TRATANDO CON EL MALO Por Equipo ObreroFiel 1 ...

DEFINICIÓN DE DEMONIZACIÓN. 2.1. Ambigüedad de la terminología tradicional. La frase “posesión demoníaca” ha venido a ser cuestionada seriamente ...
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TRATANDO CON EL MALO Por Equipo ObreroFiel 1. INTRODUCCIÓN. 1.1. El tema de la guerra espiritual ha cobrado mucha época en nuestros días. La Biblia cuando habla de guerra espiritual incluye no sólo la confrontación del creyente con los malos espíritus, sino además la confrontación con el sistema de cosas opuestas a Dios (1 Jn. 2:15-17), y las mismas pecaminosas inclinaciones humanas (Stg. 4:1). 1.2. Por supuesto, estas tres áreas de la guerra espiritual se interconectan. Lo importante, sin embargo, es apercibirnos de que bien puede haber guerra espiritual sin que Satanás y sus demonios estén presentes de por sí. Con todo, la guerra contra las fuerzas espirituales de maldad es una enseñanza bíblica para la cual el creyente debe estar preparado. 2. DEFINICIÓN DE DEMONIZACIÓN. 2.1. Ambigüedad de la terminología tradicional. La frase “posesión demoníaca” ha venido a ser cuestionada seriamente entre los estudiosos bíblicos. La frase es ambigua y no parece describir apropiadamente el fenómeno. La frase podría apuntar no sólo a que una persona podría tener o poseer demonios, sino también al hecho de que el o los demonios pudieran poseer a la persona. Además, como más adelante se discute, aparentemente el problema central en esta disgustante experiencia no es el de que el demonio pueda reclamar propiedad del humano, sino más bien controlarlo de diversas formas. 2.2. Una definición de “demonización”. Por demonización se quiere dar a entender esa pasividad o control causados y debidos a la influencia o residencia de uno o más demonios, dentro de una persona, y que manifiestan sus efectos en varios desórdenes físicos y mentales en diversos grados. 2.3. Grados de control demoníaco. La Escritura parece enseñarnos que la experiencia puede variar en intensidad. 2.3.1. Sujeción demoníaca. Este primer grado de influencia se caracteriza por conductas pecaminosas extremas. 2.3.2. Obsesión demoníaca. Un poco más profunda, es aquella condición en donde la persona se relaciona personal y conscientemente (ve, oye, habla) con fenómenos espirituales (demonios y sus obras). Llega, entonces, a hacer pactos, a desarrollar fobias, delirios de persecución, casas embrujadas, etc. 2.3.3. Ataque demoníaco. En esta etapa de sujeción demoníaca, la persona sufre de daños en su cuerpo. Algunas enfermedades, de acuerdo con la Escritura, tienen su origen o agente facilitador en los demonios. Algunos piensan que los demonios se pueden alojar sólo dentro del cuerpo de las personas, causándoles enfermedades. Para ellos, esta etapa sería diferente a la sujeción total donde el demonio no sólo invade el cuerpo sino también la psiqué humana. Los casos de creyentes en la Escritura, sin embargo, parecerían favorecer la idea de que los demonios en este nivel, sólo favorecen el desarrollo de algunas enfermedades (Job, Saúl, Pablo). 2.3.4. Demonización total. Esta es la más profunda y desastrosa de las etapas. En ella el demonio toma control de la personalidad y de la conciencia de la persona. Borra intermitentemente o por completo su identidad y da evidencia de ser otra persona con habilidades generalmente sobrenaturales. 3. SÍNTOMAS DE LA DEMONIZACIÓN TOTAL. 3.1. Síntomas descritos en la Escritura (Marcos 5) 3.1.1. 3.1.2.

3.1.3. 3.1.4. 3.1.5. 3.1.6. 3.1.7. 3.1.8. 3.2. Síntomas descritos por consejeros reconocidos. Es importante aclarar que estos síntomas son descripciones generales, y, cómo más adelante sugerimos, no deben tomarse a la ligera para diagnosticar el fenómeno. En otras palabras, el hecho que alguien tenga alguno de estos síntomas o varios de ellos no necesariamente indica una demonización total. 3.2.1. Unger. Proyección de una nueva personalidad Conocimiento sobrenatural Fuerza física sobrenatural Depravación moral Profundas melancolías Conductas extremadamente malas Espuma por la boca 3.2.2. Koch. Resistencia a la oración Caer en trance durante la oración Reacción negativa al nombre de Jesús Habilidades clarividentes Hablar en lenguaje no aprendido 3.2.3. Lecher. Pasión por la mentira y los pensamientos impuros Actividad sin descanso Depresión y miedo Compulsión a blasfemar Violencia extrema Excesivos deseos sexuales y sensuales Inhabilidad de pronunciar el nombre de Jesús Hablar en otros idiomas Molestias continuas con dolor sin relación a una enfermedad. 3.2.4. Razones del porqué existen varios grados de demonización. Parece haber grados diferentes de maldad entre los demonios (Mt. 12:44-45). El número de los demonios habitando en la persona. El grado de entrega de la persona a los demonios. 4. AVENIDAS HACIA LA DEMONIZACIÓN 4.1. El ocultismo y sus diversas expresiones. Debe recordarse la importancia teológica de la Nueva Era como anticipación de la segunda venida del Señor Jesús. Prácticas como el horóscopo, tarot, quija, uso de ciertas drogas, cierto tipo de música, algunos programas televisivos.

4.2. Negativa constante al control divino. No estar dispuesto a aceptar el control de Dios sobre las condiciones de la vida, incluyendo la salud, posesiones, relación con otros (perdón). Conductas deliberadamente no colocadas bajo el control de Dios. 4.3. Mal entendimiento y uso del sexo. El sexo es una actividad cuya santidad se expresa en la relación de continua entrega entre esposo y esposo (1 Co. 7:1-5). Conductas sexuales aberrantes y pervertidas como la fornicación, el adulterio, la pedofilia, la homosexualidad, el lesbianismo, la bestialidad o zoofilia; la violación y abuso sexual, entre otras, podrían favorecer la presencia demoníaca. (Rodger K. Bufford, Counceling and the Demonic (Dallas: WordBooks, 1988). 5. LA DEMONIZACIÓN Y EL CREYENTE. 5.1. Introducción. La discusión generalmente se ha centrado en si un creyente puede ser demonizado totalmente o no. Las respuestas han variado entre aquellos que creen que sí y los que creen que no. Tanto entre los primeros como en los segundos, el papel que ha tenido la experiencia no es algo de desechar. Un caso interesante aquí es el de M. Unger quien, en su primer libro Los demonios según la Biblia, afirma que los creyentes no pueden ser demonizados totalmente. Más tarde, no obstante, en su libro Los demonios y el mundo moderno, cree lo contrario. Al leer este libro, Unger no aporta más pruebas bíblicas. Más bien su argumentación se fundamenta en el reporte de hermanos y amigos misioneros quienes le han informado de casos de creyentes demonizados. 5.2. La posición de que el creyente sí puede ser demonizado totalmente. 5.2.1. Pasajes que alegadamente prueban eso (mal entendidos). Gn. 19:31, 34, 35. Nm. 22-24. Mt. 8:16. Hch. 5:1-3. Hch. 8:9-24. 1 Co. 5:1-13. 1 Co. 10:14-22. 2 Co. 11:3-4. 2 Co. 12:7-8. 1 S. 19:9-10 Lc. 13:10-17. 1 Co. 12:3 5.2.2. Algunos argumentos teológicos ocupados (Todos ellos mal fundamentados) La pérdida de la salvación. El poder de Satanás (2 Ti. 2:26) Castigo por el pecado (Mt. 18:21-35). Los creyentes necesitan buscar dones espectaculares Las experiencias en el campo de la realidad 5.3. La posición de que el creyente no puede ser demonizado totalmente. 5.3.1. No totalmente pero sí puede ser influido. 2 Co. 4:3-4. 1 Ts. 2:18. 1 Jn. 4:1-4.

2 P. 2:1-22. 2 Co. 2:11. 1 Ti. 4:1. 5.3.2. No totalmente, pero sí puede ser atacado Ef. 6:10-18. Ef. 4:26-27. 1 Ti. 3:6-7 1 P. 5:6-8. 5.3.3. Algunos pasajes y argumentos que sugieren la imposibilidad. Satanás ha sido derrotado. Jn. 12:31; 16:11; He. 2:14-15; Col. 2:14-15. Hemos sido liberados del poder de Satanás. Col. 1:13; Hch. 26:18. Cristo defiende a los santos. Jn. 10:22, 29; Jn. 17:15; 2 Ts. 3:3; 1 Juan 4:4; 1 Juan 5:18. Los principados no nos pueden separar del amor de Dios en Cristo. Ro. 8. Argumentos relacionados con la pertenencia del creyente a Dios Argumentos relacionados con la presencia localizada del Espíritu Santo dentro del creyente. Argumentos relacionados con la presencia moral del Espíritu en el creyente. 6. RESISTIENDO AL DIABLO. 6.1. Si comparamos tres de los pasajes bíblicos más importantes en nuestra lucha contra Satanás, sacaremos conclusiones fundamentales. Los pasajes Stg. 4:6-8; 1 P. 5:6-9; Ef. 6:10-18. 6.2. Según estos pasajes, el creyente para resistir al Diablo debe: Ser humilde Acercarse a Dios Confiar en Dios 6.3. Estos pasajes afirman que sí se puede resistir al Diablo. Stg. 4:7; 1 P. 5:9; Ef. 6:13. 6.4. Todos estos pasajes hablan de la necesidad de “humillarse” delante de Dios. Dios resiste a los soberbios (Stg.4:10; 1 P. 5:6). En otras palabras, la mejor manera de resistir al Diablo es confiar en Dios, tener fe en él. Esta confianza se manifiesta aquí en obediencia y sometimiento a Dios y al orden que él ha dejado para su iglesia. Confiar aquí significa confiar en situaciones difíciles (1 P. 5:9). 6.5. Efesios 6 es quizá el pasaje que más se detiene a describirnos y prescribirnos la lucha espiritual. Detengámonos un poco en este pasaje. Para comenzar debemos notar que Pablo no comienza su tema de lucha espiritual en Ef. 6. El tema se ha venido desarrollando desde el capítulo 1. El apóstol nos ha dicho que Jesús, quien es rey, soberano y jefe sobre todo poder espiritual, ha sido dado por cabeza a la iglesia. Dentro de la unión íntima y orgánica entre Jesús y la iglesia, la plenitud de aquel se manifiesta a través de ésta (1:20-23). La vida que ha recibido la iglesia debe contrastarse con la existencia de muerte que tenía antes de venir a Jesús. En aquel entonces, el creyente era arrastrado por la corriente del mundo que es movido por Satán. Esta condición lo empujaba hacia la inmoralidad y hacia el castigo e ira de Dios, “lo mismo que los demás” (2:1-3). El resultado de la obra de Dios en el creyente se muestra en que ya no vivimos controlados por aquélla mortífera corriente. Nuestra existencia se desarrolla en un camino preparado por Dios de antemano (2:10). Las riquezas y la sabiduría de Cristo ahora son nuestras y deben ser manifestadas a “los principados y potestades”. Este ha sido el propósito eterno de

Dios (3:10-12), que como tal nos debería animar en nuestra lucha como creyentes contra el mundo que nos causa tribulaciones (3:11). Es esta realidad de la obra redentora del Dios trino la que nos debe motivar a luchar por una vida digna de nuestra vocación. Hay lucha espiritual al despojarnos del viejo hombre y vestirnos del nuevo (4:17-24). Practicar la justicia y la verdad hace que Satán no tenga lugar entre los creyentes. En especial, la ira injusta y prolongada puede propiciar ventaja de Satanás sobre nosotros (4:26). El creyente es llamado a no participar en las obras inútiles de las tinieblas. En una clara alusión a una batalla espiritual, se nos dice que esas obras que son típicas del mundo desobediente, deben ser reprendidas por el creyente (5:6, 11). Interesantemente, aunque no se dice que el creyente deba reprender a Satanás, sí se nos dice que debemos reprender y denunciar–identificar claramente—toda obra que se inspire en él o por él. Una excelente forma de hacerlo incluye la vida en la comunidad creyente. Dentro de la comunidad de fe, el creyente comienza sus deberes dentro de la iglesia y la familia con humildad (4:2) y sumisión mutua (5:21-6:9). Debe recordarse que en otros pasajes de la Escritura se nos enseña que la sumisión mutua que se hace en el contexto de la comunidad cristiana, sumisión a Dios (1 P. 5:6-9; Stg. 4:6-10), produce victoria sobre el maligno. La fuerza y el poder de Dios que nos sirve para luchar espiritualmente contra los planes y acciones malévolos del diablo se encuentran simbolizados en una armadura de un soldado que se apronta a la batalla. La lucha no es sencilla, pues no se realiza contra seres humanos, sino contra una multitud de malvados seres poderosos, que tienen autoridad sobre el mundo presente (6:11-12). Dios, no obstante, nos ofrece la victoria total (6:13) al ponernos su armadura. Esta consiste en decidirnos, estar firmes, a decir la verdad en todas sus dimensiones; en ser personas justas (6:14); ser personas que estén prestas a predicar el evangelio de reconciliación y de paz entre Dios y los hombres y entre los hombres mismos (6:15; 2:1418). Debemos ser personas de fe, es decir, personas que no dudan de Dios ni de su obra redentora a favor nuestro (Ef. 1; 2:8; 4:13-14). Esta fe nos protege de los ataques directos y mortales de Satán. Sabernos poseedores y herederos de la salvación nos protege también como un casco protege al soldado. Los pensamientos del creyente están a salvo cuando se refugia en la seguridad de la salvación que Dios le ha dado (Ro. 8:38-39). Finalmente, la Palabra de Dios (predicada y obedecida) es la espada de Dios que obviamente nos defiende pero también ataca; hace huir al enemigo. Ocupar bien la palabra de Dios nos granjea una victoria espiritual sobre Satanás. Ser derrotado en la batalla espiritual, por supuesto incluiría no evidenciar aquellas características santas. Un creyente mentiroso, injusto, que tiene en poco la obra de Dios en su vida, y por eso no considera importante la fe, la esperanza, y el amor; que no se ha afirmado en la esperanza segura de la salvación (1 Ts. 5:8); que no se atreve a compartir su fe; y que vive en ignorancia de la Palabra; es un creyente que ya no está firme y que ha sido derrotado en la batalla; refleja más el carácter del diablo que el de Dios. ¡Cuidado que Satán anda buscando creyentes de este tipo (1 P. 5:8)! Debemos recordar que este pasaje de Efesios 6 no se ofrece como una serie de conjuros o prácticas litúrgicas que mecánicamente repetidas proveerán victoria. La victoria espiritual siempre depende de Dios, por eso el creyente se apropia y se mantiene en ella con un espíritu de oración constante. Orar por nosotros y por los santos es parte fundamental de la batalla espiritual que se gana (6:18-19) 6.6. La tentación de Jesús como batalla espiritual. Vale la pena detenernos un momento en el mejor ejemplo de cómo el uso correcto de la Escritura en contra de Satán, nos provee victoria espiritual. Este lo encontramos sin duda en la narración que los evangelios nos hacen de las tentaciones en contra de Jesús (Mt. 4 y par). La primera observación que debemos hacer aquí es que las tres tentaciones son introducidas por el diablo citando la Escritura. Las tres son también contestadas por Jesús con la Escritura. Es obvio, entonces, que el centro de la discusión es hermenéutico. Pero este problema hermenéutico, como sucede en la mayoría de los casos, no es una discusión sólo académica entre dos personajes que conocen la Escritura. Es un problema hermenéutico/existencial, pues ambos, Jesús y el diablo, se juegan su existencia y su identidad. Lo que ha quedado grabado para nosotros es cómo debemos usar la Escritura para derrotar a Satanás.

Cualquier parte de la Escritura puede usarse con fines diabólicos. Saber de memoria la Escritura no significa conocerla. Recitarle la Escritura a Satanás en sí mismo no es garantía de que lo venceremos. Como es obvio en este pasaje, Satanás conoce la Escritura, la sabe de memoria. En esencia, la lección hermenéutica que el Señor Jesús le da al diablo tiene que ver con que la Escritura interpreta a la Escritura (la analogía fides). Cualquier uso indiscriminado del texto bíblico para satisfacer mis necesidades—físicas o de otra índole; para hacer o tener cosas que me ganen la reputación y el control sobre los demás es rechazado totalmente. No hay lugar para la manipulación ideológica del texto… hacerlo es hacer lo que hace el diablo. Frente a la manipulación egoísta que de la Biblia hace Satanás, Jesús la interpreta con tres criterios que lo identifican como Hijo de Dios. Las tres tentaciones están centradas en la identidad de Jesús. Las tres le piden hacer algo que lo identifique como tal. Jesús rechaza las tres formas en que Satán propone que se identifique: satisfacción física milagrosa, reputación milagrosa, y posesiones y control absoluto. A estas tres tentaciones Jesús antepone confianza, no manipulación, y servicio. Mientras el diablo quiere que Jesús muestre su dignidad de Hijo por medio de hacer actos milagrosos que lo satisfagan físicamente, y así le impulsa a que use su palabra para transformar las piedras en pan, Jesús responde que su dignidad de Hijo no se la otorga la capacidad de hacer milagros de autosatisfacción, sino su total obediencia a la Palabra de Dios—note el contraste entre “di que estas piedras…”, y “sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (4:3-4). ¿Cómo se distingue un hijo de Dios? No por hablar y hacer milagros principalmente, sino por obedecer la Palabra de Dios. Esto trae vida (comp. Mt. 7:21-23). Contra Satanás se lucha evidenciándole que la obediencia a Dios está sobre cualquier cosa, inclusive sobre la necesidad y la satisfacción personal. La palabra de Dios existe para ser obedecida y a esta Palabra obedecida el hijo de Dios le apuesta su existencia. La identidad del Hijo de Dios quizá se deje ver cuando Dios se vea obligado a hacer un portento para protegerlo. La segunda tentación del diablo a Jesús tiene que ver con que éste tiente a Dios. Es decir, que intente manipular, forzar la acción divina a fin de que apoye sus acciones, no importando cuán descabelladas sean. Se trata de forzar a Dios a realizar algo que a todas luces salvaría y evidenciaría la reputación del Hijo. Es casi como si Satán le dijera a Jesús: “ten fe en Dios, él es bueno, él hará todo lo que le pidas”. Jesús responde directamente que ni aun con la Escritura debe intentarse manipular a Dios. Él es el Señor. Ni en mis acciones, ni en el citar de las Escrituras, debo pretender que controlo el funcionar de Dios automáticamente. Ni la bondad ni la fidelidad de Dios en las Escrituras debe llevarnos a pensar que él está obligado casi mecánicamente a bendecirnos de la manera en que nosotros le pedimos. El hecho de conocer y de poder explicar la Escritura no nos debe llevar a pensar que siempre sabemos con anticipación como él actuará. Hacer esto no es tener fe, es más bien sucumbir a la tentación diabólica de la manipulación y caer víctima de su astucia que busca nuestra destrucción tanto espiritual como física. ¡Cuidado Dios sigue siendo el Señor! La tercera tentación de Satán tiene que ver con la obtención de posesiones, poder y gloria: la posición de uno que gobierna. El evangelio de Lucas nos dice que Satán reconoce que los reinos de la tierra se le han entregado a él, y están a su disposición. En cierta forma esta es una manera de legitimar con autoridad divina lo que propone. Es como si dijera “el mundo es de Dios, Dios me lo ha dado a mí, yo te lo puedo dar”. Postrarse en adoración ante Satán no es la tentación aquí.[1] La tentación más bien es estar dispuesto a hacer cualquier cosa, inclusive lo impensable de adorar a Satanás para conseguir lo ofrecido. Sería otra manera de adorar las posesiones, la fama, y el poder. Con tal de ser dueño y señor del mundo, ¿qué importa? ¡Cuántas cosas buenas se pudieran hacer, ya siendo amo y señor! ¿Acaso no es esto lo que Dios se propone darnos de todas formas? Jesús responde de una manera inesperada. Su respuesta es que ni Satanás, ni la posesión del mundo entero con toda su gloria, ni la invitación a ser señor de todo esto, o cualquier otra reflexión derivada, puede superar la sencilla y clara afirmación de la Escritura: Sólo a Dios debe adorarse. Sólo a él debe servirse. Adoración y servicio están aquí tan unidos como siempre en la Biblia. Al adorar a Satanás o a las posesiones, un hombre aunque se crea señor, se convierte en un vil sirviente. No se debe justificar con argumentos maquiavélicos—el fin justifica los medios—nuestros propósitos benefactores, aun cuando superficialmente parezcan tener algún respaldo en la Escritura—en este caso, “Dios me lo dio”. No siempre quiere Dios que tengamos el control sobre los demás. Debemos rechazar la tentación diabólica de querer tener el control absoluto para dirigir independientemente nuestra vida y manipular la de otros. Escatológicamente; Dios ha prometido que los creyentes gobernarán sobre los ángeles—esto me parece incluye a

Satanás. Por ahora, la Escritura nos recuerda que sólo existe un dueño, amo y Señor: Dios. Nosotros somos sus siervos, y a él sólo debemos servir. 7. ¿QUÉ HACER ANTE UNA POSIBLE DEMONIZACIÓN? 7.1. Antes de obrar como si fuera una demonización, se debe estar seguro de que lo es, y esto no es fácil. Frecuentemente se tratará de un proceso de reconocimiento y tratamiento del problema. 7.2. Confrontar a Satanás directamente no es una empresa que deba tomar prioridad sobre las demás tareas de la iglesia. No es la iglesia la que libera, es Jesús. No debería andarse buscando una experiencia de este tipo sólo por buscarla. 7.3. Si somos requeridos a hacerlo debemos hacerlo en el espíritu de la discusión del punto anterior. Ninguna técnica en especial es ordenada por la Escritura. No deberíamos confiar en una técnica cualquiera que ésta sea. Recordemos que depender de una técnica podría ser exactamente lo que Satanás quiere que hagamos. 7.4. ¡La oración acompañada de una vida santa puede mucho! La oración debe pedir por respaldo espiritual y por la acción de Dios en la persona con el problema. 7.5. Deberíamos procurar no realizar este tipo de actividad sin el apoyo de otros hermanos. No es recomendable hacerlo individual o independientemente. Siempre pida la compañía y apoyo de hermanos maduros y comprometidos (ancianos y pastores) con el Señor para este tipo de situaciones. No es recomendable que cualquier hermano asista en un proceso como éste. La razón es que propiamente hablando nunca sabemos cuál es la condición espiritual de las personas. Si se trata de un creyente verdadero, aunque nuevo o inexperto, como hemos dicho Satanás no puede tocarlo, pero su condición emocional y/o psicológica puede sufrir un impacto del cual es difícil recuperarse.

[1]Que Satán busca adoración parece claro aquí. Que esta adoración sea lo que principalmente busca no lo es tanto. Es decir, parece que Satanás no está tan interesado en que se le adore como en que se desobedezca a Dios; que se sirva a cualquier otro ser excepto a Dios. Con los datos que la Escritura nos provee no podemos tampoco negar que el pecado en Satán lo haya trastornado de tal forma que busca adoración. Generalmente esta adoración se asocia en el ocultismo con liturgia ofrecida a Satán. No creemos que lo que Satán le dice al Señor Jesús sobre ser el genuino poseedor del mundo sea verdadero. La Biblia no identifica a Satán como dueño de la tierra. Esta atribución la tiene Yavé (Sal. 24:1). La Biblia llama príncipe de este mundo al diablo porque tiene la capacidad de influir y dominar al hombre sin Dios, a fin de que éste se comporte contra la voluntad del Señor. Además, después de la resurrección de Jesús, la Biblia identifica a éste como el amo y Señor de todo lo creado, al que están sujetos todos los poderes angélicos y de otra índole. ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.