Tomás Sánchez. Trascender el tiempo Por Hortensia Montero
“Los que son creativos trabajan a través del pasado, del presente y del futuro, trascendiendo el tiempo; los que no lo son, aceptan la atadura de lo viejo y de lo nuevo”. Abanindranath Tagore Las presentaciones recientes de la obra de Tomás Sánchez, quien ha transitado por especialidades como pintura, dibujo, grabado, arte cerámico, diseño de títeres, escenográfico, textil, gráfico, y de joyas revela la multiplicidad de su actividad creativa y mantiene latente su inquietud experimental. En 2006 intervino en un homenaje a Antonia Eiriz en La vida en pelota en la galería de Arte “Servando”, confluencia de maestros que contribuyeron a la formación de las nuevas generaciones: Antonia, con su poderosa personalidad, su postura crítica y su espíritu influyente; Servando, por brindar su experiencia y conocimiento del arte. La inclusión de Tomás patentizó la trascendencia del aprendizaje con Ñica, quien se esforzó para que sus discípulos exteriorizaran su yo interior. Se exhibió “Por la mañana”, 1973, del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), paradigmática de la poética primigenia del artista, con un estilo suelto, espontáneo, donde lo gestual domina la composición. Otro ejemplo de su inserción en novedosos proyectos es la incorporación de “Nocturno”, de 1993, en la colección de arte contemporáneo cubano recopilada por Howard Farber, expuesta en Cuba Avant-Garde en el Museo de Arte “Samuel P. Harn”, Gainesville, Universidad de La Florida (2007), en la cual se reconoce su contribución al arte nacional mediante una pequeña cartulina entelada que delata la aprehensión afectiva del entorno desde una reflexión eminentemente filosófica. El lienzo “El viento del sur”, 1995 formó parte de Subasta Habana 2007. La atmósfera creada por el valor expresivo de las tonalidades envuelve a la figura humana, sentada de espaldas al espectador y frente a un espectáculo donde la alquimia convoca a la meditación. La sutil presencia del individuo, aún cuando no esté presente, se ilustra o se esparce, pero siempre habita en su obsesión, cualidad que el maestro Manuel Vidal (1979) calificara como: hacedor de paisajes humanizados. Pensamiento-nube, 2008 / Acrílico sobre tela / Acrylic on cloth / 75 x 55,5 cm Entre su participación en eventos internacionales se cuenta Cuba Arte e Historia desde 1868 hasta nuestros días, considerada la más exhaustiva exposición de arte cubano, exhibida en el Museo de Bellas Artes de Montreal en 2008, con gran éxito de público. El proyecto curatorial transita por el itinerario estético de las artes plásticas cubanas de los siglos xix y xx, haciendo énfasis en los procesos de formación y consolidación de la identidad nacional a partir de colecciones del MNBA, de la Fototeca de Cuba, de Europa y América, en alrededor de doscientas obras entre pinturas, fotos, instalaciones, videos y arte gráfico. Como colofón, una versión de esta retrospectiva se presentó en mayo último en el Museo Groningen de Holanda. En la muestra se exhiben dos exponentes de su autoría: “Por la mañana”, 1973 y “La inundación”, 1984. Esta última demuestra su
vínculo sui géneris con el fotorrealismo, tendencia que le restituye su predisposición al paisaje y le posibilita explayar el culto a la naturaleza. Tomás participó del interés de renovación y ruptura que nucleó a un grupo de jóvenes creadores protagonistas del movimiento hiperrealista cubano que tomó auge a partir de 1974, por su amistad con el pintor y fotógrafo Rogelio López Marín (Gory) y con Flavio Garciandía. No copia la foto sino que la utiliza como referencia y apela sobre todo a su memoria visual para reproducir cualquier panorama afectivo. En “Paisaje”, 1974 (Col. MNBA) rememora su lugar de origen y delata el sentido de evocación al asumir la dimensión conceptual del entorno desde un acercamiento espiritual, con un matiz reflexivo y evocador de sensaciones internas. “La inundación”, de 1984, comunica un acercamiento al hábitat impresionado por las imágenes aéreas de las inundaciones en las Playas del Este de La Habana, en 1982, y apela a su memoria afectiva para describirlas con un lenguaje realista aunando tridimensionalidad, perspectiva y aproximación a la imagen fotográfica. Se convierte en un significativo cultor de este género a escala internacional con un arte ecológico de fuerzas contrapuestas: espiritual y auténtico, otorgándole especial acento a la concentración, a la síntesis plástica y al equilibrio formal evidente en la muestra retrospectiva en el MNBA, 1984. El conjunto abarcó desde las litografías expresionistas de su comienzo hasta las variantes de sus paisajes, incluyendo los basureros; así como las crucifixiones, figuras individuales, dramáticas, satíricas, con un sesgo humorístico, apoyadas tan sólo en el poder de la línea y la fuerza gestual; monocromas y austeras, realizadas a partir de la contraposición del blanco y del negro. El autor no acude a la imagen mística de Cristo, sino ofrece una visión impersonal del hombre de nuestro mundo víctima de nuestros propios males y enfrentando la contaminación ambiental y la relación individuo-hábitat como unidad indisoluble que “nos hablan de una relación perfecta entre el hombre y el medio, entre lo objetivo y lo subjetivo, que nos hacen sentir la calma de un equilibrio ideal entre elementos que se integran sin perder su identidad”. (Mosquera, 1985) La presentación entre mayo y septiembre de 2008 de una exposición personal en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO) abarcó una selección del trabajo de los últimos diez años, integrada por cincuenta y cuatro pinturas realizadas en acrílico, óleo, pas- tel y vitral. Esta antología lo revela como portador de ideas novedosas sobre el entorno desde una aproximación contemporánea. Sobre su sustrato conceptual y compromiso intelectual y ético ha expresado: La experiencia de la meditación ha marcado definitivamente mi vida y la forma en que percibo el mundo influye en mi arte. La forma de meditación que practico está llena de devoción por Dios o el Ser, la Conciencia-energía que dio origen a este universo, fuerza que reside en nosotros como nuestra alma o ser interior. La meta es la unión del alma con Dios o la expansión del individuo en la Conciencia Infinita. (Montero, 2009)
Homenaje a la Diva, 2008 / Hojas doradas, acrílico y objetos de madera y cartón primaniteGilt sheets, acrylic and objects made of wood and cardboard / 42,5 x 53,5 x 7,5cmColección Museo Nacional de la Danza, Cuba. Sus imágenes varían; se mueven entre espacios cerrados, “congelados”, en atmósferas acogedoras e íntimas, que sitúan al espectador ante la memoria visual del artista caracterizada por la estabilidad, claridad y precisión de la
imagen; unas, de propósito ontológico, con atmósferas sugerentes; y otras, escenas prístinas, incontaminadas e impolutas. Abordado al respecto, explica cómo la capacidad de abstracción que se desarrolla a través del proceso de introspección en la pintura no es producto de la meditación, sino es ella en sí misma. Los espacios sin trabajar hacen más perceptibles los espacios trabajados y explican cierta forma de vacío en la tensión espacial. En las orillas se aprecia la contraposición del vacío y el lleno, partiendo del concepto de que “el no ser, no es”. Y lo que parece vacío está realmente lleno de Conciencia o de potencialidad de lo que se manifestará, representado en sus composiciones con los espacios en blanco o en otro color, contrapuestos con superficies prolijamente detalladas; así contrapone los conceptos de unidad-Dios y diversidad-naturaleza, o sea, del Todo y las partes, de lo inmanifestado y lo manifestado, consciente de que la experiencia interior de la unidad hace que percibamos la diversidad exterior para funcionar mejor en la vida cotidiana. Asume esta actitud ante la vida y considera eminente que la Humanidad tome conciencia de que todo tiene sus causas, está íntimamente relacionado y toda acción tiene su efecto. Su postura ecológica considera que la concepción de la unidad como una conciencia única del universo puede trasformar el mundo. El compendio de sus reflexiones emerge desde su mundo interior como revelación plena, sincera e intimista de una perspectiva cosmopolita que trasmite la intensidad de sus sentimientos desde la interiorización de sus concepciones. La óptica que aportan sus obras, mediante el uso de un vocabulario visual, cambiante y expansivo, propone un repertorio que constituye el compendio de su existencia y de su siquis, asumida con pureza, esmerada factura y un diseño donde anidan modulaciones y matices. Virtuoso en la aprehensión de la naturaleza, Tomás concilia su comprometimiento con la obra desde su experiencia mística y el ascetismo del saber científico. Su adhesión a la meditación como estilo de vida constituye su vínculo mayor con la obra y revela esa facultad de transportarnos en virtud de su talento de fabulador y artífice, heredero de una tendencia ecológica que defiende al hombre en el mundo contemporáneo con un paisaje recreado desde su patrimonio visual. En octubre último integra la exposición Esta noche baila aquí Alicia Alonso, dedicada a la prima ballerina assoluta en el 60 Aniversario de la fundación del Ballet Nacional de Cuba, realizada en el MNBA, y pone en tensión su capacidad interpretativa. En “Homenaje a la diva”, realizada en 2008 en acrílico y papel de oro, donada al Museo de la Danza, asume un paisaje que transgrede los límites del lienzo hacia los laterales y el inferior del marco. Esta conjugación de efectos pictóricos y táctiles entraña una contradicción en sí misma, resuelta con una misteriosa escena de tupida maraña reveladora de la sensibilidad inspiradora de esta obra y del montaje acoplado de las zapatillas, símbolo del meritorio desempeño en las tablas, que otorga aura y armonía al conjunto, y evoca la eternidad y la cubanía de la diva. Participó entre un repertorio de cincuenta obras expresionistas exhibida este año en el Museo Biblioteca “Servando Cabrera Moreno” para festejar el 85 aniversario del natalicio de Servando, los 80 años del nacimiento de Antonia y el Premio de Pintura “Amelia Peláez”, otorgado al conjunto de la serie Inundaciones, obtenido por Tomás hace veinte y cinco años en la I Bienal de La Habana. Los fundamentos teóricos de La conciencia del testigo: Servando Cabrera Moreno, Antonia Eiriz y Tomás Sánchez conjugan el ejercicio artístico de estas personalidades de la cultura cubana, reivindica sus trayectorias artísticas y contribuye a saldar la deuda con la obra de relevantes personalidades de la plástica: Antonia y Servando, por su magisterio, su aporte al patrimonio cultural y la trascendencia de su arte, y Tomás, por la continuidad histórica. En los grabados de Sánchez, pertenecientes a la colección de Claudio Ferioli, se advierte su adhesión al lenguaje expresionista influenciado por el cine de Luis Buñuel. Satiriza la temática religiosa en vírgenes y crucifixiones y predomina la figura humana, mientras el paisaje conforma el fondo
de la composición para transitar después hacia paisajes rurales poblados de seres expresionistas neofigurativos. En este período el expresionismo aflora y los elementos grotesco-expresivos circundan en una atmósfera surrealista del paisaje; luego integra la línea naturalista hasta quedar convenientemente balanceados, aunque al final, ésta impera. La dualidad del lenguaje realista y expresionista en la formulación de su obra coexiste sin cortes divergentes, sin escindir uno al otro, como exacta compensación de sus intereses plásticos. Artista de vanguardia desde 1974, Tomás participa de una actitud renovadora en ratificación de su apego al paisaje. En su trayectoria artística demuestra fehacientemente su interés por el ser humano y su entorno, y apuesta por un paisaje diferente que lo sitúa como uno de los precursores del nuevo arte cubano. Desde finales de los años setenta se aprecia un movimiento de los jóvenes creadores cubanos que pugna por una apertura de los agentes expresivos del lenguaje plástico y con la muestra Volumen I, en enero de 1981, inauguran el discurso artístico de la década. Representan el surgimiento de nuevas reflexiones acerca de la plástica, y proponen una actualización en cuanto a corrientes artísticas, un movimiento detonante en el espacio cultural. En 1980 Tomás recibió el XX Premio Internacional de Dibujo “Joan Miro” y, al año siguiente, es invitado a realizar una exposición personal en el Centro de Estudios de Arte Contemporáneo de la Fundación “Joan Miró” donde presenta una serie de veinte dibujos realizados con plaka y aguada, resueltos en blanco y negro, que muestran diversas versiones del paisaje. Expone, por primera vez, dos cartulinas con escenas de basureros en primer plano por lo que el conjunto es del individuo y descubre una relación antropológica, considerada una muestra de perfil ecologista, punto de partida de lienzos con la temática del basurero en los que late la presencia ausente del hombre desde tres vertientes: el natural, el influido positivamente por el hombre y el destruido por la acción lógica, aún omitiendo la figura humana en la interrelación permanente hombre-naturaleza junto a cortinas rompevientos, presas, basureros y el medio ambiente incontaminado. Su poética deriva hacia un imaginario legítimo, siempre renovado, que sondea infinitos motivos conjugados en una mezcla de visiones multiplicadas y entregadas en perspectiva, lo que constituye un proceso técnico y espiritual provocado por el crecimiento interior y la madurez de su arte, mezcla de lirismo, espiritualidad y misticismo, conformando un paisaje creado de un modo distinto desde la meditación y a partir de la memoria afectiva. Adopta una variante en su aprehensión de la realidad que está dada por la influencia que ejerce su estancia temporal en la playa de Guanabo, al este de La Habana, en 1981 cuando se relaciona con un grupo preocupado por la destrucción de la naturaleza y se sensibiliza hacia su cuidado. Comienza un período de fecunda actividad creativa con un nuevo motivo dentro de su temática: el basurero, ejemplo de la contaminación del entorno como consecuencia de la acción del individuo. Combina sus intereses y aflora la añoranza por paisajes desaparecidos, el bosque virgen, el estado natural antes de la llegada de los españoles y la destructiva acción humana sobre la naturaleza. La conservación del medio ambiente constituye entonces el leitmotiv de sus realizaciones concebidas desde un acercamiento subjetivo e íntimo del paisaje; realiza una serie de temperas que desborda la contención de las estructuras paisajísticas anteriores. En un recorrido aéreo por las costas de la Sierra Maestra y sus alrededores descubre los bosques y cayos de Cuba y comienza a reproducirlos. Consigue una interiorización emotiva del paisaje y aporta una visión muy cercana a la fotografía dándole continuidad a sus búsquedas formales y acentuando su interés por la ecología transfigurando el panorama estético enfocado en una arista muy particular de la vista rural dada por la proximidad del campo experimentada por él en su infancia que, enriqueciéndose con variadas maneras, supera nuestras expectativas. Un ejemplo fehaciente es la Mención de Honor con su lienzo
“Relación”, en la II Bienal de La Habana, 1986. Al respecto considera que el paisaje cubano no sólo debe estar asociado a las palmas sino que deben tenerse en cuenta los manglares ya que es un archipiélago donde los mangles hunden sus raíces y hacen un banco de arena que va aumentando de tamaño. Con estos argumentos sustenta la síntesis en el paisaje y realiza una pintura filosóficamente más conceptual.
La tormenta, 1987 / Óleo sobre tela / Oil on cloth / 160 x 110 cmColección Museo Nacional de Bellas Artes En Relaciones, exposición personal en el Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño, La Habana, 1988, incorpora otras búsquedas formales. Veinte cartulinas conforman un sistema de relaciones ecológicas integradas por tres elementos: nubes, islas y mar. Son paisajes menos realistas, donde la composición y la perspectiva son forzadas y altera sus estructuras formales al relacionarlas unas con otras; sitúa los elementos en la composición con formas similares a ubicaciones simétricas arbitrarias en el espacio que recuerdan a Hokusai, virtuoso xilógrafo japonés del siglo xviii. Introduce una versión diferente del tratamiento de las nubes, que ahora adquieren vida propia y constituyen motivo central del cuadro desde una visión aérea para reconocerles su valor en el espacio y la ilusión de profundidad mediante una gama de tonalidades del color azul. Su sensibilidad perfila continuas variaciones en las nubes: en picada, frontalmente, en sombra, o en una vertiente cercana al arte abstracto por los elementos simbólicos en el campo visual. Su estancia durante cuatro meses en 1989 en tierra azteca, una de las capitales más contaminadas y populosas del mundo, acrecienta su toma de conciencia de cómo el hombre puede destruir el entorno, asunto que tiene su antecedente en São Paulo en 1985. Cobra fuerza inusitada tras un recorrido aéreo por algunas ciudades mexicanas donde aprecia la destrucción de los bosques, los pantanos cubiertos de petróleo y el grado de contaminación del aire y de las aguas, cuando se relaciona con miembros del movimiento ecologista en México, lo que define su acción. Redescubre los basureros a partir de la comunión material y espiritual entre el individuo y la naturaleza para desarrollar el universo y no contribuir a destruirlo. Sus búsquedas pictóricas, a principios de 1990, se orientan en torno a un definitivo objetivo ecologista y su obra refleja la visión de un paisaje amable frente a la incidencia de los residuos de la civilización, que agreden la belleza y contaminan el medio ambiente. En 1991 sus bocetos son prácticamente abstracciones, síntesis de su archivo mental, con detalles de los basureros públicos que denuncian el deterioro ambiental del planeta. Sitúa al basurero colindante con el mar, y establece dos polos de fuerte contraste, y aunque omita la figura humana, su presencia se siente en una situación creada por el individuo en contra de sí mismo. Con un trazo nítido, de sencillez resuelta, perfila, arma y estructura un sitio de ensueños en contraposición con la dimensión de un diminuto individuo entre la magnificencia de la creación. Con su intuición explora en las raíces más remotas del ser humano y en sus inquietudes más contemporáneas abordadas desde un amplio espectro de significaciones y alude a la creación de un planeta puro y perfecto no desvastado por la mano del hombre sino realzado y protegido por el individuo. Su propósito se centra en ayudar a edificar un mundo mejor, emblema de su proyecto ético y expresión de su altruismo. Si bien su
mundo artístico se nutre de sus propias vivencias, exteriorizando sus experiencias y su capacidad introspectiva, esta traslación rebasa cualquier esquema y su diapasón de alternativas se expande en busca de nuevos intereses en torno a un motivo central: el paisaje, la figura humana y la naturaleza en su imbricación natural y en una relación de causa y efecto que convergen sin que interfiera el desarrollo coherente y orgánico de su obra. Lo peculiar en Tomás es su capacidad para concebir la relación ambiental con respecto al individuo desde diversas aristas, por eso no resultaría contradictorio que su obra actual se concentre en la figura humana o que asuma un lenguaje expresionista para representar sus preocupaciones ontológicas desde fundamentos antropológicos. Paradójicamente, el artista tiene la necesidad de hacer una pintura calmada, serena, por un lado y, por otro, una más desgarrada, irónica. Dentro de las muestras colaterales de la X Bienal de La Habana interviene en la exposición Punto de encuentro, en el Convento de San Francisco de Asís, junto a importantes artistas de diversas nacionalidades propiciando la interrelación de distintas narrativas creativas. En parábolas como “Desde la cueva del corazón”, de 2005, conjuga perfectamente su práctica meditativa y su relación vital con la naturaleza en la utopía de un paisaje resuelto con un dibujo austero en el cual la tentación y el misterio se diseminan en la profundidad y en lo inextricable del universo. Su atractivo reside en descubrirnos un sitio ideal en el cual se recrea y rinde culto al poder concluyente y sugestivo de una imagen en perspectiva, cual supremo intento de aprehensión del universo. Representa el ápice de la creación tomasiana y testimonia su fidelidad al fundamento conceptual. En “Siddha Yoga” se habla de “ver desde el corazón”. Eso significa ver desde la perspectiva interior. Cuando abro los ojos después de una meditación profunda, el mundo exterior se revela como la trama de un encaje vibrante hecho de luz. Lo que miro lo percibo en su totalidad, como de una vez, y los colores, las formas, las texturas, las relaciones entre un objeto y otro se me revelan con una mayor claridad. Uno se maravilla como si estuviese viendo las cosas por primera vez. Eso ha influido en mi pintura y creo que lo mismo le pasaría a cualquier artista. Para mí el arte es una fuerza que desde mi interior me impulsa a expresarme, a describir de manera perceptible lo que siento y lo que veo, cuando contemplo hacia adentro o hacia afuera. No trato de establecer vínculos arte-yoga-vida. Todo se da al mismo tiempo. La meditación me da conocimiento de quién soy además de ayudarme a valorar y comprender la vida exterior. Por medio del arte me expreso a mí mismo en ambos sentidos, interno y externo. (Montero, 2009) Afiliado al Siddha Yoga, filosofía que nace de la tradición del Shivaísmo de Cachemira y de la Vedanta Advaita, reconoce en la realidad la Conciencia Universal o Ser (también llamada “Dios”) y defiende la ilusión cósmica de que el universo existe, es divino, y constituye el medio para alcanzar la meta: que todo lo que existe, incluyéndonos, es Uno; lo que no es para nada diferente de esa Conciencia en cuyo espíritu, el alma individual y Dios es una sola cosa. A partir de este concepto, Tomás conceptualiza su estética considerando que el Universo, así como el medio (incluyendo el cuerpo y la mente) –a través del cual podemos llegar a conocer nuestra verdadera naturaleza–, es esencialmente divino y que la energía que constituye el Universo es conciencia. Así, la energía-conciencia, en estado de contracción, constituye el ego o “conciencia de estar separado del todo”, y si esa energía-conciencia se expande para aquietar nuestros pensamientos experimentamos la Conciencia Universal o nuestra verdadera naturaleza. Socorrido por la revelación de realidades insospechadas, los espacios misteriosos en su obra se acrecientan cual resumen de una expansión de sus fantasías y nos hace sus confidentes al permitirnos penetrar en el reino de la paz y la tranquilidad de realizaciones tamizadas por sus emociones y sentimientos más íntimos. Sus comentarios al respecto se tornan reveladores: “Miro el paisaje con una sensación de reverencia, pero a la
vez me siento parte de él. Lo que está dentro también está fuera. Siento como si estuviera viendo afuera lo que está en mi interior”. (Sullivan, 2003: 19) Paisaje, 1974. Óleo sobre tela / Oil on cloth / 99,5 x 85 cm Colección Museo Nacional de Bellas Artes Tras su formación académica y el crecimiento en su experiencia mística, al exteriorizar su espíritu consigue espiritualizar, deconstruir y morfologizar sus visiones. Recurre para ello a símbolos y pone en tensión el instrumental entrañable que habita en su memoria gráfica de imágenes extraídas de lo profundo del subconsciente, cuyo hallazgo plástico más meritorio es la concepción de una iconografía propia producto de una aventura plástica macerada con sabia estructura, elevado nivel de síntesis y una gramática visual de máximo rigor sintáctico. Interesado por el individuo y su entorno a lo largo de su trayectoria artística, el autor transita por el paisaje desde la vital campiña y la contaminación ambiental con su repercusión en la humanidad, hasta reposados ambientes espirituales. Asomarse al universo desde esa perspectiva constituye de por sí un reto, máxime si se trata de trazar una línea única de continuidad en su evolución, porque alterna tanto los temas como el lenguaje empleado a través de las diferentes etapas de su quehacer, adecuándolas a su necesidad expresiva. Le satisface interpretar la relación silenciosa entre el hombre y el medio y, sobre todo, le interesa el tema de la naturaleza limpia, sin contaminar, propia de una condición humana de reconciliación consigo mismo y con su entorno como unidad indivisible. Alerta sobre cómo el hombre todavía no ha aprendido a vivir en la naturaleza sin destruirla manteniendo con ella una relación de dominio, sin trabajarla de manera constructiva. Desde su punto de vista se requiere una orientación social de la humanidad que asuma la importancia de las conexiones de la existencia y se comprometa a adoptar una actitud que cambie su comportamiento en relación con el planeta. Construye su discurso desde una propuesta novedosa, cuyos códigos nos sitúan ante una poética de inquietudes creativas de un universo añorado, cuya atmósfera visual, de intimismo y sugerencias tributan a un sentido de pertenencia cosmopolita desde una vocación de orientación ecológica. Su arte se afianza en la estructura medular de la orientación teológica proyectando su impronta según el reflejo de su conciencia y desde su comprometimiento de relación armónica con la naturaleza, para garantizar la salud del planeta y la supervivencia de las diferentes formas de vida. Su quehacer resume numerosas aristas de una amplia temática que ha distinguido su imaginario y constituye un enfrentamiento a la indolencia y un llamado de alerta a la cooperación internacional por erradicar estos males y su repercusión funesta sobre la sociedad. Asume la postura de un artista de la diáspora cubana, que ha defendido la intensidad y valía del paisaje antillano, consustancial a su calidad de fiel integrante del Caribe desde una postura ecológica. Pionero en la Isla en transmitir un mensaje sobre la necesidad de vivir en equilibrio con el entorno, ha intentado sensibilizar a la humanidad con su labor artística desde la obsesión de sus remembranzas y fantasías para llevar la utopía a ensoñaciones posibles; con ellas ha recorrido el mundo dignificando a Cuba internacionalmente y promocionando el arte cubano más allá de nuestras fronteras como paradigma de un mensaje de integración cultural ante las acuciantes dificultades del medio ambiente. En esta búsqueda alude a una fabulación visual de amplio espectro, de naturaleza múltiple, nacida en la profundidad de su fuero interno, que junto a su intuición existencial, genera modelos imaginados. En sus más recientes composiciones admiramos lo enigmático de una pintura de empaque y equilibrio propiciado por su
crecimiento espiritual y el valor estético de una obra enfocada en evocar la belleza y la pulsión de energía habitada en un necesario y sereno paisaje promisorio, recreación de un universo propio, simbiosis de un mundo real y mágico, que nos hace suscribir el pensamiento de Gabriel García Márquez (2008): “El destino de Tomás Sánchez es crear con su trabajo el modelo del mundo que construiremos después del Juicio Final”. En realidad, Tomás sólo ha demostrado cómo trascender el tiempo desde su preferencia de ver con el corazón. BIBLIOGRAFÍA CITADA García Márquez, Gabriel: Tomás Sánchez (catálogo), MARCO, Monterrey, may. 2008. Mosquera, Gerardo: Tomás Sánchez, (catálogo), MNBA, La Habana, 23 ene. 1985. Montero, Hortensia: Entrevista al artista, en su estudio en La Habana, 22 abr. 2009. Sullivan, Edward J.: “Entrevista con Tomás Sánchez”, Tomás Sánchez, Skira Editore, Milán, ene. 2003. Vidal, Manuel: Paisajes de Tomás Sánchez (catálogo), Galería de Arte, La Habana, 4 sep. 1979.
Tomado de: http://www.revistasexcelencias.com/arte-‐por-‐excelencias/editorial-‐4/reportaje/tomas-‐sanchez-‐ trascender-‐el-‐tiempo