el rol que juega en el desarrollo económico, son variables a lo largo del tiempo y los lugares y, en una relación de retroalimentación, expresan las tendencias generales de la sociedad y, al mismo tiempo, las alimentan y permiten su concreción. Asumir lo anterior conlleva, desde nuestra perspectiva interesada fundamentalmente en la dimensión territorial, reconocer que el territorio no es meramente el ámbito donde el turismo acontece, sino que, como parte de la dinámica social general, participa activamente, a partir de sus especificidades, en el hecho turístico. Esto significa que la dimensión territorial debe ser analizada como parte de los procesos que llevan al desarrollo del turismo y a su transformación a lo largo del tiempo, y no meramente como el lugar donde el turismo ha ocurrido y, eventualmente, en el cual se describen las transformaciones exclusivamente como resultados de esta ocurrencia. Lo anterior conlleva la necesidad de analizar los procesos sociales que desembocan en la definición de “atractivos turísticos” que se otorga o asigna a determinados rasgos o atributos del territorio y, en consecuencia, reconocer que los lugares que el turismo valoriza por el hecho de que en ellos existen estos atractivos -esto es los lugares de destino turístico- lo son como resultado de estos procesos sociales que definen la condición de “atractivos” asignada a algunos de sus atributos. Porqué ciertos rasgos se transforman en atractivos turísticos y cómo es la relación entre esta transformación y los lugares, son preguntas cuya respuesta requiere indagar por los procesos sociales más amplios, y no el mero resultado de la observación de rasgos o atributos preexistentes en los lugares. Dicho de otro modo, adscribimos a una perspectiva que considera que los atractivos turísticos no se “descubren” en los lugares, sino que se definen o construyen socialmente, en articulación con procesos de selección y definición de lugares concretos del territorio. La definición de un lugar turístico y de sus atractivos es, por lo tanto, parte de la dinámica social general en la que el territorio también interviene. Qué define la condición de atractivo turístico que se asigna a un rasgo o atributo de un lugar? Más allá de las ya trabajadas cuestiones vinculadas con la valorización estética o con las funciones sociales que se asignan al turismo, interesa aquí advertir que los atractivos turísticos de cualquier lugar devienen tales en la medida en que satisfacen necesidades presentes no en las sociedades de dichos lugares sino de otros, esto es, de los lugares de origen de los turistas; la valorización turística de los atractivos de un lugar es, por lo tanto, una valorización que está en relación con otros lugares pero cuyo consumo turístico se efectúa en ese lugar. Esto coloca a los lugares turísticos en una red territorial en la cual los atractivos se definen en función de algunos lugares y se concretan en otros, al tiempo que formas de competencia y de cooperación entre lugares se activan de múltiples formas para potenciar los objetivos sociales involucrados en dicha valorización. Sin embargo, lo anterior no debería conducir a pensar que la sociedad de cada uno de los lugares valorizados por el turismo es ajena a estos procesos. Por el contrario, los intereses e intencionalidades de los distintos actores sociales locales, como asimismo las posibilidades que actores sociales extralocales tengan para actuar en dicho lugar, intervienen activamente en estos procesos, terminando de definir no sólo cuáles son los atractivos sino, y en mayor medida, en qué lugares ellos serán valorizados por el turismo (y, por oposición, en cuáles no lo serán y seguirán siendo meros rasgos del lugar).

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Lo anterior lleva a concluir, entonces, que el turismo no es una práctica que meramente aprovecha y es resultado de la diferencia entre lugares (como sugieren los análisis tradicionales que ponen el énfasis en la distinción entre lugares de origen y destino de los turistas) y cuya gestión y desarrollo sólo requiere el inventario de los atractivos ya presentes en el lugar que se quiere valorizar turísticamente. Proponemos por el contrario que el turismo crea la diferenciación de lugares, en procesos que articulan los rasgos materiales del lugar con las necesidades sociales de los lugares de origen de los turistas y las intencionalidades de diversos actores sociales que, teniendo capacidad de intervenir diferencialmente en los distintos lugares, contribuyen con sus acciones a esta creación. Al tiempo que el turismo crea la diferenciación de lugares, también participa en la homogeneización de los mismos, en tanto por una parte los inscribe en redes de lugares temáticos y, por otra, requiere el acondicionamiento material y simbólico de los mismos para que el disfrute (consumo) de los atractivos sea posible. Diferenciación y homogeneización territorial son rasgos inherentes al turismo que lo inscriben plenamente en las tendencias de la globalización actual. Proponemos retomar las premisas precedentes en el análisis de procesos de valorización turística de lugares de la Argentina, para aportar a fundamentos a dichas premisas y también para comprender más acabadamente tales procesos. Turismo y patrimonio en la Quebrada de Humahuaca En trabajos recientes realizados sobre el turismo en Quebrada de Humahuaca, Troncoso (2007a, b) ha sistematizado la evolución de esta práctica en el lugar, mostrando que las razones que han llevado a los turistas a visitarlo han ido cambiando a lo largo del tiempo. Mientras que en las primeras décadas del Siglo XX la Quebrada comienza a recibir visitantes atraídos por sus condiciones climáticas (el veraneo en lugares considerados sanos y saludables), hacia mediados de siglo se incorporan como atractivos su pasado colonial e independentista al tiempo que es recién en las últimas décadas cuando se suman los hábitos y costumbres de sus habitantes como atractivos para los visitantes. Este proceso es acompañado, asimismo, por una transformación de la forma de valorizar las condiciones naturales, que dejan de considerarse en términos de su clima salubre para ser valoradas cada vez más como paisaje objeto de apreciación estética. Estas transformaciones en la valorización turística de la Quebrada y sus atractivos, puede ser interpretada a la luz de los contextos sociales generales en los cuales ella acontece. La Quebrada saludable es atractiva para los sectores sociales acomodados del ámbito regional, que pueden escapar de los veranos sofocantes de los principales centros urbanos. La Quebrada comienza a ser valorizada por su historia y su pasado en coincidencia con el avance del conocimiento arqueológico y la consolidación de una valoración positiva de dicho pasado, que se expresa también en las medidas de preservación y monumentalización de determinados atributos. La valoración positiva del folklore y el interés por los grupos sociales vistos como diferentes, a su vez, estará en la base de la atractividad turística que irán adquiriendo en las últimas décadas las condiciones de vida y prácticas cotidianas de la sociedad local. Todo esto permite ver que los rasgos de la Quebrada que se valorizan como atractivos turísticos no sólo cambian a lo largo del tiempo, sino que lo hacen, en gran medida, en relación con tendencias que están instaladas en la sociedad en general y, en mayor medida, en la sociedad de origen de los turistas, en la cual se definen y seleccionan aquellos atributos que satisfacen su interés turístico. La valorización de atractivos turísticos del lugar requirió, al mismo tiempo, la provisión de los servicios indispensables para que la práctica turística pudiese llevarse a cabo. Servicios de alojamiento y restauración, transporte y guías de turismo, fueron provistos a lo largo del

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tiempo de maneras heterogéneas y diversas, combinando la acción estatal con la iniciativa de agentes económicos privados, locales y extralocales. Esta evolución del turismo en Quebrada de Humahuaca se ha visto profundamente alterada con la declaración de la misma como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, medida que tiene una profunda incidencia en la valorización turística de la Quebrada (Troncoso, 2007b). La condición de patrimonio define una nueva atractividad turística que se suma a la preexistente, jerarquizándola. Como resultado, el crecimiento del turismo se ha acelerado, al tiempo que profundas transformaciones vinculadas con la prestación de servicios turísticos vienen produciéndose en el lugar. Resulta de interés aquí rescatar los análisis que muestran las relaciones existentes entre el proceso de patrimonialización y el crecimiento del turismo, en la medida en que el primero puede ser analizado como una estrategia para favorecer el segundo, legitimada no sólo por el valor cultural del patrimonio que se preserva, sino también por las expectativas de desarrollo económico y mejoramiento de las condiciones de vida de la población asociadas con el turismo. La Quebrada se convierte así en un nuevo lugar turístico, definido ahora por su condición de Patrimonio de la Humanidad, la cual establece qué es atractivo turístico en la Quebrada y qué no lo es. Al mismo tiempo, las transformaciones sociales y materiales asociadas a la prestación de servicios turísticos transforman el lugar en algo nuevo. La Quebrada de Humahuaca, en tanto lugar turístico, es el resultado de los procesos y acciones que, de manera muy suscinta, se han señalado hasta aquí. Se trata de un lugar nuevo, articulado (por competencia o cooperación) con otros por su función turística: otros lugares de turismo patrimonial (red de lugares de Patrimonio de la Humanidad de UNESCO, de Monumentos históricos nacionales o provinciales, etc), otros lugares que comparten algunos de sus rasgos patrimonializados (Salta y su pasado colonial, Iruya o la Puna y sus rasgos naturales, el mundo andino que se pretende articular en el denominado Camino del Inca). Articulado también con los lugares de origen de los turistas, cuyas necesidades satisface al tiempo que lo redefinen. Articulado a nuevos flujos económicos, con presencia de nuevos agentes económicos locales y extralocales. La Patagonia turística La Patagonia Argentina es hoy un destino turístico de naturaleza de importancia internacional, tal como lo muestra su creciente incorporación en la oferta turística, su presencia en eventos de la actividad o el número de turistas que la visitan. Incluyendo una amplia oferta de lugares, atractivos y modalidades o productos, la naturaleza intocada y la belleza de sus paisajes constituyen una constante que articula esta variada oferta; a ella se suma la apelación a la lejanía y a la posición excéntrica de la región, remarcando su excepcionalidad como lugar a ser visitado por los turistas. “Santuario natural” y “confín del mundo” son expresiones recurrentes que caracterizan a la Patagonia como una marca turística en el mercado internacional, y que se asignan también a sus diversos lugares turísticos. Tal como ya hemos señalado, los atractivos turísticos de la Patagonia giran en torno a sus condiciones naturales son el principal atractivo turístico de la región. Según los discursos turísticos, la Patagonia se caracteriza por una naturaleza de características excepcionales. En primer lugar, se destacan los paisajes, elementos y fauna-flora que la componen, es decir, la posibilidad de observar manifestaciones naturales de particular belleza y excepcionalidad, como son las vistas panorámicas de la región de los lagos del Parque Nacional Nahuel Huapi, los glaciares en el Parque Nacional Los Glaciares, o las ballenas en las aguas protegidas de Península Valdés. En segundo lugar, se reconoce la recurrencia de la valoración positiva del carácter prístino o intocado de esta naturaleza, asociado a discursos que destacan la escasez de población y de actividades humanas o la “juventud” 4

del poblamiento; en este contexto, los elementos naturales y sus manifestaciones son vistos como de presencia superlativa y revalorizados por oposición a la ausencia de estas condiciones en otros lugares. En tercer lugar, la posición o localización excéntrica respecto de los lugares más poblados y transformados del planeta es destacada en relación con sus condiciones naturales excepcionales, reforzando esta excepcionalidad; la imagen del confín o del fin del mundo se asocia a la de no haber sido aún alcanzada por la mano del hombre, lo que torna necesaria y urgente su visita y disfrute (Almirón, Bertoncello y Kuper, 2007). Consideramos que las imágenes y valoraciones turísticas que se asignan a Patagonia deberían ser analizadas, en cambio, como resultados de procesos sociales específicos que han desembocado en su instalación como atractivos turísticos, al tiempo que el contexto actual de marcada valorización de la naturaleza contribuye a su consumo turístico internacional. Lo primero puede constatarse a través de las investigaciones realizadas por Almirón (en prensa) en el destino turístico Calafate-Los Glaciares, que reconstruyen el proceso que lleva desde el establecimiento del Parque Nacional, asociado a la consolidación del poblamiento y apropiación territorial en las primeras décadas del Siglo XX, hasta su definición actual como destino turístico de naturaleza. En este proceso, el accionar de la Administración de Parques Nacionales ha tenido un rol fundamental, no sólo en el relevamiento y sistematización de los rasgos naturales que habrían de justificar la creación del Parque sino en la implementación de un conjunto de acciones encaminadas a permitir y facilitar el acceso de visitantes interesados en conocer y disfrutar de estos atributos naturales. Las acciones llevadas a cabo por Parques Nacionales, junto con otras dependencias del gobierno nacional y también provincial y local, no se limitaron a la provisión de equipamiento e infraestructura, sino que abarcaron también las condiciones normativas que permitieron la expansión de los servicios turísticos, y las relacionadas con la creación de imágenes y discursos que han apoyado la valorización turística incentivando el interés por estos lugares. Los trabajos realizados por Kuper (2005, 2007) en el destino turístico Península de Valdés también aportan resultados de interés para esta discusión. El autor muestra el proceso específico que lleva a actores mayoritariamente locales a emprender una búsqueda explícita de valorización turística del lugar como respuesta a un contexto de crisis económica local, en el cual se inscribirán sucesivas acciones orientadas a la selección de rasgos naturales pasibles de convertirse en atractivos turísticos –la fauna en general y, específicamente, la ballena franca austral- y a su inclusión en medidas de protección ambiental que, al tiempo que aseguran su preservación, también contribuyen a su visibilización y valorización turística. Los resultados alcanzados permiten cuestionar las ideas de naturaleza prístina o intocada que son dominantes en las imágenes turísticas sobre la Patagonia, en la medida en que obligan a reconocer que ella es resultado de procesos específicos de uso y definición social de la naturaleza, puestos en función de la valorización turística. La naturaleza que los turistas aprecian es, en rigor, una “cierta” naturaleza, una parte de los rasgos naturales de la Patagonia. Esta naturaleza valorizada turísticamente es resultado de procesos sociales específicos, esto es intencionados y contextuados, que desembocan en la definición de aquellos atributos que pasarán a formar parte del elenco de “atractivos”; son resultado de un proceso de selección y, por supuesto, de jerarquización realizados en el marco de determinada matriz cultural. La opción por una naturaleza caracterizada por la presencia de fauna en Península de Valdés puede ser interpretada también como el resultado de su mayor potencialidad turística frente a otras opciones, como la balnearia, que se habían ensayado con escaso éxito dadas las condiciones climáticas y la competencia de otros balnearios mejor localizados. El actual “descubrimiento” de una naturaleza apta para el turismo aventura en el PN Los Glaciares, que antes no se había hecho visible, también muestra esta dependencia de la naturaleza 5

valorizada por el turismo respecto de la matriz cultural que atraviesa las modalidades turísticas actuales. Pero al mismo tiempo, los intereses económicos vinculados a la prestación de servicios turísticos, y el interés por el “desarrollo” del lugar, también contribuyen a esta definición. Esto muestra que es indispensable tener en cuenta que, en tanto el turismo abarca un amplio espectro de actividades económicas, la lógica del beneficio monetario organiza el accionar de muchos de los actores que participan en ellas. Las diferentes potencialidades de convertirse en recurso económico que los elementos y procesos naturales puedan manifestar a través del turismo, es un dato fundamental a tener en cuenta para comprender qué naturaleza es valorizada por el turismo. Por otra parte, la condición de espacio deshabitado presente en la atractividad turística de la Patagonia puede ser cuestionado no sólo desde el sentido común sino también a partir de los resultados de las investigaciones realizadas, que muestran que la idea misma de naturaleza intocada es resultado de intervenciones concretas que la definen como tal (fundamentalmente las medidas de preservación), las difunden y garantizan su pervivencia a lo largo del tiempo, lo cual significa garantizar su rol de atractivos turísticos. Por otra parte, el rol de destino turístico asociado a las imágenes de naturaleza prístina y santuario natural permite ver lo que, en una aparente contradicción, define uno de los roles que la sociedad asigna a este lugar en el orden global. Esto es, la valorización turística de Patagonia es una expresión de su inserción plena en el orden globalizado y fragmentado actual, en el cual se especializa en la provisión de nuevos bienes escasos: naturaleza “intocada y preservada”, “soledad” y “lejanía”, rasgos adecuadamente acondicionados como productos para el turismo mundial. Y al mismo tiempo, la Patagonia como lugar participa activamente en su propia valorización turística redefiniendo permanentemente los mecanismos y expresiones de la inclusión y exclusión social y territorial (Almirón, Bertoncello y Kuper, 2007). El corredor turístico del río Uruguay entrerriano El turismo en la provincia de Entre Ríos ha cobrado gran impulso, destacándose el denominado corredor turístico del río Uruguay con un conjunto de localidades ubicadas a lo largo del río y conectadas entre sí por la Ruta Nacional Nº14. Contando con una variada oferta turística, el Corredor se beneficia tanto de la proximidad a la metrópoli de Buenos Aires, como de la existencia de infraestructura vial adecuada, destacándose la conexión directa con la metrópoli a través del complejo vial Zárate-Brazo Largo (cuya inauguración en la década de 1970 dio fin al relativo aislamiento del área). El área abarcada por el corredor corresponde a un sector del territorio provincial de antiguo poblamiento, con una red urbana relativamente densa vinculada con heterogeneidad de actividades económicas. La oferta turística abarca múltiples productos, desde aquellos basados en la naturaleza hasta los culturales. Las playas fluviales constituyen los productos más tradicionales, visitados desde hace décadas por población de la región y del interior del país durante la temporada estival, en gran medida con modalidad vacacional (banco Pelay en Concepción del Uruguay y Ñandubayzal en Gualeguaychú. Entre los productos turísticos basados en la naturaleza se incluyen también diversos parques y paseos rurales, actividades de caza y pesca, o la visita al Parque Nacional El Palmar, próximo a la localidad de Colón. De origen más reciente son los productos termales, que aprovechando aguas freáticas con propiedades de temperatura y composición específicas, se han ido instalando a lo largo de toda el área. Prácticamente todas las localidades cuentan con establecimientos de este tipo, pudiéndose citar entre las más reconocidas las de Federación, Villa Elisa, Colón, o Gualeguaychú. La oferta de productos culturales se vincula con la historia y las costumbres locales, y abarca desde festividades diversas, producción 6

artesanal, gastronomía, visita a museos y lugares históricos, etc. El Palacio San José y Museo Urquiza, próximos a Concepción del Uruguay, ocupan un lugar destacado en esta oferta, caracterizado por ser uno de los Monumentos Históricos más visitados del país. Se incluyen aquí también los carnavales; si bien estos tienen presencia en varias localidades del Corredor, se destaca por su enorme poder de convocatoria el carnaval de Gualeguaychú (Bertoncello, 2007a). En el área es posible reconocer que la proximidad y diversidad de atractivos turísticos se ha convertido en una estrategia fundamental. Se trata de un área que no tiene una sólida o larga tradición turística, sino que ha realizado una apuesta a esta actividad en gran medida para dar respuesta a un contexto de crisis de las actividades productivas tradicionales. No cuenta tampoco con una oferta natural o cultural pasible de ser activada como atractivo turístico en forma individual, pero sí cuenta con una amplia gama de actividades que pueden, en conjunto, constituirse como tales; una parte importante de ella, en especial aquellas vinculadas con ofertas culturales, se relacionan con tradiciones propias del lugar, es decir, no turísticas en su origen, que devienen turísticas en la medida en que son convenientemente promovidas y mercantilizadas, siempre en conjunto con otras que las complementan. La escasa distancia que media entre las localidades, así como la adecuada infraestructura vial y la densidad de servicios, permiten que el turismo se desarrolle adquiriendo modalidades itinerantes, con estadías predominantemente breves en cada lugar y desplazamientos constantes para acceder a la oferta disponible en otros centros. Estas características refuerzan la atractividad del Corredor en su conjunto, más allá de que la oferta de cada una de las localidades tengan jerarquía muy disímil. Más aún, con el objetivo de consolidar la atractividad del conjunto, se incentiva la incorporación de pequeñas localidades (en gran medida a través de políticas de desarrollo basadas en el establecimiento de microregiones turísticas) con el fin de consolidar una red de ofertas territorialmente densa y diversificada, maximizando el número de turistas que recibe el conjunto y minimizando los efectos adversos de la estacionalidad. Reflexiones finales Interesa plantear aquí algunas reflexiones orientadas fundamentalmente a discutir los alcances de los contenidos planteados en el texto para la investigación de la relación entre turismo y territorio. Partiendo del reconocimiento de que el turismo es una actividad que vincula un lugar de donde provienen los turistas con otro al que se dirigen motivados por la existencia (y posibilidad de disfrute o consumo) en él de atributos que resultan atractivos turísticos, pueden rescatarse algunas cuestiones: El desplazamiento turístico se establece entre dos lugares cuyas diferencias se establecen por la presencia en uno de ellos de lo que denominamos “atractivo turístico”. Sin embargo, este atractivo no es meramente un rasgo del lugar de destino que preexiste a su valorización turística, sino que el mismo se constituye como tal a partir de la práctica turística, y en relación con necesidades y expectativas que, en gran medida, están definidas en los lugares de origen de los turistas. Así, la práctica habitual de reconocer e inventariar atractivos turísticos potenciales de los lugares es una práctica que requeriría ser revisada, en la medida en que sugiere que ellos preexisten y están a disposición de un proceso de valorización futuro. Más aún, al ser realizada sin una explicitación de los criterios que la organizan, esta práctica naturaliza los valores e intereses de determinados grupos sociales, en gran medida de la sociedad de origen de los turistas.

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Dada la existencia de interés por determinados tipos de atractivos, por ejemplo “naturaleza”, frente a un amplio conjunto de lugares que cuentan con atributos naturales que podrían satisfacer dicho interés, sólo algunos alcanzan a convertirse en destinos turísticos. La investigación realizada muestra las complejas tramas sociales que sustentan los procesos que llevan a esta conversión en destinos turísticos de los lugares, obligando a reconocer que la mera existencia de ciertos atributos en dichos lugares es insuficiente para comprender esta transformación. Más aún, esta trama permite comprender cómo y porqué aquello que se define como atractivo se modifica a lo largo del tiempo. Para que un lugar se transforme en un destino turístico debe lograr definir su atractividad, esto es, activar un proceso que lo especifique y lo diferencie de los restantes. Pero al mismo tiempo, al incorporarse al turismo este lugar es atravesado por un proceso de homogeneización que hace posible y es resultado de su valorización turística. Los lugares del turismo se definen precisamente en la tensión inestable entre diferenciación y homogeneización territorial. Los lugares de destino turístico compiten por lograr un mejor posicionamiento en el conjunto de lugares que han sido incorporados al turismo. Esta competencia puede dar lugar tanto a procesos de creación de nuevos atractivos como a la especificación de atractivos generales disponibles en más de un lugar. En estos procesos, la creación y difusión de imágenes y representaciones territoriales juegan roles fundamentales. La especificidad o diferenciación de los lugares turísticos puede alcanzarse también a partir de prácticas de cooperación o articulación territorial, como sucede en los denominados corredores o regiones turísticas. Esto implica que los lugares se definen por pertenencia a un conjunto y por cualidades distintivas o particularidades significativas dentro del conjunto. En todos estos procesos, la potencialidad que cada lugar ofrece para el accionar intencionado de actores sociales específicos juega un papel fundamental, tanto en la activación de atractivos como en la inclusión/exclusión de los lugares. El juego de actores se establece, además, en múltiples escalas, lo que implica que un lugar de destino turístico expresa el resultado de este juego. Consecuencia de esto es la necesidad de reconocer que un destino turístico no puede ser comprendido aislado de la totalidad socio-territorial en la cual está inscripto. Referencias bibliográficas ALMIRÓN, Analía, Bertoncello, Rodolfo & Troncoso, Claudia (2006) “Turismo, patrimonio y territorio. Una discusión de sus relaciones a partir de casos de Argentina”, Estudios y Perspectivas en Turismo, vol. 15 Nº2, pp.101-124. Buenos Aires: CIET. ALMIRÓN, Analía, en prensa. “Valorización turística de un área protegida. El caso del destino Los Glaciares en el extremo sur patagónico”, Párrafos Geográficos, Trelew. ALMIRÓN, Analía; Rodolfo Bertoncello y Diego Kuper, 2007. “En los confines del mundo”. Turismo en Patagonia. Anales de la Conferencia Internacional “Aspectos culturales de las Geografías económicas, sociales y políticas”, co-organizadas por la Comisión “La aproximación cultural en Geografía” de la Unión Geográfica Internacional, la UBA y la UFF, Buenos Aires, 9-11 de octubre. (formato CD). BARRADO, Diego y Jordi Calabuig (eds.), 2001. Geografía mundial del turismo. Madrid: Síntesis. BERTONCELLO, Rodolfo y Claudia TRONCOSO, 2003. "El lugar y las redes. Turismo en Quebrada de Humahuaca (Argentina)", Huellas, 8:11-38. Santa Rosa: UNLP. 8

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