Suspiros

22 feb. 2012 - Utilísima. Jueves 9 del actual. A las 21. The. Cavern, en el Paseo La Plaza. Un cartel en la boletería y una certe- za: no hay más localidades ...
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ESPECTACULOS

I

Miércoles 22 de febrero de 2012

TV / TEATRO s UN PERSONAJE, EN LA MIRA

EDUARDO CARRERA/AFV

Guerra de sexos En el espectáculo, Gutmann dispara con munición gruesa anécdotas ficticias para relatar, a su modo, la mentada guerra de los sexos.

Dalia Gutmann

LA TV ALIADA Gutmann dice que el éxito de su espectáculo se debe, en parte, a su aparición en AM

LA COMEDIANTE QUE JUEGA DE PERDEDORA

Continuación de la Pág. 1, Col. 5 Es un martes pegajoso y Gutmann está en uno de los estudios de Telefé, en el barrio de San Cristóbal, donde, de lunes a viernes, desde las 10, le pone la voz a AM, el programa que conducen Leo Montero y Verónica Lozano. Sin embargo, no es sólo la chica que lee los avisos comerciales o los guiones de los informes que se ven en el ciclo, también es quien le pone humor a la mañana. “Aspiro a ser comediante. Ese es mi Norte”, reconoce. Algo de eso se ve en un segmento del programa cuando encarna a su álter ego, Dalia Loser, una mujer a lo que todo, pero todo, le sale mal.  Su historia en los medios comenzó en 2002, cuando salió a buscar trabajo como locutora en un país que, a duras penas, intentaba salir de la crisis. Pasó por radios pequeñas hasta que llegó a la televisión como cronista. Pero se dio cuenta de que por ahí no pasaba la cosa. Iba a un hospital para cubrir una tragedia y los productores le pedían que hiciera llorar a los entrevistados. “La pasaba muy mal. Lo que pasa es que no puedo ser formal, como si mi naturaleza me lo impidiera”, recuerda. Algo tenía que hacer. Aún no había descubierto lo que la salvaría. Faltaban dos años.  Cerca de las 13, en el set de Telefé, Gutmann no habla demasiado. No aporta ninguna ironía frente al micrófono. Es raro. Se podría decir que el rating la acalló. Alrededor de las 12.30, AM alcanza un pico de más de diez puntos– en lo que va del mes promedió 5,8–, gracias a las aventuras sexuales de un participante de Gran Hermano 2012 y la intervención, exabruptos de por medio, del mediático Guido Süller. Cuando este tipo de cosas suceden, Gutmann se llama a silencio. “Siento que no tengo mucho para decir. Los productores piensan lo mismo y me piden que me calle”, confiesa. –El mundo de la tele viene dado así con la presencia de los mediáticos, ¿no? –En un programa diario de tres horas de duración es muy difícil que no aparezcan este tipo de personajes. Lo que me enoja es que, a veces, hay cosas que queman la cabeza, como cuando se pelean y hablan de enfermedades y drogas. En el estudio no se la ve con la energía y la gracia con la que aparecerá arriba del escenario un par de días después. Tampoco son las mismas que contagia en Bien simple, el ciclo que conduce, junto con Darío Lopilato, por la señal de cable Utilísima.  Jueves 9 del actual. A las 21. The Cavern, en el Paseo La Plaza. Un

Los grandes caricaturistas de la realidad

cartel en la boletería y una certeza: no hay más localidades para Cosa de minas, el show de stand up (monólogos humorísticos), a cargo de Gutmann. “Yo antes entregaba volantes en la calle para promocionar las obras en las que actuaba. Ahora llego al teatro y las entradas están todas vendidas”, argumenta, así, el éxito del espectáculo que repuso en enero pasado y que cada jueves tiene una comediante invitada. –¿Debe ser porque te conocen de la televisión? –Sí, a full. La tele te da una entidad que no se puede comparar con nada. En este lugar la escena es la siguiente: ocho hombres en un mundo de al menos 80 mujeres. Ocho varones escuchando cosas tan femeninas como detalles explícitos sobre la depilación, las verdades que ocultan los tampones, la indiferencia masculina y la devoción por las vidrieras. Ellas se ríen, festejan y asienten con la cabeza a cada relato. En fin, se sienten identificadas. Ellos, de algu-

PABLO GORLERO LA NACION

U

Un vida entregada al ridículo y al humor de pie El año pasado, Dalia Gutmann publicó su primer libro, Entrega al ridículo. ¿Un diario íntimo? (Ediciones B). En esta suerte de bitácora recorre, con humor, como se lee: “Experiencias de mi vida que me llevaron a ser quien soy: mi familia, mis colegios, mis novios, la terapia, la vocación, mis trabajos, la maternidad y el difícil arte de entender cómo hay que vivir para pasarla bien a pesar de todo”. –¿Cómo fue la experiencia? –En la charla con la editora salió el título del libro. Ella me dijo que no podía creer que no tuviera vergüenza de hacer nada. Y es verdad. Yo le habré dicho que estaba entregada al ridículo. Lo escribí sin pretensión de nada. Sólo lo hice para divertir y divertirme. Gutmann dedicará este año, principalmente, a la maternidad –está embarazada de seis meses–. “Si cuando me tome la licencia por ahí viene a reemplazarme a AM una mina o un flaco que la rompe, tengo que aceptarlo. Es la ley de la vida. Confío en mí. Cuando no se da más algo, aparece otra cosa”, confiesa. En cuanto, a Cosa de minas, dice que seguirá “hasta que la panza me dé”. Pero, en ese intervalo, el espectáculo continuará con otras comediantes. “Este espacio no hay que perderlo”, concluye.

PATRICIO PIDAL/AFV

na manera, también. Es imposible no hacerlo, salvo para un señor mayor que mira con cierto desprecio a su mujer que llora a carcajadas. “A tu pareja le tenés que quemar la cabeza todo el tiempo, de forma tal que no pueda pensar más. Porque cuando lo hace, y se despierta, seguro se va a querer separar”, dispara como una ametralladora verbal en el espectáculo. Generalmente, en los shows de stand up hechos por ellas, pasa lo mismo. Se busca trabajar el humor desde el estereotipo de “la perdedora”, “la histérica” o “la desesperada”. Cosa de minas no es la excepción.  Desde que en 2004 Gutmann descubrió el stand up, no lo soltó más.

“Compensaba lo mal que lo pasaba en los laburos con lo que hacía arriba del escenario. Encontré mi lugar para sacar la angustia”, señala. –¿Qué te aportó el stand up? –Me ayudó a blanquear lo que las personas quieren ocultar. Es como si una parte de mí se divirtiera con el hecho de que le pasaran cosas vergonzosas. Aquí de nuevo vuelve a aparecer el rol de perdedora. Lo deja en claro cuando en el comienzo del espectáculo hace una pregunta a un hombre y a una mujer que comparten una mesa. “¿Son novios?”, interroga. La chica lo asegura con un animoso movimiento de cabeza, mientras que él responde: “No. Amigos”. Sólo queda un silencio incómodo, que se rompe con los sonidos de la risa nerviosa

de Gutmann y las carcajadas de la audiencia. Esta forma de hacer humor la comparte con su esposo, el conductor de TV, Sebastián Wainraich, quien encabeza, además, el espectáculo Cómico 5, en esta catedral del stand up en la que se ha convertido el Paseo La Plaza. “No testeo lo que voy a hacer con él, porque, a veces, me hace dudar de lo que no dudaba. O me dice que le gusta lo que a mí no”, indica.  Son las 22.45 y Gutmann está en la puerta de The Cavern, saludando a sus seguidores. Parece totalmente alejada de ese personaje perdedor que se esforzó en encarnar. Es más, podría decirse que gana porque supo jugar muy bien a perder.

TEATRO DRAMA

Suspiros

Un final anticipado para una historia lineal, con un ritmo moroso y una carencia de situaciones conflictivas

L AUTORES: JULIO CHAVEZ, CAMILA MANSILLA Y SANTIAGO LOZA L INTERPRETES: CATALINA AUGE, ANA GIMENEZ, VICTORIA MARROQUIN, LUZ PALAZON, LILI POPOVICH, ANDREA STRENITZ Y ELVIRA VILLARINO L ARTE: ALEJANDRA TAUBIN L MUSICA: DIEGO VAINER L ESCENOGRAFIA: MARIANA TIRANTTE L DISEÑO DE LUCES: RICARDO SICA Y MATIAS SENDON LDIRECCION: JULIO CHAVEZ L DURACION: 65 MINUTOS L TEATRO: CAMARIN DE LAS MUSAS L FUNCIONES: VIERNES Y SABADOS, A LAS 21.

La obra Suspiros se define como “posibles fragmentos de la última noche de siete mujeres. Una noticia policial, tal vez apócrifa, nos permite imaginar el encuentro de esas mujeres, sus relaciones, sus mundos y su inocencia frente al hecho trágico que les va a acontecer”. Estas mujeres aparecieron al día siguiente intoxi-

cadas con monóxido de carbono. Siete mujeres, radicadas en Tandil, viajan a Buenos Aires para asistir al casamiento del hijo de una de ellas y se instalan en un departamento. Se podría suponer que esa víspera del gran acontecimiento estaría inundada de alegría, entusiasmo y festividad. Nada de ello ocurre. Estos fragmentos, situaciones imaginarias

de los autores, están cargados de pesimismo, agresión, donde el tema de la muerte sobrevuela en la atmósfera, como si fuera premonitorio de lo que luego pasó. Cada uno de estos personajes carga su frustración, a veces con resignación, a veces con resentimiento, pero desde el texto se definen por sus palabras más que por la acción, y eso hace que el desarrollo sea lineal y entre en un ritmo moroso, con entradas y salidas que no tienen un valor dramático. Las actuaciones son correctas en cuanto se ajustan a las pautas de cada personaje y logran definirlos corporalmente, pero el tono narrativo del texto no permite el despliegue

de recursos interpretativos por falta de situaciones conflictivas. La dirección de Julio Chávez trata de imponer una dinámica en la puesta, de corte realista, que recrea un solo ambiente, un living, pero parece resolver algunas instancias bajo la consigna de “fragmentos”, y con este criterio justificar que los personajes entren y salgan de escena sin una justificación clara, sin saber adónde van o de dónde vienen. De no saber lo que se anticipa en el programa de mano, resulta difícil saber qué pasó con estas mujeres.

Susana Freire

Luz Palazón, una de las intérpretes

n buen día, hace unos doce años, caminando por Sunset Strip, en pleno West Hollywood, me metí en un reducto oscuro por fuera, con un centenar de nombres (cada uno con su día y horario) en sus paredes. Era algo así como el templo del stand up en Los Angeles, cerca de donde se murió River Phoenix, cerca de donde salía a trotar Scott Speedman. Adentro, mesitas y, sobre el escenario, sólo un comediante, un micrófono y sus chistes. No entendí demasiado las humoradas por el slang norteamericano, pero ahí me explicaron la diferencia entre el monologuista de humor, y el que convierte su acto en una ametralladora de chistes. Lo que sea, a los estadounidenses les encanta. Como no entendí demasiado, lo miré más como un fenómeno cultural. A mi regreso a Buenos Aires, acepté con gusto un volante que me dieron en la avenida Corrientes y asumí el riesgo. La propuesta no era gran cosa, pero lo pasé bien. Y me di cuenta de que esos cinco cómicos que contaban historias para morirse de risa frente a un micrófono eran bien locales y lo que contaban tenía una identidad fuerte. Lo mismo que por allá, en el Norte. Sólo que el lunfardo se comprende mejor. Pasaron los años, los volanteros germinaron y los shows de stand up se multiplicaron sorprendentemente. Tienen sus figuras –que no necesariamente deben ser actores– y, sobre todo, sus códigos. Poca producción y una habilidad innata para sostener un relato muy personal que pueda proyectarse y reflejarse en el imaginario colectivo. Eso que el cómico relata, con la garantía de muchas risas por minuto, puede ser reconocido. ¿Por qué el público los adora? Entre tantas cosas, como los humoristas gráficos, los “standuperos” son los grandes caricaturistas de la realidad.

PARA AGENDAR Cosa de minas: con Dalia Gutmann y comediantes invitadas. Sala: The Cavern, Paseo La Plaza, Corrientes 1660. Funciones: Jueves, a las 21. Entrada: $ 50.

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