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El problema medieval de los universales (de Stanford Encyclopedia of Philosophy)1. "El problema de los universales" en general es un conjunto históricamente ...
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El problema medieval de los universales (de Stanford Encyclopedia of Philosophy)1

"El problema de los universales" en general es un conjunto históricamente cambiante de cuestiones metafísicas, lógicas y epistemológicas, todas estrechamente relacionadas pero articuladas de distinta manera en marcos conceptuales diversos. Todas cuestiones conectadas en última instancia, al problema de cómo es posible el conocimiento de las cosas singulares. Por ejemplo, ¿cómo sabemos que el teorema de Pitágoras se cumple universalmente, para todos los triángulos rectángulos posibles? En efecto, ¿cómo podemos tener alguna conciencia de un infinito potencial que contenga a todos los triángulos rectángulos posibles, siendo que sólo podemos ver a un número finito de los triángulos reales? ¿Cómo podemos referirnos universalmente a todos los triángulos rectángulos posibles con la expresión 'triángulo rectángulo'? ¿Tienen algo común a todos ellos, algo a lo cual designamos con esta expresión? De ser así, ¿qué es y cómo se relaciona con los triángulos rectángulos particulares? El problema medieval de los universales es una continuación lógica e histórica del problema antiguo generado por la teoría de Platón (428-348 aC) para responder como un conjunto de preguntas, a saber, su teoría de las ideas o las formas.

• 1. Introducción • 2. El surgimiento del problema • 3. El origen del problema concreto medieval de los universales • 4. Solución aristotélica de Boecio ________________________________________

1. Introducción Los problemas inherentes a la teoría original de Platón fueron reconocidos ya por el propio Platón. En su Parménides, Platón planteó célebremente una serie de dificultades, para las cuales no parece dar respuestas satisfactorias. Aristóteles (384-322 aC), a pesar de toda la reverencia debida a su maestro, siempre rechazó la teoría de Platón, y lo criticó fuertemente a lo largo de su propio trabajo. (De ahí el famoso dicho, amicus Plato sed magis amica veritas). Sin embargo, a pesar de este conflicto doctrinal explícito, filósofos neo-platónicos, paganos (como Plotino, ca. 204-270, y Porfirio, ca.234-305) y cristianos (como Agustín, ca. 354-430, y Boecio, ca. 480-524) todos por igual, observaron una concordancia básica entre los enfoques de Platón y de Aristóteles, atribuyendo a Aristóteles una explicación de cómo la mente humana adquiere sus conceptos universales de las cosas particulares de experiencia, y a Platón el haber brindado una explicación acerca de cómo los rasgos universales de las cosas particulares se han establecido al ser modeladas por a partir de los arquetipos universales. En cualquier caso, fue esta actitud general de la Antigüedad tardía hacia el problema la que sentó las bases para la los debates medievales cada vez más sofisticados. En estos debates, los conceptos de la mente humana eran considerados como posteriores a las cosas particulares que estos conceptos representan, y por lo tanto se les conoce como universalia post rem ('universales después de la cosa"). Las características universales de las cosas singulares, inherentes a estas cosas mismas, se conocen como universalia in re ('universales en la cosa'), respondiendo a los ejemplares universales en la mente divina, universalia ante rem ('universales antes de la cosa "). Todos estos, los conceptos universales, las características universales de las cosas singulares, y sus ejemplares, se expresan y significan por medio de algunos signos obviamente universales, los términos universales de las lenguas humanas. Por ejemplo, el término "hombre" en español es un término universal, porque en definitiva es predicable de todos los hombres en uno y el mismo sentido, en contraste con el término singular 'Sócrates', que en e mismo sentido, es decir, cuando no se usa equívocamente, sólo es predicable de un solo hombre.

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IMPORTANTE: esta es una traducción y una selección del artículo de la enciclopedia para uso exclusivo de la cátedra. El artículo completo se encuentra en el sitio http://plato.stanford.edu/entries/universals-medieval/. En algunos casos, para facilidad de lectura he realizado algunas aclaraciones entre paréntesis.

2. El surgimiento del problema

Si consideramos una demostración geométrica, por ejemplo la demostración del teorema de Tales, es sencillo ver cómo surge el problema de los universales. De acuerdo al teorema, cualquier triángulo inscrito en un semicírculo es un triángulo rectángulo, como se muestra en el siguiente diagrama:

Figura 1. Teorema de Tales

Observando este diagrama, podemos ver que todo lo que necesitamos probar es que el ángulo en el vértice D del triángulo ABD es un ángulo recto. La prueba es fácil una vez que nos damos cuenta de que, dado que las líneas de AC, DC y BC son los radios de un círculo, los triángulos ACD y DCB son triángulos isósceles, donde los ángulos de la base son iguales. Entonces, si denotamos los ángulos de ABD por los nombres de sus vértices, este hecho implica que D = A + B, y así, ya que A + B + D = 180 º, se deduce que 2A + 2B = 180 º, por lo tanto, A + B = 90 º, es decir, D = 90 º, q. e. d.

Por supuesto, desde nuestro punto de vista, lo importante de esta demostración no es tanto la verdad de su conclusión como la forma en que se demuestra esta conclusión. Porque la conclusión es un teorema universal, que atañe a todos los triángulos posibles inscritos en cualquier semicírculo posible, no sólo los inscritos en un semicírculo en la figura anterior. Sin embargo, al parecer, en la demostración anterior estábamos hablando sólo de ese triángulo. Así que, ¿cómo podemos afirmar que lo que hemos conseguido demostrar sobre ese triángulo particular se cumplirá para todos los triángulos posibles?

Si escudriñamos más de cerca el diagrama, podemos ver fácilmente el atractivo de la respuesta platónica a esta pregunta. Ya que para una mirada más cercana está claro que, a pesar de que parezca lo contrario, esta demostración no puede ser (ni siquiera ) acerca del triángulo en este diagrama. De hecho, en la demostración supusimos que las líneas de la AC, DC y BC eran las líneas rectas perfectamente iguales. Sin embargo, si nos adentramos en la figura, podemos ver claramente que estas líneas están lejos de ser iguales, de hecho, ni siquiera son líneas rectas:

Figura 2. El resultado de aplicar el zoom a la Figura 1.

Seguramente que la demostración no trataba de la colección de superficies negras irregulares que podemos ver aquí. Más bien, la demostración no trataba de algo que hayamos visto con nuestros ojos corporales, sino de algo que tuvimos en la mente todo ese tiempo, entendiendo que (el objeto que estaba en nuestra mente) se trata de un triángulo con bordes perfectamente rectos, que tocan un círculo perfecto en tres puntos inextensos, que están perfectamente equidistantes respecto del centro del círculo. La figura que podíamos ver era sólo un conveniente "recordatorio" de lo que se supone que debemos tener en cuenta cuando queremos demostrar que una determinada propiedad, a saber, que es un triángulo rectángulo, tiene que pertenecer al objeto en nuestra mente en virtud de lo que es, es decir, un triángulo inscrito en un semicírculo. Obviamente, la conclusión sólo se aplica perfectamente al triángulo perfecto que teníamos en la mente, mientras que se mantiene para la figura visible en tanto y en cuanto esta figura se asemeja al objeto que teníamos en la mente. Pero esta figura no posee esta propiedad precisamente en tanto y en cuanto no alcanza a ser como el objeto en nuestra mente.

Sin embargo, siguiendo con esta línea, también debe quedar claro que la conclusión sí se aplica a esta figura, y a cualquier otro triángulo visible inscrito en un semicírculo, en tanto y en cuanto se las arregle para imitar las propiedades del objeto perfecto en nuestra mente. Por lo tanto, la respuesta platónica a la pregunta acerca de qué trataba esta demostración, a saber, (la respuesta platónica de) que trataba de un triángulo perfecto, ideal, invisible a los ojos pero captable por nuestro entendimiento, nos proporciona una explicación de la posibilidad de conocimiento universal, necesario. Al conocer las propiedades de la forma o idea, conocemos todos sus particulares, es decir, todas las cosas que la imitan, en la medida en que la imitan o participan en ella. Así, la forma misma es una entidad universal, un modelo universal de todos sus particulares; y dado que es el conocimiento de esta entidad universal lo que nos permite conocer de una sola vez todos sus particulares, es absolutamente vital para nosotros saber qué, cómo es y exactamente cómo se relaciona con sus particulares2. Sin embargo, obviamente, todas estas preguntas presuponen que es, es decir, que tal entidad universal existe.

Pero la existencia de dicha entidad parece ser más bien precaria. Consideremos, por ejemplo, el triángulo perfecto que se suponía que teníamos en la mente durante la demostración del teorema de Tales. Si se trata de un triángulo perfecto, es obvio que tiene que tener tres lados, ya que un triángulo perfecto tiene que ser un triángulo, y nada puede ser un triángulo a menos que tiene tres lados. Pero de los tres lados o por lo menos dos son iguales o no, es decir, el triángulo en cuestión tiene que ser isósceles o escaleno

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NT: Se va a repetir esta expresión “sus particulares”, se refiere a los individuos que caen bajo el universal. Por decirlo socráticamente, los actos justos serían los casos particulares de la forma de Justicia.

(tomando 'isósceles "en sentido amplio, incluyendo incluso triángulos equiláteros, en aras de la simplicidad). Sin embargo, ya que se supone que es el modelo universal de todos los triángulos, y no sólo de los triángulos isósceles, este triángulo perfecto no puede ser un isósceles, y por la misma razón no puede ser un triángulo escaleno cualquiera. Por lo tanto, tal triángulo universal tendría propiedades incompatibles, es decir, ser tanto isósceles como escaleno, y no ser ni isósceles ni escaleno. Pero obviamente que nada puede tener estas propiedades al mismo tiempo, por lo que nada podría ser un triángulo universal más que un cuadrado redondo. Así que, al parecer, ningún triángulo universal puede existir. Pero entonces, ¿Acerca de qué versaba nuestra demostración? Hace apenas un rato, llegamos a la conclusión de que no podía ser directamente sobre ningún triángulo particular (pues no se trataba en el triángulo de la figura, ni mucho menos de cualquier otro triángulo particular que no se encuentre en la figura), pero ahora hemos llegado a la conclusión de que no podía ser de un triángulo universal tampoco. Pero ¿existen acaso otras alternativas? Parece obvio que con esta demostración adquirimos conocimientos universales sobre todos los particulares. Sin embargo, también está claro que no hemos obtenido este conocimiento examinando a todos los particulares, y que no es posible hacerlo de esta manera ya que son potencialmente infinitos y ninguno de ellos satisface completamente las condiciones establecidas en la demostración. De tal forma que debe haber algo mal en nuestra caracterización del universal, eso que nos obligó a concluir que, de conformidad con esta calificación, los universales no existen. Así es que nos quedamos con un conjunto de preguntas sobre la naturaleza y características de los universales, preguntas que no pueden quedar sin respuesta si queremos tener alguna pista de cómo es posible un conocimiento universal y conocimiento necesario.

3. El origen del problema concreto medieval de los universales

Lo que podemos justificadamente llamar la primera formulación del "problema medieval de los universales", distinguiéndolo de los problemas de la (cronológicamente) antigua teoría platónica de las formas, con los cuales está lógica e históricamente relacionado, fue precisamente un conjunto de célebres preguntas planteadas por Porfirio en su Isagoge, que es decir, en su Introducción a las Categorías de Aristóteles. Como él escribió:

(1) “Dado que (…), para enseñar acerca de las categorías de Aristóteles es necesario saber qué son el género y la diferencia, así como lo que son las especies, las propiedades y accidentes, y dado que de la reflexión sobre estas cosas es útil para dar definiciones, y en general para asuntos concernientes a la división y la demostración, por lo tanto voy a dar un breve panorama y trataré en pocas palabras, como si fuese una introducción, de examinar lo que nuestros mayores dijeron acerca de estas cosas. Me abstendré de profundizar las investigaciones, emprendiendo las más simples y apropiadas.

(2) “Por ejemplo, nada diré acerca de (a) si los géneros y especies son reales o se encuentran únicamente en los pensamientos, (b) si, de ser reales, son corpóreos o incorpóreos, y (c) si se encuentran separados o en los sensible y su realidad está en relación con ellos. Tal empresa es profunda, y requiere de otra investigación de mayor envergadura. En lugar de eso trataré de mostrar cómo los antiguos, y entre ellos sobre todo los peripatéticos, han interpretado el género y las especies y las demás cuestiones que tenemos ante nosotros de una manera más lógica

A pesar de que de esta manera, al relegar a una "mayor investigación", Porfirio dejó estas preguntas sin respuestas, sin duda resultaron ser irresistibles para sus comentaristas latinos medievales, comenzando por Boecio, quién produjo no sólo uno, sino dos comentarios sobre el texto de Porfirio , el primero basado

en la traducción de Mario Victorino y el segundo en la suya propia. A través de su argumento, Boecio deja muy claro qué tipo de entidad tendría que ser un universal. (Esquemáticamente:)

Un universal tiene que ser común a sus particulares : 1. en su totalidad, y no sólo en parte 2. al mismo tiempo, y no en una sucesión temporal, y 3. debería constituir la esencia de sus particulares.

Sin embargo, como Boecio, argumenta, no hay nada en la existencia real que pueda satisfacer estas condiciones. Los principales puntos de su argumentación se pueden reconstruir de la siguiente manera. Cualquier cosa (universal) que es común a muchas cosas (particulares) de la manera requerida, tiene que ser al mismo tiempo, y como un todo, la sustancia estas muchas cosas. Pero estas cosas muchas son seres diferentes, precisamente porque son distintos el uno del otro en su ser, es decir, el acto de ser de uno es distinto del acto de ser del otro. Sin embargo, si lo universal constituye la sustancia de un particular, entonces tiene que tener el mismo acto de ser del particular, porque constituir la sustancia de algo significa precisamente esto, es decir, compartir el acto de ser de la cosa en cuestión, al ser la parte sustancial de la cosa. Pero lo universal se supone que constituye la sustancia de todos sus distintos particulares, en su conjunto y al mismo tiempo. Por lo tanto, el acto único de ser de la entidad universal, tendría que ser idéntico a todos los distintos actos de ser de sus particulares al mismo tiempo, lo cual es imposible. Este argumento, por lo tanto, establece que ninguna cosa puede ser universal en su ser, es decir, nada puede ser a la vez uno y común a muchos seres de tal manera que comparta su acto de ser con los muchos seres, de los cuales constituye su sustancia.

Esto fácilmente se puede visualizar en el siguiente diagrama, donde los rayos diminutos indican los actos de ser de las entidades involucradas, a saber, una mujer, un hombre su universal humanidad universal (la figura más grande de puntos).

Figura 3. Ilustración de la primera parte del argumento de Boecio3

Boecio continúa diciendo que entonces tal vez deberíamos decir que el universal no es un ser, sino más bien muchos seres, es decir, [la colección de] los componentes de las esencias individuales de sus particulares a partir de las cuales todos entran en mismo predicado universal. Por ejemplo, en esta concepción, el género «animal» no sería una entidad una parte, una animalidad universal por encima de los animales individuales, que de alguna manera comparte su ser con todos ellos (ya que, como acabamos

33 Nota: en clase teórica “completamos” este diagrama señalando que también habría asimetría (desigualdad) entre el universal y el particular.

de ver, eso es imposible), sino [la colección de] las animalidades individuales de todos los animales. Boecio rechaza esta propuesta, debido a que cada vez que hay entidades similares, tienen que tener un género; por lo tanto, al igual que los animales individuales tenían que tener un género, así también, sus animalidades individuales debieran tener otro. Sin embargo, dado que el género de las animalidades no puede ser una sola entidad, una "super-animalidad '(por la misma razón que el género de los animales no puede ser una sola entidad, sobre la base del argumento anterior), parece que el género de animalidades tendría que ser un conjunto de nuevas "super-animalidades”. Pero, de nuevo, la misma línea de razonamiento debe aplicarse a estas "super-animalidades', dando lugar a una serie de" super-superanimalidades ', y así sucesivamente hasta el infinito, lo cual es absurdo. Por lo tanto, no podemos considerar al género como un ser real, incluso en forma de [conjunto de] varias entidades distintas. Dado que razonamientos similares se aplicarían a los demás predicados de Porfirio, ningún universal puede existir de esta manera.

Ahora bien, universal (tiene dos opciones) o existe en la realidad independientemente de una mente que lo conciba, o sólo existe en la mente. Si existe en la realidad, entonces cualquiera tiene que ser uno varios seres. Pero ya que no puede existir en la realidad en cualquiera de estas dos maneras (ni como uno ni como muchos seres), Boecio llega a la conclusión de que sólo puede existir en la mente.

Universales (extracto de Routledge Encyclopedia of Philosophy) En metafísica, el término 'universales' se aplica a dos tipos de cosas: las propiedades (tales como la rojez o la circularidad), y las relaciones (como las relaciones de parentesco como hermandad, o la relación de causalidad, o las relaciones espaciales y temporales). Los universales han de entenderse en contraste con los particulares. Pocos universales –si no ninguno - son verdaderamente "universales” en el sentido de que sean compartidos por todos los individuos; un universal es típicamente la clase de cosa que algunos individuos pueden tener en común, y otros pueden carecer. Los universales han sido concebidos como entidades que nos permiten captar intelectualmente un orden permanente, subyacente al flujo cambiante de la experiencia. Algunos de los dioses de las mitologías antiguas corresponden de modo aproximado a diversos universales subyacentes – como las relaciones sociales: por ejemplo se dice que Hera es la diosa del matrimonio y Ares (O Marte) se dice que es el dios de la guerra. Muchas tradiciones, tanto orientales como occidentales, se han ocupado de los problemas de fondo que generan las teorías de los universales, sin embargo el término «universales» está estrechamente ligado a la tradición occidental, y la agenda ha sido determinada en gran parte por la obra de Platón y Aristóteles. El término a menudo utilizado en relación con Platón no es «universales», sino «formas» (o «Ideas», que se utiliza en el sentido de ideales más que de pensamientos), remitiendo el término 'universales' más a Aristóteles que a Platón. Otros términos afines con los universales incluyen no sólo las propiedades y relaciones, sino también las cualidades, atributos, características, esencias y accidentes (en el sentido de cualidades que una cosa tiene no por necesidad, sino sólo por accidente), especies y géneros. Varios argumentos se han presentado para demostrar la existencia de los universales, el más memorable de los cuales es el argumento "uno sobre muchos”. También hay varios argumentos en contra la existencia de los universales. Hay, por ejemplo, varios argumentos de regreso vicioso, que se derivan del llamado “argumento tercer hombre” de Aristóteles en contra de Platón. Otra línea se basa en lo que se denomina la navaja de Ockham: se argumenta que se puede decir lo que queramos y explicar todo lo que necesitamos explicar, sin apelar a universales, y si podemos hacer tal cosa, y si somos racionales, entonces debemos. Aquellos que creen en los universales son llamados Realistas, los que no lo hacen son llamados Nominalistas. 1 Fuentes en las matemáticas antiguas y la biología Platón veía a las matemáticas como un modelo ideal para encontrar "formas" que pueden ser captadas por el intelecto y que encontramos imperfectamente reflejadas en el mundo de los sentidos. La moral y los ideales políticos también, pensaba Platón, se reflejan sólo muy imperfectamente en el mundo de las apariencias. La concepción de Aristóteles de los universales fue pensada para ser congruente no con las matemáticas, sino con la biología. Los animales y las plantas individuales se dividen en clases naturales, o especies, como los cerdos o las coles. Varias especies diferentes, a su vez, pertenecen a un género. Los universales imponen una taxonomía en la pluralidad de los diferentes individuos en el mundo. Las regularidades en el mundo pueden ser entendidas mediante la apelación a los universales o especies, bajo las cuales caen los particulares; explicando de esa forma el por qué los cerdos nunca engendran gatitos, por ejemplo, y, en general, por qué cada ser vivo genera otros de su misma especie. Platón concebía a los universales como seres trascendentes, “ante rem” en latín (“antes de las cosas"): la existencia de los universales, para Platón, no depende de la existencia de los individuos ejemplificados 4. Este es un pensamiento natural si el modelo de los universales se encuentra en las matemáticas: las verdades geométricas sobre los círculos, por ejemplo, no dependen de la existencia de alguno de los individuos que realmente sean perfectamente circulares. Aristóteles, en cambio, mantuvo una teoría de los 4

Traducimos acá con “ejemplificados” a la expresión “instanciated”. Alude sencillamente a los individuos en los que se expresa el universal, sin la connotación de “ejemplo”. El anglicismo “instanciados” tiene, a su vez, otros problemas, al aludir a un vocabulario jurídico.

universales como seres inmanentes, “in rebus” (“en las cosas"): no puede haber universales a menos que haya individuos en los cuales los universales se ejemplifiquen. Este es un pensamiento natural si el modelo de los universales se encuentra en la biología: una especie no puede existir, por ejemplo, si no hay animales de esa especie. Por lo tanto, una de las distinciones clave entre el realismo trascendente de Platón y el realismo inmanente de Aristóteles es el platónico permite, y Aristóteles niega, la existencia de los universales no ejemplificados. 2 Mismidad y diferencia Cuando una propiedad es compartida por dos individuos hay algo que está en o que tienen ambos. Pero hay un sentido muy distintivo según el cual podemos decir que un universal está 'en' dos individuos distintos. Una persona individual puede estar “en” dos lugares al mismo tiempo si, por ejemplo, su mano está en el bote de galletas y su pie está en el baño. Sin embargo, un universal está 'en' distintos individuos de una manera que no quiere decir que hay una parte del universal en una cosa y otra parte diferente otra. Por lo tanto, un universal se dice que es el tipo de cosa que puede estar totalmente presente en individuos distintos al mismo tiempo: una persona no puede estar totalmente presente en dos lugares al mismo tiempo, pero la justicia sí puede.

3 Argumentos a favor y en contra Varios argumentos se han presentado para demostrar la existencia de los universales, el más memorable de los cuales es el "uno sobre muchos”. A pesar de que es memorable, hay poco consenso sobre cómo funciona este argumento. Muy toscamente, comienza con un llamamiento al hecho manifiesto de recurrencia, al hecho de que, como se dice en el texto bíblico de Eclesiastés (1, 9), "Lo que fue, será, y lo que se ha hecho es lo que se hará, y no hay nada nuevo bajo el sol ". Hay muchas cosas, y sin embargo todos ellas son, en cierto sentido, las mismas cosas una y otra vez. A partir de este hecho de manifiesto de la repetición, el argumento pretende derivar la conclusión de que, así como hay individuos particulares, hay universales. También hay varios argumentos en contra la existencia de los universales. Una familia de tales argumentos se deriva del llamado “argumento tercer hombre” de Aristóteles y está diseñado para demostrar que la teoría platónica de las formas implica una regresión infinita inaceptable. De modo aproximado, el problema de Platón es que él necesita alguna relación entre la forma de hombre y cada hombre individual dado que esta forma puede ayudar a explicar qué es lo que los hombres individuales tienen en común. Así que la teoría parece convocar a la existencia a otra forma, un tercer hombre, que es lo que la forma del hombre tiene en común con los hombres individuales. Esto conduce a una regresión infinita, por lo tanto la Teoría de las Formas de Platón es inaceptable. Por supuesto, Aristóteles había intentado demostrar únicamente la inexistencia de las formas de Platón, no de los universales en general; pero los (filósofos) enemigos de los universales presentan con frecuencia argumentos de regresión al infinito relacionados (con el del 3º hombre) contra la existencia de los universales de cualquier tipo. De cualquier modo que se llame a la relación entre las instancias particulares y los universales, si usted piensa en ella como un universal, entonces se está en una regresión, y esto parece contar en contra de cualquier teoría de los universales. Otro argumento contra la existencia de los universales se nutre de lo que se llama " La navaja de Ockham", el principio de que no se deben postular más entidades cuando todo lo que quiere explicar se puede explicar con menos. A veces se argumenta que todo lo que se puede explicar con los universales se pueden explicar tan bien sin ellos. Se sostiene que las cosas que a primera vista parecen referirse a los universales pueden ser reformuladas de manera que aparentemente no hacen referencia a los universales . La referencia a los universales puede ser parafraseaday eliminada. Si podemos prescindir de los universales, entonces, evidentemente, debemos; al completar este argumento ockhamista con alusiones a los inumerables e irresolubles problemas internos de los realistas en numerosos detalles, se tiene un argumento aún más fuerte contra la existencia de los universales. 4 Nominalismo y Realismo Durante la Edad Media en Europa, los universales desempeñado un papel central en la economía intelectual: muchos temas giraron en torno a lo que se conoce como el problema de los universales. Célebremente, un comentario de Boecio de Isagoge de Porfirio, que a su vez fue pensado como una

introducción a las Categorías de Aristóteles, estableció de modo tentativo, pero viva y tentador, lo que llegó a ser tomado como una cuestión obligatoria en la búsqueda medieval de conocimiento: si los géneros y especies son sustancias o se encuentran únicamente en la mente, si son sustancias corporales o incorporales, y si están separadas de las cosas percibidas por los sentidos o conjunto de ellos (Boecio c.510). El problema inicial para muchos no fue el de decidir si existen los universales, sino de elegir entre Platón y Aristóteles y luego afinar detalles. Sin embargo, más tarde en la Edad Media un número creciente de filósofos y teólogos fueron cada vez más impresionados por los argumentos contra la existencia de los universales. Ellos empezaron a adoptar la posición llamada "nominalismo", que se opone a todas las diversas formas de realismo platónico o aristotélico. Según nominalistas como Abelardo y Ockham, lo único que comparten los individuos distintos en común es un nombre común, una etiqueta que optamos por aplicar a cada uno de esos individuos y no a otros. Las afirmaciones nominalistas se hicieron eco en muchos de los campeones de las ciencias modernas, ya que surgió a finales de la Edad Media. Se dará entonces por asumido y concederá que todas las cosas existentes son meramente particulares. Al ser asumido no fue tema de debate, por lo que el problema de los universales, de la manera explícita que se describe aquí, se replegó en la sombra de fondo de la discusión científica y filosófica. Por ejemplo, un arqueólogo de ideas podría argumentar que, en Kant, el problema de los universales está realmente vivo y operando muy poderosamente en el trasfondo, participando en los debates sobre casi cualquier tema que surja. No obstante, el problema de los universales, con este nombre o cualquier otro equivalente claro, no se presenta en la agenda explícita de Kant. Kant habla de intuiciones y conceptos de manera que tienen alguna relación con el viejo problema de los particulares y los universales, pero algo más que las etiquetas ha cambiado. Por lo tanto el problema de los universales ha recibido poca atención en una vasta región de la historia filosófica, hasta la filosofía del siglo XX en Francia y Alemania.